Imágenes de página
PDF
ePub

LAS INDIAS.

247

HISTORIA DE caballo á Perálvarez, Alonso de Albarado, Gomez de Albarado, Pedro de Puelles y otros; y á Pedro de Vergara, Nuño de Castro, Juan Velez de Guevara de arcabuceros. Hizo maestre de campo al mesmo Perálvarez Holguin, y alférez mayor á Francisco de Caravajal, por cuya industria y seso se gobernó el ejército. Estando en esto vinieron cartas del Quito cómo era vuelto Gon-jeros. Respondió que lo haria si le daba la gobernacion

zalo Pizarro y queria venir á ver á Vaca de Castro, mas él mandó luego que no viniese hasta que se lo escribiese, porque no estorbase los tratos de don Diego, que andaba por concertarse, ó quizá porque le alzasen los del ejército por cabeza y gobernador por respecto de su hermano Francisco Pizarro, cuyo amor y memoria estaban en las entrañas de los mas capitanes y soldados. Apercebimiento de guerra que hizo don Diego en el Cuzco.

Al tiempo que don Diego llegó al Cuzco andaban re-
vueltos los vecinos, porque fué Cristóbal Sotelo delante
con despachos y gente, estando ya dentro Gomez de
Rojas, que tenia la posesion por Vaca de Castro; mas
estuvieron quedos todos, y él apoderóse de la ciudad y
tierra. Hizo luego pólvora y artillería y muchas armas
de cobre y plata, y dió cuanto pudo á sus capitanes y
soldados. Riñeron en aquel medio tiempo García de Al-
barado y Cristóbal Sotelo, y el García mató al Cristó-
bal á estocadas. Intentó matar á don Diego, robar la
ciudad, é irse al Chile con sus amigos. Y para lo hacer
á su salvo convidólo á comer á su casa. Supo don Diego
la traicion, y hízose malo aquel dia, y metió en su re-
cámara secretamente á Juan Balsa, Diego Mendez, Alon-
so de Sayavedra, Juan Tello y otros amigos de Sotelo.
García de Albarado tomó ciertos amigos suyos y fué á
llamar y traer á don Diego, y no se quiso tornar del ca-
mino, aunque Martin Carrillo y Salado le avisaron de la
celada. Rogó á don Diego que se fuese á comer, pues
era hora y estaba guisado. Dijo él : «Mal dispuesto me
siento, señor Albarado; empero vamos.» Levantóse de
sobre la cama y tomó la capa. Comenzaron á salir los
de Albarado, y uno de don Diego cerró la puerta, de-
jando dentro y solo al García de Albarado, y matáron-
lo, y aun dicen que don Diego lo hirió el primero. Al-
borotóse mucho la gente por su muerte, que tenia
grandes amigos; mas luego don Diego la puso en paz,
aunque algunos se le fueron á Jauja. Aderezó su ejér–
cito, que serian obra de setecientos españoles; los do-
cientos con arcabuces, otros docientos y cincuenta con
caballos, y los demás con picas y alabardas, y todos
*tenían corazas ó cotas, y muchos de caballo arneses.
Gente tan bien armada no la tuvo su padre ni Pizarro.
Tenia tambien mucha artillería y buena, en que confia-
ba, y gran copia de indios, con Paulo, á quien su padre
hiciera inga. Salió del Cuzco muy triunfante, y no paró
hasta Vilcas, que hay cincuenta leguas. Llevó por su
general á Juan Balsa, y por maestro de campo á Pedro
de Oñate, que Juan de Rada ya se habia muerto.

La batalla de Chupas entre Vaca de Castro y don Diego.
Fué Vaca de Castro de Jauja á Guamanga con todo su
ejército, que hay doce leguas, á gran priesa, por entrar
allí primero que don Diego, ca le decian cómo venian
los enemigos á meterse dentro. Es fuerte Guamanga

por las barrancas que la cercan, é importante para la
batalla. Escribió á don Diego con Idiaquez y Diego de
Mercado, que le perdonaria cuantas muertes, robos,
agravios é insultos habia hecho, si entregaba su ejérci-
to, y le daria diez mil indios donde los quisiese, y que
no procederia contra ninguno de sus amigos y conse-

del nuevo reino de Toledo y las minas y repartimientos
de indios que su padre tuvo. Andando en demandas y
respuestas llegó á Guaraguaci un clérigo, que dijo á
don Diego cómo venia de Panamá, y que lo habia per-
donado el Emperador y hecho gobernador del nuevo
Toledo; por tanto, que le diese las albricias. Dijo asi-
mesmo que Vaca de Castro tenia pocos españoles, mal
armados y descontentos, nuevas que, aunque falsas y
no creidas, animaron mucho á sus compañeros. Toma-
ron tambien los corredores del campo á un Alonso Gar-
cía que iba en hábito de indio con cartas del rey y Vaca
de Castro para muchos capitanes y caballeros, en que
les prometia grandes repartimientos y otras mercedes.
Ahorcólo don Diego por el traje y mensaje, y quejóse
mucho de Vaca de Castro, porque tratando con él de
conciertos, le sobornaba la gente. Fué gran constancia
ó indinacion la del ejército de don Diego, porque nin-
guno lo desamparó. Escribieron desvergüenzas á los
del Rey, y que no fiasen de Vaca de Castro ni del carde-
nal Loaisa, que lo enviaba, pues no traia provisiones
del Emperador; y si las traia, no valian, por ser hechas
contra la ley, pues le hacian gobernador si muriese Pi-
zarro. Don Diego, si le dieran un perdon general fir-
mado del Rey, se diera por la renta y gobierno del pa-
dre, segun dicen; mas, ó enojado ó confiado, publicó la
batalla en presencia de Idiaquez y Mercado. Y prometió
á sus soldados las haciendas y mujeres de los contra-
rios que matasen: palabra de tirano. Movió luego el
real y artillería de Vilcas, y fué á ponerse en una loma
dos leguas de Guamanga. Vaca de Castro, que supo su
determinacion y camino, dejó á Guamanga por ser ás-
pera para los caballos, que tenia muchos más que don
Diego, y púsose en un llano alto, que llamaban Chu-
pas, á 15 de setiembre, año de 1542. Estaban los ejér-
eitos cerquita y los corazones léjos, ca los de don Die-
go
deseaban la batalla, y los otros la temian; y así, de-
cian que Fernando Pizarro estaba preso porque dió la
batalla de las Salinas, y que venia él á castigar los de-
más. Vaca de Castro los animó á la batalla, y porque
peleasen condenó á muerte á don Diego de Almagro y
á todos los que le seguian. Firmó la sentencia y prego-
nóla; y así, repartió luego á otro dia con voluntad de
todos, los caballos en seis escuadras. Echó delante á Nu-
ño de Castro con cincuenta arcabuceros que trabase
una escaramuza, y él subió un gran recuesto á mucho
trabajo, donde asentó su artillería Martin de Valencia
el capitan. Y si don Diego les defendiera la subida,
desbaratara, segun iban desordenados y cansados. No
habia entre los ejércitos mas de una lomilla, y esca-
ramuzaba ligeramente, hablándose unos á otros. Don
Diego estaba en aventajado lugar y órden, si no se mu-
dara. Tenia la infantería en medio, y á los lados los de
caballo, y delante la artillería en parte rasa y anchu-
rosa para jugar de hito en los enemigos que le acome-

los

tiesen. Puso tambien á su man derecha á Paulo, inga, | Diego habian muerto muchos contrarios y tenian dos

con muchos honderos y que llevaban dardos y picas. Vaca de Castro hizo un largo razonamiento á los suyos, y se puso en la delantera con la lanza en puño para romper de los primeros, pues así lo queria don Diego. Ellos, respondiendo fiel y animosamente, le rogaron y hicieron que fuese detrás; y así, quedó en la retaguarda con treinta de caballo. Puso á la mano derecha los medios caballos con Alonso de Albarado y con el pendon real, que llevaba Cristóbal de Barrientos, y los otros á la izquierda con Perálvarez y los otros capitanes, y en medio á los peones. Mandó á Nuño de Castro que anduviese sobresaliente con cincuenta arcabuceros. Era ya muy tarde cuando esto pasaba, y jugaba tan recio la artillería de don Diego, que hacia temer á muchos; y un mancebo, por guardarse della, se puso tras una gran piedra; dió la pelota en ella, saltó un pedazo y matóle. Quisiera Vaca de Castro dejar la batalla para otro dia, con parescer de algunos capitanes; mas Alonso de Albarado y Nuño de Castro porfiaron que la diese, aunque peleasen de noche, diciendo que si la dilataba se resfriarian los soldados y se pasarian á don Diego, pensando que de miedo la dejaba, por ser mas y mejores los enemigos. Tuvieron otro inconveniente para no pelear, y era que no podian ir derechos sin rescebir mucho daño de los tiros. Francisco de Carabajal y Alonso de Albarado guiaron el ejército por un vallejo ó quebrada que hallaron á la parte izquierda, por donde subieron á la loma de don Diego sin rescebir golpe de artillería, que se pasaba por alto; y aun dejaron la suya por la subida y porque un tiro della mató cinco personas de las que la llevaban. Don Diego caminó hácia los enemigos con la órden que tenia, por no mostrar flaqueza, que así fue aconsejado de sus capitanes; empero fué contra la de Pero Suarez, sargento mayor, que sabia de guerra mas que todos. Y dicen por muy cierto que si quedo estuviera, él venciera esta batalla. Mas vino á ponerse á la punta de la loma, y no pudo aprovecharse de su artillería. Comenzaron los indios de Paulo á descargar sus hondas y varas con mucha grita. Fué á ellos Castro con sus arcabuceros, y retrájolos. Socorrióles Marticote, capitan de arcabucería, y comenzóse la escaramuza. Comenzaron á subir á lo alto y llano los escuadrones de Vaca de Castro al son de sus atambores. Desparó en ellos la artillería y llevó una hilera entera, y los hizo abrir y aun ciar; mas los capitanes los hicieron cerrar y caminar adelante con las espadas desnudas, y por romper fueran rompidos, si Francisco de Carabajal, que regia las haces, no los detuviera hasta que acabase de tirar la artillería. Mataron en esto los arcabuceros de don Diego á Perálvarez Holguin y derribaron á Gomez de Tordoya, por lo cual y por el daño que los tiros hacian en la infantería, dió voces Pedro de Vergara, que tambien herido estaba, á los de caballo que arremetiesen. Sonó la trompeta, y corrieron para los enemigos. Don Diego salió al encuentro con gran furia. Cayeron muchos de cada parte con los primeros golpes de lanza y muchos mas con los de espada y hacha. Estuvo en peso buen rato la batalla sin declarar vitoria por ninguna de las partes, aunque los peones de Vaca de Castro habian ganado la artillería, y los de don

banderas enteras. Anochecia ya, y cada uno queria dormir con vitoria; y así, peleaban como leones, y mejor hablando, como españoles; ca el vencido habia de perder la vida, la honra, la hacienda y señorío de la tierra, y el vencedor ganarlo. Vaca de Castro arremetió con sus treinta caballeros al cuerno izquierdo contrario, donde muy enteros y como vencedores estaban los enemigos, y trabóse allí como de nuevo otra pelea; mas al fin venció, aunque le mataron al capitan Jimenez, á Mercado de Medina y otros muchos. Don Diego, viendo los suyos de vencida, se metió en los enemigos, porque le matasen peleando; mas ninguno lo hirió, ó porque no lo conocieron ó porque peleaba animosísimamente. Huyó, en fin, con Diego Mendez, Juan Rodriguez Barragan, Juan de Guzman y otros tres al Cuzco, y llegó allá en cinco dias. Cristóbal de Sosa se nombraba tambien, y Martin de Bilbao, diciendo: «Yo maté á Francisco Pi- . zarro;» y así, los hicieron pedazos combatiendo. Muchos se salvaron por ser de noche, y hartos por tomar á los caidos de Vaca de Castro las bandas coloradas que por señal llevaban. Los indios, que como lobos aguardaban la fin de la batalla, mataron á Juan Balsa, á un comendador de Rodas, su amigo, y muy muchos otros que huyendo iban á otro inga. Murieron trecientos españoles de la parte del Rey, y muchos, aunque no tantos, de la otra; así que fué muy carnicera batalla, y pocos capitanes escaparon vivos: tan bien pelearon. Quedaron heridos mas de cuatrocientos, y aun muchos dellos se helaron aquella noche : tanto frio hizo.

La justicia que hizo Vaca de Castro en don Diego de Almagro y en otros muchos.

Gran parte de la noche gastó Vaca de Castro en hablar y loar sus capitanes y otros caballeros y hombres principales que á él llegaban á darle la norabuena de la vitoria; y á la verdad ellos merescian ser loados y él ensalzado. Saquearon el real de don Diego, que mucha plata y oro tenia, no sin muertes de los que lo guardaban. No dejaron las armas, con recelo de los enemigos, ca no sabian por entero cuán de veras habian huido. Pasaron frio y hambres, y aun lástima por las voces y gemidos y quejas que los heridos daban sintiéndose morir de hielo y desnudar de los indios, ca los achocaban tambien algunos con porras que usan, por despojarlos. Corrieron el campo en amaneciendo, curaron los heridos y enterraron los muertos, y aun llevaron á sepultar en Guamanga á Perálvarez Holguin, á Gomez de Tordoya y otros pocos. Arrastraron y descuartizaron el cuerpo de Martin de Bilbao, que mataron en la batalla, segun dije, porque mató á Francisco Pizarro. Otro tanto hicieron por la mesma causa Martin Carrillo, Arbolancha, Hinojeros, Velazquez y otros; en lo cual gastaron todo aquel dia, y otro siguiente en ir á Guamanga, donde Vaca de Castro comenzó á castigar los almagristas, que presos y heridos estaban; ca bien mas de ciento y sesenta se recogieron allí, y entregaron las armas á los vecinos, que los prendieron. Cometió la causa al licenciado de la Gama, y en pocos dias se hicieron cuartos los capitanes Juan Tello, Diego de Hoces, Francisco Peces, Juan Perez, Juan Diente, Marticote, Basilio, Cár

[ocr errors]

Visita del consejo de Indias. De las revueltas del Perú que contado habemos, resultó visita del consejo de Indias, y nuevas leyes para regir aquellas tierras, causadoras de grandes muertes y males, no por ser muy malas, sino por ser rigorosas, como luego dirémos. Hizo la visita el dotor Juan de Figueroa, oidor del consejo y cámara del Rey. Eran oidores de aquel consejo el doctor Beltran, el licenciado Gutierrez Velazquez, el doctor Juan Bernal de Luco, y el licenciado Juan Suarez de Carabajal, obispo de Lugo; fiscal, el licenciado Villalobos; secretario, Juan de Sámano, y presidente, fray García de Loaisa, cardenal y arzobispo de Sevilla. El Emperador, vista la informacion y testigos, quitó de la audiencia al doctor Beltran y obispo de Lugo. El Obispo perseveró en corte, y dende á cuatro ó cinco años lo hizo el Rey comisario general de la Cruzada. El doctor Beltran se fué á Nuestra Señora de Gracia de Medina del Campo, donde tenia casa, y tambien le perdonó el Emperador, y le mandó dar su hacienda y salario acostumbrado en su casa; mas la cédula destas mercedes llegó con la muerte. Daba gracias á Dios, que lo dejó morir sin negocios, sin juegos ni Irapazas. Era agudo y resoluto; tuvo muchos y grandes salarios siendo abogado; dejólos por el Consejo Real, y removiéronlo dél. Vile llorar sus desventuras, quejándose de sí mesmo porque dejó la abogacía por la audiencia. Fué muy tahur, y jugaban mucho su mujer é hijos, que lo destruyeron. A toda suerte de hombres está mal el juego, y peor á los que tienen negocios, y negocios de rey y reinos. No faltó quien tachase al Cardenal, pensando suceder en la presidencia; mas él era libre, acepto al Emperador y amigo del secretario Francisco de los Cobos, que tenia la masa de los negocios.

denas, Pedro de Oñate, maestro de campo, y otros treinta que por brevedad callo. Vaca de Castro desterró tambien algunos y perdonó los demás. Envió á sus casas casi todos los que con él estaban que tenian repartimiento y cargo. Envió á Pedro de Vergara á poblar los Bracamoros, que habia conquistado, y fuése al Cuzco, que lo llaman, porque no les quitasen á don Diego algunos que bien lo querian. Acogióse don Diego con solos cuatro al Cuzco, pensando rehacerse allí. Mas su tiniente Rodrigo de Salazar, de Toledo, y Anton Ruiz de Guevara, alcalde, y otros vecinos, lo echaron preso, como vieron vencido y solo. Vaca de Castro lo degolló en llegando, ahorcó á Juan Rodriguez Barragan y al alférez Enrique y á otros. Diego Mendez Orgoños se soltó y se fué al Inga, que estaba en los Andes, y allá le mazaron después los indios. Con la muerte de don Diego quedó tan llano el Perú como antes que su padre y Pizarro descompadrasen, y pudo muy bien Vaca de Castro regir y mandar los españoles. Loaban muchos el ánimo de don Diego, aunque no la intencion y desvergonza que tuvo contra el Rey; ca siendo tan mozo vengó, á consejo de Juan de Rada, la muerte de su padre, sin querer tomar nada de Pizarro, aunque tuvo necesidad. Supo conservar los amigos y gobernar los pueblos que lo admitieron, aunque usó algun rigor y robos por amor de los soldados. Peleó muy bien y murió cristianamente. Era hijo de india, natural de Panamá, y mas .virtuoso que suelen ser mestizos, hijos de indias y españolas, y fué el primero que tomó armas y que peleó contra su rey. Tambien se maravillaban de la constante amistad que los suyos le tuvieron; ca nunca lo dejaron hasta ser vencidos, por mas perdon y mercedes que les daban: tanto puede el amor y bandos una vez tomados. Habia muchos soldados que no tenian hacienda ni qué hacer; y porque no causasen algun bullicio como los pasados, y tambien por conquistar y convertir los indios, envió Vaca de Castro muchos capitanes á diversas par-los tratamientos que se hacian á los indios, quiso reme

tes, como fué á los capitanes Diego de Rojas, Felipe Gutierrez, de Madrid, y Nicolás de Heredia, que llevaron mucha gente. Envió á Monroy en socorro de Valdivia, que tenia gran necesidad en el Chili; y tambien fué á Mullubamba Joan Perez de Guevara, tierra comenzada á conquistar, y rica de minas de oro, y entre los rios Marañon y de la Plata, ó por mejor decir, nacen en ella, y crian unos peces del tamaño y hechura de perros, que muerden al hombre. Anda la gente casi desnuda, usan arco, comen carne humana, y dicen que cerca de allí, hácia el norte, hay camellos, gallipavos de Méjico, y ovejas menores que las del Perú, y amazonas de Orellana. Llamó á Gonzalo Pizarro, y dióle licencia que fuese á sus pueblos y repartimiento de los Charcas. Encomendó los indios que vacos estaban, aunque muchos se quejaban por no les alcanzar parte. Hizo muchas ordenanzas en gran utilidad de los indios; los cuales comenzaron á descansar y cultivar la tierra, ca en las guerras civiles pasadas habian sido muy mal tratados, y aun dicen que murieron y mataron millon y medio dellos en ellas, y mas de mil españoles. Residió Vaca de Castro en el Cuzco año medio, y en aquel tiempo se descubrieron riquísimas minas de oro y de plata.

Nuevas leyes y ordenanzas para las Indias.

Sabiendo el Emperador las desórdenes del Perú y ma

diarlo todo, como rey justiciero y celoso del servicio de Dios y provecho de los hombres. Mandó al doctor Figueroa tomar sobre juramento los dichos de muchos gobernadores, conquistadores y religiosos que habian estado en Indias, así para saber la calidad de los indios, como el tratamiento que se les hacia, y aun porque le decian algunos frailes que no podia hacer la conquista de aquellas partes. Así que buscó personas de ciencia y de consciencia que ordenasen algunas leyes para gobernar las Indias buena y cristianamente; las cuales fueron el cardenal fray García de Loaisa, Sebastian Ramirez, obispo de Cuenca y presidente de Valladolid, que habia sido presidente en Santo Domingo y en Méjico; don Juan de Zúñiga, ayo del príncipe don Felipe y comendador mayor de Castilla; el secretario Francisco de los Cobos, comendador mayor de Leon; don García Manrique, conde de Osorno y presidente de Ordenes, que habia entendido en negocios de Indias mucho tiempo, en ausencia del Cardenal; el doctor Hernando de Guevara y el doctor Juan de Figueroa, que eran de la cámara, y el licenciado Mercado, oidor del Consejo Real; el doctor Bernal, el licenciado Gutierre Velaz→ quez, el licenciado Salmeron, el doctor Gregorio Lopez, que oidores eran de las Indias, y el doctor Jacobe

Gonzalez de Artiaga, que á la sazon estaba en consejo de Ordenes. Juntábanse á tratar y disputar con el Cardenal, que posaba en casa de Pero Gonzalez de Leon, y ordenaron, aunque no con voto de todos, obra de cuarenta leyes, que llamaron ordenanzas, y firmólas el Emperador en Barcelona y en 20 de noviembre, año de 1542.

La grande alteracion que hubo en el Perú por las ordenanzas.

Tan presto como fueron hechas las ordenanzas y nuevas leyes para las Indias, las enviaron los que de allá en corte andaban á muchas partes: isleños á Santo Domingo, mejicanos á Méjico, peruleros al Perú. Donde mas se alteraron con ellas fué en el Perú, ca se dió un traslado á cada pueblo, y en muchos repicaron campanas de alboroto, y bramaban leyéndolas. Unos se entristecian, temiendo la ejecucion, otros renegaban, y todos maldecian á fray Bartolomé de las Casas, que las habia procurado. No comian los hombres, lloraban las mujeres y niños, ensoberbescíanse los indios; que no poco temor era. Carteáronse los pueblos para suplicar de aquellas ordenanzas, enviando al Emperador un grandísimo presente de oro para los gastos que habia hecho en la ida de Argel y guerra de Perpiñan. Escribieron unos á Gonzalo Pizarro y otros á Vaca de Castro, que holgaban de la suplicacion, pensando excluir á Blasco Nuñez por aquella via, y quedar ellos con el gobierno de la tierra. No digo entrambos juntos, sino cada uno por sí ; que tambien fuera malo, porque hubiera sobre ello grandes revoluciones. Platicaban mucho la fuerza y equidad de las nuevas leyes entre sí y con letrados que habia en los pueblos para lo escrebir al Rey y decirlo al Virey que viniese á ejecutarlas. Letrados hubo que afirmaron cómo no incurrian en deslealtad ni crímen por no las obedescer, cuanto mas por suplicar dellas, diciendo que no las quebrantaban, pues nunca las habian consentido ni guardado; y no eran leyes ni obligaban las que hacian los reyes sin comun consentimiento de los reinos que les daban la autoridad, y que tampoco pudo el Emperador hacer aquellas leyes sin darles primero parte á ellos, que eran el todo de los reinos del Perú: esto cuanto á la equidad. Decian que todas eran injustas, sino la que vedaba cargar los indios, la que mandaba tasar los tributos, la que castiga los malos y crueles tratamientos, la que dice sean enseñados los indios en la fe con mucho cuidado, y otras algunas. Y que ni era ley, ni habian de aconsejar al Emperador que firmase con las otras, la que manda se ocupen ciertas horas cada dia los oidores y oficiales á mirar cómo el Rey sea mas aprovechado, ni la que nombra por presidente al licenciado Maldonado, y otras que mas eran para instruciones que para leyes, y que parescian de frailes. Con esto pues se animaban mucho los conquistadores y soldados á suplicar de las ordenanzas, y aun á contradecirlas, y tambien porque tenian dos cédulas del Emperador, que les daba los repartimientos para sí y á sus hijos y mujeres porque se casasen, mandándoles expresamente casar; y otra, que ninguno fuese despojado de sus indios y repartimientos sin primero ser oido á justicia y condemnado.

De cómo fueron al Perú Blasco Nuñez Vela y cuatro oidores. Cuando fueron hechas las ordenanzas de Indias, dijeron al Emperador que enviase hombre de barba con ellas al Perú, por cuanto eran recias, y los españoles de allí revoltosos. El, que lo bien conoscia, escogió y envió con título de virey y salario de deciocho mil ducados, á Blasco Nuñez Vela, caballero principal y veedor general de las guardas; hombre recio, que así se requeria para ejecutar aquellas leyes al pié de la letra. Hizo tambien una chancillería en el Perú, que hasta allí á Panamá iban con las apelaciones y pleitos. Nombró por oidores al licenciado Diego de Cepeda, de Tordesillas; al doctor Lison de Tejada, de Logroño; al licenciado Pero Hortiz de Zárate, de Orduña, y al licenciado Juan Alvarez. Y porque nunca se habia tomado cuenta á los oficiales del Rey, después que se descubrió el Perú, envió á tomárselas á Augustin de Zárate, que era secretario del Consejo Real. Partió pues Blasco Nuñez con la audiencia, y llegó al Nombre de Dios á 10 de enero de 1544. Halló allí á Cristóbal de Barrientos y otros peruleros de partida para España, con buena cantidad de oro y plata, y requirió á los alcaldes embarazasen aquel oro hasta que se averiguase de qué lo llevaban; ca le dijeron cómo aquellos hombres habian vendido indios y traídolos en minas; cosa de que mucho se alteraron y quejaron los vecinos y los dueños del oro, así por el daño, como por no ser aquella ciudad de su juridicion y gobierno. Y si por los oidores no fuera, se lo confiscara, conforme á la instrucion y cédula que llevaba contra los que hubiesen traido indios en minas. Fué á Panamá, puso en libertad cuantos indios pudo haber de las provincias del Perú, y enviólos á sus tierras á costa de los amos y del Rey. Algunos hubo que se escondieron por no ir, diciendo que mejor estaban con dueño que sin él. Otros se quedaron en Puerto-Viejo y por allí á ser putos, que se usa mucho, y se cortaron el cabello á la usanza bellaca. Desembargó Blasco Nuñez el oro á los del Nombre de Dios; y porque no se alborotasen mas los españoles de aquellos dos pueblos, dijo que solamente procederia contra Vaca de Castro, que traia y mandaba traer indios á las minas. Comenzaron á diferir él y los oidores en algunas cosas. Estuvieron malos ellos y ocupados, y él partióse sin esperarlos, aunque mucho se lo rogaron y aconsejaron, porque supo la negociacion y escándalo del Perú. Llegó á Tumbez á 4 de marzo, libertó los indios, quitó las indias que por amigas españoles tenian, y mandóles que ni diesen comida sin paga, ni llevasen carga contra su voluntad; lo cual entristeció tanto á los españoles cuanto alegró á los indios. Entrando en Sant Miguel mandó á unos españoles pagar los indios de carga que llevaban, ya que no se podia excusar el cargallos. Pregonó las ordenanzas, despobló los tambos, dió libertad á los indios esclavos y forzados, tasó los tributos, y quitó los indios de repartimiento á Alonso Palomino, porque habia sido allí teniente de gobernador; que así lo disponian las nuevas leyes; por lo cual le quitaban la habla y la comida, como á descomulgado; y a la salida del lugar le dieron gritas las españolas, y lo maldijeron como si llevara consigo la ira de Dios. Y en Piura dijo que ahorcaria á los que suplicaban de sus provisiones, referendadas de un su criado,

251 porque lo acuchilló una noche en Málaga siendo corregidor.

que no era escribano del Rey; y los vecinos de allí se escandalizaban inas de sus palabras y aspereza que de las ordenanzas.

Lo que pasó Blasco Nuñez con los de Trujillo.

Entró Blasco Nuñez en Trujillo con gran tristeza de los españoles; hizo pregonar públicamente las ordenanzas, tasar los tributos, ahorrar los indios, y vedar que nadie los cargase por fuerza y sin paga. Quitó los vasallos que por aquellas ordenanzas pudo, y púsolos en cabeza del Rey; suplicó el pueblo y cabildo de las ordenanzas, salvo de la que mandaba tasar los tributos y pechos, y de la que vedaba cargar los indios, aprobándolas por buenas; él no les otorgó la apelacion, antes puso muy graves penas á las justicias que lo contrario hiciesen, diciendo que traia expresísimo mandamiento del Emperador para las ejecutar, sin oir ni conceder apelacion alguna. Dijoles, empero, que tenian razon de agraviarse de las ordenanzas; que fuesen sobre ello al Emperador, y que él le escribiria cuán mal informado habia sido para ordenar aquellas leyes: visto por los vecinos su rigor y dureza, aunque buenas palabras, comenzaron á renegar. Unos decian que dejarian las mujeres, y aun algunos las dejaran si les valiera, ca se habian casado muchos con sus amigas, mujeres de seguida, por mandamiento que les quitaran las haciendas si no lo hicieran. Otros decian que les fuera mucho mejor no tener hijos ni mujer que mantener, si les habian de quitar los esclavos, que los sustentaban trabajando en minas, labranza y otras granjerías; otros pedíanle pagase los esclavos que les tomaba, pues los habian comprado de los quintos del Rey, y tenian su hierro y señal. Otros daban por mal empleados sus trabajos y servicios, si al cabo de su vejez no habian de tener quien los sirviese; estos mostraban los dientes caidos de comer maíz tostado en la conquista del Perú, aquellos, muchas heridas y pedradas, aquellotros grandes bocados de lagartos; los conquistadores se quejaban que habiendo gastado sus haciendas y derramado su sangre en ganar el Perú al Emperador, les quitaban esos pocos vasallos que les habia hecho merceḍ. Lds soldados decian que no irian á conquistar otras tierras, pues les quitaban la esperanza de tener vasallos, que robarian á diestro y á siniestro cuando pudiesen; los tenientes y oficiales del Rey se agraviaban mucho que los privasen de sus repartimientos sin haber maltratado los indios, pues no los hubieron por el oficio, sino por sus trabajos y servicio. Decian tambien los clérigos y frailes que no podrian sustentarse ni servir las iglesias si les quitaban los pueblos; quien mas se desvergonzó contra el Virey, y aun contra el Rey, fué fray Pedro Muñoz, de la Merced, diciendo cuán mal pago daba su majestad á los que tan bien le habian servido, y que olian mas aquellas leyes á interese que á santidad, pues quitaban los esclavos que vendió sin volver los dineros, y porque tomaban los pueblos para el Rey, quitándolos á monesterios, iglesias, hospitales y conquistadores que los habian ganado, y lo que peor era, que imponían doblado pecho y tributo á los indios que así quitaban y ponian en cabeza del Rey, y aun los mesmos indios lloraban por esto. 'Estaban mal aquel fraile y el Virey,

sino

La jura de Blasco Nuñez y prision de Vaca de Castro.

Vaca de Castro, que habia visto las ordenanzas y cartas en el Cuzco, donde residia, se aderezó para ir á los Reyes á recebir á Blasco Nuñez ; empero, con muchos españoles en órden de guerra, que dió gran sospecha de su voluntad ; ca los vecinos de los Reyes, como supieron que con armas venia, le enviaron á decir que no viniese, pues ya no era gobernador, temiendo algun castigo por no haber admitido los dias atrás un su tiniente, y escribieron á Blasco Nuñez algunos particulares que apresurase el paso para entrar primero que Vaca de Castro, porque si se tardaba, quizá no le recibirian á la gobernacion. Vaca de Castro dejó las armas, y casi todos los que traia, donde supo la voluntad de aquellos; fué requerido de los suyos se volviese al Cuzco y lo tuviese por el Rey, suplicando de las ordenanzas; nunca quiso sino llegar primero á Lima, donde halló diversas intenciones; ca unos querian al Virey y otros no. Gaspar Rodriguez, viendo venir cerca á Blasco Nuñez, dejó á Vaca de Castro, y tornóse al Cuzco, llevando consigo muchos vecinos dél, y las armas que habian quedado en el camino, para levantar la tierra por quien pudiese; Blasco Nuñez partió de Trujillo aprisa, llegó al tambo que dicen de la Barranca, donde no halló qué comer; mas halló un mote

decia: «El que me viniere á quitar mi hacienda, mire que por sí, que podrá ser que pierda la vida.» Maravillóse de tal dicho, y preguntando quién lo pudo escrebir, le diJeron ciertos malsines que Xuarez de Carabajal, fator del Rey, que poco antes habia estado allí. En este tambo estuvo Gomez Perez con cartas del inga Mango y de Diego Mendez, y otros seis españoles del bando de don Diego de Almagro, en las cuales pidian licencia y salvoconduto para se venir á Blasco Nuñez con el Inga; él holgó de perdonarlos y que viniesen; mas ellos fueron muertos á cuchillo por ceguedad del Gomez Perez. Solian jugar á la bola él y Mango, y jugaron como llegó; era porfiado el Gomez y mal comedido en medir las bolas, por lo cual dijo Mango á un su criado que lo matase la primera vez que porfiase, abajándose á medir la bola; avisó desto al Gomez una india. El, sin mirar adelante, dió de estocadas al Inga. Como los indios vieron muerto á su señor, matáronle á él y á los otros españoles, y tomaron por inga un hijuelo del muerto, con el cual se han estado en unas asperísimas montañas sin querer mas amistad con cristianos. Antes de llegar á Lima entendia Blasco Nuñez cómo los de aquella ciudad estaban con propósito de no lo recebir dentro si primero no les otorgaba la suplicacion de las ordenanzas, jurando de no las ejecutar, y si no, que lo enviarian preso y atado fuera del Perú; supo asimismo que todos estaban indinados contra él, por ejecutar las ordenan– zas tan de hecho, y que decian mil males de su recia condicion. Para deshacer esto y otras veinte cosas que publicaban, envió delante á Diego de Agüero, regidor de los Reyes, el cual aplacó algo la indinacion del pueblo, diciendo cómo Blasco Nuñez traia mudado el rigor en mansedumbre, por ver el daño y descontento que todos recebian con la ejecucion de las ordenanzas. Antes

« AnteriorContinuar »