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que despues sucedió en el reino á su hermano, y que
se efectuase el de la infanta doña Blanca de Navarra,
y con ella se señalaron en dote cien mil florines del
cuño de Aragon. Vino por esta causa á estos reinos don
Pedro Serra, cardenal de Catania, y dispensó el papa
Benedicto en la afinidad que habia entre el rey don
Martin de Sicilia y la infanta doña Blanca, y obligó
el rey por las arras los castillos y villas de Uncastillo,
Sos, Salvatierra y Ruesta, del reino de Aragon; y don
Lope de Gurrea señor de Gurrea, que tenia la fuerza de
Uncastillo, y los otros alcaides se obligaron por ellos
al rey de Navarra, y porque no se dieron sino cua-
renta mil florines en dote, obligó el rey de Navarra
por la restante cantidad los castillos y lugares de Ar-
guedas, Santacara, Murillo del Fruto y Gallipienzo, y
juraron la capitulacion del matrimonio el cardenal de
Catania, el arzobispo de Zaragoza, el vizconde don
Jaime de Prades, don Pedro de Fenollet, don Beren-
guer Arnaldo de Cervellon y don Guerau Alaman de Cer-
vellon, don Pedro de Moncada, y Olfo de Proxita, don
Miguel de Gurrea, y don Pedro de Cervellon sus mayor-
domos, Gil Ruiz de Lihori, Juan Jimenez Cerdan, mosen
Pedro de Torrellas camarero mayor, micer Juan Dez-
pla, tesorero del rey, y Ramon Fiveller, escribano de
racion, que eran del consejo del rey. Concertáronse
los capítulos del matrimonio en los límites de sus rei-
nos, que están entre los lugares de Mallen, que es del
reino de Aragon, y de Cortes, que está en el reino de
Navarra, y allí se vieron los reyes á veinte de enero
del año de mil y cuatrocientos y dos, y el rey pasó á
Cortes por visitar la infanta que se le habia de entre-
gar para enviarla en la primavera al rey de Sicilia su
marido, é hízosele la entrega á veinte y uno de enero
en los límites del reino en presencia de algunos prela-
dos y caballeros de Aragon y Navarra, que fueron don
Pedro arzobispo de Atenas, Leonel de Navarra, el abad,
de Montaragon, Carlos de Beamonte alférez de Navar-
ra, don Pedro de Castro, don Francés de Villaespesa,
canciller de Navarra, don Guillen Ramon de Moncada,
don Martin de la Carra mariscal, Pedro Jordan de
Urries, don fray Martin de Olloqui, prior de San Juan,
Ramon de Mur, Juan Ruiz de Aivar camarlengo del
rey de Navarra, y aquel dia se trajo la infanta al cas-
tillo de Mallen. Ofreció el rey que se le señalarian por
el rey de Sicilia su hijo por razon de su estado en aquel
reino la ciudad de Zaragoza, y los lugares y castillos
de Paterno, Minco, Bacini, Lentin, Castellon y Fran-
cavila, y la val de Santestévan, y los otros lugares y
rentas que las reinas de Sicilia habian acostumbrado
tener por cámara en el reino de Sicilia, y le señaló en
Tarazona
el reino de Aragon las ciudades de Teruel,
y Jaca con sus aldeas, y Cervera de Urgel. De allí se
vinieron á Zaragoza, y el rey la llevó despues á Va-

lao no tenia hijos varones, y decian que mediante aquel matrimonio tendrian de su parte al papa Bonifacio nono y al duque de Milan, y era en sazon que el rey Ladislao y la reina Margarita su madre comenzaban á hacer grande aparato de guerra contra la isla de Sicilia; y estando en Nápoles Luis de Rajadel por embajador del rey de Sicilia, para tratar de aquel matrimonio, le dijeron palabras de grandes amenazas, y se tuvo gran recelo si otro matrimonio se efectuase, que habian de suceder en aquel reino grandes guerras. Pero el rey no quiso venir en aquel casamiento de su hijo, porque era público que la hermana de Ladislao habia concertado su matrimonio por palabras de presente con Guillelmo duque de Austria, hijo del duque Leopoldo, y tambien por no enemistarse con el rey de Francia, y con el rey Luis, teniendo paz y buena alianza con las casas de Francia y de la Proenza. Hubo otra consideracion que movió al rey para rehusar una cosa que al parecer de los mas era tan útil, que los rebeldes de Sicilia continuamente habian perseverado en servicio del rey Ladislao, y fueron bien recogidos y favorecidos en su reino, y á su instancia se movió aquel matrimonio de su hermana con el rey de Sicilia, porque ellos pudiesen tornar á la posesion de sus estados, y continuar sus pretensiones antiguas, que eran causa de sus rebeliones, y publicaban que den tro de un año no quedaria en la isla ningun catalan ; y decia el rey, que si los movia la confianza de la sucesion, que se acordasen del proverbio catalan, que condenaba semejantes esperanzas, pues dice: que luenga soga tira el que muerte de ofro desea. Habian tratado tambien los mismos barones que estaban desterrados de Sicilia, que el rey Ladislao casase con la infanta doña Isabel, hermana del rey de Aragon, y tampoco quiso el rey dar lugar á lo deste matrimonio, diciendo que se debia mucho considerar que el rey Luis se persuadia que tenia muy buen derecho en aquel reino, y habia de aventurar por él su persona y estado, y estaba obligado á morir en aquella demanda; y siendo tambien verdad que el rey Ladislao, por respeto de su madre, pretendia competerle la sucesion de aquel reino, y que tenia una tia, hermana de su madre, que era mayor y legítima, y por el derecho de las leyes de Francia habia de suceder primero en el reino, y estuvo mucho tiempo detenida en prision, y se decia que era viva, parecia al rey que harto tenian en qué entender en gobernar los reinos que Dios les habia dado, y en tenerlos en paz y sosiego, y que no convenia empacharse de sucesiones confusas é inciertas, ni debian tomar, como decian, ajuar de cuchilladas; mayormente en reino que estaba tan sujeto y subordinado á la voluntad de sumos pontifices. La tia de la reina Juana que el rey decia ser mayor que la reina Margarita su madre debia ser Clemencia, que fray To-lencia, y juntose una buena armada para enviarla á Silomeo de Luca dice haber muerto en Nápoles doncella, en el año de mil y trescientos y sesenta y tres, porque segun escribe este autor, que concurrió en aquellos tiempos, María hermana de la reina Juana, primera deste nombre, tuvo de Cárlos duque de Durazo su marido cuatro hijas, que fueron Juana que fué duquesa de Durazo, y casó con el infante don Luis de Navarra, é Inés que antes habia sido casada con Can señor de Verena, y esta Clemencia y Margarita, que casó con Carlos de Durazo, que fué rey de Nápoles, y hubieron á Ladislao, y á Juana segunda. Por estas consideracious se inclinó el rey de Aragon á no querer aceptar el matrimonio de la hermana de Ladislao,

cilia, y fué por capitan della don Bernardo de Cabrera, é hiciéronse á la vela en fin del mes de setiembre deste año. En el año pasado, segun parece por la historia que compuso Martin de Alpartil de la cisma que hubo en la Iglesia en tiempo de Benedicto, el Taborlan que fué aquel gran rey de los escitas, y este autor dice, que era hijo del emperador de los tártaros, y otros escriben que era hombre bajo y de vil condicion, que tuvo un gran imperio en Oriente, venció en una muy famosa batalla á Bayaceto, que tenia el imperio de los turcos, y ganó la ciudad de Esmirna, que era muy famosa en la provincia de Asia la menor, en la Jonia la costa del mar, que la tenian los caballeros do

la órden de San Juan de Jerusalen, y estaba por capitan della un cababallero aragonés de aquella órden que se llamaba fray Iñigo de Alfaro, y habiéndose salido todas las gentes del lugar, y embarcado en ciertos navíos de genoveses contra la voluntad del capitan, y él se hubo de recoger á una galera, se escapó con muy pocos.

CAP. LXXV. De las provisiones que se hicieron por el rey y el reino, para deshacer los bundos que en el habia.

cho esto, que era un gran torcedor para forzarlos á que desistiesen de proseguir su derecho por la via del bando, el mismo jurado Gonzalo Martinez de Murillo y otro ciudadano que se decia Pedro Jimenez de Ambel fueron enviados á la villa de Alcañiz para asistir con los diputados del reino á las provisiones que se hacian para dar órden en el bueno y pacífico estado de la tierra, y cesasen los males y daños que se seguian generalmente por aquellos bandos. El poder de lugarteniente general se dió al conde, estando el rey en Valencia, á siete del mes de setiembre deste año, y no solamente se fundaba en la guerra que se movia en Aragon por los bandos, pero aun en que se recelaba, que las partes traian gente extranjera en su ayuda, y el puso luego en órden su venida para Aragon, y como en el camino comenzase á llamarse lugarteniente general, proveyendo algunas cosas que concernian al bien de la paz y sosiego del reino, y para la buena ejecucion de las cosas de la justicia, los jurados y consejo de Zaragoza enviaron al lugar de Cariñena, adonde el conde estaba, en principio del mes de enero del año de mil y cuatrocientos y cuatro dos letrados para que le presentasen una inhibicion y firma, que llaman de derecho, para que no se llamase lugarteniente del rey antes que llegase á Zaragoza, é hiciese en ella el juramento con la solemnidad que se acos

conde

cederia de lo que debia á su cargo. Estos eran micer Pedro Palomar y Juan Duerto, y presentaron la firma de derecho al conde, y el rey recibió descontentamiento que el conde no usase en todo conforme á lo minaron de manera, que se ponia dilacion en el remeque estaba dispuesto por fuero, y las cosas se encadio, y mediado el mes de febrero los diputados del reino se juntaron con el arzobispo de Zaragoza en el lugar de la Almunia, adonde fueron los mismos que estavieron en Alcañiz, en nombre de la ciudad de Zaragoza, y de allí se pasaron á Cariñena, y todo iba tan roto y con tanta soltura, que cuando unos se apaciguaban, otros se revolvian en nuevas disensiones y pendencias, y se iban encaminando los males y daños que padeció el reino despues de la muerte del rey, y don Artal de Alagon, Pedro Jordan de Urries, Lope de Gurrea, Fadrique de Urries, é Iñigo de Corella tenian levantadas las comarcas de Huesca y Jaca, y puestas en armas; y por otra parte don Juan Martinez de Luna en Illueca, don Pedro de Urrea en Masones, don Pedro

Las disensiones y bandos que habia entre los ricos hombres y caballeros deste reino, estando el rey en Valencia, se fueron mas encendiendo, de que se siguió mucha alteracion y guerra, y la tierra estaba por todas sus comarcas llena de malhechores y de hombres facinerosos y delincuentes, no pudiéndose tomar asiento entre las partes en sus diferencias. Por este escándalo fué necesario que las ciudades del reino se conformasen en hacer entre sí union, para perseguir la gente que con ocasion de los bandos andaba tan desmandada, y cometiendo diversos insultos, y así se hizo; poniéndose los pueblos en órden para seguir los malhechores por sus estatutos, privándose para este efecto de la libertad que dan las leyes para que se proceda exabrupta y exorbitantemente. Pero como esto no fuese bastante remedio, andando los del bando de Lu-tumbraba en manos del justicia de Aragón, que no exna y Urrea en armas, prosiguiendo sus pendencias, y toda la caballería del reino anduviese apercibida y asonada para valer á la una ó á la otra parte, y el rey en este tiempo estuviese dando órden en la partida de la reina de Sicilia su nuera, convino hacer provision durante su ausencia de lugarteniente general, porque los otros ministros ordinarios no bastaban á poner el remedio que se requeria en tan grande movimiento, no embargante que el regente la gobernacion general, y el justicia de Aragon y los diputados del reino se juntaron para proceder por el camino acostumbrado poniendo entre los principales de los bandos sus treguas. Hízose eleccion para un cargo tan preeminente, y que raras veces se proveia por la residencia ordinaria de los príncipes, de persona de mucha dignidad y de la casa real que fué don Alonso, conde de Denia, hijo del duque de Gandía, principalmente para que siguiese aquel medio, que por fuero y ley de la tierra está permitido en dar favor á la parte que viniese en dejar todas sus diferencias en la determinacion y alvedrío del rey, y persiguiese la otra, que no diese lugar á la fi-Lopez de Gurrea en Torrellas, y Alonso Muñoz en nal decision de todas sus pretensiones y contiendas, porque este medio hallaron los antiguos serles mas conveniente, para que se dejen las armas y cesen las cosas de hecho sin lesion de sus leyes y costumbres. En este medio por el mes de octubre deste año de mil y cuatrocientos y dos, los jurados y consejo de la ciudad de Zaragoza enviaron á Gonzalo Martinez de Murillo jurado, y un ciudadano que se decia Estévan Pentinat, para que requiriesen á don Antonio de Luna, que él y sus amigos y valedores no hiciesen daño en los bienes de los vecinos de la ciudad, y les exhortasen á la concordia con Lope de Gurrea señor de Gurrea que se habia declarado principal en el bando contra él, y otro jurado y un ciudadano que fueron Francisco Palomar y Juan Martinez de Alfocea fuéron á requerir lo mismo á Lope de Gurrea, porque todos se jurtasen à favorecer al que diese lugar á los medios de la concordia, y por aquel camino fuesen constreñidos á dejar las armas ó persiguiesen los inobedientes. He

Calatayud juntaban mucha gente, haciéndose guerra unos contra otros, y todo el reino, así desta parte de las riberas de Ebro, como hasta los confines de Cataluña, estaba tan alterado y en guerra, como si tuvieran los enemigos dentro de sus límites, y el conde de Denia fué usando de su lugartenencia hasta el mes de setiembre del año siguiente, aunque en contradiccion de los estados dél, pretendiendo que no podia usar della.

CAP. LXXVI.-Que don Bernardo de Cabrera, conde de
Módica, se salió del servicio del rey de Sicilia.

Fué la casa de Peralta de las mas principales y poderosas del reino de Sicilia, y siendo muerto el conde don Guillen de Peralta en su obstinacion en la guerra que se movió contra el rey don Martin de Sicilia, por reducir el rey aquella casa á su obediencia, perdonó á Nicolás de Peralta su hijo, y de la infana doña Leonor, hija del infante don Juan duque de Atenas, y

confirmóle de nuevo el condado de Calatabelota, y el
señorío de Esclafana y Calatafimia, con sus castillos y
feudos, y dióle el gobierno de la ciudad de Jaca, con
la tenencia de los castillos, reservándose la villa de
Mazara. Pero el conde Nicolás se lo retuvo todo contra
la voluntad del rey, y nunca le pudo ser muy aficio
nado servidor, y vivió poco tiempo despues de la
muerte del conde Guillelmo su padre, y dejó de la
condesa doña Isabel su mujer, que fué hija de Man-
fredo de Claramonte, dos hijas, la mayor se llamó
doña Juana y la otra doña Margarita; y el rey don
Martin por asegurarse de aquella casa, que era de gran
estado, y comprehendia mucha parte de aquel reino,
procuró que casase la hija mayor, que sucedió en aquel
estado, con don Artal de Luna su primo, hijo de don
Lope Fernandez de Luna hermano de la reina de Ara-
gon, pero doña Juana vivió pocos dias, y el matrimo-
nio no se pudo efectuar; y luego que el rey tuvo de
ello noticia estando en Valencia por el mes de agosto
deste año, entendiendo cuanto convenia para la pacifi-
cacion de aquel reino que el rey de Sicilia su hijo se
asegurase de aquella casa, y sucediese en ella persona
de su sangre, le escribió luego que ordenase de mane-
ra que don Artal de Luna casase con doña Margarita
de Peralta, que sucedia en aquel estado, porque ya
por razon del primer matrimonio don Artal se habia
intitulado conde de Calatabelota, y sobre lo mismo es-
cribió el rey á la infanta doña Leonor su abuela, y á
Jaime Ortal, que era castellano del palacio mayor de
Palermo, y tenia cargo de la persona de la condesa do-
ña Margarita. En esta sazon comenzó á moverse gran
disension y bando entre don Bernardo de Cabrera con-
de de Módica, y Ramon de Bages, y Ramon Jatmar de
una parte, y don Juan Fernandez de Heredia, y don❘
Sancho Ruiz de Lihori, porque el conde queria que en
todo siguiese el rey su consejo, y pretendia que lo de
bia gobernar todo absolutamente, y el rey como mozo
y de poca experiencia dejó de seguir el parecer de los
que estaban en su consejo, que habian quedado en él
por orden del rey su padre, que eran el cardenal de
Catania, don Jaime de Prades, y otros caballeros muy
notables, y de gran confianza y prudencia; y por so-
juzgar el rey su voluntad á la de sola una persona, dió
lugar que se siguiesen dentro en su casa y en todo el
reino grandes inconvenientes, sin que le quedase li-
bertad para ordenar lo que mas convenia. Teniendo el
rey aviso desto, advirtió diversas veces á su hijo, que
perisase que el corazon y ánimo de un gran príncipe,
habia de ser tan excelente, que no le debia señorear ni
inclinar la voluntad de una sola persona, por grande
y notable que fuese; mas se debia regir y gobernar por
gran consejo, y muy escogido de personas muy seña-
ladas y celosas del bien público, porque suelen salir |
del como de diversos ojos y cabezas muy provechosos
avisos y consejos. Pero el daño fué siempre creciendo,
y resultó del descuido del rey, que entre los pocos que
quedaron en su consejo hubo tan gran division y dis-
cordia, que se temió que se seguirian mayores peligros
y males, que de las turbaciones que se movieron en
aquel reino despues que comenzó á reinar. Enten-
diendo el rey cuán errado camino llevaba su hijo, es-
tando en Ejérica, á quince del mes de julio del año de
mil y cuatrocientos y tres determinó de enviar á Sici-
lia á don Guerao Alaman de Cervellon, que fué un muy
prudente y valeroso caballero y de gran autoridad,
para que con su consejo ordenase lo del gobierno de
su casa y de todas las cosas de su estado, y proveyó

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que quedasen en el consejo del rey su hijo ciertos caballeros catalanes y sicilianos de gran confianza, que fueron don Pedro de Queralt, don Juan de Cruillas, fray Alaman de Foxá, comendador de Monzon, Bartolomé de Invenio, mosen Gil de Pueyo, Aymill de Perapertusa, Luis de Rajadel, Gispert de Talamanca, Ubertino de la Grua y Tomás Ramon; y para las cosas de su casa y de su persona, le aconsejó el rey que se sirviese del conde de Veintemilla y de los Moncadas, y de otros caballeros que le sirvieron en las alteraciones pasadas, y porque el rey tuvo muy deshonestos amores con dos doncellas sicilianas, que la una se llamaba Tarsia y la otra Agatuza, en quien tuvo hijos, se acordó que las mandase casar, y se enviaron sus hijos á Barcelona, que se llamaron don Fadrique y doña Violante de Aragon; y mandó el rey que se viniesen á su corte don Juan Fernandez de Heredia y Ramon Jatmar, porque se escusasen los daños que se temian de aquellos bandos. En estas mudanzas pretendió el conde de Módica que la condesa doña Margarita de Peralta casase con su hijo el mayor, y estuvo muy cerca de concluirse, si el rey de Sicilia no lo estorbara, porque casase con don Artal de Luna, como estaba tra-tado, y por esta causa se indignó tanto el conde, que poco faltó que no quedase mas memoria del deservicio que de lo mucho que habia servido, y salióse de la córte del rey, y comenzó á hacer grandes ajuntamientos de gentes de armas, y daba ya á entender á todos, que se curaba poco de estar alejado de la presencia del rey de Sicilia. De aquí resultó que luego se dividió toda la isla en dos bandos, y el rey hizo su proceso contra el conde, inculpándole de delitos muy graves y criminosos, pero constó del mismo al rey de Aragon que estaba el conde sin culpa, y que se movieron á quererle informar con gran pasion, y que su hijo dió mas crédito á ello de lo que debiera; y las cosas llegaron á tanto rompimiento, que el conde puso en buena defensa sus castillos, y tuvo mucha gente muy en órden para defenderse del rey, diciendo: que era gobernado por sus enemigos, y dió aviso á los barones y ciudades destos reinos del agravio que recibia del rey de Sicilia, y cuán apasionadamente intentaba de proceder contra él. Mas la principal culpa que se imputaba por el rey de Sicilia al conde de Módica, era haber querido casar á su hijo con la condesa doña Margarita de Peralta, habiéndose mandado por el rey y reina de Aragon que casase con don Artal de Luna, y que queria casar una hija suya con el conde Juan de Veintemilla, aunque estaba tratado que casase con la hija de don Jaime de Prades; y decia el rey que por no haber dado lugar que aquellos matrimonios se efectuasen, y porque se hiciesen los de sus hijos del conde de Módica, se indignó contra don Sancho Ruiz de Libori y contra otros caballeros de su casa, y mandó juntar sus gentes para ir contra él. En este año estando el rey en Altura á seis de setiembre, se concertó con la infanta doña Juana condesa de Fox su sobrina, que se viniese á vivir en estos reinos, porque no le quedaron hijos del conde Mateo de Fox su marido, y envió sobre ello á Jaime Escrivá y á Galcerán de Bas comendador de la casa de Dorion de la órden de Santiago en el vizcondado de Bearne; y ofrecióle el rey que le daria en cada un año para su sustentacion tres mil florines de oro sobre la bailia general de Aragon, y ve nida á este reino, diósele estado en que viviese en el reino de Valencia. En este año estando el rey en Segor❤ be celebrando cortes á los del reino de Valencia, y ha➡

biéndose juntado las parcialidades dél á ellas, y en el término de aquella ciudad don Gilabert de Centellas hizo matar á Jaime Soler en el lugar de Almedijar, y sabiéndolo Pedro Marradas, el dia siguiente salió de Se gorbe, y mató en venganza de aquel caso en el camino de Valencia á Jaime Jofre y Luis de Torres y otros, de que se siguieron grandes alteraciones y bandos en todo el reino.

CAP. LXXVII.-Que don Jaime de Prades condestable de Aragon sacó al papa Benedicto de Aviñon, y se la restituyó la obediencia en el condado de Venexino, y por los reyes de Francia y Castilla.

Trataron el año pasado el obispo de Huesca y Guillen de Molon, que fueron enviados á Aviñon por el duque de Orleans, de concordar al papa con los cardenales que estaban en aquella ciudad, fuera de su obediencia, y el papa respondió á esta embajada que por el bien de su alma y por la salvacion de los fieles, y por la union de la Iglesia de Dios, él era muy contento con buena voluntad y amor ofrecer la paz á los cardenales que estaban en aquella ciudad y al pueblo, y les perdonaba todas sus injurias y ofensas, y los daños que él y los suyos habian recibido en las persecuciones pasadas, y ofrecia que los trataria de manera que no fueron mejor tratados por sus predecesores. Pero los cardenales dieron su respuesta diciendo: que aquellas palabras y promesas eran muy generales, y no se hacia mencion ninguna de la union de la Iglesia, por la cual habian ellos trabajado tanto, y que ellos no tenian necesidad de remision ni perdon, pues estaban libres de toda culpa, y que se sometiese al juicio de la Iglesia y del colegio romano; y pidieron que entrase en la misma concordia todo el condado de Venexino. Era el papa contento de congregar concilio en el lugar que á los cardenales y prelados pareciese mas cómodo, y que con parecer y consejo de los que en él se congregasen, procuraria la union de la universal Iglesia; y en este medio estando muy discordes entre sí los duques de Borgoña y Orleans, y juntándose grandes compañías de gente de armas por entrambas partes, la reina de Francia y los duques de Berri y Borbon, y el rey Luis de Sicilia entendieron en concordarlos, y despues de la concordia mandó el rey de Francia á los cardenales y pueblo de Aviñon, que atendido que la custodia y guarda de la persona del papa y de sus gentes estaba encomendada al duque de Orleans su hermano, se entregasen las llaves del palacio y de las torres y puertas á Rudin de Bracamonte y á Guillen de Molon, que eran camarlengos del duque, y en caso que no lo cumpliesen se mandó al gobernador del Delfinado y al maestro de los puertos de Vilanova, que no permitiesen que se llevasen ningunas mercaderías ni vituallas á Aviñon, y se secrestasen los frutos y rentas temporales y espirituales de los cardenales y personas eclesiásticas que residian en aquella ciudad. Pasó esto por el mes de febrero del año pasado; y entonces los cardenales enviaron al obispo de Huesca y al prior de Portaceli de Cartuja al papa con ciertos medios de concordia. Estando las cosas en estos términos, envió el rey á Aviñon á micer Juan de Valterra para que le escusase con el papa, que hasta entonces habian diferido de entender en que su persona se pusiese en libertad, y ofrecióle que en breve se libraria; y en el mismo tiempo los cardenales Prenestino y el de Saluces entraron en el palacio apostólico para tratar de la con

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cordia en nombre de los cardenales que habian salido de la obediencia de Benedicto, y estuvieron dentro algunos dias; y juntáronse diversas veces con el papa, é intervinieron en aquellas pláticas por su mandado el obispo de Huesca y el prior de Portaceli, el abad de San Juan de la Peña y don Pedro Sanchez de Calatayud. Esto fué por el mes de agosto del año pasado, y en el mismo tiempo fuéron á visitar al papa á Tarascon el rey Luis de Sicilia y el príncipede Taranto su hermano; y el rey Luis se escusó que él nunca se habia apartado de su obediencia, y que aquella novedad se hizo siendo engañada la reina su madre, é hizo el juramento y homenaje al papa por el reino de Sicilia desta parte del Faro, y leyó la forma del juramento Pedro Soriano secretario del papa. Habiendo precedido esto, entendiendo el rey de Aragon cuanto escándalo se causaba á la Iglesia católica que el papa Benedicto estuviese detenido de la manera que estaba en Aviñon, y que el rey de Francia y los duques sus tios no atendian sino á sus intereses particulares y entretenian por esta causa el negocio de la union, acordó de dar órden como la persona del papa se pusiese en su libertad y saliese de aquella opresion, y para que un negocio tan grande como este se pudiese mejor conseguir, lo encomendó á don Jaime de Prades condestable de Aragon, y enviole al papa con color de cierta embajada, y fueron con él otras personas de su consejo para que se entendiese que iban para tratar de los medios de la paz y concordia por la union de la Iglesia. Fueron nombrados para esto micer Juan de Valterra que era gran doctor en el derecho civil, Francés de Blanes doctor en decretos, y un caballero que se decia Vidal de Blanes, y llegaron á catorce de setiembre del año pasado á la puerta de la Puente de Aviñon, y no los dejaron entrar. Entonces en nombre de los embajadores se hizo cierto protesto contra los cardenales y contra los del regimiento de aquella ciudad, por los daños é intereses que de aquello se seguía, que ellos estimaron en quinientos mil florines, y reservaron la injuria para que se vengase por el rey su señor que los enviaba al papa y al rey de Francia, y á los cardenales y ciudad de Aviñon, y volviéronse aquel dia al lugar de Vilanova; pero despues los dejaron entrar el postrero del mes de setiembre, y dióseles licencia que entrasen en el palacio con que no estuviesen dentro sino tres dias. Detúvose don Jaime de Prades en Aviñon y en Vilanova hasta el mes de marzo deste año, y sucedió por la órden que él tuvo para que el papa pusiese su persona en libertad y saliese de la opresion en que estaba, que el papa entendiendo que aquellos que le tenian opreso daban color que lo hacian por el bien de la union de la Iglesia, y que mas los movian sus respetos é intereses particulares, condescendió á querer salir de aquella ciudad; y habiéndolo tratado don Jaime de Prades y los otros embajadores juntamente con el cardenal de Pamplona que residia en Arles, ordenaron que el papa se saliese el dia de la fiesta de san Gregorio á la alba, y el papa se salió 'por una casa del dean de nuestra Señora de las Dueñas, que estaba contigua con el palacio apostólico, y la parte de aquella casa estaba murada, y sacando sútilmenta las piedras con que estaba tapiada, salió por ella el papa á una calle á donde le estaban aguardando don Jaime de Prades y un caballero que se decia Francés de Pax, y micer Juan de Valterra y micer Francés de Blanes; y salieron de sus familiares Juan de Romanía su cubiculario, y maestre Francés de Ribalata su mé

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dios que se ofrecian de parte de Benedicto para conseguir la union verdadera de la Iglesia; y fueron acompañados hasta Florencia por Bosicaudo que era gobernador de Génova por el rey de Francia, porque en principio del año pasado se habia concertado paz entre el rey y aquella señoría. En el mismo tiempo juntaron los genoveses una grande armada con publicacion que querian hacer guerra contra el rey de Chipre, y los nuncios se fueron deteniendo porque se les enviase salvoconducto por Bonifacio.

CAP. LXXVIII.-Que el conde de Módica se puso en la merced del rey de Sicilia, y una parte de la isla de Córcega se redujo á la obediencia del rey de Aragon. Estaba por este tiempo el rey de Sicilia con su ejército haciendo guerra en las tierras que se tenian por el conde de Módica, y halláronse con su real sobre Palazolo que era de un caballero que seguia al conde, que se decia Jacobo de Campo; el conde entró secretamente en el castillo con licencia del rey, é hizo que Jacobo de Campo otro dia se entregase con el castillo en poder del rey, yfél le encomendó á don Guerao Alaman de Cervellon en nombre del rey de Aragon para que se le remitiese su persona con el proceso. Dentro de pocos dias el conde con solos ocho caballeros se fué al rey, y con grandes muestras de humildad le suplicó que si en algo habia errado en su deservicio le perdonase, y el rey le respondió que él remitia todo su hecho al rey su padre y la determinacion de su negocio, y le mandó que por todo el mes de marzo se saliese de Sicilia. Deste mandato pesó al rey, pues habiéndole remitido su causa no se debiera innovar en ella, y envió á mandar que se sobreseyese en aquello y no saliese de aquel reino, porque su presencia era muy necesaria para la conclusion de la paz que se trataba con

dico, y Francés de Aranda que fue muy privado del rey don Juan, y se había retraido al monasterio de Portaceli y se hizo donado de la Cartuja, y cada uno como mejor pudo se fué por tierra. Detúvose el papa en la iglesia de San Antonio hasta que fué el sol salido, porque en aquella hora se abria la segunda puerta que salia al rio debajo de la puente, y estaba á la ribera esperando al papa un monge del monasterio de Montemayor, con una barca en que iban buenos remeros que la envió el cardenal de Pamplona, y habiendo entrado en ella, luego se publicó en la ciudad que el papa se iba, y aquel dia se fué el papa á Castroreinaldo, que está en la ribera de Druenza á una legua de Aviñon, y cuando salió del Rodano ya' le estaba esperando el cardenal de Pamplona con algunas compañías de gente de armas que don Jaime de Prades le habia dejado. Fué de allí á dos dias el rey Luis á visitar al papa que se detuvo en aquel castillo, y los cardenales Prenestino y de Saluces, y el cardenal de Santangel que fué el primer cardenal que se creó por Benedicto, y doce de los principales de la ciudad de Aviñon fuéron el último del mes de marzo para tratar de los medios como se redujesen á su verdadera obediencia y se consiguiese la union de la Iglesia, y trataron en secreto con el papa, hallándose tan solamente presentes el rey Luis y don Jaime de Prades, y Francés de Aranda y Juan de Romanía. Antes que el papa saliese de aquel castillo, se le restituyó la obediencia por todo aquel condado de Venexino que era de la Iglesia, y los de Aviñon deliberaron lo mismo y restituyeron la obediencia, y el cardenal Vivariense que era el vicecancelario, entregó al papa el castillo de Puente de Sorga y la bula papal que los cardenales se habian tomado en el principio que cercaron al papa en su palacio, y fuése el papa del castillo de Reinaldo á diez y siete del mes de abril à Carpentras. En el mis-los sardos que tenian rebelada la mayor parte de la mo tiempo estando el rey don Enrique en Valladolid á veinte y ocho del mes de abril con mucha solemnidad restituyó la obediencia á Benedicto en presencia de los embajadores del rey de Francia que con grande ins-llura, Ugo de Rosanes en lugar de Francés Zagarriga; tancia procuraron que lo difiriese por algunos meses, pero el rey de Francia el mes de mayo siguiente con parecer de los duques sus tios y hermano, y de los de su consejo mandó que en todo su reino se restituyese la obediencia á Benedicto. De Carpentras volvió el papa al castillo de Puente de Sorga, y en el penúltimo de julio promovió á don Pedro de Luna su sobrino hijo de Juan Martinez de Luna su hermano, que era doctor en decretos y administrador de la iglesia de Tortosa, al arzobispado de Toledo, que vacó por la muerte del arzobispo don Pedro Tenorio, y el mismo dia don Alonso de Ejea, fué tambien promovido al arzobispado de Sevilla, y por el mes de noviembre siguiente el papa se fué à Marsella con fin de pasar á Italia para procurar la union de la Iglesia, y detúvose en el monasterio de San Victor para ordenar lo de su pasaje para la primavera siguiente, y fué el duque de Orleans en fin de noviembre á verse con él. Viéronse en Tarascon, y residió en Marsella con su córte hasta el mes de julio siguiente del año de nuestro Señor de mil cuatrocientos y cuatro, y con consejo del colegio se envió una embajada muy solemne al papa Bonifacio nono, que ellos llamaban intruso. Fuéron á ella Pedro Raban obispo de San Ponce de Tomeras, don Francés Zagarriga electo obispo de Lérida, y el abad de Sahagun y fray Beltran Rodolfo ministro de la órden de los frailes menores. Iban con diversos me

isla, y envió el rey por esta causa á Sicilia á Dalmao de Biert. Fué proveido en este tiempo por gobernador del reino de Cerdeña en el cabo de Caller y Ga

y en esta sazon Vicentelo de Istria sobrino del conde Arrigo de la Roca, que era muy poderoso en la isla de Córcega, imitando á su tio, que fué muy fiel á la corona de Aragon, juntando las gentes que eran de su parcialidad, con mano armada y con diversos medios hizo de manera que la mayor parte de aquella isla se puso en la obediencia del rey; y porque se defendiese aquella parte de Vicentelo y lo restante se fuese ga→ nando, se enviaron algunas galeras y gente, y pasó con ellas Vicentelo á Córcega, y fué por capitan García de Latras, y púsose en el castillo de Cinerca que era una fuerza muy importante.

CAP. LXXIX.-De las cortes que el rey tuvo en la villa de Maella.

Estuvo el rey el invierno pasado y en la primavera deste año en Altura y en la ciudad de Valencia; y los bandos de los Centellas y Soleres estaban en tanto furor, que llegaron á pelear los de aquel reino como en batalla aplazada, y á veinte y uno de abril de este año de mil cuatrocientos y cuatro fué desbaratado don Gilabert de Centellas por sus contrarios junto á Lombay, y murió en la pelea don Aymeric de Centellas, y perdieron su pendon, y fueron muertos Damian de Monserbe, Ferrer Suau y Pedro de Soler y otros. Tam. bien este reino estaba muy alterado por los bandos que prevalecian en él, que tenian toda la tierra en gran

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