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das y navíos, no fuesen recogidos en los puertos ó playas de los reinos y señoríos del rey de Aragon, ni sacasen armas ó caballos, ó gente alguna, ni galeras ú otros navíos, ni los dejasen pasar con armada ó con ajuntamiento de gente: y lo mismo se declaró, si don Garci Alvarez de Toledo, maestre de Santiago, y don Diego García de Padilla, maestre de Calatrava, quisiese hacer guerra contra los vasallos del rey de Aragon, porque eran enemigos de don Gonzalo Mejía y de don Pedro Muñiz,que estaban con permision del rey de Aragon apoderados de los lugares que las órdenes de Santiago y Calatrava tenian en este reino. Fué concordado, que dentro de ocho dias despues de firmada la paz, ei infante, y el conde de Trastamara, y todos los caballeros castellanos que servian en esta guerra al rey de Aragon, y llevaban su sueldo, pasasen allende el rio de Ebro, y estuviesen apartados por treinta leguas de todos los lugares de Aragon, que se tenian en guarnicion en frontera de Castilla, y no tuviesen cargo de gente de guerra, ni oficios, por los cuales pudiesen tener compañías de gente de guerra, ni, tomar apellido alguno en la tierra del rey: y si el infante y el conde, ó sus hermanos, 6 algunos de los caballeros de Castilla que los seguian hiciesen lo contrario, el rey procediese contra ellos, como contra quebrantadores de paz, puesta por su rey y por su señor: y fuese obligado de pagar todos los daños que se hiciesen. Para que esto se cumpliese y guardase, se trató que los arzobispos de Tarragona y Zaragoza, y los obispos de Valencia, Tor

importantes de nuestras fronteras, y otros lugares: aunque desto ninguna mencion hace el rey en su histo→ ria: mas de que partió de Zaragoza para Calatayud, á donde llegó á quince del mes de abril: y que allí se detuvo algunos dias, ordenando y proveyendo lo necesario á la guerra, porque el rey de Castilla con toda su pujanza se iba acercando á nuestras fronteras: y que él con todas sus gentes de caballo y de pié fué á Terrer, y en aquel lugar asentó su campo, para hacer alarde de la gente que llevaba y recojerla, porque estaba determinado, que recibida la muestra, se fuése á alojar con su ejército al campo Alavés, que estaba casi á una legua de Hariza: porque el rey de Castilla tenia cercado el castillo, y se propuso, que otro dia el rey fuése á socorrerlo y diese la batalla: y creo que don Pedro Lopez de Ayala recibió engaño en lo que escribe de la toma destos castillos, porque despues se trató que se pusiesen en rehenes por la capitulacion de la paz que entonces se hizo. Afirma tambien el rey en este lugar, que sabiendo el rey de Castilla su llegada y queriendo esperar la batalla, envió al legado, que se interpusiese entre ellos por concordarlos, y que él por acatamiento de la santa madre Iglesia romana, y por contemplacion del legado apostólico, que intervenia en esto y lo procuraba en su nombre, dió lugar á los medios de la paz, y se volvió con su real de Terrer à siete del mes de mayo, y se volvió á Calatayud: de manera, que segun esto, no parece que se hubiese ganado el castillo de Hariza, como se dice en la historia del rey de Castilla. Como quiera que fuese, es cosa muy ciertosa y Tarazona, y el duque de Girona, don Pedro de ta y constante, que el legado estando las cosas en este conflicto entre los reyes, con grande instancia y porfía, se interpuso por concertarlos y escusar la batalla, teniendo sus ejércitos tan cerca: porque puesto que el ejército del rey de Castilla era muy superior, segun en la misma historia de don Pedro Lopez de Ayala se relata, el rey de Aragon estaba determinado de dar la batalla, y no esperar, que por guerra guerreada se le destruyese la tierra, que estaba á gran peligro, estando su enemigo con tanta pujanza, que llegaba á tener, segun este autor afirma, seis mil de caballo. Fueron nombrados tratadores por parte del rey, don Bernardo de Cabrera, y por la del rey de Castilla, Men Rodriguez de Biedma, guarda mayor de su cuerpo, y Juan Alonso de Mayorga, su contador mayor, y nombráronse por medianeros en el tratado de la paz, don Pedro, abad de San Benigno de Digun, y don Juan, abad de Fiscamps, que eran nuncios del papa. Finalmente, el legado y estas personas se concertaron, que se hiciese la paz entre los reyes y sus reinos, y tierras, y vasallos y valedores, y que el uno al otro se restituyesen todos los castillos, y fortalezas, y lugares que se habian ocupado en esta guerra desta manera: que los que estaban en las fronteras de Aragon y Castilla, se entregasen dentro de diez dias, y los de la frontera del reino de Valencia y del de Murcia, dentro de cuarenta, despues que la paz fuese publicada, dejando lo que tocaba á la contienda que habia entre los reyes, sobre la toma de los castillos de Alicante y de Almazan, á conocimiento y determinacion del legado. Declaróse en este tratado, que de allí adelante el rey de Aragon no consintiese que por sus tierras se hiciese guerra en Castilla por el infante don Fernando, ni por el conde de Trastamara, ni tampoco por otro reino, mientras el infante y el conde estuviesen en Aragon, ni despues dellos idos, por tiem-rey que no lo hubiese cumplido, se entregasen al otro,

po de dos meses, se hiciese guerra al rey de Castilla, ujá sus reinos, por mar ni por tierra: y que sus arma

Ejérica, los condes de Denia y Osona, don Gilabert de
'Centellas, don Pedro de Luna y don Bernardo de Olci-
nellas, y las ciudades y villas de Barcelona, Tarrago-
na, Zaragoza, Valencia, Mallorca, Tarazona, Calata-
yud, Daroca, Teruel y Játiva, por sus procuradores,
jurarian y harian pleito homenaje, que guardarian la
paz y la barian guardar á estas ciudades y ricos hom-
bres, siempre que fuesen requeridos por parte del rey
de Castilla, y harian sobre ello guerra contra los que
fuesen contra lo capitulado. Por parte del rey de Cas-
tilla se nombraron por fieles desta paz para asegurarla,
el arzobispo de Santiago y los óbispos de Cartagena,
Búrgos, Oviedo y Calahorra, don Fernando de Cas-
tro, don Juan Ponce, don Alonso Perez de Guzman,
don Enrique Enriquez, don Beltran de Guevara, Juan
Alonso de Benavides, Men Rodriguez de Biedma, el al-
mirante don Gil de Bocanegra, Martin Lopez y Martin
Yañez, y las ciudades de Burgos, Toledo, Sevilla, Cor-
doba, Murcia y Cuenca, y las villas de Molina, Soria,
Medina Celin y Almazan. Allende desto para mayor se-
guridad de la paz, habian de dar los reyes rehenes: el
rey de Aragon al conde de Osona, y a don Pedro de
Luna, y el rey de Castilla don Fernando de Castro,
y a don Martin Gil de Alburquerque, y se habian
de poner en poder del rey de Navarra, si estuviese en
su reino, 6 en el del infante don Luis de Navarra su
hermano, y habian de entregarse en Tudela diez días
despues que la paz fuese firmada por ambos reyes,
para que estuviesen en Navarra por tiempo de cuatro
meses, despues que la paz fuese publicada, con tal
condicion, que si el legado enviase a decir al rey de
Navarra, ó al infante don Luis, que alguno de los re-
yes no hubiese cumplido lo que era obligado dentro
de aquel término de los cuatro meses, las rehenes del

para que hiciese de ellos á su voluntad: y cumplióndose por ambas partes, quedaban las rehienes libres,

se detuvo algunos dias, esperando que el rey de Castilla mandase entregar los castillos que se habian ganado por él en el reino de Valencia en la guerra pasada, que eran Montnover, Jumilla, Guardamar, Chinosa, Sot y Jera, y nombró para que los recibiesen de los alcaides que los tenian por el rey de Castilla, á don García de Loriz, que era gobernador de aquel reino, y á don Pedro Maza de Lizana, y á Vidal de Vilanova: y porque el castillo de Jumilla era de don Pedro Maza, y ca da uno de los reyes pretendia, que estaba dentro de los límites de su reino, se cometió, que se recibiese informacion de qué reino era. Entónces vino á Cari

y de esto habian de hacer pleito homenaje el rey de Navarra, 6 el infante su hermano. Dábanse tambien rehenes de castillos: y por parte del rey de Aragon, se nombraron los lugares y castillos de Hariza, Verdejo, y Alhama: y por la del rey de Castilla, Deza, Alcazar, y Ciguela: y se habian de poner en poder del legado, para que él los tuviese, y pusiese en ellos alcaides que no fuesen castellanos ni aragoneses: y declaróse, que los prisioneros que se prendieron en esta guerra, fuesen puestos en libertad: y en contemplacion de esta paz, de la una parte y de la otra, fuesen perdonados los que se habían pasado á Aragon, para ser contra el rey de Castilla, excluyendo y exceptuan-ñena, á hacer reverencia al rey, Iñigo Lopez de Hodo de este perdon al infante don Fernando, conde de Trastamara, Pero Carrillo, y Gomez Carrillo, Pero Lopez de Padilla, Suer Perez de Quiñones, Diego Perez Sarmiento, Gonzalo Gonzalez de Lucio, Garcilaso Carrillo, Alvar Perez de Guzman, y Pedro Ruiz de Sandoval. Habia de restituir el rey de Castilla á los que sirvieron al rey de Aragon en esta guerra, hora fuesen castellanos ó aragoneses, cualesquiera castillos y lugares que les fueron tomados por causa de la guerra, exceptuadas las personas que se excluian del perdon, y a don Tello, declarando, que no se le habia de restituir el señorío de Vizcaya, ni las tierras y lugares que fueron de doña Juana de Lara su mujer, y señalaron pena de cien mil marcos de plata contra el que no lo cumpliese. Despues que la paz se resolvió con estas condiciones, vinieron los abates de San Benigno de Digun, y de Fiscamps, comisarios del legado, al rey que estaba en Calatayud, y en su presencia la ratificó á catorce del mes de mayo de este año: y un dia antes la babia el rey de Castilla aprobado | y confirmado, estando en su campo en la villa de Deza, en presencia de don Bernardo de Cabrera, y don Ramon Alaman de Cervellon, embajadores del rey. Trataron entonces los reyes de hacer entre sí una muy estrecha amistad y confederacion, para unirse y valerse contra todos sus enemigos, por mar y por tierra, exceptuando que el rey de Aragon no ayudase al rey de Castilla contra el rey de Sicilia, ni el de Castilla al de Aragon contra el rey de Portugal: pero todo fué de tan poca firmeza como lo pasado, y volvieron las cosas á mayor rompimiento. Si lo que el rey escribe en su historia pasó así, que se concertó la paz con consejo del infante don Fernando y del conde de Trastamara, fué harto mas de maravillar que se concluyese, siendo ellos los que procuraban de sustentar la guerra, y mucho mas viniendo el rey de Castilla, segun se entendió, muy de por fuerza á la concordia, con temor que el rey Bermejo de Granada tenia su liga con el rey de Aragon. Concluido esto, mandó el rey por mostrar su poder, que se hiciese muestra general de su gente de caballo y de pié: y en ella se hallaron los infantes don Pedro, que entró luego en la religion, y dou Ramon Berenguer sus tios, y el infante don Fernando su hermano, y don Pedro, conde de Urgel, y los condes de Denia y de Prades, hijos del infante don Pedro, el conde de Trastamara, don Pedro de Ejérica,el vizconde de Cardona, el maestre de Calatrava, don Pedro Muñiz, y los mas de los ricos hombres de sus reinos. y otro dia, que fué á veinte y ocho de mayo, fué pregonada la paz, y el cardenal vino á la villa de Calatayud, á donde se le hizo grande recibimiento y fiesta, y allí mandó el rey despedir toda la gente de guerra. DeCalatayud partió el rey á veinte y cinco del mes de mayo, y se vino al lugar de Cariñena, á donde

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rozco, que estaba preso desde que se venció la ba-
talla de Araviana, en poder de Gonzalo Fernandez de
Heredia, y porque era caballero muy principal, y gran
privado del rey de Castilla, el rey le recibió muy bien,
y por ser prisionero del conde de Trastamara, man-
dó dar cierta recompensa al conde por su rescate: é
hizole el rey mucha merced, dándole diversas joyas
y jaeces de mucho valor. Estaba la guerra tan encen-
dida, que despues de asentada y concluida la capitu-
lacion de la paz, se hicieron de un reino á otro algu-
nos daños por las fronteras de Agreda, Cervera, y Al-
faro, y por las de Tarazona, Borja y Tauste, y por esto
se cometió por el rey á Juan Perez Calvillo, y por el
rey de Castilla á otro caballero, que se decia Pe-
ro Sanchez de Alfaro, para que entendiesen, en qué
se satisfaciesen las partes. Vinose el rey de Cariñe-
na á Zaragoza á veinte del mes de junio, y estu-
vo en esta ciudad un mes, entendiendo algunas co-
sas que convenian á la pacificacion del reino, y tam-
bien esperando, que el rey de Castilla mandase en-
tregar los castillos de Jumilla y Villel, que trataba de
retenerlos, persuadiéndose, que estaban dentro de los
limites de su reino, y que se le habia de prestar por
ellos pleito homenaje de fidelidad, y el rey pretendia
ser de su señorío: y porque no parecia cosa razonable,
que por estos castillos hubiese entre los reyes diferen-
cia, quedándose el rey de Castilla en la posesion de
ellos, pidió el rey al legado, que en virtud del poder
que tenia, lo preveyese de manera, que entre ellos
por esta causa no hubiese ninguna contienda: y so-
bre ello envió al legado un letrado de su consejo, que
se decia pero Lopez Sarnes. Restituyéronse entonces á
dona Beatriz de Lauria, que habia sido casada con don
Pedro Ponce el castillo y villa de Planes, y el lugar del
Almudena, en el reino de Valencia, que el rey habia
entregado á don Pedro de Ejérica, hermano de doña
Beatriz, en el principio de esta guerra: y tambien man-
dó el rey restituir á doña Blanca, bija de don Fernan-
do Manuel, y doña Juana Despina de Romanía, que fué
hija del infante don Ramon Berenguer, los castillos de
Navarres y Quesa, en el mismo reino: pero no pasa-
ron muchos dias, que murió doña Blanca, que habia
heredado el estado de don Juan Manuel su abuelo,
que era muy grande, y en aquellos tiempos se decia
la tierra de don Juan.

CAP. XXXIV.-De la declaracion que hizo el legado en
favor del infante don Fernando y del conde de Trasta-
de Pedro Carrillo y Gomez Carrillo, y de

los otros caballeros castellanos que vinieron à servir en
la guerra al rey de Aragon.

mara,

Concluido lo de la paz entre los reyes como se ha dicho, el cardenal de Bolonia se fué á Navarra y se detuvo en Pamplona casi todo el estío siguiente: y pen

bia ya perdonado al conde y á los otros caballeros que con ellos se hallaron cuando le prendieron en Toro, y tenian sus pendones firmados de su nombre; y finalmente se pretendia que aquella sentencia era de ningun efecto, porque cuando la dió el rey estaba descomulgado por el legado y declarado en sus reinos y publicado: y que cuando fueran legítimamente citados por el rey de Castilla antes de su sentencia, no debian comparecer ante él siendo su notorio enemigo: y que en aquellos dias habia mandado matar muy cruelmente á los hermanos del conde de Trastamara y Pero Carrillo, y á ellos los perseguian con ódio capital, y les procuraba la muerte por muchas vias. Considerando el legado que con color de aquella sentencia, se podrian seguir diversos escándalos en lo venidero, y turbase la paz que con tanta fatiga se habia procurado, aconsejándose con diversos prelados y caballeros, y personas notables, declaró aquel proceso y sentencia que se dió por el rey de Castilla contra el infante y contra el conde y los otros caballeros ser ninguna, y así la revocó: y desto quedando mas indignado el rey de Castilla, que de la causa principal de la guerra. Despues desto, el legado de consentimiento de ambos reyes, encomendó los castillos de Hariza, Verdejo y Alhama, que se ponian por el rey de Aragon en rehenes á Juan Remirez de Arellano, para que los tuviese hasta diez y siete del mes de noviembre siguiente, y por ellos hizo pleito homenaje al legado, y partióse para Barcelona, siendo concluidos los negocios de su legacía.

sando que seria en mayor confirmacion de la concordia, hizo cierta declaracion en favor del infante don Fernando y del conde de Trastamara, y de Pedro Carrillo y Gomez Carrillo, y de los otros caballeros castellanos, contra quien el rey de Castilla habia dado su sentencia, declarándolos por traidores, creyendo que con esto se tendrian por satisfechos, y se saldrian de España y no serian ocasion que se quebrantase la paz. Fundábase esto que hizo el cardenal por la primera concordia que el legado apostólico asentó entre los reyes: porque en ella se contenia que el rey de Castilla perdonase generalmente á todos los que habian servido al rey de Aragon en esta guerra, remitiendo todas sus culpas y ofensas aunque fuesen crímen de lesa magestad: y pasó así, que durante la tregua el rey de Castilla dió su sentencia contra el infante y contra el conde don Enrique y Pedro Carrillo y Gomez Carrillo, y contra otros caballeros de sus reinos, declarandolos por traidores: y esto se pretendió por parte del rey de Aragon, que era injuria notoria y manifiesta ofensa suya, siendo el infante y aquellos caballeros entón ces, no solamente valedores, pero vasallos suyos y súbditos, y no sujetos á la jurisdiccion ordinaria del rey de Castilla: porque muchos dias antes de aquella sentencia del rey de Castilla, se habian despedido y desnaturado dél, y mudaron sus domicilios en señorío estraño, y no solo eran reputados por súbditos del rey de Castilla, pero eran sus declarados enemigos. Por estas causas y razones pidió el rey de Aragon al legado que compeliese al rey de Castilla, en virtud del juramento que habian hecho, que guardase la concordia en lo que tocaba al infante y á estos caballeros, afirmando que no podria dar lugar á la paz si esto no se revocase: y el legado con grande instancia exhortó y requirió al rey de Castilla, que por bien de paz tuviese por bien de anular su sentencia: porque de otra manera le seria forzado á él revocarla, porque un beneficio tan universal no se impidiese. Escusábase el rey de Castilla con el legado, diciendo que el infante su primo, el conde de Trastamara su hermano y Pedro Carrillo y Gomez Carrillo, y los otros caballeros habian diversas veces conspirado contra él, y maquinado y tratado su muerte, y siendo ellos los princi-biendo vivir sin ella, se comenzaron á juntar y despales caudillos de los que se rebelaron contra él, fué preso por ellos en la villa de Toro, y habian inducido diversos naturales suyos y muchas ciudades y villas y fortalezas de sus reinos para que se le rebelasen, y con gente de guerra se habian puesto en campo contra él, y por estos delitos fueron declarados por traidores, y por las leyes de sus reinos que él habia jurado, no se podia revocar aquella sentencia. Pero á esto se respondia por parte del rey de Aragon, que aquello no obstaba para que la sentencia que de hecho se pronunció no se revocase, y siendo el juramento ilícito: porque ni el rey de Castilla era juez del infante ni de aquellos caballeros, ni tenia en aquella sazon superioridad alguna sobre sus personas, siendo sus súbditos y vasallos, y teniendo sus domicilios dentro de los límites de sus reinos, y señaladamente el infante su hermano, que tenia su origen y descendencia en este reino: y el conde y los otros caballeros por la que tuvieron en Castilla, se habian ya desnaturado dél segun la costumbre de España, y como se solia usar en semejantes casos: y no siendo hallados en el distrito del rey de Castilla, ni siéndole remitidos, la sentencia que contra ellos se dió, era de ningun momento. Tambien se decia por esta parte que el rey de Castilla ha

CAP. XXXV.-De la entrada que hicieron por Rosellon
ciertas compañias de gente de guerra desmandada del
reino de Francia, contra los cuales juntó el rey de Ara-
gon sus gentes, y los echaron de su tierra.
En el año pasado, segun parece por los anales de
Francia, se acabó aquella tan famosa y cruel guerra
que hubo entre Eduardo rey de Inglaterra, y el rey
Juan de Francia que tanto tiempo habia durado, y
fué puesto en libertad el rey de Francia en Cales, por
el mes de octubre, de que se siguió que todas las com-
pañías de gente de guerra, siendo despedidos, y no sa-

mandar por todo aquel reino: y llegaron á ser, segun
era la fama, veinte y cinco mil hombres, que los lla-
maban los malandrinos. Estos comenzaron á ir roban-
do, é iban combatiendo y rescatando los lugares que
se les antojaba por el reino de Francia: y poco a poco
se vinieron acercando á las fronteras, y casi de impro-
viso entraron por Rosellon. Teniendo el rey aviso des-
to, que estaba en Barcelona, mandó convocar todas
sus huestes, y salió de aquella ciudad á veinte y dos
del mes de agosto, y fuése á poner en Girona, á don-
de mandó que se juntasen todas sus gentes, que pen-
saban estar ya libres de la guerra del rey de Castilla,
acabo de grandes trabajos y fatigas que en ella'se ha-
bian pasado. Entraron robando y talando y comba-
tiendo los castillos que estaban en defensa, y en esto
se ocuparon ocho dias, y los capitanes que el rey te-
nia en Rosellon y toda la gente de aquella tierra, se
opusieron á resistirles con grande esfuerzo, y el rey
determinó de partir de Girona con su real con propó-
sito de darles la batalla; pero teniendo nueva de su
ida se volvieron al reino de Francia, y el rey se vol-
vió á Barcelona, á donde entró á cuatro del mes de
setiembre.

CAP. XXXVI.-De la embajada que el rey envió al rey de Castilla para que cumpliese lo capitulado: y del matrimonio que se concertó entre el infante don Alonso, hijo del rey de Castilla y la infanta doña Leonor, hija del rey de Aragon.

por el gran lugar que tenia en la privanza del rey: y Hlevaba órden de intervenir en la paz 6 tregua que se hiciese con los reyes de Granada y Marruecos, y para tratar de matrimonio entre el rey de Castilla y la infanta doña Juana, hija segunda del rey de Aragon: porque este año murieron la reina doña Blanca, la cual mandó matar el rey de Castilla con grande cruel

Padilla, á quien el rey de Castilla tenia por su mujer legítima, y con quien él decia haberse desposado secretamente, antes que doña Blanca de Borbon. Detúvose el rey en Barcelona hasta las fiestas de Navidad del año mil trescientos sesenta y dos, y partió el último del mes de diciembre para la ciudad de Valencia, á donde entró á tres del mes de febrero, y á veinte y uno del mismo, volvió de Castilla don Bernardo de Cabrera: y porque en la diferencia que habia sobre los lugares de Jumilla y Villel, se concertó que se nombrasen personas de cada reino, para que declarasen dentro de qué límites se incluian: por parte del rey de Aragon fué nombrado para lo de Jumilla Ramon Castellá: y para lo de Villel, Micer Alonso Muñoz de Pamplona, que era de su consejo. Mas porque don Bernardo de Cabrera, entre las otras respuestas que trajo del rey de Castilla fué, que rebusaba de mandar librar algunos moros y judíos que fueron presos en la guerra pasada, escusándose con decir, que era prohibido de derecho, el rey envió al rey de Castilla á don Vidal de Vilanova, mediado el mes de marzo: y para que asistiese á los homenajes que habian de hacer los prelados y ricos hombres, y los consejos de las ciudades y villas de aquellos reinos, en seguridad de la paz y tambien para recibir

Ántes desto, por el mes de julio, cuando el rey iba á Barcelona, el rey de Castilla le envió á pedir seis ga-dad estando presa en Medinasidonia, y doña María de leras, que era obligado por razon de paz á enviarle, en caso que tuviese guerra, y le habian de servir en ella por cuatro meses: y vuelto el rey á Barcelona, fué por la misma causa un caballero del rey de Castilla, y con él le envió á pedir que luego se le enviasen porque tenia guerra con el rey Mahomad, que llamaban el Bermejo rey de Granada, y se habia apoderado de aquel reino, echando dél al rey Mahomad que se fué á Sevilla, á donde el rey de Castilla mandó juntar sus buestes, y salió con ellas á veinte y cinco del mes de setiembre deste año, para ir contra Granada y volver á la posesion de su reino al rey Mahomad, y el rey lo mandó proveer, aunque tenia amistad y liga con el rey Bermejo: pero no pudieron tan presto partir, por la entrada de los franceses en Rosellon: y tambien porque dos dellas fueron con el legado que se partió para Aviñon, y con él envió el rey al papa á don Bernardo de Cabrera. Envió entonces el rey por sus embajadores al rey de Castilla al conde de Osona y á don Dalmao vizconde de Rocaberti, y á don Gilabert de Cruillas, y á Micer Bernardo de Palou, que era de su consejo, para que procurasen que el rey de Castilla cumpliese lo capitulado, y principalmente instasen en que se restituyesen los castillos de Villel y Jumilla, que el uno era del reino de Aragon, y el otro del reino de Valencia, y no los queria restituir el rey de Castilla, pre-del rey de Castilla el juramento y pleito homenaje por tendiendo que estaban dentro de los límites de sus reinos. Tambien se pedia que se pusiesen en libertad los cautivos moros y judíos que se habian de librar den tro de dos meses, despues de la publicacion de la paz: y habian de asistir estos embajadores al juramento que habian de hacer los prelados y ricos hombres, y los concejos de las ciudades y villas de Castilla y Leon, sobre la seguridad de la paz: y luego se comenzó á poner estorbo de parte del rey de Castilla en cumplirlo: tomando por achaque que el rey babia faltado de cumplir algunas cosas, señaladamente que el infante don Fernando, dentro de ocho dias, no habia pasado allende el rio Ebro como estaba tratado, y no le habia removido del oficio de la procuracion general: siendo así que el infante, dentro de aquel término, mandó salir sus gentes y los de su casa de Zaragoza, y que pasasen el rio, y él quedó en esta ciudad enfermo: y siendo convalecido se partió luego. Tambien le mandó el rey secretamente que no usase del oficio de procurador general dentro en los reinos de Aragon y Valencia, y se determinó de mandarlo publicar dentro de algunos dias, y el infante se fué á la villa de Fraga que era suya, y se estuvo de allí adelante en Cataluña. Con esta ocasion el rey de Castilla no dió lugar que se entregasen los castillos que se habian de poner en rehenes por su parte, habiendo entregado el rey los suyos y por esto el legado, antes de su partida, dejó mandado á Juan Ramirez de Arellano que los tenia por él, que los entregase al rey de Aragon: y entendiendo que las cosas estaban como en balanza, determinó de enviar mediado el mes de diciembre, á Castilla, á don Bernardo de Cabrera, que era siempre el árbitro de la paz y de la guerra por su mucha prudencia y valor, y

TOMO IV.

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una nueva confederacion y liga que se habia tratado entre ellos y para que se restituyesen los bienes y mercaderías que se ocuparon en Sevilla y en otros lugares de Castilla á los vasallos del rey, estando debajo de la salvaguarda y amparo del rey de Castilla. La nueva confederacion que se trató entre los reyes, fué por medio de don Bernardo de Cabrera, de la cual ni en la historia de Castilla ni en la del rey se hace mencion, y es muy digna de referirse en este lugar, porque fué ordenada y admitida como cosa que perpetuaba la paz entre estos reinos. Esto era que como por parte del rey de Aragon se propuso por don Bernardo de Cabrera, que el rey de Castilla casase con la infanta doña Juana su hija, se movió por los del rey de Castilla otro matrimonio y era que casase el infante don Alonso, hijo del rey de Castilla, con la infanta doña Leonor que era la mayor de las hijas del rey y concertose con estas condiciones. Primeramente que el rey de Castilla mandase jurar á don Alonso que era el hijo mayor que tuvo en doña María de Padilla, como infante hijo primogénito heredero de sus reinos, por todos los prelados y ricos hombres, infanzones y caballeros, y por las ciudades y villas, como se acostumbraba jurar el hijo primogénito heredero de Castilla y que el rey de Castilla su padre hiciese solemne juramento, con graves penas, que lo haria tener y obedecer por tal, y que luego le emancipase y le diese para él y sus sucesores por juro de heredad el condado de Molina, y las villas de Almanza y Medina Celin, y se entregase con el condado á don Garci Alvarez, maestre de Santiago, que era mayordomo mayor del infante, é hiciese pleito homenaje de tener este estado por el infante y no por otro alguno. Obligábase el rey 91

de Castilla á probar que despues que la reina doña Blanca murió, se habia velado con doña María de Padilla, y que juraria, que antes que recibiese por mujer á la reina doña Blanca, se habia desposado con doña María por palabras de presente : y con esto ofreció el rey de Aragon, si el rey de Castilla muriese, y se hiciese contradiccion al infante don Alonso en lo de la sucesion, que con todo su poder le defenderia y ayudaria contra sus adversarios. Con este concierto tuvo mejor ocasion el rey de Castilla de acabar con los prelados y ricos hombres de sus reinos, que fuese jurado por legítimo sucesor el infante don Alonso en las córtes que mandó en esta sazon convocar en la ciudad de Sevilla y en ellas públicamente propuso que la reina doña Blanca de Borbon no fué su mujer legítima, afirmando que antes que él se desposase con ella, se desposó por palabras de presente con doña María de Padilla, y lo tuvo secreto recelando algun gran movimiento en su reino, por el lugar y privanza que daba á los deudos de doña María y que á esto fueron presentes Juan Fernandez de Hinestrosa, tio de doña María, y don Diego García de Padilla su hermano y otros: y segun se escribe en una historia de las cosas de Castilla de aquellos tiempos, juraron lo mismo don Alonso obispo de Leon, y don Sancho obispo de Astorga : y siendo persuadidos por un largo razonamiento que les hizo don Gomez Manrique, arzobispo de Toledo, y entendiendo que convenia al beneficio de la paz, fué jurado el infante don Alonso en aquellas córtes, por primogénito heredero de Castilla, despues de los dias del rey su padre, y de allí adelante llamaron á las hijas que tenia el rey de doña María, infantas, que fueron doña Beatriz, doña Costanza y doña Isabel, y se llamó Ja madre la reina doña María; y despues que hubo acabado el rey de Castilla un negocio tan árduo é importante como era este, se le dió poco por lo que estaba concordado con el rey de Aragon cerca del matrimonio.

CAP. XXXVII.-Del socorro que el rey de Castilla envió á pedir para la guerra que hacia al rey de Granada.

de servir en ella á su sueldo por tres meses : y porque
los moros no tenian armada que fuese superior á la del
rey de Castilla, envió á pedir al rey, que en lugar de
las galeras, le enviase seiscientos de caballo, porque
él por su persona habia entrado por la frontera, y ga-
nado los lugares de Isnajar, Desna, Sagraj y Bename-
jir: y con esta victoria se volvió á la ciudad de Córdo-
ba con propósito de volver á continuar la guerra: y
pedia que el rey enviase con aquella gente á don Ber-
nardo de Cabrera y al conde de Osona su hijo. En el
mismo tiempo don Pedro de Ejérica partió del reino
de Valencia con muchos caballeros de su casa, y con
gente muy lucida para ir á servir en esta guerra al
rey de Castilla, pero adoleció luego de muy grave en-
fermedad, y murió en el lugar de Garci Muñoz : y
mandóse llevar á enterrar á la capilla real de Córdo-
ba, á los piés del rey don Alonso, de quien él fué gran
servidor, y que un hijo suyo bastardo, que se decia
Juan Alonso de Lauria y de Ejérica, fuése con aque-
Ilos caballeros en servicio del rey de Castilla. Des-
ta ida de don Pedro de Ejérica al reino de Castilla,
se agravió mucho el rey Bermejo, porque tenia hecha
su liga con el rey de Aragón, y le envió á pedir que
declarase con él su voluntad, porque él pudiese pro-
veer sobre ello lo que cumplia á su honra, y el rey
se escusó diciendo, que los barones y ricos hombres
y caballeros de sus reinos, de costumbre muy anti-
gua desde que se conquistó la tierra por los cristia-
nos, podian ir con sus compañías en ayuda del rey
que quisiesen cristiano ó pagano, y así habia par-
tido de su reino don Pedro de Ejérica para ir á ser-
vir en la guerra al rey de Castilla y que de poder
ordenado no se le pudo vedar: y que fuese cierto que
don Pedro ni otro alguno, no habia ido de su con-
sentimiento ni á su sueldo, sino a su propia costa,
como lo pudiera hacer en ayuda del mismo rey de
Granada si quisiera. Esto pasaba en verdad, y el rey
pretendia que no debia enviar sus galeras en socorro
del rey de Castilla, diciendo que la concordia que
entre ellos habia era igual, pues declaraba que fuesen
amigos de amigos y enemigos de enemigos: y que ent
el reino de Granada habia dos reyes; el uno el rey
Bermejo que era su amigo y aliado: y el otro el rey
Mahomad, que era amigo del rey de Castilla y su ene-
migo declarado: y así debía el rey de Castilla ayudar-

go, como él al rey de Castilla que emprendia la guerra por favorecer al rey Mahomad: y que él no habia sido requerido que desafiase al rey Bermejo, y que antes del desafío, no debia enviar las galeras ni otro socorro. Para concordar esta diferencia fué don Bernardo de Cabrera con dos galeras á Sevilla, y se concertó que las seis galeras se armasen. Despues como dicho es, pidió el rey de Castilla, que se le enviasen seiscientos de caballo, y el rey mandó que don Bernardo de Cabrera fuése con trescientos, y don Pedro de Luna con otros ciento. Fué gran parte esta publicacion, para que el rey de Granada se rindiese al rey de Castilla, y se fuése á poner en su poder, y perdiese la vida y el reino, para que mas presto aquel príncipe convirtiese todo su pensamiento en hacer la guerra al rey de Aragon como lo hizo.

Comenzó el rey de Castilla á hacer guerra al nuevo rey de Granada, que se habia apoderado de aquel reino con toda la furia posible, juntando todo su poder: porque se concertó con el rey Mahomad, que fué echa-le à él favoreciendo al rey Bermejo que era su amido de aquel reino, que los lugares que se ganasen por combate fuesen suyos, y entró con su ejército hasta Antequera, y no la pudiendo ganar, se volvió á su reino, y mandó que sus huestes entrasen por la vega de Granada con el rey Mahomad, creyendo que muchos pueblos se levantarian por él: y entraron los maestres de Santiago y de Calatrava, don Gutierre Gomez de Toledo, prior de San Juan, don Suer Martinez maestre de Alcántara, y don Fernando de Castro, y otros grandes de Castilla, y hubieron victoria de los moros. Despues hicieron otra entrada en fin del año pasado don Diego García de Padilla, maestre de Calatrava, y don Enrique Enriquez, adelantado de la frontera, y Men Rodriguez de Biedma, capitan del obispado de Jaen y volvieron tambien victoriosos, y tornando á hacer otra entrada, les mismos fueron vencidos por la caballería del rey Bermejo, que estaba en Guadix, y fué preso por los moros en aquella batalla el maestre CAP. XXXVIII.-De la guerra que se rompió por drey de Castilla, contra el rey de Aragon. de Calatrava, y murieron muy buenos caballeros en ella. Para esta guerra envió el rey al estrecho de Gi- Estando el rey de Aragon en la ciudad de Valencia, braltar, como estaba tratado, seis galeras, que habiandando órden que fuése la gente que mandó hacer pa

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