D. Juan Ruiz de Alarcon y Mendoza

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M. Rivadeneyra, 1871 - 556 páginas
 

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Pasajes populares

Página 439 - Allá van esas comedias: trátalas como sueles; no como es justo, sino como es gusto, que ellas te miran con desprecio y sin temor, como las que pasaron ya el peligro de tus silbas y ahora pueden sólo pasar el de tus rencores.
Página 473 - Y a mi compañero, con estas cosas, se le desconcertó el reloj de la cabeza, y dijo, algo ronco, tomando un pan con las dos manos y mirando a la luz: — «Por...
Página 396 - Los apellidos de don Juan crecen como los hongos: ayer se llamaba Juan Ruiz; añadiósele el Alarcón y hoy ajusta el Mendoza, que otros leen Mendacio. ¡Así creciese de cuerpo, que es mucha carga para tan pequeña bestezuela! Yo aseguro que tiene las corcovas llenas de apellidos. Y adviértase que la D. no es don, sino su medio retrato".
Página 192 - ... variar. ¿Tener al dinero amor? Es cosa de muy buen gusto; o tire una piedra el justo que no incurre en este error. ¿Ser fáciles? ¿Qué han de hacer. si ningún hombre porfía, y todos al cuarto día se cansan de pretender?
Página 192 - Todos, según imagino, Piden ; que para vivir Es fuerza dar y pedir Cada uno por su camino: Con la cruz el sacristán, Con los responsos el cura, El monstruo con su figura, Con su cuerpo el ganapán, El alguacil con la vara, Con la pluma el escribano, El oficial con la mano, Y la mujer con la cara...
Página 244 - Por tu vida, Lopillo, que me borres las diez y nueve torres del escudo, porque, aunque todas son de viento, dudo que tengas viento para tantas torres.
Página 128 - ... pueblo. Otros salían en nombre de las sabandijas, unos vestidos como escarabajos y otros como sapos, y otros como lagartijas, etc., y encontrándose allí, referían sus oficios, y...
Página 18 - En Salamanca, señor, son mozos, gastan humor, sigue cada cual su gusto: hacen donaire del vicio, gala de la travesura, grandeza de la locura; hace al fin la edad su oficio.
Página 191 - No reina en mi corazón otra cosa que mujer, ni hay bien a mi parecer más digno de estimación. ¿Qué adornada primavera de fuentes, plantas y flores; qué divinos resplandores del sol en su cuarta esfera; qué purpúreo amanecer, qué cielo lleno de estrellas iguala a las partes bellas del rostro de una mujer? ¿Qué regalo en la dolencia, en la salud qué contento, qué descanso en el tormento puede haber sin su presencia? Cercano ya de su fin, un monje santo decía que sólo mejoraría oyendo...
Página 311 - Con su holanda el extranjero Saca de España el dinero Para nuestros propios daños. Una valoncilla angosta, Usándose, le estuviera Bien al rostro, y se anduviera Más a gusto a menos costa.

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