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fijamos en La encomienda bien guardada, cuyo primer origen hemos creído ver en la Helena, de Eurípides, convertida en leyenda piadosa y mariana, que incluyó D. Alfonso el Sabio en las Cantigas de Santa María, expuso el maestro Berceo en Los miraclos de Nuestra Señora, recogió en su Quijote el falso Avellaneda, perfeccionó Zorrilla en su Margarita la tornera y narró maravillosamerte el cuentis. ta francés Charles Nodier en su Sœur Béatrice. La encomienda bien guardada ó La buena guarda es la leyenda de la monja que huye del convento y se abandona á la liviandad y disipación mundanas, pero conserva la devoción á la Virgen, quien la sustituye años y años en su puesto, hasta que la pecadora arrepentida vuelve al convento. Otra obra admirable en que se muestran los milagros de la gracia divina es La fianza satisfecha, cuyo asunto, como el de El condenado por desconfiado, atribuído á Tirso de Molina, El esclavo del demonio, de Mira de Mescua, La devoción de la Cruz y El purgatorio de San Patricio, de Calderón, son las horribles fechorías y criminal vivir de Leonido, verdadero monstruo de crueldad y malas entrañas, quien se arrepiente al fin y es perdonado por obra de la misericordia divina.

Las comedias mitológicas y pastoriles sospechamos que fueron los primeros embriones de la zarzuela, y tienen, por lo general, más valor lírico que dramático. Pertenecen á la primera clase La bella Aurora, Adonis y Venus, El premio de la hermosura, y á la segunda, La Arcadia, preciosísima obra, sin duda la mejor, que en este género se ha escrito, La pastoral de Jacinto y El verdadero amante, primera comedia que escribió Lope á los catorce años.

Pasamos con esto á los grupos más importantes de dramas y comedias de Lope, y es el primero el de las históricas. Pertenecen á las inspiradas en la Historia antigua y en la extranjera Las grandezas de Alejandro, donde se presenta la figura del emperador macedonio; El honrado hermano, que se funda en la historia de la lucha ó combate de Horacios y Curiacios, tomada del texto de la primera Década, de Tito Livio, y asunto que también inspiró al dramaturgo francés Corneille; Roma abrasada, tragedia donde aparecen Nerón, pintado según las historias de Tácito y de Suetonio, y, con gran relieve y vida, los dos españoles Séneca y Lucano; El ejemplo mayor de la desdicha, donde se traza la historia desgraciada de Belisario; La imperial de Otón, historia del rey Ottokar, de Bohemia, y El gran duque de Moscovia, que era el falso Demetrio de Rusia, vivo aún cuando se escribió la comedia y muerto después por Boris Godonoff, la cual es una novela dramática en que muestra Lope la convicción de que el falso Demetrio era el verdadero, ó una historia de impostura ó suplantación regia, que siempre causa gran efecto en el teatro, como se ve en el Traidor, inconfeso y mártir, de Zorrilla.

Los dramas referentes á la Historia de España son innumerables. Constituyen ó constituían, con los que se han perdido, una serie completísima, toda nuestra Historia llevada al teatro. Así, en La amistad pagada se pintan las guerras de Augusto contra los cántabros, fundándose esta obra en un soporifero poema de Pedro de la Vezilla. El capellán de la Virgen es la historia de San Ildefonso, arzobispo de Toledo, y de la imposición de la casulla; Vida y muerte del rey Wamba, comedia tomada, no de la exacta Historia de la rebelión de Paulo, por el

toledano San Julián, sino del Valerio de las Historias, de Diego Rodríguez de Almela; El postrer godo de España, que empieza con el desastre de D. Rodrigo y acaba con la victoria de Covadonga; El casamiento en la muerte, donde se presenta el nacimiento y hazañas de Bernardo del Carpio, hijo del conde de Saldaña y de Doña Jimena, hermana de Alfonso II; Las doncellas de Sinancas, referente, al supuesto tributo de las cien doncellas; El conde Fernán González, donde apa-, rece el noble fundador de la independencia castellana; Las almenas de Toro, en donde se acercó á la figura del Cid, pero no quiso tocarla, por respeto y cariño á su grande amigo D. Guillén de Castro, autor de Las mocedades y Las hazañas del Cid; El bastardo Mudarra, que contiene la leyenda de los infantes de Lara; Las paces de los reyes y judía de Toledo, que describe las luchas de Castros y Laras y los amores de Alfonso VIII y la judía Raquel; El sol parado y ascendencia de los maestres de Santiago, de la época de D. Fernando III, el Santo; La inocente sangre, ó drama de los Carvajales y de D. Fernando IV; Las audiencias del rey Don Pedro, El rey D. Pedro en Madrid y el infanzón de Illescas, atribuída á Tirso, y Los Ramirez de Arellano, donde se ve el drama de Montiel; Los novios de Hornachuelos, cuyo protagonista es D. Enrique III, el Doliente; Fuente Ovejuna, uno de los mejores dramas de Lope, en que el protagonista es todo un pueblo que hace justicia á su arrebatado y tirano forzador; El mejor mozo de España, que es Don Fernando, el Católico, enamorado de Doña Isabel I; El Nuevo Mundo descubierto, El cerco de Santa Fe, y otras cuyos nombres indican sus asuntos, hasta llegar á El asalto de Mastrique (Maestricht), suceso contemporáneo ocurrido en la guerra de Flandes. Únense á este grupo los dramas genealógicos ó historias de familias, como Los Tellos de Meneses, Los prados de León y El blasón de los Chaves; y leyendas de independencia municipal, como la citada Fuente Ovejuna, El mejor alcalde el rey y El alcalde de Zalamea, donde Lope esbozó el asunto que había de perfeccionar Calderón.

Entre las comedias novelescas las tiene inspiradas en los libros de caballerías, como Las mocedades de Roldán, Las proezas de Reinaldos, Los palacios de Galiana ó leyenda de Maynete, El nacimiento de Ursón y Valentín, hijos del rey de Francia; otras en novelas italianas, como El anzuelo de Fenisa y El halcón de Federigo, acadas del Decamerone, de Bocaccio; La duquesa de Amalfi, El castigo sin venganza, que es sin duda la mejor tragedia de Lope; y Castelvines y Monteses (Romeo y Julieta, de Shakespeare), sacadas de Mateo Bandello. De éste procede también, ó de Las mil y una noches, la preciosísima comedia El villano en su rincón. El hidalgo abencerraje salió de las Guerras civiles de Granada, de Pérez de Hita, y el cuento de Abindarráez, de Villegas, lo convirtió Lope en El remedio en la desdicha.

Vienen luego otras muchas comedias cuyos orígenes se desconocen. El fondo en bastantes de ellas son las cortes de los principillos y grandes señores italianos, que vivían entregados á fiestas, amoríos y deportes; en otras, las mejores, trata personajes y asuntos españoles, dando esto origen á gran variedad de asuntos y estudio de costumbres y caracteres, porque Lope no se ató, como Calderón, á una fórmula dramática convencional.

El tipo de la comedia romántica lo encontramos en Porfiar hasta morir, donde

aparece el enamorado Macías, y aún más en el incomparable Caballero de Olmedo; el de la tragedia shakesperiana, en La fuerza lastimosa; el de la comedia moral, parábola ó proverbio dramático, en El cuerdo en su casa, El premio del bien hablar, que es una de las mejores, y Las flores de Don Juan; el de la come. dia psicológica y feminista, en Los melindres de Belisa y en La niña boba; de la comedia realista con trozos de sainete, en El arenal de Sevilla; de la comedia de costumbres contemporáneas, Santiago el Verde, El maestro de danzar, El dómine Lucas, La mal casada, La viuda valenciana, que es una de las sobresalientes; de la comedia amorosa, Los milagros del desprecio, Amar sin saber á quién, La despreciada querida, Los peligros de la ausencia; de la comedia de enredo, Por la puente, Juana, Las bizarrías de Belisa, La noche toledana, Los embustes de Celauro...

Para terminar, diremos que, no bastándole á Lope todas las fórmulas dramá. ticas conocidas ni las que él mismo habia inventado, cuando quiso pintar aventuras de su propia existencia, recurrió al procedimiento amplio y grandioso del inmortal Fernando de Rojas, y como éste había escrito La Celestina compuso Lope La Dorotea, retrato fiel de la parte más romántica de su vida de enamorado. Esta noble y admirable comedia amorosa representa, á nuestro entender, el mayor esfuerzo dramático del genio de Lope; pues en ella trabajó el poeta sobre sus propios dolores, revolvió sus heridas aún abiertas, arrancó de su corazón las doloridas fibras para hacerlas sonar en la lira teatral. Está en prosa, pero hay en ella muchos versos excelentísimos, y entre ellos los estupendos romancillos titulados Las barquillas y el madrigal platónico

Miré, señora, la ideal belleza...

Pero tan gran pensamiento, para sentimiento tan hondo, para tan ancho y extenso retrato de la realidad, era estrecho recinto el del teatro; por eso algu nos, erróneamente, no han considerado La Dorotea como obra dramática.

LECCIÓN XXXI

1. El segundo período de la época clásica, tan fecundo en genios novelescos y dramáticos, no produjo en los otros géneros de la poesía épica ningún poeta de primer orden, sino sólo eso que hoy se llama poetas distinguidos, sin méritos sobresalientes, imitadores de los poetas épicos italianos, y singularmente de Ariosto y Tasso, y despreciadores de la tradición épica nacional casi todos.

Entre éstos, poetas á retazos y á ratos simples versificadores ó constructores de octavas reales, merece el primer lugar, y es, indudablemente, el más inspirado de todos, el sevillano Fray Diego de Hojeda, dominico, prior de un convento de Lima, y que en el Perú compuso el poema de La Cristiada (1611) 6 Pasión de Cristo, en el que hay hondo y verdadero sentimiento religioso y estrofas inspiradas de veras, sobre todo las de la oración del Huerto y las de la flagelación de Cristo atado á la columna.

Menos aprecio del que merece, en justicia, se ha concedido al poema Creación del mundo, que en 1615 publicó el Dr. Alonso de Acevedo, canónigo de Plasencia. Este poema, en que su autor mejoró notablemente otro escrito en francés por cierto Guillaume de Saluste, señor de Bartas, tiene trozos sencillamente admirables, como el de la creación de los árboles en el día tercero. Podrá acusársele al autor de cierta verbosidad poética y perniciosa facilidad versifica dora, pero no siempre se deja llevar de ella y hay ocasiones en que luce inspiración realista y claro sentimiento de las hermosuras naturales.

Los citados defectos, y sobre todo la extraordinaria y nunca vista ni igualada abundancia de versificación, y el afán de desleir en mares de octavas los asuntos que trata, deben achacársele, principalmente, entre todos los poetas de este tiempo, al tan fatigoso como infatigable D. Bernardo de Valbuena, obispo de Puerto Rico, nacido en Valdepeñas á 22 de Noviembre de 1568, muerto en Puerto Rico el 11 de Octubre de 1627.

La obra que más fama le dió fué el Bernardo ó La victoria de Roncesvalles, interminable poema en XXIV cantos, como la Iliada, y en el que el autor tuvo la malhadada idea de prescindir de las gestas y romances populares referentes á

Bernardo del Carpio por seguir servilmente la imitación del Orlando furioso, del poeta italiano Ariosto. Sobran en este poema cuatro quintas partes de los miles y miles de octavas que contiene, y sería muy útil hacer una edición de él, escogiendo los pasajes poéticos, que abundan, y entre los cuales los hay de primer orden. El temperamento oratorio y amplificativo del obispo Valbuena y su fu nesta agilidad métrica, le llevan á abusar de tal manera, que no es fácil leer este poema, y por no aguantar tanta difusión, deja el lector de gozar los excelentes lugares que en él se hallan. Del mismo autor es un poemita llamado Grandeza mejicana, de ocho capítulos, cuyos asuntos y títulos son los versos de esta prosaica octava:

De la famosa Méjico el asiento (1.er capítulo),
origen y grandeza de edificios (2.o íd.),
caballos, calles, trato, cumplimiento (3.er íd.),
letras, virtudes, variedad de oficios (4.o íd.),
regalos, ocasiones de contento (5.o íd.),
primavera inmortal y sus indicios (6.o íd.),
gobierno ilustre, religión y estado (7.° íd.),

todo en este discurso está cifrado (8.° íd.).

Era Valbuena, principalmente, un delicado poeta bucólico y pastoril, y asi lo muestra en el Siglo de oro en las selvas de Erifile, libro en verso y prosa, dividido en doce églogas, todas ellas llenas de campestre y virgiliana inspiración, y dignas algunas del divino Garcilaso. Véase un trozo de la tercera:

¿Hay gusto igual, si sales el verano

sin sol el día, al campo verde y tierno,
que echar un par de liebres por el llano?
Pues en el blanco y escogido invierno
en tu cabaña al fuego recostado,
¿cómo te hallará su llanto eterno,
en zurrón proveído, el río al lado,
tiernas castañas y manteca fresca,
las migas hechas y el corral nevado?
Siembra tu pedernal fuego en la yesca,
y el amor en tu pecho brasa viva,
una se apaga y otra se refresca...

En el mismo libro hay trozos de romance no despreciables, que prueban como, desengañado de las aficiones italianescas de su mocedad (porque escribió el Bernardo siendo muy joven), llegó á tener cierto presentimiento de lo que va lían las formas poéticas populares en España.

Esto mismo le ocurrió á otro excelente poeta, el clérigo toledano maestro. Josef de Valdivielso, quien habiendo compuesto, sin duda cuando joven, un

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