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rey á Barcelona, á donde á catorce del mes de noviembre deste año, se concertaron vistas entre estos príncipes, y tratóse que el lugar dellas fuese el mismo á donde se habian visto el rey don Alonso y el príncipe en el tratado de la concordia que entre ellos se concluyó. Tambien se concertó que el rey fuése con doce de su consejo, para que asistiesen con él al tratado de la paz y llevase consigo solo diez caballeros con sus espadas y dagas, sin otras armas, para que discurriesen por el campo y descubriesen la tierra, y de la misma manera viniese tambien el rey Carlos, y así se hizo, y estos príncipes se vieron por el mes de noviembre entre el collado de Panizas y Junquera, y allí asentaron nueva tregua y sobreseimiento de guerra. Lo que en estas vistas pasaron, fué tan secreto, que no se pudo entender otra cosa, que estar muy conformes en procurar por su parte cada uno todos los medios que se pudiesen hallar para concordarse, , y á veinte del mes de diciembre se volvió el rey á Girona. De aquellas vistas resultó que en el año siguiente de mil doscientos noventa y cuatro, á diez y ocho del mes de julio, estando en Barcelona el rey, envió á Ramon de Villanova que era su camarlengo y de su consejo y gran privado, á Sicilia para tratar con la reina doña Costanza su madre y con el infante don Fadrique, y persuadirles que condescendiesen en los medios de la paz, y principalmente para persuadir á los sicilianos generalmente della, y con órden de requerir á Conrado Lanza, maestre justicier del reino de Sicilia, y á don Blasco de Alagon, que se viniesen á su servicio, entendiendo que eran los que serian mas parte para desviar al infante de aquella plática, que persuadirle, que por ningun partido se dejase la posesion de aquel reino, sin lo cual se entendia ya, que el príncipe ni la Iglesia no vendrian en ningun concierto, é hizo el rey merced del oficio de maestre justicier, que es el principal del reino, á don Ramon Alaman, y dióle la tenencia del castillo del monte de San Julian, que era del mismo Conrado Lanza. Antes desto habia sido librado de la prision en que estuvo tanto tiempo, el infante don Enrique hijo del rey don Fernando, y fuése á Sicilia, á donde el almirante le hizo gran recogimiento y fiesta, y fuése á Trapana por este tiempo para embarcarse. Detúvose el rey lo mas deste año en Barcelona, á donde vinieron á veinte del mes de noviembre por embajadores del rey de Francia, Raoul, conde de Claramonte y condestable de Francia, que fué un muy señalado caballero, y Pedro de Flota, y porque habia entre los barones de Cataluña grandes guerras y bandos, y el tratado de la paz se continuaba con grande hervor, no pudo el rey venir á verse con la reina de Castilla, como lo habia concertado, y don Diego Lopez de Haro se despidió allí del rey, con fin de ir á servir al rey de Inglaterra, 6 pasarse á tierra de moros, y el rey le detuvo con esperanza que le confederaria con el rey de Castilla, el cual envió al arcediano de Segovia y á Alonso García de Pancorvo, para que instasen, que el rey viniese á las vistas, que estaban concertadas con la reina doña María su mujer. Este año estando el rey en Barcelona á cuatro de marzo, proveyó el oficio de justicia de Aragon en lugar de Juan Zapata, en la persona de Jimen Perez de Salanova, que fué un muy notable varon, y tuvo aquel cargo mucho tiempo, y el rey se concertó con don Berenguer de Cardona, maestre del Temple en Aragon y Cataluña, en nombre de su orden, que le renunciase la ciudad de Tortosa, por la villa de Peñíscola y Ares, y por las tenencias de las Cuevas, y

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Vinroma y otros heredamientos, y por tener el rey debajo de su dominio una ciudad tan principal como aquella, permutó tambien con don Guillen de Moncada, hijo y heredero de don Ramon de Moncada, la Azuda y el señorío que tenia en ella, y sus términos, con la tercera parte de las rentas y todo el dominio que el príncipe don Ramon Berenguer conde de Barcelona dió, cuando aquella ciudad se conquistó de los moros, á Guilien Ramon Dapifer y la castellanía que tenia en el castillo, con todo lo demás que habian sus predecesores poseido en Tortosa. Dejó todo esto por las villas y castillos de Vallobar y de Zaidi, que se le dieron en feudo de honor, y por los heredamientos y jurisdiccion y censos que la caballería del Temple tenia en Fraga, para que don Guillen los tuviese en feudo de la misma manera que ya tenia á Fraga.

CAP. IX. De la eleccion del papa Celestino, que renunció el pontificado y fue elegido en su lugar Bonifacio, que concluyó la concordia entre el rey de Aragon y Carlos segundo rey de Sicilia.

Despues de la muerte del papa Nicolao, estuvo vacante la sede apostólica mas de dos años, por la division y parcialidad que habia en el colegio de cardenales, y siendo muerto Nicolao, le pasaron de Roma á Perosa, para entender en la eleccion. Estando en gran contienda y diversidad, sin poderse conformar, finalmente todos concurrieron en nombrar á un santo varon de Tierra de Labor, natural de Esernia, junto à Sulmona, que profesaba vida de ermitaño, llamado Pedro Murono, hombre de simplicísima vida y gran siervo de Dios, y fué elegido al pontificado en la mayor confusion y discrepancia del colegio á siete dias del mes de junio del año de mil y doscientos y noventa y cuatro, y llamóse Celestino quinto. La eleccion deste pontifice fué tan maravillosa á las gentes, cuanto inopinada, porque estuvieron los cardenales mas de dos años tan firmes y constantes y con esto divisos y discordes en sus votos y pareceres, que no se podian concertar, y á la postre por la fama de la santidad y religion deste varon, de improviso condescendieron todos en su eleccion y enviaron sus legados á tierra de Abruzo, á donde estaba en su recogimiento y soledad con la nueva de haberle elegido, y fué consagrado en la ciudad del Aguila, y de allí se fué á Nápoles, á donde se detuvo con su corte y creó harto número de cardenales y entre ellos dos de su orden. Luego que fué elegido, envió por sus nuncios al rey de Aragon, á don Ramon obispo de Valencia, y á Bonifacio de Calamandrana, para que juntamente con los embajadores que acá estaban del rey de Francia, continuasen y concluyesen el tratado de la concordia, la cual estaba tan adelante, que se tuvo por muy constante haberse concluido entónces, aunque no se publicó, porque de la coronacion del pontifice á la renunciacion que hizo del pontificado, apénas pasaron dos meses, y fué fama, que fué confirmada por él secretamente. Porque conociendo Celestino en sí, que no era apto para el gobierno de tan gran dignidad, y no se sintiendo capaz della, determinó de resignar el pontificado, habiendo primero mandado promulgar una constitucion decretal, por la cual se declaraba, que él podia resignar el pontificado, y en presencia de los cardenales le resignó en la ciudad de Nápoles à doce de diciembre en la vigilia de santa Lucía, y quitóse las insignias pontificales, dejando, como dice Bernardo Guido en su historia, á los sucesores nuevo ejemplo de humildad, y

de menosprecio de sí mismo, que habia de ser imitado | Aragon de la otra, se concluyó por sus embajadores› de muy pocos y celebrado por todos, y así fué mas maravillosa la resignacion que la eleccion. Fué elegido en su lugar en la ciudad de Nápoles el cardenal Benito Gaetano en la vigilia del nacimiento de nuestro Redentor, que fué en fin del mismo año y llamóse Bonifacio octavo, bien diferente de su predecesor, muy astuto y sagaz, y de gran discurso y negociacion en las cosas del siglo. Lo primero que hizo despues de ser asumpto al pontificado, fué mandar prender á Celestino, que se iba á esconder en parte, á donde no se pudiese descubrir en él ninguna vanagloria de un hecho tan señalado, y proveyó que le tuviesen á muy buena custodia, escusándose, que lo hacia por evitar que no resultase algun escándalo en la Iglesia, si alguno por dañados fines le quisiese reconocer por verdadero pontífice, lo cual se temia por Ja condicion y costumbres del sucesor, mayormente, que algunos dudaban, que la resignacion del pontificado se pudiese hacer, de lo cual se podia suscitar algun gran escándalo y cisma en la Iglesia de Dios. Vivió aquel santo varon, despues de su resignacion, casi año y medio, y fué canonizado por Clemente quinto, y puesto en el catálogo de los santos con nombre de San Pedro confesor. Antes de la eleccion de Celestino, el rey don Jaime y el rey Carlos, que de aquí adelante se llamará rey de Sicilia, por el reino que tuvo en las provincias de Capua y Abruzo, y Pulla y Calabria, que llamaron reino de Sicitia aquende el Faro, estaban entre sí casi avenidos, y no restaba sino el decreto y confirmacion de la sede apostólica, y difirióse hasta que fué Bonifacio elegido, el cual con diligencia procuró que la paz se concluye se. Por esta causa el rey de Francia, desde París, en principio del mes de febrero de mil y doscientos noventa y cinco, envió por sus embajadores, en su nombre y de Carlos su hermano, que se intitulaba conde de Alanzon, Valois y Anjous, al obispo de Orliens, y al abad de San German de Prats, junto á París, á la corte del papa, para que se hallasen en el asiento de la concordia, y el rey de Aragon envió á don Gilabert de Cruillas, Guillen Durfort, Pedro Costa, y Guillen Galban que era gran letrado en derecho civil. En este medio murió el rey don Sancho de Castilla en la ciudad de Toledo á veinte y cinco de abril. y porque quedaba el infante don Fernando su hijo primogénito muy mozo, dejó encomendada la tutela de su persona, y del reino, á la reina doña María su madre, que fué muy excelente princesa, y dejó muy encargado al infante, á don Juan Nuñez de Lara, hijo de don Juan Nuñez, que el año antes habia sucedido en el estado de su padre, que murió en Córdoba estando en la frontera contra el rey de Granada, mas por quedar el rey de menor edad, y por la pretension de don Alonso hijo del infante don Fernando, se movieron grandes alteraciones en aquellos reinos. Por el mismo tiempo habia guerra entre el rey y don Berenguer de Entenza, y porque en ella se hizo mucho daño á los vecinos de Naval, puso el rey allí por alcaide, con gente de guerra, á Juan de San Martin.

CAP. X-De la concordia que se concluyó entre el rey de Francia y Carlos de Valois su hermano y el rey de Sicilia, de una parte, y el rey don Jaime de Aragon, sobre la pretension de la isla de Sicilia, y de lo que se trató sobre la restitucion del reino de Mallorca.

La concordia entre el rey de Francia y Carlos su hermano, y el rey de Sicilia de una parte, y el rey de

que estaban en la corte del papa en Anania, hallándose el rey Carlos presente, y fué con estas condiciones. Lo primero que se declaró fué, que el rey don Jaime casase con doña Blanca hija del rey Carlos, y su padre se obligó á pagarle cien mil marcos de plata, y los veinte y cinco mil que se le daban por contemplacion de matrimonio, se le habian de pagar luego que se efectuase, y la restante cantidad.á los términos que el papa señalase, con bastante seguridad, y en caso que por disolverse el matrimonio se hubiese de restituir el dote, se habian de volver solamente los veinte y cinco mil marcos al rey Carlos, y á sus herederos, y segun la costumbre que se guardaba en semejante caso en este reino, por razon deste dote, el rey habia de dar á la reina ocho mil libras barcelonesas en cada un año en rentas de villas y castillos. Fué asentado que la isla de Sicilia, y las otras adyacentes, y todas las tierras y castillos que el rey Carlos tenia, antes que los sicilianos se rebelasen, se restituyesen por el rey don Jaime á la Iglesia, quedando al rey Carlos su derecho á salvo, y cuanto al tiempo y al medio, que se habia de tener en la re-titucion, y de la ayuda que el rey de Aragon habia de hacer á la Iglesia, en caso que aquella isla le fuese rebelde é inobediente, quedó reservado de consentimiento de las partes, que el papa á su alvedrío lo dispusiese. Lo mismo se apuntó cerca de la restitucion de las fortalezas y castillos que el rey don Jaime y los suyos, y de su opinion y liga tenian en to da Calabria, Valdegrate, Tierra Jordana, y en el principado y Basilicata, y por las islas de Iscla, Prochita y Capri, y por las otras que están desta parte del Faro. Concordóse una firme y muy constante y verdadera paz entre estos príncipes, por sí y sus hijos y valedores, y remitieron todas las injurias y ofensas y daños que habian recibido en aquella guerra generalmente, y especificóse, que si quisiese ser comprehendido en esta paz Conrado de Antioquía, que era nieto del emperador Federico y primo hermano de la reina de Aragon, el rey Carlos lo tenia por bien, con que no pudiese pedir de nuevo otra cosa, de lo que poseia entónces. Habian de renunciar el rey de Francia y su hermano en poder de la Iglesia los reinos de Aragon y Valencia, y el condado de Barcelona, y por todo el derecho que por razon de la concesion que tenian de la sede apostólica, podian pretender, para que se restituyesen al rey de Aragon, de manera que no le perjudicasen en caso alguno, por razon de la restitucion, ni se adquiriese derecho á la Iglesia, con color della, 6 de otra reservacion que se hubiese hecho al tiempo que se dieron los reinos al rey de Francia, y á Carlos su hijo, ni por causa de la renunciacion ó resignacion que se habia de hacer en poder de la Iglesia, antes quedase su derecho firme é ileso al rey de Aragon, para que los poseyese y tuviese de la misma manera que el rey don Pedro su padre los tenia, antes que se biciese la donacion dellos al infante don Alonso su hijo primogénito, ni hubiese ofendido á la Iglesia. Ofrecia el rev Carlos, que procuraria con la sede apostólica que sin dificultad alguna, benigna y graciosamente relajase y revocase todas las sentencias de excomunion, y las suspensiones y entredicho que se habian declarado por la Iglesia, ó por sus legados, por razon de aquella guerra contra el rey don Jaime y contra el infante don Fadrique su hermano, y contra cualesquiera otras personas sus fautores, ó contra cualesquiera capítulos y universidades, y que se dispensaria con

los que siendo descomulgados, hubiesen intervenido en los oficios divinos, ó hubiesen violado á sabiendas el entredicho, y recibido órdenes, y ministrado con ellas, de tal manera, que con seguridad de sus conciencias pudiesen quedar con sus dignidades y beneficios. Para esta relajacion y dispensacion se habia de dar comision a quien el papa ordenase, que fuese prelado en estos reinos, para que con autoridad de la Iglesia mas brevemente se efectuase. Tambien se ofreció por parte del rey Carlos, que procuraria, que la sede apostólica recibiese en su clemencia y buena gracia al rey de Aragon, y al infante don Fadrique, y á la reina su madre, y á todos sus fautores y secuaces, y les perdonaria las ofensas y daños que dellos habian recibido, y que se entregarian al rey los privilegios é instrumentos de las donaciones y concesiones que se habian hecho por la sede apostólica en favor del rey Filipo de Francia, y de Carlos su hijo, de los reinos y señoríos de Aragon y Valencia, y del condado de Barcelona. El rey de Aragon por otra parte habia de mandar restituir al rey Carlos, á Luis, Roberto y Ramon Berenguer sus hijos, y á todos los que estaban en rehenes, y los prisioneros de cualquiera condicion que fuesen, que estuviesen en sus reinos de España, ó en la isla de Sicilia. Con esto quedaba á cargo del rey Carlos que procuraria con la sede apostólica, que admitiese á todos los sicilianos y naturales del reino, y de las islas adyacentes, que públicamente habian servido en las guerras pasadas contra la Iglesia, y que se enviaria nuncio especial á la isla de Sicilia, para que quitase el entre dicho, y absolviese á los que estaban ligados con sentencia de excomunion y suspension, por razon ó causa de aquella guerra, y lo mismo se concediese á los que habian por ella incurrido en pena de irregularidad, exceptuando algunos prelados y personas eclesiásticas señaladas, que el papa tuviese por bien de exceptuar por sus notables excesos. Concordóse, que los que estaban desterrados del reino y de la isla de Sicilia, fuesen restituidos desta manera, que aquellos que fueron echados antes de la guerra de sus estados y tierras, si habian por cualquiera via vuelto á ellos, fuesen amparados, y si despues que se moviólla guerraĵhabian sido públicos valedores del rey de Aragon, y habian entrado en la sucesion de sus estados ó tierras, y heredamientos, que tenian antes de su destierro, y en esta sazon los poseian, quedasen con ellos, como ántes los tenian, y no los perjudicasen las ofensas por los cuales habian sido desterrados, hora fuesen cometidas en tiempo del emperador Federico ó de Manfredo ó Conradino, antes fuesen perdonados, y si algunos dellos no quisiesen quedar en la isla de Sicilia ó en el reino, pudiesen vender sus estados y tierras, y heredamientos, ó dejarlos á quien por bien tuviesen. Solamente se exceptuó que en caso que despues de las vistas, que se tuvieron últimamente entre estos príncipes entre el collado de Panizas y Junquera, á donde se habia puesto la tregua, que aun duraba, hubiese algunos dellos desterrados que hubiesen ocupado algunas fuerzas ó castillos ó otros bienes, no pudiesen por causa desta concordia retenerlos. Absolvia, y daba por libre el rey Carlos al rey de Aragon de los treinta mil marcos de plata, que su hermano el rey don Alonso habia recibido, y por otra parte el rey de Aragon daba por libre y quito al rey Carlos y al rey de Inglaterra, y á las otras personas de la Proenza, que se habian obligado al rey don Alonso, por ra

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zon de la deliberacion que se hizo de la persona del rey Carlos, cuando le sacaron de la prision, porque habian prometido, que volveria á ella. Quedó acordado, que hubiese buena y firme paz entre el rey de Aragon y el rey de Francia, y Carlos su hermano, por sí y sus descendientes y valedores, y volviesen sus vasallos á su primer comercio, como usaban dél antes que se rompiese la guerra. Pero por parte de los embajadores del rey de Aragon fué exceptuado y prostestado que en caso que algunos ricos hombres y caballeros de sus reinos y tierras fuésen á servir y ayudar á los enemigos del rey de Francia, ó de Carlos su hermano, por esta causa no se pudiese decir ni pretender, que el rey de Aragon venia contra lo tratado desta paz, porque afirmaba el rey, que era costumbre de España general, que él ni los otros príncipes della no podian prohibir á los ricos hombres y caballeros, que no saliesen de sus reinos, á servir á quien quisiesen, pero cuando en él fuése, ofrecia que lo prohibiria y castigaria á los que lo contrario hiciesen, como mejor pudiese, segun la costumbre de la tierra. Allende de estas condiciones, el rey Carlos habia de procurar que se absolviesen y quitasen cualesquier homenajes y obligaciones y sacramentos, que se hubiesen hecho por los naturales del rey de Aragon, al rey Filipo de Francia y á Carlos su hijo, ó á otras cualesquiera personas, por causa ó razon de las donaciones, ó concesiones que se habian hecho por la Iglesia, y que las donaciones y agenaciones que se hallase haber hecho el rey Filipo, ó su hijo en estos reinos, á cualesquiera persona, se revocasen y fuesen inválidas y de ningun momento, y el rey de Aragon y sus valedores quedasen libres de cualquiera demanda que se intentase, por razon de las expensas y gastos que el rey Filipo de Francia, y Carlos su hermano, ó el rey su padre hubiesen hecho, por ocasion de la ejecucion de la sentencia, que fué dada por la sede apostólica, en tiempo del papa Martin, contra el rey don Pedro, sobre la deposicion y privacion de sus reinos. Cuanto á lo que tocaba á la restitucion que se pretendia, se debia hacer del reino de Mallorca, y de las islas de Ibiza y Menorca, al rey don Jaime, no se concluyó cosa alguna, porque los embajadores del rey de Aragon dijeron, que no llevaban poder para tratar desto; pero el papa habia tratado y movido tal plática, que se dió esperanza que se efectuaria la concordia. Para mayor cautela Bartolomé de Capua protonotario y maestre racional del rey Carlos, juró en ánima del rey su señor, por su mandado, y los embajadores de Aragon en la del rey, en virtud del poder que tenian, hicieron el mismo juramento, en privado consistorio del papa á cinco dias del mes de junio deste año, en que prometian de guardar y cumplir lo capitulado. Mas no embargante que los embajadores del rey de Aragon se escusaron de entender y asistir en lo que tocaba á la concordia, se habia de tratar con el rey de Mallorca, que los de Francia afirmaban, que no era la intencion del rey su señor, que el rey de Mallorca quedase despojado de su reino, porque desde el principio de la guerra, él y el rey Filipo su padre, habian tomado á su cargo de ampararle y defenderle, y porque el tratado de la paz no se impidiese, el papa ordenó los medios de la concordia, y los propuso á veinte y dos del mes de junio deste año, y tomó á su cargo de tratar con el rey de Aragon el negocio de la restitucion, que se debia de hacer al rey de Mallorca su tio, y las condiciones fueron

estas. El rey de Aragon habia de restituir al rey don Jaime su tio el reino de Mallorca, y las islas adyacentes, con los lugares y castillos que le habian sido ocupados desde el principio de la guerra, y habia de ser entregado en la posesion de todo ello, de la misma manera que él lo poseyó y tuvo, de tal suerte, que por esta razon no se adquiriese mas derecho por el rey de Aragon, ni le perdiese del que antes tenia. Quedó exceptuado, que los moros que habian sido echados por mandado del rey de Aragon, ó por sus oficiales de la isla de Menorca no volviesen á ella, y los que fuesen sospechosos de los antiguos habitadores al rey de Mallorca, por razon de las guerras pasadas, se echasen hasta en cierto número, que se habia de arbitrar y moderar por el legado apostólico, con facultad que pudiesen vender las posesiones y heredamientos, para lo cual se habia de señalar cierto término. Tambien se concordó que las donaciones que se habian hecho por el rey don Alonso ó por el rey don Jaime su hermano, ó por sus lugartenientes y ministros en aquellas islas, fuesen de ningun momento. Declaróse, que como quiera que por la sentencia que fué promulgada contra el rey don Pedro por la Iglesia, fueron absueltos todos los de su servicio del sacramento de fidelidad y homenaje, á que le eran obligados, y ahora el rey de Aragon por beneficio de restitucion se restituia en todo el derecho que por la misma sentencia se le habia quitado, y las cosas volvian al primer estado; los reyes de Aragon y Mallorca en la restitucion de aquel reino é islas, se hiciesen el uno al otro el reconocimiento, y prestasen las firmezas y homenajes, segun el modo y forma que se contenian en el instrumento público de la concordia y condiciones asentadas entre el mismo rey de Mallorca y el rey don Pedro su hermano, y fuesen restituidos los lugares y castillos que despues de haberse principiado la guerra se habian ocupado por el rey de Mallorca, ó los suyos de la corona de Aragon y Cataluña, ó de sus vasallos y valedores. Estas condiciones puso el papa al rey de Aragon, exhortándole, que atendido, que eran conformes á derecho y equidad, y de la concordia se seguia general tranquilidad y paz en la cristiandad, por evitar los daños y escándalos que se podian seguir por reverencia de la sede apostólica y suya las firmase y cumpliese, como confiaba de su magnánimo y real corazon. El rey que habia deliberado de renunciar el reino de Sicilia por amor de la paz y union de la Iglesia, fácilmente por contemplacion del papa y por el propincuo deudo que tenia con el rey de Mallorca, condescendió en la restitucion de las islas, y comenzó luego á ordenar, como se pudiese poner en ejecucion, dando equivalencia á los barones y caballeros, á quien él y el rey don Alonso su hermano habian heredado por medio y provision de don Guillen de Moncada señor de Fraga, que era en aquella sazon procurador general por el rey de Aragon en la isla de Mallorca. Quedó proveido que se enviase por legado á los confines de Cataluña para el cumplimiento de esta concordia, Guillermo cardenal de san Clemente, que el autor de la historia general de Aragon, llama Guillen de Ferreras; y á veinte y siete del mes de junio ratificó el papa esta paz con su bula. Tres dias antes en el dia de san Juan Bautista dió el papa por sueltos y libres los homenajes y juramentos que el rey y el infante don Pedro su hermano y los ricos hombres de Aragon habian hecho, para que el matrimonio que se habia concertado entre el rey y la infanta doña Isabel, hija del rey don Sancho

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de Castilla se cumpliese, y atendido que eran parientes en tercer grado, lo dió por disuelto, y declaró ser contraido contra derecho y ser inválido. Esto fué en lo público, lo que se declaró de las condiciones de la paz, pero en lo secreto se añadió, que el rey de Aragon renunciase el derecho del reino de Sicilia, por las islas de Cerdeña y Córcega, de las cuales el papa le habia de hacer donacion. Entre los reyes de Francia y Aragon tambien hubo otra inteligencia secreta, y por ella se concordaron, que no permitiesen estar en sus reinos á ninguno de los barones ó caballeros que se saliesen de sus tierras, y ofreció el rey de Aragon al de Francia, que para la guerra que le habia movido el rey de Inglaterra le enviaria en su socorro cuarenta galeras armadas con su almirante y con sus capitanes bien en órden, con esta condicion, que el rey de Francia pagase por el sueldo de la tercera parte del año, renta mil libras de moneda de torneses, y si las quisiese tener en su servicio por otros dos meses, lo pudiese hacer, pagando treinta mil, y á la misma razon todo el tiempo que las tuviese. Declarábase, que en cada galera fuésen diez marineros y otros tantos proberes y treinta ballesteros y de otra gente armada, de manera que en cada galera fuesen ciento y ochenta soldados, compensando el número segun las galeras fuesen mayores o menores. Las villas y castillos que se ganasen en esta guerra por la gente de la armada, habian de ser del rey de Francia, y las presas y sacos de los bienes muebles que se hubiesen en la mar ó en isla se habian de partir por medio entre ambos reyes, y exceptuóse que en caso que el almirante del rey de Aragon prendiese al rey de Inglaterra, en ausencia del de Francia, quedase prisionero del almirante del rey de Aragon. Todo lo que se ganase en tierra firme habia de ser del rey de Francia, y dello se habia de partir con los que anduviesen á corso, y se hubiesen hallado en la presa, segun era costumbre. Quedó asentado, que el rey de Francia hiciese saber al rey de Castilla como á su valedor, la conclusion desta paz, y le exhortase y requiriese, que él por su parte la mandase guardar, y si lo rehusase de hacer el rey de Francia no fuese en su ayuda, si emprendiese de mover guerra al rey de Aragon, y que las fortalezas que se hubiesen nuevamente labrado, despues que se rompió la guerra por el rey de Francia ó los suyos, se mandasen derribar. Habian los nuestros en la guerra pasada, desamparado el val de Aran, y habíanse apoderado dél los franceses, y tenian en guarnicion los castillos, y tratando que se restituyesen, no se concordaron los embajadores destos príncipes, y dióse un medio por el papa, que se cometiese al legado, para que recibiese informacion de como se habia desamparado y ocupado aquel valle, y constando por la informacion que habia sido ocupado despues del rompimiento de la guerra, fuese restituido al rey de Aragon, reservando su derecho al rey de Francia, y en caso que la probanza fuese dudosa, y no constase haberle desamparado los nuestros, se restituyese la posesion al rey de Francia, reservando el derecho al rey de Aragon sobre la propiedad. En esto consintieron los embajadores, con tal condicion, que la posesion del valle se secrestase, y pusiese en poder del papa, ó del legado, ó de otra persona en nombre de la Iglesia, y el papa procuró, que se entregase al cardenal. Sobre los medios destas paces, como en cosa que tanto importaba á la corona de Aragon, mandó el rey juntar cortes en Barcelona; para que se confirmasen, y segun se afirmó, se aprobaron en ellas, puesto que

algunos entendian, que el rey había sido engañado, y seguia mal consejo, porque dejaba lo que tenia, que era cosa tan importante, por recibir de otro lo que se le prometia, y se habia de conquistar por las armas. Mas si por el suceso se hubiese de juzgar, parece haber sido el rey de Aragon el que ménos se pudo llamar á engaño, pues dejaba el reino de Sicilia en poder de su hermano, y de gente tan enemiga de la casa y nacion de Francia, y acrecentaba en su corona el reino de Cerdeña, que ambas cosas se poseyeron y poseen por sus sucesores, hasta nuestros tiempos. Desta manera se fueron concordando las diferencias y guerras que entre estos príncipes habian durado tanto tiempo, y esperábase universalmente una muy cierta y perpetua paz, porque todos estaban muy fatigados y cansados de las guerras pasadas, mas por otra parte se suscitaron nuevas causas y ocasiones de no menos cruel y sangrienta guerra, por la restitucion de la isla de Sicilia, y lo que fué mas de doler, entre nuestra misma nacion.

CAP. XI.-De la embajada que el rey envió á la reina doña María de Castilla, sobre la separacion del matrimonio, que se habia tratado con la infanta doña Isabel su hija.

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Sancho Diaz de Bustamante, el castillo de Cartagena, Nicolás Perez de Murcia, el castillo de Alicante, Pedro Ruiz de San Ciprian Orihuela y Juan Fernandez de Bañares el castillo de Montagudo. Juntamente con esto tratando el rey de se ir á ver con el rey Carlos, que venia con el legado á Rosellon, para que se solemnizasen las bodas con doña Blanca, como estaba tratado, desde Figueras en principio del mes de octubre deste año, envió á mandar al obispo de Lérida, y á don Rui Jimenez de Luna, y á don Atho de Foces y á don Lope Ferrench de Luna, que desde Tortosa acompañasen á la infanta doña Isabel hasta Daroca, para que de allf se llevase á Castilla, pero despues el rey deliberó de sobreseer en ella hasta su venida al reino de Aragon. CAP. XII. De lo que pasó el papa Bonifacio con el infante don Fadrique, al tiempo que se declaró y capituló la paz.

Luego que fué el papa Bonifacio promovido al pontificado, el infante don Fadrique envió á Manfredo Lanza, y á Roger de Jeremía, para que de su parte significasen que ninguna cosa deseaba mas que ser recibido por obediente hijo de la Iglesia como católico príncipe, y que la misma voluntad tenia que el rey su hermano, de estar debajo del amparo y buena gracia de la sede apostólica, porque el papa antes de ser elegido al pontificado, le habia enviado à rogar que se fuése á ver con él á Iscla, por cosas que sumamente concernian á su honra y provecho. Sucediendo luego la eleccion, envió el infante destos embajadores para congratularle de su promocion y pedirle le notificase su voluntad, y el papa por el mes de marzo pasado le envió con Bernardo de Camerino á pedir muy encarecidamente, que se fuése á ver con él, y llevase consigo á Juan de Proxita y al almirante Roger de Lauria, y envioles salvo conducto para que el infante y estos barones y otros del reino de Sicilia con poder bastante fuésen á tratar de la paz con promesa, que seria para grande honor y acrecentamiento del infante. Mas los sicilianos que estaban muy atentos á todos estos trata

Concluida que fué la paz entre estos príncipes, como se ha referido estando el rey don Jaime en Barcelona por el mes de agosto deste año, envió á la reina de Castilla un religioso de la órden de los frailes menores, Ilamado fray Domingo de Jaca, y á Simon de Azlor, para que le notificasen, que como quiera que en las paces que con el rey don Sancho su marido habia firmado, se concertó el matrimonio entre él y la infanta doña Isabel su hija, con esperanza que el papa vendria en ellos, y se les concederia la dispensacion, no se habia podido conseguir por él, ni por el rey de Castilla, ántes el papa Celestino, habia prohibido que se efectuase, declarando ser ningunas las obligaciones que por él se habian hecho, y le amonestó sobre la separacion del matrimonio. Por estas causas y por obedecer á los mandamientos apostólicos, y por procurar lo que to-dos, procuraron de estorbar esta ida, señaladamente caba al bien y pacífico estado de sus reinos, decia el rey, que no podia sino desatar el matrimonio. Estos embajadores en presencia del rey don Fernando su hijo, revocaron la concordia y condiciones della, y pidieron en nombre del rey que quedasen libres las rehenes y castillos que se habian entregado en Aragon en tercería, en nombre de la infanta doña Isabel, con condicion, que en caso que el matrimonio no se efectuase, fuésen suyos, y esto se pidió en nombre del rey, pues no quedaba por su parte que aquello no se cumpliese. Eran los castillos que se habian puesto en tercería, en el reino de Aragon por esta causa, el de Borja, Somet, Hariza, Uncastillo, Rueda y Daroca, y habíanse entregado á don Lope Ferrench de Luna, para que los tuviese por la infanta doña Isabel, y tambien el castillo de Verdejo, que se entregó con la misma condicion á Diego Perez de Escoron. En caso que no se diesen por libres estos castillos pedian los embajadores que la reina mandase entregar al rey de Aragon, los que en su nombre se habian puesto en tercería en sus reinos, debajo de homenaje por conservacion de su decreto, y los que tenian estos castillos eran don Juan Alonso de Haro, que tenia los castillos de Cervera, Alfaro y Agreda, Garci Lopez de Saavedra, el castillo de Atienza, Tel Gutierrez el castillo de Arcos, Rodrigo Martinez de Guadalajara, el castillo de Hita,

los regidores de la ciudad de Palermo, y escribieron una muy discreta carta con diversas razones que inducian á que el infante no se confiase tan lijeramente, pero entendiendo que el rey su hermano holgaba dello, quiso obedecer el mandamiento del papa por entender lo que se movia en aquellas pláticas, y en las largas promesas que se hacian, y partió con las galeras de Sicilia muy bien acompañado. Salió el papa á la playa romana á cierto lugar, á donde habian de ser las vistas, y deteniéndose el infante creyendo que no iria, partióse el papa de allí, y dende á pocos dias salió el infante en tierra muy acompañado de los suyos, y alcanzó al papa á cuatro millas de Velitre que iba á Anania, y allí en el campo recibió al infante con grandes muestras de benevolencia y con gran alegría, quedando espantado de su gentil disposicion y gran lozanía, y de su seso y prudencia siendo tan mozo, y de la excelente apostura de su persona, en que se aventajaba entre todos los otros, y como iba el infante vestido de algunas piezas de arnés, le dijo el papa, como condoliéndose dél, que era la causa que casi desde su niñez se aficionaba tanto á las armas, y volviéndose para el almirante que estaba junto, le preguntó si era él aquel tan cruel adversario y enemigo de la Iglesia que habia quitado la vida á tanta multitud de gentes, y el almirante sin mucha ceremonia le respon

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