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jas de color y muchas sortijas, cercillos y joyas de oro y piedras finas, como sus mujeres. Tenian muchas vasijas de oro y plata para su servicio. Una novedad hallaron en Puna harto inhumana, de que usaba el Gobernador como celoso, que cortaba las narices y miembro, y aun los brazos, á los criados que guardaban y servian sus mujeres.

Guerra de Túmbez y poblacion de Sant Miguel de Tangarara.

Halló Pizarro en la Puna mas de seiscientas personas de Túmbez cativas, que, segun pareció, eran de Atabaliba; el cual, guerreando el año atrás aquella tierra contra su hermano Guaxcar, quiso ganar la Puna. Juntó muchas balsas en que pasar á ella con gran ejército. El gobernador que allí estaba por Guaxcar, inga y señor de todos aquellos reinos, armó todos los isleños y una gran flota de balsas. Salióle al encuentro y dióle batalla, y vencióla, como eran los suyos mas diestros en mar que los enemigos, ó porque Atabaliba fué mal herido en un muslo peleando, y convínole retirarse, y luego irse á Caxamalca á curar y á juntar su gente para ir al Cuzco, donde su hermano Guaxcar estaba con gran ejército. El gobernador de Puna, de que supo su ida, fué á Túmbez y saqueólo. No desplugo nada á Pizarro ni á sus españoles la disension y revuelta entre los hermanos y reyes de aquellas tierras; y habiendo de pasar á ellas, quisieron ganar la voluntad y amistad del Atabaliba, que mas á mano les caia, y enviaron á Túmbez los seiscientos cativos, que prometian hacer mucho por ellos; mas como se vieron libres, pospusieron la obligacion de su libertad, diciendo cómo los cristianos se aprovechaban de las mujeres y se tomaban cuanta plata y oro topaban, y lo hacian barrillas; con lo cual indinaron el pueblo contra ellos. Embarcóse pues Pizarro en los navíos para Túmbez; envió delante tres españoles con ciertos naturales en una balsa á pedir paz y entrada. Los de Túmbez rescibieron aquellos tres españoles devotamente, ca luego los entregaron á unos sacerdotes que los sacrificasen á cierto idolo del sol, llamado Guaca; llorando, y no por compasion, sino por costumbre que tienen de llorar delante la Guaca, y aun guaca es llomy guay voz de recien nascidos. Cuando los navíos llegaron á tierra no habia balsas para salir, que las trasportaron los indios como se pusieron en armas. Salió Pizarro á tierra en una balsa con otros seis de caballo, que ni hubo lugar ni tiempo para mas; y no se apearon en toda la noche, aunque venian mojados, como andaba mareta, y se les trastornó la balsa al tomar tierra, no la sabiendo regir. Otro dia salieron los demás á placer, sin que los indios hiciesen mas de mostrarse, y volvieron los navíos por los españoles que habian quedado en Puna, y Francisco Pizarro corrió dos leguas de tierra con cuatro de caballo, que no pudo haber habla con ningun indio. Asentó real sobre Túmbez, é hizo mensajeros al capitan, rogándole con la paz y amistad; el cual no los escuchaba; y hacian burla de los barbudos, como eran pocos; y dábales cada dia mil rebates con los del pueblo, y mataba con los que fuera tenia los indios de servicio, que por yerba y comida salian del real sin rescebir daño ninguno. Pizarro hubo ciertas balsas, en que

pasó el rio con cincuenta de caballo una noche, sin que fuese de los enemigos sentido. Anduvo por mal camino y espesura de espinares, y amaneció sobre los enemigos, que descuidados estaban en su suerte. Hizo gran daño y matanza en ellos y en los vecinos por los tres españoles que sacrificaran. El Gobernador entonces vino de paz, y se le dió por amigo, y aun dió un gran presente de oro y plata y ropa de algodon y lana. Pizarro, que tan bien habia acabado esta guerra, pobló á Sant Miguel en Tangarara, riberas de Chira. Buscó puerto para los navíos, que fuese bueno, y halló el de Paita, que es tal. Repartió el oro, y partióse para Caxamalca á buscar á Atabaliba.

Prision de Atabaliba.

Viendo Pizarro tanto oro y plata por allí, creyó la grandísima riqueza que le decian del rey Atabaliba; y concertando las cosas de la nueva ciudad de Sant Miguel y sus pobladores, se partió à Caxamalca. Atrajo de paz en el camino los pueblos que llaman Pohechos, por medio de Filipillo y de su compañero Francisquillo, que eran de allí, y sabian español. Entonces vinieron ciertos criados de Guaxcar á pedir su amistad y favor contra Atabaliba, que tiránicamente se le alzaba con el reino, y le prometieron grandes cosas si lo hacia. Pasaron nuestros españoles un despoblado de veinte leguas sin agua, que los fatigó. En subiendo la sierra toparon un mensajero de Atabaliba, que dijo á Pizarro se volviese con Dios á su tierra en sus navíos, y que no hiciese mal á sus vasallos ni les tomase cosa ninguna, por los dientes y ojos que traia en la cara; y que si ansí lo hiciese, le dejaria ir con el oro robado en tierra ajena, y si no, que lo mataria y despojaria. Pizarro le respondió que no iba á enojar á nadie, cuanto mas á tan grande príncipe, y que luego se volviera á la mar como él lo mandaba, si embajador no fuera del Papa y del Emperador, señores del mundo; y que no podia, sin gran vergüenza suya y de sus compañeros, volverse sin verle y hablarle á lo que venia, que eran cosas de Dios y provechosas á su bien y honra. Atabaliba vió por esta respuesta la determinacion que los españoles llevaban de verse con él por mal ó por bien; pero no hacia caso dellos por ser tan pocos, y porque Maicabelica, señor entre los pohechos, le habia hecho cierto que los extranjeros barbudos no tenian fuerzas ni aliento para caminar á pié ni subir una cuesta sin ir encima ó asidos de unas grandes pacos, que así llamaban á los caballos, y que ceñian unas tablillas relucientes, como las que usaban sus mujeres para tejer. Esto decia Maicabelica, que no habia probado el corte de las espadas, y presumia de gran corredor, ejercicio y prueba de indios nobles y esforzados; empero otra cosa publicaban los heridos de Túmbez que en la corte estaban; así que Atabaliba tornó á enviar otro mensajero á ver si caminaban todavía los barbudos y á decir al capitan que no fuese á Caxamalca si amaba la vida. Respondió Pizarro al mensajero cómo no dejaria de llegar allá. Entonces el indio le dió unos zapatos pintados y unos puñetes de oro, que se pusiese, para que Atabaliba, su señor, lo conociese cuando á él llegase ; señal, á lo que se presumió, para le mandar prender ó matar sin tocar en los

demás. El los tomó, é dijo riendo que así lo haría. Llegó Pizarro con su ejército á Cáxamalca, y á la entrada le dijo un caballero que no se aposentase hasta que lo mandase Atabaliba; mas él se aposentó sin volverle respuesta, y envió luego al capitan Hernando de Soto con algunos otros de caballo, en que iba Filipillo, á visitar á Atabaliba, que de allí una legua estaba en unos baños, y decirle cómo era ya llegado, que le diese licencia y hora de hablalle. Llegó Soto haciendo corbetas con su caballo, por gentileza ó por admiracion de los indios, hasta junto á la silla de Atabaliba, que no hizo mudanza ninguna, aunque le resolló en la cara el caballo; y mandó matar á muchos de los que huyeron de la carrera y vecindad de los caballos; cosa de que los suyos escarmentaron, y los nuestros se maravillaron. Apeóse Soto, hizo gran reverencia y díjole á lo que iba. Atabaliba estuvo muy grave, y no le respondió dél á él, sino hablaba con un su criado, y aquel con Filipillo, que refiria la respuesta al Soto. Decian que se enojó dél porque se llegó tanto con el caballo; caso de gran desacato para la gravedad de tan grandísimo rey. Fué luego Fernando Pizarro, y hablóle por ser hermano del capitan, respondiendo en pocas palabras á las muchas; y por conclusion dijo que seria buen amigo del Emperador y del capitan, si volviese todo el oro, plata y otras cosas que habia tomado á sus vasallos y amigos, y se -fuese luego de su tierra, y que otro dia siguiente seria con él en Caxamalca para dar órden en la vuelta, y á saber quién eran el Papa y el Emperador, que de tan léjos tierras le enviaban embajadores y requirimientos. Fernando Pizarro volvió espantado de la grandeza y auctoridad de Atabaliba, y de la mucha gente, armas y tiendas que habia en su real, y aun de la respuesta, que parecia declaracion de guerra. Pizarro habló á los españoles, porque algunos ciscaban con ver tan cerca tantos indios de guerra; esforzándolos á la batalla con ejemplo de la vitoria de Túmbez y Puna. En esto y en aderezar sus armas y caballos pasaron aquella noche, y en asestar la artillería á la puerta del tambo por do habia de entrar Atabaliba; y como dia fué, puso Francisco Pizarro una escuadra de arcabuceros en una torrecilla de ídolos que señoreaba el patio. Metió en tres casas á los capitanes Fernando de Soto, Sebastian de Benalcázar y Fernando Pizarro, que general era, con cada veinte de caballo; y él se estuvo á la puerta de otra con la infantería, que sin los indios de servicio serian hasta ciento y cincuenta. Mandó que ninguno hablase ni saliese á los de Atabaliba hasta oir un tiro ó ver el estandarte. Atabaliba animó tambien los suyos, que braveaban y tenian en poco los cristianos, y pensaban hacer dellos, si peleasen, un solemnísimo sacrificio al sol. -Puso á su capitan Ruminagui con cinco mil soldados por - la parte que los españoles les entraron en Caxamalca, por si huyesen, que los prendiese ó matase. Tardó Atabaliba en andar una legua cuatro horas: tan de reposo iba, ó por cansar los enemigos. Venia en litera de oro, chapada y aforrada de plumas de papagayos de muchas colores, que traian hombres en hombros, y sentado en un tablon de oro sobre un rico cojin de lana, guarnes-cido de muchas piedras. Colgábale una gran borla co-lorada de lana finísima de la frente, que le cubria las

cejas y sienes, insignias de los reyes del Cuzco. Traia trecientos ó mas criados con librea para la litera y para quitar las pajas y piedras del camino, y bailaban y cantaban delante, y muchos señores en andas y hamacas, por majestad de su corte. Entró en el tambo de Caxamalca, y como no vió los de caballo ni menear á los peones, pensó que de miedo. Alzóse en pié, y dijo : « Estos rendidos están.» Respondieron los suyos que sí, teniéndolos en poco. Miró á la torrecilla, y enojado, mandó echar de allí 6 matar los cristianos que dentro estaban. Llegó entonces á él fray Vicente de Valverde, dominico, que llevaba una cruz en la mano y su breviario, ó la Biblia como algunos dicen. Hizo reverencia, santiguóle con la cruz, y díjole : « Muy excelente Señor, cumple que sepais cómo Dios trino y uno hizo de nada el mundo y formó al hombre de la tierra, que llamó Adan, del cual traemos orígen y carne todos. Pecó Adan contra su Criador por inobediencia, y en él cuantos después han nacido y nacerán, excepto Jesucristo, que siendo verdadero Dios, bajó del cielo á nascer de María vírgen, por redemir el linaje humano del pecado. Murió en semejante cruz que aquesta, y por eso la adoramos. Resucitó al tercero dia, subió dende á cuarenta dias al cielo, dejando por su vicario en la tierra á sant Pedro y á sus sucesores, que llaman papas; los cuales habian dado al potentísimo rey de España la conquista y conversion de aquellas tierras; y así, viene agora Francisco Pizarro á rogaros seais amigos y tributarios del rey de España, emperador de romanos, monarca del mundo; y obedezcais al Papa, y rescibais la fe de Cristo, si la creyéredes, que es santísima, y la que vos teneis es falsísima. Y sabed que haciendo lo contrario vos darémos guerra y quitarémos los ídolos, para que dejeis la engañosa religion de vuestros muchos y falsos dioses. » Respondió Atabaliba muy enojado que no queria tributar siendo libre, ni oir que hubiese otro mayor señor que él; empero que holgaria de ser amigo del Emperador y conoscerle, ca debia ser gran príncipe, pues enviaba tantos ejércitos como decian, por el mundo; que no obedeceria al Papa, porque daba lo ajeno, y por no dejar á quien nunca vió, el reino que fue de su padre. Y en cuanto á la religion, dijo que muy buena era la suya y que bien se hallaba con ella, y que no queria ni menos debia poner en disputa cosa tan antigua y aprobada; y que Cristo murió, y el sol y la luna nunca murian, y que ¿cómo sabia el fraile que su Dios de los cristianos criara el mundo? Fray Vicente respondió que lo decia aquel libro, y dióle su Breviario. Atabaliba lo abrió, miró, hojeó, y diciendo que á él no le decia nada de aquello, lo arrojó en el suelo. Tomó el fraile su breviario, y fuése á Pizarro voceando: «<Los evangelios en tierra; venganza, cristianos; á ellos, á ellos, que no quieren nuestra amistad ni nuestra ley.» Pizarro entonces mandó sacar el pendon y jugar la artillería, pensando que los indios arremeterian. Como la seña se hizo, corrieron los de caballo á toda furia por tres partes á romper la muela de gente que al rededor de Atabaliba estaba, y alancearon muchos. Llegó luego Francisco Pizarro con los de pić que hicieron gran riza en los indios con las espadas á estocadas. Cargaron todos sobre Atabaliba, que toda

vía estaba en su litera, por prenderle, deseando cada uno el prez y gloria de su prision. Como estaba alto, no alcanzaban, y acuchillaban á los que la tenian; pero no era caido uno, que luego no se pusiesen otros y muchos á sostener las andas, porque no cayese á tierra su gran señor Atabaliba. Viendo esto Pizarro, echóle mano del vestido y derribólo, que fué rematar la pelea. No hubo indio que pelease, aunque todos tenian armas; cosa bien notable, contra sus fieros y costumbre de guerra. No pelearon, porque no les fué mandado, ni se hizo la señal que concertaran para ello, si menester fuese, con el grandísimo rebato y sobresalto que les dieron, ó porque se cortaron todos, de puro miedo y ruido que hicieron á un mesmo tiempo las trompetas, los arcabuces y artillería y los caballos, que llevaban pretales de cascabeles para los espantar. Con este ruido pues y con la priesa y heridas que los nuestros les daban, huyeron sin curar de su rey. Unos derribaban á otros por huir, y tantos cargaron á una parte, que arrimados á la pared, derrocaron un lienzo della, por donde tuvieron salida. Siguiéronlos Fernando Pizarro y los de caballo hasta que anocheció, y mataron muchos dellos en el alcance. Ruminagui huyó tambien cuando sintió los truenos del artillería, que barruntó lo que fué, como vió derribado de la torre al que le tenia de hacer señal. Murieron muchos indios á la prision de Atabaliba, la cual aconteció año de 1533 y en el tambo de Caxamalca, que es un gran patio cercado. Murieron tantos porque no pelearon, y porque andaban los nuestros á estocadas, que asi se lo aconsejaba fray Vicente, por no quebrar las espadas hiriendo de tajo y revés. Traian los indios morriones de madera, dorados, con plumajes, que daban lustre al ejército; jubones fuertes embastados, porras doradas, picas muy largas, hondas, arcos, hachas y alabardas de plata y cobre y aun de oro, que á maravilla relumbraban. No quedó muerto ni herido ningun español, sino Francisco Pizarro en la mano, que al tiempo de asir de Atabaliba tiró un soldado una cuchillada para darle y derribarle, por donde algunos dijeron que otro le prendió.

El grandísimo rescate que prometió Atabaliba porque le soltasen.

Harto tuvieron que hacer aquella noche los españoles en alegrarse unos con otros de tan gran vitória y prisionero, y en descansar del trabajo, ca en todo aquel dia no habian comido, y á la mañana fueron á correr el campo. Hallaron en el baño y real de Atabaliba cinco mil mujeres, que aunque tristes y desamparadas, holgaron con los cristianos; muchas y buenas tiendas, infinita ropa de vestir y de servicio de casa, y lindas piezas y vasijas de plata y oro; una de las cuales pesó, segun dicen, ocho arrobas de oro. Valió en fin la vajilla sola de Atabaliba cien mil ducados. Sintió mucho las cadenas Atabaliba, y rogó á.Pizarro que le tratase bien, ya que su ventura así lo queria. E conociendo la codicia de aquellos españoles, dijo que daria por su rescate tanta plata y oro labrado, que cubriese todo el suelo de una muy gran cuadra donde estaba preso. Y como vió torcer el rostro á los españoles que presentes estaban, pensó que no le creian, y afirmó que les daria dentro de cierto tiempo tantas vasijas y otras piezas de oro y pla

ta, que hinchiessen la sala hasta lo que él mesmo alcanzó con la mano en la pared, por donde hizo echar una raya colorada al rededor de toda la sala para señal; pero dijo que habia de ser con tal condicion y promesa que ni le hundiesen ni quebrassen las tinajas, cántaros, y vasos que allí metiesse, hasta llegar á la raya. Pizarro lo conhortó y prometió tratarlo muy bien, y poner en libertad trayendo allí el rescate prometido. Con esta palabra de Pizarro despachó Atabaliba mensajeros por oro y plata á diversas partes, y rogóles que tornasen presto si deseaban su libertad. Comenzaron luego á venir indios cargados de plata y oro; mas como la sala era grande y las cargas chicas, aunque muchas, abultaba poco, y menos hinchian los ojos que la sala, y no por ser poco, sino por tardarse á repartir; y así, decian muchos que Atabaliba usaba de maña, dilatando su rescate por juntar entre tanto gente que matase los cristianos. Otros decian que por soltalle, y algunos que le matasen, y aun dice que lo hicieran, sino por Fernando Pizarro. Atabaliba, que se temia, cayó en ello, y dijo á Pizarro que no tenian razon de andar descontentos ni de acusarle, pues el Quito, Pachacama y Cuzco, de donde principalmente se habia de traer el oro de su rescate, estaban léjos, y que no habia quien mas priesa diese á su libertad que el mesmo preso; y que si querian saber cómo en su reino no se juntaba gente sino á traer oro y plata, que fuesen á verlo y se llegasen algunos dellos al Cuzco á ver y traer el oro. Y como tampoco se confiaban de los indios con quien habian de ir, se rió mucho, diciendo que temian y desconfiaban de su palabra, porque tenia cadena. Entonces dijeron Hernando de Soto y Pedro del Barco que irian, y fueron al Cuzco, que hay docientas leguas, en hamacas, casi por la posta, porque se mudan los hamaqueros de trecho en trecho, y así como van corriendo toman al hombro la hamaca, que no paran un paso, y aquel es caminar de señores. Toparon á pocas jornadas de Caxamalca á Guaxcar, inga, que le traian preso Quizquiz y Calicuchima, capitanes de Atabaliba, y no quisieron volver con él, aunque mucho se lo rogó, por ver el oro del Cuzco. Fué tambien Fernando Pizarro con algunos de caballo á Pachacama, que cien leguas estaba de Caxamalca, por oro y plata. Encontró en el camino, cerca de Quachuco, á Illescas, que traia trecientos mil pesos de oro y grandísima cuantía de plata para el rescate de su hermano Atabaliba. Halló Fernando Pizarro gran tesoro en Pachacama; redujo á paz un ejército de indios que alzados estaban. Descubrió muchos secretos en aquella jornada, aunque con grandes trabajos, y trajo harta plata y oro. Entonces herraron los caballos con plata, y algunos con oro, porque se gastaba menos, y esto á falta de hierro. De la manera que dicho es se junto grandísima cantidad de oro y plata en Caxamalca para rescate de Atabaliba.

Muerte de Guaxcar por mandado de Atabaliba.

Habian prendido (como después contarémos) Quizquiz y Calicuchama á Guaxcar, soberano señor de todos los reinos del Perú, casi al mismo tiempo que Atabaliba fué preso, ó muy poco antes. Pensó al principio Atabaliba que lo mataran, y por eso no quiso matar entonces á su hermano Guaxcar. Mas como tuvo palabra

de su libertad y vida por el grandísimo rescate qué prométió á Pizarro, mudó pensamiento, y ejecutó16 cuando supo lo que Guaxcar habia dicho á Soto y Bareō; lo cual en suma fué que se tornasen con él á Caxamalca, porque no le matasén aquellos capitanes, sabida la pri sion de su amo, que hasta allí no lo sabian. Que no solamente cumpliria hasta la raya, empero que linehitia toda la sala hasta la techumbre, de oro y plata, que era tres tanto mas, de los tesoros de Guaynacapa, su padre; y que Atabaliba, su hermano, dar no podria lo que prometió, sin robar los templos del sol; y finalmente, les dijo cómo él era el derecho señor de todos aquellos reinos, y Atabaliba tirano. Que por tanto, queria informar y ver al capitan de cristianos que deshacía los agravios, y le restituiría su libertad y reinos; ca su padre Guainacapa le mandara al tiempo de su muerte fuese amigo de las gentes blancas y barbudas que viniesen allí, porque habian de ser señores de la tierra. Era gran señor aquel y prudente, y sabiendo lo que habían hecho españoles en Castilla de Oro, adevinó lo que harian alli si viniesen. Atabaliba pues temió mucho estas razones, que verdad eran, y mandóle matar, y dijo á Pizarro que muriera de enojo y pesar. Algunos dicen que Atabaliba estuvo muchos dias mustio, Roroso, sin comér ni decir por qué, para descubrir la voluntad de los españoles y engañar á Pizarro; al cabo de los cuales dijo por muchos ruegos cómo Quizquiz había muerto á Guaxcar, su señor, y lloró, al parecer de todos, muy de verás. Desculpóse de aquella muerte, y aun de la guerra y prision, diciendo que habia hecho aquello por defenderse de su hermano, que le quiso tomar el reino de Quito y concertarse con él; que para eso le mandaba traer. Pizarro lo consoló y dijo que no tuviese pena, pues éra la muerte tan natural á todos, y porque les llevaria poca ventaja, y porque, informado de la verdad, él castigaria los matadores. Como Atabaliba conoció que no se daban nada por la muerte de Guaxcar, hízolo matar. Sea como fuere, que Atabaliba mátó á Guaxcar, y tuvieron alguna culpa Hernando de Soto y Pedro del Barco en no lo acompañar y traer á Caxamalca, pués le toparon cerca, y él se lo rogo; pero ellos quisieron mas el oro del Cuzco que la vida de Guaxcar, con excusa de mensajeros, que no podian traspasar la órden y manda miento de su gobernador. Todos afirman que si ellos le tomaran en su poder, no le matara Atabaliba, ni esconquistó hasta Túmbez y Caxamalca, sin mayor contradidieran los indios la plata, oro, piedras y joyas del Cuzco y otras muchas partes; què, segun la fama de las riquezas de Guaynacapa, era sin comparacion muy mucho mas que lo que hubieron españoles, aunque fué harto, del rescate de Atabaliba. Dijo Guaxcar cuando lo mataban: «Yo he reinado poco, y menos reinará el traidor de mi hermano, ca le matarán como me mata.

téfescía como tierra de su herencia. Guarcar, que dellò faré presto sabidor, envio alla un caballero por la posta á rogar a su hermano que no alterase la tierra, y qué.. le diese los orejones y eriados de su padre; y á los ca nares, que así se Hamaban los de allí, guardasen la fe Y obediencia que dada le tenian. El caballero retuvo los cañares en obediencía, y comb vió en armas á los de Quito, envió á pedir á Guaxcar dos mil orejones para reprimir y castigar los rebeldes; y en viniendo, se jun taron con él todos los cañates, chaparras y paltas que vecinos eran. Atabaliba, que lo supo, fué luego sobre ellos con ejército, pensando estorbar ó deshacer aquella junta. Requirióles antes de la batalla que le dejasen libre la tierra que por herencia y testamento de su pu→ dre poseia; y como ellos respondieron ser de Guaxcar universal heredero de Guainacapa, diólés batalla. Perdióla, y fué présó en la puente de Tumebamba yendo de huida. Otros dicen que Guaxcar movió la guerra, y que duró la pelea tres días, en los cuales murieron muchos de ambas partes, y á la fin Atabaliba fué preso; por cus ya prision y vitoria hicieron los orejones del Cuzco alegrías y grandes borracherias. Atabaliba entonces, como era de noche, rompió una gruesa pared con una barra de plata y cobre que cierta mujer le dió, y fuése al Quito sin que los enemigos lo sintiesen. Convocó sus vasallos, hízoles un gran razonamiento, persuadiéndolos á su venganza; díjoles que el sol le habia convertido en culebra para salir de prision por un agujeruelo de la cámara donde lo tenían cerrado, y prometido vitoria si guerra diese. Ellos, ó porque les paresció milagro 6 porque lo amában, respondieron que muy prestos estaban á seguirle; y así, allegó un muy buen ejército, con el cual volvió á los enemigos y los venció una y mas veces, con tanta matanza de gentes, que aun hoy dia hay grandes montones de huesos de los que allí murieron. Entonces metió á cuchillo sesenta mil personas de los cañares, yasoló á Tumebamba, pueblo grande, rico y hermoso, que junto á tres caudales ríos estaba; con lo cual le cobraron todos miedo, y él ánimo de ser inga en cuantas tierras su padre tuvo. Comenzó luego á guerrear la tierra de su hermano; destruia y mataba á los que se le defendian, y á los que se le rendian daba muchas franquezas y el despojo de los muertos. Por esta libertad lo seguian unos y por la crueldad otros; y así, con

Las guerras y diferencias entre Guaxcar y Atabaliba. Guaxcar, que soga de oro significa, reinó pacíficamente por muerte de Guaynacapa, cuyo hijo mayor y legítimo era, en el Cuzco y todos los señoríos del padre, que muchos eran y grandes, excepto en el Quito, que de Atabaliba era. Mas no le duró mucho aquella paz, porque Atabaliba ocupó á Tumebamba, provincia rica de minas y al Quito vecina, diciendo que le per

cion que la de Puna, donde, segun ya conté, fué herido. Envió muy gran ejército con Quizquiz y Calicuchama, sabios, valientes y amigos suyos, contra Guaxcar, que del Cuzco venia con innumerable hueste. Cuando entrambos ejércitos cerca estuvieron, quisieron los capitanes de Atabaliba tomar los enemigos por través, y apartáronse del camino real. Guaxcar, que poco entendia de guerra, se desvió á caza, dejando ir su ejército adelante por hacia donde caminaban los contrarios, sin echar corredores ni pensar en peligro ninguno, y topó con el campo contrario en parte que huir no pudo. Pelearon él y ochocientos hombres que llevaba hasta ser rodeado de los enemigos y presos. Apenas eran rendidos, cuando á mas andar venian á socorrellos; y eran tantos, que ligeramente lo libraran matando á los de Atabaliba, si Calicuchama y Quizquiz no los engaña

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ran diciendo estuviesen quedos, si no, que matariana | pensaba; ca Filipillo, lengua, se enamoré y amigó de Guaxcar; y pusiéronse á ello. Entonces temió él, y mandéles soltar las armas y llegar á consejo veinte señores y capitanes los mas principales de su ejército á dar medio entre él y su hermano, pues lo querian, aunque fingidamente, aquellos dos capitanes; los cuales descabezaron en llegando á los veinte, y dijeron que otro tanto harian á Guaxcar si no se iban cada uno a su casa. Con esta crueldad y amenaza se deshizo el ejército, y quedó Guaxcar preso y solo en poder de Quizquiz y Ca licuchama, que lo mataron, como dicho habemos, por mandado de Atabaliba.

Repartimiento de oro y plata de Atabaliba.

Dende á muchos dias que Atabaliba fué preso, dieron prisa los españoles que lo prendieron á la reparticion de su despojo y rescate, aunque no era tanto cuanto prometiera, queriendo luego cada uno su parte; ca temian no se levantasen los indios y se lo quitasen, y aun los matasen sobrello. No querian asimesmo esperar que cargasen mas españoles antes de repartillo. Francisco Pizarro hizo pesar el oro y plata; después de quilatado, hallaron cincuenta y dos mil marcos de plata y un miIlon y trecientos y veinte y seis mil y quinientos pesos deoro; suma y riqueza nunca vista en uno. Cupo al Rey, de su quinto, cerquita de cuatrocientos mil pesos. Cupieron á cada español de caballo ocho mil y novecientos pesos de oro y trecientos y setenta marcos de plata; á cada peon cuatro mil y cuatrocientos y cincuenta pesos de oro y ciento y ochenta marcos de plata; á los capitanes á treinta y á cuarenta mil pesos. Francisco Pizarro hubo mas que ninguno, y como capitan general,

tomó del monton el tablon de oro que Atabaliba traia en su litera, que pesaba veinte y cinco mil castellanos. Nunca soldados enriquecieron tanto, tan breve ni tan sin peligro, ni jugaron tan largo; ca hubo muchos que perdieron su parte á los dados y dobladilla. Tambien se encarescieron las cosas con el mucho dinero, y llegaron á valer unas calzas de paño treinta pesos, unos borceguís otros tantos, una capa negra ciento, una mano de papel diez, un azumbre de vino veinte, y un caballo tres y cuatro, y aun cinco mil ducados; en el cual precio se anduvieron algunos años después. Tambien dió Pizarro á los que con Almagro vinieron, aunque no era obligado, á quinientos y á mil ducados, porque no se amotinasen; ca, segun se lo habian escripto, él y ellos venian con propósito de conquistar por sí aquella tierra, y hacerle cuanto mal y enojo y afrenta pudiesen; mas Almagro ahorcó al que tal escribió, y sabida la prision y riqueza de Atabaliba, se fué á Caxamalca y se juntó con Pizarro por haber su mitad, conforme á la capitulacion y compañía que tenian hecha, y estuvieron muy amigos y conformes, Envió Pizarro el quinto y relacion de todo al Emperador con Fernando Pizarro, su hermano; con el cual se vinieron á España muchos soldados ricos de veinte, treinta, cuarenta mil ducados; en fin, trajeron casi todo aquel oro de Atabaliba, é hinchieron la contratacion de Sevilla de dinero, y todo el mundo de fama y deseo.

Muerte de Atabaliba.

Urdióse la muerte de Atabaliba por donde menos

una de sus mujeres, por casar con ella si él muria. Dijo á Pizarro y á otros que Atabaliba juntaba de se creto gente, para matar los cristianos y librarse. Como esto se comenzó á sonruir entre los españoles, comenzaron ellos á creerlo; y unos decian que lo matasen para seguridad de sus vidas y de aquellos reinos; otros que lo enviasen al Emperador, y no matasen tan gran príncipe, aunque culpa tuviese. Esto fuera mejor; mashicieron lo otro, á instancia, segun muchos cuentan, de los que Almagro llevó; los cuales pensaban, ó se'lo decian, que mientras Atabaliba viviese, no ternian par te en oro ninguno, hasta hinchir la medida de su res cate. Pizarro, en fin, determinó matarlo, por quitarse de cuidado, y pensando que muerto ternian menos que hacer en ganar la tierra. Hizole proceso sobre la muerte de Guaxcar, rey de aquellas tierras, y probósele tambien que procuraba matar los españoles. Mas esto fué maldad de Filipillo, que declaraba los dichos de los indios que por testigos tomaban, como se le antojaba, no habiendo español que lo mirase ni entendiese. Atabaliba negó siempre aquello, diciendo que no cabia en razon tratar él tal cosa, pues no podria salir con ella vivo por las muchas guardas y prisiones que tenia; amenazó á Filipillo, y rogó que no le creyesen. Cuando la sentencia oyó, se quejó mucho de Francisco Pizarro, que habiéndole prometido de soltarlo por rescate, lo mataba; rogóle que lo enviase á España, y que no ensangrentase sus manos y fama en quien jamás le ofendió, y lo habia hecho rico. Cuando le llevaban á justiciar pidió el baptismo por consejo de los que lo iban consolando; que otramente vivo lo quemaran; baptizáronto, y ahogáronlo á un palo atado; enterráronle á nuestra usanza entre otros cristianos con pompa; puso luto Pizarro, é hízole honradas obsequias. No hay que reprehender á los que le mataron, pues el tiempo y sus pecados los castigaron después; ca todos ellos acabaron mal, como en el proceso de su historia veréis. Murió Atabaliba con esfuerzo, y mandó llevar su cuerpo al Quito, donde los reyes, sus antepasados por su madre, estaban. Si de corazon pidió el baptismo, dichoso él, y si no, pagó las muertes que habia hecho. Era bien dispuesto, sabio, animoso, franco y muy limpio y bien traido; tuvo muchas mujeres, y dejó algunos hijos. Usurpó mucha tierra á su hermano Guaxcar; mas nunca se puso la borla hasta que lo tuvo preso; ni escupía en el suelo, sino en la mano de una señora muy principal, por majestad. Los indios se maravillaron de su temprana muerte, y loaban á Guaxcar por hijo del sol, acordándose cómo adevinara cuán presto habia de ser muerto Atabaliba, que matarlo mandaba.

Linaje de Atabaliba.

Los hombres mas nobles, ricos y poderosos de todas las tierras que llamamos Perú, son los ingas; los cuales siempre andan trasquilados y con grandes cercillos en las orejas, y no los traen colgados, sino engeridos dentro de tal manera, que se les engrandan, y por esto los llaman los nuestros orejones. Su naturaleza fué de Tiquicaca, que es una laguna en el Collao, cuarenta leguas del Cuzco, la cual quiere decir isla de plomo; ca de muchas

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