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genio cómico por excelencia. Precoz como nuestro Lope, compuso comedias y consiguió premios en los concursos, siendo un muchacho. Su temperamento le Ilevaba á burlarse de todo, lo mismo de los tiranos, favoritos del pueblo, á quienes zahería cruelmente, como hizo con Cleón, que del pueblo, á quien représentaba medio imbécil, embrutecido y pronto á dejarse engañar, así de los parti. darios de la guerra como de los diplomáticos y embajadores, tanto de los filósofos cuanto de las mujeres de su tiempo. Los hombres de su época, las instituciones, las costumbres, aficiones, modas y manías, todo lo pone en ridículo con verdadera é inagotable gracia y con cierto sentido conservador que da un tono muy elegante á la inspiración satirica.

Así, en Los Arcanienses, se burla de los partidarios de la guerra por boca de Diceópolis, un campesino discreto y razonador; en Los Caballeros, ataca directamente á Cleón y á sus partidarios; en Las Nubes, se mofa con despiadada crueldad de Sócrates y de su escuela, así como de todos los sistemas educativos en boga; en Las avispas, pone en ridículo á los jueces de Atenas; en La Paz, comedia campestre de singular encanto poético, celebra la tranquilidad conseguida por los ciudadanos, después de la paz de Nicias; en Las aves, comedia fantástica de rica y poderosa composición, pasa revista á infinidad de tipos terrestres y mitológicos, burlándose de todos ellos y colocándose los protagonistas como pájaros entre el cielo y la tierra, para huir de las maldades y vicios de uno y otra; en Lisistrata, preciosa comedia de chispeante ingenio, combate la guerra por medio de una huelga general de mujeres; en Las fiestas de Demeter, presenta á Eurípides castigado por su odio á las mujeres, disfrazándose de mujer para salvarse de la prisión; en Las ranas, verdadera sátira literaria, pone de nuevo en solfa á Eurípides y su arte, comparándolo con Esquilo; por último, en el Plutos, trata con gracia y discreción el problema de la riqueza, y en La reunión ó junta de mujeres, expone los principios del comunismo que entonces comenzaron á predicarse y los satiriza graciosamente.

Es difícil, sin leerle, dar idea del talento de Aristófanes, de la ligereza y agilidad de su ingenio, de la abundancia de sus recursos cómicos, Pudiendo siempre que se lo propone hacer reir, no abusa de esta facultad y consigue el triunfo más por la gracia de situación que por el chiste de palabra. Sus personajes son verdaderas caricaturas, pero llenas de vida y de intención. Los hábitos y vicios de su época se encuentran retratados en estas once comedias, al punto de que leyéndolas, nos parece recorrer las calles de Atenas, conversar con sus ciudadanos, escuchar el lenguaje más rico y expresivo que se ha hablado jamás.

10. Después de Aristófanes, la comedia sufre transformaciones naturales. La comedia antigua, como hemos visto, era puramente satírica y social: en ella la pintura de costumbres y caracteres se consideraba como cosa secundaria. Por este camino, se crea y florece la comedia media, de la cual desgraciadamente sólo tenemos referencias en los críticos y gramáticos. En la comedia media se suprime

el coro y la acción se reduce á lo que entre los personajes va ocurriendo. Por fin, ya muy entrado el siglo IV, se fijan los autores cómicos en que el asunto más fecundo, la fuente más variada de argumentos é intrigas es el amor. Consérvanse el nombre y algunos fragmentos del poeta Filemón, que escribió hacia el año 330 y del ateniense Menandro (340-292), cuyas obras fueron imi. tadas y traducidas al latín, haciéndolas perder mucho, sin duda, por Plauto y Terencio. De los trozos conservados se deduce que era Menandro un delicadíšimo poeta, dotado de singulares dotes de observación y de claro espíritu filosófico, que se revela en numerosas máximas, muchas de las cuales han quedado como formas clásicas del pensamiento humano, Lástima es que sólo en tan pequeña parte conozcamos á tan gran autor.

LE CION VII

1. Al florecimiento literario verdaderamente incomparable que constituye la época clásica de la literatura griega, á aquella exuberancia de producción en todos los géneros y á aquella perfección acabada en todos los autores, sucedieron, como tenían que suceder, el agotamiento, el cansancio, la decadencia. Tras la edad de la producción, viene la edad de la crítica. El genio griego se detiene en su marcha triunfal y vuelve la vista hacia atrás para hacerse cargo del camino recorrido. Sustituyen á los grandes filósofos originales, como Platón y Aristóte les, los comentaristas y expositores ó los renovadores de las antiguas doctrinas; á los historiadores artistas, los historiadores eruditos; á los retóricos y preceptistas, los gramáticos y escoliastas; á los poetas épicos y líricos, los poetas bucólicos y pastoriles. Llámase á esta edad postclásica la época alejandrina y va desde el año 340 6 330 hasta la propagación de la nueva fe cristiana en el siglo IV después de Jesucristo. Impuestas por la predicación las ideas del Evangelio, puede considerarse terminada la Literatura clásica griega, en lo que para nosotros tiene de interesante.

2. Así como al anciano enriquecido le agrada hacer el recuento de los caudales que con su trabajo acumuló, procurando librar de gravámenes las fincas, y poner en sitio seguro los metales preciosos, de igual manera los sabios griegos reunidos en la ciudad de Alejandría y á quienes se ha llamado gramáticos de Alejandría, aun cuando más bien eran críticos y filósofos, ocupáronse en formar el inventario de los poetas épicos, líricos y dramáticos y de los historiadores de la época clásica, en corregir y desbrozar los textos, en clasificar con arreglo á un criterio más o menos acertado, las obras y los autores.

Entre estos gramáticos del siglo III y del II los había que al propio tiempo eran poetas, como Arato, autor del poema astronómico Los Fenómenos; Filetas de Cos y Licofrón; otros eran tan sólo filólogos y eruditos, como Aristofanes de Bizancio (240 antes de J. C.), á quien se debe la clasificación gene ral ó canon de todos los autores griegos; Aristarco de Samotracia (160 antes de J. C.) y su contemporáneo Crates Malotes, quienes revisaron y corrigieron escrupulosamente los textos homéricos; Apolodoro, discípulo de Aris

tarco, y en cuya Biblioteca se conservan no pocas anécdotas y datos de erudición antigua referentes á la mitología.

De los perdidos trabajos de los gramáticos de Alejandría poco puede hablarse con fundamento: de su influencia bien hechora, sí, porque ellos fueron los creadores de la crítica erudita y los intérpretes de los textos antiguos.

3. El pensamiento filosófico de los griegos sigue desenvolviéndose en esta época de decadencia, aun cuando no se manifieste en obras dignas de Platón ó de Aristóteles: Teofrasto de Lesbos (361-286), discípulo predilecto de Aris tóteles, á más de ordenar, según se dice, las obras del maestro, compuso un tratadito De los caracteres, muy imitado y traducido en el siglo XVI y XVII y principalmente por La Bruyère, y también dos libros de Botánica y Zoologia.

Fúndanse diversas escuelas filosóficas en esta época, principalmente la epicúrea ó sensualista, cuya doctrina predicó Epicuro de Samos por los años de 340 á 269, y la escribió en multitud de libros perdidos y en un poema Perifúseos, que tradujo ó arregló en latín el gran poeta Lucrecio, en su De rerum natura. Para nosotros tiene especial importancia Epicuro, por haberse inspirado en sus ideas, interpretándolas de un modo originalísimo, nuestro gran Quevedo.

La escuela estoica ó del pórtico, fundada por Zenón de Citio (362-264), que sostiene la imperturbabilidad y serenidad absoluta del varón justo en medio de los placeres y miserias de la vida, contó con muchos adeptos, siendo los más me morables, ya en la época romana, el esclavo Epicteto (117 después de J. C.), cuyos Pensamientos ó Máximas influyeron poderosísimamente en las concepcio nes é ideas de nuestros poetas moralistas y de nuestros escritores ascéticos; y el emperador Marco Aurelio (121 á 180 después de J. C.), cuyas Reflexiones intimas ó Cosas de sí mismo han tenido también no escaso influjo en el pensamiento de los clásicos españoles.

Los escépticos, cuyo criterio filosófico era la duda constante, seguían á Pirrón de Elide (330 antes de J. C.). Pero ninguno de estos filósofos puede compararse en grandeza de ideas con los renovadores de la filosofía platónica en elsiglo III y en particular con Plotino (203 á 170 antes de J. C.), cuyas Encadas contienen doctrinas filosóficas y teorías estéticas basadas en las de Platón y expuestas con sobriedad y talento. Su discípulo Porfirio publicó las obras de Plotino, que no dejaron de ser imitadas y leídas en la Edad media.

Sin embargo, estos restos de la filosofía pagana, expuestos, por otra parte, en forma literaria bastante pobre, fueron ahogados por la elocuencia magnífica de los primeros filósofos cristianos ó Padres de la Iglesia.

4. Mas no eran tan sólo filósofos y gramáticos los sabios alejandrinos. Fué en realidad Alejandría emporio de todas las ciencias y en ella se cultivaron todas las ramas del saber humano. Así, á últimos del siglo Iv, aparece allí el gran matemático Euclides, cuyos Elementos de Matemáticas y Teoremas de geometría fueron copiados y transmitidos á Europa por los matemáticos árabes y judíos; y en el siglo III florece en Siracusa el famoso creador de la Mecánica, Arquimedes. Claudio Ptolomeo compone su Astronomía, que los árabes titulan Almagesto, exponiendo el sistema del mundo y su Geografía general; y de este último asunto escribe el famoso Estrabón en elegante estilo.

En el siglo II de J. C. el célebre Galeno compone sus inmortales obras de medicina, la Terapéutica y el Tratado sobre el uso de las partes del cuerpo.

En fin, no se han de olvidar, como asunto de mayor importancia literaria, las ideas expuestas por Dionisio Longino, discípulo de Plotino, en su tratadito Acerca de lo elevado ó sublime, en que se analiza este concepto estético, con verdadero arte. Este librito ha sido muy traducido y comentado.

5. Hundido el poder de Macedonia y perdida la libertad de Grecia, este país había de caer pronto ó tarde en manos de la ya poderosísima Roma. El espectáculo fué tristísimo y testigo de él fué el historiador corintio Polibio de Me galópolis (205–122 antes de J. C.), militar y patriota, quien describió en libros que se han perdido, las guerras á que asistió, entre ellas la de Numancia, y compuso una Historia universal, de que sólo se conservan treinta y tantos capítulos, bastantes para juzgar que no respondía la ejecución á la grandeza del título. Polibio es un historiador filósofo y amigo de analizar y relacionar las causas de los sucesos, pero, según las opiniones más autorizadas, escribe muy mal, influyendo en su estilo y lenguaje la costumbre de hablar en latín, y la potencia y señorío que iba adquiriendo la lengua de Roma.

Más animada y anecdótica es la narración de Diodoro de Sicilia (siglo 1), quien en su Biblioteca histórica reune un poco desordenadamente, pero casi siempre con gracia y amenidad, cuantos datos históricos ha recogido en los autores clásicos y otros que ha adquirido en sus largos viajes. La lectura de Diodoro, si no muy substanciosa, es siempre entretenida, y de ella se han aprovechado bastante los historiadores modernos.

No puede considerarse en realidad como un historiador, sino más bien como un recopilador ó colector de leyendas y tradiciones, á Dionisio de Halicarnaso, que escribió las Antigüedades romanas, resumiendo en ellas todas las fábulas y los mitos referentes al origen y fundación de Roma, los cuales han sido copiados hasta la saciedad en las Historias. Era, además, un excelente crítico literario, como lo prueban sus Juicios de los antiguos escritores griegos, sobre Dinareo, sobre Tucidides y otras obras.

Historiador de mucha más cuenta que los anteriores es el judío Flavio Josefo (37-95 después de J. C.), quien, traidor á su nación y á su raza, siguió á los romanos contra los judíos y escribió las Guerras de los judíos y las Antigüedades judaicas. Aun cuando primero escribiera los textos en lengua siriaca, trasladándoles después al griego, la narración de Josefo tiene una elocuencia y un vigor dignos de los más brillantes historiadores, aunque se ve la saña, acaso fingida, con que trata á sus compatriotas, por halagar á Vespasiano. En las Antiquiedades judaicas recoge, adulterándolos, los textos históricos del Antiguo Testamento; esta obra ofrece el interés de completar la narración bíblica en muchos puntos.

Poco posterior á Josefo es el primer biógrafo del mundo, Plutarco de Que ronea, autor de las Vidas paralelas, en que presenta las biografías de héroes y personajes ilustres griegos en parangón con las de otros romanos por este orden: Teseo y Rómulo, Licurgo y Numa Pompilio, Solón y Valerio Publicola, Temistocles y Camilo, Pericles y Quinto Fabio Máximo, Alcibiades y Coriolano, Timo

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