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Vuelta de Fernando Pizarro al Perú.

Poco después que Almagro se partió á Chili, llegó Fernando Pizarro á Lima, ciudad de los Reyes. Llevó á Francisco Pizarro título de marqués de los Atavillos, y

compañero y amigo; y le faltaron para ello favor y consejo de muchos, entre los cuales era Hernando de Soto. Envió corriendo Pizarro á Verdugo con poder para Juan Pizarro y revocacion de Almagro. Contradijéronle reciamente Juan y Gonzalo Pizarro y los mas del regi-ú Diego de Almagro la gobernacion del nuevo reino de

miento; y así, no salió con su intento. Llegó Pizarro en esto por la posta, y apaciguólo todo amigablemente. Juraron de nuevo sobre la hostia consagrada Pizarro y Almagro su vieja compañía y amistad, y concertaron que Almagro fuese á descubrir la costa y tierra de hácia el estrecho de Magallanes, porque decian los indios ser muy rica tierra el Chili, que por aquella parte estaba; y que si buena y rica tierra hallase, que pedirian la gobernacion della para él, y si no, que partirian la de Pizarro, como la demás hacienda, entre sí; harto buen concierto era, si engañoso no fuera. Juraron empero entrambos de nunca ser el uno contra el otro, por bien ni mal que les fuese, y aun afirman muchos que dijo Almagro cuando juraba, que Dios le confundiese cuerpo y alma si lo quebrantaba, ni entraba con treinta leguas en el Cuzco, aunque el Emperador se lo diese. Otros, que dijo: «Dios le confunda el cuerpo y alma al que lo quebrantare.>>

La entrada que Diego de Almagro hizo al Chili. Aderezose Almagro para ir al descubrimiento de Chili, como estaba concertado. Dió y emprestó muchos dineros á los que iban con él, porque llevasen buenas armas y caballos; y así, juntó quinientos y treinta españoles muy lucidos, y que de buena gana querian ir tan léjos por su liberalidad y por la gran fama de oro y plata de aquellas tierras. Muchos tambien hubo que dejaron su casa y repartimientos por ir con él, pensando mejorarlos. Almagro pues dejó allí en el Cuzco á Juan de Rada, criado suyo, haciendo mas gente. Envió delante á Juan de Saavedra, de Sevilla, con ciento, y él partióse luego con los otros cuatrocientos y treinta, y con Paulo y Villaoma, gran sacerdote, Filipillo y otros muchos indios honrados y de servicio y carga. Topó Saavedra en los Charcas ciertos chileses, que traian al Cuzco, no sabiendo lo que pasaba, su tributo en tejuelas de oro fino, que pesaron ciento y cincuenta mil pesos. Fué principio de jornada, si tal fin tuviera. Quiso prender allí al capitan Grabiel de Rojas, que por Pizarro estaba. Mas él se guardó, y se volvió al Cuzco por otro camino con su gente. De los Charcas al Chile pasó Almagro mucho trabajo, hambre y frio; ca peleó con grandes hombres de cuerpo, y diestros flecheros. Heláronsele muchos hombres y caballos, pasando unas grandes sierras nevadas, donde tambien perdió su fardaje. Halló rios que corren de dia, y no de noche, á causa que las nieves se derriten con el sol, y se hielan con la luna. Visten los de Chile cueros de lobos marinos, son altos y hermosos, usan arcos en la guerra y caza; es la tierra bien poblada y del temple que nuestra Andalucía, sino que allá es noche cuando acá dia, y su verano cuando nuestro invierno. En fin, podemos decir que son antípodes nuestros. Hay muchas ovejas, como en el Cuzco, y muchos avestruces. Españoles los mataban á caballo, poniéndose en paradas; que un caballo no corre tanto como trota un avestruz.

Toledo, cien leguas de tierra, contadas de la raya de la Nueva-Castilla, juridicion y distrito de Pizarro, hácia el sur y levante. Pidió servicio á los conquistadores para el Emperador, que decia pertenescerle, como á rey, todo el rescate de Atabaliba, que tambien era rey. Ellos respondieron que ya le habian dado su quinto, que le venia de derecho, y aína hubiera motin, porque los motejaban de villanos en España y corte, y no merecedores de tanta parte y riquezas; y no digo entonces, pero antes y después lo acostumbran decir acá, los que no van á Indias; hombres que por ventura merescen menos lo que tienen, y que no se habian de escuchar. Francisco Pizarro los aplacó, diciendo que merescian aquello por su esfuerzo y virtud, y tantas franquezas y preeminencias como los que ayudaron al rey don Pelayo y á los otros reyes, á ganar á España de los moros. Dijo á su hermano que buscase otra manera para cumplir lo que habia prometido, pues ninguno queria dar nada, ni él les tomaria lo que les dió. Fernando Pizarro entonces tomaba un tanto por ciento de lo que hundian; por lo cual incurrió en gran odio de todos; mas él no alzó la mano de aquello, antes se fué al Cuzco á otro tanto, y trabajó de ganar la voluntad á Mango inga, para sacarle alguna gran cuantía de oro para el Emperador, que muy gastado estaba con las jornadas de su coronacion, del turco en Viena, y de Túnez; y para sí tambien.

La rebelion de Mango, inga, contra españoles.

Mango, hijo de Guaynacapa, á quien Francisco Pizarro dió la borla en Vilcas se mostró bullicioso y hombre de valor, por lo cual fué metido en la fortaleza del Cuzco en prisiones de hierro. Mas desde allí, y aun antes que le prendiesen, tramó de matar los españoles y hacerse rey como su padre fué. Hizo hacer muchas armas de secreto y grandes sementeras para tener el pan abasto en las guerras y cercos que poner esperaba. Concertó con su hermano Paulo, con Villaoma y Filipillo, que matasen á Diego de Almagro con todos los suyos en los Charcas, ó donde mas aparejo hallasen, que así haria él á Pizarro, y á cuantos estaban en Lima, Cuzco y las otras poblaciones. No podia Mango ejecutar su propósito, estando preso; y rogó á Juan Pizarro, que conquistando andaba el Collao, lo soltase antes que viniese Fernando Pizarro, prometiendo ser muy leal y obediente al Gobernador. Como se vió suelto, hízose muy familiar de Fernando Pizarro, que le pidia dineros, para huir del Cuzco á su salvo con su amistad y favor. Así que, pidió licencia á Fernando Pizarro para ir á una solemne fiesta que se hacia en Hincay, y que le traeria de allá una estatua de oro maciza, que al propio y tamaño de su padre estaba labrada. Fuése la semana santa del año de 1536. Cuando en Hincay estuvo, faba y blasfemaba de los españoles. Convocó muchos señores y otras personas, y dió conclusion en el alzamiento que pensaba. Hizo matar muchos españoles que andaban

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en las minas, y cuantos indios los servian. Envió un capitan con buen ejército al Cuzco; el cual llegó, y entró tan súbito, que tomó la fortaleza, sin que los españoles estorbarlo pudiesen, y la sostuvo seis ó siete dias. En fin de los cuales la recobraron los nuestros, peleando reciamente. Murieron sobre ella algunos, y Juan Pizarro de una pedrada que de noche le dieron en la cabeza. Sobrevino Mango, cercó la ciudad, púsole fuego, y combatíala cada lleno de lupa.

Almagro tomó por fuerza el Cuzco á los Pizarros.

Estando Almagro guerreando á Chile, llegó Joan de Rada con las provisiones de su gobernacion, que habia traido Fernando Pizarro; con las cuales, aunque le costaron la vida, se holgó mas que con cuanto oro ni plata habia ganado; ca era codicioso de honra. Entró en consejo con sus capitanes sobre lo que hacer debia, y resumióse, con parecer de los mas, de volver al Cuzco á tomar en él, pues en su juridicion cabia, la posesion de su gobernacion. Bien hubo muchos que le dijeron y rogaron poblase allí ó en los Charcas, tierra riquísima, antes de ir; y enviase á saber entre tanto la voluntad de Francisco Pizarro y del cabildo del Cuzco, porque no era justo descompadrar primero. Quien mas atizó la vuelta fueron Gomez de Albarado, Diego de Albarado y Rodrigo Orgoños, su amigo y privado. Almagro, en fin, determinó de volver al Cuzco á gobernar por fuerza, si de grado los Pizarros no quisiesen, y tambien porque decian estar alzado el Inga; lo cual se publicó por huir del campo Paulo y Villaoma, no hallando gente ni coyuntura para matar los cristianos, como traian urdido. Almagro envió tras Filipillo, que como participante de la conjuracion, tambien huyera; y hízolo cuartos porque no lo avisó y porque se pasó á Pedro de Albarado en Liribamba. Confesó el malvado, al tiempo de su muerte, haber acusado falsamente á su buen rey Atabaliba, por jacer seguro con sus mujeres. Era un mal hombre Filipillo de Puechos; liviano, inconstante, mentiroso, amigo de revueltas y sangre, y poco cristiano, aunque baptizado. Tuvo Almagro muchos trabajos á la vuelta; comió los caballos que se murieron á la ida, cosa bien de notar, porque al cabo de cuatro meses ó mas tiempo, estaban por corromper, y tan frescos, segun dicen, como recien muertos. Estábanse tambien los españoles arrimados á las peñas con las riendas en las manos, que parescian vivos. Proveyó de agua su ejército en los despoblados con ovejas, que llevaban á cuatro y mas arrobas della en odres y zaques de otras ovejas, y aun muchos españoles fueron cabalgando en ellas; aun que no es caballería, para su cólera. Maravilláronse mucho los de Almagro, cuando al Cuzco llegaron, en lo ver cercado de indios; y él trató con el Inga la paz, dir ciendo, si alzaba el cerco, que le perdonaria le hecho,cor mo gobernador, y si no, que lo destruiria; que á'eso ve nia. Mango respondió que se viesen, y que holgaba de suvenida y gobernacion. Almagro, sin pensar en la malicia, fué á recaudo por otros inconvenientes, dejando en guarda de su real á Juan de Saavedra. Fernando Pizarro, que supo estas vistas, salió á hablar con Saavedra. Dábale cincuenta mil castellanos porque se metiese con él dentro el Cuzco. No le osó enojar, que tenia

mucha gente y muy fuerte plaza; y tornóse bien triste
y desconfiado. Tampoco pudo Mango prender á Alma-
gro, y perdió esperanza de recobrar el Cuzco. E porque
no le tomasen entre puertas los de Almagro y Pizarro,
dejó el cerco y fuése á los Andes, que llaman, una gran
montaña sobre Guamanga. Llegó Almagro su ejér-
cito al Cuzco, las banderas altas. Requirió al regimiento
y hermanos de Francisco Pizarro que lo rescibiesen
luego pacíficamente por gobernador, conforme á las
provisiones reales del Emperador. Fernando Pizarro,
que mandaba, respondió que sin voluntad de Francisco
Pizarro, gobernador de aquella tierra, por cuyo poder
él allí estaba, no podia ni debia, segun honra y cons-
ciencia, admitirlo por gobernador. Mas, si entrar queria
como privado y particular, que lo aposentaria muy bien
con todos los que traia; y entre tanto avisarian á su her-
mano, si vivo era, que estaba en los Reyes, de su llega-
da y pedimiento; y que confiaba en su antigua y buena
amistad que se conformarian, declarando la raya y mo-
jones de cada gobernacion á dicho de sabios cosmó-
grafos. Tuvo Almagro por dilacion esta respuesta, y
insistió en su demanda; y como hallaba contraste en
Fernando Pizarro, entróse dentro una noche de gran
niebla y escuridad. Cercó la casa donde los Pizarros y
cabildo estaban fuertes, y púsole fuego porque no se
daban. Ellos por no quemarse rindiéronse. Echó Al-
magro presos á Fernando y Gonzalo Pizarro y á otros.
El regimiento y vecinos lo rescibieron luego en siendo
de dia por gobernador. Dicen unos que Almagro que-
bró las treguas que habian puesto, para entre tanto es-
perar la respuesta de Francisco Pizarro; otros, que no
las hubo ni las quiso, porque no le habian de rescebir
sino por fuerza; otros, que tuvo favor de los vecinos para
entrar; y como fueron bandos, cada uno habla en favor
del suyo. Y es cierto que por fuerza entró, y que mu-
rieron dos españoles, uno de cada parte; y que Alma-
gro matara á Fernando Pizarro, segun voluntad de casi
todos, sino por Diego de Albarado. Esto y el alzamiento
del Inga, pasó año de 1536, sin que Francisco Pizarro
lo supiese.

Los muchos españoles que indios mataron por socorrer

el Cuzco.

Bien temió Pizarro cuando supo la rebelion del Inga y el cerco del Cuzco; mas no pensó al principio que tan de veras era, ni con tanta gente como fué; y así, envió Juego á Diego Pizarro con setenta españoles, que los mas eran peones. A todos los cuales mataron indios en la cuesta de Parcos, cincuenta leguas del Cuzco; mataron ansimesmo al capitan Morgovejo con muchos españoles que al socorro llevaba, en un mal paso donde los atajaron; hicieron el estrago con galgas, que no se atrevieron venir á las lanzadas. Algunos se escaparon con la escuridad de la noche, mas ni pudieron in al Cuzco ni tornar á los Reyes; envió tambien Pizarro á Gonzalo de Tapia con otros ochenta españoles, y tambien los mataron indios de puro cansados. Mataron eso mesmo al capitan Gaete con cuarenta españoles en Jauja. Pizarro estaba espantado cómo no le escrebian sus hermanos ni aquellos sus capitanes, y temiendo el mal que fué, despachó cuarenta de caballo con Francisco de Godoy,

para que le trajese nuevas de todo; el cual volvió, como dicen, rabo ante piernas, trayendo consigo dos españoles de Gaete que se habian escapado á uña de cabaHo, y que dieron á Pizarro las malas nuevas; las cuales lo pusieron en muy gran cuita. Llegó luego á los Reyes huyendo Diego de Agüero, que dijo cómo los indios andaban todos en armas y le habian querido quemar en sus pueblos, y que venia muy cerca un gran ejército dellos. Nueva que atemorizó mucho la ciudad, y tanto mas, cuanto menos españoles habia; Pizarro envió á Pedro de Lerma de Búrgos, con setenta de caballo y muchos indios amigos é cristianos á estorbar que los enemigos no llegasen á los Reyes, y él salió detrás con los demás españoles que allí habia. Peleó Lerma muy bien, y retrajo los enemigos á un peñol, y allí los acabaran de vencer y deshacer si Pizarro á recoger no tañera. Murió aquel dia y batalla un español de caballo, fueron heridos muchos otros, y á Pedro de Lerma quebraron los dientes; los indios dieron muchas gracias al sol, que los escapó de tanto peligro, haciéndole grandes sacrificios y ofrendas, y pasaron su real una sierra cerca de los Reyes, el rio en medio, do estuvieron diez dias haciendo arremetidas y escaramuzas con españoles; que con otros indios no querian, y muchos indios cristianos, mozos de españoles, iban á comer y estar con los contrarios, y aun á pelear contra sus amos, y se tornaban de noche á dormir en la ciudad.

El socorro que vino de muchas partes á Francisco Pizarro.

Como Pizarro se vido cercado, y muertos cerca de cuatrocientos españoles y docientos caballos, temió la furia y muchedumbre de los enemigos, y aun creyó que habian muerto á Diego de Almagro en Chili, y á sus hermanos en el Cuzco. Envió á decir á Alonso de Albarado que dejase la conquista de los cachapoyas y se viniese luego con toda su gente á socorrerle; envió un navío á Trujillo para en que llevasen de allí las mujeres, hijos y hacienda, mandando á los hombres desamparasen el lugar y viniesen á los Reyes; despachó á Diego de Ayala en los otros navíos á Panamá, Nicaragua y Cuauhtemallan por socorro, y escribió á las islas de Santo Domingo y Cuba, y á todos los otros gobernadores de Indias, el estrecho en que quedaba, Alonso de Fuenmayor, presidente y obispo de Santo Domingo, envió con Diego de Fuenmayor, su hermano, natural de Yanguas, muchos españoles arcabuceros que habian llegado entonces con Pedro de Veragua; Fernando Cortés envió, con Rodrigo de Grijalva, en un propio navío suyo, desde la Nueva-España, muchas armas, tiros, jaeces, aderezos, vestidos de seda y una ropa de martas; el licenciado Gaspar de Espinosa llevó de Panamá, Nombre de Dios y Tierra-Firme, buena copia de españoles; Diego de Ayala volvió con harta gente de Nicaragua y Cuauhtemallan. Tambien vinieron otros de otras partes, y así tuvo Pizarro un florido ejército y mas arcabuceros que punca; y aunque no los hubo mucho menester para contra indios, aprovecharonle infinito para contra Diego de Almagro, coino después dirémos; por lo cual acertó & pedir estos socorros, aunque fué notado entonces de pusilanimidad por pedirlos.

Dos batallas con indios, que Alonso de Albarado dió y venció. A la hora que Alonso de Albarado rescibió las cartas de Pizarro, en que lo llamaba para socorro, dejó la empresa de los cachapoyas, que muy adelante iba, y se fué á Trujillo, que camino era para los Reyes. Hizo quedar los vecinos, que ya tenian fuera su hato y mujeres, y se querian ir á Pizarro, desamparando la ciudad; llegó á los Reyes con alegría de todos, por ser el primero que al socorro venia, y Pizarro lo hizo su capitan general, quitando el cargo á Pedro de Lerma, el cual lo tuvo á deshonra, y como valiente y que lo habia hecho bien, desmandóse de lengua; era de Búrgos, y conoscia al Albarado. Descanso Albarado, y aderezó trecientos españoles á pié y á caballo para echar de allí los indios, y no parar hasta los deshacer y destruir y descercar el Cuzco, no sabiendo lo que allá pasaba entre los españoles; hubo una batalla cerca de Pachacama con Tizoyo, capitan general de Mango, y aun dicen que se halló en ella el mesmo Mango inga, la cual fué muy recia y sangrienta, ca los indios pelearon como vencedores, y los españoles por vencer; en Jauja lo alcanzó Gomez de Tordoya de Barcarota, con docientos españoles que Pizarro le enviaba para engrosar el campo. Albarado caminó sin embarazo hasta Lumichaca, puente de piedra, con todos quinientos españoles; allí cargaron muchísimos indios, pensando matar los cristianos al paso, á lo menos desbaratallos; mas Albarado y sus compañeros, aunque rodeados por todas partes de los enemigos, pelearon de tal manera, que los vencieron, haciendo en ellos muy gran matanza. Costaron estas batallas hartos españoles, y muchos indios amigos, que los servian y ayudaban; de Lumichaca á la puente de Abancay, que habrá veinte leguas, hubo muchas escaramuzas, mas no que de contar sean; supo Albarado allí las revueltas y mudanzas del Cuzco y la prision de Fernando y Gonzalo Pizarro, y paró á esperar lo que Pizarro mandaba sobre aquello, pues ya los indios eran idos del Cuzco; fortificó su real entre tanto que la respuesta é instruccion venia, por amor de muchos indios que bullian por allí con Tizoyo y Mango, y por si viniese Almagro.

Almagro prende al capitan Albarado, y rehusa los partidos
de Pizarro.

Como Almagro entendió que Albarado estaba con tanta gente y pujanza en Abancay, pensó que iba contra él, y apercibióse; envióle á requerir con las provisiones, no estuviese con ejército en su gobernacion, ó le obedeciese. Albarado prendió á Diego de Albarado con otros ocho españoles, que fué al requirimiento, y respondió que las habian de notificar á Francisco Pizarro, y no áél; Almagro se volvió del camino, que tambien salió con gente, no tornando sus mensageros, á guardar el Cuzco, ca podia ir Albarado allá por otro cabo. Mas luego tuvo aviso y cartas que Pedro de Lerma se le queria pasar con mas de sesenta compañeros, por enojo que tenia de Pizarro, por haberle quitado el cargo de capitan general y haberlo dado al Alonso de Albarado, y tornó con ejército sobre Albarado, y prendió á Perálvarez Holguin, que andaba corriendo el campo en una celada. Albarado desque lo supo, quiso prender á Pedro de Lerma; empero él se huyó del real aquel

mesmo punto de la noche, con las firmas de sus amigos, que á ellos no pudo llevar por la prisa; llegó Almagro con la escuridad á la puente, sabiendo que le aguardaban Gomez de Tordoya y Villalva y otros, y echó buena parte de los suyos por el vado, á do estaban los que se le habian de pasar. Cuando Albarado sintió los enemigos en el real, comenzó á pelear tocando al arma; pero como tenia muchos guardando los pasos fuera del fuerte, y muchos sin picas, que se las habian echado al riò los amigos de Lerma, no pudo resistir la carga del contrario, y fué roto y preso sin sangre ninguna, aunque de una pedrada quebraron los dientes á Rodrigo de Orgoños. Recogió Almagro el campo, y tornése al Cuzco, tan ufanos los suyos, que decian que no dejarian pizarra ninguna en todo el Perú en que tropezar, y que se fuese Francisco Pizarro á gobernar los manglares de la costa. Usó Almagro de la victoria piadosamente, aunque dicen que trataba mal los prisioneros. Pizarro, que iba con seiscientos españoles á descercar el Cuzco, supo en Nasca cuanto atrás dicho habemos, é hizo gran sentimiento dello, y volvióse á los Reyes para aderezarse mejor, si guerra hubiese de haber; ca el competidor era recio, y tenia muchos españoles. Entre tanto que se apercebia quiso concertarse de bien á bien, pues era mejor mala concordia que próspera guerra, y envió al licenciado Gaspar de Espinosa á lo negociar; el cual se declaró, porque otros no gozasen sus trabajos las manos enjutas, á que fuesen amigos, y que Almagro soltase á Fernando y Gonzalo Pizarro y á Alfonso de Albarado, y se estuviese en el Cuzco gobernando, sin bajar á los llanos, hasta tener declaracion por el Emperador de lo que cada uno hubiese de gobernar. Murió el licenciado entendiendo en esto, y aun pronosticando la destrucion y muertes de ambos gobernadores. Almagro, con la pujanza y consejeros que tenia, rehusó aquel partido, diciendo que habia de dar, y no tomar, leyes en su juridicion y prosperidad. Dejó á Grabiel de Rojas en guarda del Cuzco y de los presos, y llevando consigo á Fernando Pizarro, bajó con ejército y quinto del Rey á la marina. Hizo un pueblo en término de los Reyes, como en posesion, y asentó el real en Chincha.

Vistas de Almagro y Pizarro en Mala sobre concierto. Sabiendo esto Pizarro, sonó atambor en los Reyes, dió grandes pagas y ventajas, y juntó mas de sietecientos españoles con muchos caballos y arcabuces, que daban reputacion al ejército; y casi toda esta gente era venida y llamada contra indios en socorro del Cuzco y de los Reyes. Hizo capitanes de arcabucería á Nuño de Castro y á Pedro de Vergara, que la trajera de Flándes, donde casado estaba; hizo capitan de piqueros á Diego de Urbina, y de caballos á Diego de Rojas y á Peranzures y á Alonso de Mercadillo. Puso por maestre de campo á Pedro de Valdivia, y por sargento mayor á Antonio de Villalva; estando en esto, llegaron Gonzalo Pizarro y Alonso de Albarado, é hízolos generales, á su hermano de la infantería, y al otro de la caballería. Estaban presos en el Cuzco, sobornaron hasta cincuenta soldados, y con su ayuda salieron de la prision, quitaron las sogas de las campanas porque no repicasen tras ellos, y huyeron á caballo con aquellos cincuenta y con Gra

biel de Rojas, que prendieron; publicaba Pizarro que hacia esta gente para su defensa como hombre acometido, y habló en concierto á consejo de muchos. Almagro vino luego tambien en ello, y envió con poder para tratar del negocio á don Alonso Enriquez, Diego de Mercado, fator, y Juan de Guzman, contador. Hablaron con Pizarro, y él lo comprometió en Francisco de Bobadilla, provincial de la merced, y ellos en fray Francisco Husando; los cuales sentenciaron que Almagro soltase á Fernando Pizarro y restituyese al Cuzco; que deshiciesen entrambos los ejércitos, enviasen la gente á conquistas, escribiesen al Emperador, y se viesen y hablasen en Mala, pueblo entre los Reyes y Chincha, con cada doce caballeros, y que los frailes se hallasen á las pláticas. Almagro dijo que holgaba de verse con Pizarro, aunque tenia por muy grave la sentencia, y cuando se partió á las vistas con doce amigos encomendó á Ródrigo Orgoños, su general, que con el ejército estuviese á punto, por si algo Pizarro hiciese, y matase á Fernando Pizarro, que le dejaba en poder, si á él fuerza le hiciesen. Pizarro fué al puesto con otros doce, y tras él Gonzalo Pizarro con todo el campo; si lo hizo con voluntad de su hermano ó sin ella, nadie creo que lo supo. Es empero cierto que se puso junto á Mala, y que mandó al capitan Nuño de Castro se emboscase con sus cuarenta arcabuceros en un cañaveral junto al camino por donde Almagro tenia de pasar; llegó primero á Mala Pizarro, y en llegando Almagro, se abrazaron alegremente y hablaron en cosas de placer. Acercóse uno de Pizarro, antes que comenzasen negocios, á Diego de Almagro, y díjole al oido que se fuese luego de allí, ca le iba en ello la vida; él cabalgó presto y volvióse sin hablar palabra en aquello ni en el negocio á que viniera. Vió la emboscada de arcabuceros, y creyó; quejóse mucho de Francisco Pizarro y de los frailes, y todos los suyos decian que de Pilátos acá no se habia dado sentencia tan injusta. Pizarro, aunque le consejaban que lo prendiese, lo dejó ir, diciendo que habia venido sobre su palabra, y se disculpó mucho en que ni mandó venir á su hermano, ni sobornó los frailes.

La prision de Almagro.

Aunque las vistas fueron en vano y para mayor odio é indinacion de las partes, no faltó quien tornase á entender muy de veras y sin pasion entre Pizarro y Almagro. Diego de Albarado en fin los concertó, que Almagro soltase á Fernando Pizarro, y que Francisco Pizarro diese navío y puerto seguro á Almagro, que no lo tenia, para que libremente pudiese enviar á España sus despachos y mensajeros; que no fuese ni viniese uno contra otro, hasta tener nuevo mandado del Emperador. Almagro soltó luego á Fernando Pizarro sobre pleitesía que hizo, á ruego y seguro de Diego de Albarado; aunque Orgoños lo contradijo muy mucho, sospechando mal de la condicion áspera de Fernando Pizarro, y el mesmo Almagro se arrepintió y lo quisiera detener. Mas acordó tarde, y todos decian que aquel lo habia de revolver todo, y no erraron; ca suelto él, hubo grandes y nuevos movimientos, y aún Pizarro no anduvo muy llano en los conciertos, porque ya tenia una provision real en que mandaba el Emperador que cada

uno estuviese donde y como la tal provision notificada les fuese, aunque tuviese cualquiera dellos la tierra y jurisdicion del otro. Pizarro pues, que tenia libre y por consejero á su hermano, requirió á Almagro que saliese de la tierra que habia él descubierto y poblado, pues era ya venido nuevo mandamiento del Emperador. Almagro respondió, leida la provision, que la oia y cumplia estándose quedo en el Cuzco, y en los otros pueblos que al presente poseia, segun y como el Emperador mandaba y declaraba por aquella su real cédula y voluntad, y que con ella mesma le requeria y rogaba lo dejase estar en paz y posesion como estaba. Pizarro replicó que teniendo él poblado y pacífico el Cuzco, se lo habia tomado por fuerza, diciendo que caia en su gobernacion del nuevo reino de Toledo; por tanto, que luego se lo dejase, y se fuese; si no, que lo echaria, sin quebrar el pleito homenaje que habia hecho, pues teniendo aqueİla nueva provision del Rey, era cumplido el plazo de su pleitesía y concierto. Almagro estuvo firme en su respuesta, que concluia llanamente; y Pizarro fué con todo su ejército á Chincha, llevando por capitanes los que primero, y por consejero á Fernando Pizarro, y por color que iba á echar sus contrarios de Chincha que manifiestamente era de su gobernacion. Almagro se fué la via del Cuzco por no pelear; empero como lo siguian, cortó muchos pasos del mal camino, y reparó en Gaitara, sierra alta y áspera. Pizarro fué tras él, que tenia mas y mejor gente; y una noche subió Fernando Pizarro con los arcabuceros aquella sierra, que le ganaron el paso. Almagro entonces, que malo estaba, se fué á gran prisa, y dejó á Orgoños detrás, que se retirase concertadamente y sin pelear. El lo hizo como se lo mandó; aunque, segun Cristóbal de Sotelo y otros decian, mejor hiciera en dar batalla á los pizarristas, que se marearon en la sierra; ca es ordinario á los españoles que de nuevo ó recien salidos de los calorosos llanos suben á las nevadas sierras, marearse. Tanta mudanza hace tan poca distancia de tierra. Así que Almagro, recogida su gente al Cuzco, quebró las puentes, labró armas de plata y cobre, arcabuces, otros tiros de fuego, basteció de comida la ciudad, y reparóla de algunos fosados. Pizarro se volvió á los llanos por el inconveniente que digo, y dende á dos meses á los Reyes; empero solo, porque envió todo su ejército al Cuzco, con achaque de restituir en sus casas y repartimientos á ciertos vecinos que Almagro habia despojado, y para esto hizo justicia mayor á Fernando Pizarro, que gobernaba el campo, siendo general su hermano Gonzalo. Fué pues Fernando Pizarro al Cuzco por otro camino que Almagro, y llegó allá á los 26 de abril de 1538 años. Almagro, que tan determinados los vió venir, metió los aficionados á Pizarro en dos cubos de la fortaleza, donde algunos se ahogaron, de muy apretados. Envió al encuentro á Rodrigo Orgoños con toda su gente, y muchos indios, ca él no podia pelear, de flaco y enfermo. Orgoños se puso en el camino real entre la ciudad y la sierra, orilla de una ciénaga. Puso la artillería en conviniente parte, y los caballos tambien, que llevaban á cargo Francisco de Chaves, Vasco de Guevara y Juan Tello. Por hacia la sierra echó muchos indios con algunos españoles que socorriesen á la mayor necesidad y НА,

peligro. Fernando Pizarro, dicha la misa, bajó al llano en ordenanza, con pensamiento de tomar un alto que sobre la ciudad estaba, y que no lo aguardarian los contrarios llevando tanta pujanza. Mas como los vió quedos y con semblante de no rehusar batalla, mandó al capitan Mercadillo que con sus caballos anduviese sobresaliente, ó para contra los indios contrarios, ó para remediar otra cualquier necesidad; y dijo á sus indios, que arremetiesen á los otros, y por allí se comenzó la batalla que llaman de las Salinas, obra de media legua del Cuzco. Entraron en la ciénaga los arcabuceros de Pedro de Vergara, y desbarataron una compañía de caballos contrarios, que fué gran desman para los de Orgoños, que conosciendo el daño, hizo soltar un tiro, el cual mató cinco españoles de Pizarro, y atemorizó los otros; pero Fernando Pizarro los animó bien y á sazon, y dijo á los arcabuceros que tirasen á las picas arboladas, y quebraron mas de cincuenta dellas, que mucha falta hicieron á los de Almagro. Orgoños hizo señal de romper con los enemigos; y como se tardaban algo los suyos, arremetió con su escuadron solamente á Fernando Pizarro, que guiaba el lado izquierdo de su ejército con Alonso de Albarado. Esperó dos españoles con su lanza, tiró una estocada á un criado de Fernando Pizarro, pensando que su amo fuese, y metióle por la boca el estoque. Hacia Orgoños maravillas de su persona; mas duró poco tiempo, porque cuando arremetió le pasaron la frente con un perdigon de arcabuz, de que vino á perder la fuerza y la vista. Fernando Pizarro y Alonso de Albarado encontraron los enemigos de través, y derribaron cincuenta dellos, y los mas juntamente con los caballos. Acudieron luego los de Almagro y Gonzalo Pizarro por su parte, y pelearon todos, como españoles, bravísimamente, mas vencieron los Pizarros y usaron cruelmente de la vitoria, aunque cargaron la culpa dello á los vencidos con Albarado en el puente de Abancay, que no eran muchos y queríanse vengar. Estando Orgoños rendido á dos caballeros, llegó uno que lo derribó y degolló. Llevando tambien uno tendido y á las ancas al capitan Rui Diaz, le dió otro una lanzada que lo mató, y así mataron otros muchos después que sin armas los vieron; Samaniego á Pedro de Lerma á puñaladas en la cama, de noche. Murieron peleando los capitanes Moscoso, Salinas y Hernando de Albarado, y tantos cspañoles, 'que si los indios, como lo habian platicado, dieran sobre los pocos y heridos que quedaban, los pudieran fácilmente acabar. Mas ellos se embebieron en despojar los caidos, dejándolos en cueros, y en robar los reales, que nadie los guardaba, porque los vencidos huian, y los vencedores perseguian. Almagro no peleó por su indispusicion; miró la batalla de un recuesto, y metióse en la fortaleza como vió vencidos los suyos. Gonzalo Pizarro y Alonso de Albarado lo siguieron y prendieron, y lo echaron en las prisiones en que los habia tenido.

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