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de Aragon, tio del rey de Sicilia, con cuatro galeras vino algunos dias despues; pero estas vinieron mas para pedir socorro al rey, para la guerra que se hacia al rey Luis, y á los varones aragoneses y catalanes de aquel reino, que para ayudar á la empresa de Cerdeña. Era así que aquel reino ardia en muy cruelguerra, y peleaban unos pueblos contra otros, y una misma gente contra sus vecinos: aunque con apellido de perseguir á la nacion catalana: y estaba aquella isla á punto de perderse, si la reina Juana y el rey Luis su marido, que como dicho es, estaban libres de la guerra que les hacia dentro en su reino el rey de Ungría, volviesen á su antigua contienda, y á la empresa de querer señorear aquella isla : y para apaciguar las discordias que habia en aquel reino, se procuró que el infante don Pedro de Aragon, que era muy excelente príncipe y cristianísimo, fuése allá para tomar á su mano el gobierno de la persona del rey, y de la administracion de su reino: porque con su autoridad y gran valor, se creia que depondrian las armas, así los nuestros como los naturales. Esto se trató por medio del cardenal de Urgel, que estaba en Aviñon, en tiempo del papa Clemente, el mismo año que murió; pero el rey de Aragon respondió, que no daria lugar á que el infante fuése, sino con condicion, que el papa le diese bastante poder para apaciguar todas las diferencias que perturbaban aquel reino y despues de haberle reducido á toda paz y sosiego, quedase allá como principal gobernador, con expreso consentimiento del rey Luis de Sicilia, y de todas las ciudades de la isla, hasta que el rey tuviese veinte años cumplidos, conforme á la disposicion del testamento del rey don Fadrique su abuelo. Sobre esto envió el papa un nuncio suyo á Sicilia que se llamaba Ugo de Harpayone, para que entendiese en persuadir á los sicilianos, que para el bien de aquel reino admitiesen al infante don Pedro. pero era tan grande el odio que tenian á la nacion catalana, que no se pudieron persuadir, que esto fuese su remedio: y visto que el rey de Aragon se habia confederado con el rey de Sicilia, con nuevo vínculo de parentesco, por el matrimonio de la reina doña Leonor, hermana del rey de Sicilia, temiendo que no pusiese las manos en lo de allá, y se envíase nueva armada en favor de los varones catalanes de nuestra nacion, los del linaje de Claramonte, que sustentaban la parte contraria, viendo que no eran poderosos por tumulto popular á sojuzgar al rey que era muy mozo, y que prevalecia la parcialidad y bando del conde don Blasco de Alagon, se confederaron con Jos príncipes que sucedian á los enemigos antiguos de aquella casa real, que era la reina Juana y el rey su marido'; y en la primavera pasada se armaron en Nápoles algunas galeras, para ir á hacer daño en las costas de Sicilia, con ayuda de los de Claramonte, que se habian apoderado de muchos lugares muy importantes, aunque despues de su rebelion, y de la inteligencia que tenian en Nápoles, los mas se redujeron á la obediencia del rey Luis. Considerando en cuanto peligro estaban las cosas de aquel reino, si el rey y reina de Nápoles enviasen su armada y se apoderasen de algunas fuerzas que tenian los de Claramonte, envió el rey de Sicilia á Cerdeña á Orlando de Aragon su tio, para que se le enviase alguna parte de la armada, y tambien para procurar el matrimonio de la infanta doña Costanza, hija mayor del rey, con el rey de Sicilia: y por estar el rey tan embarazado en la guerra contra genoveses y contra el señor de Milan, en que iba la conservacion del reino de Cerdeña, se sobreseyó en lo uno, y en lo otro.

CAP. LVI. De las novedades que sucedieron en este tiempo en Castilla y de los apercebimientos que se hicieron por nuestras fronteras.

Estuvieron el rey de Castilla, desde que sucedió en aquel reino, y el rey de Aragon, en gran recelo de rompimiento: porque el rey de Castilla ayudaba y socorria al infante don Fernando, para emprender contra el rey de Aragon cualquiera cosa, así por el reino de Valencia, como por las fronteras de Aragon; y por otra parte el rey de Aragon, en venganza desto, favorecia y amparaba á don Enrique, conde de Trastamara, y á don Tello su hermano y á los otros hijos que el rey don Alonso tuvo en doña Leonor de Guzman, queel rey don Pedro comenzó á perseguir luego que pudo reinar. Como tuvieron el conde y don Tello recurso al rey de Aragon, y él los amparó y favoreció contra el rey de Castilla, por esta causa estuvo muy cerca de romperse la guerra entre estos príncipes, pero remedióse entónces con la concordia gue se asentó entre ellos, por medio de don Juan Alonso de Alburquerque, y de don Bernardo de Cabrera, de que arriba se hace mencion: de la cual resultó, que se obligaron que el uno contra el otro no favoreceria tan abiertamente à sus servidores y aliados: y sus reinos, y tierras, 'mediante esta paz, se conservaron en buen estado y ellos fueron algun tiempo amigos. Mas no pasaron muchos dias, que se siguieron grandes turbaciones y escándalos en Castilla, por la demanda y querella que don Juan Alonso, señor de Alburquerque, emprendió con otros grandes de aquel reino, por haber dejado el rey de Castilla á la reina doña Blanca su mujer, y haberse rendido tan desordenadamente á los amores de doña María de Padilla, por cuyo consejo y gobierno y de sus hermanos y deudos, se gobernaba la suma de todas las cosas de aquellos reinos, así en paz como en guerra. Siguieron en esta demanda á don Juan Alonso, que era un muy gran señor en aquel reino y de la casa real de Portugal, el conde don Enrique y sus hermanos, que era una gran parte de aquel reino, y despues se juntaron con ellos los infantes don Fernando y don Juan, primos del rey de Castilla y hermanos del rey de Aragon; y sucedió, que habiéndose juntado una gran multitud de seño➡ res y caballeros y un muy formado ejército, con don Juan Alonso, prosiguiendo su querella, enviaron á requerir al rey de Castilla, que recibiese á la reina doña Blanca su mujer, é hiciese vida con ella y á los deudos de doña María de Padilla, les hiciese mercedes en otras cosas, y no se gobernase por ellos, que eran Juan Fernandez de Hinestrosa, tio de doña María y don Diego García de Padilla su hermano, á quien el rey habia hecho merced del maestrazgo de Calatrava, despues que mandó matar al maestre don Juan Nuñez de Prado, que se vino huyendo por este miedo á Alcañiz: y despues, con seguro y salvaguarda real, se habia vuelto á Castilla: y estando las cosas á punto de gran rompimiento y habiendo combatido la villa de Medina del Campo, murió allí don Juan Alonso de Alburquerque: y hubo sospecha, que murió de veneno, que le mandó dar el rey, segun escribe en su historia don Pedro Lopez de Ayala; caballero muy principal, que concurrió en los mismos hechos y negocios. Hallo en una relacion de aquel tiempo de las cosas que entónces sucedieron en Castilla, quese envió al rey de Aragon estando en Cerdeña con su real sobre el Alguer, que siendo muerto don Juan Alonso, los infantes don Fer

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ña Blanca. Antes desto, estando en Tordesillas, porque era lugar fuerte y no tenia gente que bastase ofender á los infantes, procuró que el infante don Pedro de Aragon, que quedaba lugarteniente general destos reinos, en ausencia del rêy, hiciese guerra al infante don Fernando y sobre ello le escribió así: « Don Pedro, por la gracia de Dios, rey de Castilla, etc. A vos infante don Pedro de Aragon, salud como aquel que amamos, preciamos, é para quien querriamos mucha honra, é buena ventura. Facemos vos saber, que los infantes den Fernando y don Juan, mis primos y hermanos del rey de Aragon, viviendo con nusco, et en nuestro Señor, é seyendo nuestros vasallos, et teniendo de nos grandes oficios de la nuestra casa, et del nuestro reino, el infante don Fernando, adelantado mayor de la frontera, é nuestro canciller mayor é el infante don Juan, nuestro alférez mayor, é teniendo muy grandes tierras de nos, porque nos habian á servir, é llevando sueldo de nos contra el conde, é don Fernando de Castro, en esta guerra que nos hacian en la tierra, é estando con nusco, é nos, no catando sino en nos servir dellos. partiéronse de nos cubiertamente, é fcéronse á juntar con los dichos conde, é don Juan Alonso, é don Fernando, é llevaron consigo á don Tello, é hicieron sus posturas, é pleito con ellos, de ser todos en nuestro deservicio: et ficieron luego todos, é cada uno dellos, males, é daños, robando la nuestra tierra, é facién➡ donos en ella guerra. É como quiere que nos, con la merced de Dios, podriemos poner en esto sosiego, é escarmiento, aquel que debemos en ellos, é en los otros que en esto andan, como aquellos que tan gran yerro é desconocimiento facen á su rey, é á su señor; pero tenemos por razon de lo facer saber á vos, porque se→ mos cierto que vos sentiredes dello, é que nos ayu→ daredes, contra los ditos infantes. Porque vos rogamos que seades contra ellos, é contra lo suyo: é les fagades todo mal, é daño en las sus tierras, é les hermad lo que han, porque nunca les finque lugar ni esfuerzo de facer á nos, ni al rey de Aragon, ni á vos deservicio alguno. Et con esto faredes vuestro deudo, é lo que devedes, que esto mismo fariemos nos por vos, en lo que vos cumpliese ayuda de nos en semejante fecho, é

nando y don Juan, el conde de Trastamara y don Juan que en la historia del rey de Castilla se llama de la Cerda, hijo de don Luis y don Fadrique, maestre de Santiago, y don Tello, señor de Lara y Vizcaya, don Fernando de Castro y don Fernando, hijo que fué de don Pedro de la Guerra, y Juan Alonso de Benavides, y otros muchos ricos hombres y caballeros, habién dose celebrado la misa, partieron la hostia consagrada en diversas partes y comulgaron y se juramentaron de estar unidos en aquella demanda, que habian emprendido: y allí prometieron y juraron de ayudar al infante don Fernando con todo su poder y de venir á entrar en Aragon, ó por el reino de Valencia, porque pudiese vengarse del rey de Aragon y de sus enemigos, y alcanzar satisfaccion de su derecho, conforme al tenor de los privilegios que el rey de Aragon su hermano le habia otorgado en Murviedro: y movieron todos juntos de Medina del Campo, llevando consigo el cuerpo de don Juan Alonso en un ataud, como él lo habia mandado en su testamento, hasta que su demanda se efectuase. Mas viéndose el rey de Castilla muy solo y que aquello pasaba tan adelante, que Toledo y Cuenca se le habian rebelado, determinó de verse con el infante don Fernando: y puso despues en la villa de Toro, en poder de la reina su madre y de aquellos grandes, que se habian juntado contra él. Esto se hizo con artificio y trato, como alguni autor de aquellos tiempos afirma, del conde don Enrique, que engañó á la reina doña María, madre del rey, que estaba en Segovia, persuadiéndole, que porque los hechos no viniesen en mayor rompimiento de los que estaban unidos por aquella querella, si los unos hubiesen de pelear con los otros, que seria causa, que los moros entrasen por el reino, y en su tiempo Castilla se perdiese por esta causa, segun la razon lo requeria, ellos todos querian estar á mandamiento del rey su hijo, porque hiciese dellos lo que por bien tuviese, fuera de muerte ó prision: y en lo que tocaba á hacer vida con la reina doña Blanca, que lo dejaban en su cargo, que hiciese lo que por bien tuviese. Que por cuanto en el reino, por entonces, no habia persona alguna, que lo pudiese mejor procurar, que la reina, que le pidiese de parte de Dios y dellos, que lo pusie-gradecer vos lo hemos. Dada en Oterdesillas, sellado se en obra luego. Pensando que lo decia de corazon, y con nuestro sello de la poridad, á veinte y ocho dias que no habia en ello engaño, plugo mucho desto á la de octubre, era mil trescientos noventa y dos años.» reina, porque de veras deseaba la paz entre su hijo y Pero el infante no curó de intentar ninguna novedad; sus hermanos, y fuése luego para Tordesillas, y rogó antes mandó á García de Loriz, gobernador del reino muy ahincadamente á su hijo, que quisiese venir á de Valencia, que tuviese muy en órden las fronteras la paz con aquellos grandes, como se le suplicaba, y él de aquel reino, porque el rey de Granada en este tiemrespondió, que le placia mucho tenerla con sus her- po fué muerto por los suyos, y por esta causa quedamanos, y con sus vasallos; pero que no haria vida ban fuera de tregua, y se publicaba que el rey de Cascon su mujer, á su pesar, por la manera que ellos tilla se concertaba con los infantes y con sus hermanos, querian, saivo, que esto quedase para cuando él lo y que el infante don Fernando hacia grandes apercetuviese por bien; pero que creia, que esto era algun enbimientos de los ricos hombres y caballeros de Casgaño, por le hacer alguna mengua y gran traicion: y la tilla, que le ofrecian ayuda para entrar en Aragon, y reina le aseguró con grandes salvas y con esto se satis-hacer el daño que pudiesen : y por estas nuevas el gofizo: y la reina se partió para Toro y se concertaron las bernador don Miguel de Gurrea, y Juan Lopez de Sese, paces: y fue acordado, que las vistas se hiciesen en To- justicia de Aragon, enviaban gente á las fronteras, y ro. Desta manera escribe aquel autor, que se fué so- se apercibian los ricos hombres y caballeros para delo con el maestre de Calatrava y prior de San Juan y Si-fender el reino. Túvose en esta sazon grande temor de muel Levi, su tesorero mayor, para la villa de Toro. alguna repentina mudanza y novedad, así por estar el Y allí repartieron los oficios de la casa real: y dispu- rey ausente, con toda la mayor fuerza y pujanza de sieron de lo del gobierno del reino y de su casa, como sus reinos, y ser los sucesos de la guerra muy dudoles plugo; y viéndose en su poder y que le tenian como sos como por parecer que el infante don Fernando se en prision, salióse de Toro y fuése á Segovia y convo- iba apoderando del gobierno de Castilla, y se publicaba có todos sus reinos, para proceder contra los infantes que los que le seguian, procuraban que se hiciese euy caballeros que habian tomado la voz de la reina do-rador de la persona del rey don Pedro su primo di

ciendo que era furioso y mentecato: aunque Arnaldo
de Francia que estaba con la reina doña Leonor en Cas-
tilla, y tenia gran parte en el consejo del infante, lo
estorbaba, porque no se desaviniese del rey de Castilla;
mas la reina era la que procuraba que el infante su
hijo se adelantase en todo, y tenia en esto tanta am-
bicion, que era público haber dicho muchas veces que
bien podia perder el ánima, pero no pararia hasta ver
á su hijo, á lo menos rey de Aragon. En aquel tiempo
el infante don Fernando se confederó en muy gran
amistad con el rey don Alonso de Portugal, y con el
infante don Pedro su hijo, mediante el matrimonio que
se concertó entre él, y doña María, hija del infante, y
de la infanta doña Costanza su mujer, hija de don
Juan Manuel, y de la infanta doña Costanza, bermana
del rey don Alonso de Aragon; y así esta infanta doña
María, y el infante don Fernando su hermano, que
sucedió al rey don Pedro de Portugal su padre, eran
bisnietos del rey don Jaime el segundo. Estas bodas
se celebraron en la ciudad de Ebora, con gran solem-
nidad y fiesta y deste matrimonio mostró el rey de
Aragon mucho descontentamiento y pesar.

CAP. LVII.-De la concordia que se trató con el juez de
Arborea, y como se entregó al rey el Alguer.

mes de octubre, vinferon á concordarse el juez de Arborea, y Mateo de Oria, de reducirse á la obediencia del rey, con estas condiciones. Primeramente, era con presupuesto, que el Alguer se rindiese al rey, y porque habiéndose rendido á don Bernardo de Cabrera, se tornó luego á rebelar, y el rey quería que los vecinos y moradores de aquel lugar no quedasen en él y se poblasen de nuevos vecinos, el rey los aseguraba por mar y por tierra, para que pudiesen ir en salvo con todas sus personas y bienes y el juez de Arborea entregaba dos castillos suyos, que eran Montiverri y Marmila, á dos caballeros aragoneses ó catalanes, que hiciesen homenaje al rey de tenerlos en su nombre, en caso que el juez no cumpliese lo que estaba tratado en esta concordia. Prometióse que el rey proveeria de gobernador por aquel reino, que no fuese sospechoso al juez de Arborea y se revocaria cualquiera sentencia que contra él se hubiese dado: y se le perdonarian los yerros y culpas que habia cometido: y dejaba el rey al juez de Arborea, y á sus herederos, por tiempo de cincuenta años, todos los castillos y lugares de la corona real, que habia en la Gallura, con cierto censo. Perdonaba tambien á Mateo de Oria por lo pasado: y confirmábasele en feudo Monteleon y Castelgenovés y otros lugares y castillos que tenia en Cerdeña : y dábaFué combatido el lugar del Alguer diversas veces, y se licencia, que mercaderes genoveses pudiesen entrar defendióse por los genoveses que estaban dentro muy con sus mercaderías en los puertos de Oristan y Bosa, bien, porque tenian muy buena ballestería, y era y en otros del estado del juez. Tambien se mandaban gente muy plática, y ejercitada en la guerra por tierra restituir al juez de Arborea los lugares que tenia en Cay por mar: mas como entró el estío, comenzaron de taluña, que eran Matero y Gelida, con las rentas que adolecer muchas gentes del real, y el rey estuvo muy el rey habia recibido dellos y con esto se soltaban los doliente de tercianas. Con esto juntamente vinieron á prisioneros de ambas partes y ofreció el juez de Arfaltar los bastimentos, y fué gran maravilla poderse borea, que si el Alguer no se le entregase con estas sustentar el ejército tanto tiempo sin refresco, porque condiciones, que él con sus gentes asistiria á los comtodo lo necesario, así de medicinas como de las otras bates hasta que fuese rendido. Pareció á muchos que cosas ordinarias para la vida, se llevaban de Cataluña, esta paz era muy afrentosa, como á la verdad lo era, y del reino de Valencia, y vino á padecerse muy gran- teniendo consideracion, que habia el rey movido con de falta de caballos y de ballesteros. Entonces el juez tan poderosa armada, y con tanta pujanza en persona de Arborea y Mateo de Oria, que se habian confede- contra el juez de Arborea, siendo su vasallo y estanrado para alzarse con aquella isla, y por esta causa el do ya el Alguer en tanto estrecho, que no podia mujuez habia prendido á Juan de Arborea su hermano, y chos dias defenderse por la gran falta que padecian de á otros que no querian ser partícipes en su rebelion, y viandas. Pero túvose consideracion que si los rebeldes Mateo de Oria tenia presos á Roger de Rosanes, Aimon echaran fuera del Alguer las mujeres y niños, y la de Papiol, Martin de Lahet, y otros caballeros, hi- gente inutil, se pudieran de la misma manera defencieron grande ajuntamiento de la gente sardesca, por- der, como antes otros dos meses ó tres: y en este que supieron que la armada genovesa, que era de tiempo corria muy grande peligro la armada, por ser cuarenta galeras, y de algunas naos, despues de ha- entrado el invierno y tambien por las dolencias que ber costeado el golfo de Venecia, habia de volver á habia en el ejército y lo que mas movió á aceptar esta Cerdeña, creyendo hallar la armada del rey muy paz, fué no estar aun el rey convalecido de su dolenesparcida, y mal en órden: y entonces pensaba el eia, y con esto persuadió don Bernardo de Cabrera juez de Arborea, con todo su ejército, de dar en el que se aceptasen las condiciones desta concordia, direal, que estaba sobre el Alguer, y ajuntó mas de dos ciendo así á los que eran de contrario parecer. El rey mll de caballo, y quince mil peones, y púsose á cua- está enfermo y no sin peligro de la vida. Si muere, la tro millas del Alguer, entre Sacer, y nuestro campo, paz no se ha de efectuar, y este reino es perdido. Si con propósito de socorrer el Alguer muy arriscada- vive, ó querrá volverse á su reino, ó quedará acá esmente. Pero instando el rey en continuar el cerco, don te invierno y si se vá, esta isla queda en el mismo pePedro de Ejérica, que estaba casado con doña Lue-ligro, porque ninguno querrá quedar, por estar tan naventura de Arborea, hermana del juez de Arborea, se interpuso en procurar de reducirle á la obediencia del rey, porque con esto se acababa la guerra, y quedaban genoveses expelidos de aquella isla, que era lo que principalmente se pretendia. Mas pedia el juez de Arborea cosas muy desordenadas y exorbitantes, y que no eran de vasallo á señor: y siendo repelidas por el consejo del rey, á cabo de algunos dias procuró de verse con don Pedro de Ejérica, y con don Bernardo de Cabrera: y finalmente, siendo ya casi en fin del

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falta de bastimentos. Pues si así es, & quien duda que esto no se pierda? Si queda, tendrá voluntad de haber paz ó guerra en esta isla : y si quisiere paz, mejor será tenerla hecha y si guerra, jamás faltarán al rey ccasiones para tenerla con su vasallo. Para en caso de guerra, con esta paz gana mucho y mejora su partido porque los sardos que están ahora tan incitados y con este furor de las armas volverian á sus propios lugares, y podríanse asegurar ó con rehenes ó con otros medios y en esto se le quita al juez de Arborea la mi

tad del poder que antes tenia, y ganarlo ha el rey. Į se vinieron, entre los cuales sè loa el valor de Pedro Allende desto, quedará lugar de poblar el Alguer y de Boil que se partió enfermo del real antes que AlVilladeiglesias, que conviene poblarse de nuevo, y guer se rindiese, y habiendo convalecido en el reino bastecer y fortificar muchos castillos que se pierden y de Valencia, volvió luego á Cerdeña á servir en la no se les podrá dar otro remedio y sin la paz no se guerra, lo que no hizo otro ninguno de los que se vipuede en ninguna manera hacer. Hay otra cosa en ella nieron : y por esto se dice en la historia del rey que mas importante, que no queda esperanza al juez de se llamó el caballero sin par. Estuvo el rey en el AlArborea de haber por ahora ayuda de genoveses ni del guer, algunos dias por ordenar lo que tocaba á la poseñor de Milan, pues hace la paz sin ellos. No se en- blacion y defensa de aquel lugar que quedaba yermo, gane ninguno con decir que el rey hace merced al⠀⠀ y mandó que se poblase de los súbditos de nuestra najuez de Arborea, encomendándole ciertos lugares y cion catalanes y aragoneses, á los cuales se repartiecastillos, mereciendo mas ser castigado que remune- ron los campos y heredades de todo su término, y rado, porque los reyes muchas cosas perdonan y di- nombró los oficiales y regidores que parecieron ser simulan á sus vasallos, algunas veces por compasion necesarios, y concedióles diversos privilegios. Del Aly otras por dar lugar á que se reconozcan, y por evi-guer fué el rey á Sacer, por visitar aquella ciudad y tar escándalos y mayores inconvenientes y males, y mandar proveer lo que convenia á la defensa y buen por pacificar sus tierras y reinos y así quien tuviera gobierno della, y detúvose allí algunos dias, porque cuenta con los reyes pasados de Aragon, y con el que se fortificasen y basteciesen los castillos de Oria y Osoboy reina, hallará que así lo han hecho con algunos lo, y de allí se volvió al Alguer, y se hizo á la vela la súbditos suyos, que habian errado contra ellos y no via de Caller con siete galeras á veinte del mes de dilo tuvieron por deshonor. Esto mismo se ha visto este ciembre, é iban en ellas don Pedro de Ejérica, que año en el rey de Francia, que ha sufrido al rey de Na- nunca se partió del rey y los otros ricos bombres : y varra, siendo su vasallo, muy grande afrenta y lo por tierra se fuéron con ciertas compañías de soldavimos en el rey de Castilla, padre del que hoy lo es, dos, Pedro Jordan de Urries, mayordomo del rey, y que era un muy duro y áspero príncipe, que disimu- Ramon de Vilanova: porque era forzado que si el rey ló y perdonó muy graves excesos, cuando venian á hiciese el camino por tierra, fuése por Bʊsa y Oristan, humillársele y rendirsele y así lo mostró con don que eran del juez de Arborea, y pareció que no se deJuan Manuel y con don Juan Nuñez de Lara, y con don bia fiar en él. Mandáronse poner atalayas por toda la Gonzalo de Aguilar, que le hacian guerra con mo- isla, así en la parte de levante como en poniente, y ros, y se le levantaban con las tierras y castillos que diversas guardas para que señalasen, si discurrian por él les habia encomendado, batiendo públicamente mo- aquellas mares navíos de enemigos; y el rey con solas neda en su reino : y aun hubo algunos que trataron de estas galeras que se pudieron armar de la gente que hacerse reyes. Con estas y otras razones don Bernar- habia quedado, llegó á la isla que llamaban Rosa, que do de Cabrera persuadió que la paz se aceptase con las está á cincuenta millas de Caller, y de allí se fué por condiciones que se han referido; y aunque por mutierra al castillo de Caller. En este año entró en Italia chas causas pareció ser las mas muy vergonzosas, tam-Carlos rey de romanos y de Bohemia, y pasó á la ciubien se entendió, que no se cumplia con lo que se de-dad de Roma á coronarse, á donde celebró la fiesta de bia á la autoridad del rey, en no soltar el juez de Arborea á su hermano don Juan de Arborea: porque so➡ lamente se dió libertad al conde de Donoratico, con quien él se entendia: y don Juan de Arborea y un hijo suyo murieron en muy dura prision, usando con ellos de gran crueldad, con poca reverencia y respeto del rey. Tenia en esta sazon que se concluyó la concordia el juez de Arborea cerco sobre el castillo de Quirra, y no quiso levantar su ejército, hasta que el rey hubo firmado la paz, que fué señal de su pertinacia y soberbia: habiendo el rey mandado á los suyos y á don Artal de Pallás que estaba en Caller, que cesasen de hacer guerra á los sardos. Siendo firmada la concordia, salieron luego los genoveses que estaban en el Alguer, y entró el rey en aquel lugar estando aun enfermo con toda la caballería de su ejército que con él se hallaba, á nueve del mes de noviembre deste año y estaba ya su real muy falto y disminuido de gente, porque se volvieron muchos ricos hombres y caballeros, por las enfermedades que sobrevinieron, de los cuales murieron muchos en el estío pasado y en el otoño. Los ricos hombres que murieron fueron don Felipe de Castro, don Ot de Moncada, don Pedro Galcerán de Pinós: y los que se vinieron por enfermedades fueron el conde don Lope de Luna, el vizconde de Cardona, don Alonso Roger de Lauria, el señor de la Esparra, el comendador mayor de Montalvan y don Ramon de Riusech, que habia mandado el rey que se volviese con ciertas galeras, y llegado á Valencia, murió dentro de ocho dias. Fueron muchos los caballeros que

la coronacion el dia de Pascua, que fué à cinco de abril en la basílica de San Pedro, asistiendo á ella dos cardenales legados de la sede apostólica y entre los reconocimientos que habia hecho antes, siendo sumo pontífice Clemente sexto en el año mil trescientos cuarenta y siete estando en la ciudad de Trento, fué otorgado que el señorío de Cerdeña y Córcega, pertenecia tambien á la Iglesia como el reino de Sicilia, lo cual confirmó el mismo dia despues de la coronacion, como se habia reconocido al papa Inocencio tercero por el emperador Federico el segundo, no embargante, que Rodolfo ni los otros emperadores sus predecesores no lo habian declarado. Entraron en Caller el rey y la reina á seis del mes de enero del año del nacimiento de nuestro Señor de mil trescientos cincuenta y cinco y las galeras se entraron en el puerto, que decian de Maltata y de allí se vinieron á Caller, con fin de embarcarse luego, pero fué necesario detenerse por las novedades que sucedieron en aquella isla. Por este mismo tiempo, Muley Abrahin, rey de Túnez y de Bugía, pidió paz al rey por tiempo de diez años, y se hizo su tributario, ofreciendo de pagar dos mil doblas en cada un año, sobre el derecho de las aduanas de su reino.

CAP. LVIII. De la sentencia que el rey dió contra Gerardo, conde de Donoratico y de las cortes que tuvo á los sardos.

En lo de arriba se ha dicho que el juez de Arborea tuvo preso al conde de Donoratico, lo cual pasó de esta

Jordan de Urries, y Jordan Perez de Urries, Ramon Perez de Pisa, se pusieron la tierra adentro; en frontera del estado del juez de Arborea y el vizconde de Cabrera con su compañía, en la cual habia muchos y muy bue

manera. Era el conde Gerardo de Donoratico, muy de Cruillas, Lope de Gurrea, Ramon de Vilanova, Pedro partícipe en la rebelion del juez de Arborea, y teniendo sus tratos é inteligencias entre sí, estando el conde en servicio del rey, sucedió que enviando el juez en principio de su rebelion ciertas compañías de gente de caballo y de pié, á los confines de Caller cuyos capi-nos caballeros, que eran Gispert de Castellet, Berenguer tanes eran, Azon de Buquis de Modena y Pedro de Sena de Arborea, para hacer guerra en aquella comarca á los lugares que se tenian por el rey, y habiendo de pasar aquella gente por un lugar que se decia Decimo, siendo capitan de la gente de guerra por el rey el conde, juntamente con don Berenguer Carroz, y teniendo cargo de la defensa de aquella parte del reino y juzgado de Caller, aunque el conde tuvo aviso que aquella gente, á quien no podia resistir, se acercaba á Decimo, pudiéndose escapar, se detuvo, y voluntariamente se dejó prender de aquellos capitanes, y mandó á los del lugar que no se defendiesen. Estando despues detenido y en son de prisionero, tuvo formas con diversos lugares de la isla, que se rindiesen al juez de Arborea, y se rebelasen al rey, y murió el conde algunos dias despues que fué puesto en su libertad, y teniendo el rey noticia deste trato, cometió á don Gilabert de Centellas que recibiese la informacion y se le hiciese proceso, si habia cometido crímen de lesa magestad, y quedando en él convencido, dió su sentencia el rey en el castillo de Caller, estando en su trono real con gran magestad, siendo presentes don Pedro de Ejérica, don Bernardo de Cabrera, don Juan Jimenez de Urrea, don Artal de Pallás, gobernador de Caller, don Berenguer Carroz, don Pedro Maza, Lope de Gurrea, camarero mayor del rey, Ramon de Vilanova y Jordan Perez de Urries, alguaciles reales, y Berenguer Dolms, que eran de su consejo y mucha gente de la isla : y fué declarado haber cometido crimen de lesa magestad y fué confiscado su estado á la corona real. Esto fué mediado el mes de febrero. Tenia el rey la gente que habia quedado en la isla muy en órden, y estaba repartida en el castillo de Caller y en su comarca, porque habia mandado convocar todos los sardos á cortes generales para el castillo de Caller. Tuvo cargo de la guarda de la persona del rey don Pedro de Ejérica y don Bernardo de Cabrera con sus compañías; y en la de don Pedro estaba en su lugar Juan Alonso que era su hijo bastardo, y habia en ella muy buenos caballeros que se señalaron en esta guerra, que eran Martin Perez de Sada, Pedro de Grados, Guillen Muñoz de Pamplona, y Juan Fernandez de Pamplona, Martin Sanchez de Escoron, Felipe de Francia, Guillen Abarca, Sancho Romeu, Pedro Jimenez de Pomar, Fernan Sanchez de Albero, Juan Jimenez de Sayas, Ruy Lorenzo de Heredia, y Garci Garcez de Heredia, Miguel Garcez Ollo, Gonzalo Ruiz de Moros, Lope Jimenez de Funes, Jimen Corbarán. Estaba tambien la compañía de gente de armas del conde de Luna muy en orden, y residia en el castillo de Caller, y tuvo el cargo della antes y despues de su venida un caballero de los buenos capitanes que hubo en aquel tiempo, que era Pedro Jimenez de Samper, y Guillen Jimenez su hijo; y de los que mucho se señalaron desta compañia todo el tiempo que el rey estuvo en Cerdeña, fueron Pedro Fernandez de Corella, Guillen de Sayas y Diego de Sayas, Martin Pardo, Pedro de Vera, Fernan Lopez de Luna. Las otras compañías de gente de armas, que eran las de don Juan Jimenez de Urrea, don Pedro Maza, Olfo de Proxita, don Gilabert de Centellas, Blasco Fernandez de Heredia, don Bernardo

y Bernardo de Malla, Berenguer Dolms y Berenguer Dolms su hijo, Francés Togores, Pedro Dusay, se entraron en la armada: y dióse cargo para que hiciesen la guarda de los castillos y torres Jimen Perez de Calatayud y á su compañía, y á otros caballeros, que fueron Jimeno de Gurrea, García Aznarez de Jasa, García de Latras, Garci Lopez de Cetina, Ramon de Liñan, Rodrigo de Mur, señor de Formigales, Martin Perez de Arbea, Pedro Sanchez de Alberuela, Pedro Jordan de Isuerre, Ramon de Alzamora. Fueron llamados á las cortes los prelados y varones y caballeros, así aragoneses como catalanes, y los naturales de la isla y las ciudades y villas: y el mismo dia que el rey dió la sentencia contra el conde de Donoratico, comenzaron las cortes, á las cuales fueron llamados el juez de Arborea, Mateo de Oria, Manfredo Darde, Gaudino de Acení, y Aldebrando de Aceni, Bartolo Cathoni, Catheneto de Oria y el vicario y procurador de Pisa, porque aquella señora tenia en la isla, cuyos lugares tambien fueron rebeldes. Acabóse entonces la casa de los condes de Donoratico, que perdieron lo que tenian por la sentencia que se dió contra el conde Gerardo: y los marqueses de Malaspina, que eran señores de Niza, estaban ausentes. Mas Mariano, juez de Arborea, se mostró en todo tan pertinaz, que se fué cada dia mas entendiendo, cuán afrentosa fué la paz que con él se asentó, porque no cesaba de traer sus inteligencias en Italia y estar sobre su fortuna, y jamás quiso venir á ver al rey, y envió su procurador á las cortes: y para que fuésen á ellas doña Timbor, condesa de Gociano su mujer, y Ugo de Arborea, su hijo primogénito, á hacer reverencia al rey, fué necesario que se les enviase primero salvo conducto, y en todo se trató con tanta autoridad, como si á la iguala contendiera con el rey por aquel reino: y por su causa tambien dejó de venir á las cortes Mateo de Oria. Era el juez de Arborea hombre sagaz y de grandes tratos, y tuvo mucho artificio para entretenerse con el rey, dándole á entender que estaba en su mano de hacerle muy señalado servicio, en lo que tocaba á la isla de Córcega, y por esta causa, por mandado del rey fuéron á verse con él don Pedro de Ejérica, don Gilabert de Centellas y Blasco Fernandez de Heredia: y por otra parte molestaba á los de Villadeiglesias estando el rey presente, y no dejaba de tener sus tratos con genoveses y con el señor de Milan: y porque en Génova se armaban doce galeras, y los de Castelgenovés hacian daño á los del castillo de Oria, que estaba en poder del rey, y les era muy vecino, y se temió que los genoveses viniesen sobre él, se proveyó que el cabo de Lugodor estuviese muy en órden y con buena gente de guarnicion, á donde era ido por gobernador don Bernardo de Cruillas: y envió al Alguer á Pero Jimenez de Samper, por capitan de la gente de guerra. Por lo que importaba que los aragoneses y catalanes que tenian castillos y villas en aquella isla residiesen en ella, se proveyó en estas cortes que fuesen obligados de tener allí su domicilio, como lo acostumbraban tener en Barcelona los que eran ciudadanos; y que estuviesen en orden para la defensa de la isla: y ordenáronse muy rigurosas penas contra los rebeldes, y

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