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COMENTARIOS

DE

ALVAR NUÑEZ CABEZA DE VACA,

ADELANTADO Y GOBERNADOR DEL RIO DE LA PLATA.

CAPITULO PRIMERO.

De los comentarios de Alvar Nuñez Cabeza de Vaca.

Después que Dios nuestro Señor fué servido de sacar á Alvar Nuñez Cabeza de Vaca del captiverio y trabajos que tuvo diez años en la Florida, vino á estos reinos en el año del Señor de 1537, donde estuvo hasta el año de 40, en el cual vinieron á esta corte de su majestad personas del rio de la Plata á dar cuenta á su majestad del suceso de la armada que allí habia enviado don Pedro de Mendoza, y de los trabajos en que estaban los que de ellos escaparon, y á le suplicar fuese servido de los proveer y socorrer, antes que todos peresciesen (porque ya quedaban pocos de ellos). Y sabido por su majestad, mandó que se tomase cierto asiento y capitulacion con Alvar Nuñez Cabeza de Vaca, para que fuese á socorrellos; el cual asiento y capitulacion se efectuó, mediante que el dicho Cabeza de Vaca se ofresció de los ir á socorrer, y que gastaria en la jornada y socorro que así habia de hacer en caballos, armas, ropas y bastimentos y otras cosas, ocho mil ducados, y por la capitulacion y asiento que con su majestad tomó, le hizo merced de la gobernacion y de la capitanía general de aquella tierra y provincia, con título de adelantado de ella; y asimesmo le hizo merced del dozavo "de todo lo que en la tierra y provincia se hobiese y lo que en ella entrase y saliese, con tanto que el dicho Alvar Nuñez gastase en la jornada los dichos ocho mil ducados; y así, él, en cumplimiento del asiento que con su majestad se hizo, se partió luego á Sevilla, para poner en obra lo capitulado y proveerse para el dicho socorro y armada; y para ello mercó dos naos y una carabela para con otra que le esperaba en Canaria; la una nao de estas era nueva del primer viaje, y era de trecientos y cincuenta toneles, y la otra era de ciento y cincuenta; los cuales navíos aderezó muy bien y pro

veyó de muchos bastimentos y pilotos y marineros, y hizo cuatrocientos soldados bien aderezados, cual convenia para el socorro; y todos los que se ofrecieron á ir en la jornada llevaron las armas dobladas. Estuvo en mercar y proveer los navíos desde el mes de mayo hasta en fin de septiembre, y estuvieron prestos para poder navegar, y con tiempos contrarios estuvo detenido en la ciudad de Cádiz desde en fin de septiembre hasta 2 de noviembre, que se embarcó y hizo su viaje, y en nueve dias llegó á la isla de la Palma, á do desembarcó con toda la gente, y estuvo allí veinte y cinco dias esperando tiempo para seguir su camino, y al cabo de ellos se embarcó para Cabo-Verde, y en el camino la nao capitana hizo un agua muy grande, y fué tal, que subió dentro en el navío doce palmos en alto, y se mojaron y perdieron mas de quinientos quintales de bizcocho, y se perdió mucho aceite y otros bastimentos; lo cual los puso en mucho trabajo; y así, fueron con ella dando siempre á la bomba de dia y de noche, hasta que llegaron á la isla de Santiago (que es una de las islas de Cabo-Verde), y allí desembarcaron y sacaron los caballos en tierra, porque se refrescasen y descansasen del trabajo que hasta allí habian traido y tambien porque se habia de descargar la nao para remediar el agua que hacia; y descargada, el maestre de ella la estanc (porque era el mejor buzo que habia en España). Vinieron desde la Palma hasta esta isla de Cabo-Verde en diez dias; que hay de la una á la otra trecientas leguas. En esta isla hay muy mal puerto, porque á do surgen y echan las anclas hay abajo muchas peñas, las cuales roen los cabos que llevan atadas las anclas, y cuando las van á sacar quédanse allá las anclas; y por esto dicen los marineros que aquel puerto tiene muchos ratones, porque les roen los cabos que llevan las anclas; y por esto es muy peligroso puerto para los navíos que allí están, si les toma alguna tormenta. Esta isla es vi

ciosa y muy enferma de verano; tanto, que la mayor parte de los que allí desembarcan se mueren en pocos dias que allí estén; y el armada estuvo allí veinte y cinco dias, en los cuales no se murió ningun hombre de ella, y de esto se espantaron los de la tierra, y lo tuvieron por gran maravilla; y los vecinos de aquella isla les hicieron muy buen acogimiento, y ella es muy rica y tiene muchos doblones mas que reales, los cuales les dan los que van á mercar los negros para las Indias, y les daban cada doblon por veinte reales.

CAPITULO II.

De cómo partimos de la isla de Cabo-Verde. Remediada el agua de la nao capitana, y proveidas las cosas necesarias de agua y carne y otras cosas, nos embarcamos en seguimiento de nuestro viaje, y pasamos la línea Equinocial; y yendo navegando requerió el maestre el agua que llevaba la nao capitana, y de cien botas que metió no halló mas de tres, y habiau de beber de ellas cuatrocientos hombres y treinta caballos. Y vista la necesidad tan grande, el Gobernador mandó que tomase la tierra, y fueron tres dias en demanda de ella; y al cuarto dia, un hora antes que amaneciese acaesció una cosa admirable, y porque no es fuera de propósito, la porné aquí, y es que yendo con los navios á dar en tierra en unas peñas muy altas, sin que lo viese ni sintiese ninguna persona de los que venian en los navíos, comenzó á cantar un grillo, el cual metió en la nao en Cádiz un soldado que venia malo con deseo de oir la música del grillo, y habia dos meses y medio que navegábamos y no lo habiamos oido ni sentido, de lo cual el que lo metió venia muy enojado, y como aquella mañana sintió la tierra, comenzó á cantar, y á la música de él recordó toda la gente de la nao y vieron las peñas, que estaban un tiro de ballesta de la nao, y comenzaron á dar voces para que echasen anclas, porque íbamos al través á dar en las peñas; y así, las echaron, y fueron causa que no nos perdiésemos; que es cierto, si el grillo no cantara nos ahogáramos cuatrocientos hombres y treinta caballos; y entre todos se tuvo por milagro que Dios hizo por nosotros; y de alí en adelante, yendo navegando por mas de cien leguas por luengo de costa, siempre todas las noches el grillo nos daba su música; y así, con ella llegó el armada á un puerto que se llamaba la Cananea, que está pasado el Cabo Frio, que estará en veinte y cuatro grados de altura. Es buen puerto; tiene unas islas á la boca de él; es limpio, y tiene once brazas de hondo. Aquí tomó el Gobernador la posesion de él por su majestad; y después de tomada, partió de allí, y pasó por el rio y bahía que dicen de San Francisco, el cual está veinte y cinco leguas de la Cananea, y de allí fué el armada á desembarcar en la isla de Santa Catalina, que está veinte y cinco leguas del rio de San Francisco, y llegó á la isla de Santa Catalina con hartos trabajos y fortunas que por el camino pasó, y llegó allí á 29 dias del mes de marzo de 1541. Está la isla de Santa Catalina en veinte y ocho grados de altura escasos.

CAPITULO III.

Que trata de cómo el Gobernador llegó con su armada á la isla de Santa Catalina, que es en el Brasil, y desembarcó allí con su armada.

Llegado que hobo el Gobernador con su armada á la isla de Santa Catalina, mandó desembarcar toda la gente que consigo llevaba, y veinte y seis caballos que escaparon de la mar, de los cuarenta y seis que en España embarcó, para que en tierra se reformasen de los trabajos que habian recebido con la larga navegacion, y para tomar lengua y informarse de los indios naturales de aquella tierra, porque por ventura acaso podrian saber del estado en que estaba la gente española que iban á socorrer, que residia en la provincia del Rio de la Plata; y dió á entender á los indios cómo iba por mandado de su majestad á hacer el socorro, y tomó posesion de ella en nombre y por su majestad, y asimismo del puerto que se dice de la Cananea, que está en la costa del Brasil, en veinte y cinco grados, poco mas ó menos. Está este puerto cincuenta leguas de la isla de Santa Catalina; y en todo el tiempo que el Gobernador estuvo en la isla, á los indios naturales de ella y de otras partes de la costa del Brasil (vasallos de su majestad) les hizo muy buenos tratamientos; y de estos indios tuvo aviso cómo catorce leguas de la isla, donde dicen el Biaza, estaban dos frailes franciscos, llamados el uno fray Bernaldo de Armenta, natural de Córdoba, y ctro fray Alonso Lebron, natural de la Gran Canaria; y dende á pocos dias estos frailes se vinieron donde el Gobernador y su gente estaban muy escandalizados y atemorizados de los indios de la tierra, que los querian matar, á causa de haberles quemado ciertas casas de indios, y por razon de ello habian muerto á dos cristianos que en aquella tierra vivian; y bien informado el Gobernador del caso, procuró sosegar y pacificar los indios, y recogió los frailes, y puso paz entre ellos, y les encargó á los frailes tuviesen cargo de doctrinar los indios de aquella tierra y isla.

CAPITULO IV.

De cómo vinieron nueve cristianos á la isla.

Y prosiguiendo el Gobernador en el socorro de los españoles, por el mes de mayo del año de 1541 envió una carabela con Felipe de Cáceres, contador de vuestra majestad, para que entrase por el rio que dicen de la Plata á visitar el pueblo que don Pedro de Mendoza alli fundó, que se llama Buenos-Aires; y porque á aquella sazon era invierno y tiempo contrario para la navegacion del rio, no pudo entrar, y se volvió á la isla de Santa Catalina, donde estaba el Gobernador, y allí vinieron nueve cristianos españoles, los cuales vinieron en un batel huyendo del pueblo de Buenos-Aires, por los malos tratamientos que les hacian los capitanes que residian en la provincia, de los cuales se informó del estado en que estaban los españoles que en aquella tierra residian, y le dijeron que el pueblo de BuenosAires estaba poblado y reformado de gente y bastimentos, y que Juan de Ayolas, á quien don Pedro de Mendoza habia enviado á descubrir la tierra y poblaciones de aquella provincia, al tiempo que volvia del descubrimiento, viniéndose á recoger á ciertos bergantines

el

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que habia dejado en el puerto que puso por nombre de la Candelaria, que es en el rio del Paraguay, de una generacion de indios que viven en el dicho rio, que se İlaman payaguos, le mataron á él y á todos los cristianos, con otros muchos indios que traia de la tierra adentro con las cargas, de la generacion de unos indios que se llaman chameses; y que de todos los cristianos y indios habia escapado un mozo de la generacion de los chameses, á causa de no haber hallado en el dicho puerto de la Candelaria los bergantines que allí habia dejado que le aguardasen hasta el tiempo de su vuelta, segun lo habia mandado y encargado á un Domingo de Irala, vizcaíno, á quien dejó por capitan en ellos; el cual, antes de ser vuelto el dicho Juan de Ayolas, se habia retirado, y desamparado el puerto de la Candelaria; por manera que por no los hallar el dicho Juan de Ayolas para recogerse en él, los indios los habian desbaratado y muerto á todos, por culpa del dicho Domingo de Irala, vizcaíno, capitan de los bergantines; yasimismo le dijeron y hicieron saber cómo en la ribera del rio del Paraguay, ciento y veinte leguas mas bajo del puerto de la Candelaria, estaba hecho y asentado un pueblo, que se llama la ciudad de la Ascension, en amistad y concordia de una generacion de indios que se llaman carios, donde residia la mayor parte de la gente española que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos-Aires, que es en el rio del Paraná, estaban hasta setenta cristianos; dende el cual puerto hasta la ciudad de la Ascension, que es en el rio del Paraguay, habia trecientas y cincuenta leguas por el rio arriba, de muy trabajosa navegacion; y que estaba por teniente de gobernador en la tierra y provincia Domingo de Irala, vizcaíno, por quien suscedió la muerte y perdicion de Juan de Ayolas y de todos los cristianos que consigo llevó; y tambien le dijeron y informaron que Domingo de Irala dende la ciudad de la Ascension habia subido por el rio del Paraguay arriba con ciertos bergantines y gentes, diciendo que iba á buscar y dar socorro á Juan de Ayolas, y habia entrado por tierra muy trabajosa de aguas y ciénagas, á ĉuya causa no habia podido entrar por la tierra adentro, y se habia vuelto y habia tomado presos seis indios de la generacion de los payaguos, que fueron los que mataron á Juan de Ayolas y cristianos; de los cuales prisioneros se informó y certificó de la muerte de Juan de Ayolas y cristianos, y cómo al tiempo habia venido á su poder un indio chane, llamado Gonzalo, que escapó cuando matar on á los de su generacion y cristianos que venian con ellos con las cargas, el cual estaba en poder de los indios payaguos captivo; y Domingo de Irala se retiró de la entrada, en la cual se le murieron sesenta cristianos de enfermedad y malos tratamientos; y otrosí, que los oficiales de su majestad que en la tierra y provincia residian habian hecho y hacian muy grandes agravios á los españoles pobladores y conquistadores, y á los indios naturales de la dicha provincia, vasallos de su majestad; de que estaban muy descontentos y desasosegados; y que por esta causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habian hurtado un ba-* tel en el puerto de Buenos-Aires, y se habian venido huyendo, con intencion y propósito de dar aviso á su❘

majestad de todo lo que pasaba en la tierra y provincia; á los cuales nueve cristianos, porque venian desnudos, el Gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo á la provincia, por ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos habia un piloto para la navegacion del rio.

CAPITULO V.

De cómo el Gobernador dió priesa á su camino. El Gobernador, habida relacion de los nueve cristianos, le paresció que para con mayor brevedad socorrer á los que estaban en la ciudad de la Ascension y á los que residian en el puerto de Buenos-Aires, debia buscar camino por la Tierra-Firme desde la isla, para poder entrar por él á las partes y lugares ya dichos, do estaban los cristianos, y que por la mar podrian ir los navíos al puerto de Buenos-Aires, y contra la voluntad y parescer del contador Felipe de Cáceres y del piloto Antonio Lopez, que querian que fuera con toda el armada al puerto de Buenos-Aires, dende la isla de Santa Catalina envió al factor Pedro Dorantes á descubrir y buscar camino por la Tierra-Firme y porque se descubriese aquella tierra; en el cual descubrimiento le mataron al rey de Portugal mucha gente los indios naturales; el cual dicho Pedro Dorantes, por mandado del Gobernador, partió con ciertos cristianos españoles y indios, que fueron con él para le guiar y acompañar en el descubrimiento. A cabo de tres meses y medio que el factor Pedro Dorantes hobo partido á descubrir la tierra, volvió á la isla de Santa Cataliņa, donde el Gobernador le quedaba esperando; y entre otras cosas de su relacion dijo que, habiendo atravesado grandes sierras y montañas y tierra muy despoblada, habia llegado á do dicen el Campo, que dende allí comienza la tierra poblada, y que los naturales de la isla dijeron que era mas segura y cercana la entrada para llegar á la tierra poblada por un rio arriba, que se dice Itabucu, que está en la punta de la isla, á diez y ocho ó veinte leguas del puerto. Sabido esto por el Gobernador, luego envió á ver y descubrir el rio y la tierra firme de él por donde habia de ir caminando; el cual visto y sabido, determinó de hacer por allí la entrada, así para descubrir aquella tierra que no se habia visto ni descubierto, como por socorrer mas brevemente á la gente española que estaba en la provincia; y así, acordado de hacer por allí la entrada, los frailes fray Bernardo de Armenta y fray Alonso Lebron, su compañero, habiéndoles dicho el Gobernador que se quedasen en la tierra y isla de Santa Catalina á enseñar y doctrinar los indios naturales y á reformar y sostener los que habian baptizado, no lo quisieron hacer, poniendo por excusa que se querian ir en su compañía del Gobernador, para residir en la ciudad de la Ascension, donde estaban los españoles que iba á socorrer.

CAPITULO VI.

De cómo el Gobernador y su gente comenzaron á caminar por la tierra adentro.

Estando bien informado el Gobernador por dó habia de hacer la entrada para descubrir la tierra y socorrer los españoles, bien pertrechado de cosas necesarias pa

ra hacer la jornada, á 18 dias del mes de octubre del dicho año mandó embarcar la gente que con él habia de ir al descubrimiento, con los veinte y seis caballos y yeguas que habían escapado en la navegacion dicha; los cuales mandó pasar al rio de Itabucu, y lo sojuzgó, y tomó la posesion de él en nombre de su majestad, como tierra que nuevamente descubría, y dejó en la isla de Santa Catalina ciento y cuarenta personas para que se embarcasen y fuesen por la mar al rio de la Plata, donde estaba el puerto de Buenos-Aires, y mandó á Pedro Estopiñan Cabeza de Vaca, á quien dejó allí por capitan de la dicha gente, que antes que partiese de la isla forneciese y cargase la nao de bastimentos, ansí para la gente que llevaba como para la que estaba en el puerto de Buenos-Aires; y á los indios naturales de la isla, antes que de ella partiese les dió muchas cosas porque quedasen contentos, y de su voluntad se ofrescieron cierta cantidad de ellos á ir en compañía del Gobernador y su gente, así para enseñar el camino como para otras cosas necesarias, en que aprovechó harto su ayuda; y ansí, á 2 dias del mes de noviembre del dicho año el Gobernador mandó á toda la gente que, demás del bastimento que los indios llevaban, cada uno tomase lo que pudiese llevar para el camino; y el mismo dia el Gobernador comenzó á caminar con docientos y cincuenta hombres arcabuceros y ballesteros, muy diestros en las armas, y veinte y seis de caballo y los dos frailes franciscos y los indios de la isla, y envió la nao á la isla de Santa Catalina para que Pedro de Estopiñan Cabeza de Vaca desembarcase, y fuesen con la gente al puerto de Buenos-Aires; y así, el Gobernador fué caminando por la tierra adentro, donde pasó grandes trabajos, y la gente que consigo llevaba, y en diez y nueve dias atravesaron grandes montañas, haciendo grandes talas y cortes en los montes y bosques, abriendo caminos por donde la gente y caballos pudiesen pasar, porque todo era tierra despoblada; y á cabo de los dichos diez y nueve dias, teniendo acabados los bastimentos que sacaron cuando empezaron á marchar, y no teniendo de comer, plugo á Dios que sin se perder ninguna persona de la hueste descubrieron las primeras poblaciones que dicen del Campo, donde hallaron ciertos lugares de indios, que el señor y principal habia por pombre Añiriri, y á una jornada de este pueblo estaba otro, donde habia otro señor y principal que habia por nombre Cipoyay, y adelante de este pueblo estaba otro pueblo de indios, cuyo señor y principal dijo llamarse Tocanguanzu; y como supieron los indios de estos pueblos de la venida del Gobernador y gente que consigo iba, lo salieron á recebir al camino, cargados con muchos bastimentos, muy alegres, mostrando gran placer con su venida; á los cuales el Gobernador recebió con gran placer y amor; y demás de pagarles el precio que valian, á los indios principales de los pueblos les dió graciosamente y hizo mercedes de muchas camisas y otros rescates, de que se tuvieron por contentos. Esta es una gente y generacion que se llaman guaranies; son labradores, que siembran dos veces en el año maíz, y asimismo siembran cazabi, crian gallinas á la manera de nuestra España, y patos; tienen en sus casas muchos papagayos, y tienen ocupada muy gran tierra, y todo es una

legua; los cuales comen carne humana, así de indios sus enemigos, con quien tienen guerra, como de cristianos, y aun ellos mismos se comen unos á otros. Es gente muy amiga de guerras, y siempre las tienen y procuran, y es gente muy vengativa; de los cuales pueblos, en nombre de su majestad, el Gobernador tomó la posesion, como tierra nuevamente descubierta, y la intituló y puso por nombre la provincia de Vera, como paresce por los autos de la posesion que pasaron porante Juan de Araoz, escribano de su majestad; y hecho esto, á los 29 de noviembre partió el Gobernador y su gente del lugar de Tocanguanzu, y caminando á dos jornadas, á 1.o dia del mes de diciembre llegó á un rio que los indios llaman Iguazu, que quiere decir agua grande: aquí tomaron los pilotos el altura.

CAPITULO VII.

Que trata de lo que pasó el Gobernador y su gente por el camino, y de la manera de la tierra.

De aqueste rio llamado Iguazu el Gobernador y su gente pasaron adelante descubriendo tierra, y á 3 dias del mes de diciembre llegaron á un rio que los indios llaman Tibagi. Es un rio enladrillado de losas grandes, solado, puestas en tanta órden y concierto como si á mano se hobieran puesto. En pasar de la otra parte de este rio se recebió gran trabajo, porque la gente y caballos resbalaban por las piedras y no se podian tener sobre los piés, y tomaron por remedio pasar asidos unos á otros; y aunque el rio no era muy hondable, corria el agua con gran furia y fuerza. De dos leguas cerca de este rio vinieron los indios con mucho placer á traer á la hueste bastimentos para la gente; por manera que nunca les faltaba de comer, y aun á veces lo dejaban sobrado por los caminos. Lo cual causó dar el Gobernador á los indios tanto y ser con ellos tan largo, especialmente con los principales, que, demás de pagarles los mantenimientos que le traian, les daba graciosamente muchos rescates, y les hacia muchas mercedes y todo buen tratamiento; en tal manera, que corria la fama por la tierra y provincia, y todos los naturales perdian el temor y venian á ver y traer todo lo que tenian, y se lo pagaban, segun es dicho. Este mismo dia, estando cerca de otro lugar de indios que su principal señor se dijo llamar Tapapirazu, llegó un indio natural de la costa del Brasil, que se llamaba Miguel, nuevamente convertido; el cual venia de la ciudad de la Ascension, donde residian los españoles que iban á socor rer; el cual se venia á la costa del Brasil porque mucho tiempo que estaba con los españoles; con el cual se holgó mucho el Gobernador, porque de él fué bien informado del estado en que estaba la provincia y los españoles y naturales de ella, por el muy grande peligro en que estaban los españoles á causa de la muerte de Juan de Ayolas, como de otros capitanes y gente que los indios habian muerto; y habida relacion de este indio, de su propria voluntad quiso volverse en compañía del Gobernador á la ciudad de la Ascension, de donde él se venia, para guiar la gente y avisar del camino por donde habian de ir; y dende aquí el Gobernador mandó despedir y volver los indios que salieron de la isla de Santa Catalina en su compañía. Los cuales, así por

habia

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los buenos tratamientos que les hizo como por las muchas dádivas que les dió, se volvieron muy contentos y alegres.

Y porque la gente que en su compañía llevaba el Gobernador era falta de experiencia, porque no hiciesen daños ni agravios á los indios, mandóles que no contratasen ni comunicasen con ellos ni fuesen á sus casas y lugares, por ser tal su condicion de los indios, que de cualquier cosa se alteran y escandalizan, de donde podia resultar gran daño y desasosiego en toda la tierra; y asimesmo mandó que todas las personas que los entendian que traia en su compañía contratasen con los indios y les comprasen los bastimentos para toda la gente, todo á costa del Gobernador; y así, cada dia repartia entre la gente los bastimentos por su propria persona, y se los daba graciosamente sin interés alguno.

Era cosa muy de ver cuán temidos eran los caballos por todos los indios de aquella tierra y provincia, que del temor que les habian, les sacaban al camino para que comiesen muchos mantenimientos, gallinas y miel, diciendo que porque no se enojasen que ellos les darian muy bien de comer; y por los sosegar, que no desamparasen sus pueblos, asentaban el real muy apartado de ellos, y porque los cristianos no les hiciesen fuerzas ni agravios. Y con esta órden, y viendo que el Gobernador castigaba á quien en algo los enojaba, venian todos lon indios tan seguros con sus mujeres y hijos, que era cosa de ver; y de muy léjos venian cargados con mantenimientos solo por ver los cristianos y los caballos, como gente que nunca tal habia visto pasar por sus tierras.

Yendo caminando por la tierra y provincia el Gobernador y su gente, llegó á un pueblo de indios de la generacion de los guaranies, y salió el señor principal de este pueblo al camino con toda su gente, muy alegre á recebillo, y traian miel, patos y gallinas, y harina y maíz; y por lengua de los intérpretes les mandaba hablar y sosegar, agradesciéndoles su venida, pagándoles. lo que traian, de que recebia mucho contentamiento; y allende de esto, al principal de este pueblo, que se decia Pupebaje, mandó dar graciosamente algunos rescates de tijeras y cuchillos y otras cosas, y de allí pasaron prosiguiendo el camino, dejando los indios de este pueblo tan alegres y contentos, que de placer bailaban y cantaban por todo el pueblo.

A los 7 del mes de diciembre llegaron á un rio que los indios llaman Tacuari. Este es un rio que lleva buena cantidad de agua y tiene buena corriente; en la ribera del cual hallaron un pueblo de indios que su principal se llamaba Abangobi, y él y todos los indios de su pueblo, hasta las mujeres y niños, los salieron á recebir, mostrando grande placer con la venida del Gobernador y gente, y les trujeron al camino muchos bastimentos; los cuales se lo pagaron, segun lo acostumbraban. Toda esta gente es una generacion y hablan todos un lenguaje; y de este lugar pasaron adelante, dejando los naturales muy alegres y contentos; y así, iban luego de un lugar á otro á dar las nuevas del buen tratamiento que les hacian, y les enseñaban todo lo que les daban; de manera que todos los pueblos por donde habian de pasar los hallaban muy pacíficos, y los salian

á recebir á los caminos antes que llegasen á sus pueblos, cargados de bastimentos; los cuales se les pagaban á su contento, segun es dicho. Prosiguiendo el camino, á los 14 dias del mes de diciembre, habiendo pasado por algunos pueblos de indios de la generacion de los guaranies, donde fué bien recebido y proveido de los bastimentos que tenian, llegado el Gobernador y su gente á un pueblo de indios de la generacion que su principal se dijo llamar Tocangucir, aquí reposaron un dia porque la gente estaba fatigada, y el camino por do caminaron fué al oes norueste y á la cuarta del norueste; y en este lugar tomaron los pilotos el altura en veinte y cuatro grados y medio, apartados del Trópico un grado. Por todo el camino que se anduvo, después que entró en la provincia, en las poblaciones de ella es toda tierra muy alegre, de grandes campiñas, arboledas y muchas aguas de rios y fuentes, arroyos y muy buenas aguas delgadas; y en efecto es toda tierra muy aparejada para labrar y criar.

y

CAPITULO VIII.

De los trabajos que recebió en el camino el Gobernador y su gente, y la manera de los pinos y piñas de aquella tierra. Dende el lugar de Tugui fué caminando el Gobernador con su gente hasta los 19 dias del mes de diciembre sin hallar poblado ninguno, donde recebió gran trabajo en el caminar á causa de los muchos rios y malos pasos que habia; que para pasar la gente y caballos hobo dia que se hicieron diez y ocho puentes, así para los rios como para las ciénagas, que habia muchas y muy malas; y asimismo se pasaron grandes sierras y montañas muy ásperas y cerradas de arboledas de cañas muy gruesas, que tenian unas puas muy agudas y recias, y de otros árboles, que para poderlos pasar iban siempre delante veinte hombres cortando y haciendo el camino, y estuvo muchos dias en pasarlas, que por la maleza de ellas no vian el cielo; y el dicho dia, á 19 del dicho mes, llegaron á un lugar de indios de la generacion de los guaranies, los cuales, con su principal, hasta las mujeres y niños, mostrando mucho placer, los salieron á recebir al camino dos leguas del pueblo, donde trujeron muchos bastimentos de gallinas, patos y miel y batatas y otras frutas, y maíz y harina de piñones (que hacen muy gran cantidad de ella ), porque hay en aquella tierra muy grandes pinares, y son tan grandes los pinos, que cuatro hombres juntos, tendidos los brazos, no pueden abrazar uno, y muy altos y derechos, y son muy buenos para mástiles de naos y para carracas, segun su grandeza; las piñas son grandes, los piñones del tamaño de bellotas, la cáscara grande de ellos es como de castañas, difieren en el sabor á los de España; los indios los cogen y de ellos hacen gran cantidad de harina para su mantenimiento. Por aquella tierra hay muchos puercos monteses y monos que comen estos piñones de esta manera que los monos se suben encima de los pinos y se asen de la cola, y con las manos y piés derruecan muchas piñas en el suelo, y cuando tienen derribada mucha cantidad, abajan á comerlos; y muchas veces acontesce que los puercos monteses están aguardando que los monos derriben las piñas, y cuando las tienen derribadas, al trema que

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