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aquella empresa, afirmando, que si él entendiera que aquel viaje habia de ser para su honra, y provecho, él le favoreceria en él, pero porque veia, que no se podria efectuar aquello, por esta causa le desplacía, y le era muy grave, que se emprendiese tal cosa. Persistiendo el infante en su propósito, estando el rey en Zaragoza á quince del mes de octubre deste año, requirió a los ricos hombres del reino, que no fuésen con él, ni le valiesen en aquella jornada, y así le dejaron don Fernan Sanchez, y don Pedro Fernandez sus hermanos, y los ricos hombres de quien hacia mayor confianza, que eran don García Ortiz de Azagra, don Bernardo Guillen de Entenza, don Jimeno de Urrea, don Ferriz de Lizana, don Pedro Martinez de Luna, don Atho de Foces, don Fortuño de Vergua de Pueyo, y M. Guillen de Pueyo, don García Romeu, don Blasco de Alagon, don Lope Ferrenche de Luna, y Artal Duerta. Lo mismo se mandó á las ciudades y villas del reino, y á Pelegrin Baldovin, Blasco Perez de Azlor, Blasco Jimenez de Ayerve, y á otros caballeros. Así fué forzado al infante desistir de la empresa de Tolosa.

CAP. LXXX. De la guerra que se movió entre el infante don Pedro y don Fernan Sanchez su hermano. En Zaragoza á veinte del mes de octubre deste año mil doscientos setenta y uno, mandó ayuntar el rey á los ricos hombres de Aragon y Cataluña para cuatro dias despues de la Pascua de Resurreccion, en la ciudad de Huesca, por razon de los feudos que tenian, porque queria ir en persona contra don Artal de Luna, y comenzaron á removerse grandes novedades en Aragon y Cataluña. La causa principal della, fué la discordia y gran disension que hubo entre el infante don Pedro y don Fernan Sanchez su hermano, contra el cual el infante concibió tanto ódio, despues que volvió de la Tierra Santa, que diversas veces tentó de hacerle matar. Sucedió que estando don Fernan Sanchez en Burriana, le combatieron y entraron en la casa donde moraba, hallándose el infante presente, y le anduvieron buscando por toda ella con las espadas arrancadas, y le hubieran muerto, si antes no se hubiera salido con doña Aldonza de Urrea su mujer. Tuvo principio su enemistad, allende que don Fernan Sanchez en las alteraciones pasadas habia seguido la opinion y querella de los ricos hombres del reino contra el rey su padre, porque se dió á entender al infante, que su hermano tenia puesta grande amistad con Carlos rey de Sicilia su capital enemigo, y que de su mano habia recibido la órden de caballería, para mas obligarse en su ofensa, y refiere Aclot, autor antiguo que escribe las cosas de aquellos tiempos, que le fué persuadido que tenian trato de matarle ó echarle de la tierra con promesa que Carlos habia hecho, que ayudaria y daria favor á don Fernan Sanchez, para que sucediese en el reino. Despues de haber declarado el infante su ánimo contra su hermano y que le procuraba la muerte, don Fernan Sanchez se confederó con algunos barones de Cataluña que se tenian por maltratados y agraviados del infante, porque siendo lugarteniente general, habia procedido rigurosamente contra algunas personas principales, que traian alterada la tierra y hacian mucho daño y estrago en ella, y habia mandado anegar á Guillen Ramon de Odena, hombre de gran linaje, y con el favor de don Jimeno de Urrea, suegro de don Fernan Sanchez, que era muy poderoso, siguieron á don Fernan Sanchez algunos ricos hombres y caballeros Ara

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goneses que todavía proseguian su querella, pretendiendo que el rey los tenia desaforados, y los habia desheredado ocupándoles los lugares que tenían en honor, y sobre esto recibieron homenajes los unos de los otros, y se comenzaron de alborotar en forma de guerra. Cuando pasó aquel caso en Burriana, don Fernan Sanchez dió aviso al rey suplicándole que le defendiese de toda injuria, y le asegurase del peligro de la muerte, pues lo podia hacer, mandando castigar á los ministros de aquel delito, porque si su enemigo sucediese en el reino en vida de su padre, como decia don Fernan Sanchez que lo procuraba, no seria despues poderoso de vengar su muerte, y ninguna esperanza le quedaba, si otra persona que no fuese la suya hubiese de conocer de aquel hecho, en el cual, aunque su hermano en amor le fuese preferido, no lo debia ser con tanto peligro de su vida, y que considerase lo que habia de ser despues que le hubiese sucedido en el reino, cuando entonces mostraba que no podia ser su odio mitigado, sino con derramar su sangre. Pues era príncipe justo y clemente, mandase hacer castigo ejemplar de tan grave insulto, como se habia contra él cometido en su presencia. Entendiendo el rey la discordia que entre sus hijos habia, y la division' de los ricos hombres, de que se esperaba grande alteracion y escándalo en su reino, partió de Murviedro para Aragon y mandó al infante y los ricos hombres, que fuésen á Ejea á las cortes que por esta causa mandó juntar, y estando en aquella villa el primero del mes de marzo del año de la navidad de nuestro Señor de mil doscientos setenta y dos, hizo prohibicion al conde de Pallás y generalmente á todos los barones de Cataluña, que no diesen favor ni ayuda al conde de Fox en la guerra que en este tiempo tenia con el rey de Francia, porque con esta ocasion todos andaban puestos en armas. Estando en Ejea teniendo cortes, privó de la procuracion gencral al infante de que hasta allí habia usado, lo cual proveyó con consejo de los ricos hombres, siendo justicia de Aragon Rodrigo de Castellezuelo. Antes desto, siendo citado don Artal de Luna y los caballeros de su casa, que se hallaron en lo de Zuera, como no comparecieron fué declarado por el mismo justicia de Aragon ser contumaces, y mandó que los de Zuera fuesen puestos en la posesion de los bienes de don Artal. Pero despues fué don Artal á Ejea intercediendo por él don Pedro Cornel que era su yerno, y sus amigos que suplicaron al rey que le perdonase, y con consejo de los ricos hombres de Aragon, y de muchos barones de Cataluña que alif se hallaron y de personas de letras, el rey sentenció, que don Artal por tiempo de cinco años continuos estuviese desterrado de las tierras y señoríos del rey, y los caballeros que se hallaron en aquel caso, que eran Lope Ortiz de Sentia, Jimeno de Ahe, Diego de Guerrea y Pedro Ortiz estuviesen desterrados por tiempo de diez años, y don Artal pagase veinte mil sueldos jaqueses. Esta sentencia se pronunció por el rey, estando en el monasterio de los frailes menores de la villa de Ejea, á doce del mes de marzo del año de la Navidad de mil doscientos setenta y dos, estando presentes don Fernan Sanchez, don Bernardo Guillen de Entenza, don Jimeno de Urrea, don Ferriz de Lizana, don Pedro Martinez de Luna, don Guillen de Pueyo, don Guillen Ramon de Moncada, don Pedro de Moneba, don Gombal de Benavente y don Garci Perez electo obispo de Huesca.

CAP. LXXXI.-De las cortes que el rey tuvo en la villa de Algecira, por lo acusacion que el infante don Pedro puso contra don Fernan Sanchez su hermano, y que el infante se puso en la obediencia del rey.

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bres, y trataba de apremiar al infante, hasta que desistiese de la guerra que queria hacer contra su hermano, y andando el rey á caza, pasó el infante por el vado de Segairen con treinta de caballo y entróse en Corbería. Despues se juntaron á cortes el infante don Jaime, don Bernardo de Olivella, arzobispo de Tarragona, y los obispos de Barcelona, Lérida y Valencia, don García Ortiz de Azagra, don Artal de Luna, y los procuradores de los consejos de Zaragoza, Teruel, Calatayud y Lérida y otros lugares. Propuso en estas cortes el rey, el atrevimiento y desacato del infante su hijo, que habia juntado gente de guerra, acaudillándola contra su mandamiento, y bastecido todos los castillos que tenia por él, no queriendo estar á derecho con su hermano en la querella que dél tenia. Fueron por esta causa los prelados y ricos hombres que allí estaban á Corbera, para apartar al infante de la guerra que contra su padre se esperaba queria mover; y quedó con el rey don Artal de Luna, y anduvieron en esto diversos dias, tratando de partidos; pero no parecieron al rey tales, que honestamente se pudiesen aceptar: y dejando buena guarnicion en Algecira, el rey se pasó á Játiva. Mas el obispo de Valencia anduvo procurando la concordia entre el rey y el infante; y finalmente, por su medio, el infante deliberó de ponerse en la merced del rey, un miércoles antes de la fiesta de Navidad, y fué á Játiva con todos sus caballeros y besóle el pié, y dijo palabras de grande arrepentimiento y humildad, y el rey le recogió muy bien, y fué con el infante, el maestre del Hospital, que tenia en su poder preso. Esto se concertó en gran daño y peligro de la persona de don Fernan Sanchez, como despues pareció; y el infante pidió al rey licencia para ir á Valencia, y pasar á Cataluña, á donde era necesaria su presencia, y el rey lo tuvo por bien, y fuése á Tarragona, para hallarse en la consagracion del obispo de Huesca, don Jaime Roca, sacristan de Lérida, y canciller y gran privado del rey. Por este tiempo hizo el rey merced de las alquerías de Rahallo, y Abricatho en el reino de Valencia, á Roger de Lauria, que vino á España con la infanta doña Costanza, y estaba en su servicio, con doña Bella su madre, y fué hijo de un caballero calabrés, señor de Lauria que fué gran privado del rey Manfredo, y murió con él en la batalla de Benevento, y fué este su hijo tan valeroso, que igualó á los mas excelentes capitanes que hubo jamás por

De Ejea partió el rey para el reino de Valencia, y porque el infante no queria estar á juicio con su hermano, como él lo pedia, y por todas vias insistia en le procurar la muerte, en presencia del obispo de Valencia y de Jaime Zarroca sacristan de Lérida, que fué despues obispo de Huesca, y de fray Pedro de Génova religioso de la órden de los frailes menores, y de un letrado que se decia Tomás de Junqueras, le exhortó que perdonase á su hermano, y se concordase con él, pero el infante, por la instancia que en esto se hacia, se salió una noche de Valencia, solo con tres caballeros, sin responder al rey, con deliberado ánimo de proseguir su venganza. Entónces determinó el rey de amparar á don Fernan Sanchez y defenderle de cualquiera fuerza é injuria, y castigar al infante su hijo. En este medio, fué don Fernan Sanchez con don Jimeno de Urrea su suegro, á Valencia, y dió al rey grandes gracias, por haber respondido por él, y volvióse á su casa. Mas el infante envió luego al rey á don Ruy Jimenez de Luna, y á Tomás de Junqueras, con su carta de creencia, y estando con el rey don Bernardo Guillen de Entenza, don Ferriz de Lizana y don Pedro Martinez de Luna, y otros ricos hombres y caballeros en presencia de don Jimeno de Urrea, Tomás de Junqueras refirió que no quisiera el infante su señor decir al rey lo que en el hecho de don Fernan Sanchez pasaba, y que hasta entonces lo habia encubierto, porque era de calidad que á todos sus hermanos quedaria grande infamia, si quedase sin castigo; pero pues tanta voluntad tenia que se publicase, entendiesen y supiesen por cierto que don Fernan Sanchez habia dicho que el rey no debía reinar, y habia procurado que fuesen dados hechizos al infante don Pedro su hermano, y trataba de alzarse con la tierra con algunos ricos hombres y gente de su valía, y que deste consejo eran partícipes algunos ricos hombres, y la mayor parte de Aragon, y que siem. pre que necesario fuese, estaba aparejado de probarlo en su tiempo y lugar. Habiendo oido el rey una ocasion tan criminosa y grave, como era esta, de la cual no podia dejar de quedar grande nota á su misma sangre, hora fuese el delito cierto, ó falazmente imaginado, apartése á una parte del palacio, con don Bernardo Guillen de Entenza y con don Jimeno de Urrea y don Ferriz de Lizana, y con don Pedro Martinez de Luna, y dijoles, que á ellos tocaba responder á lo que se oponia en ofensa de su honor y fidelidad, pues eran públicaSucedió en el reino de Navarra, despues de la muermente reptados de caso por el cual valdria ménos su te del rey Tibaldo segundo, que no dejó hijos, Enrique fé. Mas á esto respondió don Jimeno de Urrea, que su hermano, que tenia cargo del regimiento de aquel siendo aquel que lo decia clérigo y persona vil, no reino, y casó con una hija de Roberto, conde de Arera obligado á responderle, y que le daria su igual, y toes, hermano de san Luis rey de Francia. Con este que al infante que habia jurado por su señor natural, príncipe se rompió la guerra en este mismo tiempo, y despues de los dias del rey su padre, no era obligado tenia el rey puesta gente de guarnicion en las fronteras de responder. Entónces dijo á los mensajeros del infan- del reino de Navarra, prosiguiendo el derecho que en te, que mandaria parecer á don Fernan Sanchez á la sucesion dél pretendia tener, como heredero del rey cierto plazo para que salvase su honor, cerca de lo don Sancho, habiendo contravenido à las concordias que se le oponia, y cuando no satisfaciese á ello, le que se habian asentado con la reina doña Margarita, y mandaria dar el castigo que su culpa merecia, y por despues con su hijo Tibaldo. Mas por las novedades que que no tenian órden del infante de aceptar aquella pro- sucedieron en este reino, por la disension que habia envision, se partieron con esto. Estaba el infante en Al-tre el rey y el infante don Pedro su hijo, se concordaron gecira, a donde hizo juntar su gente, y determinó ellos reyes en una larga tregua, de la forma que se suele rey de partir para aquella villa, y mandó que fuésen dar de un reino á otro para el trato y comercio; pero á cierto dia con él á cortes los prelados y ricos hom- el infante don Pedro, visto esto, procuraba concer–

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la mar.

CAP. LXXXII—De las treguas que se concertaron entre el rey y el rey don Enrique de Navarra.

tarse con el rey don Enrique, en virtud de la cesion y donacion que el rey su padre le hizo, del derecho que le pertenecia en aquel reino; y tratóse de comprometer aquella diferencia, y fué don Gilabert de Cruillas sobre ello á Navarra, con poder del infante, pero no se tomó ningun medio entre ellos. Antes desto, el infante don Felipe, y don Nuño de Lara, y los otros ricos hombres de Castilla, se desnaturaron del señorío del rey, y se fuéron al reino de Granada é hicieron guerra contra el rey don Alonso y la reina de Castilla, y el infante don Fernando su hijo, que estaban en Córdobă, trataban de reducirlos al servicio del rey. Por esta causa, envió el rey de Aragon á Granada, al electo de Albarrazin; y en esta misma sazon, el rey de Castilla partió de Ávila, por verse con el rey su suegro y tratar de alguna concordia entre él y el infante don Pedro su hijo, y traia consigo al infante don Sancho arzobispo de Toledo y al infante don Manuel su hermano y a don Sancho hijo de don Alonso señor de Molina; y habia enviado sus mensajeros al infante don Pedro, para que se viesen todos en un lugar; pero no le pudieron entonces persuadir á la concordia, y él se envió á escusar, que no iba ante el rey su padre, por no le dar mas enojo. Los reyes se vieron en Requena, á donde concertaron de valerse y socorrerse contra los moros, por las nuevas que habia, que Abenjucef rey de Marruecos, queria pasar á España; y el rey de Aragon le ofreció, que si viniesen á batalla, se hallaria en persona con el rey su yerno. Dejó entonces el rey las fronteras de Murcia y Castilla, bien proveidas, y partió para la villa de Mompeller, y fueron con él don Jofre vizconde de Rocaberti, don Bertran de Belpuix, señor de Polop, Armengol Durg, y otros ricos hombres. Este año de mil doscientos setenta y dos á diez y siete del mes de junio, murió en la ciudad de Narbona, doña Berenguela Alonso, hija del infante don Alonso, señor de Molina y Mesa, con la cual el rey algun tiempo vivió en pecado: y era tan público, que segun en su historia se dice, le llamaba el pecado de la Berenguela. Enterráronla en el monasterio de los frailes menores de aquella ciudad, y dejó al rey heredero en los heredamientos que tenia en el reino de Galicia, en los lugares de Felgoso y Caldelas, aunque quedaron de ella hijos.

CAP. LXXXIII. ·De la guerra que el rey de Francia hizo al conde de Fox, y de su prision.

Hácese mencion en lo de arriba, de la guerra que hacia el rey de Francia contra el conde de Fox, y fué así, que el rey Filipo de Francia determinó de visitar en su nueva sucesion, los estados de Putiers y Tolosa, que nueɣamente habia heredado, por muerte de don Alonso conde de Putiers y Tolosa, su tio, y de la condesa Juana su mujer; y procedió contra Roger Bernardo conde de Fox, y contra Guerao, conde de Armeñaque, por ciertas resistencias que habian hecho á los oficiales reales. No queriendo el conde comparecer ante el rey ni en su corte, puso en órden sus castillos, confiando de su fortaleza y en el socorro que le podia ir del vizconde de Bearne su suegro, y de Cataluña; y por esta causa el rey de Francia se vino á Tolosa, en fin del mes de mayo deste año, y de alli salió con grande ejército contra el conde de Fox, y con gran artillería de máquinas, para combatir los castillos y lugares fuertes, y pasando á cercar á Pamias, lugar principal de aquel estado, salió á él el rey de Aragon su suegro, con el vizconde de Bearne, que iban á procurar, que

el rey de Francia desistiese de hacer la guerra al conde y le recibiese en su servicio y quedó tratado, que el conde se fuése á poner en poder del rey de Francia, y así lo hizo; y fué puesto en prision en la torre de Carcasona, y el rey de Francia se fué apoderando de todo su estado. Habia algunos castillos, que el conde de Fox tenia en feudo por el rey de Aragon, que eran Lordat, Monreal, Sos, Achos y Merex, y estos se pusieron en poder de don Ramon Folch vizconde de Cardona, para que los tuviese por el rey y por el conde; y porque el rey de Francia no queria poner en libertad al conde, sino que se le entregasen estos castillos, viendose el conde opreso, hacia grande instancia para que se le entregasen, y por su parte requeria al vizconde de Cardona que los diese; pero el vizconde no lo quiso hacer por salvar su honor y fé, porque el rey no queria dar lugar que se entregasen, pues eran de su feudo, ni queria permitir que viniesen en señorío extraño; y estaba muy quejoso, que el rey de Francia por esta causa vejase al conde y le hiciese tanta graveza. Despues estando en Mompeller á veinte y siete del mes de octubre deste año mil doscientos setenta y dos, envió á requerir al rey de Francia con el obispo de Barcelona, y con fray A. de Castelnou, maestre del Temple, y con Guillen de Castelnou, su hermano, que pusiese en libertad al conde, y entretanto envió á exhortar al vizconde de Cardona, que mandase guardar bien aquellas fuerzas, como dél lo confiaba, pues lo queria por beneficio del mismo conde. Mas el rey de Francia persistió en su porfía, que habian de entregársele todas las fortalezas del conde; y visto que tenia su persona en muy estrecha prision, y que sus cosas se negociarian mejor si estuviese en libertad, proveyó el rey desde Mompeller á ocho del mes de febrero, del año de la navidad de nuestro Señor de mil doscientos setenta y tres, que Guillen Ramon de Josa, que tenia aquellos castillos por el vizconde de Cardona, los entregase á un caballero de su casa que se decia Guillen de Curte, en su nombre, para que los dejase al senescal de Carcasona. Con esto por la intercesion del rey, fué puesto el conde de Fox en su libertad. CAP. LXXXIV. Del apercebimiento que el rey hizo, para que los ricos hombres y caballeros de Cataluña y Aragon le fuésen á servir en la guerra contra los moros del reino de Granada,

Desde Mompeller, á treinta del mes de enero, del año de la navidad de nuestro Señor de mil doscientos setenta y tres, habia ya enviado el rey sus cartas á todos los ricos hombres de Cataluña y Aragon, Y á los mesnaderos que tenian caballerías en honor, mandando, que estuviesen á punto, y á los ricos hombres que estaban en Játiva, que para catorce dias despues de la Pascua estuviesen en órden, para servir las caballerías que tenian, con publicacion, que queria ir en persona á socorrer al rey de Castilla en la guerra que le hacian los moros y los ricos hombres de Castilla, que se habian juntado con ellos, por que pensaba que habria batalla, en la cual se queria hallar; y apresuró su partida, dejando encargado á va varon muy principal, que era Veguer de Girona y se llamaba Ugo de Santapau, que ordenase, que la gente de Cataluña moviese luego. Llegando el rey á Lérida, vino á él el vizconde de Cardona y el rey le rogó que le siguiese, para servirle en la guerra que pensaba hacer del reino de Valencia contra los moros, en favor del rey de Castilla; y escusándose el vizconde con

CAP. LXXXV.-Que el rey envió á requerir al vizconde de Cardona, y algunos barones de Cataluña, que le entregasen los castillos que por el tenian en feudo, revocándoles los feudos.

buenas palabras, el rey le mostró en pública corte en aquella ciudad, por los instrumentos de los feudos y por el honor que el vizconde tenia del rey, que era obligado de servirle, á donde quiera que el rey quisiese; mayormente, que por tenor del usaje de Barcelona, era obligado de asistir al rey en sus huestes y cortes y seguirle en las jornadas, en que él fuése en persona, como él y sus antecesores los vizcondes de Cardona lo habian acostumbrado. Lo mismo requirió el rey á Pedro de Berga, don Galcerán de Pinos, don Guillen de Castelauli y Maimon de Castelauli, don Berenguer de Cardona, y don Guillen de Rajadel, pero el vizconde y aquellos varones, no quisieron seguirle en aquel viaje, antes el vizconde en pública corte, dijo, que no iria á servir al rey por deuda ni obligacion que para ello tuviese. En este reino se pusieron todos en grande apercebimiento, proveyéndolo don Bernardo Guillen de Entenza, que era procurador por el rey en Aragon, y porque don Bernardo Guillen iba con el rey, se nombró en su lugar don Ramon de Moncada, senescal, y en Cataluña, don Guillen Ramon de Moncada; y nombró el rey, estando eu Lérida el primero del mes de abril, con presupuesto que iba á la frontera del reino de Granada en socorro del rey de Castilla, por lugarteniente general suyo en Aragon y Cataluña a don Bernardo de Olivella, arzobispo de Tarragona, y dióle comision para que conociese por sí ó por sus delegados, de todas las causas de apelacion que se interpusiesen para la persona del rey, estando ausente, y mandó á todos los oficiales reales que se las remitiesen. Háilase en los registros destos tiempos, haberá ella en persona, siendo obligados por razon de la

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Estando el rey en Algecira por el mes de febrero de mil y doscientos y setenta y cuatro, vino á su corte un religioso que decian fray Pedro de Alcana, á quien el papa Gregorio décimo enviaba con sus letras, pidiendo y rogando al rey, que fuése al concilio, que se habia convocado para la ciudad de Leon, del reino de Francia, á donde principalmente se habia de tratar de la conquista de la Tierra Santa, y de reducir á la union de la sede apostólica romana, la iglesia de los griegos, que mucho tiempo antes por diversas veces se habia intentado y jamás traido á buen fin, de que entónces se tenia gran esperanza, porque Miguel Paleólogo, emperador de los griegos, habia requerido con gran instancia á los pontífices pasados, que los admitiesen y reconciliasen con la Iglesia católica, y el rey con gran voluntad obedeció el mandamiento del papa, y puso luego en órden su partida, y salió de la ciudad da Valencia, mediada cuaresma. Estando en la ciudad de Tarragona, á nueve del mes de marzo, deste año de mil y doscientos y setenta y cuatro, pareciéndole que era buena sazon de castigar el desacato é inobediencia del vizconde de Cardona, y de los barones de Cataluña que habian menospreciado sus mandamientos y no quisieron seguirle en la guerra que pensaba hacer á los moros del reino de Granada, sabiendo que iba

naturaleza y de los feudos que tenian del rey á seguirle y asistir en sus huestes y cortes, envió desde aquella ciudad á decir al vizconde y á Pedro de Berga, y á don Galcerán de Pinos, y á don Guillen, y Maimon de Castelauli, y á don Berenguer de Cardona y á don Guillen de Rajadel, que atendido, que aquello no se podia disimular, sin gran daño y perjuicio de su preeminencia real, les mandaba embargar los feudos y honores, y les requeria que le entregasen y diesen la posesion de los castillos que tenian por él, por razon de haberle faltado en el servicio que le debian, mandando que todos los castillos que estaban en la veguería de Barcelona, se entregasen á Guillen Dufort, veguer de Barcelona, y los de la veguería de Girona, á Guillen de Castelnou, y los que estaban en la veguería de Cerdania y Conflent, á Ramon Fort. Estaba el vizconde en aquella sazon en Sabadell, y respondió al rey, que se maravillaba que tal cosa le enviase á mandar, pues sabia que estando en Lérida habia respondido, que no era obligado de servirle los feudos y honores en las guerras que tenia el rey de Castilla en su reino, y que estaba aparejado para oir lo que la corte determinase sobre esto, y que entonces por amor y buena voluntad él holgaría de servirle, ó que le mandase dar provision, que aquello no le pudiese en lo venidero parar perjuicio. Tambien decia el vizconde que habia respondido al rey cuando le envió á llamar á las cortes de Valencia, que él no era obligado de ir fuera del condado de Barcelona, y envió á Guillen de Castelauli con poder para firmar de dere

se asentado amistad y concordia entre el rey y Abenjucef, rey de Fez, y haberle enviado quinientos hombres de paratje, para el cerco de Ceuta, que fueron en su socorro en diez naves y otras tantas gale- | ras, y treinta navíos á sueldo del rey de Fez. Tenia entonces en la frontera del reino de Murcia, contra los moros, en guarnicion, la gente de los infantes sus hijos, y de los ricos hombres que tenian tierra en honor, que estaban en su servicio, que eran don Jaime y don Pedro sus hijos, y de doña Teresa Gil de Vidaure, á quien en esta sazon llamaban infantes, teniéndolos por legitimos, don Fernan Sanchez, y don Pedro Fernandez, tambien hijos del rey, don Jimeno de Urrea, don Bernardo Guillen de Entenza, don García Ortiz de Azagra, don Ferriz de Lizana, Corberán de Vidaure, don Pedro Martinez de Luna, don Pelegrin de Montagudo, don Blasco Maza, don Blasco Jimenez de Arenos y don Jimenez, hijos de don Jimen Perez de Arenos, don Jimen Perez de Oriz, Blasco de Gotor, Sancho Martinez de Oblitas, Pedro Jordan de Roden, Pedro Garces de Nuez y Oger su hermano, Fortuño de Vergua de Pueyo, Gil de Rada, don Blasco de Atrosillo, Ruy Sanchez de Pomar, señor de Frailla y Olson, Gonzalo Lopez de Pomar, Pedro Lazano de las Corvaneras, don Atho de Foces, señor de Coscollano y Tramacet, don Artal Duerta, Jimen Perez Zapata, Pedro Zapata de Calahorra; y el rey en principio del año mil y doscientos y setenta y cuatro, fué á la ciudad de Murcia, á donde fue recibido con gran fiesta y alegría universal de todos, como señor natural, y detúvose por aquella tierra cazando catorce dias, y volvióse para la ciu-cho, y estar á juício de la corte, y escribió al rey que dad de Valencia.

le rogaba como á señor, en quien habia razon y justicia, que no le embargase los feudos y honores que tenia, ni le pidiese los castillos, pues estaba presto de estar á derecho por razon de lo que le inculpaban por haber faltado en el servicio que le debia, porque por

cesores en aquel imperio, se llamaba rey y emperador de los Romeos, Comneno, Duca, Angelo, Paleólogo. Este principe despues de tener muy fundadas las fuerzas del imperio, por inspiracion divina, segun él queria dar á entender, ó lo mas cierto, por asegurarse en el imperio que habia usurpado contra el poder y fuerzas del rey de Francia, que favorecia la causa de Bal

aquella razon no entregaria los castillos. Entonces mandó el rey otra vez requerir al vizconde sobre lo mismo, y él respondió que estaba presto de entregar los castillos llanamente, segun era costumbre de Cataluña, pero nó por aquella demanda de haber faltado en el servicio que debia, porque sobre esto estaria á derecho con el rey, a conocimiento de su corte. Iba el rey su camino derecho para Francia y tuvo la Pas-duino; siendo Urbano cuarto sumo pontífice, dió graneua en Torrella con el infante don Pedro su hijo, y de de esperanza de unirse con la Iglesia católica, declaallí pasó á Peralada, y el segundo dia del mes de abril rando, que desde su mocedad habia deseado ver unida siguiente, tornó á mandar requerir al vizconde sobre la iglesia griega con la latina debajo de un pastor unilo mismo, diciendo que debia pensar que pena ponia | versal, y que aquello codiciaba mucho mas despues el usaje al que rehusaba de entregar el castillo á su que tenia asentadas las cosas de su imperio y estado: señor, por cualquiera via que se lo pidiese; y que de- y en el año de mil y doscientos y sesenta y dos, enbia saber las concordias que habia entre los reyes pa- vió sus embajadores, con promesa que él y todo el sados, y los vizcondes sus predecesores, sobre los imperio griego se querian unir con la sede apostólica feudos que tenian, que era haber de dar posesion de romana. Entónces envió el papa un religioso llamado los castillos irados ó pagados, mayormente habiéndole Simon de Alvernia, y otras personas de letras y santa faltado en el servicio, y por tanto le requeria por la fi- | vida, para que tratasen con él y entendiesen como delidad en que le era obligado, que le entregase la pose- sentia de los artículos de la fé, y en los ritos y ceresion de sus castillos, por aquella forma que se le pe- monias de la Iglesia católica, y platicasen de concordian. El vizconde, visto que el rey con tanta instan- dar al emperador é imperio griego, con la sede aposcia pedia los castillos que tenia en feudo, determinó tólica. Mas no se conformó en lo que se le pedia, como de darlos, exceptuando los castillos de Cardona, Cas- quisieran aquellas personas religiosas: y por esta causa telauli y Zatalla, pretendiendo, que no era obligado no se procedió entonces mas adelante en este tratado. de entregarlos; y ésta fué la causa de la guerra que se A Urbano sucedió Clemente cuarto, en cuyo tiempo movió poco despues entre el vizconde de Cardona y Paleólogo envió sus embajadores á ia sede apostólica: los barones de Cataluña, con el rey y con el infante y fueron primero en secreto oidos por el pontífice; y don Pedro su hijo. despues se les dió pública audiencia ante el consistorio de cardenales, y dió lugar el papa que algunas personas insignes del sacro colegio confiriesen con ellos, no por via de contencion 6 disputa, sino por palabras sencillas y consonas á la verdad evangélica, cerca de los artículos y doctrina de nuestra santa fé católica, porque se discurriese entre ellos familiarmente, y comunicasen por qué modos y medios se podria conseguir este fin tantas veces movido, y nunca llevado á buena conclusion. Las personas que fueron nombradas por el papa, venian en ciertos medios que pedia el colegio, que ellos firmasen y se obligasen de cumplir: y fué rehusado por los embajadores, diciendo que no tenian poder ni comision del emperador para otorgar aquello que se les pedia. Despues el papa escribió á Paleólogo clara y abiertamente por estas palabras. Que si deseaba sana y sencillamente venir á la union de la Iglesia, y ser reci

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GAP. LXXXVI.-De la ida del rey al concilio que el papa Gregorio décimo celebró en Leon en el reino de Francia, y de las condiciones que se trataron para reconciliar la nacion de los griegos á la Iglesia católica romana. Continuó el rey su camino y fué á Mompeller á donde se detuvo ocho dias, y de allí se fué la via de Leon. Estando en Viena llegaron ciertos embajadores del papa, con quien le enviaba á rogar que se detuviese un dia en un lugar que está á tres leguas de Leon, que se dice San Safornin, porque queria que se le hiciese el recibimiento conforme á quien él era. Entró el rey en la ciudad de Leon, y á una legua della salieron á recibirle todos los cardenales y el gran maestre del Temple y Juan Grili y Guillen de Rosellon, á quien el papa habia encargado la guarda y gobierno de aquella ciudad, y muchos prelados y varones que allí eran veni-bido en ella él y clero y pueblo y nacion griega, dos, y toda la corte romana : y entró en el palacio del habia de profesar todo aquello que la Iglesia romana papa á le hacer reverencia: y fué dél recibido muy firmemente tiene y fielmente enseña, constantemente graciosamente. Hubo en este concilio segun se refiere predica y públicamente profesa: y habia asimismo en la historia del rey, entre patriarcas, cardenales, de reconocer el primado de la Iglesia romana. Con arzobispos y prélados, en número de quinientos y esto le envió en escrito los artículos de la fé que haporque fué una de las mas señaladas y famosas con- bian de profesar, proveyendo de algunas personas de gregaciones que en la cristiandad ha habido, y el rey grandes letras y doctrina, con quien el clero y pueblo se halló en ella, no será muy ageno deste propósito, griego pudiesen comunicar, para que en sus dudas escribir las causas que precedieron con algunas parti- fuesen satisfechos, y confirmados en la verdadera cularidades que por otros autores no han sido referi- opinion, exhortándole en Jesucristo, que diligentedas, cuanto á la reduccion de la iglesia griega, con la mente considerase la gloria y mérito que conseguia: Iglesia católica romana, que fué negocio tan deseado y cuanto ensalzaba su nombre si por su medio aquepor la universal Iglesia. Cuando Miguel Paleólogo ocupó la nacion se redujese á la obediencia del universal el imperio de Constantinopla y se apoderó dél, des- pastor: ofreciendo que si viniese al verdadero cotruyendo y acabando la sucesion del emperador Teo- nocimiento y union de la fé, y él y su pueblo y doro Lascaro, tras este suceso echó al emperador Bal- y clero la profesasen, y se pusiesen debajo de la obeduino descendiente de la casa de Francia, cuyos pre- diencia de la Iglesia romana, se procuraria vínculo decesores cincuenta y cinco años le habian tenido, des- de amistad y concordia perpétua entre los latinos pues del primer Balduino conde de Flandes, y por la y griegos desengañándole manifiesta y llanamente en pretension en que se fundaba como legítimo sucesor y sus letras, que por razon 6 respeto que le hubiese propincuo pariente de los príncipes griegos sus prede- | movido á este tratado de la union, no podria faltar

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