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cona, que era arma enastada de montería, de la cual se usaba mucho en la guerra. Estaban usados á sufrir grandes trabajos y miseria, y lo que otras gentes no podian sufrir, les era como regalo y pasatiempo, porque solian pasar dos y tres dias si necesario era, sin comer sino yerbas del campo. Su traje, segun

aquel reino el rey de Aragon su señor, y que era jura- | ganancia, y las armas ordinarias lanzas y dardo 6 azdo y obedecido por rey y señor de los sicilianos, y le requirieron, que dejase desembargada y libre la tierra que tanto tiempo habia ocupado injusta y tiránicamente en perjuicio de la reina su mujer y de los infantes sus hijos, y si algun derecho pensaba tener en el señorío de aquella isla, el rey de Aragon estaria á lo que el papa ó cualquier otro juez no sospechoso deter-Montaner escribe, era ir muy desarropados, y con anminase. A esto respondió Carlos, que el reino de tiparas en las piernas, que Aclot llama calzas de cueSicilia era de la Iglesia, por quien él lo tenia, y que ro, y con abarcas en los piés, y con sombreros de reentrasen los embajadores en Mecina, y asentasen tre- des, que tambien por Aclot se entiende, que eran guas por ocho dias, porque en este tiempo pudiesen sombreros de cuero muy trepados. Por este hábito deliberar sobre ello, y los embajadores lo trataron con tan estraño y salvaje, y porque iban muy negros y Alaimo de Lentin capitan de la ciudad, pero no quisieron magros y mal peinados, los sicilianos estuvieron en otorgar lo de las treguas, y Carlos respondió que to- grande admiracion y cuidado, y no creian que gente maria su acuerdo y responderia al rey de Aragon. Ve- tan desnuda y tan mal tratada pudiese ser bastante nia á lo de la tregua por trato que tenia con algunos para su remedio, y al principio cuando los vieron, desmecineses que habian conjurado de darle entrada, en confiaron dellos. Los adalides era gente de caballo, y su lo cual eran principales Enrico de París juez de Meci- nombre quiere decir lo mismo que guiadores, porque na, Simon de Templo y Juan de Escaldapidochi, y guiaban la gente de guerra, y este era su principal ofiviniendo esto á noticia del pueblo, fueron luego muer- cio, y eran muy prácticos en reconocer las tierras de los, y algunos otros de quien se tenia sospecha, que los enemigos y sus pasos y entradas, y escogian para eran participes en aquella conspiracion. Con la entra- esto la gente mas lijera para huir y alcanzar, y tenian da de los almogáraves los mecineses cobraron tanto tambien cargo de acaudillar la gente principal del esfuerzo, que salian á pelear con los franceses, y les ejército, y su traje se diferenciaba poco de los almohicieron mucho daño en diversos rebatos, y tras esto garaves, porque segun Aclot dice, iban en calzas y juse comenzó luego á publicar que el rey de Aragon lle- bon, y las calzas eran de cuero, y con abarcas en los gaba con sus gentes, y por esta nueva mandó Carlos piés, y un esquero en la cinta, y llevaban su zurron de pasar á Calabria á la reina, y otro día se pasó él con cuero, y espada y lanza, y dos dardos, aunque en lo todo su ejército y dejó en celada alguna gente de caba- de las armas parece por ley de partida, que habia llo y ciertas galeras, para que hiciese daño en los de diversas costumbres, porque ordena que al adalid se la ciudad, si saliesen desordenadamente, pero esto fué dé caballo y espada y armas enastadas y de hierro, de ningun efecto, porque recelando los mecineses el segun la costumbre de la tierra. No puedo entender, engaño, proveyeron que ninguno saliese fuera, y qué fundamento tuviese Lorenzo de Vala para lo aquella gente se pasó al tercero dia á Calabria, y es- que escribe en la historia que compuso del rey don taba libre la isla de sus enemigos en fin del mes de Fernando el primero deste nombre de los reyes de setiembre. En aquel dia perdió el rey Carlos con la Aragon, á donde dice de los adalides y almogáraves, isla de Sicilia la reputacion que habia ganado en gran- que su arte y oficio era adivinar los sucesos prósdes empresas y victorias, porque teniendo consigo peros ó adversos de la guerra, por el vuelo de las tanta pujanza de gente, que pudiera bastar para la aves, y por las voces, y tambien por el encuentro conquista del imperio griego, y una poderosísima de las fieras, y que tenian libros compuestos con gran armada, que no solo era bastante para defensa de diligencia de semejantes agüeros, y creo que esto cosus reinos, pero para cualquier grande empresa, con munmente fué mas propio de los moros y de sus hehaber entrado en Mecina algunas compañías de almo- chicerías, y lo atribuye á esta gente de guerra, siendo garaves, y con la publicacion de venir en su socorro cierto que los moros como dice Aclot tambien tenian el rey de Aragon, cuya gente no era en el número con sus adalides y debieron usar esta órden de guerra, y gran parte igual á la suya, y venir muy fatigados y sou estos nombres suyos, y es la guerra que se usó en maltratados de Berbería, no tuvo ánimo para esperar á España con ellos, en lo antiguo. Fueron estos tales en reconocer las fuerzas del enemigo, y desamparó la las guerras que tuvieron en Calabria y Sicilia por tierra con ignominia y afrenta, y tras esto fueron su- tierra y mar, con la gente del rey Carlos que era la cediendo sus cosas mas adversamente, y tuvo en peli- mejor de aquellos tiempos, que de allí adelante aquella gro de perder todo el resto del reino que tenia en Ita- rustiqueza de que burlaban primero fué muy temida lia, y quedó oscurecida la gloria de sus grandes vic- de todas las naciones, y el rigor con que se trataban torias. Escribe Ramon Montaner con encarecimiento, las cosas de la guerra. Pusieron los almogáraves fuego que fué grande el despojo que hubieron los almogáraves á las taridas y galeras que el rey Carlos mandaba ardel real de los enemigos, y que fué á los sicilianos cosa mar en el atarazanal de San Salvador para la empresa de gran extrañeza ver su denuedo y valentía, y el feo de Romanía, que si el número que Montaner pone es traje que llevaban. Eran, como dicho es, soldados que verdadero, eran mas de ciento y cincuenta. Partió el siempre se ejercitaban en la guerra, y aunque en una rey de Aragon de Rendazo con su ejército, y llegó á ley de partida se hace mencion de almogáraves de ca- Mecina á dos de octubre, adonde fué recibido debajo ballo, está sabido que era gente de pié, y segun Aclot del Palio con grande fiesta como nuevo príncipe y venescribe, no vivian sino en hecho de armas ni moraban cedor. El rey Carlos, de Rijoles comenzó á poner en deen las ciudades y pueblos grandes sino por las mon- fensa los lugares de Calabria, y bastecer los castillos y tañas y bosques, haciendo continua guerra á los mo- lugares fuertes del reino, y considerando que su arros, y entrando por sus tierras á dentro en ordinarias mada no podia invernar en aquella costa, ni detenerse correrías, y robando y cautivando los moros, y esto en Rijoles por no tener puerto y ser muy peligrosa decian ir en almogaravia, y su vida e de aquella | playa y haber muy general carestía y falta de basti

CAP. XXV.-Del desafio que hubo entre el rey Carlos y el rey de Aragon.

Considerando el rey Carlos que su enemigo era poderoso en la mar, y que por sola aquella comodidad, no solo seria bastante á defender la isla de Sicilia, pero podria hacer grande guerra en los lugares de Calabria y Pulla, recelándose de la instabilidad y poca firmeza de los ánimos de la gente del principado de Capua, temiendo no se rebelasen contra él, siguiendo el ejemplo de los sicilianos por el buen suceso, entendió que si el rey de Aragon se pudiese desviar de aquella guerra por-alguna via, de suerte que la isla quedase desierta de la armada de Aragon, con sola la gente que pensaba dejar en Calabria y Pulla, se podria hacer tal guerra contra Sicilia, estando á la vista, que con menor dificultad y menos riesgo se restaurase lo perdido. Era este príncipe el mas experimentado en las cosas de la guerra, y de mayor consejo que hubo en aquellos tiempos, y de gran corazon y valentía, el que mas reputacion tenia entre todos los reyes de la cristiandad, pero al remate y fin de su vida le faltó la buena fortuna y prosperidad que casi en todo el discurso della le habia siempre seguido en grandes y muy peligrosas guerras que tuvo con muy poderosos reyes y príncipes ficles y paganos, y cuando le faltó la ventura pareció tambien fallecerle el consejo. Mas en esto no juzgando por el suceso verdaderamente fué reputado lo que él deliberó consejo y ardid de príncipe muy sabio y prudente, cual era por todos tenido, porque conjeturando por el corazon y ánimo grande de su enemigo que estaba en la flor de su edad, entendió que seria cosa fácil sacarle de aquella guerra con ocasion de riepto de batalla, pues por salvar su fé aventuraria todas las otras ocasiones que se ofreciesen, y poniendo este becho al juicio y trance de batalla, la cual no podia dejar de aceptar, creia que quedarian indignados contra el rey de Aragon los sicilianos, porque teniendo ganado aquel reino y habiendo echado dél á sus enemigos, aceptándole por su rey y señor, los tenia en tan poco que los queria aventurar al suceso de una batalla, y entendia, que esto seria causa que se rebelasen contra el rey de Aragon, y volviesen á su obediencia, y para esto sabia que aprovecharia mucho la autoridad y favor del sumo pontifice y de la Iglesia, cuya era principalmente esta querella. Con esta sutileza acordó de enviar al rey de Aragon un religioso de la órden de los predicadores que se llamaba fray Simon de Lentin, por mas disimular el artificio, aunque Aclot es

mentos, mandó despedir su gente y envió la mayor parte á Pulla por tierra, y la otra por mar, con veinte y cinco goleras, y setenta que quedaban hicieron vela la via de Nápoles. Teniendo desto noticia el rey, mandó á don Pedro de Queralt y á Ramon de Cortada que eran vice almirantes de don Jaime Perez su hijo que pusiesen en órden veinte y dos galeras con la mas escogida gente que habia, y mas ejercitada en la mar, y salieron al encuentro á las galeras francesas, que hacian vela la via del principado, y no dudaron de seguirlas, y acometer la retaguarda con toda furia, y volviendo las primeras en su socorro dieron la vuelta la via de Rijoles, y queriendo seguir las nuestras el alcauce, no pudieron por el corriente de Faro que les era contrario, y volviéronse al puerto de Mecina. Estaban en atalaya junto á Mecina algunas galeras que el rey mandó escojer entre las otras, y dende á cinco dias vieron salir cuarenta y siete velas de Rijoles, entre galeras y otros navíos de remos, y alargáronse del Faro bien ocho millas delante de las nuestras, y como se acostasen á tierra, faltóles el viento, y los nuestros pudieron llegar á dos millas dellos, y á su vista pasaron delante catorce galeras que fueron contra los franceses, y ellos volvieron las proas y pusiéronse en órden de batalla. Los proenzales que estaban á la parte de mediodia, levantaron con grande grita el estandarte de San Victor, y los pisanos y las galeras del reino que estaban allegadas á tierra, hicieron otro tanto, y enviaron un leño armado de ochenta remos, para reconocer la órden que los nuestros tenian. En este medio nuestras galeras alzando su estandarte la galera capitana, movieron á grande furia al medio cuerpo de las galeras pisanas, y embistieron en ellas con tanto vigor y valentía que ganaron dos y mataron mucha gente. Los proenzales que estaban muy mal en órden, y muy cargados se esparcieron, y abajando el estandarte tomaron la via de Rijoles. Entónces las galeras del reino fueron en su seguimiento la costa de Nicotera, que estaba muy cerca, y las catalanas en su alcance, y les ganaron veinte galeras, y con esta presa y victoria volvieron á Mecina, y traian los prisioneros principales en sus galeras con los estandartes y banderas francesas, arrastrando por mar, y llevándolas delante de sí entraron en el puerto y fueron los prisioneros pasados de cuatro mil, á los cuales el rey de Aragon mandó dar dos naves para que se fuésen libremente, y retuvo los principales capitanes y caballeros. Fué esta victoria á catorce del mes de octubre, la cual segun uno de los autores antiguos sicilianos escribe, hubieron solas quince galeras del rey de Aragon, y Ramon Mon-cribe que envió dos capellanes suyos en hábito de fraitaner añade, que no contentos con esto combatieron á Nicotera, y la entraron por combate y mataron dentro doscientos hombres de armas, y la pusieron à saco. Otro autor tambien siciliano y antiguo que no se nombra, escribe que don Jaime Perez contra la órden del rey su padre quiso acometer con su armada á Rijoles, donde estaba el rey Carlos, y que perdió algunos almogáraves, y por esta causa estuvo el rey tan indignado que se vió en peligro que le cortasen la cabeza, y que entonces le quitó el almirantado y se dió á Roger de Lauria, que fué el mas excelente capitan que hubo jamás por la mar. Partió el rey dende á dos dias de Mecina para Catania, por visitar aquella parte de la isla y poner en órden los lugares, y castillos de la marina y animarlos á su servicio, y en aquella ciudad, siendo llamados los síndicos de los pueblos del val de Noto, los exhortó que se juntasen á salir á la defensa de la isla,

les de la órden de predicadores, que ante su corte hablasen con el rey. Éste llegó á Mecina, donde el rey habia vuelto de Catania, y á veinte y cuatro de octubre, y en presencia de los barones y ricos hombres que allí se hallaron, propuso en nombre del rey Carlos, diciendo con palabras muy descorteses, que habia entrado el rey de Aragon en Sicilia no por la parte, sino malamente, como ladron, y como no debia, no siendo él su enemigo ni de sus reinos, y teniendo él aquel reino por la Iglesia, y habiéndolo conquistado como era notorio en diversas batallas, y sin primero haberle desafiado, y que estaba aparejado de convencerle en batalla que le habia tomado su tierra á hurto, y la usurpaba violentamente haciéndose cabeza de los que le eran traidores y rebeldes. Mas visto por el rey que no era embajada aquella para encomendarla á personas religiosas, por ser muy impropios mensajeros, para

presentar semejante querella, mayormente que no le traian letra de creencia, y para satisfacerse primero, si aquella procedia del ánimo de Carlos, despidió aquellos religiosos sin ninguna respuesta, y el mismo dia envió á Rijoles al vizconde de Castelnou y á don Pedro de Queralt para que entendiesen dél, si aquel desafío habia sido presentado por orden del rey Carlos, y encomendóles que en tal caso volviesen por su honor, como ellos se satisfarian de cualquiera caballero que los reptase de haber faltado á su fé y lealtad. Respondió á estos embajadores el rey Carlos, que aquella mensajería fué enviada por órden suya, y tornó á repetir las mismas palabras, diciendo que el rey don Pedro habia entrado en el reino de Sicilia malamente, y como no debia. Entonces el vizconde dijo, que él y cualquiera que dijese aquello mentía, y lo defenderia el rey su señor por su persona á la suya, y le daria ventaja de armas cual él la pidiese, y á esto añade Ramon Montaner que le dijeron, que le daria aquella ventaja por su edad, y si esto no quisiese que se combatiria con él diez á diez, ó cincuenta á cincuenta, ó ciento á ciento, y que el rey Carlos respondió que enviaria sus embajadores para que recibiesen juramento del rey, que no rehusaria aquella oferta, y que volviesen los embajadores del rey y le daria entonces su gaje, y haria aquel mismo juramento, y que dentro de un dia escogeria uno de aquellos partidos que le ofrecian, y despues se concordaria entre ambos, ante qué príncipe se daria el campo y el término de la batalla. Desta manera escribe Montaner que se dieron gajes de una parte á otra, y despues el rey Carlos eligió que la batalla fuese del uno al otro con cada cien caballeros, y se aceptó le batalla, y quedó concordado, que los reyes nombrasen personas que tratasen del lugar y tiempo donde con toda seguridad se hiciese. Para esto envió el rey de Aragon á Beltran de Canellas caballero catalan, y á Reinaldo de Limogis de Mecina, para que comunicasen sobre aquel hecho, y platicasen sobre la orden que se debia tener en la ejecucion deste desafío.

CAP. XXVI.-Del proceso que mandó hacer el papa contra el rey de Aragon.

Entre tanto entendiendo el papa que el rey de Aragon habia tomado por suya la empresa de Sicilia, y que se intitulaba rey della, y que por su causa fué echado de la isla el rey Carlos, siendo negocio que tanto tocaba á la sede apostólica, y él tan aficionado á la casa de Francia, comenzó á proceder con censuras eclesiásticas contra el rey, y hacer su proceso. El fundamento era la sentencia que el papa Inocencio cuarto dió contra el emperador Federico, por la cual le privó del imperio y de sus reinos, en el concilio de Leon, aprobándolo el mismo concilio. Pretendíase, que despues de la muerte de Federico, aunque aquel reino volvia á la disposicion de la Iglesia romana, á quién pertenecia de derecho, y el papa Inocencio habia dicho públicamente en el mismo concilio, que proveeria de persona cuál conveniese, Conrado hijo de Federico lo habia ocupado, y despues de su muerte Manfredo príncipe de Taranto su hermano, no le perteneciendo derecho alguno en él, y siendo bastardo, contra el juramento de fidelidad que habia prestado al papa, y que fingiéndose tutor de Conradino su sobrino, hijo de Conrado, se apoderó de diversas ciudades y fortalezas del reino, y por sus excesos habia sido privado por el papa Alejandro cuarto del principado de Taranto, y del honor del monte de Sant Ángelo, y de todos los condados

TOMO IV.

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y feudos que tenia por la Iglesia, declarándole rebelde y enemigo della, y sacrílego usurpador de sus feudos, y como á protector y fautor de los moros, con quien estaba confederado. Con estos fundamentos se alegaba que Manfredo perseverando en su iniquidad habia fingido ser muerto Conradino su sobrino, y de su propia autoridad se apoderó de todo el reino, y usurpó el título y nombre real, y se hizo ungir y coronar en rey, y que por esta causa se siguieron segun afirmaba el papa en su proceso, la justa y verdadera sucesion de Carlos, como de hijo y defensor de la Iglesia, y el castigo y ejecucion que se hizo por él contra Manfredo y Conradino. Precediendo estas causas condenaba el papa la temeraria rebelion y el atrevimiento de querer perturbar y confundir los derechos reales, presumiendo de eximirse y desechar el dominio de su príncipe, exagerando que no contentos con esto habian cometido crueldades nunca oidas, derramando fieramente la sangre de los inocentes, y aun hasta aquellos que estaban en el vientre de sus madres, y habiendo esperanza de reducirlos á la obediencia y correccion de la Iglesia, el rey don Pedro de Aragon con color de hacer la guerra contra los moros de África habia pasado á la isla de Sicilia con su armada de mar, y con ejército, siendo tierra y señorío propio de la Iglesia, perturbando en ella la paz, y conmoviendo en su ofensa con grande sedicion, y concitando el pueblo, y confederándose con los sicilianos, usurpando el título y nombre real, pretendiendo, que pertenecia á su mujer y á sus hijos, y habia quitado á Carlos en sus letras el título de rey de Sicilia, y con esto habia animado á los panormitanos, que perseverasen en su contumacia, á los cuales, segun se decia, habia diversas veces solicitado por sus mensajeros, para que se rebelasen. Que favoreciendo desta manera á los rebeldes con sus gentes, habia conmovido, é incitado contra la Iglesia los sicilianos, señaladamente á los mecineses, que antes de la llegada del rey de Aragon á aquella isla, admitian con gran humildad los nuncios del legado, y reconocian é invocaban públicamente el nombre de la Iglesia, y de allí adelante rehusaron de admitirlos, lo cual hacian confiados en el favor y ayuda que el rey de Aragon les daba, por causa de su mujer y hijos, los cuales declaraba el papa en el mismo proceso, no tener derecho alguno á aquel reino. Tambien se encarecia y condenaba por ficcion fraudulenta, haber el rey enviado sus embajadores al papa, haciéndole con ellos saber, que con gran ejército y aparato de guerra se disponia para servir á nuestro Señor, y ensalzar su santa fé católica, y que hubiese movido contra el rey Carlos, siendo, como entonces decian, cruce signato, para ir en socorro de la Tierra Santa; y que estaba dispuesto para levantar los negocios de la fé, y sin desafiarle, le hubiese acometido sus tierras hostilmente con grande nota de traicion; afirmando, que no le escusaba haber declinado con su armada á las partes circunvecinas de África, y residido en ella algunos dias. Que esto mismo descubria el artificio de haberlo emprendido, para que con aquella ocasion, mas cómodamente ejecutase la iniquidad que habia concebido, mayormente habiendo ofrecido, segun se decia, dar todo favor á los panormitanos, solicitándolos, que persistiesen en su malicia, pues no era verisimil, que él hubiese de tomar la empresa del África, siendo una tierra tan estendida, habitada, y llena de gente tan ejercitada en las armas, y que tenia muchas fuerzas y municiones, y de riquezas muy opulenta, á cuya 34

chos caballeros principales, y tenia buena gente de guarda, y acudió al combate la mayor parte de los almogáraves, por la codicia del despojo, y la casa fué entrada, y el conde y los suyos muertos, y siendo de dia se recogieron con la presa. Tambien hace mencion desto uno de los autores sicilianos antiguos, que tuvo gran cuenta con la razon de los tiempos, y dice que fué á seis de noviembre, aunque no nombra el nombre de Alanzon, y dice que pasaron á esta jornada con quince galeras cinco mil almogáraves. Bernardo Aclot dice, que la gente que estaba en la Catona eran quinientos de caballo franceses del papa que envió el rey Carlos al Faro, y no nombra el capitan. Despues desto escribe aquel autor siciliano, que á once del mismo mes de noviembre Federico Musca conde de Modica, que estaba en la Escaleta con gente de guerra, y tenia cargo de la costa de Catania y del val de Noto, envió cinco mil almogáraves á Calabria contra los lugares vecinos de Rijoles.

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empresa á penas se atreveria el poder de diversos reyes y príncipes estando unidos, cuanto ménos el rey de Aragon, siendo inferior en riquezas habia de emprender esta conquista solo con tan pequeña compañía de gente de guerra. Por estas razones se fundaba haber el rey incurrido en la sentencia de excomunion, que el papa habia promulgado en la fiesta de la Ascension, estando en Orbieto, contra los que diesen favor y ayuda á los sicilianos contra el rey Carlos, y contra la Iglesia. Considerado todo esto, por justificar mas el papa sus procesos estando en Monteflascon públicamente delante de la iglesia de San Fabian, en presencia de todo el pueblo, á nueve del mes de noviembre deste año, que fué la festividad de la dedicacion de la basílica de San Salvador, con asistencia del colegio de cardenales, denunció al rey don Pedro, y á sus cómplices, satélites y ministros, y á los rebeldes de la isla de Sicilia estar sujetos á la sentencia de excomunion, y las ciudades y castillos y villas y universidades, debajo de entredicho eclesiástico, y de nuevo promulgó sentencia de excomunion contra el rey y sus fautores y secuaces, por no haber obedecido, y por su notoria contumacia, amonestando al rey, y á los que con él habian entrado en Sicilia, y estaban en ella, que desistiesen de las ofensas que hacian, y saliesen della, y no volviesen en perjuicio del papa y del rey Carlos, ni perturbasen ni molestasen pública ni ocultamente alguna parte de aquel reino, inhibiéndole, que no se llamase rey de Sicilia, ni como tal se entremetiese á conceder inmunidades ó privilegios, ni usurpase algun dominio ó potestad sobre aquel reino en perjuicio de la Iglesia, y del rey Carlos, so graves penas y censuras, que se discernian contra los que diesen favor ayuda al rey de Aragon, y al emperador Miguel Paleólogo. Declarábase en esta sentencia, que si el rey de Aragon y sus secuaces no compareciesen ante la sede apostólica dentro de la fiesta de la Purificacion de nuestra Señora primera siguiente, y el emperador Paleólogo por todo el mes de abril, que se les señalaba por término perentorio para obedecer y cumplir los mandamientos apostólicos, y para hacer entera satisfaccion à la Iglesia y al rey Cárlos, de los daños recibidos, dentro del término que se les diese, se exponian sus personas y bienes, que pudiesen ser ocupados por cualesquiera fieles libremente, y los privaba de los feudos y derechos que tenian de la Iglesia, y absolvia sus vasallos del juramento de fidelidad, en que les eran obligados, quedando su derecho al papa á salvo, para privar al rey de Aragon de sus reinos y señoríos en su ausencia pasado aquel

término.

CAP. XXVII. De la pasada de los almogáraves à la Catona y del destrozo que hicieron en la gente de armas que alli estaba.

Cuenta Ramon Montaner, que estaba en aquella sazon en la Catona, que es el lugar de Calabria mas vecino a Mecina, la mayor parte del ejército del rey Carlos y por su capitan general el conde de Alanzon, y teniendo segun este autor escribe, dello noticia los almogáraves, suplicaron al rey les diese licencia que pasasen á combatir el lugar, y el rey lo tuvo por bien, y pasaron con las galeras á media noche, y al alba dieron combate à la Catona, y la entraron por fuerza en armas, y fué muerta casi toda la gente de armas, y combatieron la casa donde el conde estaba, por grande espacio de tiempo, porque se acogieron á ella mu

Entre tanto andaban mensajeros de una parte á otra para que se nombrasen personas que señalasen el dia y lugar desta batalla, y pasaron por esta causa á Rijoles postreramente Beltran de Canellas y Jimeno de Artieda. Fueron elegidos por Carlos seis caballeros, y otros tantos por el rey de Aragon en un mismo dia, que fué á veinte y seis de diciembre en principio del año del nacimiento de nuestro Señor de mil doscientos ochenta y tres. Los franceses eran Jordan de Isla, Joan vizconde de Temblay, Jaques de Busono, Eustacio de Ardicurt, Joan de Nisi y Gil de Salsi, y los que el rey nombró, fueron don Guillen de Castelnou, don Rui Jimenez de Luna castellano de Castrojuan y Gallano, don Pedro de Queralt, Jimeno de Artieda, Rodolfo de Manuel de Trapana y Reinaldo de Limogis. Estos doce caballeros en concordia habian de elegir y señalar el campo, y declarar el término de la batalla, dentro del cual cómodamente pudiesen los reyes hallarse para combatir con los suyos. Juntáronse diversas veces, para determinar este negocio, y despues de largas pláticas y discursos que entre sí tuvieron, sobre lo que en este caso ocurria, fueron en concordia de parecer, que la batalla se hiciese en el señorío y jurisdiccion del rey de Inglaterra, en Gascuña, en el territorio de la villa de Burdeus en el campo ó plaza que el rey de Inglaterra eligiese y le pareciese mas conveniente, habido respeto al número de las personas que debian combatir, y que fuese aquel lugar cerrado y empalizado, cual se requeria á donde habian de combatir tales príncipes. Fué el término dentro del cual compareciesen ante el rey de Inglaterra, ó ante el lugarteniente suyo, ó ante la persona que él diputase, y el dia que se habian de presentar á la batalla, el primero del mes de junio siguiente, y ordenaron que si el rey de Inglaterra no enviase ninguno, que compareciesen delante el gobernador del lugar de Burdeus, y que á la batalla no hubiese gente de guerra del rey de Inglaterra, sino en caso que él en persona asistiese á ella, y que fuesen los reyes obligados de esperar al rey de Inglaterra, ó su respuesta hasta treinta dias despues de aquel plazo, y que jurasen de procurar con todas su fuerzas y poder, que se hallase presente á la batalla para el dia estatuido, Y recibiese los gajes, y que al tiempo que en Gascuña estuviesen, y mas ocho dias despues de todos los plazos

cumplidos hubiese tregua para ir y salir seguramente cada uno por donde quisiese, y el que faltase de no se hallar en la batalla en aquel lugar y tiempo con aquellas condiciones, no habiendo legítimo manifiesto, y probado impedimento de la persona, todo el tiempo de su vida fuese tenido y reputado por hombre vencido, perjuro, falso, infiel y traidor, y no pudiese usar de allí adelante de título de rey, y fuese privado y despojado de toda preeminencia y superioridad real, y de otra cualquiera honra é insignia, y fuese habido por infame y alevoso. Siendo esto así declarado y ordenado por estos doce caballeros, lo ratificaron y juraron los reyes de guardar y cumplir todo lo susodicho, en fin del mes de diciembre, y porque mas inviolablemente se efectuasen cada uno dellos nombró cuarenta caballeros, que en su nombre lo prometiesen y jurasen; y cuando no fuese cumplido y guardado, se saliesen de su corte y servicio, y perpétuamente le desamparasen, y no diesen favor ni ayuda, como á hombre fementido é infame, y para esto les fuese alzado cualquier juramento y homenaje de fidelidad que hubiesen prestado. Estas fueron las condiciones del desafío y batalla que estos príncipes habian de hacer sacadas de los instrumentos originales, que sobre ello se ordenaron, porque todo el mundo entienda, que el rey de Aragon en prosecucion de lo prometido como adelante se dirá, aventuró mas su persona por salvar su fé y honor, de lo que era obligado como bueno y leal caballero. Las cuarenta personas que el rey nombró se ponen en la historia de Aclot, y en alguna de las modernas, y en ellas hay algunos nombres corrompidos, y fueron muy señalados y principales caballeros, y de gran valor y proeza. Fueron primero nombradas las seis personas que por parte del rey se eligieron, para determinar el lugar y dia de la batalla, y con ellos los caballeros siguientes don Arnal Roger conde de Pallás, Armengol conde de Urgel, don Pedro Fernandez señor de Ijar hermano del rey, y don Jaime Perez de Aragon su hijo, porque segun Montaner escribe, quiso el rey que se hallase con él á la batalla, y por esta causa mandó que dejase el cargo de almirante, y se dió á Roger de Lauria: don Lope Ferrench de Luna, Ponce de Ribellas, don Sancho de Antillon, Pero Arnaldo de Botonach, Alaimo de Lentin maestre justicier del reino de Sicilia, Baldovin de Veintemilla conde de Iscla mayor, Federico Musca conde de Módica, Orlando de Appello, Guarter de Calatagiron, Bernardo Roger de Eril, el almirante Roger de Lauria, Lope Ferrench de Atrosillo, Bernardo de Monpahon, Pedro Garcés de Nuez, Beltran de Belpuig, Guillen de Bellera, Garci Garcés de Arazuri, Jimen Lopez de Embun, Ramon de Molina, Simon Dezlor, Blasco Maza de Ganarul, Gil Ruiz de Montuenga, Garci Arnal de Cil, Berenguer de Osfigato, Beltran de Villafranca, Ramon de Cortada, Jaime de Oblitas, Guerau de Azcon, Estevan Nuñez y Blasco de Alascia, que por yerro llama Aclot, don Blasco de Alagon, y dice, que era yerno del rey:, siendo el yerno don Artal, su hermano mayor, que no pasó á Sicilia. Concluido todo lo que tocaba á la batalla, que estaba aplazada entre estos príncipes, entendiendo el rey el intento de su enemigo, que era sacarle tan lejos de las cosas de Sicilia, y dejar en su empresa al prín cipe de Salerno su hijo, y otros grandes capitanes que hiciesen con gran pujanza la guerra contra sus rebeldes, disponia como dejase muy apercibidas y ordenadas las cosas de aquel reino, así en lo de la

guerra como en el gobierno público, y para dejar en él las mayores prendas que se podian desear. Envió con cuatro galeras á don Rui Jimenez de Luna, para que la reina doña Costanza, y los infantes don Jaime y don Fadrique y doña Violante fuésen á Sicilia, para que quedasen en su lugar, porque los sicilianos por su ausencia no se alterasen y entendiesen, que dejando á la reina y á sus hijos con ellos, no se descuidaba de lo que convenia proveer para la defensa y buen estado de la tierra, y dió aviso al infante don Alonso, que era su lugarteniente general, de lo que estaba ordenado, y mandó que hiciese apercibir hasta cuarenta caballeros de los mejores que hubiese en la tierra, mas aprobados en armas, y se acercasen á la frontera de Bearne, para que pudiesen escoger dellos, y de los caballeros que con él irian los que mas conviniesen, para que entrasen con él en la batalla. CAP. XXIX.-Que el rey de Aragon pasó con su ejército á Calabria, y se le rindió Rijoles, y otros lugares de aquella provincia.

En el principio deste año de mil doscientos ochenta y tres propuso el rey de pasar á Calabria y seguir al rey Carlos, de manera que no pudiese rehusar la batalla, ó desamparase la tierra, porque sabia que muchos lugares de aquella provincia estaban alterados, y para rebelarse, y los de Rijoles ofrecian, que pasando en persona se pondrian en su obediencia y deliberó antes de venir á sus reinos de hacer guerra contra todos los lugares que estaban en guarnicion por el rey Carlos, el cual como entendiese, que el rey de Aragon pasaba á Calabria, considerando que habiendo despedido su armada de mar, y quedando su enemigo señor della, no podia defender aquel lugar, ni los otros que estaban á la marina, salió de Rijoles, y dejó allí al príncipe su hijo, y por el mismo temor el príncipe desamparó aquel lugar, y pasóse con su ejército al llano de San Martin con demostracion, que procuraban de provocar al rey de Aragon á la batalla, y con este ademan comenzó de retirarse. Los de Rijoles que traian trato de rendir aquel lugar al rey de Aragon, que por ser el primero de Calabria en la marina sobre el Faro era muy importante, dieron aviso al rey que los franceses eran idos, y á catorce de febrero pasó allá una galera y llevaba consigo á Alaimo de Lentin, Bernardo de Peratallada, y á Beltran de Canellas, y la ciudad se le entregó con gran regocijo y fiesta. Tras el rey pasaron luego con toda la armada trescientos de caballo y cinco mil almogáraves, y sabido que el rey estaba en Rijoles, se le dieron los castillos de la Mota, Santo Nochito, Santagueda, Pentadactilo, y otros lugares, y con ellos Girachi. Un dia, que fué á veinte de febrero, salió el rey de Rijoles con solo un caballero y treinta almogáraves, y fué á reconocer el sitio y fortaleza de los lugares de Sinopoli y Semenara, a donde estaba repartida la mayor fuerza del ejército del rey Carlos, y de allí pasó á Solano, y teniendo nueva de cierta gente de caballo que estaba en Gurusana, que eran hasta quinientos proenzales, cuyo capitan era Ramon de Baucio, envió el rey ciertas compañías de almogáraves, para que combatiesen aquel lugar, y siendo acometidos de noche, fueron muertos, y el capitan preso y matáronle sin conocerle, y los que se escaparon se salvaron por la espesura de los bosques que hay en aquella montaña. En el mismo tiempo el rey á trece del mes de marzo salió de Solano con la mayor parte de su gente á puesta del sol para ir á combatir á

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