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dalajara y Talavera, y con la gente que pudo juntar de sus vasallos, partió para el obispado de Jaen, y estuvo esperando que todos los que le seguian, se juntasen con él. En esta sazon un caballero de la órden de Calatrava, que era comendador de Martos, y se llamaba Alonso García, le dijo, que los moros eran llegados á Martos, y llevaban gran presa de hombres y mujeres y ganados: y que si les saliese al encuentro haria muy gran servicio á nuestro Señor. Era quella gente la que el rey de Granada envió para que corriesen la tierra por parte del obispado de Jaen, y con ella venian dos caudillos hermanos, que Abenjucef traia, que eran los mas poderosos que él tenia, que al uno decian Abenjor Atali, y al otro Uzmen, y los arraeces de Málaga y Guadix, y otros muchos caballeros y capitanes del rey de Granada: y el arzobispo salió con intencion de pelear con ellos, y fué aquella noche á un lugar, que llaman la Torre del Campo. Estando en aquel lugar llegó un caballero aragonés de la casa del arzo

Abenjucef miramamolin rey de Marruecos publicó con grande astucia, por disimular la guerra que queria hacer contra los reinos de Castilla, en favor del rey de Granada, para la cual allegó grande ejército, que queria ir sobre un rey moro, que se le habia alzado en Ceuta, y envió al rey de Aragon sus embajadores, pidiéndole ayuda de gente: y que le enviase quinientos caballeros, hombres de linaje, con diez naves y diez galeras con otros navíos, y ofrecia de darle cien mil besantes ceptis, y otra tanta cantidad, para que los caballeros luego se pusiesen en órden, y si se detuviesen en tomar á Ceuta mas tiempo de un año, y se ganase, obligaba de dar cincuenta mil besantes al rey, y de pagar el sueldo muy aventajado á los capitanes y caballeros, prometiendo de darles los caballos y armas que hubiesen menester, y así se hizo como está referido. Pero no pasó mucho tiempo, que se entendió, que el armada que el miramamolin hacia, era contra el rey de Castilla, siendo à ello incitado por el rey de Granada, que estaba muy temeroso, que el rey de Cas-bispo, que se llamaba Sancho Duerta, y le dijo, que tilla, pasada la tregua que habia dado á los arraeces de Málaga y Guadix, le haria con ellos guerra, y confederóse con ellos, y ofreció al rey de Marruecos, que le daria á Algecira y Tarifa, junto al puerto de Gibraltar, avisándole que las fronteras estaban muy desproveidas por la ausencia del rey don Alonso. Pasó el rey de Marruecos el estrecho con grande muchedumbre de gente de caballo, que llamaban belamarines y ginetes, y se→ gun refieren las historias de Castilla, pasaron desta vez á España diez y siete mil de caballo, y grandes compañías de gente de pié: y pasó Abenjucef á Málaga, por acabar de concordar á los moros de aquella ciudad y de Guadix con el rey de Granada: y de allí se dividieron en dos ejércitos, y entraron por la Andalucía adelante á correr la tierra y comarcas de Sevilla: y el rey de Granada entró por las fronteras del obispado de Jaen: é hicieron grande estrago en toda la comarca. Estaba en la ciudad de Córdoba en este tiempo, por adelantado mayor de la frontera, don Nuño Gonzalez de Lara y dió luego aviso de la pasada de los moros al infante don Fernando que estaba en Burgos, para que le enviase socorro de gente, como se requeria en tan grande necesidad, y proveyóse luego que el infante don Sancho con los ricos hombres y caballeros del reino acudiese á la frontera en ayuda de don Nuño, y el infante don Fernando se aparejó para ir en su socorro; Sabiendo don Nuño que Abenjucef venia por la parte de Ecija, juntó los caballeros y gente de guerra que pudo de aquellas fronteras, y fué para aquella villa, para esperar en ella á los enemigos: pero despues salió con grande ánimo y esfuerzo de la villa, para esperar en el campo y dar la batalla, aunque él la quisiera diferir, por aguardar la gente que cada dia iba llegando pero siendo muy inferior en el número, de terminó esperar y morir ántes que huir vergonzosamente, y dió la batalla, en la cual estuvo Abenjucef en punto de ser vencido: mas como era grande el poder y gente de la morisma fué don Nuño muerto, y hasta doscientos y cincuenta caballeros con él, y cuatro mil de pié, y escaparan pocos si no tuvieran tan cerca la villa. Esta batalla fué por el mes de mayo deste año de mil y doscientos y setenta y cinco, y por ella y por lo que luego se siguió sucediendo una adversidad tras otra, estuvo en grande peligro de perderse toda la Andalucía. El infante don Sancho arzobispo de Toledo, hijo del rey de Aragon, oidas las nuevas de la entrada, de los moros, con la caballería de Toledo, Madrid, Gua

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don Lope Diaz de Haro señor de Vizcaya llegaba aquella noche á Jaen, y que seria bien esperarle: pero el comendador de Martos burló dello diciendo, que el mal encantador con la mano ajena sacaba la culebra: y que don Lope Diaz venia con muy pocas compañas, y que aun no eran llegadas: y que si las esperase seria de manera, que él y los suyos alcanzarian la victoria. y don Lope se llevaria el renombre, y que esta honra la tomase para sí. No dejó Sancho Duerta de advertir al arzobispo, que gran temeridad era moverse por el | consejo de un caballero, mas el infante por inducimiento y persuasion de aquél, con esta nueva pasó á tanta priesa por alcanzar los moros, que sin aguardar que llegasen los suyos, sin órden comenzaron á pelear; y reconociendo, que eran pocos, y que no guardaban órden alguna, volvieron contra ellos los moros, y los desbarataron y vencieron, y prendieron en la batalla al infante; y todos los que con él se hallaron, 6 fueron presos ó muertos. Revolvióse entre los moros grande contienda, sobre quién llevaria la persona del infante, porque los de Abenjucef le querian llevar, y los del rey de Granada le tenían por su prisionero, y por ello vinieron á las armas. El arraez de Málaga, que vió el daño grande que por aquella porfía se podia seguir, llegóse al infante é hirióle con una azagaya por el hombro que se atravesó con ella y matólo, diciendo que nunca Dios quisiese que por un perro muriesen tantos buenos caballeros, como allí habia: y cortáronle la cabeza con la mano en que tenia los anillos pontificales: y partieron del campo con gran victoria, y en aquel reencuentro murió Sancho Duerta, y otros caballeros. En el mismo tiempo el infante don Fernando que iba á la Andalucía con los ricos hombres y caballeros de Castilla, deteniéndose por aguardar la gente que le seguia, sabiendo en el camino que eran muertos don Nuño de Lara y el infante don Sancho su tio, por aguardar que acabasen de llegar sus gentes, detúvose en Villareal, á donde adoleció y murió en muy breves dias, y dejó encomendado á don Alonso su hijo primogénito à don Juan Nuñez de Lara, rogándole muy encarecidamente que le ayudase, porque no fuese desheredado de la sucesion del reino despues de la muerte del rey don Alonso: y porque tuviese dello mayor cuidado, encomendóle la crianza de don Alonso, Murió el infante don Fernando en el mes de agosto deste año, cuya muerte fué por todos generalmente muy llorada, y por ella se siguieron grandes guerras en toda España. El in

que

fante don Sancho, hijo segundo del rey de Castilla, era príncipe de gran valor, luego que supo la muerte del infante su hermano, dió gran priesa con los ricos hombres y caballeros que pudo juntar para ir á la frontera, y procuró luego de ganar á su opinion á don Lope Diaz de Haro señor de Vizcaya, para que le diese favor que le sucediese al rey su padre en el reino, pues era su hijo mayor, y le era mas propincuo que don Alonso su nieto: ofreciéndole, que le haria el mas poderoso de aquellos reinos, y don Lope Diaz, temiendo que si don Alonso sucediese, seria gobernado por don Juan Nuñez de Lara, y que tomaria el gobierno del reino à su mano, prometió al infante que le ayudaria, y con consejo de don Lope Diaz comenzó á entender en las cosas del gobierno de la tierra, y tomó título de hijo mayor y heredero de los reinos de Castilla y Leon, y mandó hacer llamamiento general de los caballeros y hijosdalgo, y concejos de todas las villas y lugares de las fronteras, para que fuésen para él á Córdoba á defender la tierra : y envió á Ecija á don Lope Diaz, y á Jaen los maestres de Santiago y Calatrava, y dejó en la ciudad de Córdoba á don Esteban Fernandez de Castro y á don Fernan Ruiz de Castro: y él se partió á la ciudad de Sevilla, porque Abenjucef estaba en aque→ Ila comarca, y con gran diligencia proveyó á la defensa de las villas y lugares de aquellas fronteras.

tra el rey de Granada, y pelear por la fé católica, por cuyo ensalzamiento habia tanto trabajado en su vida: y desde aquella ciudad envió el último del mes de noviembre deste año, sus cartas á todos los ricos hombres de Aragon y Cataluña, mandándoles que estuviesen con sus caballeros en órden en la ciudad de Valencia para la fiesta de pascua de Resurreccion siguien→ te. Este mismo año en el principio dél, sucedió en la ciudad de Zaragoza grande alboroto y escándalo entre los bandos y parcialidades della, y siendo la ciudad puesta en armas fueron heridos y muertos muchos de ambas partes. Acaeció, que habiendo grande pelea, y de mucha gente, en la parroquia de San Felipe, el zalmedina y jurados de la ciudad y algunos oficiales reales, acudieron hácia aquella parte para remediar si pudieran el daño, y fué muerto uno de los jurados que llamaban Gil Tarin, que era de los mas principales ciudadanos y cabeza de bando: y encendióse de tal manera la pelea, que fueron muchos muertos, y estuvo la ciudad aquel día en punto de recibir grande daño, fué reptado por traidor el que mató al jurado que se llamaba Martin de Barcelona, por Martin Gil Tarin hermano del muerto, contra el cual y contra los otros malhechores procedió la ciudad conforme á sus estatutos y privilegios: y don Fortuño de Ahe justicia de Aragon, á quien el rey cometió el conocimiento desta causa estando en Lérida, y condenólos á pena de muerte. Tambien en fin deste mismo año todo el pue

CAP. XCIX.-Del socorro que el infante don Pedro dió contra Abenjucef, por el reino de Murcia, y que fueblo de la ciudad de Valencia, hizo union entre sí, y jurado por sucesor en el reino don Alonso su hijo.

Sabidas estas nuevas por el rey, entendiendo en cuanto peligro estaba toda la Andalucía, mandó al infante don Pedro su hijo, que cuán aceleradamente pudiese con la gente de guerra de sus fronteras fuése en socorro del infante don Sancho, y llevó mil de caballo, y cinco mil de pié, pagados por tres meses. Antes que partiese el rey de Lérida en aquellas cortes mandó jurar á don Alonso su nieto, que era el hijo mayor del infante don Pedro, y hacer homenaje á los ricos hombres y caballeros, y pueblos de Aragon y Valencia, y del condado de Barcelona, que despues de su muerte y de la del infante su padre le tendrian por su rey y señor natural, y le obedecerian. Con esto partió el infante don Pedro con su ejército para el reino de Murcia, y entró en el reino de Granada haciendo gran daño en la comarca de Almería. Entonces el rey de Granada envió por su gente para que defendiesen á Málaga : y Abenjucef visto que le dejaban los moros del rey de Granada, y que el infante don Sancho mandaba hacer armada de galeras para impedir que no pasasen vian das ni gente de allende, deliberó de partirse con todo su ejército para Algecira. De Lérida pasó el rey á la ciudad de Tortosa, é iba convocando y llamando todos los ricos hombres de sus reinos, para ir en persona á la guerra contra los moros, en favor del rey de Castilla, teniendo aquel hecho por suyo propio. Conside→ raba los grandes favores que nuestro Señor le habia hecho en las guerras que habia tenido con los infieles, porque en ellas habia sido servido, que por su causa fuese tan ensalzada fà fé, y con mas aumento que por otro príncipe alguno: y entendia, que en su tiempo se podia recibir irreparable daño en sus conquistas, y en las tierras del rey de Castilla, que tenia por hijo, y tambien le movía el dolor y sentimiento particular á querer tomar venganza de la muerte del infante don Sancho su hijo. Por estas causas estando en tan anciana edad determinó ir en persona contra Abenjucef y con

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con voz de pueblo con grande alteracion y escándalo derribaron algunas casas de personas principales de aquella ciudad: y echaron della los oficiales reales haciendo grandes crueldades é insultos. En el mismo sediciosos y de mala vida, que habian cometido ditiempo uno llamado Miguel Perez, y otros hombres versos insultos, se ayuntaron en grandes cuadrillas, y tentaron de poner à saco algunos lugares de moros, é hicieron muchos robos y daños por todo el reino de Valencia, ayuntándose con los moros del mismo reino, y visto su atrevimiento y grande soltura, á trece del mes de diciembre, mandó el rey ajuntar toda la caballería del reino de Valencia en la villa de Játiva, para que siguiesen al capitan general que les señalaria, y defendiesen la tierra y persiguiesen á los malhechores. Por esta causa salió el rey de la ciudad de Tortosa en el principio del año de mil y doscientos y setenta y seis, y fué para el reino de Valencia para castigar los que habian causado aquel levantamiento y alteracion del pueblo, y el atrevimiento y furor de Miguel Perez, y envió contra él desde Valencia Fernandez su hijo con gente de caballo y de pié, y don Pedro luego toda aquella gente se esparció y salió del reino. CAP. C. De la rebelion de los moros del reino de Valencia.

Al mismo tiempo que Abenjucef y el rey de Granada se iban apoderando de la Andalucía, dian las cosas prósperamente, se rebelaron algunos y les sucelugares y castillos del reino de Valencia, que estaban en poder de los moros, y pasaron en su ayuda algunas compañías de ginetes del reino de Granada y Berbería, y un alcaide, llamado Abrahin, habia reparado y fortalecido un castillo que se habia mandado derribar, llamado Serra de Finestrat, y rebelárouse entonces los moros de Montesa y de toda aquella comarca. Teniendo el rey aviso desto, estando en la ciudad de Valencia á trece del mes de marzo deste año,

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do Aclot se dice, que era don Pedro de Moncada, y estando en Valencia tuvieron aviso, que hasta número de mil moros habian pasado á correr todo el campo de Liria, y salieron contra ellos el maestre y don García con ciento y veinte de caballo, y alcanzáronlos, y los desbarataron y mataron hasta doscientos y cincuenta dellos, sin que muriesen de los nuestros, sino solo un escudero y cinco caballos. De allí partieron para Játiva, á donde el rey estaba, y tuvieron aviso, que algunos ginetes pasaban por el Val de Albaida, é iban en socorro de los de Beniopa, que don Pedro Fernandez, hijo del rey tenia cercados, que eran hasta en número de dos mil. Mas don Pedro Fernandez se hubo con tanto esfuerzo y tan animosamente, que acometió á los enemigos con tanta cele

confiar del socorro, que casi llegando con el mismo impetu entró á Beniopa por combate, y prendió toda la gente que allí se habia recogido. Los ginetes que iban en socorro de Beniopa, sabiendo ser entrada, tomaron todos el camino de Lujen, y saquearon el lugar, y salió contra ellos el rey de la villa de Játiva con toda la gente de caballo y de pié que allí se habian ajuntado. Mas por grandes ruegos y mucha instancia del maestre del Hospital y de don García Ortiz de Azagra y del obispo de Huesca, y por ser muy grandes las calores y estar el rey muy flaco, que apenas habia convalecido de una enfermedad que le sobrevino, dejó de ir contra ellos, y volvióse á Játiva. Llegaron á Lujen los nuestros muy cansados y fatigados del grande calor que hacia, y á vista de Lujen descubrieron los enemigos que eran quinientos de caballo y tres mil de pié, y tuvieron con ellos una muy brava batalla, y fueron los nuestros vencidos, y murieron don Gar→ cía Ortiz de Azagra, y un hijo de don Bernardo Gui Hen de Entenza, y tanta gente de caballo y de pié de Játiva, que quedó aquella villa por este destrozo

habiéndose ya rebelado algunos castillos, y teniendo entendido que cada dia esperaban socorro, por remediar con tiempo este daño, y proveer á la defensa del reino, mandó á los ricos hombres y caballeros de Aragon, Valencia y Cataluña, que se juntasen con él en aquella ciudad, pasado un mes despues de la pascua de Resurreccion. El infante don Pedro en este tiempo siendo vuelto de las fronteras del reino de Murcia para Cataluña, hacia con sus gentes guerra al conde de Ampurias, el cual en esta sazon se vino é Valencia, á presentar ante el rey, y firmó de estar á derecho con el infante, y el rey mandó á los pueblos de Cataluña que de allí adelante no siguiesen al infante en aquella guerra, ni se hiciese daño en la tierra del conde. Como el rey mandó juntar sus huestes, algunos pueblos trataron de reducirse, y mandó el rey pre-ridad, sin dar lugar que se fortificasen ni pudiesen gonar el primer dia del mes de abril, que ninguno hiciese mal ni daño á los moros de Montesa, ni de Vallada, ni en sus términos, ni del arrabal de Játiva, ni en los términos de Cullera y Corbera, ni á los moros de Chella, Bicorb, Balbaib, Cortes, Dosaguas, Millars, y Mojen, ni á los que estaban de la otra parte de Jucar, ni á los de los valles de Albaida y Alcoy, Alfandech y Bonjopa, ni á los de Cocentaina y Penaguila, Planes, Travatell y Tibi, ni en los lugares y castillos á donde viesen los pendones reales, y solamente hiciesen guerra á los mas culpados en la rebe lion, que eran los de Tous, Gallinera, Alcalá y su valle, y los del Val de Pego Turbena, y el valle, y los de Guadaleste y Confrides, y de la Sierra de Finestrat. Partió el rey para Algecira, adonde supo, que los moros de Tous se habian alzado con el castillo y hecho fuertes en él, y aunque fueron requeridos, que le rindiesen, no lo quisieron hacer, esperando que les iria gente en socorro, que andaban discurriendo por el reino, y eran algunos ginetes que Alazdrach recogia en su compañía, aquel gran caudillo de los moros en las rebeliones pasadas. De Algecira se pasó el rey á Já-│muy yerma, y por esta causa segun Marsilio escri→ tiva, por dar ánimo á los cristianos que estaban en guarnicion por los castillos y lugares de aquella comarca, y mandó entrar en Alcoy gente de caballo, que estuviese en su defensa, y al castillo de Cocen➡ taina, por donde habian de pasar los ginetes que eran hasta número de doscientos y cincuenta, y llegaron á combatir á Alcoy, y recibieron en el comba bate mucho daño de los nuestros, y fué muerto en él Alazdrach su caudillo. No contentos con haber defendido la villa, visto el daño que los moros en el combate recibieron, con sobrado ánimo, salieron contra ellos, por seguir el alcance, y dieron en una celada que los moros habian dejado, y fueron muertos la mayor parte de los cristianos que en el castillo habian quedado. Extendiéndose la nueva por el reino del suceso de Alcoy y del daño que los nuestros habian recibido por el gran ardid y esfuerzo de los ginetes, tentaron los moros de combatir algunos castillos, en los cuales no habia gente de guarnicion, ni eran tan fuertes, que se les pudiesen defender, y ganaron algunos dellos, por estar descuidados los que en ellos residian, teniéndose por seguros, sin recelar ningun levantamiento ni rebelion. Procediendo adelante los moros en su atrevimiento, mandó el rey hacer llamamiento de todos los ricos hombres y caballeros que eran obligados de acudir à la frontera, y de los primeros que se ajuntaron, y acudieron á su llamamiento, fueron, don García Ortiz de Azagra, y el maestre del Temple, que en la historia de Bernar

be, se decia aun en su tiempo por los de Játiva, el
martes aciago. Hallóse en esta batalla, segun Aclot
escribe, don Guillen Ramon de Moncada, y dice que
salió herido della, y se salvó con otros cinco caba-
lleros. Fueron presos el maestre del Temple y algunos
caballeros de su órden, y siendo el maestre puesto en
el castillo de Biar, poco despues se salió del con un
moro almogavar que lo guardaba. Del suceso deste
reencuentro y del daño de los nuestros, recibió el rey
grande pena, porque aquellos ricos hombres se per-
dieron por mal consejo y gobierno. Dende algunos
dias llegó á Játiva el infante don Pedro, con los ri-
cos hombres y caballeros, y dejóle el rey toda su
gente, para que estuviese en frontera, y por el mu-
cho trabajo y fatiga que habia recibido en su perso-
na, andando proveyendo lo necesario para la defensa
de los lugares y castillos que estaban en grande pe
ligro, siendo de tanta edad, adoleció de muy grave do→
lencia, pero no cansaba de ocuparse en la provision
de lo que ocurria con grande cuidado, tanta era la
pena que de aquella rebelion habia recibido.

CAP. CI. —Que el rey renunció el reino en el infante don
Pedro su hijo, y de su muerte.

Partió el rey de Játiva para Algecira, á donde se le agravó la dolencia, y sintiéndose a punto de muerte, confesó diversas veces con los prelados y religiosos que allí estaban, y recibió los sacramentos de la Iglesia, y sintiéndose muy fatigado, mandó que vi

niese ante él el infante don Pedro. Otro dia despues de oida la misa, en presencia de los prelados y ricos hombres que allí se hallaron, le dijo que considerase las mercedes y honra que de mano de nuestro Se-ñor él habia recibido en todo el discurso de su vida, dándole siempre victoria sobre sus enemigos en todo el tiempo de su reinado, que habia sido de mas de sesenta años, y que ante todas cosas temiese á Dios y le sirviese, porque con esto sus reinos serian aumentados y favorecidos, y porque conocia cuán dudosa era la fé y amistad entre los hermanos en quien quedaba el reino dividido, y no veia señales de mucho amor y hermandad entre él y el infante don Jaime su hermano, á quien dejaba heredado en el reino de Mallorca y en las islas adyacentes, y en el condado y señorío de Rosellon y Mompeller, encargóle encarecidamente que le amase y honrase, y se contentase con la principal y mejor parte que le dejaba de sus reinos, y encomendóle, que favoreciese á don Jaime Roca obispo de Huesca su canciller, á quien él habia criado desde su niñez, y al sacristan de Lérida su hermano, y á Ugo de Mataplana arcediano de Urgel, y á todos los de su casa y concejo, y que los tuviese cabo su persona, y se rigiese y gobernase mediante su parecer. Con esto mandó partir luego al infante, encargándole que hiciese proveer los castillos del reino de Valencia de armas y bastimentos, y prosiguiese la guerra con grande esfuerzo y corazon, pidiéndole y rogandole que echase todos los moros del reino, porque mientras en él estuviesen le serian enemigos perpétuos, pues lantas veces habian intentado de rebelarse contra él, siendo tratados tan benignamente, y que lo mismo harian de allí adelante si les dejase en la tierra, y ordenó, que si muriese de aquella dolencia, andando el infante proveyendo lo necesario para la guerra, no sacase su cuerpo fuera del reino, porque por esta causa no se hubiese de ausentar el infante y quedase la tierra á tanto peligro, y fuese depositado en Santa María de Algecira, ó en la iglesia mayor de Valencia, y acabada la guerra fuese sepultado en el monasterio de Poblete. Entónces renunció el reino en poder del infante, y tomó el hábito de Cister, con intencion de ir á Poblete y acabar los dias que le quedaban en religion. Añade á esto fray Pedro Marsilio, por relacion de los que se hallaron presentes, que dichas estas palabras, tomó el rey su espada que tenia á la cabecera de su cama, y la dió de su mano al infante, diciéndole que tomase aquella espada, con la cual, por la virtud de la diestra divina, siempre habia sido vencedor, y la llevase consigo y obrase varonilmente, y besando el infante la mano la tomó y se despidió del rey. El infante en cumplimiento de lo que el rey mandó, se fué para la frontera y el rey se vino á Valencia, y allí se le agravó la enfermedad y murió á veinte y siete de julio del año de mil doscientos setenta y seis, cuya memoria en los ánimos de los presentes y venideros fue muy esclarecida, siendo este príncipe siempre igual al tí. talo de tan grande gloria como se habia adquirido, conquistando tales reinos que quedaban tan poblados y ennoblecidos como lo pudieran estar si los hubiera heredado de sus predecesores. Es cosa muy señalada y digna de memoria la que escribe un autor de sus tiempos, en la relacion que hace de sus grandes hazañas, que fué tan celoso del servicio de Dios y del culto divino, que en las conquistas que hizo de los reinos de Mallorca, Valencia y Murcia, se fundaron

TOMO IV.

por su gran devocion dos mil iglesias, y así nuestro Señor alargó su vida, de manera que reinó sesenta y tres años, y lo que es cosa de gran maravilla, casi desde su niñez hasta el año que murió se ejercitó en la guerra, y con toda verdad se puede afirmar que fue uno de los mas valerosos príncipes que en hecho de caballería se han señalado en la cristiandad. Tuvo contra moros treinta batallas campales, y así con justísimo título le llamaron el Conquistador. Tambien en toda gentileza y cortesania excedió á todos los caballeros de sus tiempos, y ninguno se le igualó en la disposicion y hermosa compostura de su persona. En su testamento que se otorgó en Mompeller á veinte y seis del mes de agosto de mil doscientos setenta y dos, confirmó las donaciones que hizo á los infantes sus hijos, y á los que hubo en doña Teresa Gil de Vidaure, que declaró por su testamento ser legítimos, que se llamaron don Jaime y don Pedro. Al mayor dejó los castillos y villas de Ejérica, Toro, Eslida, Becho, Ahin, Suera, Farizara y otros lugares que llamaron la baronía de Ejérica, y al menor instituyó heredero en el castillo y villa de Ayerve, Luesia, Ahuero, Liso, Artaso, Castellon de Siest y Bureta, y en las villas y castillos de Azuer, Cabañas y Boquiñen, declarando que en dejecto de hijos legitimos sucediesen los de una casa á la otra, y si en ambas faltasen, recayesen estas baronías en la corona, y en caso que los infantes don Pedro y don Jaime muriesen sin dejar hijos legíti mos sucesores, los nombra y sustituye en la sucesion de las reinos y señoríos de la corona de Aragon. No embargante esto, y que en su testamento declara ser legítimos, y que vivió con doña Teresa Gil su madre mucho tiempo despues de la muerte de la reina doña Violante, y parece haber sido velados, se quiso el rey apartar della y se trató el pleito, procurando el divorcio, y siendo sentenciada por el juez ordinario la causa del matrimonio en favor de doña Teresa, un año antes que el rey falleciese envió su procurador á la corte romana para seguir el pleito. Tuvo en el mismo tiempo consigo á doña Berenguela Alfonso, hija del infante don Alonso señor de Molina, y segun se refiere en su historia, pensaba estar con ella sin pecado, como debe estar el marido con su mujer. Antes desto, tuvo dos hijos, á don Fernan Sanchez á quien fray Pedro Marsilio llama natural, y le hubo en una dueña de gran linaje de los de Antillon y deste descienden los de la casa de Castro, que se llamaron así por la baronía de Castro que tuvo en heredamiento, y despues dél don Felipe Fernandez su hijo. Tuvo en otra dueña principal que se llamó doña Berenguela Fernandez, otro hijo natural, que fué don Pedro Fernandez, y á éste dejó la ba ronía de Ijar, y sus sucesores tomaron aquel apellido. Casó en su vida á don Jaime señor de Ejérica, cou doña Elisa, hija de don Alvar Perez de Azagra, señor de Albarracin, y á don Pedro, señor de la baronía de Ayerve, con doña Aldonza de Cervera, hija de don Jaime de Cervera, que tuvo en Cataluña algunas villas y castillos, cuyos descendientes tomaron el apellido de Ejérica y Ayerve, lugares principales de sus baronías. Don Pedro Fernandez casó con dona Teresa Gombal de Entenza, hija de don Guillen de Entenza, de la cual no dejó hijos, y segunda vez casó con doña Marquesa, hija de Tibaldo rey de Navarra, que no se declara cual de los dos reyes era, padre 6 hijo, y es muy verisimil que fué el primero, y de

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doña Marquesa Lopez, que segun parece por algunas memorias eran de los de Rada, que fué uno de los inajes muy principales de Navarra, y esta doña Marquesa mujer de don Pedro Fernandez, fundó el monasterio de religiosas de la órden del Santo Sepulcro de Jerusalen desta ciudad, de quien sucedieron los señores del linaje y casa de ljar, y por su causa pusieron en sus escudos las armas reales de Navarra. De las hijas vivian la reina doña Violante y la infanta doña Costanza mujer del infante don Manuel, que nació primero que doña Isabel reina de Francia, á cu

yos hijos legítimos y varones llamó á la sucesion del reino, en defecto de sucesion legítima de los cuatro infantes sus hijos. Primeramente á los de la reina doña Violante, y sucesivamente á los de doña Costanza, y de la reina doña Isabel, y declara que por ninguna via pueda suceder mujer en los reinos y señoríos de la corona. Fué depositado su cuerpo en la iglesia mayor de la ciudad de Valencia, ante el altar mayor, hasta que se llevase á Poblete á donde estaba sepultado el rey don Alonso su abuelo, y él se habia mandado enterrar.

LIBRO IV.

CAP. I.-De la tregua que el infante don Pedro hizo con los caudillos de los moros que se rebelaron en el reino de Valencia.

Tomó el rey don Jaime por la postrera empresa de su vida, habiendo ganado tanta gloria en el discurso della, echar del reino de Valencia los moros que en él quedaban, y limpiar aquel reino de tanta inficion, estando tan vecino de África y del reino de Granada, y tan sujeto á diversos peligros. Habia sido requerido para ello diversas veces y exhortado de los sumos pontífices, señaladamente del papa Clemente cuarto. Aquel sumo pontifice con gran celo del servicio de nuestro Señor, y postreramente con el obispo de Valencia le envió á exhortar y pedir muy caramente, que considerase, cuán peligroso era que quedasen los infieles en su tierra, porque como quiera que en la necesidad ocultaban su malicia, pero solian con cualquier oportunidad revelarla, diciendo, que no era consejo discreto ni seguro tener tales enemigos domésticos, ni aun vecinos, y que se acordase con cuanto peligro de su persona, desde su mocedad se habia puesto en destruir aquella secta, y cuán contrario era haberlos perseguido, cuando estaban en sus mismas tierras, y permitir que quedasen en ellas, siendo ya suyas. Aconsejábanle, que los echase fuera de los límites de sus reinos, y aun para esto le requeria, que cumpliese el voto, al cual decia que estaba obligado públicamente, que era de perseguirlos y hacerles continua guerra. Añadia á esto, que pues la santa madre Iglesia se regocijaba en la memoria de los sucesos, que por la virtud divina se habian obrado tan prósperamente, por medio de su diestra contra los infieles, que cada dia blasfemaban su santo nombre, y eran tan terribles perseguidores de nuestra santa fé católica, y continuamente oraba, que en aquella rectitud de celo y pureza de fé, nuestro Señor le conservase por muy largos dias, previniese á todos los peligros que podian dañar á él y á sus descendientes, y oscurecer la gloria de su nombre, y procurase de dar el verdadero ornamento á la iglesia de aquel reino, que se podia decir ser un jardin, que nuestro Señor le habia plantado en esta vida, para que como nueva planta, y que por su mano habia sido preservada de la servidumbre de la gente pagana, fuese dando tal fruto, que redundase en en

salzamiento de la Iglesia católica. Por estas exhortaciones había muchos dias, que el rey estaba muy determinado, como por verdadero triunfo de las victorias que nuestro Señor le dió de los moros, echarlos de aquel reino, y dejarle libre de su comunicacion, pero las cosas se encaminaron por la providencia divina, que lo ordena y dispone todo de manera, que fué mas fácil el conquistarlos siendo enemigos, que echarlos siendo vencidos. Estaba la mayor parte de la gente en Játiva, adonde el infante residia, y tenian frontera en otros lugares algunos ricos hombres con sus compañías. Pasaron en socorro de los moros diversas compañías de ginetes del reino de Granada y de las costas de Almería y Málaga, y acudian muchos navíos de allende con gente de guerra, y sabida la muerte del rey, dió el infante gran priesa en fortificar los lugares y castillos del reino, y en esto se entretuvo la guerra hasta en fin del mes de agosto, y por tener lugar de ordenar cosas del estado de sus reinos, y recibir la corona, puso tregua por tiempo de tres meses con los principales caudillos de los moros, que eran Abuidriz, Halen Abenhayet, Abenzumair y Abulfaratax, por todos los castillos y rocas que estaban alzadas, exceptuando los castillos, lugares de Alfandec, Mirien, Alarch, Aguilar, Alaguar, Ataya, Saljet, Guerex, Sierra de la Sacar, Sierra de Conflides, Berida, Rujola, Alyubayal, Alotaibe, Pop y Relleu. Otorgaron la tregua estos caudillos por sí y los moros del reino de Valencia, y por los ginetes y gente del reino de Granada. Partióse el infante de Játiva para Algecira y de allí se vino á la ciudad de Valencia, á donde estuvo hasta el fin del mes de octubre, proveyendo y ordenando lo necesario para la guerra, y de aquel lugar envió á fray Ramon de Crebayas para proveer y fortificar los lugares y castillos de las fronteras de Castilla, y del reino de Navarra y por la guerra que habia entre aragoneses y navarros, mandó que estuviesen en Borja por capitan general don Lope Ferrench de Luna.

CAP. II. De la coronacion del rey don Pedro, y que fué jurado el infante don Alonso su hijo por primogénito

sucesor.

Estando el infante en Valencia, fuéron por embajadores del rey de Castilla, que entonces era vuelto de Francia, don Suero maestre de Calatrava, y Juan Arias

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