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moverse entre las otras causas, porque el rey Luis, cuando fué postreramente á la conquista de su reino, le encomendó sus estados y súbditos. Escribian sobre lo mismo Luis duque de Guiana y Delfin de Viena, primogénito del rey de Francia, y Juan duque de Borgoña y conde de Flandes, que habia desposado á madama Catalina su hija con el mismo Luis, hijo del rey de Sicilia. Respondió el arzobispo de Tarragona á lo que se propuso en nombre de todo el parlamento, que habiéndose juntado la congregacion general destos reinos, y hecho en ella su deliberacion, se daria el derecho de la sucesion à quien perteneciese por justicia. De allí a dos dias dieron audiencia á los embajadores del conde de Urgel, y diéronles la misma respuesta. Dióse el postrero deste mes á los embajadores del infante don Fernando: y uno dellos preguntó, si deliberaban tratar en aquella ciudad en el exámen y averiguacion del derecho de la sucesion destos reinos, porque si el parlamento deliberaba proceder á la declaracion de la justicia, estaban aparejados para informarlos, que el derecho de la sucesion pertenecia al infante de Castilla y nó á otro alguno: y si no habian de tratar del negocio principal, les pedian que acelerasen la determinacion de aquel negocio, porque cualquiera tardanza era muy dañosa. A esto respondió el arzobispo que no deliberaban tratar del derecho de la sucesion sin los otros reinos: y que ellos con gran brevedad entenderian en el negocio cuanto pudiesen cómodamente.

CAP. XII.-De la disension que habia en Aragon entre los ricos hombres y que el parlamento de Cataluña hizo eleccion de ciertas personas para reducirlos á la concordia.

En el reino de Aragon estaban las cosas en mayor rompimiento, estando partido el reino en dos parcialidades, que eran la de don Pedro Jimenez de Urrea, y de don Antonio de Luna: y eran entrambos muy poderosos, porque con ser don Artal de Alagon muy cercano pariente de don Pedro de Urrea, daba todo favor á don Antonio, por ser casado con doña Marquesa de Luna su hermana, y don Artal su hijo, y y don Francés de Alagon, señor de Almuniente, hermano de don Artal y don Pedro de Alagon, don Fernan Lopez de Luna, y don Juan su hijo, don Pedro Fernandez de Ijar, comendador mayor de Montalvan, y don Juan de ljar señor de ljar, don Guillen Ramon de Moncada señor de Mequinenza y Vallobar. Eran en gran número los caballeros que seguian la parciali dad de don Antonio: y en suma, todos aquellos que eran servidores y aficionados del conde de Urgel le tenian por principal caudillo, y acudian á él como á la persona del conde. A don Pedro de Urrea, allende de los ricos hombres que eran de su opinion, resultaba mucho favor entender que Gil Ruiz de Lihori, gobernador de Aragon y sus hijos, y aquella casa de Heredia que eran muy poderosos, por la autoridad y fuerzas de don García Fernandez de Heredia arzobispo de Zaragoza, no solamente habian resistido al conde de Urgel, para que no usase de la gobernacion general, pero eran declarados enemigos del conde: y el arzobispo allende de su dignidad, y de los servidores y deudos que tenia, habia tomado á su cargo la defensa y capitanía de la ciudad de Zaragoza, por el daño y alteracion que se habia seguido en las peleas que tuvieron con el conde, cuando por fuerza de armas pensó apoderarse de la ciudad, y usar del oficio de gobernador

TOMO IV.

general. Allegábase á esto que Juan Jimenez Cerdan, justicia de Aragon, tenia por lo de su cargo gran conformidad con el gobernador, y habia con mucha constancia defendido que el conde no usase de la gobernacion general, sino declarándose primero por términos de justicia. Tambien se tuvo por cierto que el papa Benedicto, cuya casa era tan principal en este reino, no habia de dar favor á que prevaleciese el derecho del conde de Urgel, por convenirle que la sucesion destos reinos recayese en el infante don Fernando de Castilla, porque con ella le parecia que fundaba su pontificado, y tendria segura y muy cierta la obediencia de los reyes de Castilla, Aragon y Navarra: y así como los señores de su casa fueron muy servidores de los reyes de Castilla, por haber servido con ella su padre y hermano al rey don Enrique el mayor basta quedar pacífico en el reino, esperaba que seria preferido á las de sus vecinos, si por su mano, y medio, príncipe de aquella casa sucediese en el reino de Aragon: y en este tiempo don Juan Martinez de Luna, sobrino del papa, con el favor del papa y del rey de Castilla, era en el reino mucha parte. Como don Antonio de Luna era demasiadamente arriscado y guerrero, y traia contínua guerra con don Pedro de Urrea, y con don Jimeno de Urrea y don Juan Jimenez de Urrea, y no habia caballero en el reino que no siguiese una de aquellas partes, toda la mayor fuerza de los bandos se ponia en apoderarse de Calatayud, por estar aquella ciudad dividida en ellos, que eran los Sayas y Liñanes, siguiendo los Sayas á don Pedro de Urrea, y el de los Liñanes á don Antonio de Luna: y así estaba todo el reino en armas: y don Antonio ponia gran fuerza en apoderarse de aquella ciudad, como cosa tan importante, pues sus contrarios estaban tan poderosos, y se favorecian tanto con tener de su parte la ciudad de Zaragoza. Era cierto que en Cataluña no faltaban ocasiones de grandes contiendas, y comunmente los de aquella nacion eran aficionados al conde de Urgel: y en este tiempo habia guerra formada entre el conde de Pallás y don Galcerán de Vilanova obispo de Urgel: y en la ciudad de Lérida estaban puestos en armas dos bandos: y del uno se hacia caudillo don Pedro de Cardona obispo de aquella ciudad, que era hermano del conde de Cardona y en el parlamento se movió plática de harta disension entre los del estado militar y con los otros estados, porque ciertos caballeros y personas, que llaman de paratge, pretendian hacer estado distinto por sí, y no juntarse con los barones y nobles, de que se esperaba mayor disension y confusion. Mas cuando se trataba de lo universal, podia con ellos en gran manera el respeto del bien público, y por él venian á componer sus diferencias: y así deliberaron dejar todas sus disensiones en poder de ciertas personas, para que dentro de un mes lo declarasen por justicia, ó por otros buenos medios. Estos fueron por el estado de la Iglesia, el arzobispo de Tarragona y e obispo de Vich, y Bernardo de San Amancio por la iglesia de Barcelona: y por el estado militar eran, el vizconde de Castelbó, don Guillen Ramon de Moncada y Manuel de Rajadel: y por el real, Francés Baset síndico de Lérida, Guillen Domenge de Girona y Guillen Lobet de Perpiñan: y habian de concurrir con ellos Berenguer de Cortey y Juan Ros, consejeros de Barcelona, para que en conformidad de todos se determinasen las diferencias que hasta entonces habian detenido el parlamento, y las que se moviesen de allí adelante que fué un gran expediente para venir á tratar del ne

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gocio principal. Como convenia tanto procurar que las | lo que tocaba á la declaracion de la sucesion. Estaba

muy encendida la guerra entre el conde de Pallás y el obispo de Urgel: y entre las otras novedades que ponian gran turbacion en aquel principado, era el bando que habia en la ciudad de Lérida entre Ramon y Pedro Cescomes, y su parcialidad de una parte y Sanson de Naves de la otra, acudiendo el obispo de Lérida con los suyos á Sanson, y otros barones á la parte y bando de los Cescomes, y don Antonio de Cardona pasó con algunas compañías de gente de armas en favor del obispo su hermano. Como por esta disension se seguían en aquella ciudad muchos insultos, y para

disensiones y guerra que habia entre los ricos hombres deste reino, y del reino de Valencia, se apaciguasen, ó á lo menos sobreseyesen, y que para ello se enviasen del parlamento de Cataluña solemnes embajadas, cometiéronlo á doce personas, tres de cada estado, para que nombrasen los embajadores, y éstos tuviesen cargo de procurar todo lo que conviniese para la buena expedicion de la declaracion que se habia de hacer por justicia en lo de la sucesion. Para esto fueron nombrados el arzobispo de Tarragona y el obispo de Vich, Juan Ciurana prior de Tortosa, y Bernardo de San Amancio, que era del estado de la Iglesia: y por el mi-lo de Urgel y Lérida era forzado que se juntase gente

litar se nombraron, el conde de Cardona, don Pedro de Cervellon, Dalmao Zacirera y Berenguer Dolms: y por el real cuatro síndicos que eran, Guillen Oliver de Barcelona, Bernardo Olzinellas de Lérida, Jaime Granell de Tortosa y Pedro Garat de Perpiñan. Puso el parlamento tregua general entre todos los que asistian á él, por todo el tiempo que durase, y un mes despues dentro de aquella ciudad y dos leguas de fuera y por estos medios, no solo con gran prudencia pero con mucha igualdad y conformidad, se iban remediando y reformando sus diferencias, y reduciendo las deliberaciones á mas breve resolucion. Los embajadores que se eligieron para enviar á este reino fueron fray Marco abad Nde uestra Señora de Monserrate Francisco Ferriol canónigo de Vich, don Guillen Ramon de Moncada, don Pedro de Cervellon, Francés Burgués síndico de Barcelona, y Guillen Lobet de Perpiñan: y para el reino de Valencia se nombraron el abad de Santas Cruces, Pedro de Bosch canónigo de Girona, don Gilabert de Canet, Gregorio Burgués, Francés Baset de Lérida, y Francés de San Celoni de Girona. Juntamente con esto pusieron tambien remedio en una grande alteracion y contienda que habia en el parlamento sobre si podia intervenir en las deliberaciones dél el gobernador de Cataluña: y por el parlamento se remitió á la determinacion de Francés Baset, doctor en derecho canónico, síndico de Lérida, y de Pedro Baset, asesor del mismo gobernador, para que lo declarasen por justicia.

CAP. XIII.-De la pretension de la reina doña Margarita de Aragon, y de lo que se proveyó en ella por el parlamento de Cataluña.

Pretendia en este tiempo la reina doña Margarita, mujer del rey don Martin de Aragon, que podia poseer todos los bienes que fueron del rey su marido, que habia de ser alimentada dellos dentro del año del duelo, y pasado aquel término gozar de los frutos, hasta que enteramente fuese pagada de su dote, y de todo lo que le pertenecia: y en esto se hacia muy grande instancia en su nombre por don Roger Bernardo de Pallás, y por el conde de Prades, que era abuelo de la reina. Mas los del parlamento, considerando que no era sazon de entrar en aquella disputa, si le pertenecia aquel derecho, ó nó, porque no solamente tocaba al principado, pero á todos los otros reinos; y que de las rentas ordinarias no se podia sacar ningun socorro para sustentar la gente de guerra que estaba en la defensa de las fuerzas que se tenian en Cerdeña contra los rebeldes y dieron órden que se sustentase de aquellos bienes de que gozaba en vida del rey, hasta que se le pudiese hacer algun socorro de lo que se sacaba de la generalidad del principado, entre tanto que se daba órden en procurar por el parlamento

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del conde de Urgel, para favorecer á una de las partes, acordó el parlamento que el gobernador fuése á poner algun remedio eu lo de Lérida y Urgel : y porque en el condado de Ampurias habia tambien movimiento de gente de guerra en el bando entre Francés de Valguarnera y Manuel de Rajadel, se nombró un caballero que de parte del parlamento les requiriese que hiciesen treguas y comprometiesen sus diferencias.

CAP. XIV. Que el estado eclesiástico y real del reino de Valencia comenzaron á juntar su congregacion para atender á lo que se debia proveer en la declaracion de la sucesion.

En el reino de Valencia el que mas instancia hizo de procurar lo que convenia al bien público fué don Ugo de Lupia y Bages obispo de Valencia, que fué un muy notable varon y gran prelado, y era persona muy generosa y como entre la nobleza de aquel reino hubiese muy gran disension, y estuviesen puestos en armas los Centellas y Vilaragudes, y no se hallase forma ni medio para concertarlos ni reducirlos á una congregacion, el obispo procuró que se juntasen en aquella ciudad los prelados y personas eclesiásticas: y y comenzaron á juntarse mediado el mes de noviembre, y no bastó á apaciguar aquellos barones que en esta sazon se juntaba gente de guerra en la ciudad de Murcia, y se habia pregonado en ella, en nombre del infante de Castilla, tregua por cierto tiempo con el rey de Granada, y se mandaba que ninguno hiciese daño á los moros: y con esto se publicó que toda la gente de guerra del reino de Murcia se ponia en órden por las fronteras del reino de Valencia, y en el campo de Cartagena y en el de Mula, que está á la parte de Lorca, y que Pedro Manrique, adelantado del reino de Galicia, iba á Murcia con quinientas lanzas. Como entonces se divulgó por cierto que el conde de Luna casaba con una hija del infante de Castilla, y que el conde venia á Aragon, y parecia que era poner el negocio por diferente camino, y querer seguir el de las armas; desto se tuvo tanto temor por los del parlamento de Cataluña, que enviaron á suplicar al papa Benedicto, que por lo que tocaba al bien universal, tuviese por bien que se desviase aquel tratado. Habia el papa entendido que se trataba de diversos matrimonios para el conde: y como cosa que no convenia en aquella sazon, que se tratase dello, lo habia desviado: y estando en la villa de Caspe, adonde era ido por procurar de poner algun asiento en las diferencias que había entre los de Luna y la casa de Urrea, entendió del obispo de Segorbe, y Vidal de Blanes, y Ramon de Torrellas que tenian cargo de la persona del conde de Luna, cuán desfavorecidas estaban sus cosas: y fuera de pensar que el infante le quisiese por yerno, y que deliberaban de traerle á Huesa, lugar del reino de Aragon, que

era suyo, por recelo de la pestilencia que habia en la ciudad de Segorbe, ó mudarle á Bexix, que es de la órden de Calatrava en el reino de Valencia. Los mensajeros del parlamento de Barcelona, que iban á Valencia, pararon en la villa de San Mateo, adonde hallaron á fray Romeo de Corbera maestre de Montesa: y allí entendieron que los estados de aquel reino estaban partidos por sus discordias y diferencias, y nó juntos en un lugar por órden del parlamento: y aunque los hallaban en muy diferente estado del que convenia para tratar de un negocio tan grande, y vieron que con mucho afan los podian juntar y reducir á buena concordia, así por la pestilencia que habia en la ciudad de Valencia y en los lugares de su comarca, como por estar en gran rompimiento los barones principales del reino, salieron de aquel lugar el primero de diciembre para pasar á Valencia.

CAP. XV.—Que el papa Benedicto vino á Zaragoza para tratar de poner algun asiento en la guerra que se hacian don Antonio de Luna y don Pedro Jimenez de Urrea: y por medio de los embajadores del principado de Cataluña se asentó tregua entre ellos.

De Caspe se vino el pápa Benedicto á Zaragoza, y porque la ciudad le quiso hacer muy grande recibimiento, se fué á posar á la Aljafería, y otro dia por la mañana, que fué en la fiesta de san Nicolás, entró en la ciudad con gran solemnidad y fiesta, y fuése al palacio del arzobispo. Habíanse juntado los embajadores del principado de Cataluña á cuatro del mes de diciembre en el lugar de Pina: y otro dia por la tarde entraron en Zaragoza, y saliéronlos á recibir el arzobispo y jurados de Zaragoza, el gobernador de Aragon, don Juan de Luna, Blasco de Heredia, y Juan Fernandez de Heredia, y otros muchos caballeros que serian mas de trescientos á caballo. La ida del papa y de los embajadores fué para dar alguna paz ó sobreseimiento de guerra en las diferencias y bandos de los ricos hombres deste reino, que le tenian puesto en armas, valiendo los unos á don Pedro Jimenez de Urrea, y otros á don Antonio de Luna: y aunque el conde de Urgel habia acudido á Cataluña, por hallarse cerca de Barcelona, y entender las deliberaciones y fines que Hlevaban los barones que asistian al parlamento, y dar favor á sus amigos y servidores; don Antonio de Luna hizo ayuntamiento de toda la gente de su valía, por si pudiera con ella echar de Calatayud los del bando de Sayas: porque en tener por sí aquella ciudad, le parecia que se diera mucho favor á la causa del conde. Con la venida del papa, y con grande instancia que se hizo por los embajadores del principado, se procuró de poner tregua entre los ricos hombres, que andaban en declarado bando, para reducir los reinos á tal concordia, que en conformidad se declarase el que debia ser admitido por legitimo sucesor: y segun escribe Alvar García de Santa María, se asentó tregua entre ellos por tres años, y se firmó entre las partes, haciendo los unos á los otros sus homenajes y juramentos, lo que yo no hallo en nuestras memorias. La disension que habia entre los Sayas y Liñanes en Calatavud era perpétua y contínua guerra: y cada dia tenian sus peleas, que llegaban á punto de perder la ciudad: y don Antonio de Luna envió ciertas compañías de gente de caballo en favor de los que eran de su bando, con fin de apoderarse de la ciudad, y tenerla por el conde de Urgel: y él estaba en órden con su gente para este efecto en Almonacir, que era suyo, y está

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desta parte de la sierra: y su fin era hacerse fuerte en tres castillos que habia en Calatayud, que sojuzgaban la ciudad y estaban en buena defensa. Habíase puesto don Pedro de Urrea en Aranda con sus gentes, y en otros lugares suyos que están muy cerca, para socorrer á los de su bando: y los Sayas y Liñanes, entretanto que les llegaba el socorro, pelearon dentro de la ciudad: y despues los Sayas con la gente de don Pedro de Urrea tuvieron cierto reencuentro con la gente de don Antonio, y los desbarataron y destrozaron: y estando otro dia para volver pelear, se procuró por

medio de algunos caballeros que el papa Benedicto envió allá, y de Diego Gomez de Fuensalida, abad de Valladolid, embajador del infante, que era didor de la audiencia del rey de Castilla, y capellan mayor del infante, varon señalado, y natural de la ciudad de Toledo, que se halló allí acaso, que se pusiese entre Santa Clara, adonde era abadesa doña Contesina de ellos tregua y los principales fuéron al monasterio de Luna, hermana del papa Benedicto, y allí se concertó de ponerlos en tregua. Aun en este tiempo todo el reino era confusion y division; aunque con la presencia del papa, y de los embajadores del principado de Cataluña, se comenzó á tratar de apaciguar sus diferencias, para que se juntasen en una congregacion los estados del reino, y formasen su parlamento general: y lo que no se pudo acabar con los ricos hombres, que eran los grandes y principales del reino, que con su autoridad y fuerzas se redujesen las cosas á términos, que cesase entre ellos por el bien universal toda disension y contienda; fueron solos cuatro parte para que se diese órden en que se juntasen los estados del reino, aunque el de los barones estaba entre sí tan partido y en division. Éstos fueron don García Fernandez de Heredia, arzobispo de Zaragoza, el gobernador Gil Ruiz de Lihori, Juan Jimenez Cerdan justicia de Aragon, y Berenguer de Bardaxí, que entre ellos y entre todos los de su tiempo fué en prudencia, letras y consejo un muy señalado varon, de grande experiencia en todos los mayores negocios del estado del reino. No solo se encarece esto por autores de aquel tiempo y extranjeros, como fueron Alvar García de Santa María, y Lorenzo de Vala; pero Alvar García escribe que era hombre generoso de solar de las montañas de Aragon: y así parece deducirse su origen de un caballero de Ribagorza, que se llamó Berenguer de Bardaxí, que fué en tiempo de don Ramon Berenguer conde de Barcelona y príncipe de Aragon. Estos cuatro barones representaron á los tres estados, eclesiástico, y de caballeros, é infanzones, y de las universidades del reino, la perdicion dél, si se contendiese de la sucesion por las armas, y que el vencedor les habia de poner las leyes que por bien tuviese, como á gente nuevamente conquistada: y se persuadieron, para que se diese órden que se pusiese en términos de justicia como el rey don Martin lo quiso y que para esto se juntasen los parlamentos de Aragon y Valencia, y del principado de Cataluña, é interpusiesen su autoridad y fuerzas para perseguir á los que lo resistiesen. Con este acuerdo comenzaron los pueblos á confederarse y unirse en mucha conformidad. excepto la ciudad de Huesca y algunos pueblos que don Antonio de Luna, en nombre del conde de Urgel, pudo reducir á su opinion: tanto pudo la autoridad y prudencia, y gran consejo de aquellos barones, en tanta disension y contradiccion de los grandes del reino que tuvieron sus fines y respetos particulares. Fue

aunque suelen ser siempre dudosos é inciertos, eran en esta causa mas de temer; por todas partes comenzaron á dar autoridad á los que presidian en el gobierno como á ministros del verdadero y legítimo sucesor, cualquiera que fuese.

CAP. XVI.-Que el vizconde de Narbona venia en dejar sus diferencias á la determinacion del conde de Urgel y del vizconde de Illa y Canet.

Las cosas de Cerdeña en este tiempo llegaban á la última desesperacion, porque estaba en punto de perderse todo lo que en tantas guerras se habia sustentado por los reyes pasados y con tanto derramamiento de sangre: y por falta del socorro de dinero, la gente de armas y ballesteros que estaban en la defensa de los castillos y fuerzas los iban desamparando y se venian á Cataluña: y estaba Pedro Torrellas, capitan general, con muy poca gente, de manera que no era poderoso para resistir á los enemigos: y el castillo de Ca

ron verdaderamente dos cosas muy señaladas, en tanta | estorbar que no se vinlese á las armas; cuyos sucesos turbacion y confusion de tiempos, que tantos barones tan principales de Cataluña y todo el principado junto se conformasen en lo que tocaba al bien universal, y diesen de sí tal ejemplo á los otros reinos: y que en Aragon tan pocos fuesen parte para encaminar los negocios á que se siguiesen aquellos medios, en tanta contradicccion y repugnancia de los ricos hombres. Parecia que habia de resultar de la division de las partes y de la competencia de los príncipes que pretendian tener fundado su derecho en la sucesion del reino, por lo que don Antonio de Luna intentaba, y por sus acometimientos, y de la gente de guerra que se comenzaba á juntar por las partes tanta disension y guerra, como no se habia visto jamás; porque unos habian de seguir al que mas aficion tenian, y de quien esperaban mayor premio; y otros al que mas podria, y todos habian de tomar la voz de la república, como suele acaecer en las disensiones civiles. Si se habia de contender con ejércitos, algunos habia que pensando tener de su parte la justicia, y resistir ú ofender á sus enemigos, querian ser antes vencidos con el condeller, que era la principal entrada y fuerza de la isla, de Urgel, que vencer con cualquier de los otros competidores, y destos era el caudillo don Antonio de Luna y no se tenia esperanza de poder reducir las cosas á medios de concordia en semejante contienda, ni de alcanzar victoria por la parte que mas conviniese al reino, pues la diferencia que habia entre los ricos hombres de Aragon y Valencia era, por cuál desharia á su contrario, ó acrecentaria mas su estado, en daño y peligro de la república. Tomábase contienda con el conde de Urgel, que generalmente era muy amado en Cataluña, porque era tenido por benigno, franco, liberal y sencillo, y muy verdadero príncipe, y de grande y muy hermosa estatura: pero con esto arriscado y atrevido, aunque de poca autoridad, y que en las contiendas pasadas habia expendido gran parte del tesoro que le dejó el conde su padre: y de quien se tenia por cierto que en la necesidad habia de llegar á sí todos los hombres perdidos y condenados á muerte, y los notados de cualquier ignominia, y desterrados y malhechores, pues no se podia valer de gente extranjera de Francia ni de Castilla: cuyo derecho y causa en la opinion de los mas tenia tanta reputacion, que si le acudiera mediano socorro de fuera y dentro en el reino supiera conservar algunos pueblos en su opinion, y ninguna autoridad tuvieran las leyes entre las armas. De los competidores, don Alonso de Aragon duque de Gandía fué de quien ménos cuenta se hizo, por reducir de mas antiguo su justicia y don Fadrique de Aragon en su menor edad estaba tan sin favor, muerto el rey de Aragon su abuelo, que no tuvo poco qué hacer en entrar en la posesion del estado que fué del rey de Sicilia su padre, por el derecho que otros pretendian en él, por el testamento del conde don Lope de Luna su bisabuelo;señadalamente doña Brianda Cornel, hija y heredera de don Luis Cornel, que era nieta del conde don Lope. El derecho de la reina doña Violante y del infante don Luis su hijo, estando el rey Luis su padre tan puesto en la empresa del reino de Nápoles, se favorecia del rey Carlos y de los señores de la sangre real de Francia: y comenzó la opinion del infante de Castilla á cobrar tanta reputacion por los enemigos que el conde de Urget tenia declarados en este reino, que no tenia menos parte en él, que el mismo conde. Los que cheseaban el beneficio del reino, y trabajaban de

estaba casi desierto por causa de la pestilencia. Para dar noticia desto á los del parlamento de Cataluña, fué enviado por los de Caller Marco Jover: pero por el valor de Pedro Torrellas hubo en las cosas de aqueIla isla alguna bonanza, cuando las de dentro de casa amenazaban alguna gran novedad. Porque habiendo pasado el vizconde á Cerdeña, pensando adquirir por las armas la parte que decia pertenecerle en ella y todo lo demás que pudièse, se puso en el mes de setiembre deste año con su ejército delante de Oristan, por poner cerco sobre aquella ciudad: y segun se habia disminuido nuestra gente, todo lo que se babia ganado por Pedro Torrellas estaba en punto de rebelarse. En esta necesidad deliberó Pedro Torrellas salir en campo con la poca gente que le quedaba, que eran hasta cuatrocientos de caballo, y anduvo discurriendo por los lugares que se habian ganado por él: é hizo en ellos tal castigo, que se reformaron. Acabado esto se fué con toda su gente al castillo de Monreal, y de allí envió á Oristan cien hombres de armas, cuyos capitanes eran Jorge de Caramain, Ramon de Reja y Pedro Beltran. Con este socorro cobraron mucho ánimo los de Oristan, y envió el vizconde á Pedro Torrellas al señor de Morlans: y con él ofrecia que queria ser buen vasallo de la casa y corona de Aragon, y requeria que tuviese por bien de restituirle todo lo que era suyo. A esto respondió el visorey, que por estar el vizconde delante de Oristan no le respondia á ningun tratado que le moviese: pero como lugarteniente del rey le mandaba que se partiese de Oristan : Y decia que como él hubiese levantado su gente de aquel lugar, le responderia tornando el vizconde à Sacer. Era la intencion del visorey de remitir sus diferencias y pretensiones al conde de Urgel y al vizconde de Illa: y tratándose entre ellos de esta plática, el vizconde vino en este acuerdo: y enviaron sobre ello sus mensajeros al parlamento de Cataluña. Pedia el visorey, que por la falta de gente que tenia se le enviasen trescientos de caballo y doscientos ballesteros, y veinte y cinco mil florines con que pudiese socorrer la gente de armas que le habia quedado y las galeras que tenia en aquella guerra y con la esperanza deste socorro se entretuvo la gente de guerra: y con la tregua se suspendieron por entonces las armas.

CAP. XVII. De lo que se determinó por los del parlamento de Cataluña para que cesasen las causas de disension que se habian movido en él.

Como las cosas de Lérida causaban mucha turbacion en Calaluña, y la mayor diferencia que habia entre las partes era por la tenencia de algunos castillos que tenia el obispo, los del parlamento procuraban que los pusiesen en poder de alguna persona que fuese elegida por aquella congregacion y para dar órden en esto y en procurar entre las partes algun sobreseimiento de guerra, como en cosa que tanto importaba por la vecindad del estado del conde de Urgel y por el peligro que habia si se declarase en aquel bando, enviaron un caballero á Lérida que se llamaba Luis Averso. Era mucho mayor el movimiento de gente que se juntaba y acudia á la guerra que se hacian el conde de Pallás y el obispo de Urgel: y aunque el parlamento habia enviado á Juan Ciurana prior de Tortosa, y un caballero que se decia Juan Aimerich, para que procurasen de inducirlos á que dejasen las armas, estaban en tanto rompimiento que se temia viniesen á dar batalla, estando el conde en un lugar suyo que dicen Salas, y el obispo en Tremp que era suyo: y por respeto y reverencia del parlamento hicieron entre sí y sus valedores y vasallos tregua voluntaria por siete dias: y lo mismo se procuraba entre los Comes y Naves: y sobre ello se juntó Luis A verso en Juneda con el obispo de Lérida y con Sanson Naves, que eran los caudillos del un bando. Era esto en sazon que un capitan francés de algunas compañías de gente de armas desmandada, que se llamaba Borrodo, habia juntado hasta cuatro mil caballos: y publicóse que amenazaba que pasaria á Cataluña, adonde no tenian rey ni se podian concertar en quién lo habia de ser: y tambien Bernardo de Armeñaque amenazaba que habia de pasar los montes de otra manera y con mayor pujanza que habia venido otras veces. Aunque esto no era tan cierto como se publicaba, se comenzaron á poner en órden las fronteras y fuerzas de Roselion, Puigcerdan y Pallás: y se deliberó por el parlamento de dar sueldo á mil bacinetes y mil pilarts, y otros mil ballesteros á caballo: y aunque el conde de Urgel, que estaba en San Boy, mediado el mes de diciembre envió con el obispo de Malta su confesor y con Macian Vidal, á hacer gran ofrecimiento á la congre gacion de Barcelona de su persona y estado por la defensa de la tierra, y salir á resistir que gentes de armas extranjeras no entrasen en el principado; bien se entendió que aquella gente que se mandaba hacer mas era contra los enemigos de casa y contra los que intentasen de poner alguna turbacion en la tierra: porque acordaron de requerir á los que competian por la sucesion que no causasen turbacion alguna en el principado ni emprendiesen en él cosa de hecho; pues se ponia en medios de equidad y justicia: protestando que si lo hiciesen el principado se satisfaria en su der echo del que quisiese proceder por via de las armas y por lo de la sospecha de entrada de gente extranjera, Ramon Zagarriga, que era gobernador de Rosellon y Cerdania, puso en órden algunas compañías de soldados; y Bernardo Dolms, alcaide del castillo de Perpiñan, le puso en la mejor defensa que pudo. Con esto con gran solicitud atendian á escusar toda disension y diferencia de las que se habian movido al principio de su congregacion, para que con mayor libertad se prosiguic

se en la causa principal de disponer los medios para la declaracion de la justicia del verdadero sucesor: y cuanto á la diferencia que se movió sobre haberse mudado el lugar del parlamento, el conde de Cardona, con el poder que tuvo del estado militar, declaró que por entonces no se hiciese ninguna mudanza de aquella ciudad y se fuese continuando el parlamento: y que aquellas doce personas que se nombraron despues de la muerte del rey don Martin, que representaban el principado, para proveer en las cosas que se ofreciesen mas libre y aceleradamente, y despues de la congregacion del parlamento pretendian tener jurisdiccion, y aquello se remitió tambien al conde, declaró que cesase su ejercicio y todo se redujese á lo que el parlamento general ordenase. Sobre la pretension de los caballeros y gentiles hombres, que pretendian tener su brazo particular, que era contienda que daba mucho desasosiego, sentenció que se guardase en todos los autos de aquel parlamento la usanza y costumbre del parlamento que tuvo en aquella ciudad la reina doña Marsa mujer del rey don Martin: y que por el pregon que se hizo en lo de las armas por los consejeros, no se parase perjuicio de allí adelante á los barones, caballeros y gentiles hombres. En conformidad de lo que declaró el conde por comision del estado militar, proveyeron y ordenaron lo mismo las personas á quien se cometió por los otros estados.

CAP. XVIII.-Que don Juan de Moncada libró á là reina doña Blanca, que estaba cercada en el castillo de Marqueto de Zaragoza de Sicilia.

Era mediado el mes de diciembre y aun no se habia dado órden que el parlamento deste reino se juntase, aunque ya por este tiempo estaban en Zaragoza algunos prelados, barones, caballeros y síndicos de algunas ciudades y villas que venian para asistir á la congregacion general, y se iban juntando por llamamiento, á lo que yo creo, del gobernador y justicia de Aragon. Envió á esta congregacion la reina doña Leonor de Navarra, estando el rey don Carlos su marido en París, á procurar se diese algun socorro á la opresion que la reina doña Blanca de Sicilia su hija recibia de don Bernardo de Cabrera maestre justicier de aquel reino, que estaba cercada en el castillo de Marqueto de Zaragoza y se combatia con bombardas y otros pertrechos de guerra: y representaba la obligacion que todos los naturales y súbditos destos reinos tenian á su amparo y defensa, y á procurar el honor de la reina. Deliberóse por los prelados, ricos hombres, y caballeros y ciudadanos que estaban juntos, que en congregándose parlamento deste reino que se esperaba juntar brevemente, se proveyese por él como convenia á la dignidad y autoridad del reino: y para exhortar y animar á lo mismo á los del parlamento de Cataluña, enviaron á Barcelona á Juan Gilbert oficial del arzobispo de Zaragoza. Pero en el parlamento de los catalanes, por la mayor parte dél se entendia de manera que no se pensaba haber hecho ménos servicio don Bernardo de Cabrera, despues de la muerte del rey de Aragon, en ir á la mano á los que con autoridad de la reina intentaron de congregar el reino para Mecina y haberse rompido lo que ordenaron en Tavormina, que sirvió en la conquista de aquel reino. Porque muerto el rey don Martin de Sicilia y despues el rey de Aragon su padre, como enlendió que algunos de los rebeldes de aquel reino in

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