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Sur á la del Norte, en la Tierra-Firme, pero no se ha hallado ni visto hasta agora; y el estrecho que hay, los que en aquellas partes habemos andado, mas creemos que debe ser de tierra que no de agua; porque en algunas partes es muy estrecha, y tanto, que los indios dicen que desde las montañas de la provincia de Esquegua y de Urraca, que están entre la una y la otra mar, puesto el hombre en las cumbres de ellas, si mira á la parte septentrional se ve el agua y mares del Norte, de la provincia de Veragua, y que mirando al opósito, á la parte austral ó del mediodía, se ve la mar y costa del Sur, y provincias que tocan en ella, de aquestos dos caciques ó señores de las dichas provincias de Urraca y Esquegna. Bien creo que si esto es así como los indios dicen, que de lo que hasta el presente se sabe, esto es lo mas estrecho de tierra; pero, segun dicen que es doblada de sierras y áspero, no lo tengo yo por el mejor camino ni tan breve como el que hay desde el puerto del Nombre de Dios, que está en la mar del Norte, hasta la nueva cibdad de Panamá, que está en la costa y á par del agua de la mar del Sur; el cual camino asimismo es muy áspero y de muchas sierras y cumbres muy dobladas, y de muchos valles y ríos, y bravas montañas y espesísimas arboledas, y tan dificultoso de andar, que sin mucho trabajo no se puede hacer; y algunos ponen por esta parte, de mar á mar, diez y ocho leguas, y yo las pongo por veinte buenas, no porque el camino pueda ser mas de lo que es dicho, pero porque es muy malo, segun de suso dije; el cual he yo andado dos veces á pié. E yo pongo desde el dicho puerto y villa del Nombre de Dios siete leguas hasta el cacique de Juanaga (que tambien se llama de Capira), y aun cuasi ocho leguas, y desde allí otro tanto hasta el rio de Chagre, y aun es mas camino el de aquesta segunda jornada; así que hasta allí las hago diez y seis leguas, y allí se acaba el mal camino; y desde allí á la puente Admirable hay dos leguas, y desde la dicha puente hay otras dos leguas hasta el puerto de Panamá. Así que son veinte por todas á mi parescer; y pues tantas leguas he andado peregrinando por el mundo, y tanto he visto de él, no es mucho que yo acierte en la tasa de tan corto camino, como el que he dicho que hay desde la mar del Norte á la del Sur.

Si, como en nuestro Señor se espera, para la Especería se halla navegacion para la traer al dicho puerto de Panamá, como es muy posible, Deo volente, desde allí se puede muy fácilmente pasar y traer á estotra mar del Norte, no obstante las dificultades que de suso dije de este camino, como hombre que muy bien le ha visto, y por sus piés dos veces andado el año de 1521 años; pero hay maravillosa disposicion y facilidad para se andar y pasar la dicha Especería por la forma que agora diré : desde Panamá hasta el dicho rio de Chagre hay cuatro leguas de muy buen camino, y que muy á placer le pueden andar carretas cargadas, porque aunque hay algunas subidas, son pequeñas, y tierra desocupada de arboleda, y llanos, y todo lo mas de estas cuatro leguas es raso; y llegadas las dichas carretas al dicho rio, allí se podria embarcar la dicha especería en barcas y pinazas; el cual rio sale á la mar del Norte, á cinco ó seis leguas debajo del dicho puerto del Nombre de Dios, y entra la mar á par de una isla pequeña, que se llama isla

de Bastimentos, donde hay muy buen puerto. Mire vuestra majestad qué maravillosa cosa y grande disposicion hay para lo que es dicho, que aqueste rio Chagre, naciendo á dos leguas de la mar del Sur, viene á meterse en la mar del Norte. Este rio corre muy recio, y es muy ancho y poderoso y hondable, y tan apropriado para lo que es dicho, que no se podria decir ni imaginar ni desear cosa semejante tan al propósito para el efecto que he dicho.

La puente Admirable ó Natural, que está á dos leguas del dicho rio y otras dos del dicho puerto de Panamá, y en la mitad del camino, es de esta manera: que al tiempo que á ella llegamos, sin sospecha de tal edificio ni la ver hasta que está el hombre encima de ella, yendo hacia la dicha Panamá, así como comienza la puente, mirando á la man derecha ve debajo de sí un rio, que desde donde el hombre tiene los piés hasta el agua hay dos lanzas de armas, ó mas, en hondo ó altura, y es pequeña agua, ó hasta la rodilla, la que puede llevar, y de treinta ó cuarenta pasos en ancho; el cual rio se va á meter en el otro rio de Chagre, que primero se dijo; y estando asimismo sobre la dicha puente, y mirando á la parte siniestra, está lleno de árboles y no se ve el agua; pero la puente está, en lo que se pasa, tan ancha como quince pasos, y es luenga hasta setenta ó ochenta ; y mirando á la parte por donde debajo de ella pasa el agua, está hecho un arco de piedra y peña viva natural, que es cosa mucho de ver, y para maravillarse todos los hombres del mundo de este edificio hecho por la mano de aquel soberano Hacedor del universo. Así que, tornando al propósito de la dicha especería, digo que cuando á nuestro Señor le plega que en ventura de vuestra majestad se halle por aquella parte y se navegue hasta la conducir á la dicha costa y puerto de Panamá, y de alli se traya, segun es dicho, por tierra y en carros hasta el rio de Chagre, y desde allí, por él se ponga en estotra mar del Norte, donde es dicho, y de allí en España, mas de siete mil leguas de navegacion se ganarán, y con mucho menos peligro de como al presente se navega por la via que el comendador fray García de Loaisa, capitan de vuestra majestad, que este presente año partió para la dicha Especería, lo ha de navegar; y de tres partes del tiempo, mas de las dos se abreviarán y ganarán por estotro camino; y si algunos de los que lo podrian haber hecho desde la dicha mar del Sur se hobiesen ocupado en buscar desde ella la dicha Especería, yo soy de opinion que habria muchos dias que la hobiesen hallado, y hase de hallar sin ninguna dubda queriéndola buscar por aquella parte ó mar, segun la razon de la cosmografía.

CAPITULO LXXXVI.

Conclusion.

Dos cosas muy de notar se pueden colegir de este imperio occidental de estas Indias de vuestra majestad, demás de las otras particularidades dichas y de todo lo que mas se puede decir, que son de grandísima calidad cada una de ellas. Lo uno es la brevedad del camino y aparejo que hay desde la mar del Sur para la contratacion de la Especería, y de las inumerables riquezas de los reinos y señoríos que con ella confinan, y hay diver

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sas lenguas y naciones extrañas. Lo otro es considerar qué inumerables tesoros han entrado en Castilla por causa de estas Indias, y qué es lo que cada dia entra, y lo que se espera que entrará, así en oro y perlas como en otras cosas y mercaderías que de aquellas partes continuamente se traen y vienen à vuestros reinos, antes que de ninguna generacion extraña sean tratados ni vistos, sino de los vasallos de vuestra majestad, españoles; lo cual, no solamente hace riquísimos estos reinos, y cada dia lo serán mas, pero aun á los circunstantes redunda tanto provecho y utilidad, que no se podria decir sin muchos renglones y mas desocupacion de la que yo tengo. Testigos son estos ducados dobles que vuestra majestad por el mundo desparce, y que de estos reinos salen y nunca á ellos tornan; porque como sea la mejor moneda que hoy por el mundo corre, así como entra en poder de algunos extranjeros, jamás sale; y si á España torna es en hábito disimulado, y bajados los quilates, y mudadas vuestras reales insignias; la cual moneda, si este peligro no toviese, y no se deshiciese en otros reinos para lo que es dicho, de ningun príncipe del mundo no se hallaria mas cantidad de oro en moneda, ni que pudiese ser tanta, con grandísima cantidad y millones de oro como la de vuestra majestad. De todo esto es la causa las dichas Indias, de quien brevemente he dicho lo que me acuerdo.

Sacra, católica, cesárea, real majestad: Yo he escrito en este breve sumario ó relacion lo que de aquesta na

tural historia he podido reducir á la memoria, y he dejado de hablar en otras cosas muchas de que enteramente no me acuerdo, ni tan al propio como son se pudieran escrebir, ni expresarse tan largamente como están en la general y natural historia de Indias, que de mi mano tengo escrita, segun en el proemio y principio de este reportorio dije; la cual tengo en la cibdad de Santo Domingo de la isla Española. A vuestra majestad humilmente suplico reciba por su clemencia la voluntad con que me muevo á dar esta particular informacion de lo que aquí he dicho, hasta tanto que en mayor volúmen y mas plenariamente vea todo esto y lo que de esta calidad tengo notado, si servido fuere, que lo haga escrebir en limpio para que llegue á su real acatamiento, y desde allí con la misma licencia se pueda divulgar; porque en verdad es una de las cosas muy dignas de ser sabidas y tener en gran veneracion, por tan verdaderas y nuevas á los hombres de este primero mundo que Ptolomeo tenia en su cosmografía; y tan apartadas y diferentes de todas las otras historias de esta calidad, que por ser sin comparacion esta materia, y tan peregrina, tengo por muy bien empleadas mis vigilias, y el tiempo y trabajos que me ha costado ver y notar estas cosas, mucho mas si con esto vuestra majestad se tiene por servido de tan pequeño servicio, respecto del deseo con que la hace el menor de los criados de la casa real de vuestra sacra, católica, cesárea majestad ; que sus reales piés besa.-Gonzalo Fernandez de Oviedo, aliàs de Valdés.

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CAPITULO PRIMERO.

En que cuenta cuándo partió el armada, y los oficiales y gente que iba en ella.

A 17 dias del mes de junio de 1527 partió del puerto de Sant Lúcar de Barrameda el gobernador Pánfilo de Narvaez, con poder y mandado de vuestra majestad para conquistar y gobernar las provincias que están desde el rio de las Palmas hasta el cabo de la Florida, las cuales son en Tierra-Firme; y la armada que llevaba eran cinco navíos, en los cuales, poco mas o menos, Ó irian seiscientos hombres. Los oficiales que llevaba (porque de ellos se ha de hacer mencion) eran estos que aquí se nombran : Cabeza de Vaca, por tesorero y por alguacil mayor; Alonso Enriquez, contador; Alonso de Solís, por factor de vuestra majestad y por veedor; iba un fraile de la órden de Sant Francisco por comisario, que se llamaba fray Juan Suarez, con otros cuatro frailes de la misma órden. Llegamos á la isla de Santo Domingo, donde estuvimos casi cuarenta y cinco dias, proveyéndonos de algunas cosas necesarias, señaladamente de caballos. Aquí nos faltaron de nuestra armada mas de ciento y cuarenta hombres, que se quisieron quedar allí, por los partidos y promesas que los de la tierra les hicieron. De allí partimos, y llegamos á Santiago (que es puerto en la isla de Cuba), donde en algunos dias que estuvimos, el Gobernador se rehizo de gente, de armas y de caballos. Suscedió allí que un gentil-hombre que se llamaba Vasco Porcalle, vecino de la Trinidad (que es en la misma isla ), ofresció de dar al Gobernador ciertos bastimentos que tenia en la Trinidad, que es cien leguas del dicho puerto de Santiago. El Gobernador, con toda la armada, partió para allá; mas llegados á un puerto que se dice Cabo de Santa Cruz, que es mitad del camino, parescióle, que era bien esperar allí, y enviar un navío que trujese aquellos bastimentos; y para esto mandó á un capitan Pantoja

que fuese allá con su navío, y que yo, para mas seguridad, fuese con él, y él quedó con cuatro navíos, porque en la isla de Santo Domingo habia comprado un otro navío. Llegados con estos dos navíos al puerto de la Trinidad, el capitan Pantoja fué con Vasco Porcalle á la villa, que es una legua de allí, para rescebir los bastimentos: yo quedé en la mar con los pilotos, los cuales nos dijeron que con la mayor presteza que pudiésemos nos despachásemos de allí, porque aquel era un muy mal puerto, y se solian perder muchos navíos en él; y porque lo que allí nos sucedió fué cosa muy señalada, me paresció que no seria fuera del propósito y fin con que yo quise escrebir este camino, contarla aquí. Otro dia de mañana comenzó el tiempo á dar no buena señal, porque comenzó á llover, y el mar iba arreciando tanto, que aunque yo dí licencia á la gente que saliese á tierra, como ellos vieron el tiempo que hacia y que la villa estaba de allí una legua, por no estar al agua y frio que hacia, muchos se volvieron al navio. En esto vino una canoa de la villa, en que me traian una carta de un vecino de la villa, rogándome que me fuese allá, y que me darian los bastimentos que hobiese y necesarios fuesen; de lo cual yo me excusé diciendo que no podia dejar los navíos. A mediodía volvió la canoa con otra carta, en que con mucha importunidad pedian lo mismo, y traian un caballo en que fuese; yo di la misma respuesta que primero habia dado, diciendo que no dejaria los navíos; mas los pilotos y la gente me rogaron mucho que fuese, porque diese priesa que los bastimentos se trujesen lo mas presto que pudiese ser, porque nos partiésemos luego de allí, donde ellos estaban con gran temor que los navíos se habian de perder si allí estuviesen mucho. Por esta razon yo determiné de ir á la villa, aunque primero que fuese, dejé proveido y mandado á los pilotos que si el sur, con que allí suelen perderse muchas veces los na

víos, ventase, y se viesen en mucho peligro, diesen con los navíos al través, y en parte que se salvase la gente y los caballos; y con esto, yo salí, aunque quise sacar algunos conmigo, por ir en compañía; los cuales no quisieron salir, diciendo que hacia mucha agua y frio, y la villa estaba muy lejos; que otro dia, que era domingo, saldrian, con el ayuda de Dios, á oir misa. A una hora después de yo salido, la mar comenzó á venir muy brava, y el norte fué tan recio, que ni los bateles osaron salir á tierra, ni pudieron dar en ninguna manera con los navíosal través, por ser el viento por la proa; de suerte que con muy gran trabajo, con dos tiempos contrarios, y mucha agua que hacia, estuvieron aquel dia y el domingo hasta la noche. A esta hora el agua y la tempestad comenzó á crescer tanto, que no menos tormenta habia en el pueblo que en la mar, porque todas las casas y iglesias se cayeron, y era necesario que anduviésemos siete ó ocho hombres abrazados unos con otros, para podernos amparar que el viento no nos llevase; y andando entre los árboles, no menos temor teniamos de ellos que de las casas, porque como ellos tambien caian, no nos matasen debajo. En esta tempestad y peligro anduviinos toda la noche, sin hallar parte ni lugar donde media hora pudiésemos estar seguros.

Andando en esto, oimos toda la noche, especialmente desde el medio de ella, mucho estruendo y grande ruido de voces, y gran sonido de cascabeles y de flautas y tamborinos y otros instrumentos, que duraron hasta la mañana, que la tormenta cesó. En estas partes nunca otra cosa tan medrosa se vió; yo hice una probanza de ello, cuyo testimonio envié á vuestra majestad. El lúnes por la mañana bajamos al puerto, y no hallamos los navíos; vimos las boyas de ellos en el agua, á donde conoscimos ser perdidos, y anduvimos por la costa por ver si hallariamos alguna cosa de ellos; y como ninguno hallásemos, metímonos por los montes; y andando por ellos, un cuarto de legua de agua hallamos la barquilla de un navío puesta sobre unos árboles, y diez leguas de allí por la costa se hallaron dos personas de mi navío, y ciertas tapas de cajas, y las personas tan desfiguradas de los golpes de las peñas, que no se podian conoscer; halláronse tambien una capa y una colcha hecha pedazos, y ninguna otra cosa paresció. Perdiéronse en los navíos sesenta personas y veinte caballos. Los que habian salido á tierra el dia que los navíos allí llegaron, que serian hasta treinta, quedaron de los que en ambos navíos habia. Así estuvimos algunos dias con mucho trabajo y necesidad, porque la provision y mantenimientos que el pueblo tenia se perdieron, y algunos ganados; la tierra quedó tal, que era gran lástima verla: caidos los árboles, quemados los montes, todos sin hojas ni yerba. Así pasamos hasta 5 dias del mes de noviembre, que llegó el Gobernador con sus cuatro navíos, que tambien habian pasado gran tormenta, y tambien habian escapado por haberse metido con tiempo en parte segura. La gente que en ellos traia, y la que allí halló, estaban tan atemorizados de lo pasado, quə temian mucho tornarse á embarcar en invierno, y rogaron al Gobernador que lo pasase allí; y él, vista su voluntad y la de los vecinos, invernó allí. Dióme á mí cargo de los navíos y de la gente, para que me fuese con

ellos á invernar al puerto de Xagua, que es doce leguas de allí, donde estuve hasta 20 dias del mes de hebrero.

CAPITULO II.

Cómo el Gobernador vino al puerto de Xagua, y trujo consigo á un piloto.

En este tiempo llegó allí el Gobernador con un bergantin que en la Trinidad compró, y traia consigo un piloto que se llamaba Miruelo; habíalo tomado porque decia que sabia y habia estado en el rio de las Palmas, y era muy buen piloto de toda la costa del norte. Dejaba tambien comprado otro navío en la costa de la Habana, en el cual quedaba por capitan Alvaro de la Cerda, con cuarenta hombres y doce de caballo; y dos dias después que llegó el Gobernador, se embarcó, y la gente que llevaba eran cuatrocientos hombres y ochenta caballos en cuatro navíos y un bergantin. El piloto que de nuevo habiamos tomado metió los navíos por los bajíos que dicen de Canarreo, de manera que otro dia dimos en seco, y así estuvimos quince días, tocando muchas veces las quillas de los navíos en seco; al cabo de los cuales, una tormenta del sur metió tanta agua en los bajíos, que podimos salir, aunque no sin mucho peligro. Partidos de aquí, y llegados á Guaniguanico, nos tomó otra tormenta, que estuvimos á tiempo de perdernos. A cabo de Corrientes tuvimos otra, donde estuvimos tres dias; pasados estos, doblamos el cabo de Sant Anton, y anduvimos con tiempo contrario hasta llegar á doce leguas de la Habana; y estando otro dia para entrar en ella, nos tomó un tiempo de sur, que nos apartó de la tierra, y atravesamos por la costa de la Florida, y llegamos á la tierra mártes 12 dias del mes de abril, y fuimos costeando la via de la Florida; y Juéves Santo surgimos en la misma costa, en la boca de una bahía, al cabo de la cual vimos ciertas casas y habitaciones de indios.

CAPITULO III.

Cómo llegamos á la Florida.

En este mismo dia salió el contador Alonso Enriquez, y se puso en una isla que está en la misma bahía, y llamó á los indios, los cuales vinieron y estuvieron con él buen pedazo de tiempo, y por via de rescate le dieron pescado y algunos pedazos de carne de venado. Otro dia siguiente, que era Viernes Santo, el Gobernador se desembarcó con la mas gente que en los bateles que traia pudo sacar; y como llegamos á los buhíos ó casas que habiamos visto de los indios, hallámoslas desamparadas y solas, porque la gente se habia ido aquella noche en sus canoas. El uno de aquellos buhíos era muy grande, que cabrian en él mas de trecientas personas; los otros eran mas pequeños, y hallamos allí una sonaja de oro entre las redes. Otro dia el Gobernador levantó pendones por vuestra majestad, y tomó la posesion de la tierra en su real nombre, presentó sus provisiones, y fué obedescido por gobernador, como vuestra majestad lo mandaba. Asimismo presentamos nosotros las nuestras ante él, y él las obedesció como en ellas se contenia. Luego mandó que toda la otra gente desembarcase, y los caballos que habian quedado, que no eran mas de cuarenta y dos, porque los demás, con

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