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su sobrino, hijo del rey de Mallorca, en sazon que habia tanta gente de guerra en Francia desmandada, y estaban á las puertas de Rosellon, á donde los señores desta casa fueron siempre favorecidos, para que volviesen á ser restituidos en su reino. Habia hecho el papa Inocencio muy grande instancia con el rey para que el infante se librase de la prision en que estaba, y él se escusaba siempre, respondiendo que lo habia de comunicar con los prelados y barones de sus reinos en córtes: y postreramente, antes que el cardenal de Bolonia partiese, lo tornó á pedir y requerir al rey diversas veces, y nunca se pudo con él acabar: y teniendo dello noticia el infante, trató con algunos servidores suyos, como pudiese salirse del castillo nue vo de Barcelona, en que estaba con grandes guardas, y en muy áspera prision; y así se salió el primer dia de mayo de este año á media noche, que fué el mismo dia que el rey llegó a la villa de Perpiñan. Tenian car

ra enviarla al rey de Castilla contra el rey de Granada | salirse de la prision en que estaba el infante don Jaime recibió don Bernardo de Cabrera una carta del rey de Castilla, en que le avisaba que habia hecho paz con el rey de Granada y que no era necesario que la gente de caballo se le enviase, pero que fuése él allá, para concluir lo del matrimonio entre el infante don Alonso su hijo primogénito con la infanta doua Leonor: y que se iba á las fronteras de Castilla y Navarra, porque tenia entendido que el conde de Trastamara, con las grandes compañías del reino de Francia se venia acercando para hacer entrada en su reino. Mas esto fué notoria astucia y malicia, para tomar mas desapercibido al rey de Aragon, que de ninguna cosa se recelaba menos que del rompimiento, y era partido de la ciudad de Valencia á diez y ocho del mes de abril con tres galeras, y se fué á desembarcar en Colibre, porque se publicaba que aquellas compañías de Francia habian de entrar por Rosellon. Habíase el rey de Castilla confederado nuevamente con los reyes de Portugal y Navarra, y con el rey de Gra-go de la guarda del infante diversas personas de gran nada que habia sido restituido en su reino por la muerte del rey Bermejo, á quien el rey de Castilla mandó matar muy ignominiosamente, por desordenada codicia, publicando que le habia hecho asentar deshonesta paz con el rey de Aragon, y aliándose | con los condes de Fox y Armeñaque, y con el señor de Labrit, y con otros grandes de Gascuña, trató que por diversas partes se hiciese guerra al rey de Aragon, estando sin ninguna sospecha della por la buena y firme paz que pensaba tener con el rey de Castilla. Traia desde la Andalucía apercibidas sus gentes, con publicacion de salir á resistir á las compañías de Francia, y con gran disimulacion se fuéron acercando á nuestras fronteras, y el rey de Castilla se fué á Soria á donde se vió con el rey de Navarra y con el infante don Luis su hermano y sin declarar que queria mover la guerra contra el rey de Aragon segun en su historia se refiere, le obligó mañosamente que le valiese en ella. De allí se concertaron que el rey de Castilla viniese á cercar la villa de Calatayud, y el de Navarra otro lugar de sus fronteras. Esto se hizo tan repentinamente y con tanta pujanza, que antes que el rey de Castilla llegase á poner su real sobre Calatayud, ganó segun don Pedro Lopez de Ayala escribe, los mejores castillos de aquellas fronteras, que fueron Hariza, Ateca, Terrer, Moros, Cetina y Alhama: y desta manera antes que se comenzase á gozar de la paz y aun hubiese seguridad della, se volvió á romper y continuar mas sangrienta guerra: y estando el rey en los últimos fines de su reino, su enemigo antiguo que estaba mas apoderado de su furor que nunca, con ayuda del rey de Navarra y con las alianzas que tenia en el reino de Francia, tan á deshora le salteó su reino, que le puso en harto peligro de perderlo cuando mas se tenia por seguro y aun cuando pensaba valerse dél contra aquellas grandes compañías de gente extranjera, que trataban de acometer otra vez lo de Rosellon, que eran tantas que hicieron poco menos daño en el reino de Francia que los ingleses en la guerra pasada.

CAP. XXXIX.-Que el infante don Jaime de Mallorca se escapó de la prision en que estaba, y se fué despues á Nápoles y casó con la reina Juana.

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confianza y mudábanse cada semana, y aquel dia la tuvo un Nicolás Rovira : y ordinariamente dormian en una cámara junto à una jaula de hierro, en la cual tenia el infante su cama, y habia tantas guardas que parecia imposible poderse salir, porque le dejaban cerrado en aquella prision cuando se iban á dormir, y de dia andaban con el infante por el castillo, sin apartarse dél: y cuando se ausentaban, le dejaban cerrado en su jaula. Pero túvose tal forma, por medio é industria de Jaime de Sanclemente, capiscol de la Seu de Barcelona, que solicitaba los negocios del infante, que con llaves falsas abrieron las estancias del castillo siendo partícipes en este trato algunos de los oficiales que habia dentro, y degollaron á Nicolás Rovira en la cama en que dormia, y sacaron de aquella prision al infante, y le pusieron en salvo. Fué esto á tal coyuntura, que por el mismo tiempo falleció el rey Luis en Nápoles, que murió á veinte y seis de mayo, dia de la fiesta de la Ascension: y por el deudo que el infante don Jaime tenia con los príncipes de aquella casa, se recogió á aquel reino, intitulándose rey de Mallorca; y no pasó un año, que la reina doña Juana se casó con él. Puso este caso en grande cuidado al rey, creyendo que los roselloneses harian alguna mudanza, declarándose por el infante por la aficion que tenian á aquel príncipe, que ellos habian jurado por su señor y legítimo sucesor, y temiose mas en aquella sazon, que en Lenguadoque y Proenza y por toda Francia, andaban tanta gente de guerra desmandada, y se buscaban ocasiones para echarla de la tierra: aunque los de Rosellon por esta novedad no se movieron, ni hubo parte que se declarase por el infante: y el rey con achaque de las compañías de Francia, mandó apercebir toda la gente de guerra de Cataluña, para que acudiesen á la defensa de Rosellon y Cerdania.

CAP. XL.-Del cerco que el rey de Castilla puso sobre Calatayud, y que el rey de Navarra en el mismo tiempo tomó el lugar de Sos.

Estando pues, como dicho es, en Perpiñan ordenando las cosas de aquellos estados, y proveyendo como se resistiese a las compañías de gente de guerra de Francia y al infante de Mallorca, si algo quisiese emprender por aquella parte, se movieron los reyes de España contra él en un instante: y el rey de Castilla quebrantando la paz que se habia concorda

Por este mismo tiempo sucedió otra novedad que puso en no menor cuidado al rey, que della resultase alguna grande mudanza dentro en sus reinos, y fuédo y firmado en Terrer, y sin desafiar al rey como

era costumbre, entró con toda su caballería en Aragon, y ganaron los suyos los lugares de Torrijo y Bijuesca y otros castillos de aquella comarca: y el día de san Bernabé pasó el rey de Castilla con su ejército, que era muy poderoso, á poner su real sobre la villa de Calatayud, estando los de aquellas fronteras mas desapercibidos y descuidados. Entonces se publicó que el rey de Portugal venia en persona á esta guerra y que habia de pasar á poner su real sobre Daroca, y se habia de juntar con él Iñigo Lopez de Horozco, con gran parte de la gente del rey de Castilla. Juntó tambien en el mismo tiempo un buen ejército don Carlos rey de Navarra, y publicaron que venia à cercar á Tarazona: y que los condes de Fox y Armeñaque, y el señor de Labrit y el capdal de Buch, venian á entrar por las montañas, para correr las comarcas de Ejca. Todo esto se acometió estando este reino sin gente de guerra y muy desapercebido, y el rey muy falto de dinero para poder socorrerle. Vista la necesidad grande en que estaban las cosas y el peligro tan presente, Jordan Perez de Urries, gobernador de Aragon, y Pedro Jordan de Urries su hermano, mayordomo del rey, juntaron los prelados y ricos hombres y caballeros que estaban en Zaragoza, para que se proveyese á la defensa de la tierra, y avisaron al rey de la entrada del rey de Castilla, que estaba con su real sobre Calatayud, y que Torrijo y Bijuesca y otros lugares eran perdidos: y el rey á diez de junio

mandó convocar todos los prelados y barones de Cataluña, para que se juntasen en Barcelona á diez de julio siguiente: y con esto proveyó que el conde de Ribagorza y Denia, en su nombre tuviese parlamento general en el reino de Valencia, porque se proveyese lo que concernia à la defensa de aquel reino: y por otra parte comenzó á tratar con el conde de Trastamara, y con don Tello y don Sancho sus hermanos, y con los caballeros de Castilla que con ellos se fuéron á la Proenza, que le viniesen á servir en esta guerra; pero estaban muy desdeñados y dudosos porque los reyes no atendian sino á lo que les convenia, y pareciales estar en grande peligro sirviendo al rey de Aragon, segun los tratos que ordinariamente habia entre ellos. Ántes que el rey de Navarra moviese con su ejército para hacer la guerra por sus fronteras, envió á desafiar al rey, diciendo que estando él preso en poder del rey de Francia, le envió á requerir con el infante don Luis su hermano que desafiase al rey de Francia y que no lo quiso hacer, estando entre sí confederados y que así quedaba fuera de su amistad. A esto respondió el rey, que en las alianzas que entre sí tenian, no se expresaba que alguno dellos fuese obligado á desafiar á ningun príncipe, mas que cada uno fuese obligado á defender el reino del otro, á sueldo del que tuviese necesidad de la defensa: y que siendo esto así y estando él en guerra con el rey de Castilla, poca necesidad habia que desafíase al rey de Francia. Que fuera bien escusado hacer ahora memoria de la confederacion que entre ellos habia, pues nunca se quiso mover para ayudarle á defender su reino en virtud de aquella alianza, contra el rey de Castilla, no siendo exceptuado en ella: y pues no le que ria por amigo y determinaba de valer al rey de Castilla, que con traicion le movia tan injusta guerra, él entendia defender su reino y ofender á sus enemigos, como sus predecesores lo acostumbraron en las guerras que tuvieron con los reyes de Navarra y Castilla. Movió luego el rey de Navarra con su ejército, y puso

su real sobre el lugar de Sos, que está en Aragon en frontera de su reino: y porque despues los navarros fueron hacia la comarca de Jaca, el rey mandó á Pero Jimenez de Pomar, que tenia cargo de la sobrejuntería de Jaca y Huesca, que proveyese que todos los de los Jugares que no estaban en defensa, se recogiesen á Jaca, y diósele cargo de ciertas compañías de gente de caballo y á otros dos caballeros que se decian Martin Perez de Latras, y Marco Perez de Latras, se dió cargo de las compañías de ballesteros, y de los lacayos de aquellas montañas. Detúvose el rey todo el mes de junio en la villa de Perpiñan: y allí fuéron dos caballeros moros que se llamaban Mahomet Abenedriz, y Josef Abenabdalla, embajadores de Bohamo Abdalla, rey de Tremecen, para asentar paz y tregua con el rey, y él la otorgó por tiempo de cinco años en el castillo de Perpiñan á veinte y cinco del mes de junio en presencia de don Pedro, arzobispo de Tarragona, y de don Bernardo de Cabrera, y de don Ramon Alaman de Cervellon, y de don Artal de Foces, y don Francés de Cervia: y el rey envió al rey de Tremecen á un caballero de su casa, llamado Francés Zacosta, para que en su presencia se confirmase, y para traer mil caballos ginetes para la guerra de Castilla, y se librasen los cristianos que estaban cautivos en aquel reino, y en el del Algarbe, desde que se perdieron las galeras que llevó Mateo Mercer en su socorro. CAP. XLI.—Que fueron presos por el rey de Castilla el

conde de Osona y don Pedro y don Artal de Luna, y otros caballeros que iban á ponerse en Calatayud. Desde que el rey de Castilla puso su real sobre Calatayud, se fué acrecentando su ejército de manera que llegaban á ser doce mil de caballo, y treinta mil de pié, y comenzaron á combatir ta villa terriblemente con su artillería, que era la mayor que se hubiese ántes visto en España, porque habia en su campo treinta y seis máquinas, que entonces llamaban ingenios, todas de batería. El rey en el mismo tiempo no pudiendo enviar tal socorro que bastase á resistir al rey de Castilla, porque no tenia junta su gente, ni aun forma para juntarla, por estar muy pobre de dinero por la guerra pasada, envió al infante don Fernando su bermano á Zaragoza, para que desde allí como mejor pudiese, socorriese á la mayor necesidad. Lo primero que el infante proveyó fué nombrar por capitan general de Tarazona y de aquella frontera, á don Pero Perez Calvillo, que era obispo de Tarazona, y natural de la misma ciudad, persona de mucho valor, y que en la guerra pasada se habia señalado entre todos, así en el esfuerzo como en el consejo, y pareció al infante que no se podia hacer mejor provision en el peligro en que aquella ciudad estaba, siendo opuesta á los dos reyes que estaban el uno del otro con sus ejércitos tan cerca: y el obispo como caballero, con gran esfuerzo y animo aceptó el cargo, y se gobernaba en él valerosamente, y con mucha fidelidad. Acudió entonces á ponerse en Daroca don Pedro Muñiz, que era en este reino maestre de Calatrava, y estaba desterrado de Castilla, y en Calatayud no se halló ningun rico hombre ni otra persona principal que pudiese ser tan obedecido de todos, como en aquella necesidad se reque ria: y esto puso en gran cuidado al rey: mayormente que la villa estaba dividida en dos bandos, y la pasion era grande entre las partes, porque eran tan poderosos que comprendian debajo de sí, no solamente la gente popular, pero todos los caballeros é bijosdalgo.

Eran las cabezas dos linajes principales y muy anti- | iglesia de los frailes de San Francisco, los de Calaguos en aquella villa, los Sayas y Liñanes, y de tal suerte estaban entre sí divisos y en bando, que los seguian todos los otros y todo el pueblo se regia por ellos, y se proveian los oficios de la justicia, y los cargos y compañías de gente de guerra, guardando en su parcialidad y discordia cierta igualdad, y con ella en conformidad de todos se proveian las cosas de la paz y de la guerra. Mas del punto que el rey de Castilla asentó su campo sobre aquella villa, sus ánimos, que en todo lo demás estaban entre sí muy discordes, se concordaron y reconciliaron para morir en su defensa por la fidelidad y naturaleza que debian al rey. Fué esta una obra tan señalada, que se tuvo por la mas famosa de aquellos tiempos, porque así los mayores como los menores, se conformaron en tan gran union, que si acaso el de Sayas reconocia que el del bando de Liñan que era su enemigo, estaba en algun peligro, á la hora le socorria como si fuera su hermano, y esto era general en todos. Pero estaban las cosas en gran peligro teniendo un príncipe tan poderoso, y con tan pujante ejército cerca de aquella ciudad, y combatiéndola con tanta furia que no les daba ningun lugar para descansar: y lo que mas se sentia, que no habia en la villa una persona tan principal á quien reconociesen como á general, y era forzado que se gobernasen las cosas por muchos, con tumulto y confusion. Por esta causa determinaron los de la villa de enviar al rey sus mensajeros, para que entendiese el estado en que se hallaba, y les enviase socorro, pues estaba entendido que aquella villa no se podia defender contra un ejército tan poderoso y para esta embajada eligieron ciertas personas eclesiásticas, y de infanzones y ciudadanos. Ántes de esto estando el rey en Perpiñan á veinte y cinco de junio, les escribió que estuviesen firmes en sus corazones, y se esforzasen á defender á sí, y á sus mujeres é hijos, y se acordasen de la gloria que otros habian ganado en disponerse á defender sus pueblos, como fueron los del Alguer y Torralva é Iviza. Para darles mayor esperanza del socorro envió á decirles que hacia todo su poder de irse para aquella frontera, y echar de la tierra á su enemigo: y que enviaria al conde de Osona, para que se entrase dentro de Calatayud, por quien ellos se gobernasen. Estuvieron todos muy constantes y con grande ánimo de defenderse ó morir como muy buenos y leales por su patria, señalándose como gente muy leal y muy diestra y ejercitada en aquel menester, porque el poder del rey de Castilla era muy grande, y siendo señores del campo, los enemigos acometieron con gran furia, y cada dia se combatia la villa, unas veces toda ella á la redonda por todo el ejército, y otras en ciertos lugares y portillos: y batian los muros con diez y seis máquinas, y con toda la batería que en aquel tiempo se usaba en grandes combates, con escalas, manteletes y gatas, y con otros artificios, así de noche como de dia: y esto se ejecutaba con tanta furia que parecia imposible poderse defender. En estos combates recibieron los enemigos mucho daño: porque murieron en ellos diversas personas de cuenta, saliendo los de la villa fuera á pelear con los enemigos, y esto se hacia tan ordinariamente que fué necesario que el rey les enviase á mandar que no saliesen á pelear fuera de los muros. Pero como cada dia se iba mas estrechando el cerco, y se apoderaron del monasterio de predicadores, que estaba fuera del muro, y con la batería derribaron la

tayud enviaron á avisar al infante y á los ricos hombres que estaban en Zaragoza con sus compañías de gente de armas, de la necesidad en que estaban, para que se fuésen á poner en los lugares fuertes, que estaban cerca, que eran Miedes, Belmonte, Fuentes, Malvenda y Paracuellos: porque con estar allf compañías de gente de caballo, los contrarios aflojasen: pero el infante y los ricos hombres se estuvieron quedos, entendiendo que no era bastante caballería la suya, para acercarse tanto á los enemigos, siendo tan poderosos. En este medio partió el rey de Perpiñan á dos de julio para asistir á las cortes que se habian convocado en Barcelona: y quedó la reina preñada en aquella villa, y parió á doce del mismo un infante que se llamó don Alonso y proveyó el rey que el conde de Osona partiese luego y se entrase en Calatayud. Vióse el rey en esta sazon muy perplejo, y tuvo grande temor de alguna novedad: y envió con el conde á escusarse que no vendria á este reino, por que morian de pestilencia, ni enviaria gente de guerra porque le faltaba con que pagarla: y segun parece en una relacion de aquellos tiempos, á la embajada que le enviaron los de Calatayud, remitió á los embajadores estando en Barcelona un rico hombre de su consejo, y les dió una carta en que les mandaba que se diesen; y pareciéndoles muy cruda respuesta, y que no procedia de comun acuerdo de los de su consejo, enviaron con otras personas mas principales á entender, si era aquella la voluntad del rey. Entretanto que consultaron al rey con sus embajadores, fué combatida la villa terriblemente, y murió peleando con los enemigos en su defensa el justicia, que era un buen caballero, y de las mas principales casas, que se decia Guillen Domir: y un caballero que era aquel año juez, y otros muchos caballeros y ciudadanos murieron peleando y defendiendo las torres y muros. Cuando el conde llegó á Zaragoza se detuvo allí algunos dias por llevar consigo algunos caballeros, y procuró que fuésen con él don Juan Jimenez de Urrea y don Jimeno de Urrea su hijo, y don Pedro de Luna, que era sobrino de don Juan, y tenian estos ricos hombres grande crédito y autoridad con los de Calatayud: pero don Juan y su hijo no fuéron, y el conde acordó de llevar consigo á don Pedro de Luna, y fuése con él á Daroca. Dejando el conde y don Pedro en Daroca las compañías de gente de caballo que llevaban al maestre de Calatrava, que tenia cargo de aquella frontera, y tomando consigo á don Artal de Luna, que era hermano de don Pedro, y caballero de la órden de San Juan, y á Ramon y Vidal de Blanes, que eran dos caballeros hermanos de Cataluña, y un caballero castellano que se decia Gutierre Diaz de Sandoval, partieron de noche de Daroca un sábado á trece de agosto: y siendo hora de media noche, llegaron al lugar de Miedes, y allí les dió el alcaide que se decia Guillen Estor, dos hombres que los guiasen hasta Belmonte, apartándose algun trecho del lugar. Llegando á un bosque que estaba á una legua de Calatayud, detuviéronse allí la fiesta, y desde un cerro reconocieron el campo que el rey de Castilla tenia sobre la villa, y desde allí el conde en6 dos hombres, y dióles sendas cartas envueltas en cera, en que avisaba como estaba en aquel puesto, y que aguardaria cierta señal de fuegos, para entrarse dentro con aquellos caballeros, y volviéronse aquel dia á Belmonte. Siendo ya tarde salieron de aquel lugar y fuéronse acercando al campo de los enemigos,

fuesen socorridos se rendirlan, y fué sobre ello á Barcelona, y el rey dió sus cartas á Guillen Estor, en que se contenia que los daba por buenos vasallos, y maudó que desamparasen el lugar y se viniesen á Daroca. Escribe don Pedro Lopez de Ayala en su historia, que luego otro dia mandó el rey que mostrasen al conde y á aquellos caballeros que fueron presos, los portillos que habian hecho en los combates de Calatayud, y que les dijo que aunque eran sus prisioneros, si se quisiesen defender, les daria licencia que entrasen dentro á su ventura, porque otro dia pensaba combatirla y tomarla: y que ellos quisieron antes ser sus prisioneros que ponerse á defenderla estando á tanto peligro. Fueron encomendados el conde de Osona y Ramon y Vidal de Blanes, al prior de San Juan, y don Pedro de Luna y don Artal su hermano, y Gutierre Diaz de Sandoval, á Martin Yañez, y todos fueron puestos en hierros: y no embargante lo que el rey de Castilla habia prometido, que no los apremiaria, para que hiciesen rendirle algunas fuerzas, hizo grande instancia con don Pedro de Luna, para que le hiciese entregar á Daroca á don Felipe su hermano, y á las compañías de gente de caballo que tenia en aquella villa, y algunos de sus castillos con grandes promesas y amenazas: y viendo cuan poco aprovechaban con él, fuéron llevados á Toledo, á donde estuvieron algun tiempo en prision, y despues los llevaron á las atarazanas de Sevilla: y murieron en ellas don Artal y Gutierre Diaz de Sandoval: y despues al tiempo que el conde don Enrique entró como rey en Castilla y cobró la ciudad de Sevilla, mandó soltar á don Pedro y á los Blanes, porque el conde de Osona ya estaba en su libertad.

junto á unas praderías: y visto que no se les hacian señales de la villa, y sus espías no volvian, se tornaron aquella noche por el camino de Miedes, á donde llegaron al alba del dia. Ello sucedió de suerte, que una de aquellas espías fué preso por la gente del rey de Castilla, y sabiendo de la ida del conde y de aquellos caballeros, luego se dió á la arma en el real, y el rey de Castilla mandó que un caballero que era alcalde de Sevilla, y se decia Gomez García de Hoyos, con doscientos de caballo, se viniese á Belmonte á donde supo que el conde y otros caballeros habian estado allí, y se babian partido: y Gomez García pasó adelante camino de Miedes, y tomaron un hombre de los que tenian los de Miedes por guarda y escucha del campo, y supieron que el conde se habia recogido dentro, y luego envió á avisar dello al rey de Castilla: y sabiendo que el conde de Osona que era una de las mas principales personas del consejo del rey, y hijo de don Bernardo de Cabrera estaba en aquel lugar, y con él don Pedro de Luna, y cuanto importaba si los pudiese haber á sus manos, maudó salir luego á Juan Alonso de Ejérica, hijo de don Pedro de Ejérica, que estaba entonces en servicio del rey de Castilla, con mil de caballo, para que se fuése á poner sobre el lugar de Miedes, y tras él partió el rey con gran parte de su caballería, y mandó llevar algunas máquinas de combate. Púsose luego cerco al lugar, de manera, que ni podia salir alguno de los de dentro, ni bastaban á defenderse y el rey de Castilla el mártes, escribió una carta al conde y a don Pedro, requeriéndoles que se rindiesen, pues entendian que no estaban en lugar que se pudiesen defender, y no le quisieron responder, y el dia siguiente tornó á escribirles lo mismo con un vecino de aquel lugar. Entonces el conde y don Pedro mandaron que saliese á la tienda del rey de Castilla Guillen Estor, y le informase de manera que creyese que ellos eran idos, y estaban en salvo, pero no bastó aquel ardid para que no instase el rey de Castilla en poner en gran estrecho el lugar, y mandar combatirle: y los vecinos de Miedes, temiendo que el lugar no se entrase por combate, requerian al conde y á don Pedro, que tomasen el mejor partido que pudiesen: y visto que no podian hacer otra cosa que rendirse 6 dejarse matar, porque el lugar no podia defenderse, acordaron todos, que se rindiesen y tornaron á enviar al rey de Castilla á Guillen Estor, y le dijo que se querian rendir con ciertas condiciones: y que enviase algun caballero con quien las tratasen: y el rey de Castilla mandó ir allá á don Martin Lopez de Córdoba, que era prior de San Juan, y despues fué maestre de Calatrava, y á Mateo Fernandez, y á Juan Alonso de Ejérica. Con estos caballeros trataron el conde y don Pedro de Luna, y los otros de su compañía, y les dijeron que ellos se rendirian al rey de Castilla salvándoles las vidas, y con que no les mandase ir por las tierras del rey su señor, para hacer. que se rindiesen algunas fuerzas, y así se acordó por el rey de Castilla y se obligó de cumplirlo, y salió el conde para verlo firmar, quedando en Miedes el prior de San Juan y Juan Alonso de Ejérica, y con esto aquellos caballeros salieron de Miedes y fueron llevados ante el rey de Castilla el miércoles á medi dia. Volvió con esta presa el rey de Castilla muy contento á su campo, y el lugar de Miedes se defendió por un mes de la gente del rey de Castilla: y despues Guillen Estor con órden de los vecinos, se concertó con el rey de Castilla que si dentro de un mes no

CAP. XLII. Que los vecinos de la villa de Calatayud por mandado del rey se rindieron al rey de Castilla.

La prision del conde de Osona, y de don Pedro de Luna y de aquellos caballeros, quitó del todo la esperanza que tenian los de Calatayud de su defensa, porque estaban ya desengañados del rey que no podian por él ser socorridos: y les envió á decir que hiciesen lo mejor que pudiesen su deber, y de parte del reino no habia tales fuerzas, que pudiesen oponerse en campo contra el rey de Castilla para defenderlos. Era venido por esta causa con alguna gente de guerra de la comarca de Huesca, don Pedro Jordan de Urries, mayordomo del rey, y este caballero y Jordan Perez de Urries su hermano, gobernador del reino, ajuntaron los prelados, nobles y caballeros en Zaragoza, para tomar consejo de lo que se debia hacer: y avisaron al rey que si él no enviaba socorro ó no venia, estaba el reino á grande peligro. Era en principio de agosto y estaba el rey en Barcelona, y habia convocado á córtes á los catalanes para catorce del mismo, porque de aquel principado le socorriesen con gente para la defensa del reino de Aragon, y ofrecieron de servirle con quinientos de caballo y mil ballesteros: y escribió al infante don Fernando que procurase con los ricos hombres, que por falta de sueldo no se des pidiese la gente del reino, y para este efecto procuró desde Barcelona, que los prelados y ricos hombres y procuradores de las ciudades y villas del reino, estuviesen en Barbastro para el dia de san Bartolomé: y aunque se juntaron aquel dia, el rey no pudo ve nir á las córtes, ántes se volvió á Perpiñan mediado setiembre, porque traia sus tratos con el conde de

Trastamara que estaba en Francia, para que hiciese gente de caballo y viniese con ella á servirle. Entretanto, como no pudo venir á Barbastro, envió al obispo de Barcelona y á Nambert de Fonollar, para que en su nombre procurasen que se alargase el sueldo de la gente de guerra que pagaba el reino. Llegando las cosas á tan estrema necesidad, los vecinos de Calatayud, despues de la prision del conde de Osona, y de don Pedro de Luna, entendiendo que ellos no ran parte para defender aquella villa de tan grande ejército, porque no estaban apercibidos ni proveidos de las cosas necesarias, y que el reino tenia tanta gente que con ella pudiese tan brevemente socorrerlos, y que en las escaramuzas y combates fueron muertos y heridos los mas, y habian perdido mucha gente, y que de ninguna parte habia esperanza de socorro, vinieron á tratar que les diese el rey de Castilla plazo de cuarenta dias, para que en este tiempo ellos enviasen al rey su señor que los socorriese: y no les viniendo socorro á cabo de aquel término entregasen la villa y los castillos. Fué contento desto el rey de Castilla, porque codiciaba haber un tan principal ugar con menos daños de los suyos: y los de la | villa enviaron sus procuradores al rey que esta ba en Perpiñan, y le suplicaron les enviase socorro dentro de aquel término, con el cual ellos pudiesen hacer en su servicio lo que debian como leales vasallos, porque estaban en la última necesidad, y en los combates pasados habian derribado los enemigos el monasterio de San Francisco, y les habian hecho un fuerte desde el monasterio de San Pedro mártir hasta el de Santa Clara, y tenian por aquella parte los muros por cuarenta brazas en cuentos, y les hiciese merced de enviar á mandar lo que debian hacer, y si su voluntad era que ellos muriesen, que de mejor gana perderian las vidas en los muros y portillos de aquella villa que rendirse, pues harto mejor les fuera morir peleando como buenos y leales vasallos, y no les habia sido permitido por el rey. A esto les respon.dió el rey, segun don Pedro Lopez de Ayala escribe, que él sabia bien en cuanto peligro habia puesto sus personas por la defensa de aquella villa, y la fatiga y miseria que habian pasado en el cerco, y cuantos buenos habian perdido las vidas por su servicio: y pues ellos habian hecho su deber como tan buenos y leales vasallos, que no era su voluntad, que ellos muriesen así antes les mandaba que entrasen con el rey don Pedro lo mejor que pudiesen por salvar sus vidas y haciendas, y fuesen suyos, que él les quitaba el pleito homenaje que naturalmente le debian, porque no tenia forma ni lugar para socorrerlos tan presto, y que esperaba de ajuntar mucha gente y poner todos estos hechos en las manos de Dios y rematarlo por bataila. Con esta respuesta se volvieron los embajadores, y segun este autor escribe, pasados los cuarenta dias que habían puesto de plazo con el rey de Castilla, le entregaron la villa con los castillos, salvando sus personas y bienes, y con condicion que pudiesen vivir en ella y segun parece en aquella relacion antigua, les fué concedido que usasen de todas sus libertades y privilegios como en el tiempo que estaban en poder de su señor natural: y con esto se rindió la villa un lúnes á veinte y nueve de agosto. Refiere el rey en su historia lo que á esto toca mas sucintamente, y dice que á veinte del mes de agosto tuvo aviso que el conde de Osona, y don Pedro de Luna y los otros, eran presos en Miedes, y á siete de

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setiembre siguiente, que Calatayud se habia rendido, y que los de aquel lugar le habian notificado el pacto que tenian con el rey de Castilla, sinó fuesen por él socorridos: y que por ciertos negocios de mucha importancia que se movieron entre él y algunos grandes de Francia, que esperaba que habian de venir á su servicio, á su sueldo, se partió de Barcelona. Estuvo el rey de Castilla en Calatayud diez dias: y partióse para Sevilla, y dejó por capitan general en aquella frontera y para que estuviesen en guarda y en defensa de Calatayud, segun don Pedro Lopez de Ayala escribe, á don Garci Alvarez de Toledo, maestre de Santiago, y con él muchos caballeros con hasta mil de caballo y dos mil ballesteros, y repartiéronse por los castillos que estaban en aquella comarca, en poder del rey de Castilla: y puso en Aranda que se ganó en esta entrada por los castellanos, á don Suer Martinez maestre de Alcántara, con trescientos de caballo: y en Moros á Pedro Gonzalez de Mendoza con otros trescientos: y quedó en la frontera de Molina, don Diego García de Padilla maestre de Calatrava con cuatrocientos: y en Calatayud dejó el rey para que residiese en su gobierno, segun en aquella relacion se afirma, una persona muy principal y de gran bondad que se decia Fernan Perez de Monroy, que se trató con los de la villa como muy buen caballero, y hubo entre ellos muy grande conformidad. Púsose gran diligencia en reparar los castillos de Calatayud, y todos sus muros y fuerzas: y pareciéndole al maestre de Santiago que la tenia bien en defensa, envió á decir á don Bernardo de Cabrera que estaba con el rey en Perpiñan, con un religioso que se decia fray Gil Perez de Terrer, guardian del monasterio de los frailes menores de Calatayud, que él era su amigo y tenia aquella villa por el rey de Castilla, que le rogaba que no quisiese entender en tales tratos, para haberla ahora, cuales se tuvieron cuando cobraron á Tarazona, porque él era el que la tenia. Mas si todavía lo quisiese ensayar, le econsejaba que no viniese en la delantera : pero que á osadas enviase al vizconde de Cardona, y esto creo que se debia decir, porque el vizconde de Cardona era enemigo de don Bernardo de Cabrera: y aun con ocasion desta embajada, se movió alguna plática con don Bernardo, para inducirle á lo que el rey de Castilla pretendia, con el torcedor de tener en su poder en prision al conde de Osona su hijo, de lo cual resultó grande sospecha contra don Bernardo, y todo se encaminó despues para su condenacion.

CAP. XLIII.-De la guerra que el rey de Castilla hizo en el reino de Aragon, y que ganó á Magallon, Borja y Tarazona, y gran parte de aquellas fronteras.

Entendió el rey todo este tiempo que se detuvo en Cataluña, en haber al conde de Trastamara y algunos grandes del reino de Francia á su servicio, porque el rey de Castilla se disponia tan de veras á lo desta guerra que no solo tenia todo su reino puesto en armas para proseguirla, pero procuró de aliarse con el rey de Inglaterra y con el príncipe de Gales su hijo, recelándose del rey de Francia por la muerte de la reína doña Blanca su mujer. Juntamente con esto, tuvo el rey fin de confederarse con Mahomad rey de Granada, que despues de la muerte del rey Bermejo se habia apoderado de aquel reino, para que hiciese guerra contra el rey de Castilla: y envió á él por esta causa, un caballero que se decia Bernardo de

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