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rante dió el nombre de Isabela. En 1495, se rompió una guerra general entre los colonos y los isleños; pero el número de los primeros habia quedado ya tan reducido á causa de las enfermedades y vida relajada, que solo pudieron presentar en el campo doscientos y veinte hombres. Despues de una mortandad espantosa de los naturales, concluyó la guerra con sujetarlos, y echar sobre ellos un impuesto tan gravoso y pesado, que no pudiendo pagarlo, dió orígen al inhumano sistema de repartimientos; por cuyo medio esta isla, en un tiempo fértil y populosa, estaba ya casi despoblada aun ántes de la muerte del gran almirante. En un viaje, anterior á la guerra de que acabamos de hablar, habia costeado Colon las islas de Jamaica y Cuba; pero ningun establecimiento se habia fijado en ellas todavia. Se erijieron ahora fortalezas en diferentes puntos de la Española para llevar á efecto la sujecion de los naturales. La colonia recibió un refuerzo con la llegada de Aguado, quien fué enviado con poderes é instrucciones equívocas para examinar la causa de las existentes disensiones. La conducta de este enviado y las malévolas representaciones hechas por los enemigos de Colon á la corte de España, indujeron á este á volver á la nínsula en 1496, dejando á su hermano Bartolomé por Adelantado en su ausencia.

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En su tercer viaje en 1498, tocó el almirante en Trinidad, y en varios puntos de la costa de Cumaná y Paria; sin tener, no ostante, idea alguna de que estos últimos puntos formaran parte del continente, que por tan largo tiempo habia sido el objeto de su solicitud. Durante su ausencia habia sido construido un fuerte por el Adelantado, á cuyo fuerte se llamó en seguida Santo-Domingo, siendo el origen de la presente ciudad del mismo nombre. Se habia establecido una cadena de puestos militares entre él y la malhadada ciudad de Isabela. Una sentencia judicial que condenaba á las llamas por hereges á una porcion de nativos, y los ultrajes individuales cometidos en sus mugeres por los es

pañoles, escitaron tal indignacion en aquellos, que produjo una formidable insurreccion; la que, si bien fué apaciguada por la actividad y valor de D. Bartolomé, dejó fermentando las semillas del aborrecimiento y de la discordia. Francisco Roldan, á quien el almirante habia nombrado primer juez durante su ausencia, que hacia largo tiempo miraba con celos la gloria adquirida por los distinguidos hermanos genoveses, y que sobreİlevaba con impaciencia un poder superior al suyo, ejercido por un estrangero, levantó secretamente un partido entre los desafectos colonistas de la ciudad de Isabel, quienes, por último, se amotinaron abiertamente y se retiraron, bajo las órdenes de Roldan, á la provincia de Xaraguay. Aquí vinieron á reunírsele nuevos emigrados, la hez de las cárceles españolas, que habian llegado en tres carabelas despachadas por Colon desde Canarias, abandonando á su comandante á instigaciones de Roldan. Este cabecilla empezó intrigando con los caciques que le rodeaban; y se descubrió una conspiracion general contra el Adelantado. Este, habiendo descubierto el complot, y recibido de España un gran refuerzo de tropas y provisiones, marchó contra los rebeldes. Los gefes de los naturales que habian tomado parte en la insurreccion, huyeron á las montañosas fortalezas de Ciguay, desde donde hacian bajadas á las llanuras y atacaban á las partidas estraviadas de los españoles, y las aldeas y viİlas de los naturales que se mantenian fieles á aquellos. El Adelantado, á la cabeza de un cuerpo de colonos resueltos y determinados, penetró en los bosques, escaló las alturas ocupadas por el enemigo, y finalmente hizo prisionero á Guariones, el mas terrible de todos ellos : le perdonó la vida, y esta generosidad fué un buen acto de política.

Sin embargo, Roldan y sus turbulentos compañeros mantuvieron su posicion en Xaraguay, y el almirante, despues de reunirse con su hermano en Santo-Domingo, se vió en la necesidad de adoptar medidas contempori

zadoras con este atrevido é inobediente súbdito. La isla fué dividida en distritos, en cada uno de los cuales se obligaba á los indios á cultivar cierta porcion de terreno para el beneficio de los españoles, á quienes se les habia concedido. Gravámen aun mas pesado que el que ya sufrian con el antecedente impuesto. Cada partido remitió á España un manifiesto en que esponia el caso, y desgraciadamente el de Roldan recibió mas crédito en la corte.

En el año siguiente, Alonso de Ojeda, que habia acompañado á Colon en su segundo viaje, se hizo á la vela para el Nuevo Mundo: navegó á lo largo de las costas de Paria, y siguiendo la Tierrafirme, avanzó ácia el oeste mas de lo que lo habia hecho el almirante. Un mercader florentino, llamado Americo Vespucio, iba en esta espedicion: su historia del viaje, como es bien sabido, le valió la gloria de dar su propio nombre al nuevo continente. En el mismo año se esploró igualmente la costa por otros aventureros ; pero no se fijó establecimiento alguno.

La comision de Ojeda para hacer descubrimientos fué considerada por el almirante Colon, como una infraccion de sus derechos. La conducta de este aventurero contribuia á aumentar sus celos. A su vuelta á España, tocó en la Española, y evitó el tener una entrevista con Colon, á pesar de haberle prometido el visitarlo en Santo-Domingo. No solo no cumplió su promesa, sino que se coaligó con la faccion descontenta de Roldan en la costa de Xaraguay, y abrazó la causa de los mas revoltosos. Se siguieron pendencias y derramamiento de sangre; pero Ojeda se retiró á bordo de sus buques al aproximarse Roldan, quien afectó en esta ocasion un gran celo por el sostenimiento del gobierno y la preservacion del órden. Hubo algunas escaramuzas entre estos dos astutos cabecillas; y Ojeda, despues de cometer algunas depredaciones, volvió a España con una larga cuerda de miserables indios que habia cojido ó en la Española ó en Puerto

rico, y á los cuales vendió como esclavos en el mercado público de Cádiz.

Los malcontentos que habian elejido por su caudillo á Roldan, se opusieron ahora á la autoridad que ejercia, en virtud de su dolosa pacificacion con el almirante; y suscitaron, en union con algunos de los isleños, otra revolucion, la cual terminó con muchos castigos y muertes, é hizo se añadiese mas peso á las cadenas de los aborígenes. Mientras que los negocios de la isla estaban envueltos en esta confusion y desórden, los enemigos de Colon en la corte perseveraban con buen éxito en sus maquinaciones contra él. A la cabeza de ellos se hallaba Fonseca, obispo de Badajoz, y ministro de Indias, conocido como el mas tenaz perseguidor de todos los descubridores verdaderamente grandes de aquel siglo, y por consecuencia el enemigo acérrimo de Colon.

El holgazan, el burlado en sus esperanzas y el libertino que de Santo-Domingo volvian á la península, hacian oir sus gritos por do quiera en contra de Colon y sus hermanos; y el insensato clamoreo de estos vagamundos, la mayor parte de los cuales hacia tiempo debian haber espiado sus crímenes en las galeras ó en la horca, tuvieron mas poder que las representaciones hechas de tiempo en tiempo por cartas de Colon; que la tímida indicacion intentada por sus amigos; y que los sentimientos de gratitud de sus servicios, que habian agregado á la corona de Castilla la gloria y valor del descubrimiento. Pero la dificultad mas grande era que el esperado oro no habia sido encontrado. El que se habia ya enviado á España no habia servido mas que para aguzar el apetito de los que habian adelantado cantidades para promover el descubrimiento ; mientras que las necesidades de la colonia estaban sangrando perpetuamente el tesoro de Fernando.

Tal era, en resúmen, el estado de los negocios del Nuevo Mundo y de su ilustre descubridor al principio del décimosesto siglo. No debemos omitir, sin em

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bargo, que la reina Isabel, constante amiga de la humanidad, se disgustó con la práctica seguida por Colon, de enviar en diferentes tiempos cargamentos de indios para venderlos como esclavos. El almirante tomó estas medidas, inducido por razones mezcladas de política y piedad (hablamos de la piedad de aquel siglo); de cuya suficiencia no nos es permitido tratar al presente. El resultado de todas estas circunstancias fué, haber enviado á la Española á Francisco de Bovadilla, revestido con peligrosos poderes, de los cuales abusó; y Colon con sus hermanos fueron mandados en cadenas á la corte de Fernando é Isabel. Esta indignidad quedó sin espiar durante la vida del almirante; aunque es cierto que le dirijieron palabras atentas y algo satisfactorias al quitarle los grillos, y que Bovadilla fué degradado. En su lugar fué nombrado gobernador de la Española Nicolas de Ovando, caballero de la órden militar de Alcántara, y comendador de Lares.

En el primer año del citado siglo décimo sesto fueron descubiertas casualmente las playas del Brasil, por el portugues Pedro Alvarez Cabral, que navegó ácia el oeste para evitar los peligros de los vientos y calmas que reinan á lo largo de la costa de Africa. En el año siguiente fueron esploradas las de Paria y Tierrafirme por aventureros españoles, entre los cuales sc contaba á Ojeda, en compañia de Américo Vespucio. A consecuencia de las relaciones de estos esploradores se escitaron en la mente de Fernando las mas grandes esperanzas de las riquezas de los nuevos paises que iban á agregarse á sus dominios.

Cuando Ovando llegó á la Española en 1501, la política seguida por Bovadilla, reducida á hacerse popular entre los españoles todo lo mas que pudiese, durante su administracion temporal, habia producido á la corona una renta mucho mayor; pero al mismo tiempo habia minorado el número de los perseguidos naturales, y reducido el miserable resto á la desesperacion. Las provisiones contenidas en la comision de Ovando, cuyo

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