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HISTORIA GENERAL

DE ESPANA

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HISTORIA GENERAL

L. 13m 342

DE ESPAÑA

DESDE LOS TIEMPOS PRIMITIVOS HASTA LA MUERTE DE FERNANDO VII

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ES PROPIEDAD DE LOS EDITORES

DISCURSO PRELIMINAR

H

llamamos siglos: y al través de estas desapariciones, de estas muertes, y de estas mudanzas, una sola cosa permanece en pié, que marchando por encima de todas las generaciones y de todas las edades, camina constantemente hácia su perfeccion. Esta es la gran familia humana. «Todos los hombres, dijo ya Pascal, durante el curso de tantos siglos pueden ser considerados como un mismo hombre que subsiste siempre, y que siempre está aprendiendo.» Gigante inmortal, que camina dejando tras sí las huellas de lo pasado, con un pié en lo presente, y levantando el otro hácia lo futuro. Esta es la humanidad, y la vida de la humanidad es su historia.

La humanidad vive, la sociedad marcha, los pueblos sufren | dad nueva. Pasan esos eslabones de la cadena del tiempo que cambios y vicisitudes, los individuos obran. ¿Quién los impulsa? ¿Es la fatalidad? ¿Hemos de suponer la sociedad humana abandonada al acaso, ó regida solo por leyes físicas y necesarias, por las fuerzas ciegas de la naturaleza, sin guia, sin objeto, sin un fin noble y digno de tan gran creacion? Esto, sobre arrancar al hombre toda idea consoladora, sobre secar la fuente de toda noble aspiracion, sobre esterilizar hasta la virtud mas fundamental de nuestra existencia, la esperanza, equivaldria á suprimir todo principio de moralidad y de justicia, de bien y de mal, de premio y de castigo; seria hacer de la sociedad una máquina movida por resortes materiales y ocultos. Referiríamos impasibles los hechos, y nos dispensaríamos del sentimiento y de la reflexion. Veríamos morir sin amor y sin lágrimas al inocente, y contaríamos sin indignacion los crímenes del malvado; mejor dicho, no habria ni criminales ni inocentes; unos y otros habrian sido arrastrados por las leyes inexorables de su respectivo destino; no habrian tenido libertad. Desechemos el sombrío sistema del fatalismo; concedamos mas dignidad al hombre, y mas altos fines al gran pensamiento de la creacion.

Por fortuna hay otro principio mas alto, mas noble, mas consolador, á que recurrir para explicar la marcha general de las sociedades: la Providencia, que algunos, no pudiendo comprenderla, han confundido con el fatalismo. Aun suponiendo que los libros santos no nos hubieran revelado esa Providencia que guia al universo en su majestuosa marcha por las inmensidades del tiempo y del espacio, nada mejor que la historia pudiera hacerla adivinar, enseñándonos á reconocerla por ese encadenamiento de sucesos con que el género humano va marchando hacia el fin á que ha sido destinado por el que le dió el primer impulso y le conduce en su carrera. Dado que el órden providencial fuera tan inexplicable como el fatalismo, le preferiríamos, siquiera fuese solamente por los consuelos que derrama en el corazon del hombre la santidad de sus fines. El que trazó sus órbitas á los planetas, no podia haber dejado á la humanidad entregada á un impulso ciego.

Creemos, pues, con Vico en la direccion y el órden providencial, y admitimos además con Bossuet la progresiva tendencia de la humanidad hácia su perfeccionamiento; y que este compuesto admirable de pueblos y de naciones diferentes, de familias y de individuos, va haciendo su carrera por el espacio inmenso de los siglos, aunque á las veces parezca hacer alto, á las veces parezca retroceder, hasta cumplir el término de la vida: es una pirámide cuya base toca en la tierra, y cuya cúspide se remonta á los cielos.

Hé aquí los dos grandes y luminosos fanales que nos han guiado en nuestra historia. De está escala de Jacob procuramos servirnos para subir de los hechos á la explicacion del principio, y para descender alternativamente á la comprobacion del principio por la aplicacion de los sucesos.

En esta marcha majestuosa, los individuos mueren y se renuevan como las plantas; las familias desaparecen para renovarse tambien; las sociedades se trasforman, y de las ruinas de una sociedad que ha perecido nace y se levanta otra socieTOMO I

Como en todo compuesto, así en este gigantesco conjunto cada parte que le compone tiene una funcion propia que desempeñar. Cada individuo, cada familia, cada pueblo, cada nacion, cada sociedad ha recibido su especial mision, como cada edad, cada siglo, cada generacion tiene su índole, su carácter, su fisonomía, todo en relacion á la vida universal de la humanidad. ¿Cómo concurre cada una de estas partes á la vida y perfeccion de la gran sociedad humana? No es fácil ciertamente penetrar todas las armonías del universo. Entre muchas relaciones que se comprenden, escápanse otras infinitas á la sagacidad del entendimiento humano. Á veces un acontecimiento grande, ruidoso, universal, revela á las naciones que á él han cooperado el objeto y fin de su marcha anterior, hasta entonces de ellas mismas desconocido. No extrañamos que esto fuese ignorado de los antiguos, porque faltaban las lecciones prácticas de los grandes ejemplos; pero hoy la humanidad ha vivido ya mucho, ha salido de su menor edad, ha visto y sufrido muchas trasformaciones, y ha podido apercibirse de su destino, y aprender en lo conocido las conexiones secretas de lo que le resta por conocer. Pongamos un ejemplo.

Una generacion antigua, dividida en grupos de naciones, avanzaba hácia un fin que conocia solo el que guiaba secretamente el movimiento, al modo que las legiones de un gran ejército concurren á un punto dado por caminos y direcciones diferentes para encontrarse reunidas en un mismo dia, sin que nadie penetre el objeto sino el general en jefe que ha dispuesto aquella combinacion de evoluciones. Ocurrió la proclamacion del cristianismo en las naciones del mundo Ꭹ la gran catástrofe de la caida del imperio romano. Y entonces pudieron conocer los pueblos de la antigüedad que todos habian contribuido sin saberlo á aquella grande obra de la regeneracion humana. Entonces pudo penetrar el filósofo que no en vano la Providencia habia colocado la cabeza de aquel imperio en el centro del Mediterráneo, que no en vano habia dotado al pueblo-rey de aquel espíritu incansable de conquista; porque era necesario un poder, que poniendo en comunicacion todos los territorios, todas las naciones mediterráneas, conquistador primero y civilizador despues, difundiera por todas aquellas regiones un mismo lenguaje, una misma religion, un mismo derecho. Necesario era que se desplomara aquel grande imperio al soplo del cristianismo; necesario era que la Italia, las Galias, la España, el Africa, la Grecia, el Asia menor, la

I

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