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Temple de Mallorca, y con don Pedro Maza, y Asalido de Gudal, y Bernardo de Santa Eugenia ante todas cosas mandólos el rey pasar á la isla de Menorca con las galeras, para requerir al alcaide que estaba en la isla, que se diese á la merced del rey. Dista esta isla de la de Mallorca por la parte del viento que los marineros llaman griego, por treinta millas, como se nota en la historia del rey que conforma con la distancia que se señala en Plinio, y tenia una poblacion con su puerto à la parte de poniente, que está mas cerca de Mallorca, que se llamaba Ciudadela, en muy apacible lugar y diversas alquerías: y aunque Marsilio dice, que no es la tierra cómoda para cogerse en ella trigo y que es muy útil para ganados, Tito Livio afirma, que es el campo de

pero no tan altos como los de Mallorca, y en uno dellos tenian los moros un muy hermoso castillo, que era fortísimo que le llamaban Santa Agueda, que estaba casi en el medio de la isla. Hay en ella cuatro puertos, que son el de Ciudadela, Sereina, Fornells, y el de Mahon, que es uno de los señalados puertos de nuestro mar, que tomó el nombre de Magon famoso capitan de los cartagineses, y hermano de Aníbal. Estaba bien poblada, y tenian gran abundancia de ganados, y los principales puertos que eran el de Mahon y de Ciudadela, estaban en mediana defensa. Pasaron aquellos caballeros al puerto de Ciudadela y salieron á tierra, y trataron con el alcaide y ancianos de la isla, que se pusiesen en la obediencia del rey, y pidieron tiempo para deliberar sobre ello. Estaba el rey al cabo que se decia de la Piedra que está á la parte de oriente contra la isla de Menorca y con él estaban don Sancho Duerta, don García Duerta su hermano, y Pero Lopez de Pomar, y mandó encender fuegos por diversas partes de la sierra, para que se diese à entender á los menorquines, que estaban en aquel lugar con sus gentes esperando su respuesta: y así sucedió como él lo pensaba, que los moros con miedo que no fuese contra ellos, se concertaron de ser sus vasallos, y tributarios, entregando el castillo que está sobre Ciudadela y otras fuerzas de la isla : y con este acuerdo enviaron un hermano del alcaide, y otros moros á prestar la obediencia al rey. Desta manera no solo se adquirió de esta vez la isla de Menorca, pero redujéronse á su señorío todos los moros que andaban alzados en las sierras de Mallorca, y los mas fueron cautivos, y á otros se dió tierra en que poblasen. Estuvo el rey en Mallorca los meses de julio y agosto de mil y doscientos y treinta y dos, proveyendo lo que tocaba al repartimiento de la isla, y mandó con diligencia entender en la poblacion y fortificacion della.

La guerra se continuó en Mallorca contra los moros todo el invierno y la primavera: porque se defendian en la aspereza y fragura de la sierra muy obstinadamente: y eran tan diestros y ejercitados, que era con gran daño de los cristianos, y á la postre talándoles y quemándoles los panes que sembraban, fueron forzados á salir de sus guaridas. Llegaron á tanto estrecho por falta de mantenimiento, que solamente se sustentaban de yerbas, y andaban por la montaña sin querer rendirse á don Pedro Maza, con della fértil. Tiene en la tierra adentro algunos montes, terminada intencion de morir primero que darse, sino fuese á la persona del rey. Por esta causa pasaron á Barcelona don Pedro de Maza y don Bernardo de Santa Eugenia por suplicar al rey, que fuese á Mallorca con solos los caballeros de su casa, y mandó armar dos galeras y fuése á la ciudad de Tarragona para apresurar su pasaje. Estando en aquella ciudad á seis del mes de marzo del año de nuestra salvacion de mil doscientos treinta y dos legitimó por su autoridad real otra vez al infante don Alonso su hijo, que le criaba en Castilla la reina doña Leonor su madre, é instituyóle por su heredero en los reinos de Aragon y Mallorca y en los condados de Barcelona y Urgel, y en el señorío de Mompeller, que antes se habia reservado, y en todas las otras tierras que se conquistasen: y mandaba á los ricos hombres y ciudades de sus reinos, que despues de su muerte le obedeciesen como á señor natural. Sustituia en lugar del infante por su heredero, en caso que muriese sin dejar hijos, á su primo don Ramon Berenguer conde de la Proenza, y á sus hijos, y en el defecto dellos nombraba á la sucesion al infante don Fernando su tio, y despues dél á los mas propincuos de la sangre real: y dejaba al infante debajo de la proteccion de la sede apostólica, encomendado á Espargo arzobispo de Tarragona su tio, y por tutores al mismo arzobispo, y á los que sucediesen en su lugar, y á los maestres de la caballería del Temple y del Hospital de Jerusalen que estuviesen en sus reinos, y a don Guillen de Cervera monge de Poblete, para que lo criasen en el castillo de Monzon. Ordenó que esta institucion que se bacia del infante en la sucesion de sus reinos, fuese con condicion, que la reina su madre y el rey de Castilla entregasen al infante á sus tutores, para que ellos le criasen á su voluntad: : y en caso que por algun tiempo su hijo presumiese entrar poderosamente con gente extranjera para apoderarse del reino, no fuesen obligados los ricos hombres de Aragon y Cataluña, y sus naturales, de obedecerle, sino fuese viniendo como debe venir el rey á sus vasallos. Esta disposicion se publicó estando presente el arzobispo de Tarragona, y el abad de Poblete, y el prior del monasterio de los predicadores de Barcelona, que se decia fray Pedro de Cendra, y don Guillen de Moncada, don Pedro Cornel, don Bernardo Guillen tio del rey, y Vallés de Vergua, Asalido de Gudal, y Pedro Perez justicia de Aragon. Concluido esto, se hizo el rey á la vela del puerto de Salou iban con él Fernan Perez de Pina, Atorella, y Lope Sanchez de Roda, con algunas compañías de soldados para quedar en la isla. Al tercer dia tomó el rey tierra en el puerto de la ciudad de Mallorca á donde habido consejo con Ramon de Sera, comendador del

:

CAP. XV.-De la guerra que el rey comenzó en la conquista de los moros del reino de Valencia y como don Blasco de Alagon tuvo trato, que se rindiese la villa y castillo de Morella, y la entregó al rey.

Despues de haber conquistado el rey don Jaime el señorío de las islas de Mallorca y Menorca, vínose al reino de Aragon, y fué à la villa de Alcañiz, que era una de las principales fuerzas que estaban opuestas en frontera á los moros del reino de Valencia, cuya empresa mucho antes se habia deliberado de proseguir. Allende que su voluntad siempre fué de se ocupar en la guerra contra los infieles sin darles ninguna tregua, incitabale á ello el deseo grande de vengar el odio que tenia contra Zaen rey de Valencia, que se habia apoderado de aquel reino, echando del al rey Zeit Abu

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quedaron tan sojuzgados, que no osaban dar batalla campal hallándose el rey de Castilla presente: y fuéronse dividiendo en muchos reinos, sin que reconociese un rey á otro, ni le obedeciese: y estaba la morisma de España repartida entre los reyes de Córdoba, Sevilla, Algarbe, Jaen, Baeza, Niebla, Baza, Granada, Almería, Murcia y Valencia: pero era el mas poderoso el rey de Córdoba. Por este tiempo comenzó un moro muy valeroso, que se decia Abenhut, á tener tanto crédito entre todos ellos, que por su valor y gran saber todos los reyes moròs le recibieron por su señor soberano, sino fué el rey de Valencia : y habiendo llegado á tanta autoridad y reputacion, que le obedecian los reyes moros de aquende el mar, movió cruel guerra contra el rey don Alonso de Leon, y tuvieron una muy brava batalla junto à Mérida, en la cual fueron los moros vencidos, con gran estrago y pérdida de su gente, y por esta victoria, y por la muerte de Abenhut quedaron los moros de España divididos como antes: y el rey don Fernando de Castilla, y el rey don Jaime con esta ocasion emprendieron cada uno por su reino de proseguir la conquista, con ánimo de acabar de extirpar aquella secta: porque no solamente estaban repartidos en reinos y en muchas señorías, pero en cada lugar estaban divididos en bandos y parcialidades de almora vides, almohades, benamarines, y benadalodes. Estaban con el rey en Alcañiz en esta sazon, Ugo de Folcalquer maestre del Hospital, y don Blasco de Alagon, que habia estado dos años en el reino de Valencia, desterrado del reino de Aragon, y porque eran muy pláticos en la guerra de los moros y tenian gran trato con ellos, se informaba de las cosas de aquel reino y de los lugares fuertes que en él habia, para deliberar por dónde convenia hacer entrada, y contra qué fuerzas se ha→ bia de mover primero. Sucedió en esta misma sazon, que se pasó el rey de Alcañiz para Teruel y fué á Ejea á correr monte, porque habia allí muchos puercos salvajes, adonde le esperaba don Pedro Fernandez de Azagra para hacerle fiesta. Allí tuvo nueva que los peones de Teruel y de aquella frontera habian entrado en Ares, lugar fuerte à los confines del reino de Valencia, que era de moros, y envióles á decir, que iba en su socorro, y mandó á los vecinos de Teruel, que le siguiesen y que Fernando Diaz de Aux, y Rodrigo Ortiz, y otros caballeros que en aquella vi➡ la estaban, saliesen á Alambra adonde llegó el rey antes que anocheciese. Partió de allí de media noche abajo, y al alba estuvo encima del puerto del campo de Montagudo, y pasó por el Povo, y salió á Villar→

zeit, siendo su señor. Éste estando el rey ocupado en la empresa de Mallorca, habia entrado á correr su tierra y llegó á Tortosa, y á Amposta, robando y estragando los lugares de aquella comarca, y haciendo grandes presas, y habia combatido á Uldecona, que era de su señorío, y enviándole el rey á decir con sus mensajeros, que holgaria de tener paz y tregua con él, como hasta allí la habia tenido, pagándole las quintas de Valencia y Murcia, y haciéndole enmienda de lo que restaba debiendo por cien mil besantes, menospreció el partido que el rey le ofrecia, y no queria pagar sino cincuenta mil, y desde entonces quedó la guerra rompida. Para esta empresa habia otorgado el papa Gregorio nono, cruzada, y se publicó en Monzon, tomando el rey la insignia, y los ricos hombres y caballeros, y mucho número de gente de sus señoríos: y á diez y siete del mes de diciembre deste mismo año se le otorgó el servicio del bovaje por los catalanes para esta conquista, y con este socorro daba el rey gran priesa á proveer las cosas necesarias para la guerra, porque se ofrecia buena ocasion en la division que ha bia entre los moros y en la guerra que Zeit Abuzeit hacia contra Zaen. Estaban los reyes moros, que tenian en este tiempo el señorío en España, muy discordes y divisos y separados de la monarquía que tenian eu África sus miramamolines. Tuvo principio este imperio en la provincia superior de Egipto, adonde el falso profeta Mahoma comenzó con fuerza y poder de armas, y con falsas persuasiones y milagros fingidos, á inducir á su obediencia la gente vana y popular de sus comarcas: é introdujo un nuevo reino que duró por largo tiempo debajo de un solo rey. Dividióse despues en tres principales reinos: y el uno tuvo su silla en Egipto: el segundo en la Mauritania en la ciudad de Marruecos en lo último del Occidente: y el tercero fué el de España, en la ciudad de Córdoba. A estos tres reyes obedecian todos los otros con su morisma; y los de oriente estaban sujetos al rey de Babilonia que despues se llamó soldan, que segun se interpreta en su lengua, quiere decir lo mismo que rey: y los de África obedecian al miramamolin de Marruecos: y los moros que quedaron en España tenian por su rey y señor universal al rey de Córdoba. Cada uno destos fué continuando su conquista contra los reyes sus comarcanos, y fuése extendiendo la de los soldanes por las naciones de Arabia, Persia, Media, Judea, Siria, Armenia y Turquía, hasta los últimos límites de la India y del Océano septentrional: y los miramamolines fueron sojuzgando á los reyes de Tunez, Bugía y Tremecen, hasta lo postrero del occidente. Los primeros que conquistaron las provincias de Áfri-roya, que era lugar del Hospital, á donde reposó ca y de España se llamaron árabes y en el discurso de su imperio se levantaron entre ellos ciertos moros muy principales que fuéron de África y eran muy valerosos capitanes, que se llamaron almoravides: y se rebelaron contra los árabes, y los echaron del señorío de África y de España. Postreramente contra éstos fueron prevaleciendo los almohades, que tomaron el nombre de un moro que se dijo Mohadi; que era muy enseñado en la secta de Mahoma, y reformó su alcorán. Estos se apoderaron del reino de Marruecos y fueron señores de toda la morisma occidental. Los reyes de Córdoba, y los otros reyes moros despues de su conquista se conservaron contra los cristianos en gran pujanza hasta el tiempo del rey don Alonso el octavo de Castilla, que los venció en aquella gran batalla de Ubeda, y de allí adelante

aquella noche. Estando encima de la sierra se le ofre ció no solo esperanza, pero ocasion de mayor hecho que la toma de Ares, y llegó al rey un ballestero á caballo á gran priesa, que le enviaba don Blasco de Alagon, para le hacer saber, que habian los suyos tomado á Morella y que era suya. De esta nueva, segun el rey dice le pesó mucho porque se habia de entregar á don Blasco, por el asiento que estaba tomado con él, y quisiera que no ganara la honra de la toma de un lugar tan principal como aquél en el principio de su empresa. Era don Blasco de los hombres que suelen intentar cuanto la confianza les basta á prometer, y que pretenden conseguir premio cierto, donde la esperanza es incierta y con sus vasallos andaba por su parte haciendo guerra á los moros, y con tratos de los de algunas villas, procuraba que se entregasen á él

rado título: y tambien le hizo el rey merced por la misma razon de la villa y castillo de María, que en los tiempos antiguos fué fuerza de grande importancia. Esto hizo el rey con acuerdo y grande contentamiento de los de su consejo que con él se hallaron, que eran don Sancho Ahones obispo de Zaragoza, don Guillen obispo de Tarazona, don Atho de Foces mayordomo del reino, Sancho de Sese, don Pedro Fernandez de Azagra, don García Romeu, don Atorella, don Fernan Perez de Pina, don Jimeno de Urrea, don Blasco Maza, Fortun Aznarez, don Ladron, Roldan Lain, Galcerán de Cornella, y Pedro Perez justicia de Aragon. CAP. XVI.-Del cerco que el rey puso sobre la villa de Burriana y de la toma de aquel lugar.

Visto que lo de Morella sucedió tan prósperamente en el principio desta conquista, pareció que importaba mas emprender primero la villa de Burriana, porque el campo y término della es fértil y abundoso, de donde se mantenian los lugares circunvecinos, que eran Peñíscola, Cervera Chivert, Polpis, las Cuevas de Vinroma, Alcalaten y Cullar: y ganandose esta fuerza, que era muy principal, parecia que con menor dificultad las otras se rendirian, á esto se ayuntaba otra comodidad, que por ser lugar marítimo, podia venir provision al real. Antes desto, estando el rey en Tahuste, despues de haberse partido de la villa de Tudela, considerando que el rey don Sancho traia tan mal gobierno en lo que tocaba á su estado, que siguiendo su voluntad, ni haria lo que le cumplia en lo de Navarra, ni lo que á él convenia en su conquista : partiéndose de las vistas hizo llamamiento general á los ricos hombres de Aragon y Cataluña, y á los maestres del Temple y Hospital, y de las órdenes de Uclés y Calatrava, que tenian tierra en su reino, para que en principio del mes de mayo se hallasen con él en Teruel, porque queria hacer entrada contra moros. Para aquel término solamente se hallaron con el rey don Bernardo de Montagudo, que fué obispo de Zaragoza, y de los ricos hombres don Pedro Fernandez de Azagra, y algunos caballeros de la casa del rey, entre los cuales fué don Jimen Perez de Tarazona, que era gran privado y favorido suyo, á quien despues hizo merced de la baronía de Arenos, y serian entre todos cien

ofreciendo que los defenderia y ampararia en sus casas y haciendas, y habíale hecho merced el rey de los lugares que adquiriese que fuesen suyos y de sus herederos, y tenia valor y estado para defender de cristianos y moros lo que ganase. Fernando Diez, que estaba con el rey le dijo: señor, deja el camino de Ares que Morella es gran cosa y estaros ya harto mejor que la tuviesen los moros, pues antes la podreis haber dellos que de don Blasco: y como quiera que yo soy vasallo de don Blasco, vos sois mi señor natural: y pues está en mi mano dejarle á él por otro señor, cuando me conviniere, consejaros he lo que entiendo que es vuestro servicio por la naturaleza que os debo. Pidió entonces el rey á don Pedro Fernandez y a don Atorella, que le dijesen su parecer, y aconsejábanle, que fuése primero á Ares y despues á Morella, pero Fernando Diez de Aux fué tan constante en su consejo, que porfió con el rey que no dejase aquella ocasion y apresurase su camino, y mandase á la gente de Teruel y de sus aldeas, que le siguiesen ahorrados sin llevar sus mochilas, y á gran trote pasó el arroyo de Calderas, y llegó al rio que corre al pié de la cuesta de Morella. Púsose el rey en lo alto de un cerro, que está en aquella cuesta de Morella, que despues se dijo el Pueyo del rey por aguardar la gente que le seguia y mandó poner guarda de pié y de caballo para que ninguno sin su mando entrase ni saliese de la villa. Aquella noche estuvo en el campo con sus caballeros con grande fatiga, porque comenzó á nevar con gran frio y no se quiso partir de aquel lu- | gar recelando que los del castillo no lo hiciesen saber á don Blasco, ni les pudiese entrar socorro : y así | estuvo sin comer desde que cenó en Villarroya, hasta el tercero dia á hora de vísperas, y los caballeros que con él estaban, porque las acémilas que llevaban el bastimento, no podian subir al lugar donde el rey se puso, ni él lo quiso desamparar. Otro dia, cuando el sol salió, llegó don Blasco con algunos caballeros, y fué descubierto por don Fernan Perez de Pina, que era capitan de la gente que hacia guarda, y queriendo entrarse en Morella, no le dió lugar don Fernan Perez, y hubo de irse ante el rey. Pidióle el rey que le dejase aquella villa, porque él queria hacerle otra merced, y darle recompensa por ella con el castillo, para que lo tuviese por él. Pasaron entre ellos diversas demandas y respuestas, y á la postre húbolo de otorgar, y bízo-to y veinte caballeros, y con ellos el consejo de Teruel. le luego homenaje, y aquel dia estuvo el rey en MoreHa, y partió para Ares, y luego se le entregó. Éstos fueron los primeros lugares que se tomaron del reino de Valencia. De Ares vino el rey á Teruel en principio del mes de noviembre, á donde Zeit Abuzeit que se halló con el rey en lo de Morella, de nuevo hizo homenaje de le ser fiel valedor y amigo contra todos sus adversarios en la conquista del reino de Valencia, y que le seguiria y ayudaria en ella con su persona y vasallos. De Teruel se vino á las fronteras de Castilla, y estando en Calatayud el dia de la fiesta de la cátedra de san Pedro, del mes de febrero del año dela Navidad de mil doscientos treinta y tres, teniendo consideracion al señalado servicio que don Blasco de Alagon le habia hecho en la toma del castillo de Morella, que fué de tanta impor-la tan á su salvo. Pero mandó poner el rey parte de la tancia en el principio de la conquista de aquel reino, y gente de caballo hacia la sierra, y parte en la vega, Y que con tanta liberalidad se lo dió, siendo ganado por dieron sus escudos á los peones, y los ballesteros sesu valor, en su recompensa le hizo merced por juro guian en pos dellos, y á la postre iban los gastadores de heredad para él y sus sucesores, de la villa y castillo que hacian la tala: y desta suerte se acabó de talar la de Sastago, que el rey don Pedro habia empeñado á mayor parte de los campos y huertas de Ejérica. Por don Artal de Alagon su padre, y desde entonces la po- otra parte los maestres y caballeros del Temple y Hosseyeron y poseen los señores desta casa con tan hon-pital, y los comendadores de Alcañiz y Montalvan,

Con esta gente movió el rey contra los moros, y tomaron el camino de Ejérica, y salieron á ellos para estorbar la entrada de la vega hasta ochocientos hombres, y no quiso el rey que su gente estuviese aquella noche en la vega, y mandó que se pusiesen hácia la parte del castillo. Otro dia comenzaron á talar los campos que están sobre la villa á la parte de Bivel, dejando treinta de caballo y hasta mil peones en el mismo lugar donde mandó el rey asentar el real, para que hiciesen espaldas á los que salian á la tala. Taláronse algunos campos de la vega, sin que los moros saliesen contra ellos, ni se osasen desmandar por miedo de la gente de caballo, puesto que hacian daño con su ballestería, y los nuestros no podian entrar á la ta

ño las algarradas ni ballestas: pero quedó tan quebran-
tado y deshecho, que fué de ningun efecto el tiempo
que en él se ocuparon. Fueron de acuerdo los del con-
sejo del rey, que se hiciesen trincheas para llegar al
muro, y combatir dellas la villa: y que por otra par
te batiesen los trabucos y máquinas que habia en el
campo. En este medio llegaron á la playa dos galeras
de Tarragona, la una era de Bernardo de santa Euge→
nia, y la otra de Pedro Martel que llevaban vituallas
al ejército del campo de Tarragona y Tortosa, y tomó→
las el rey para bastecer su real, por sesenta mil suel-
dos, y habia tanta falta de dinero en aquellos tiempos,
que fué necesario que los maestres del Temple y del
Hospital saliesen fiadores por el rey, y aun ellos no
lo hicieran sino confiados que el rey los habia de grati-
ficar y hacer merced á su órden, en lo que primero
se fuése conquistando de los moros. Esto fué de gran-
de utilidad, porque como los de la costa supieron, que
estaban las galeras en la playa, acudian con muchas
vituallas en barcas, y estaba el ejército bastecido. Al-
gunos de los principales del consejo del rey, que eran
el infante don Fernando, don Blasco de Alagon, don Ji-
meno de Urrea, don Rodrigo de Lizana, don Blasco
Maza y don Jimen Perez de Tarazona, quisieran que el
rey levantara su real de Burriana, y decian, que mu-
cha gente de los consejos se querian partir, por ha
llarse en la cojida de los panes : y que el rey de Valen-
cia le daria mucho dinero porque alzase el cerco: y
aconsejábanle que lo tomase, pues podria volver en
otra sazon que la villa no se le pudiese defender, ma→
yormente que esta empresa de Burriana se tuvo por la
mayor que se pudiera acometer, porque acudió á su
defensa la mejor y mas escojida gente de todas las fron-
teras y eran tantos los que se entraron en ella, que
bastaban á resistir y ofender á muy mayor ejército
que el que el rey tenia. Pero consideraba el rey, que
siendo el primer lugar que se habia emprendido del
reino de Valencia, si levantara el cerco, y lo dejaran
de aquella manera, volvia con deshonor y mengua, y
los moros cobrarian gran ánimo: y recelándose que
aquellos ricos hombres le aconsejaban, que desistiese
de aquel cerco por sus respetos, y creyendo, que ha-
brian parte del dinero que el rey de Valencia le habia
prometido, deliberó de llamar á consejo á los prelados
y á todos los otros ricos hombres y en conformidad
acordaron, que el rey no debia partir del cerco. En-
tónces don Bernardo Guillen tio del rey, que se señaló
sobre todos, tomó á su cargo de pasar las defensas con
su compañía junto á la cava, y mandó el rey á los que
guardaban su pendon, que le hiciesen la guarda, si
los moros saliesen contra él y les resistiesen. Pasaron
aquellas defensas con las mantas junto à la cava, pa-
ra combatir desde allí el muro: y pusiéronse en
guarda dellas don Bernardo Guillen, y don Jimen Pe-
rez de Tarazona con sus compañías: pero los moros
con el mismo cuidado y con toda industria se opo-
nian á la defensa, con ademan de salir á ofender. Su-
cedió, que una noche salieron hasta doscientos moros
con haces encendidas para pegar fuego en las defensas:
y estaban en el muro los ballesteros para combatir
contra los que saliesen á resistirles. Á este rebato salió
don Bernardo Guillen con los suyos, y hirieron tan va-
ronilmente en ellos, que los hicieron volver huyendo
para la villa: y allí fué herido de una saeta don Ber-

hicieron entrada en la tierra adentro y llegaron á media legua de Murviedro, donde estuvieron dos dias y corrieron el Val de Segon. Habíase ayuntado contra ellos de toda la comarca gran morisma, por les atajar el camino, y el rey partió con algunas compañías de gente de caballo para ir á socorrerlos, y fué á Torrestorres y hizo talar el término de aquella villa, y movió con toda su gente por el Val de Segon abajo: y_habiéndose ayuntado sin recibir daño, partieron de allí todos á poner el cerco sobre Burriana, y asentose el real mediado el mes de mayo de mil doscientos treinta y tres. Habia en aquella villa muy buena y escogida gente de guerra, y salian á pelear con los cristianos, y hubo entre ellos algunas escaramuzas por el ganado que los nuestros traiau á pacer entre el real y la villa, y hacían los moros sus presas y algunas veces les fué quitada y otras la defendian. Estaban en aquel ejército sobre Burriana con el rey, el infante don Fernando su tio, don Berenguer de Eril obispo de Lérida, don Sancho obispo de Zaragoza, don Pedro obispo de Tortosa, y don D. obispo de Segorbe, el prior de Santa Cristina, fray Ramon Patot maestre de la caballería del Temple en la Proenza, y en Aragon y Cataluña el maestre del Hospital, don Blasco de Alagon mayordomo del reino, don Rodrigo de Lizana, don Pedro Fernandez de Azagra señor de Albarrazin, don Jimeno de Urrea : don Blasco Maza, don Pedro Cornel, don Bernardo Guillen tio del rey, don Berenguer de Entenza, Asalido de Gudal, Valles de Vergua, Ruy Jimenez de Luesia, Fernan Perez de Pina, Suer Melendez, Pelegrin de Bolas, Guillen de Aguilon, los comendadores de Alcañiz y Montalvan, don Jimen Perez de Tarazona, y don Pedro Perez su hermano justicia de Aragon, y Fernando Diez de Aux, mayordomo de la corte, y los consejos de Daroca, Teruel y Calatayud y la gente de Zaragoza no llegó hasta que fué ganada Burriana. Fuéron de Cataluña don Guillen de Cervera señor de Juneda, don Guillen de Cardona, hermano de Ramon Folch vizconde de Cardona, y don Guillen de Moncada, y los consejos de Lérida y Tortosa. Comenzóse á combatir la vi lla con dos máquinas, que eran un fonebol y un manganel: y labróse un castillo de madera de dos cubiertas, en que pusieron ballesteros y honderos para llegar á la cava á combatir la villa, y tiraron dél con cabrestantes de torno que estaban hincados con áncoras y estacas muy gruesas, y sobre palancas untadas con sebo le llevaban de la misma suerte que cuando se vara un navío. Delante dél por amparo de las algarradas y ballestas de la villa tenian su reparo, que era una manta con tablazon muy gruesa, que iba a la frente de los enemigos y amparaba el castillo y la gente que le tiraba: mas habiéndole movido la mitad del trecho, era tanto el daño que bacian los ballesteros de la villa en la gente que estaba en él, y en los que le llevaban, que fué forzado dejarle, aunque el rey iba delante con, su perpunte y loriga y con un morrion y su escudo embrazado, y hasta veinte caballeros que llevaban escudos, y hacian empavesada para defender de las saetas á los que tiraban el castillo, y fué herido el rey con cuatro saetas, aunque no recibió lesion ninguna. Tiraban con las algarradas como á blanco tan sin perder tiro, que quedó aquella noche desamparado el castillo, sin que pudiesen remediar aquel daño, ni pasar adelante. Otro dia al alba la gente del ejército se puso en órden una parte para retirar atrás el castillo, y par-naldo Guillen en la pierna: y el rey le sacó la saeta, y

te se puso en guarda, por si saliesen los de dentro: y retrujéronle tanto espacio, que no le podian hacer da

TOMO IV.

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él mismo le lavó la herida y le rogó, que se recojiese con su compañía al real: y aunque le importunó mucho 18

sobre ello, no lo quiso hacer diciendo, que tam- | los moros, y que los caballeros y gente de guarnicion

que en ella estaban, corrian grande peligro de perderse sin que les pudiese valer ni enviarles socorro. Pero con el mismo ánimo que tuvo para ganarla, les contradijo su opinion, y persistió en defender aquella villa, por ser tan cómoda y oportuna para la conquista del reino de Valencia. De allí se vino á Teruel para entrarse en el reino de Aragon.

CAP. XVII. Que se entregaron al rey Peñíscola y otros castillos de aquella comarca.

Don Jimeno de Urrea, que estaba en frontera contra los moros en Burriana, tuvo sus tratos con los vecinos de Peñíscola, para que se pusiesen en la obediencia del rey, y ofrecieron, que si el rey fuése allá le rendirian la villa. Teniendo desto aviso el rey en Teruel, partió con solos siete caballeros, y con algunos escuderos y oficiales de su casa, y pasó por el campo de Montagudo la via de Villarroya, que era de la órden del Hospital: y de allí encaminó por Atorella, y por el rio de las tru

bien podia curar en aquella estancia como en su tienda. Las mas noches acometian los moros de la misma suerte, y daban alarma los del ejército por salir á socorrer á los que estaban en defensa de los reparos y máquinas y una noche entendiendo el rey, que la gente que era de guarda habia desamparado los reparos, fuése con nueve caballeros con sus perpuntes y capellinas y espadas á hacer la guarda: y sintiendo los moros, que todos dormian, y que en la guarda de las defensas estaba el escudo del rey, salieron hasta ciento y setenta moros, los cuarenta con escudos y los otros ballesteros, para pegar fuego á los reparos, y dos escuderos que hacian la vela dieron alarma, y todo el ejército se puso en órden: y el rey con aquellos nueve caballeros acometieron á los moros, y volviéndoles las espaldas los siguieron hasta la barbacana, y encerráronios por ella á dentro. Entonces el rey y los que con él se hallaron, se recojieron, cubriéndose de los escudos por las saetas que tiraban del muro: aunque en la historia del rey se refiere una cosa muy dig-chas á la cañada Ares y al puerto de Prunellas, y pasó na de considerar, para que mas se entienda el gran animo y valor que este príncipe tuvo. Allí se escribe, que sentia tanto el afrenta que se le recreciera, si se levantara de aquel cerco sin otra causa, que al tiempo que se acercaba al muro en seguimiento de los moros, se descubrió dos veces todo ei cuerpo, porque fuese herido de alguna saeta; porque si todavía se hubiese de alzar del cerco, se entendiese que lo hacia por el peligro de su persona, y no por falta de ánimo, ó de buen consejo: y así solo su valor revenció aquella dificultad, no temiendo el peligro de su persona: y mandaba, que sin cesar tirasen los trabucos: y derribaron una torre, y por allí pareció, que se daba lugar que pudiesen entrar los nuestros. Pusiéronse cien hombres armados entre la cava y las mantas, para que otro dia al alba arremetiesen por aquel lugar y así fué, que estando todo el ejército á punto de acometer en aquella hora, sonando las trompetas arremetieron desde la cava, y pusieron al muro las escalas, y acudieron algunos moros y con piedras estorbaron que no pudiesen subir. Mas de allí á pocos dias pidieron partido al rey que los dejase salir libremente con su ropa, y los guiasen hasta Nules, y que le rendirian la villa. Esto les fué concedido á cabo de dos meses que se puso el cerco, y rindióse Burriana mediado el mes de julio deste mismo año, y salieron de la villa entre hombres y mujeres y niños, pasadas de siete mil personas. Tuvo el rey en Burriana la fiesta de Santiago: y aquel dia hizo merced al maestre del Temple y á los caballeros de aquella órden, de una parte de aquella villa, porque en la toma della fué dellos muy servido, y quedaron en su guarda don Blasco de Alagon y don Jimeno de Urrea, con los caballeros y vasallos que consigo tenian, de la cual se encargaron por espacio de dos meses, hasta que don Pedro Cornel fuése con la gente de guarnicion que habia de quedar en ella, á quien el rey la habia encomendado, y partió con sus huestes de Burriana para la ciudad de Tortosa. El obispo de Lérida, y don Guillen de Cervera señor de Juneda, que eran de los principa-balleros hijosdalgo, y ciento y cincuenta almogáraves,

les del consejo, y segun el rey escribe, de los mas sábios que habia en sus reinos, en presencia de Pedro Sanz y de Bernardo Rabaza que era secretario del rey, procuraron de persuadirle que desamparase á Burriana, afirmando, que con mayor poder que el suyo no se podria defender estando tan adentro de la tierra de

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por Salvasoria y Temi, enderezando al llano de San Mateo, que entonces era despoblado: y salió á Riusec, que va sobre Cervera. Llegó al sol puesto delante de Peñíscola y luego hizo dar aviso á los moros de su llegada, y aquella noche durmió en el campo. Otro dia fué para la villa delante del castillo, y salieron á él los mas ancianos, y entregaron á los suyos el castillo y lugar, y sin otra dificultad hubo aquel castillo que era de los mas importantes que habia en aquella comarca, sobre el cual se puso ántes cerco por el rey en la primera empresa que tomó contra los moros, y se hubo de levantar del contra su voluntad: y despues se ofreció de poner en rehenes por Zeit Abuzeit, y no lo pudo cumplir. Sabido que el rey habia cobrado á Peñíscola, el maestre del Temple fué sobre Chivert, y el del Hospital sobre Cervera, porque se habia hecho donacion a estas órdenes de estos lugares en tiempo del rey don Alonso y del rey don Pedro su hijo, y fuéronles entregados con los castillos, y luego se rindió y entregó al rey el lugar de Polpes: y partióse para Burriana, ántes que se cumpliese el plazo de los dos meses, dentro del cual habia de llegar don Pedro Cornel, y allí se estuvo deportando con don Pedro Fernandez de Azagra, corriendo monte y en vuelo de gruas. Por este tiempo los nuestros hicieron algunas entradas en tierra de mo ros, y cobró el rey á Castellon de Burriana, Burriol, las cuevas de Vinroma, Alcalaten y Vilafames. Entónces escriben que se ganó por don Jimeno de Urrea la fuerza de Alcalaten, que fué el principal de los ricos hombres que se señalaron en esta guerra: y de allí adelante él y sus sucesores se llamaron señores de la tenencia de Alcalaten, y la han poseido siempre los señores desta casa sus descendientes.

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CAP. XVIII. Que el rey fué à correr la ribera de Júcar y de la toma de Almazora.

Entretanto que don Pedro Cornel iba con su gente á ponerse en Burriana, deliberó el rey de correr la ribera de Júcar, y fuéron con él hasta ciento y treinta ca.

que era gente plática de la guerra de aquellos tiempos, y se ocupaban siempre en ella, sin divertirse á otro oficio, y con ellos hasta setecientos peones. Trasnochó la gente, y emparejando con Almenara á la ribera de la mar, fueron sentidos y hicieron los moros de la costa lumbres por las atalayas, y lo mismo desde la Muela

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