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ido en aquella entrada, y contaron al capitan cómo eran bajados de las sierras los indios, y habian poblado en lo Ilano, y habian hallado pueblos con mucha gente, que de primero estaban despoblados y desiertos, y que los indios les salieron á recebir con cruces en las manos, y los llevaron á sus casas, y les dieron de lo que tenian, y durmieron con ellos allí aquella noche. Espantados de tal novedad, y de que los indios les dijeron cómo estaban ya asegurados, mandó que no les hiciesen mal; y ansí, se despidieron. Dios nuestro Señor por su infinita misericordia quiera que en los dias de vuestra majestad y debajo de vuestro poder y señorío, estas gentes vengan á ser verdaderamente y con entera voluntad sujetas al verdadero Señor, que las crió y redimió. Lo cual tenemos por cierto que así será, y que vuestra majestad ha de ser el que lo ha de poner en efecto (que no será tan difícil de hacer); porque dos mil leguas que anduvimos por tierra y por la mar en las barcas, y otros diez meses que después de salidos de captivos, sin parar anduvimos por la tierra, no hallamos sacrificios ni idolatría. En este tiempo travesamos de una mar á otra, y por la noticia que con mucha diligencia alcanzamos á entender, hay de una costa á la otra por lo mas ancho docientas leguas, y alcanzamos á entender que en la costa del sur hay perlas y mucha riqueza, y que todo lo mejor y mas rico está cerca de ella. En la villa de Sant Miguel estuvimos hasta 15 dias del mes de mayo, y la causa de detenernos allí tanto fué porque de allí hasta la ciudad de Compostela, donde el gobernador Nuño de Guzman residia, hay cien leguas y todas son despobladas y de enemigos, y hobieron de ir con nosotros gente, con que iban veinte de caballo, que nos acompañaron hasta cuarenta leguas; y de allí adelante vinieron con nosotros seis cristianos, que traian quinientos indios hechos esclavos, y llegados en Compostela, el Gobernador nos recebió muy bien, y de lo que tenia nos dió de vestir; lo cual yo por muchos dias no pude traer, ni podiamos dormir sino en el suelo; y pasados diez ó doce dias, partimos para Méjico, y por todo el camino fuimos bien tratados de los cristianos, y muchos nos salian á ver por los caminos, y daban gracias a Dios de habernos librado de tantos peligros. Llegamos á Méjico domingo, un dia antes de la víspera de Santiago, donde del Visorey y del marqués del Valle fuimos muy bien tratados y con mucho placer recebidos, y nos dieron de vestir, y ofrescieron todo lo que tenian, y el dia de Santiago hobo fiesta y juego de cañas y toros.

CAPITULO XXXVII.

De lo que acontesció cuando me quise venir. Después que descansamos en Méjico dos meses, yo me quise venir en estos reinos; y yendo á embarcar en el mes de octubre, vino una tormenta que dió con el navío al través, y se perdió; y visto esto, acordé de dejar pasar el invierno, porque en aquellas partes es muy recio tiempo para navegar en él; y después de pasado el invierno, por cuaresma nos partimos de Méjico Andrés Dorantes y yo para la Veracruz, para nos embarcar, y❘ allí estuvimos esperando tiempo hasta domingo de Ramos, que nos embarcamos, y estuvimos embarcados mas

de quince dias por falta de tiempo, y el navío en que estábamos hacia mucha agua. Yo me salí de él, y me pasé á otros de los que estaban para venir, y Dorantes se quedó en aquel; y á 10 dias del mes de abril partimos del puerto tres navíos, y navegamos juntos ciento y cincuenta leguas, y por el camino los dos navíos hacian mucha agua, y una noche nos perdimos de su conserva, porque los pilotos y maestros, segun después paresció, no osaron pasar adelante con sus navíos, y volvieron otra vez al puerto do habian partido, sin darnos cuenta de ello ni saber mas de ellos, y nosotros seguimos nuestro viaje, y á 4 dias de mayo llegamos al puerto de la Habana, que es en la isla de Cuba, adonde estuvimos esperando los otros dos navíos, creyendo que vernian, hasta 2 dias de junio, que partimos de allí con mucho temor de topar con franceses, que habia pocos dias que habian tomado allí tres navíos nuestros; y llegados sobre la isla de la Bermuda, nos tomó una tormenta, que suele tomar á todos los que por allí pasan, la cual es conforme á la gente que dicen que en ella anda, y toda una noche nos tuvimos por perdidos, y plugo á Dios que, venida la mañana, cesó la tormenta, y seguimos nuestro camino. A cabo de veinte y nueve dias que partimos de la Habana habiamos andado mil y cien leguas, que dicen que hay de allí hasta el pueblo de los Azores; y pasando otro dia por la isla que dicén del Cuervo, dimos con un navío de franceses á hora de mediodía; nos comenzó á seguir con una carabela que traia tomada de portugueses, y nos dieron caza, y aquella tarde vimos otras nueve velas, y estaban tan léjos, que no podimos conocer si eran portugueses Ŏ de aquéllos mismos que nos seguian, y cuando anocheció estaba el francés á tiro de lombarda de nuestro navío; y desque fué obscuro, hurtamos la derrota por desviarnos de él; y como iba tan junto de nosotros, nos vió, y tiró la via de nosotros, y esto hecimos tres ó cuatro veces; y él nos pudiera tomar si quisiera, sino que lo dejaba para la mañana. Plugo á Dios que cuando amaneció nos hallamos el francés y nosotros juntos, y cercados de las nueve velas que he dicho que á la tarde antes habiamos visto, las cuales conosciamos ser de la armada de Portugal, y dí gracias á nuestro Señor por haberme escapado de los trabajos de la tierra y peligros de la mar; y el francés, como conosció ser el armada de Portugal, soltó la carabela que traia tomada, que venia cargada de negros, la cual traian consigo para que creyésemos que eran portugueses y la esperásemos; y cuando la soltó dijo al maestre y piloto de ella que nosotros éramos franceses y de su conserva; y como dijo esto, metió sesenta remos en su navío, y ansí á remo y á vela se comenzó á ir, y andaba tanto, que no se puede creer; y la carabela que soltó se fué al Galeon, y dijo al capitan que el nuestro navío y el otro eran de franceses; y como nuestro navío arribó al galeon, y como toda la armada via que íbamos sobre ellos, teniendo por cierto que éramos franceses, se pusieron á punto de guerra y vinieron sobre nosotros; y llegados cerca, les salvamos. Conosció que éramos amigos; se hallaron burlados, por habérseles escapado aquel cosario con haber dicho que éramos franceses y de su compañía; y así, fueron cuatro carabelas tras él; y llegado á nosotros

el galeon, después de haberles saludado, nos preguntó el capitan Diego de Silveira que de dónde veniamos qué mercadería traiamos; y le respondimos que veniamos de la Nueva-España y que traiamos plata y oro; y preguntónos qué tanto seria, el maestro le dijo que traeria trecientos mil castellanos. Respondió el capitan: Boa fee que venis muito ricos, pero tracedes muy ruin navio y muito ruin artilleria, ò fi de puta can, à renegado frances, y que bon bocado perdeo, vota Deus. Ora sus pois vos abedes escapado, seguime, y non vos apartedes de mi, que con ayuda de Deus, eu vos porné en Castela. Y dende á poco volvieron las carabelas que habian seguido tras el francés, porque les paresció que andaba mucho, y por no dejar el armada, que iba en guarda de tres naos que venian cargadas de especería; y así llegamos á la isla Tercera, donde estuvimos reposando quince dias, tomando refresco y esperando otra nao que venia cargada de la India, que era de la conserva de las tres naos que traia el armada; y pasados los quince dias, nos partimos de allí con el armada, y llegamos al puerto de Lisbona á 9 de agosto, víspera de señor sant Laurencio, año de 1537 años. Y porque es así la verdad, como arriba en esta Relacion digo, lo firmé de mi nombre, Cabeza de Vaca.-Estaba firmada de su nombre, y con el escudo de sus armas, la Relacion donde este se sacó.

CAPITULO XXXVIII.

De lo que suscedió á los demás que entraron en las Indias. Pues he hecho relacion de todo lo susodicho en el viaje, y entrada y salida de la tierra, hasta volver á estos reinos, quiero asimismo hacer memoria y relacion de lo que hicieron los navíos y la gente que en ellos quedó, de lo cual no he hecho memoria en lo dicho atrás, porque nunca tuvimos noticia de ellos hasta después de salidos, que hallamos mucha gente de ellos en la NuevaEspaña, y otros acá en Castilla, de quien supimos el suceso y todo el fin de ello de qué manera pasó, después que dejamos los tres navíos, porque el otro era ya perdido en la costa Brava; los cuales quedaban á mucho peligro, y quedaban en ellos hasta cien personas con pocos mantenimientos, entre los cuales quedaban diez mujeres casadas, y una de ellas habia dicho al Gobernador muchas cosas que le acaecieron en el viaje, antes que le suscediesen; y esta le dijo, cuando entraba por la tierra, que no entrase, porque ella creia que él ni ninguno de los que con él iban no saldrian de la tierra; y que si alguno saliese, que haria Dios por él muy grandes milagros; pero creia que fuesen pocos los que escapasen ó no ningunos; y el Gobernador entonces le respondió que él y todos los que con él entraban, iban á pelear y conquistar muchas y muy extrañas gentes y tierras; y que tenia por muy cierto que conquistándolas habian de morir muchos; pero aquellos que quedasen serian de buena ventura y quedarian muy ricos, por la noticia que él tenia de la riqueza que en aquella tierra habia; y díjole mas, que le rogaba que ella le dijese las cosas que habia dicho pasadas y pre

sentes, quién se las habia dicho. Ella le respondió, y dijo que en Castilla una mora de Hornachos se lo habia dicho, lo cual antes que partiésemos de Castilla nos lo habia á nosotros dicho, y nos habia suscedido todo el viaje de la misma manera que ella nos habia dicho. Y después de haber dejado el Gobernador por su teniente, y capitan de todos los navíos y gente que allí dejaba, á Carvallo, natural de Cuenca de Huete, nosotros nos partimos de ellos, dejándoles el Gobernador mandado que luego en todas maneras se recogiesen todos á los navíos, y siguiesen su viaje derecho la via del Pánuco, y yendo siempre costeando la costa y buscando lo mejor que ellos pudiesen el puerto, para que en hallándolo parasen en él y nos esperasen. En aquel tiempo que ellos se recogian en los navíos, dicen que aquellas personas que allí estaban vieron y oyeron todos muy claramente cómo aquella mujer dijo á las otras que, pues sus maridos entraban por la tierra adentro y ponian sus personas en tan gran peligro, no hiciesen en ninguna manera cuenta de ellos; y que luego mirasen con quién se habian de casar, porque ella así lo habia de hacer, y así lo hizo; que ella y las demás se casaron y amancebaron con los que quedaron en los navíos; y después de partidos de allí los navíos, hicieron vela y siguieron su viaje, y no hallaron el puerto adelante, y volvieron atrás; y cinco leguas mas abajo de donde habiamos desembarcado, hallaron el puerto, que entraba siete ó ocho leguas la tierra adentro, y era el mismo que nosotros habiamos descubierto, adonde hallamos las cajas de Castilla que atrás se ha dicho, á do estaban los cuerpos de los hombres muertos, los cuales eran cristianos; y en este puerto y esta costa anduvieron los tres navíos y el otro que vino de la Habana y el bergantin, buscándonos cerca de un año; y como no nos hallaron, fuéronse á la Nueva-España. Este puerto que decimos es el mejor del mundo, y entra la tierra adentro siete ó ocho leguas, y tiene seis brazas á la entrada y cerca de tierra tiene cinco, y es lama el suelo de él, y no hay mar dentro ni tormenta brava, que como los navíos que cabrán en él son muchos, tiene muy gran cantidad de pescado. Está cien leguas de la Habana, que es un pueblo de cristianos en Cuba, y está á norte sur con este pueblo, y aquí reinan las brisas siempre, y van y vienen de una parte á otra en cuatro dias, porque los navíos van y vienen á cuartel.

Y pues he dado relacion de los navíos, será bien que diga quién son, y de qué lugar de estos reinos, los que nuestro Señor fué servido de escapar de estos trabajos. El primero es Alonso del Castillo Maldonado, natural de Salamanca, hijo del doctor Castillo y de doña Aldonza Maldonado. El segundo es Andrés Dorantes, hijo de Pablo Dorantes, natural de Béjar y vecino de Gibraleon. El tercero es Alvar Núñez Cabeza de Vaca, hijo de Francisco de Vera y nieto de Pedro de Vera, el que ganó á Canaria, y su madre se llamaba doña Teresa Cabeza de Vaca, natural de Jerez de la Frontera. El cuarto se llama Estebanico; es negro alárabe, natural de Azamor.

COMENTARIOS

DE

ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA,

ADELANTADO Y GOBERNADOR DEL RIO DE LA PLATA.

CAPITULO PRIMERO.

De los comentarios de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca. Después que Dios nuestro Señor fué servido de sacar á Alvar Nuñez Cabeza de Vaca del captiverio y trabajos que tuvo diez años en la Florida, vino á estos reinos en el año del Señor de 1537, donde estuvo hasta el año de 40, en el cual vinieron á esta corte de su majestad personas del rio de la Plata á dar cuenta á su majestad del suceso de la armada que allí habia enviado don Pedro de Mendoza, y de los trabajos en que estaban los que de ellos escaparon, y á le suplicar fuese servido de los proveer y socorrer, antes que todos peresciesen (porque ya quedaban pocos de ellos). Y sabido por su majestad, mandó que se tomase cierto asiento y capitulacion con Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, para que fuese á socorrellos; el cual asiento y capitulacion se efectuó, mediante que el dicho Cabeza de Vaca se ofresció de los ir á socorrer, y que gastaria en la jornada y socorro que así habia de hacer en caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por la capitulacion y asiento que con su majestad tomó, le hizo merced de la gobernacion y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella; y asimesmo le hizo merced del dozavo de todo lo que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese, con tanto que el dicho Alvar Nuñez gastase en la jornada los dichos ocho mil ducados; y así, él, en cumplimiento del asiento que con su majestad se hizo, se partió luego á Sevilla, para poner en obra lo capitulado y proveerse para el dicho socorro y armada; y para ello mercó dos naos y una carabela para con otra que le esperaba en Canaria; la una nao de estas era nueva del primer viaje, y era de trecientos y cincuenta toneles, y la otra era de ciento y cincuenta; los cuales navíos aderezó muy bien y pro

veyó de muchos bastimentos y pilotos y marineros, y hizo cuatrocientos soldados bien aderezados, cual convenia para el socorro; y todos los que se ofrecieron á ir en la jornada llevaron las armas dobladas. Estuvo en mercar y proveer los navíos desde el mes de mayo hasta en fin de septiembre, y estuvieron prestos para poder navegar, y con tiempos contrarios estuvo detenido en la ciudad de Cádiz desde en fin de septiembre hasta 2 de noviembre, que se embarcó y hizo su viaje, y en nueve dias llegó á la isla de la Palma, á do desembarcó con toda la gente, y estuvo allí veinte y cinco dias esperando tiempo para seguir su camino, y al cabo de ellos se embarcó para Cabo-Verde, y en el camino la nao capitana hizo un agua muy grande, y fué tal, que subió dentro en el navío doce palmos en alto, y se mojaron y perdieron mas de quinientos quintales de bizcocho, y se perdió mucho aceite y otros bastimentos; lo cual los puso en mucho trabajo; y así, fueron con ella dando siempre á la bomba de dia y de noche, hasta que llegaron á la isla de Santiago (que es una de las islas de Cabo-Verde), y allí desembarcaron y sacaron los caballos en tierra, porque se refrescasen y descansasen del trabajo que hasta allí habian traido y tambien porque se habia de descargar la nao para remediar el agua que hacia; y descargada, el maestre de ella la estancó (porque era el mejor buzo que habia en España). Vinieron desde la Palma hasta esta isla de Cabo-Verde en diez dias; que hay de la una á la otra trecientas leguas. En esta isla hay muy mal puerto, porque á do surgen y echan las anclas hay abajo muchas peñas, las cuales roen los cabos que llevan atadas las anclas, y cuando las van á sacar quédanse allá las anclas; y por esto dicen los marineros que aquel puerto tiene muchos ratones, porque les roen los cabos que llevan las anclas; y por esto es muy peligroso puerto para los navíos que allí están, si les toma alguna tormenta. Esta isla es vi

ciosa y muy enferma de verano; tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos dias que allí estén; y el armada estuvo allí veinte y cinco dias, en los cuales no se murió ningun hombre de ella, y de esto se espantaron los de la tierra, y lo tuvieron por gran maravilla; y los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y ella es muy rica y tiene muchos doblones mas que reales, los cuales les dan los que van á mercar los negros para las Indias, y les daban cada doblon por veinte reales.

CAPITULO II.

CAPITULO III.

Que trata de cómo el Gobernador llegó con su armada á la isla de Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada.

Llegado que hobo el Gobernador con su armada á la isla de Santa Catalina, mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos que escaparon de la mar, de los cuarenta y seis que en España embarcó, para que en tierra se reformasen de los trabajos que habian recebido con la larga navegacion, y para tomar lengua y informarse de los indios naturales de aquella tierra, porque por ventura acaso podrian saber del estado en que estaba la gente española que iban á socorrer, que residia en la provincia del Rio de la Plata; y dió á entender á los indios cómo iba por mandado de su majestad á hacer el socorro, y tomó posesion de ella en nombre y por su majestad, y asimismo del puerto que se dice de la Cananea, que está en la costa del Brasil, en veinte y cinco grados, poco mas ó menos. Está este puerto cincuenta leguas de la isla de Santa Catalina; y en todo el tiempo que el Gobernador estuvo en la isla, á los indios naturales de ella y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de su majestad) les hizo muy buenos tratamientos; y de estos indios tuvo aviso cómo catorce leguas de la isla, donde dicen el Biaza, estaban dos frailes franciscos, llamados el uno fray Bernaldo de Armenta, natural de Córdoba, y el otro fray Alonso Lebron, natural de la Gran Canaria ; y dende á pocos dias estos frailes se vinieron donde el Gobernador y su gente estaban muy escandalizados y atemorizados de los indios de la tierra, que los querian matar, á causa de haberles quemado ciertas casas de indios, y por razon de ello habian muerto á dos cristianos que en aquella tierra vivian; y bien informado el Gobernador del caso, procuró sosegar y pacificar los indios, y recogió los frailes, y puso paz entre ellos, y les encargó á los frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios de aquella tierra y isla.

De cómo partimos de la isla de Cabo-Verde. Remediada el agua de la nao capitana, y proveidas las cosas necesarias de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos en seguimiento de nuestro viaje, y pasamos la línea Equinocial; y yendo navegando requerió el maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no halló mas de tres, y habiau de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta caballos. Y vista la necesidad tan grande, el Gobernador mandó que tomase la tierra, y fueron tres dias en demanda de ella; y al cuarto dia, un hora antes que amaneciese acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito, la porné aquí, y es que yendo con los navios á dar en tierra en unas peñas muy altas, sin que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venian en los navíos, comenzó á cantar un grillo, el cual metió en la nao en Cádiz un soldado que venia malo con deseo de oir la música del grillo, y habia dos meses y medio que navegábamos y no lo habiamos oido ni sentido, de lo cual el que lo metió venia muy enojado, y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó á cantar, y á la música de él recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de ballesta de la nao, y comenzaron á dar voces para que echasen anclas, porque íbamos al través á dar en las peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que Dios hizo por nosotros; y de ahí en adelante, yendo navegando por mas de cien leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su música; y así, con ella llegó el armada á un puerto que se llamaba la Cananea, que está pasado el Cabo-Frio, que estará en veinte y cuatro grados de altura. Es buen puerto; tiene unas islas á la boca de él; es limpio, y tiene once brazas de hondo. Aquí tomó el Gobernador la posesion de él por su majestad; y después de tomada, partió de allí, y pasó por el rio y bahía que dicen de San Francisco, el cual está veinte y cinco leguas de la Cananea, y de allí fué el armada á desembarcar en la isla de Santa Catalina, que está vein-los malos tratamientos que les hacian los capitanes que te y cinco leguas del rio de San Francisco, y llegó á la isla de Santa Catalina con hartos trabajos y fortunas que por el camino pasó, y llegó allí á 29 dias del mes de marzo de 1541. Está la isla de Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.

CAPITULO IV.

De cómo vinieron nueve cristianos á la isla.

Y prosiguiendo el Gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de vuestra majestad, para que entrase por el rio que dicen de la Plata á visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza allí fundó, que se llama Buenos-Aires; y porque á aquela sazon era invierno y tiempo contrario para la navegacion del rio, no pudo entrar, y se volvió á la isla de Santa Catalina, donde estaba el Gobernador, y allí vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel huyendo del pueblo de Buenos-Aires, por

residian en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles que en aquella tierra residian, y le dijeron que el pueblo de BuenosAires estaba poblado y reformado de gente y bastimentos, y que Juan de Ayolas, á quien don Pedro de Mendoza habia enviado á descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvia del descubrimiento, viniéndose á recoger á ciertos bergantines

que habia dejado en el puerto que puso por nombre de la Candelaria, que es en el rio del Paraguay, de una generacion de indios que viven en el dicho rio, que se Ilaman payaguos, le mataron á él y á todos los cristia-` nos, con otros muchos indios que traia de la tierra adentro con las cargas, de la generacion de unos indios que se llaman chameses; y que de todos los cristianos y indios habia escapado un mozo de la generacion de los chameses, á causa de no haber hallado en el dicho puerto de la Candelaria los bergantines que allí habia dejado que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta, segun lo labia mandado y encargado á un Domingo de Irala, vizcaíno, á quien dejó por capitan en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se habia retirado, y desamparado el puerto de la Candelaria; por manera que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas para recogerse en él, los indios los habian desbaratado y muerto á todos, por culpa del dicho Domingo de Irala, vizcaíno, capitan de los bergantines; yasimismo le dijeron y hicieron saber cómo en la ribera del rio del Paraguay, ciento y veinte leguas mas bajo del puerto de la Candelaria, estaba hecho y asentado un pueblo, que se llama la ciudad de la Ascension, en amistad y concordia de una generacion de indios que se llaman carios, donde residia la mayor parte de la gente española que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos-Aires, que es en el rio del Paraná, estaban hasta setenta cristianos; dende el cual puerto hasta la ciudad de la Ascension, que es en el rio del Paraguay, habia trecientas y cincuenta leguas por el rio arriba, de muy trabajosa navegacion; y que estaba por teniente de gobernador en la tierra y provincia Domingo de Irala, vizcaíno, por quien suscedió la muerte y perdicion de Juan de Ayolas y de todos los cristianos que consigo llevó; y tambien le dijeron y informaron que Domingo de Irala dende la ciudad de la Ascension habia subido por el rio del Paraguay arriba con ciertos bergantines y gentes, diciendo que iba á buscar y dar socorro á Juan de Ayolas, y habia entrado por tierra muy trabajosa de aguas y ciénagas, á cuya causa no habia podido entrar por la tierra adentro, y se habia vuelto y habia tomado presos seis indios de la generacion de los payaguos, que fueron los que mataron á Juan de Ayolas y cristianos; de los cuales prisioneros se informó y certificó de la muerte de Juan de Ayolas y cristianos, y cómo al tiempo habia venido & su poder un indio chane, llamado Gonzalo, que escapó cuando mataron á los de su generacion y cristianos que venian con ellos con las cargas, el cual estaba en poder de los indios payaguos captivo; y Domingo de Irala se retiró de la entrada, en la cual se le murieron sesenta cristianos de enfermedad y malos tratamientos; y otrosi, que los oficiales de su majestad que en la tierra y provincia residian habian hecho y hacian muy grandes agravios á los españoles pobladores y conquistadores, y á los indios naturales de la dicha provincia, vasallos de su majestad ; de que estaban muy descontentos y desasosegados; y que por esta causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habian hurtado un batel en el puerto de Buenos-Aires, y se habian venido huyendo, con intencion y propósito de dar aviso á su

majestad de todo lo que pasaba en la tierra y provincia; á los cuales nueve cristianos, porque venian desnudos, el Gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo á la provincia, por ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos habia un piloto para la navegacion del rio.

CAPITULO V.

De cómo el Gobernador dió priesa á su camino.

El Gobernador, habida relacion de los nueve cristianos, le paresció que para con mayor brevedad socorrer á los que estaban en la ciudad de la Ascension y á los que residian en el puerto de Buenos-Aires, debia buscar camino por la Tierra-Firme desde la isla, para poder entrar por él á las partes y lugares ya dichos, do estaban los cristianos, y que por la mar podrian ir los navíos al puerto de Buenos-Aires, y contra la voluntad y parescer del contador Felipe de Cáceres y del piloto Antonio Lopez, que querian que fuera con toda el armada al puerto de Buenos-Aires, dende la isla de Santa Catalina envió al factor Pedro Dorantes á descubrir y buscar camino por la Tierra-Firme y porque se descubriese aquella tierra; en el cual descubrimiento le mataron al rey de Portugal mucha gente los indios naturales; el cual dicho Pedro Dorantes, por mandado del Gobernador, partió con ciertos cristianos españoles y indios, que fueron con él para le guiar y acompañar en el descubrimiento. A cabo de tres meses y medio que el factor Pedro Dorantes hobo partido á descubrir la tierra, volvió á la isla de Santa Catalina, donde el Gobernador le quedaba esperando; y entre otras cosas de su relacion dijo que, habiendo atravesado grandes sierras y montañas y tierra muy despoblada, habia llegado á do dicen el Campo, que dende allí comienza la tierra poblada, y que los naturales de la isla dijeron que era mas segura y cercana la entrada para llegar á la tierra poblada por un rio arriba, que se dice Itabucu, que estå en la punta de la isla, á diez y ocho ó veinte leguas del puerto. Sabido esto por el Gobernador, luego envió á ver y descubrir el rio y la tierra firme de él por donde habia de ir caminando; el cual visto y sabido, determinó de hacer por allí la entrada, así para descubrir aquella tierra que no se habia visto ni descubierto, como por socorrer mas brevemente á la gente española que estaba en la provincia; y así, acordado de hacer por allí la entrada, los frailes fray Bernardo de Armenta y fray Alonso Lebron, su compañero, habiéndoles dicho el Gobernador que se quedasen en la tierra y isla de Santa Catalina á enseñar y doctrinar los indios naturales y á reformar y sostener los que habian baptizado, no lo quisieron hacer, poniendo por excusa que se querian ir en su compañía del Gobernador, para residir en la ciudad de la Ascension, donde estaban los españoles que iba á socorrer.

CAPITULO VI.

De cómo el Gobernador y su gente comenzaron á caminar por la tierra adentro.

Estando bien informado el Gobernador por dó habia de hacer la entrada para descubrir la tierra y socorrer los españoles, bien pertrechado de cosas necesarias pa

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