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curador general. Púsose su sitial al duque en el pala- † vicios: porque no sé yo en estos reinos de hombre tan

principal, que mas señalados los hubiese hecho á su príncipe, antes ni despues, y que tan injustamente y con tan malos y perversos medios padeciese en pago dello tal muerte. Bien se puede esto decir con esta libertad, pues el mismo rey don Pedro, cuando restituyó los vizcondados de Bas y Cabrera á don Bernardo de Cabrera su nieto, en el mismo privilegio confiesa que con sospechas fué provocado é inducido contra don Bernardo, creyendo que por su culpa se movió la guerra, gobernándose por su consejo todas las cosas: y allí reconoce que se usó de rigor contra padre é hijo. Fué don Bernardo como el mismo rey don Pedro dice, muy altivo de corazon y de gran consejo, y uno de los notables ejemplos que tienen los privados para estar mas prevenidos en la mayor prosperidad: porque habiéndose retraido á la vejez, como dicho es, de los negocios del mundo en San Salvador de Brea, y renúnciado el estado en su hijo, le sacó el rey de aquel recogimiento para su consejo, para que el mismo mundo le diese tal pago y castigo como este. Despues de su muerte la condesa de Osona su nuera, trató de pasarse á Francia á tierras del conde de Fox, con quien tenia mucho deudo, porque fué hermana de don Roger Bernardo de Fox, vizconde de Castelbó; para llevar consigo á su hijo, que fué el primer conde de Módica, y á doña Leonor y doña Juana sus hijas. Entónces se concertó de rescatar al conde de Osona, que estaba en poder del rey de Castilla en cincuenta mil florines, con que se pagasen luego los diez mil, y en

cio del arzobispo un viernes á veinte y seis de julio: y allí, á hora de tercia, estando con él los del consejo y el justicia de Aragon, don Luis Cornel, don Gombal de Tramacet, Blasco Aznarez de Borau, baile general de Aragon, Fortuño de Liso, y muchos caballeros y ciudadanos y gente del pueblo, fue llevado don Bernardo ante su presencia, y mandó el duque á Beltran de Pinós su protonotario, que le notificase la sentencia de muerte, y allí fué entregado á Garci Lopez de Luna, alguacil del rey, y lo llevaron por las calles públicas, y fué degollado en el mercado de esta ciudad, delante de la puerta de Toledo, y todo aquel dia estuvo allí su cuerpo á vista del pue blo, y el dia siguiente fué enterrado en el monasterio de los frailes menores de esta ciudad, y la cabeza se llevó al rey, porque lo habia así mandado, y no porque apareciese en el consejo del duque que se le enviase como el rey lo dice en su historia. Refiere el rey en este lugar, que notificándosele antes la muerte por don Berenguer de Abella y Jaime Monel, lamentándose de la sinjusticia que se le hacia en condenarle sin oirle ni admitirle la defensa, le dijo don Berenguer de Abella, que así era la verdad, pero que se acordase que despues que él se habia apoderado del gobierno del rey, habia introducido esta costumbre, y que era razon que pasase por ella: porque él habia hecho dar la muerte en Aragon á don Juan Jimenez de Urrea, hijo de don Juan, señor de Biota y del Vayo, y á Ramon Marquet, ciudadano de Barcelona, que fué anegado por mandado del rey, por la muerte de Ra-tregando el conde al rey de Castilla, por la restante mon de Sanvicente, y que no fueron oidos ni se defendieron. Este fin tuvo don Bernardo de Cabrera, teniendo el mas principal lugar en la privanza y consejo del rey, que otro ninguno, y siendo de casa tan ilustre que no habia otra de mas calidad que ella, ni mas principal, de ninguno de los ricos hombres antiguos de Cataluña ni de Aragon: en lo cual concurrieron cosas muy señaladas y dignas de notar. Lo primero la conspiracion que hubo contra él entre tales príncipes, como fueron el rey de Navarra y la reina de Aragon, y los condes de Ribagorza y Trastamara, y que diese la sentencia el rey con tanta nota de ingratitud á quien este caballero hizo tan señalados servicios, y que se cometiese la ejecucion della al infante don Juan, á quien ménos razon era, pues le habia sido encargada su crianza desde que nació, y le tuvo encomendado por sus padres, y fué su ayo, siendo oficio que tiene tanta semejanza con el amor y poder paternal. No solo se contentó el infante con esto, pero como en premio de maleficio, no pasaron muchos dias que le dió el rey su padre el condado de Osona, y el vizcondado de Bas, siendo el vizcondado de tiempos muy antiguos del patrimonio de la casa de Cabrera. Hubo otras dos circunstancias, á mi juicio dignas de considerar, que el principal asesor y ministro de aquel juicio, fué el justicia de Aragon, interviniendo en él como consejero, siendo el principal recurso en este reino para las vioJencias y sinjusticias: y que tambien asistiese á esta causa el arzobispo de Zaragoza, y le sacasen de su casa para el último suplicio, casi como de lugar sagrado, siendo guarida á donde los malhechores se suelen amparar de la muerte. Verificó un caso tan señalado y notable como este bien ejemplarmente el proverbio vulgar con que de mas antiguo que lo deste tiempo, fué notada nuestra nacion, que declara ser conforme á fuero deste reino, darse mal galardon por buenos ser

cantidad, sus tres hijos en rehenes, y á don Bernardo Guillen, hijo del vizconde de Illa, pero no se efectuó. Temióse por este tiempo alguna novedad por parte del conde de Fox, especialmente por la gente de armas del reino de Francia, que llamaban las grandes compañías que andaban esparcidas por la Proenza y Lenguadoque, y se vinieron acercando á las comarcas de Conflent, y se aparejaban para hacer entrada por aquellas fronteras: y por este temor Arnaldo de Orcau, gobernador de los condados de Rosellon y Cerdania, apercibió las veguerías de Girona y Campredon: y se pusieron en órden las huestes para salir á resistir á los enemigos, si tentasen de hacer entrada por aquellos confines.

CAP. LVIII.-De la muerte del rey Juan de Francia, y de la nueva amistad y liga que se trató con el rey Carlos quinto su sucesor, y con el duque de Anjous su hermano contra el rey de Navarra.

Murió este año el rey Juan de Francia en Inglaterra junto à Londres: y habiéndose sucedido en el reino su hijo el duque de Normandía y delfin de Viena, que se llamó Carlos, y fué el quinto deste nombre, por sobrenombre el Sabio: el rey envió á Francia para que tratasen de confirmar las alianzas que tenia con aquella casa á mosen Francés de Perellós, su camarero, y á Francés Roma su vicecanciller. Estos embajadores y el castellan de Amposta, se juntaron en Tolosa con Luis duque de Anjous, conde de Maine, hermano del rey de Francia, y su lugarteniente en las partes de Lenguadoque, y á nueve del mes de marzo deste año, se concertaron con el duque y con el mariscal de Audena, y con Pierres Davoir canciller y camarero del rey de Francia, y con Pedro Statise, y Juan del Hospital sus tesoreros, que en su nombre vinieron á Tolosa, para tratar nueva confederacion con el rey de

Aragon. Fué tratado entonces de confirmar las confederaciones y alianzas antiguas entre sus reinos, por si y sus sucesores, y que el duque de Anjous ú otro cualquiera capitan del rey de Francia, pudiese con su ejército de gente de armas y de pié entrar por Rosellon, y por el condado de Barcelona, y por Aragon, y se recogiesen en las villas y castillos, y se les diese paso y viandas por sus dineros, para invadir y hacer guerra al rey de Navarra. Ofrecia el duque de enviar á la conquista de Navarra muy poderoso ejército, y que no se partiria dél, hasta que la mayor parte se hubiese ganado: y el rey de Aragon habia de ayudar en esta guerra con cuatrocientos hombres de armas: y habia de venir de Francia el mariscal de Audena con quinientos, para que estuviesen en la defensa de las fronteras de Aragon, para mayor seguridad de su tierra. Conquistado el reino de Navarra, se habia de dejar | libremente al rey de Aragon: y si alguno le quisiese mover la guerra por esta causa, le habia de ayudar el rey de Francia con quinientos hombres de armas. Allende de las alianzas antiguas, se acordó de hacer nueva confederacion entre sí, esceptuando de la parte del rey de Francia y del duque su hermano, al papa y al emperador su tio, y á los reyes de Castilla é Inglaterra, y de parte del rey de Aragon al papa y á los reyes de Inglaterra y Sicilia. Pero en el mismo tiempo que esto se trataba con el duque, se concertó la paz entre el rey de Francia y el de Navarra: y despues el rey de Aragon se avino en su necesidad, como mejor pudo con el rey de Navarra, y en fin de abril siguiente, aquellas grandes compañías de Francia se vinieron acercando á Conflent, y tenian en grande recelo á los reyes de Castilla y Navarra y Aragon: y á la postre hubieron de servir para grande daño de sus reinos, aunque para sola la perdicion del rey de Castilla, que en este tiempo tenia sus embajadores en Génova, solicitando á aquella señoría y al juez de Arborea, que se aprovechasen desta ocasion para la empresa de Cerdeña: pues el rey de Aragon tenia en tanta aventura todos sus reinos.

CAP. LIX.-Que el rey de Castilla ganó á Castelfabib y fué á cercar á Orihuela, y el rey de Aragon pasó con su ejército á socorrerla.

Sabida la muerte de don Bernardo de Cabrera, partió el rey de Barcelona á cinco del mes de agosto, para venir á Zaragoza á donde estaban convocadas córtes deste reino. Propúsose en ellas, de parte del infante don Juan, que á él, por razon de la primogenitura le competia el regimiento de los reinos y tierras del rey su padre: y los del reino contradijeron esta demanda por razon del fuero, que disponia que no se podia dar pena corporal al rico hombre: y que por esta causa, la gobernacion no podia ser regida por personas de granestado, sino por caballero natural del reino, que hubiese de estar á juicio y residencia de su cargo: y que el infante no tenia edad cumplida de catorce años. Nombráronse diez y seis personas, cuatro de cada brazo, para que con el justicia de Aragon ordenasen los fueros que conviniesen para el estado del reino y para corregir los que el uso reprobaba, y para ordenar lo que concernia á la guerra, para la defensa del reino. Estos fueron por la Iglesia, don Lope de Luna, arzobispo de Zaragoza, don Jimeno, obispo de Huesca, el abad de San Juan de la Peña y fray Guillen de Abella, lugarteniente del castellan de Amposta. Por los nobles fueron los condes de Ribagorza y Urgel, don Luis Cornel y don❘

Felipe de Luna: y por los caballeros, Pedro Jordan de Urries, Ramon de Tarba, Garci Perez de Casvas y Jimen Perez de Salanova: y por las universidades, dos de Zaragoza, que fueron Garci Perez de la Naja y Fortuño de Liso: Martin de Anzano por Huesca y por Barbastro, Guillen de Crexenzan. En esta sazon Diego Gomez de Toledo y otros capitanes que el rey de Castilla tenia en Teruel, hacian guerra en la comarca de Montalvan, y fuéron á cercar á Visiedo, y fué acordado por los de la córte, que el conde de Urgel fuése á socorrerle, y llevó cuatrocientos y cincuenta de caballo: y porque el conde de Trastamara tenia en servicio del rey debajo de su capitanía mil de caballo y otros mil de pié, la corte se obligó de pagarle por el sueldo desta gente, en cada mes veinte mil florines por tiempo de seis meses, con condicion que el conde en esta guerra de Castilla sirviese el rey como vasallo, si le quisiese en su servicio: y al rey y las personas que fueron deputadas por la corte hicieron pleito homenaje de guardar al conde las condiciones que se trataron, para que la gente fuese pagada: y tambien el conde hizo pleito ho→ menaje al rey y á la corte de cumplirlas por su parte, y lo mismo juraron don Gonzalo Mejía, comendador mayor de Santiago, Gonzalo Gonzalez de Lucio, Diego Lopez Pacheco y Gomez Carrillo, que estaban en servicio del conde de Trastamara: y porque el rey no tenia con que pagar lo que debia al conde de Trastamara, del sueldo corrido de su gente, que eran mas de ochenta mil florines, le vendió en aquella cantidad los lugares de Igualada y Piera en Cataluña. En este tiempo ya el rey de Castilla era vuelto de la Andalucía para proseguir la guerra, cuando se habia de alzar la mano della, por ser entrado el invierno, sin dar ningun descanso á sus gentes: y así se acometió de combatir á Visiedo, y él se fué con su real à poner sobre Castelfabib, con gran sentimiento é ira que tuvo contra los de aquel lugar, que dos veces se habian alzado contra los suyos: la primera cuando el conde de Denia prendió al infante de Navarra, y la segunda, cuando mataron al capitan que allí habia dejado y á cuantos castellanos estaban dentro. Como aquel castillo era de los mas importantes de aquellas fronteras, y los del lugar se señalaron tanto en esta guerra, y fueron tan fieles, el rey luego que tuvo aviso, acordó de se partir con las gentes hácia aquellas fronteras: y porque los actos de la corte no cesasen por su ausencia, constituyó por su lugarteniente al justicia de Aragon, para todas aquelas cosas, en que se requeria en aquellos actos la voluntad y consentimiento del rey. Salió de Zaragoza á diez y siete del mes de octubre, y fuése á Fuentes: y porque tenia convocadas cortes á los catalanes para la ciudad de Lérida, cometió que las tuviese en su lugar la reina, y él prosiguió su camino y mandó que le siguiesen sus huestes, con propósito de socorrer á Castelfabib. Fuése derecho camino á Montalvan, á donde se detuvo esperando la gente de guerra, hasta veinte y tres del mes de octubre y pasando á Mora supo que no faltaban sino dos dias de plazo, que los de Castelfabib habian tomado con el rey de Castilla para, rendirse sino fuesen socorridos: y teniendo delibera do de pasar con su ejército la via de Castelfabib que dista á tres leguas de Mora, supo que antes del plazo se habian rendido. De allí partió el rey de Castilla con su ejército la via del reino, de Valencia y ganó la villa y castillo de Ayora, y envió á don Gutierre Gomez de Toledo, maestre de Alcántara, para que proveyese la villa de Murviedro, que tenia necesi

dad de viandas, y él se fué para Alicante, que estaba aun por él: y tornó á cobrar algunos castillos de aquella comarca, y fuése á poner con fin de asentar su real, sobre Orihuela. Teniendo el rey nueva desto, partió de Villareal á veinte y seis del mes de noviembre, y siguió su camino por Chilches, Mazamagrell y Torrent, y fuése al lugar de Algecira, por socorrer á Orihuela que estaba en gran peligro por la falta que tenian de viandas. Iban con el rey el arzobispo de Zaragoza, y los condes de Urgel, Ribagorza y Prades, y el conde de Trastamara, y don Tello y don Sancho sus hermanos, el maestre de Montesa, y muchos barones aragoneses y catalanes y del reino de Valencia, y llevaban hasta tres mil de caballo, Y mas de diez y seis mil de pié. Estando el rey de Castilla en Elche con su real, tenia en tanto estrecho á los de Orihuela, que dista á tres leguas, que no les podia llegar socorro ninguno, sino á vista suya, y tenia el paso tomado á los nuestros, y estaba tan poderoso, que afirma el rey en su historia que tenia hasta siete mil de caballo, y mas de cuarenta mil de pié, y cada dia se iba allegando mas gente de los reinos de Murcia, Toledo y Castilla. Salió el rey con sus huestes de Algecira, el primero del mes de diciembre, y fuése á Gandía y otro dia por la mañana á Villaluenga, y el día siguiente á Luchente, de donde movió á cinco del mes de diciembre, y fuése á poner en el lugar de Alcoy á donde se detuvo tres dias. Escríbese en la historia del rey esta jornada mas en particular que otra ninguna, á quien yo seguiré á la letra en esta parte. De Alcoy se fué con su ejército á un lugar que se llama Biel, que está junto de Castalla, y continuó su camino con gran celeridad, y fue por Sax, que es tierra yerma y muy desierta, á alojarse en la vega de Favanilla, qué está á nueve leguas de Biel, y llegó de noche muy tarde y fatigado por ser la jornada muy grande, en la cual no paró la gente de caballo á comer. Sintiéndose el rey muy quebrantado de una tan grande jornada, porque en toda ella no se habia apeado y comian estando á caballo, echándose sobre una cama, llegó á él el conde de Trastamara, y le dijo: «Señor, con tales jornadas como estas quiebran los grandes reyes los ojos á los reyes sus enemigos: y en esta jornada, señor, habeis quebrado al rey don Pedro de Castilla el ojo derecho: y os habeis señalado como rey y señor, por mantener y defender vuestro reino: y así señor, ahora es tiempo de descansar, pues habeis alcanzado el honor que os pertenece.» Estaba en Orihuela por gobernador y capitan un caballero muy principal del reino de Valencia que se decía Juan Martinez de Eslava, que en esta guerra y en la pasada habia hecho al rey muy señalados servicios, y envió á Favanilla á dar aviso al rey de la necesidad en que estaba, y que el rey de Castilla amenazaba que saldria á darle la batalla, al campo que se decia de la Matanza, por donde habia de pasar á Orihuela, y que estaba con gran poder de gente de armas. Otro dia á hora de tercia, salió el rey con su ejército, para pasar á socorrer á Orihuela, y dar la batalla al rey de Castilla si le saliese al encuentro: é iban en la avanguarda los condes de Ribagorza y Trastamara, y habiendo bajado un recuesto, caminaron sus batallas ordenadas per el campo de la Matanza, á donde se repararon y salieron de Elche hasta mil de caballo, con el pendon del rey de Castilla, y llegaron muy cerca de los nuestros, pero no se movieron de un lugar. Detúvose el rey con sus escuadrones en aquel campo, esperando și el rey de Castilla saldria á dar la

batalla, y no quiso partirse hasta que los condes de Ribagorza y Denia le dijeron que bastantemente se habia honrado aquel dia de su enemigo, y que ya era hora que se entrase en el lugar, porque convenia que su ejército se alojase temprano en la vega de Orihuela, y así se hizo. El rey de Castilla no quiso dar la batalla, con temor que tenia de los suyos, no se confiando dellos: y refiere el rey en su historia, que aquel mismo dia que pasó por el campo de la Matanza, salió el rey de Castilla de Elche con toda la gente de caballo y de pié para dar la batalla, estando los unos á vista de los otros y deliberándose entre los de su consejo si la batalla se daria, pareciendo á los maestres de Santiago y Calatrava y á los otros grandes, que no se podia escusar, y que tenia la victoria cierta, él dijo palabras de gran desconfianza, amancillando la honra y buena fama de sus vasallos, afirmando que si él tuviera la gente que el rey de Aragon llevaba, y fueran sus súbditos, peleara contra todos ellos, y así se estuvo quedo que no osó dar la batalla. Llegó nuestro ejército á la vega de Orihuela á once del mes de diciembre, y detúvose allí el rey seis dias, dando órden como el lugar se proveyese de bastimentos y de todas las municiones necesarias que se llevaron por mar al cabo de Cerver. Habiendo socorrido el rey aquel lugar, con tanta reputacion partió de Orihuela á la Fuentesalada, y por las Salinas, Bajars y Ontinyen, se vino á Játiva y Algecira, y el rey de Castilla envió á Martin Lopez de Córdoba con dos mil ginetes, y con otra mucha caballería de gente de armas, para que fuésen siguiendo la retaguarda y el primer dia, segun don Pedro Lopez de Ayala escribe, pusieron á los nuestros en tanto rebato, que poco faltó que no se recibiesen algun gran revés, atravesando por el Pinar de Villena : pero despues venian con tan buena ordenanza, que no pudieron hacerles daño, aunque fuéron siempre á vista de los nuestros, hasta que entraron en el reino de Valencia, y salieron de la tierra del rey de Castilla por donde pasaban, y entróse el rey en la ciudad de Valencia la vigilia de Navidad. De Elche se vino el rey de Castilla á Denia, é hizo guerra en los lugares de aquella comarca, y fuése á poner con su real sobre Calpe, que está á la ribera de la mar: y en aquella sazon queriendo pasar don Gutierre Gomez de Toledo, maestre de Alcántara, á bastecer de viandas la villa de Murviedro, saliéronle al encuentro el conde de Ribagorza y don Pedro Muñiz, maestre de Calatrava, con muy buena caballería y el pendon de la ciudad de Valencia, y pelearon con él junto á las Alcublas, y fueron en la batalla vencidos los castellanos, y murió el maestre de Alcántara, y fué preso Juan Martinez de Rojas y otros muchos caballeros, y perdieron la recua que llevaban. Por este destrozo partió el rey de Castilla del cerco de Calpe, con deliberacion de irse á Sevilla y en el mismo tiempo la armada del rey de Aragon, cuyo capitan general era el vizconde de Cardona, que iba á socorrer á Calpe, se encontró con la armada de Castilla, en la cual iba por general Martin Yañez de Sevilla, y desbarataron la armada del rey de Aragon, y ganaron los enemigos cinco galeras, y con esta victoria y presa se entraron en el puerto de Cartagena. Fué público que iba en la galera capitana del rey de Castilla el conde de Osona, y que se señaló en esta batalla: y teniendo el rey de Castilla aviso desto, se vino á Cartagena, y mandó matar á todos cuantos iban en las cinco galeras, y pasaron á cuchillo toda la chusma, que no dejaron sino á los que sabian

labrar los remos. En este año de mil y trescientos y sesenta y cuatro á tres dias del mes de agosto, casó don Juan conde de Ampurias, hijo del infante don Ramon Berenguer, con la infanta doña Blanca de Sicilia, que era hermana de la reina de Aragon: y el infante y la condesa doña María Alvarez de Ejérica su mujer, hicieron donacion á su hijo del condado de Ampurias. Tuvo deste matrimonio una hija, que se llamó doña Leonor, y despues de la muerte desta infanta, casó segunda vez con la infanta doña Juana, hija del rey de Aragon.

CAP. LX.-De la embajada que el rey envió al rey de Francia.

Tenia el rey convocadas cortes á los catalanes para la ciudad de Tortosa, y salió de Valencia el primero de enero del año de la Navidad de mil y trescientos y sesenta y cinco, y allí le sirvieron con diez y siete cuentos de moneda barcelonesa por tiempo de dos años: y fué para en aquellos tiempos tan señalado servicio, que con lo de Aragon y del reino de Valencia, pudo sustentar todo el peso de la guerra, hasta cobrar to que habia perdido de sus reinos, que era tanto, que segun él afirma en su historia, era mas lo que estaba de ambos reinos en poder de los enemigos, que todo el reino de Valencia. De aquella ciudad envió al rey don Pedro de Portugal y al infante don Fernando su hijo, á fray Guillen Conil, prior del monasterio de predicadores de Barcelona, sobre la deliberacion de la infanta doña María, mujer del infante don Fernando, á la cual dió el rey licencia que se pudiese ir á su su padre, siempre que quisiese. Enviáronse tambien en el mismo tiempo Francés de Perellós, y Francés Roma á Francia, para que con el castellan de Amposta entendiesen en la conclusion del tratado que se tuvo en Tolosa con el conde de Anjous, y se confirmasen las paces y alianzas antiguas con el rey de Francia y por parte del rey de Francia se procuraba que el rey hiciese guerra al rey de Navarra: y aunque esto era muy peligroso, estando tan encendida la que tenia con el rey de Castilla, el rey era dello contento, viniendo el duque de Anjous como estaba tratado, para hacer la guerra y conquistar á Navarra y siendo entregado aquel reino al rey de Aragon, ofrecia de ayudar por mar y por tierra al rey de Francia en la conquista del ducado de Guiana, fenecida la guerra de Castilla, para lo cual habia de ayudar el rey de Francia con mil de caballo. Todo esto fué con fin de valerse el rey en la guerra que tenia con el rey de Castilla, de la gente del reino de Francia, porque el rey de Navarra nunca quiso romper la guerra, y se hubo con grande sagacidad en estos negocios, escusándose que el rey no cumplia la paga del dinero que se le habia de dar.

CAP. LXI.-Que el rey fué á cercar á Murviedro y el rey de Castilla cercó á Orihuela y la ganó, y el prior de San Juan y los caballeros que estaban en Murviedro y Segorbe se dieron á partido.

Fenecidas las cortes que el rey tuvo á los catalanes en Tortosa, fuése al lugar de San Mateo á veinte del mes de febrero, y detúvose allí ocho dias esperando sus gentes para ir á cercar á Murviedro: y puso su campo sobre aquel lugar, y hacia guerra en toda su comarca, por cobrar los castillos de Artana, Serra y Segorbe, y Torres torres, porque todo estaba en poder de los enemigos hasta Teruel. Cuando el rey de Cas

tilla supo que Murviedro estaba cercado, fuése él á poner con su real sobre Orihuela, porque su fin era no venir á batalla con el rey de Aragon, recelándose de sus gentes. Dióse el combate à Orihuela un juéves á treinta del mes de mayo deste año, y los de la villa se defendian muy bien: y fué muerto en aquel combate un gran caballero de la Andalucía que se decia don Alonso Perez de Guzman, que fué hijo mayor de don Juan Alonso de Guzman, y nieto de don Alonso Perez el Valeroso, que en algunas historias del rey don Pedro de Castilla se declara que le servia en esta guerra, siendo los de aquella casa tan perseguidos por él: y fué hermano mayor de don Juan Alonso, primer conde de Niebla. Dentro de ocho dias se dieron los de la villa, y combatióse el castillo con toda furia, que era uno de los mejores y mas bien labrados que habia en España. Estaba en su defensa como dicho es, Juan Martiñez de Eslava, muy principal y valiente caballero: y entendiendo el rey de Castilla, que de solo su valor y consejo dependia la defensa de aquella fuerza, hízole llamar á trato, para hablar con él y siendo asegurado por algunos caballeros, saliendo fuera á la habla, es— tando el rey de Castilla en una bastida, tenia consigo dos ballesteros que le tiraron dos saetas, y fué herido por el rostro, y por esto se hubo de rendir el castillo á partido, y á pocos dias murió de la herida, y hubo sospecha que por mandado del rey de Castilla, los cirujanos echaron ponzoña en la llaga con que muriese. Habiendo cobrado á Orihuela con el castillo, con aquel ardid tan indigno de usarse de cualquiera príncipe, el rey de Castilla se volvió á Sevilla para enviar su armada contra las costas de Cataluña, y dejó de socorrer á los de Murviedro por batalla, porque no tenian otro remedio, y él no se aseguraba de los suyos, por ser muy aborrecido de todos. Entonces tuvo el rey aviso que enviaba el rey de Castilla por capitan general de veinte galeras, al conde de Osona, y que iba á Blanes, á donde estaba la condesa su mujer con sus hijos, porque aquel lugar y San Pol de Maresma, fueron de don Bernardo de Cabrera, y quedaron en poder de algunos caballeros que los tenian por la condesa con el castillo de Hostalrich, y con otras fuerzas del vizcondado: y habia recelo, que el conde entendia llevar de allí á la condesa su mujer y à sus hijos, 6 tomar rehenes de aquel lugar, de suerte que se tuviese por él: y dióse aviso á toda la costa de la salida destas galeras, y no hicieron efecto, y la condesa y sus hijos se fuéron despues á Francia. El rey no desistió del cerco de Murviedro, ni de hacer la guerra en aquella frontera, y los que estaban en su defensa, hicieron tambien su deber, que padecieron toda la hambre y miseria que pueden pasar los que están cercados: y faltándoles toda esperanza de socorro, á cabo de seis meses se dieron á partido el prior de San Juan y los otros caballeros y capitanes que estaban dentro, que era muy escogida gente, habiendo tenido muchas escaramuzas y peleas con los del ejército del rey. Diéronse con condicion que saliesen en salvo con sus armas y bienes, y se pudiesen ir donde quisiesen, y así el prior de San Juan y Pero Manrique, adelantado mayor de Castilla, y todos los caballeros y gente de guerra que allí habia, que eran hasta seiscientos hombres de armas, y muchas compañías de soldados viejos salieron armados y â pié, con toda su ballestería y entregaron la villa al rey, y entró en ella á catorce del mes de setiembre. Pero el conde don Enrique tuvo tales formas y pláticas con aquellos caba

lleros, que los mas se concertaron con él, porque no osaron ir á Castilla temiendo el rigor del rey don Pedro, porque un año antes habia mandado prender á Juan Alonso de Benavides, que habia quedado en guarda y defensa de la ciudad de Segorbe, porque le fué á pedir socorro por estar en estrema necesidad, y murió en la prision siendo uno de los mas señalados caballeros que sirvieron en las guerras de los moros al rey don Alonso su padre, por cuyo esfuerzo y valor se defendió Tarifa contra los reyes de Granada y de Benamarin, hasta qne fué socorrida por el rey de Castilla. Despues de haberse rendido la villa de Murviedro, el rey se detuvo algunos dias en Valencia, ordenando las cosas necesarias para continuar la guerra, y dejó en aquel reino por su lugar teniente al conde de Urgel su sobrino, y por gobernador á Jaime Celma, y él se partió á veinte del mes de octubre camino de Barcelona, porque esperaba aquellas grandes compañías de gente de armas que residian en Francia, que venian á servirle en esta guerra. Por esta causa aunque el rey tenia convocadas cortes en Zaragoza para veinte y cinco del mes de noviembre, se prorogaron y por no poder venir á ellas, cometió al infante don Juan que las pudiese continuar y prorogar para que se procurase que el sueldo de la gente de guerra se pagase por los meses venideros, y se diese tal órden como en la entrada de la gente de guerra extranjera hubiese tal provision que se escusase todo escándalo. Hubo para esto llamamiento ge- | neral del infante, para que se congregasen todos los prelados y ricos hombres y caballeros y procuradores de las universidades del reino, que suelen juntarse á córtes, y concurrieron con protestacion que iban como particulares personas, por no poder ser aquellas cortes estando el rey ausente. En este medio el conde de Urgel puso en grande estrecho la ciudad de Segorbe, en la cual habia dejado Juan Alonso de Benavides algunos caballeros sus deudos y muy escojida gente; y por no ser socorridos se rindieron á partido. Teniendo el rey nueva cierta que las compañías de Francia venian la via de Rosellon, él se vino á Tortosa: y de allí á diez y seis del mes de diciembre porque supo que la gente que el rey de Castilla tenia en Tarazona, Borja, Magallon y Mallen hacian grande daño en las comarcas de Tauste y Ejea, y que se juntaban todas las compañías de caballo y de pié de aquellas fronteras, y se hacian grandes aparejos de municiones para pasar el rio Ebro y combatir los lugares de Tauste y del Castellar, proveyó que las huestes de Jaca, Huesca y Barbastro fuésen á socorrerlos, y el rey se volvió á Barcelona.

CAP. LXII. De las compañias de gente de armas de Francia que vinieron à servir al rey en la guerra contra el rey de Castilla, y que los castellanos desampararon todas las villas y castillos que habian ocupado en los reinos de Aragon y Valencia.

cés de Perellós, entendiendo el papa y el rey de Francia cuanto importaba limpiar aquella tierra de tales gentes que eran la misma pestilencia della, trataron que viniesen á España al sueldo del rey de Aragon. Para socorrer esta gente y que se animasen á venir á esta expedicion, les dió el papa cien mil florines de oro y el rey de Francia otros lantos, y por parte del rey de Aragon se les ofreció de dar otros cien mil, allende del sueldo que se les señaló: y habian de estar en Barcelona por todo el mes de diciembre deste año. No fué menor la esperanza que tuvieron los capitanes destas compañías, de las promesas que les hizo el conde de Trastamara á quien ellos eran muy aficionados, porque con su venida se tuvo por rey de Castilla y ofrecióles muy largas mercedes: y eran los principales capitanes Beltran de Claquin, conde de Longavila, que era un gran capitan y muy notable caballero, natural de Bretaña, que despues fué condestable de Francia, y el señor de Audena mariscal del reino de Francia, y el señor de Claravalls, y un caballero inglés que se llamaba Ugo de Calviley, y el conde de la Marca y otros muy señalados caballeros de Guiana y Picardía. Estas compañías entraron por Rosellon y Puigcerdan, y los principales capitanes vinieron á Barcelona, á donde el rey estaba, y el primer dia del año nuevo de mil trescientos sesenta y seis, el rey les tuvo gran sala y fiesta en el palacio mayor, y comieron á su mesa á la mano derecha, Beltran de Claquin, y á la izquierda el infante don Ramon Berenguer, y despues el senescal de Francia y Ugo de Calviley, y por todo el palacio hubo diversas mesas para todos los capitanes y caballeros, y fueron muy bien festejados, y sus compañías eslaban alojadas por aquellas comarcas del Vallés y en los lugares de la ribera de Llobregat. Despues á nueve del mes de enero, hizo el rey merced á Beltran de Claquin de la villa de Borja, con los valles de Elda y Novelda, con título de condado: y dióseles cumplimiento de paga de los cien mil florines antes que saliesen de Barcelona, y allende desta paga, se les dieron de sueldo otros veinte mil. Porque estas compañías y las que entraban por Puigcerdan, habian de venir por Pertusa y se habian de juntar en Lérida, envió el rey á fray Guillen de Guimerá, para que los hiciese allí recoger y proveer de todo lo necesario: y mandó que fuésen delante Pedro de Boil con su compañía de gente de armas, y con las del conde de Ribagorza, y don Juan Ramirez de Arellano, con otra compañía de ciento de caballo, para que se juntasen con las otras de gente de armas del reino, que habian de entrar en Castilla con el conde de Trastamara, que eran las compañías de don Felipe de Castro, y de don Juan Martinez de Luna, y de don Pedro Fernandez de Ijar, y de otros ricos hombres y caballeros de Aragon. Salió el rey de Barcelona á veinte y uno de enero, y fue á Tarragona, á donde se detuvo hasta seis de febrero siguiente, porque se recogiese primero el dinero para cumplir la paga desta gente, y lo que le debia al con

Muerto el rey Juan de Francia y fenecida la guerra que tanto tiempo habia durado entre franceses é inde de Trastamara, que era gran suma, y dióle allí ligleses, quedaba todo su reino tan sujeto á la gente de guerra en la paz, que era tan estragado y destruido como lo pudiera ser de los enemigos: y como el rey de Aragon en las guerras que tuvo con el rey de Castilla, que habia mas de nueve años que duraban, procurase siempre de traer á su servicio aquellas compañías de gente extranjera, y postreramente fuésen por esta causa á Aviñon el infante don Pedro y Fran

cencia, que pudiese vender de los lugares que le habia dado en estos reinos, hasta en cantidad de setenta mil florines. No hallo número cierto de la gente de guerra que con estas compañías vino de Francia, mas de parecer por la historia del rey y por los autos de las córtes, que eran innumerables gentes: y don Pedro Lopez de Ayala escribe, que serian de diez ó doce mil combatientes de buena gente de caballo, y de hombres

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