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bres, lo hizo porque ellos le faltaban y no le servian como era necesario, y convenia servirse de otros y hacerles bien, y que procurasen de servirle como debian y alcanzarian eso y mas con él. En lo de la conquista del reino de Valencia decia, que aquella tierra la ganó con aragoneses y catalanes, y con otros extranjeros de su señorío que se hallaron en ella, y habia heredado á los aragoneses muy bien y asaz honradamente, así á los ricos hombres como á los caballeros que quisieron haber parte dél, y porque era reino separado y de por sí, y nunca habia sido sujeto á otro reino, no le queria obligar a otras leyes, antes era su voluntad, que en todo se gobernase como reino apartado y no unido con éste, y que cuando era dello servido hacia en él mercedes á los aragoneses, por deuda ni premio no haria merced á ninguno, pues no era obligado á dar de su reino á ninguna persona, si por su voluntad no fuese. A lo que pretendian que los ricos hombres debian juzgar segun la costumbre antigua, y que ya que él quisiese poner justicia en el reino, fuese caballero y hijo dalgo, y le pusiese con acuerdo y consejo dellos respondia el rey, que el fuero de Aragon decia en muchos lugares, que el rey juzga y manda juzgar á sus justicias, y que nunca él babia juzgado de causa que viniese á su corte, sin consejo de los ricos hombres que se hallaban presentes, exceptuando aquellos que eran parte y que así lo disponia el fuero y que el que lo habia juzgado y usado así, entendia, que le pedian sinrazon y contra fuero. Que á donde quiera que habia fuero establecido de Aragon, juzgaba por él, y nó por leyes ni decretos: y á donde no se extendia ni bastaba el fuero, se determinaba por igualdad y razon natural, y que así lo ordenaba el fuero. Cuanto á lo que se querella ban que tenian en su consejo legistas, decia, que no tenian de qué agraviarse por esto, pues no juzgaban sino por fuero, y que tales reinos tenia, que era necesario que residiesen en su corte personas sabias, que tuviesen noticia así del derecho civil y canónico, como del foral; porque en todas sus tierras no se juzgaba por fuero: y así convenia, que en su consejo se hallasen personas, que pudiesen administrar derecho y justicia á todos sus súbditos y pues él juzgaba por fuero, y no se les quebraba, no les era perjuicio ninguno, mayormente que cuando iba á Cataluña, llevaba de los de Aragon, y allá los ponia en su consejo, y los cataJanes no se agraviaban por esto. Tambien decia, que se maravillaba, porque se sentian por haber él ordenado fuero en el reino de Valencia, siendo aquel reino tál que debía ser gobernado por leyes y estatutos, cuales convenian á la calidad y costumbre de las gentes dél. En el agravio que se pretendia por razon de las pesquisas é inquisiciones respondia, que si los caballeros de Aragon querian, que en casos de traicion, ó en cosas secretas y malhechas no se hiciese pesquisa, que la dejaria entre ellos y cuanto á lo que informaban, que no debia el rey poner justicia en Aragon sin consejo de los ricos hombres, se respondió de parte del rey, que en aquello pedian sin razon, y nunca tal se habia usado antes era de la preeminencia y señorío del rey, y él debia poner en él justicia, y así se habia guardado por sus antecesores y por él, y estaba ordenado por fuero. Ofrecia que si algun rico hombre saliese del reino, tomaría su casa debajo de su amparo, segun que el fuero lo disponia, reconociendo que se debia hacer así y cuanto al criar sus hijos, respondia, que nunca rico hombre le encomendó su hijo, que él no lo recibiese de grado en su servicio y los mas que entonces

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vivian en Aragon, se habian criado en su casa: cuanto á lo que decian, que las infantas debian tener en su crianza las hijas, recibian en ello engaño: porque el fuero lo entendia por las reinas y tambien les concedia que no daria tierra á ningun rico hombre de otros reinos extraños, si no fuese natural de Aragon. En lo que decian de los fueros que fueron encomendados por los ricos hombres y por los aragoneses en San Juan de la Peña, y que por fuerza se sacaron por el conde de Barcelona, el rey se maravilla, porque diversas veces se habia pedido esto por ellos, y respondia ser sin ningun fundamento: porque ni ellos sabian lo que pedian, ni él tenia cosa cierta que poderles responder, y que nunca esto se habia pedido jamás por los pasados. Cuanto à la sal de los ricos hombres se respondia, que se guardarian los privilegios á los que los tuviesen del rey y de sus predecesores y en todo prometia, que estaba con ánimo de seguir el fuero de Aragon, y las buenas costumbres que fuesen á pro suya y de todo el reino. Despues desto, aquellos ricos hombres enviaron á Calatayud, á donde el rey estaba, á don Bernardo Guillen de Entenza, y á don Artal de Luna, y á don Ferriz de Lizana, con seguro que les fué dado y siendo ante él en la iglesia mayor de Santa María, en presencia del pueblo, dieron por escrito los agravios que tenian, de que arriba se hace mencion: que fueron los principales que tocaban en general á la libertad del reino y particularmente los de algunos ricos hombres y caballeros. En lo particular el que mayor contradiccion hacia, era don Bernardo Guillen de Entenza, por razon de la villa y señorío de Mompeller, en que pretendia tener derecho, como heredero de don Bernardo Guillen su padre, que murió en el Puix de Santa María, hermano de la reina doña María, madre del rey, que era hijo de don Guillen señor de Mompeller, como arriba está dicho. Allende desto decia ser desheredado de los bienes de don Guillen su tio, hermano de su padre, y que los tenia el rey forziblemente, sin mandarle acudir con lo que dellos le pertenecia. Así mismo se querellaba, que teniendo en honor los condados de Pallás y Ribagorza, Tamarit, Favana, el campo de Jaca, Sos, Uncastillo y Roda, sirviéndole con sus caballeros y vasallos, como era obligado, se lo quitaba sin derecho ni razon. El condado de Pallás habia sido dado á don Bernardo Guillen su padre por seis mil maravedís de oro, que se señalaron en dote á doña Juliana, que era, como se ha dicho, hija de Ponce Ugo, hermano de Ugo conde de Ampurius: y como por los términos de Alcolea y Castellfollit, que decian la Valpodrida, se habia movido gran cuestion y diferencia con los de Berbegal, y los favoreció el rey: agraviábase desto, y la misma querella tenia por un término de Manzanera, que se dice Torrella, pretendiendo que se lo habia usurpado. Querellábase tambien, porque no se le daban los derechos de la mayordomía del reino de Aragon, que pretendia ser suyos, y habia acostumbrado llevarlos como mayordomo. Don Guillen de Pueyo, don Atho de Foces, hijo de don Jimeno de Foces, y don Blasco de Alagon, nieto de don Blasco el de Morella, y otros caballeros, seguian privadamente sus querellas, pretendiendo ser agraviados y mucho mas ásperamente que ninguno don Fernan Sanchez hijo del rey: publicando, que le hacia grandes sinrazones, las cuales él le habia declarado muchas veces: y le mostraria a donde quiera que hubiese lugar: y puesto que el rey mostraba voluntad de satisfacer á las demandas y pretensiones destos ricos hombres, no se tomó reso

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CAP. LXVII.-Que el rey mandó ayuntar sus huestes contra los ricos hombres de Aragon, y como comprometieron sus diferencias en poder de los obispos de Zaragoza y Huesca.

El rey se fué para Huesca porque tuvo aviso que para cierto dia se habian de juntar los ricos hombres en Almunien: y envióles al obispo de Zaragoza, para que de su parte les rogase y pidiese por naturaleza que le debían, que no hiciesen tan grande yerro. Por su persuasion fueron ante el rey á Huesca en nombre de aquellos ricos hombres, don Fernan Sanchez, y don Bernardo Guillen: y despues fuéron con los agravios que pretendian recibir don Artal de Luna, don Jimeno de Urrea y don Ferriz de Lizana: y el rey respondió, que estaria á lo que determinasen los obispos de Zaragoza y Huesca, el abad de Montaragon y don Pedro Cornel, estando presentes el infante don Pedro, el obispo de Zaragoza, don Pedro Cornel, don Bernardo de Mauleon, Martin Lopez de Bolas. Cuanto á la demanda que los ricos hombres hacian sobre la diferencia de los honores que se les embargaban: decia que como quiera que era costumbre en Aragon, que el rey podia tomar á su mano los honores por sí mismo ó por su portero, otorgaba y prometia de gracia especial á los ricos hombres que tenian los honores, que él no se los quitaria, ni pondria embargo en ellos mientras que bien le sirviesen: y que ellos los diesen y repartiesen á los caballeros para que le pudiesen con ellos servir: y en lo que instaban que el justicia de Aragon juzgase los pleitos con consejo del rey y de los ricos hombres, era el rey contento, que en cualquier diferencia entre él y los ricos hombres y hijos dalgo é infanzones, fuese el justicia de Aragon juez, y la determinase con consejo del rey y de los ❘ ricos hombres y caballeros que estuviesen presentes en sn corte, que no fuesen parte, y atendido que él y los reyes sus predecesores, siempre usaron y acostumbraron de poner justicia en Aragon, él de allí adelante guardaria aquella costumbre y que seria siempre caballero é hijo dalgo. Hacíase grande instancia por estos ricos hombres por ciertas villas que eran de honor, que el rey habia enajenado por cambio y querian que se deshiciese: á lo cual respondia el rey que él no podia mas extender su tierra de lo que era, ni era justo hacer agravio á aquellos con quien habia hecho el cambio: pero si ellos lo tuviesen por bien que lo desharia: y que no pareciese á aquellos ricos hombres que él habia disminuido su reino y tierra, debiéndola partir con ellos, porque cuando él comenzó á reinar no halló en Aragon mas de ciento y treinta caballerías, y ahora habian crecido a quinientas. Confesaba, que los ricos hombres tenian razon en lo que pedian, que no se debia dar tierra ni honor á ninguno sino mereciese ser rico hombre por naturaleza: y prometió que no se daria honor á rico hombre de otro reino y tambien concedió, que no se daria tierra ni honor á los hijos que tenia en doña Teresa Gil de Vidaure, que decían ser su mujer velada. Mas no se pudiendo tomar por buen medio, envió el rey á llamar á don Pedro de Moncada y algunos barones de Cataluña y mandó llamar á los concejos de Lérida, Tamarit y Almenara, y de algunos otros lugares, que

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para cierto dia se juntasen en Monzon, con sus gentes armadas y bien en órden. Entretanto que esta gente se juntaba y se hacian otros aparejos de guerra, partió el rey para Barbastro á donde llegaron ante él con seguro los mismos: pero no se concluyó con su venida ningun asiento, y quedaron las cosas en mayor rompimiento. Llegaron á Monzon de los primeros que el rey mandó llamar contra estos ricos hombres los vecinos de Tamarit: y fuéron á combatir una fuerza que habia bastecido don Pedro Maza, hijo de don Arnaldo de las Cellas, que estaba junto a Monzon, y combatiéronla, la cual se mandó derribar por el suelo. De allí se partió para Rafals, con los consejos de Tamarit y Almenara: y sin esperar combate se le rindió. Despues mandó cercar el castillo de Pomar que era de don Fernan Sanchez su hijo, que era muy fuer te, y junto á las riberas de Cinca, y armaron una máquina y labraron un castillo de madera para combatirle, y hicieron otros aparejos para la batería y combate. En este medio llegó al rey Pedro Martinez, hijo de don Pedro Martin Perez de Artasona, justicia de Aragon, con embajada de parte de los ricos hombres, y ofrecia de su parte que si mandaba levantar el cerco se irian para él, y ponian aquel hecho en juicio de prelados, y que tuviese por bien que les fuesen restituidas las villas y lugares que tenian en honor que les habian sido quitadas: ofreciendo de su parte, que antes que el rey esto hiciese darian seguridad de estar á derecho. Desto plugo al rey y fuése para la villa de Monzon, y parte de los ricos hombres con algunos caballeros que serian ciento y cincuenta de caballo, se aposentaron en Gil. Los que allí estaban eran don Férnan Sanchez, don Bernardo Guillen de Entenza, don Ferriz de Lizana, don Pedro Fernandez de Vergua, hijo de don Fortuño de Vergua de Pueyo, que habia casado con doña Sibilia de Entenza, prima del rey, hija de don Bernardo Guillen y otro hermano suyo, hijo de don Fortuño. De allí se remitió su pretension y querella en poder y juicio de los obispos de Zaragoza y Huesca, y se obligaron de estar á lo que se determinase en lo que el rey pretendia contra ellos, por haberse unido y ayantado contra su señorío como no debian, conforme á las leyes y costumbres del reino: y si juzgasen que les fuesen restituidos los lugares que tenian en honor. el rey se obligó que lo mandaria cumplir: y dióse de parte destos ricos hombres tregua "al rey, hasta que volviese de la guerra de los moros del reino de Murcia y quince dias mas, y ofrecieron que se servirian en ella. Siendo puesto y señalado plazo dentro del cual compareciesen en Zaragoza, el obispo de Huesca adoleció y el de Zaragoza no quiso dar su sentencia, y quedóse el rey con los honores de los ricos hombres: y quedaron debajo de la tregua que habian jurado, Pero en el hecho del fuero que se habia de seguir en el reino de Valencia, el rey otorgó sus privilegios á algunos aragoneses que tenian lugares en aquel reino, para que fuesen juzgados á fuero de Aragon, en lo cual se ponia siempre embarazo y contradiccion por los oficiales y ministros reales, de que se seguian grandes alteraciones y escándalos. Por el mes de abril del año de mil doscientos sesenta y cinco tuvo el rey cortes á los aragoneses en la villa de Ejea, y en ellas se establecieron algunas leyes, y entre otras se ordenó que el rey ni ninguno de los reyes que despues dél reinasen, diesen tierra ni honor á ningun rico hombre que no lo fuese por sangre y naturaleza, y que fuese extranjero del reino: y que los ricos hombres,

caballeros é infanzones no fuesen obligados á pagar bo- | Barcelona, y algunos varones y caballeros y porque

vaje ni herbaje. Que en todas las diferencias y pleitos que se moviesen entre el rey, y los ricos hombres, hijos dalgo é infanzones, fuese juez el justicia de Aragon, y las determinase con consejo de los ricos hombres y caballeros que se hallasen en las cortes que no fuesen parte, y todas las otras causas que hubiese entre los ricos hombres y caballeros é infanzones, se juzgasen con consejo del rey y de los ricos hombres por el justicia de Aragon, con que no fuesen parte, y que el rey no diese tierra en honor á los infantes sus hijos y de la reina su mujer. De allí se vino el rey á Zaragoza, á donde se detuvo hasta el estío y entre otras confirmaciones que hizo á algunos ricos hombres de sus tierras, fué confirmar la donacion de la villa de Mediana a Pedro de Sese con sus aldeas, que era un caballero muy principal del reino: la cual el rey don Pedro, padre del rey don Jaime habia dado á Pedro de Sese su padre, y mucho tiempo la tuvieron con otros lugares los deste linaje.

CAP. LXVIII. De la expedicion que el rey tomó de hacer la guerra á los moros del reino de Murcia, que se habian rebelado al rey de Castilla.

Mandó el rey ayuntar toda la gente que se pudo haber, para ir contra los moros, que se habian rebelado en el reino de Murcia, tomando á su cargo aquella empresa debajo de la tregua que tenia con sus ricos hombres: porque el rey don Alonso hacia la guerra contra el rey de Granada, por las fronteras de la Andalucía. Era la gente que se hizo para esta guerra dos mil de eaballo: y mandó, que los infantes sus hijos, y don Ramon Folch vizconde de Cardona, y don Ramon de Moncada, fuésen con él al reino de Valencia: y de Aragon solamente fué don Blasco de Alagon: pero de los dos mil no se hallaron sino seiscientos. El consejo de Teruel hizo gran servicio al rey, así en gente de guerra como en bastimentos, siendo allí mucha parte Gil Sanchez Muñoz, y los de la ciudad de Valencia se señala ron mucho en esta necesidad: de donde partió el rey para Játiva y Biar. De allí envió á requerir á los de Villena, que se habian levantado contra el infante don Manuel su yerno, que se redujesen á su servicio, asegurándolos, que los recibiria en su merced, y procuraria que fuesen perdonados. Otro dia respondieron los de Villena, que harian juramento en su ley, que viniendo el infante y otorgando lo que le pedirian, y perdonándoles la rebelion, rendirian la villa: y sino quisiese aceptar aquel partido, le entregarian al rey don Jaime, jurándoles, que no la daria al infante, ni al rey de Castilla. Siendo asegurados del rey, que el infante lo cumpliria, hicieron juramento de recibirlo por señor, como primero lo era. Procuraba desta manera de sosegar los ánimos de aquella gente, y ganarlos con facilidad del perdon, dejando memoria de su mansedumbre porque creia, que aquella era mas señalada y notable victoria, de la cual quedaban mas señales de clemencia que de castigo. De Villena fué el rey sobre Eida, que estaba en trato de rendirse al infante don Manuel: y aseguraron los moros, que la entregarian: y cobró el castillo de Petrer, que se habia alzado contra don Jofre de Loaisa privado del rey de Castilla: y mandólo entregar á los suyos. Otro dia se fué el rey á Nompot, y de allí á Alicante, á donde se puso en órden toda la gente de guerra, para hacer su entrada poderosamente por el reino de Murcia. Estaban con el rey los infantes don Pedro y don Jaime, el obispo de

habia algunas diferencias entre los caballeros y gente de guerra, nombraron dos caballeros que juzgasen todas las diferencias que hubiese: y mandó rigurosamente castigar los excesos que se hacian. En este medio tuvo tales formas, usando de halagos, y con dádivas y mercedes, que algunos principales de la y illa de Elche, antes que dello tuviesen noticia los infantes, ni los ricos hombres, ni fué llegado su ejército, le entregaron la torre que llamaban Calahorra, y dejó en ella al obispo de Barcelona, para que estorbase que no lalasen la vega, y no se hacia menor guerra á los moros del reino de Murcia con consejos y prudencia, que con las armas. De allí fué el rey para Orihuela, á donde vino un hijo del arraez de Crevillen, que tenia preso el rey de Castilla: y prometió, que daria entrada en la villa á la gente del rey, y le entregaria los castillos: y así se hizo. Iba discurriendo por los lugares circunvecinos, nó con ejército espantoso, por no quitar á los moros la esperanza del perdon: pero tampoco no habia remision en parte del cuidado, sabiendo que aquella gente era fácil en sus mudanzas: y como se muestra desvalida y cobarde en los peligros, así infiel en las ocasiones. Muchos, ó se rendian ó desamparaban los lugares y se acogian á las costas del reino de Murcia, y dellas se pasaban allende: y el rey con diversos modos y arte, usando de misericordia con los rendidos, y de celeridad contra los que iban huyendo, mostrándose implacable contra los que se acogian á los lugares de los rebeldes del reino de Murcia, los fué domando y venciendo. Desta manera acabó de cobrar en muy breve tiempo todo lo que se habia rebelado desde Villena hasta Orihuela y Alicante. Detúvose el rey ocho dias en Orihuela, y á cabo de ellos llegaron dos almogaraves de Lorca á media noche, y dieron aviso al rey que los moros enviaban socorro á la ciudad de Murcia, y que iban ochocientos ginetes, y llevaban dos mil acémilas cargadas, y dos mil peones bien armados que las seguian, y que habian pasado por Lorca á puesta de sol. Era ya en aquella sazon llegado á la frontera, donde el rey de Aragon se hallaba, el infante don Manuel, con los caballeros de las órdenes del Temple, Hospital y Uclés, y con ellos un rico hombre llamado don Alonso García; y mandóles el rey, que le siguiesen con los infantes y gentes de su ejército. Pasado el rio de Segura, al amanecer llegaron á una alquería que está en el camino, por donde los moros habian de pasar, entre la ciudad de Murcia y la montaña, en el camino de Cartagena, junto á un cerro, donde se solian enterrar los reyes moros de Murcia. En este lugar mandó el rey ordenar sus haces de esta suerte, que en la avanguarda puso á los infantes sus hijos, con sus gentes y vasallos, y en la batalla estaban el maestre de Santiago, y don Pedro Nuñez de Guzman, y don Alonso García, y él se puso en la retaguarda con ciento de caballo, gente muy armada y escogida: y don Guillen de Rocafull con alguna gente de caballo salió fuera de los escuadrones para reconocer el campo, y dar aviso de la venida de los moros. En esto el maestre de Santiago, y don Pedro de Guzman, y don Alonso García que esperaban que el rey mandase dar señal, para que saliesen al encuentro á los enemigos, instaban, que saliesen á dar la batalla, y acometiesen á los primeros. Mas el rey lo difirió por dar lugar, que descendiesen á lo Hano, de guisa que los nuestros pudiesen ponerse entre los enemigos y la ciudad, y en caso que los ginetes se pudiesen acoger dentro, quedasen

atajados los peones con las acémilas: pero por grande | cesion del derecho de aquel reino, referir algu

instancia que le hicieron, mandó sonar las trompetas
y desplegar las banderas, y salir ordenadas sus haces,
con ánimo que aquel dia no solamente se habia de pe-
lear con los ginetes y gente que iba al socorro, pero
con los que estaban en defensa de la ciudad, que era
mucha y muy escogida gente. Salió el rey de la reta-
guarda solo para animar á los infantes, y díjoles, que
se acordasen cuyos hijos eran, y que hiciesen como
tales lo que debian: porque el que allí no lo mostrase
con esfuerzo y valentía, jamás le tendria por tal. Movia
6 todos la dignidad real, la memoria de las victorias
pasadas, y la magestad de su persona, que en la ma-
yor y principal parte de la fatiga militar sostenia el
cargo y trabajo de los mas mancebos. Vuelto á su
puesto, movieron los de la avanguarda, pero no hubo
en los enemigos valor ni osaron esperar la batalla, y
de la primera arremetida volvieron huyendo contra la
parte por donde venian. Algunos fueron de parecer
que se siguiese el alcance: pero el rey no quiso dar á
ello lugar, porque á cuatro leguas distaba Alhama, que
era una villa que tenia un castillo muy fuerte, y habia |
dentro mucha gente de guarnicion: temiendo, que po-
dian salir de refresco contra ellos, y hacer mucho daño |
en la gente que anduviese desmandada y esparcida, y
fué el rey con su ejército al lugar de la Alcantarilla.
Hubo muy gran consulta en el consejo del rey, si pa-
saria a poner cerco sobre el castillo de Alhama, y es-
taban allí los infantes don Pedro y don Jaime, los maes-
tres de Uclés y del Temple, Ugo de Malavespa, maestre
del Hospital, don Ramon Folch, vizconde de Cardona,
don Ramon de Moncada, don Pedro Queralt, don Blasco
de Alagon, don Pedro de Guzman, y don Alonso Gar-
cía, que era gran privado del rey de Castilla: y porque
habia concierto entre los reyes, que se viesen en Al-
caraz, por esta causa se volvió el rey para Orihuela,
y de allí á las vistas. Iban con él los infantes sus hijos,
y hasta trescientos caballeros, y en Orihuela quedaba
olro tanto número de gente de caballo, con doscientos
almogáraves. Salió el rey de Castilla, una legua fuera
de la villa á recibir al rey, y juntos se entraron en Al-
caraz, á donde estaba la reina doña Violante, y sus
hijos, y doña Berenguela Alfonso, hija del infante don
Alfonso, señor de Molina y Mesa, tio del rey de Cas-
tilla, y entonces se vino con el rey, y vivia con ella,
como si fuera su mujer. Vuelto el rey de Aragon á
Orihuela, los de Villena le enviaron á decir, que se ren-
dirian al infante don Manuel, como estaba asentado, y
partió á Nompot y Elche, y mandó entregar la torre
Calahorra, y la villa al infante, y volvióse para Ori-
huela, á donde tuvo la fiesta de Navidad.

CAP. LXIX.-De las investiduras que se dieron á los prin-
cipes normandos del reino de Sicilia, y de los estados
de Pulla y Calabria: y á Carlos conde de Angeus y de
la Proenza: y de la muerte del rey Manfredo.

Por este tiempo las cosas del rey Manfredo, que habia alcanzado una muy gran pujanza y reputacion entre todos los príncipes de la cristiandad, llegaron al fin de su prosperidad y tras ella se siguió, que aquel principe por la defensa de su reino, perdió con él la vida, encaminándose su destruccion por los sumos pontifices que sucedieron en la Iglesia, despues de la privacion y muerte del emperador Federico su padre.❘ Como esto toca principalmente á la memoria de las cosas notables que han sucedido en las conquistas desta corona, conviene para mas cierta noticia de la su

TOMO IV.

na parte de sus principios. Las guerras que hubo
en Italia desde el tiempo del emperador Carlo Magno,
por el dominio de las provincias de Capua y Pulla y
Calabria, y de otras que pertenecian á la Iglesia ó al
imperio, eran mas ordinariamente entre los empera-
dores griegos y latinos; y cada uno dellos contendia
con los sumos pontifices, hasta que se interpusieron
en ellas los príncipes normandos, que se entremetieron á
mover guerra en aquellas partes en contradiccion de
los emperadores de oriente y occidente y por ser
muy celebrada por diversos autores la memoria de sus
empresas en las conquistas y guerras que tuvieron por
la ocupacion de aquellos estados de Capua y Pulla y
Calabria, y por la isla de Sicilia: y por todos son muy
referidas las hazañas de Roberto Guiscardo y de Ro-
ger su hermano, que fué el primer conde de Sicilia, y
las del rey Roger su hijo: trataré aquí solamente de
las investiduras que ellos y sus sucesores hubieron de
los sumos pontifices, pues en prosecucion deste dere-
cho, se comenzó la conquista de aquellos reinos, por
el gran rey don Pedro de Aragon, y se feneció á cabo
de tantos años tan gloriosamente por sus sucesores.
Puesto que Roberto Guiscardo fué el primero que se
apoderó del ducado de Pulla, y fueron por él sojuzgados
los griegos y lombardos que residian en aquella pro-
vincia, y conquistó por su valor la Calabria, asistiendo
á la guerra sus hermanos: pero la primera investidura.
segun escribe fray Gaufredo Malaterra, de la órden de
san Benito, que compuso la historia de aquella con-
quista, á instancia del conde Roger, se concedió por
el papa Leon nono, en el año de mil cincuenta y dos al
conde Wifredo hermano de Guiscardo, cuando fué por
él vencido con los suyos, y se recogió á un lugar de
Capitanata, y fué puesto en su libertad con gran reve-
rencia. Entonces el sumo pontífice, segun este autor
escribe, hizo donacion al conde Wifredo, de toda la
tierra que habian ganado él y sus hermanos, y de lo
que conquistasen en Calabria y Sicilia, que era del
patrimonio de san Pedro, en feudo para él y sus he-
rederos. Despues desto, en el año de mil sesenta y tres
habiendo vencido el conde Roger en Sicilia junto à
Traina, aquella famosa batalla que tuvo con toda la
morisma de aquel reino, se le envió como á su caudi-
llo el estandarte de la Iglesia y en el año de mil y
ochenta y tres, segun el mismo Gaufredo escribe, fué
la entrada que el duque Roberto Guiscardo hizo en
Roma, cuando libró al papa Gregorio séptimo de la
opresion del emperador Enrique, que era declarado
por cismático, y le restituyó en su silla, en el palacio
de San Juan de Letran, con el sacro colegio, y cono-
Guiscardo á Pulla, el cual por devocion de la santa ma-
ciendo el papa la rebelion del pueblo romano, se fué con
dre Iglesia se vino de Romanía, y dejó allá en la guerra
que tenia con los búlgaros á su hijo Boemundo. No de-
claran los autores antiguos el premio que por tan se-
ñalado servicio se dió á Guiscardo, aunque fué muy
favorecido del papa Gregorio, para que Boemundo su
hijo hubiese el imperio de Constantinopla, y se le diese
á él socorro para la conquista del reino de Persia, pero
vivió despues desto poco tiempo. Tuvo este príncipe
tres hijos, el primero fué Boemundo, aquel tan señala-
do entre los otros príncipes que fuéron á la conquista
de la Tierra Santa, que tuvo el principado de Antio-
quía, y de la segunda mujer que fué hija del príncipe
de Salerno, á Roberto, que murió en vida de su padre,
y á Roger, que sucedió en el ducado de Pulla. Este

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y en él publicó por descomulgado al conde Roger y á sus secuaces. No pudiendo Roger aplacar al papa, pasó de Sicilia con buena armada á Pulla para proseguir su derecho por las armas, y rindiéronsele Taranto y Otranto, que eran de Boemundo el menor, el cual por tomar la posesion del principado de Antioquía, lo habia dejado con su estado debajo de la tutela de la sede apostólica. Despues de estas ciudades se le rindieron luego Brindez y otros lugares muy principales, y el papa con gran sentimiento de su desacato, mandó á Roberto príncipe de Capua, y al conde Ranulfo, y á los señores principales de Pulla, que juntasen sus gentes en su defensa, y por su persona tomó aquella empresa, de echar á Roger de su tierra, como enemigo de la Iglesia, pero hallándose el papa burlado por la inconstancia de los barones de Pulla, envió á ofrecer al conde Roger, que le daria el ducado de Pulla, si le hiciese el homenaje en Benevento, y así le hizo. Tras esto fué ganando todo el resto de Pulla, y las tierras que eran de Boemundo, y fuéronsele rindiendo el príncipe de Capua, y el maestre de la milicia que llamaban de Nápoles, y todas las otras tierras hasta la marca de Ancona. Entónces viéndose señor de tan grandes estados, por consejo de los suyos tomó título de rey de Sicilia, porque en lo antiguo aquella isla fué señoreada por reyes, y era propia conquista suya, quedando con su título el ducado de Pulla, y los otros principados y sus sucesores se intitularon reyes de Sicilia y de los ducados de Pulla y Calabria, y del principado de Capua, sin que tomasen et título de reyes de Sicilia, allende y aquende el Faro, como algunos piensan, porque no se usó dél hasta en tiempo del rey Carlos el segundo. Siendo creado sumo pontífice Inocencio segundo, fué contra el rey Roger, porque daba favor á Pedro Leon, que habia sido elegido papa por una parte del colegio, y prevaleciendo el

príncipe, siendo sumo pontifice Urbano segundo, en un concilio que tuvo en Melsa, hizo homenaje al papa como vasallo de la Iglesia, por el estado de Pulla, segun escribe fray Tolomeo de Luca de la orden de los predicadores, autor antiguo en la genealogía que compuso de los sucesores de Roberto Guiscardo, y éste tuvo un hijo, que se llamó Guillelmo, que fué sucesor de aquel estado. Tuvo este pontífice gran aficion á Roger conde de Sicilia, hermano de Roberto Guiscardo, y con tanto respeto trató en honrarle y favorecerle, que pasó á Sicilia por visitarle, y porque poco ántes sin sabiduría suya habian enviado por su legado al obispo de Traina, entendiendo, que el conde estaba con gran sentimiento dello, ofreció de remediarlo con gran honra suya, y estando en Salerno á cinco del mes de julio, en el onceno año de su pontificado, dió aquel tan señalado privilegio, de que los reyes de Sicilia despues han usado, por el cual concedió á Roger conde de Calabria y Sicilia, y á Simon su hijo, que en su tiempo ni de su hijo, ó de cualquier otro, que fuese su legítimo beredero, no se enviaria legado ninguno á sus estados sin su voluntad, y lo que convendria proveer por los legados apostólicos, se ejecutase por el conde y sus sucesores, y cometióles las veces del legado. A Urbano sucedió el papa Pascual segundo, y á este pontifice, segun Tolomeo de Luca escribe, Guillelmo duque de Pulla, nieto de Guiscardo, hizo homenaje junto a la puente de Cheprano, y recibió la investidura con el estandarte de la Iglesia por toda la tierra de Pulla, y por la antigua Campania, que entonces se decia Tierra de Labor. Fué por muerte de Pascual elegido en sumo pontífice Gelasio tambien segundo, á quien el mismo Guilielmo prestó la obediencia como fiel vasallo de la Iglesia, y despues por su muerte á Calixto su sucesor. Parecen aun letras deste sumo pontífice, en que avisa del estado de sus cosas, y escribe al primer arzobispo de Santiago don Diego Gel-rey Roger en el cuarto año del pontificado del papa mirez, á quien juntamente con haberle promovido á esta dignidad, creó legado de la sede apostólica, que despues de haber sido recibido en la ciudad de Roma con gran honra y fiesta, se fué á Benevento, y de allí pasó á Pulla, y bajó á Bari, y recibió debajo de homenaje y fidelidad al duque de Pulla y príncipe de Capua, y á los otros condes y barones de aquella tierra. Murió en Salerno el duque Guillelmo, segun en la antigua historia del rey Roger se contiene, siendo pontífice Honorio segundo, y como no dejó hijos ni nombró sucesor en aquel estado, comenzaron á levantar en Salerno, Troya, Mella y Venosa, algunos señores, que se apoderaron de aquellas ciudades, y el conde Roger, hijo del primer Roger, pasó con su armada de Sicilia á Salerno, y rindióse aquella ciudad, y tras ella Melsa, y de allí comenzó á irse apoderando de aquel estado. Pero entendiendo el papa Honorio, que el conde Roger intentaba de apoderarse por su autoridad del ducado de PuIla, fuése luego á Benevento, y en aquel lugar, celebrando el oficio divino, pronunció sentencia de excomunion contra él, si se entremetiese en ocupar aquel estado, y el conde Ranulfo que estaba casado con Matilde, hermana del conde Roger, y todos los otros señores de Pulla fuéron á prestar al papa la obediencia, y los principales fueron Grimaldo príncipe de Bisiñano, Gofredo conde de Andria, Tancredo de Conversano, que era señor de Brindez, y tenia gran estado en Pulla, Roger conde de Oira, y juntose con ellos Roberto príncipe de Capua. Siguióse tras esto, que el papa estando en Troya, lugar principal de Pulla, celebró allí concilio,

fué

Inocencio, segun Tolomeo de Luca escribe, el em-
perador Lotario vino á Roma, y como dicho es,
allí coronado, y como vió todas las fuerzas del im-
perio contra el rey Roger, y entró en Pulla con
muy poderoso ejército, y no pudiendo el rey Ro-
ger concertarse con el emperador con gran suma
de oro y plata que le ofrecia, juntó mayores com-
pañas de gente, y arriscó á darle la batalla. Pero
el emperador, que era muy guerrero y gran caballero,
animando á los suyos salió contra él, y reconociendo
el rey de Sicilia la mucha ventaja que le hacia la gente
de guerra de su enemigo, que la mas era tudesca y ex-
tranjera, se fué retrayendo y acogióse á los lugares ás-
peros y montañosos. Entonces se juntó el papa con el
emperador, y pasaron á Bari, y echando al enemigo
de las provincias de Capua y Pulla, determinaron de
hacerle guerra en Calabria, y habiéndose recogido á
Sicilia, por importunidad de los suyos desistió de la
empresa, y dióse el ducado de Pulla á un Reinaldo, que
en aquella guerra sirvió mucho à la Iglesia, y faltó
muy poco que no resultase muy gran disension y dis-
cordia entre el papa y el emperador, pretendiendo
cada uno dellos ser aquella provincia de su jurisdic-
cion, y esto era tan de veras, que segun refiere Oton
Fusingense que concurrió en aquellos tiempos, se apa-
ciguó su contienda tomando por medio, que al dar del
estandarte al nuevo duque, el papa y el emperador le
echasen las manos juntamente. A la vuelta desta em-
presa adoleció el emperador en Trento y falleció án-
tes de pasar los montes en una casa muy pobre y

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