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gran traicion, que no muriesen quedando en el campo su señor. Que la mayor parte dellos habia visto con cuánto peligro en vida del rey su padre se habia defendido este reino por ellos en la guerra que tuvo con el rey de Castilla, y con cuánta variedad de sucesos prósperos y adversos, y que sola su constancia y firmeza pudo revencer tan diversos peligros, de manera que esta heredad se preservó tan bastantemente, que se restauró en su grandeza, y se podia decir por ellos, que eran nacion y gente de lealtad y pueblo de muy victoriosa conquista. Concluyó su plática encareciendo la obligacion que tenian, de atender à que poseyesen esta heredad con paz y tranquilidad, y se remediasen las cosas que la podian perturbar. Afirmaba fi

division, siendo los principales del un bando mosen Martin Lopez de Lanuza y Pedro Cerdan, de que se siguieron diversas muertes en esta ciudad. Por esto y porque cierto derecho que se impuso en las cortes pasadas era muy perjudicial y dañoso, y el general estaba muy cargado, los diputados del reino á cuyo cargo está mirar por el bien público, enviaron por sus embajadores al rey al abad de Montaragon y á Berenguer de Bardaxí y á Beltran Coscon, y estando el rey en Valencia le suplicaron en nombre de todo el reino que se pusiese remedio en todo esto, y el rey que habia determinado de ir à Barcelona en fin del mes de mayo, mandó convocar córtes generales para la villa de Maella para veinte y seis de junio. Concurrieron á ellas por el brazo de la Iglesia el arzobispo de Zarago-nalmente, que teniendo aficion que fuesen guardadas za, don Pedro Ruiz de Moros castellan de Amposta, los abades de Montaragon y Rueda, don Ruy Lopez de Moncada procurador de don Guillen Ramon Alaman de Cervellon comendador de Alcañiz, y el procurador de don Pedro Fernandez de Ijar, y por el brazo de los nobles se hallaron á las cortes don Jaime de Aragon hijo del condecil, ni apacible, pues los otros reinos por la mayor

de Urgel, don Pedro Ladron, vizconde de Vilanova, señor de Manzanera, don Artal de Alagon y los procuradores de don Antonio de Luna, don Fernan Lopez de Luna, don Pedro Jimenez de Urrea señor del vizcondado de Rueda y de la Tenencia de Alcalaten y de don Artal de Alagon, señor de Pina y Sastago, y de don Francés de Alagon y de don Pedro Fernandez de Vergua señor de Pueyo y Gratal. Por el brazo de caballeros é infanzones asistieron don Gil Ruiz de Lihori gobernador de Aragon, Blasco Fernandez de Heredia, Ramon de Mur baile general de Aragon, Pedro de Torrellas señor de Nabal, Pardo de la Casta merino de Zaragoza, Garci Lopez de Sese el mozo y Berenguer de Bardaxí, Andrés Martinez de Peralta, Juan Mercer, Pedro Sese el mozo, Juan Fernandez de los Arcos, Garci Lopez Çit, Jimeno de Heredia, García de Peralta, Gutierrez de Vera, García de Heredia, Francisco de Contamina, Sancho Sanchez de Oruño, Juan de Marcilla y los procuradores de algunas ciudades y villas del reino. El rey bajó del castillo, adonde se habian de celebrar las córtes, á la iglesia de San Estévan de aquella villa, y estando en su trono real, como es costumbre, en presencia de Juan Jimenez Cerdan justicia de Aragon, que era el juez en las córtes, propuso que estando para partir de Valencia para Barcelona, deliberó de venir á aquella villa, aunque estaba mal dispuesto de su persona y el tiempo era muy peligroso, pero por la gran aficion que tenia á este reino y á Jos aragoneses se habia querido disponer a todo trabajo, aunque con fatiga de su persona. Que no venia para pedirles ninguna cosa, ni para darles nueva ve❤ jacion, sino con la aficion general que les tenia se habia movido por dar remedio en los males, que eran tan universales que podian redundar en gran turbacion del reino, y entre otras cosas dijo, que esta heredad deste reino le debía ser á él y á ellos tan cara, que con toda diligencia la debian preservar de cualquiera turbacion y siniestro, pues siendo conquistado este reino con tanto peligro, debia ser mas amado y preciado como heredad suya y de ellos, porque con su gran constancia y firmeza y con la fidelidad que siempre tuvieron á su señor, de tan pequeños y pobres principios, se fué el reino estendiendo y aumentando tanto. Añadió á esto, que ellos eran los verdaderos celtiberos, de quien se escribe, que nunca desampararon á su señor en las batallas, antes tuvieron por

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las libertades de la tierra, él queria dar órden que ei rey de Sicilia su hijo viniese á este reino, porque viese y entendiese cómo se habian de tratar los reyes de Aragon en guardar y conservar las libertades del reino, porque despues viéndose rey no le seria tan fá

parte se rigen por la voluntad y disposicion de sus reyes y principes. Determinaronse tan en breve las cortes, que comenzándose á veinte y seis de julio, se fenecieron á dos de agosto, y ordenáronse en ellas ciertos fueros, algunos perpetuos y otros por tiempo de cinco años, y otros se prorogaron hasta las primeras cortes generales, y dióse en ellas poder al justicia de Aragon, que conociese por todo el reino por cierto tiempo en los hechos de personas particulares, porque su principal jurisdiccion se fundaba en las causas y negocios que se intentaban por via de contrafuero, y cuando se sometian á su jurisdiccion y el rey continuó su camino para Cataluña, y por la autoridad del justicia de Aragon y de su cargo, en ausencia del rey, se deshicieron entonces los bandos de Martin Lopez de Lanuza y de los caballeros que estaban en Zarago▪ za, y con voluntad de las partes se dejaron las armas y se redujeron á buena paz, y de allí adelante no se movió entre ellos ninguna contiendaen la ciudad, aunque entre don Pedro Jimenez de Urrea y don Antonio de Luna era tan formada la enemistad, que tenia todo el reino en gran division.

CAP. LXXX. —De la ida del papa Benedicto á Niza, á donde se vieron con él el rey don Martin de Sicilia y d rey Luis.

Los nuncios que el papa Benedicto envió á Roma, para que tratasen de la union de la Iglesia, hubieron con barta dificultad, por intercesion y medio de la señoría de Florencia, salvoconducto del papa Bonifacio, y ellos entraron en Roma por el mes de setiembre deste año y tuvieron licencia de explicar su embajada á veinte y dos del mismo, y le requirieron y amonestaron en presencia de nueve cardenales de su obediencia, que con bueno y santo propósito se concordasen con Benedicto, para dar remedio en lo que convenia a la union de la Iglesia católica, y para ello se juntasen en un lugar, que fuese cómodo y seguro, para aquel santo negocio. Despues de hecho este auto, á veinte y nueve del mismo mes, se les dió respuesta por Bonifacio, y como no dió lugar á lo que se le pedia, le tornaron á requerir, que se viesen, ofreciendo en nombre de Benedicto, que no rehusaria ningun medio, y si necesario fuese, renunciaria el estado y | dignidad pontifical, y que para esto no solamente se juntaria con él en un lugar indiferente y en los límites

ta liga se trató sin acuerdo del rey de Francia, y della recibió gran descontentamiento, el rey Luis se apartó luego della, y tambien hubo otra causa, que como el rey de Sicilia reinaba juntamente con el rey su padre y aquello se concluyó sin su parecer y consejo, fué todo de ningun efecto, aunque se halló á las vistas en nombre del rey de Aragon Galcerán de Sentmenat su camarero, á quien envió el rey, para que se hallase en ellas. De allí se vino el rey de Sicilia con su armada para Cataluña, y arribó en la playa de Barcelona á tres del mes de abril deste año, y todos estos reinos comenzaron de hacer regocijos y fiestas, creyendo que el rey de Sicilia, que era su señor natural, y habia de suceder en ellos despues de los dias del rey su padre, residiria en estas partes, como el rey lo habia deliberado, y le ayudaria en el gobierno porque era muy excelente príncipe, y mostraba gran valor en todo lo que emprendia, y fue muy amado de todos generalmente. En Barcelona á nueve del mes de mayo deste año de mil cuatrocientos cinco, en la sala mayor del palacio viejo, el rey confirmó las constituciones y costumbres del principado de Cataluña y sus privilegios, lo que no se había hecho antes. Las cosas de Sicilia no estaban tan asentadas, como fuera menester, y aunque lo estuvieran, la vecindad del reino y no tener firme paz con el rey Ladislao, fué causa, que en ausencia del rey de Sicilia, se intentasen algunas novedades por los barones que andaban desterrados, y por gran instancia de los mecineses se hubo el rey de volver con la misma armada, é hízose á la vela de Barcelona á seis del mes de agosto deste año.

de las provincias de su obediencia, pero pasaria á Italia, con que á cada uno se guardase su obediencia y honor, y hubiese seguridad de entrambas partes. Añadieron á esto otra cosa, que atendido que entrambos eran mortales y que la Iglesia de Dios padecia tanto detrimento y escándalo en aquella eisma, que tratase con los cardenales de su obediencia, que en caso que él muriese primero, desistiesen de proceder á eleccion de otro, hasta que se dispusiesen y ordenasen todas las cosas que eran necesarias para la verdadera y final union de la Iglesia, porque si así lo hiciese, estaba aparejado el papa Benedicto de ordenar él lo mismo. Pero dentro de pocas horas perdió Bonifacio la habla y murió antes de dos dias, y pasando los nuncios del burgo de San Pedro á Roma por la puente fueron presos y un caballero con ellos, que se decia Francés de Pau, por el castellano que tenia la guarda del castillo de Santangelo, y pusieronlos en el castillo y rescatáronse en cinco mil ducados. Los cardenales de la obediencia de Bonifacio, despues de celebradas sus exequias, entraron en su cónclave, y los nuncios de Benedicto los requirieron y amonestaron á doce del mes de octubre que desistiesen de proceder á eleccion, y si lo hiciesen, ofrecieron de parte de Benedicto, que iria á Roma, porque aquella cisma tan detestable se extirpase, adonde tuvo su principio. Pero dentro de muy pocos dias eligieron al cardenal Cosmato de Sulmona, que se intituló Inocencio séptimo. En este medio Benedicto pasó á Niza con determinacion de entrar en Italia, para procurar en su presencia lo que tocaba á la union, y mandó armar en Barcelona algunas galeras y otros navíos, señaladamente dos galeras gruesas, que eran las mayores que hubo en aquellos tiempos, la una para su persona, que era de Encallar, abad de Ripoll y era comitre Galcerán Marquet, y fuéron de Barcelona en ella el cardenal de Girona y Martin de Alpartil, y llevaron algunas compañías de sol dados, y la otra galera era de Antich de Almogávar ciudadano de Barcelona, y en ella iba el cardenal de Catania. Estaban en este tiempo el rey don Martin de Sicilia y el rey Ladislao en tregua, y porque el marqués de Cotron se rebeló contra el rey Ladislao y se recogió á Sicilia, y se comenzó á poner en armas contra el rey Ladislao parte de la provincia de Calabria, el rey procuró, que el rey de Sicilia su hijo enviase al rey Luis al marqués de Cotron, porque por haberle amparado en su reino no fuese ocasion que se moviese nueva guerra entre ellos. Esto era á veinte y cuatro dias del mes de enero del año mil cuatrocientos cinco, y estaba el rey en Barcelona esperando á su hijo, y habia enviado Benedicto desde Niza á Martin de Alpartil con plática de asentar nueva confederacion y liga entre él y el rey Luis, y envióle á pedir, que se viese con él en Niza. Salió de Trapana con su armada por el mes de enero deste año, y venian con él el conde de Módica, don Jaime de Prades almirante de Sicilia, don Sancho Ruiz de Lihori y fray Alaman de Foxá comendador de Monzon, y vino por Cerdeña y Córcega, y queriendo atravesar á la Proenza tuvieron gran tempestad y estuvo la armada á muy gran peligro, y arribó el rey á la cala de la Ramatuella del condado de la Proenza á veinte y siete de enero. Entonces procuró el papa Benedicto, que se viesen con él en el puerto de Villafranca de Niza ambos reyes, y el pa-diencia al papa, habiendo sido mucho tiempo de la

pa les hizo gran fiesta y allí los concertó en muy estrecha confederacion, y le ofrecieron que le acompañarian con sus armadas hasta Roma; pero porque es

TOMO IV.

CAP. LXXXI.-De la ida del papa Benedicto á Génova y de la predicacion de san Vicente Ferrer.

Iba de cada dia creciendo la devocion de muchos en favor de Benedicto, entendiendo que se disponia con trabajo y peligro de su persona, á procurar el remedio de la cisma, y salió de Niza un miércoles á seis del mes de mayo deste año, para embarcarse; y de los cardenales de su obediencia le seguian el cardenal de Aux y el Vivariense y Anicense, y Catania y Girona que eran presbíteros cardenales, y el de Chalant y don Miguel de Zalba obispo de Pamplona, que fué creado cardenal despues de la muerte del cardenal don Martin de Calba su tio, y tuvo título de cardenal de San Jorge, y los otros cardenales se escusaron de acompañarle. Aquel dia que salió de Niza, sobrevino una muy terrible tempestad de rayos y truenos, y hubo grandes avenidas de los rios, y con grande fatiga Ilegó al puerto de Villafranca, y allí se detuvo aquella noche. Otro dia entró en el puerto de Monago con seis galeras, y luego le entregaron las llaves de los castillos y puertas, y le prestaron homenaje de fidelidad, y el sábado siguiente pasó á Albenga, á donde fué recibido con gran solemnidad en procesion por el clero y todo el pueblo, y reposó allí aquel dia y el domingo siguiente en el monasterio de los frailes predicadores. De allí salió el lunes y se entró en el puerto de Sahona, que fué la primera de las ciudades de aquella ribera que le restituyó la obediencia, y fué recibido por el obispo y clero con gran procesion; allf se detuvo toda aquella semana en el monasterio de los predicadores, y vino el cardenal de Flisco á dar la obe

obediencia de Bonifacio y hecho guerra en su nombre, y reconcilióse con Benedicto abjurando la cisma, y él le recibió caritativamente y le admitió con la dignidad

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recogiese dentro, y se salió de Zaragoza un caballero que tenía cargo de la gente de don Pedro Jimenez de Urrea, que era de su casa y se llamaba Juan de Lujan. En el reino de Valencia se trataba lo de los bandos como guerra abierta, de manera que los de la parcialidad de los Soleres, que eran enemigos de los Centellas, entraron dentro de la ciudad de Valencia à quince del mes de diciembre, y otro dia salió á pelear con | ellos á la plaza don Gilabert de Centellas con toda su parcialidad, estando de parte de los Soleres don Pedro de Vilaragut, don Berenguer Arnaldo de Centellas y don Pedro de Cervellon, y otros caballeros, y se peleó entre ellos muy fieramente.

CAP. LXXXII.-Que el rey de Sicilia mandó salir de su reino à don Bernardo de Cabrera y le remitió al rey su padre.

Al tiempo que el rey de Sicilia estuvo en Cataluña, cuando se pensó que se ponia remedio en los bandos y diferencias que habia entre los barones de aquel reino y entre los que trataban las cosas del estado, que estaban entre sí muy discordes y divisos, señaladamente entre don Bernardo de Cabrera conde de Módica de una parte, y don Sancho Ruiz de Lihori y los de su bando, se movió nueva discordia y contienda entre ellos, porque el conde era tan principal, y tenia tan gran estado, que no podia buenamente sufrir compañero en el consejo, y lo queria gobernar absolutamente, habiendo él sido tan principal ministro, para que aquel reino se redujese á la obediencia del rey, y se castigasen los rebeldes. Por otra parte don Sancho Ruiz de Lihori era muy favorecido del rey de Sicilia, y seguíanle los mas barones del reino, que eran enemigos del conde de Módica, y siendo vuelto el rey de Sicilia á su reino, queriendo el conde defender la jurisdiccion del estado y cámara que tenia la reina doña Blanca en Sicilia contra parecer de los del consejo del rey, pasaron malas palabras entre él y don Sancho Ruiz de Lihori en presencia del rey, y sin esperar lo que el rey proveeria en ello, hizo grande ayuntamiento de gente de armas catalanes y sicilianos, y de diversos barones, y tambien se apercibieron de su parte algunas ciudades y villas, y las cosas se pusieron en tan gran rompimiento, que estuvo por esta causa aquel reino la

de cardenal. Entró Benedicto en el puerto de Génova un sábado á diez y seis del mes de mayo, y fué recibido por el arzobispo y clero y por el gobernador Bosicaudo y por los ancianos y principales de la ciudad con muy solemne fiesta, y fué con procesion á la iglesia de San Lorenzo, y de allí le acompañaron al monasterio de los frailes menores, que estaba cerca del castillo. Desde Génova comenzó Benedicto á requerir con sus letras al emperador Venceslao y á los príncipes de su obediencia, que le diesen favor y ayuda, é invocó su auxilio contra su adversario y sus secuaces como perturbadores de la paz de la Iglesia, é impedidores de la union della; y á cinco del mes de julio celebró una consagracion general, y fueron en ella consagrados dos arzobispos y nueve obispos y treinta y ocho abades, entre los cuales se consagró don Pedro de Luna arzobispo de Toledo su sobrino. Fué por este tiempo á Génova fray Vicente Ferrer de la órden de los frailes predicadores, que era natural de la ciudad de Valencia, y habia sido confesor del papa, cuya religion y santa vida fué muy venerada en todos los reinos y tierras de la cristiandad, y fué por la gracia de nuestro Señor confirmada con diversos miJagros. Celebraba cada dia misa cantada en el monasterio de los predicadores de aquella ciudad, y era tan grande el concurso de las gentes que iban á oirla, que fué necesario que se hiciese un cadalso en el claustro del monasterio, porque la gente le queria ver, y acabada la misa salia á predicar, adonde se congregaba una infinita multitud de gente. Fué muy constante y notorio, que predicando en su lengua valenciana, era su elocuencia tan estraña, que parecia mas divina que humana, porque movia á los extranjeros de diversas lenguas, como si predicara á cada uno en la suya, y como sucedió en los apóstoles, y así lo confesaban ingleses, alemanes, húngaros, griegos, y á ciertas horas ponía las manos sobre los enfermos y los curaba de diversas dolencias y lisiones incurables, y muchos endemoniados fueron librados; y por estas señales y maravillas que nuestro Señor obraba por los méritos de aquel su siervo, era llamado santo de todas las gentes. Volvióse el papa á Sahona á ocho de octubre, porque comenzaron á morir en Génova de pestilencia, y fallecieron el cardenal de Catania y Juan de Romani cubiculario del papa. Parece por memoria deste tiem-persona del rey en peligro de recibir un notable daño, po, enviada por Guillen Fenollet al rey de Castilla, que en este año en principio del mes de noviembre se lle varon á Barcelona en una galera de Benedicto las cabezas de san Valero, y san Lorente, y san Vicente y de santa Engracia de muy rica labor de plata y joyas muy preciosas y ricas, y de obra y artificio muy excelente, para que se trujesen á Zaragoza, y pusiesen en ella las reliquias destos gloriosos santos, como hoy se ven, en la devocion y reverencia debida, a cuya proteccion, amparo y tutela como de sus santos especiales patrones esta ciudad se humilla y celebra solemnes procesiones y fiestas, así en las adversidades y peligros, como en todos los buenos y prósperos sucesos. Por este tiempo estaban en gran bando y guerra don Pedro Jimenez de Urrea y don Antonio de Luna, y todos los principales caballeros del reino hacian sus apercibimientos, y juntaban sus gentes para valer á la una ó á la otra parte, y el reino estaba revuelto y puesto en armas, y por esta causa los jurados de Zaragoza pusieron en buena defensa la ciudad, y mandaron guardar las puertas, y no se dió lugar que gente armada de ninguna de las partes ó de sus valedores se

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y con dificultad se pudo remediar que no sucediese alguna gran novedad. Entonces mandó el rey salir de su casa y córte á don Sancho y á don Juan Fernandez de Heredia, y al arzobispo de Palermo, y despues que se hubieron salido, mandó tambien al conde que saliese de su córte, y hubo harto qué hacer en acabarlo con él, y siendo el rey de Sicilia informado, que se movian algunas cosas por el conde en gran deservicio suyo, y que serian ocasion de perturbar la paz que tenia con el rey Ladislao, estando en Catania, á diez de! mes de marzo del año de la Natividad de nuestro Señor de mil y cuatrocientos y seis, envió á mandar al conde que saliese de su reino por todo el mes de mar zo, y se viniese á presentar ante el rey su padre, y el conde obedeciósu mandamiento, y el rey le envió en una galera de Angelo de Balsamo, y la trujeron al reino de Valencia, adonde el rey fué por mar por apacignar los bandos, y mudó los jurados é hízose justicia de algunas personas.

CAP. LXXXIII.—Que la universidad de Paris se apartó otra vez de la obediencia de Benedicto, y de la muerte. del papa Inocencio, y que fue creado en su lugar Gregorio XII, y Benedicto volvió á Marsella.

Estando Benedicto en Sahona, envió por legado á Francia al cardenal de Chalant, porque tuvo aviso que aquel reino no estaba bien firme en su obediencia, y andaba vacilando, y tambien fueron enviados al rey de Sicilia, Martin de Alpartil camarero de la iglesia de Tortosa, y fray Iñigo de Alfaro comendador de la órden de San Juan. A Benedicto acudia gente de guerra destos reinos, por la cual vino el arzobispo de Mallorca, porque su fin era de pasar á Roma, y la ciudad de Zaragoza le envió una compañía de gente de caballo para la guarda de su persona, y fué con ella por capitan Antonio de Palomar. Despues por el mes de junio la universidad de París trató públicamente de apartarse otra vez de la obediencia de Benedicto, y creyóse que se hizo por mandado del rey de Francia y de su consejo, porque todos los príncipes que concurrian en este tiempo, tenian mas fin á sus respetos particulares, que al bien y union de la Iglesia católica, y de allí adelante se permitió en Francia, que se acudiese al papa con los derechos y emolumentos de la cámara apostólica. Salió Benedicto de Sahona á veinte y seis de junio deste año, porque comenzaban á morir de pestilencia, y fuése por tierra á la ciudad de Noli y de allí se pasó al castillo de Finar, que era del marqués de Carreto, sobrino del cardenal de Flisco, y esperó allí sus galeras, y porque morian tambien en Niza, se pasó á Monago, y allí se detuvo algunos dias, y murió en aquel lugar el cardenal de Pamplona á veinte y cuatro de agosto, y fué llevado su cuerpo á sepultar al monasterio de los frailes menores de Niza. Pero como tambien morian en Monago de pestilencia, el papa se pasó á Niza, y estuvo en el castillo hasta el mes de noviembre, y á cinco del mismo falleció en Roma el papa Inocencio. Entonces fueron enviados á Niza el arzobispo de Aux, que era hermano del conde de Armeñaque, y el señor de Montjoya de parte del rey de Francia, y suplicaron en su nombre á Benedicto que tuviese en bien de volverse á Marsella, ó á Aviñon, por el buen estado de la Iglesia, y de su persona, amenazando, que si no lo hacia, estaban determinados los de París y otras ciudades de Francia de no obedecerle, porque sentian por muy grave, que hubiese llevado á Génova la curia romana, lo cual habia ordenado el papa por cumplir con el deseo de los potentados de Italia, por cuya parte se le habia prometido muchas veces, que si pasaba allá se dispondrian mejor los negocios de la union de la Iglesia. Pero como el rey de Francia y los grandes de su reino le faltasen en la gente que le habian prometido para pasar á Roma, cuyo general se habia ya nombrado el duque de Borbon, y tambien le hubiese hecho gran falta el rey Luis, que se habia ofrecido por muy principal para esta empresa, y se le hubiesen ocupado los bienes de la cámara apostólica en todo el reino de Francia, y los italianos no acudiesen á procurar la union, como se confiaba despues que estuvo en Génova, por estas causas fué forzado que condescendiese á los ruegos de los embajadores de Francia y del cardenal Vivariense, que hacia muy gran instancia para que el papa volviese á Marsella. Salió de Niza á trece del mes de noviembre de este año de mil y cuatro cientos y seis、 y vínose á la isla de San Honorato, y reposó algunos dias en el castillo del monasterio de aque- I

lla isla, y despues se pasó á Tolon, adonde se detuvo muchos dias, y allí llegó la nueva de la muerte de Inocencio. Eligieron los cardenales de su obediencia, al cardenal de Venecia, que se llamaba Angelo Corrario, que habia sido patriarca de Constantinopla, y era habido por muy buen varon, y de gran doctrina, y mostró procurar en tiempo del papa Bonifacio con gran solicitud la union de la Iglesia, y llamóse Gregorio duodécimo. Antes que se procediese á la eleccion de los cardenales de aquella obediencia, en la fiesta de san Clemente, estando en su cónclave, se juntaron en la capilla de San Nicolás, y todos en conformidad prometieron y juraron, que si alguno dellos era asumpto á la dignidad del sumo apostolado, renunciaria con efecto por el bien universal de la Iglesia católica pura y sencillamente, si el antipapa que entonces era, ú otro que le sucediese renunciase á su derecho; y en caso que los anticardenales quisiesen juntarse con su colegio, se concordarian para que se siguiese la eleccion canónica del sumo pontifice. Obligáronse, que dentro de un mes despues de la entronizacion, el que fuese elegido diese sus letras para el emperador, y al antipapa y su colegio y á los príncipes de la cristiandad, y á los prelados y pueblos, en que se notificase esta obligacion por medio de procuradores solemnes, para que eligiesen el lugar que pareciese seguro. Por esta causa luego que fué (asumpto al pontificado, envió sus letras á Benedicto, y á su colegio, en que certificaba, que estaba aparejado de renunciar pura y sencillamente en un lugar que fueseindiferente y seguro, si Benedicto quisiese hacer lo mismo. Tambien se ofrecia por parte de Gregorio, como se habia tratado por los cardenales de su obediencia antes de su eleccion, que durante el tratado de la concordia no crearia ningun cardenal, sino tan solamente para igualar en el número con los cardenales que concurriesen de parte de Benedicto, porque siendo iguales de entrambos colegios pudiesen proceder á eleccion ca-nónica de romano pontifice, y que así determinaba do no crear cardenal ninguno, sino en caso que por su parte cesase de dar conclusion á esta concordia dentro de un año y tres meses, y que él lo cumpliria si Benedicto guardase la misma órden, el cual se pasó de Tolon á Marsella, y entró en aquella ciudad á cuatro del mes de diciembre. En este año por el mes de marzo don Carlos rey de Navarra se vió con el rey en Lérida, y se concertó el matrimonio de la infanta doña Isabel hermana del rey, con don Jaime de Aragon hijo mayor del conde de Urgel, y el rey de Navarra volvió por Zaragoza, y se le hizo muy solemne recibimiento y fiesta por el deudo que tenia en la casa de Aragon; y en el mismo año hubo gran diluvio en los reinos de Valencia y Mallorca, y á veinte y cuatro del mes de noviembre deste año de mil cuatrocientos y seis murió la reina doña Sibila, el dia siguiente, y fué enterrada en ci monasterio de los frailes menores de la ciudad de Barcelona.

CAP. LXXXIV.-De la muerte de la reina doña Maria de Aragon, y don Enrique de Castilla.

Murió la reina doña María mujer del rey don Martin á veinte y nueve del mes de diciembre, que fué en el principio del año de la Navidad de nuestro Señor de mil y cuatrocientos y siete en Villareal, junto à la ciudad de Valencia; y fué llevado su cuerpo á sepultar al monasterio de Poblete. Fué escelente princesa, y muy devota y caritativa, y no dejó otro hijo sino al rey de

el año de mil y cuatrocientos y treinta, y en la historia que Lorenzo de Vala compuso del reinado deste príncipe, señala que aquel grande fué don Ruy Lopez de Avalos, condestable de Castilla; y por ciertas memorias antiguas se afirma ser el que usó deste ademan. Mas es de maravillar, que siendo este ejemplo tan celebrado en aquellos tiempos, tan encarecido por el mismo Lorenzo de Vala y por Pontano, autores muy graves, y que tuvieron sus relaciones de los privados del rey don Alonso su hijo, no se relate por Alvar García de Santa María, y por Fernan Perez de Guzmau, escribiendo ambos muy estendidamente las cosas de aquel príncipe, y el uno su vida, porque solamente se dice, que sabido el fallecimiento del rey don Enrique, algunos de los medianos y menores pensaron que el infante quisiera tomar título de rey, y que hubo algunos que se lo aconsejaron, pero él por su lealtad y bondad quiso lo que debia querer: y aunque parece que repugna hallarse en aquel tiempo el príncipe don Juan con la reina doña Catalina su madre en el alcázar de Segovia, pudo ser que parte dello sucediese en Segovia: y allí fuese el tomar al príncipe en los brazos delante de todos los grandes. Como quiera que fuese, piadosamente se puede creer, que por una virtud tan heróica como esta, y por las escelentes partes de aquel príncipe, permitió nuestro Señor, que no solamente tuviese el regimiento de aquellos reinos, pero fuese preferido en la sucesion destos, al que tenía mas naturaleza en ellos, y aun mas cierto derecho, segun la comun opinion de las gentes de aquellos tiempos. En este año en la fiesta de san Pedro, se celebraron las bodas de don Jaime de Aragon, hijo del conde de Urgel, y de la infanta doña Isabel, hermana del rey, en el Real de Valencia, y por el mes de agosto siguiente murió un hijo del rey don Martin de Sicilia, y de la reina doña Blanca su mujer, y por el mes de octubre se celebraron en esta ciudad sus exequias con gran aparato, como del primogénito, y en quien paraba la esperanza que habia de suceder en estos reinos, y en el de Sicilia: y el rey estuvo hasta en fin deste año en el monasterio de Val de Cristo de la órden de Cartuja, que él habia fundado, y le dejó el lugar de Altura y las Alcublas. Tambien falleció en este mismo año en la ciudad de Valencia la infanta doña Juana, condesa de Fox, sobrina del rey. A veinte y uno de marzo deste año de mil cuatrocientos siete, en la semana Santa, mataron á Ramon Boil gobernador de Valencia, saliendo del Real, á donde el rey posaba, y entre los delincuentes fué inculpado de su muerte Felipe Boil su hermano, y le cortaron la mano, y á otros degollaron.

Sicilia. Tambien murió un sábado, primer dia de Navidad deste año, el rey don Enrique de Castilla en la ciudad de Toledo y aunque vivió muy doliente, y en su condicion se mostraba muy áspero y esquivo, fué muy temido de los suyos; y tuvo gran cuenta con acrecentar sus rentas reales, y así tuvo su reino en paz, y allegó gran tesoro, y dejó un solo hijo, que fué el infante don Juan, príncipe de Asturias, que era tan niño, que no tenia sino veinte y dos meses, y á la infanta doña María, que fué reina de Aragon, y habia nacido en Segovia á catorce de noviembre del año de mil y cuatrocientos uno, y á la infanta doña Catalina, que nació pocos dias antes que su padre muriese. Habia sido requerido el infante don Fernando su hermano en su vida por algunos grandes del reino de Castilla, que pues el rey don Enrique su hermano, por su contioua dolencia, y por el impedimento y flaqueza grande de su persona no podia cómodamente regir sus reinos, él se encargase de la gobernacion dellos; y aunque el rey le trataba con mucha aspereza y sospecha, él le fué tan obediente y humilde, que no quiso dar lugar á sus consejos. Pero en la muerte del rey, aquellos grandes, y casi todos creyeron que el infante que era muy valeroso, tomara á su cargo el gobierno de aquellos reinos, y reinara en ellos. Pues no era cosa nueva, y en el reino antiguo de los reyes de Leon, don | Fruela fué preferido á los infantes don Alonso y don Ramiro sus sobrinos, hijos del rey don Ordoño su hermano, y despues el infante don Sancho á don Alonso y don Fernando hijos del infante don Hernando su hermano, que era el primogénito, y parecia ser consejo forzoso que se hiciese así, y teniendo consideracion al beneficio universal, no tenia esto por muy torcido, mayor mente acordándose que el rey don Enrique su abuelo tan pocos dias antes fundó su sucesion en la costumbre antigua que hubo en los tiempos de los reyes godos, cuando el rey no se daba por elección. Movia á estos, cuanto yo creo, otra consideracion, que el príncipe don Juan no habia sido jurado por rey para despues de los dias de su padre, como era costumbre jurarla los infantes primogénitos y sucesores del reino, y siendo de tan tierna edad; y habiéndose rompido la guerra con el rey de Granada, que era un mal vecino, y no se teniendo seguridad de la paz que tenian con el rey de Portugal, representábaseles que se podian seguir mayores inconvenientes y males, rigiéndose el reino por tutores, que reinando un tal príncipe como el infante don Fernando, á quien amaban por sus escelentes virtudes los grandes y menores. Esto llegó á tales términos, que se afirma, que juntándose en aquella ciudad los prelados y ricos hombres y caballeros, y los procuradores de las ciudades y villas del reino; y habiéndose de alzar los pendones por nuevo rey, uno de los mayores grandes que allí estaba, enderezando sus palabras al infante, le preguntó que ¿por quién alzarian la voz de rey de Castilla? queriendo dar á entender que estaba en su mano, y podia ordenar á su voluntad; y sin otra consulta como muy católico príncipe, y mostrando por obra el amor y aficion que tenia á su sobrino, y la gran lealtad que en él habia respondido, que ¿por quién se habia de alzar la voz en Castilla, salvo por el rey don Juan, hijo primogénito del rey don Enrique? al cual luego tomó en los brazos y besó la mano. Desta manera hallo que pasó aquella hazaña tan singular, y de tan raro ejemplo, en una instruccion que el rey don Juan de Navarra su hijɔ dió á ciertos embajadores que enviaba al rey de Castilla en

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CAP. LXXXV.-De lo que se trató entre Benedicto y Gregorio su adversario, para concordarse en la union de la Iglesia, y del concilio que se convocó en Pisa por los cardenales de las dos obediencias.

Estando Benedicto en el monasterio de San Victor en la ciudad de Marsella, el último de enero deste año de mil cuatrocientos siete envió sus letras á Gregorio, que él llamaba intruso en la santa sede apostólica, ofre ciendo, que porque se consiguiese la union tan deseada por los fieles católicos en la santa madre Iglesia, él estaba aparejado, y muy pronto de juntarse con su colegio de cardenales en un lugar que fuese idóneo y decente, y seguro con él, y con cualquiera otro intruso su sucesor, con los que se llamaban cardenales en su obediencia para tratar de la union, y conseguirla

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