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y oro que los naturales tenían; mas como la hambre y la guerra les había muerto muchos españoles, no podían sin nuevo socorro. E así, fué Almagro a Panamá por ochenta españoles, con los cuales y con la comida y refresco, que también trujo, cobraron ánimo los hambrientos que vivos estaban. Habíanse mantenido muchos días con palmitos amargos, marisco, pesca, aunque poca, y fruta de manglares, que es sin zumo ni sabor, y si alguno tiene, es amargo y salado. Nascen estos árboles ribera de la mar, y están dentro en ella y en tierras salobres. Llevan muy gran fruta y pequeña hoja, aunque muy verde. Son muy altos derechos cios; por lo cual hacen dellos mástiles de naos.

y re

CIX

Continuación del descubrimiento del Perú.

Estaban los españoles tan flacos y desesperados en aquellos manglares, y sentíanse tan desiguales para con los naturales de allí, que aun con los ochenta compañeros recién venidos no se atrevieron a guerrearlos; antes se fueron luego a Catámez, tierra sin manglares y de mucho maíz y comida y que restauró a muchos la vida y alegró a todos, porque los de allí traían sembradas las caras de muchos clavos de oro, ca se las horadan por muchos lugares y meten un grano o clavo de oro por cada agujero, y muchos meten turquesas y finas esmeraldas. Ya pensaban Pizarro y Almagro fenescer allí sus trabajos y enriquecer sobre cuantos españoles en Indias había, y no cabían de gozo ellos ni los suyos; mas luego se les destempló su placer con la muchedumbre de indios armados que a ellos salieron, y ni osaron pelear con ellos ni estar allí, sino que sobre acuerdo Almagro tornó a Pana

má por más gente, y Pizarro a la isla del Gallo a lo esperar. Andaban los españoles tan medrosos, descontentos y ganosos de Panamá, que renegaban del Perú y de las riquezas de la Equinocial; e quisieran muchos dellos irse con Almagro; mas no los dejaron ir ni aun escrebir, por que no infamasen aquella tierra y estorbasen el socorro por que Almagro iba. Empero ni pudieron encubrir a los de Panamá los trabajos y muertes que les habían sucedido en aquella mala tierra, ni estorbar las cartas de nuevas y quejas que algunos escribieron; porque un Sarabia, de Trujillo, envió cartas de ciertos amigos suyos, o, como dicen otros, una suya firmada de muchos, a Pascual de Andagoya, envuelta en un gran ovillo de algodón, so color que le hiciesen dél una manta, que andaba desnudo. Contenía la carta todos los males, muertes e trabajos pasados en el descubrimiento, agravios y fuerzas y quejas de los capitanes, que les impedían la vuelta. Era, en fin, petición para que les diese licencia e mandamiento el gobernador que no les forzasen a estar allí, y al pie de la carta puso:

Pues, señor gobernador,
Mírelo bien por entero;
Que allá va el recogedor,
Y acá queda el carnicero.

Era ya venido a Panamá por gobernador, cuando Almagro llegó, Pedro de los Ríos, el cual dió mandamiento y envió a su criado Tafur para que cada uno de los que con Pizarro estaban en la isla del Gallo pudiese libremente volverse a su casa, poniendo grandes penas a quien se lo impidiese. Con este mandamiento de Pedro de los Ríos huyeron de Almagro todos los que querían ir con él, que gran tristeza le fué; e de Pizarro cuantos con él estaban, sino fueron Bartolomé Ruiz de Moguer, su piloto, y otros doce, entre los cuales fué Pedro de Candía, griego y natural de aquella isla. Cuánto pensamiento y pesar cargó desto a Pizarro no se puede

contar. Dió muchas gracias y promesas a los que se quedaron con él, loándolos de buenos e constantes amigos, y por ser pocos se pasó a una isla despoblada, seis leguas de tierra, que llamó Gorgona, por sus muchas fuentes y arroyos. En la cual se sustentaron sin pan ninguno, comiendo cangrejos leonados de tierra, cangrejos de mar, culebras grandes y algo que pescaban, hasta que tornó de Panamá el navío de Almagro; y luego que fué vuelto, navegó Pizarro para Motupe, que cae cerca de Tangarara; de allí volvió al río Chira, e tomó muchas ovejas cervales para comer, y algunos hombres para lengua, en los pueblos que llamaban Pohechos. Hizo salir a tierra en Túmbez a Pedro de Candía, que volvió espantado de las riquezas de la casa del rey Atabaliba; nuevas que alegraron mucho a todos. Pizarro, que había hallado la riqueza y tierra tanto por él deseada, se fué luego a Panamá para venir en España a pedir al emperador la gobernación del Perú. Dos españoles se quedaron allí, no sé si por mandado de Pizarro, para que aprendiesen la lengua e secretos de aquella tierra, entre tanto que él iba y venía, o si por codicia del oro y plata que Candía certificaba; mas sé decir que los mataron indios. Anduvo Francisco Pizarro más de tres años en este descubrimiento, que llamaron del Perú, pasando grandes trabajos, hambre, peligros, temores y dichos agudos.

CX

Francisco Pizarro, hecho gobernador del Perú.

Como Pizarro llegó a Panamá comunicó con Almagro y Luque la bondad y riqueza de Túmbez y río Chira. Ellos holgaron mucho con tales nuevas y le dieron mil pesos de oro, y aun buscaron emprestada buena parte dellos. Porque, aunque todos eran de los más

ricos vecinos de aquella ciudad, estaban pobres con los muchos gastos que habían hecho aquellos tres años en el descubrimiento. Vino, pues, a España Francisco Pizarro, pidió la gobernación del Perú, presentando en Consejo de Indias la relación de su descubrimiento y gasto. El emperador lo hizo por ello adelantado, capitán general e gobernador del Perú y Nueva Castilla, que tal nombre pusieron a las tierras allí descubiertas. Francisco Pizarro prometió grandes riquezas y reinos por sus mercedes y títulos. Publicó más riquezas que sabía, aunque no tanta como era, por que fuesen muchos con él, y embarcóse muy alegre y acompañado de cuatro hermanos, que fueron Fernando, Juan y Gonzalo Pizarro y Francisco Martín de Alcántara, hermano de madre. Fernando Pizarro era solamente legítimo; Gonzalo Pizarro y Juan Pizarro eran hermanos de madre. Entraron los Pizarros en Panamá con gran fausto y pompa; mas no fueron bien recibidos de Almagro, que muy corrido y quejoso estaba de Francisco Pizarro porque, siendo tan amigos, lo había excluído de los honores e títulos que para sí traía; y porque, siendo compañeros en los gastos, quería echarlo de la ganancia como de la honra, pues no le dejaba parte en el mando ni gobierno; y lo que mucho sentía era que, habiendo él puesto más hacienda y perdido un ojo en el descubrimiento, no lo había dicho al emperador. Decía, en fin, que quería más honra que hacienda. Francisco Pizarro se le desculpaba con que no había querido el emperador darle nada para él, aunque se lo había suplicado. Prometía de negocialle otra gobernación en la mesma tierra y renunciarle luego el adelantamiento, y de no apartar compañía; y decía que, siendo compañeros, era también él gobernador; y así podría mandar y disponer de todo como le pluguiese. Mas aun con todo esto no se aplacaba nada Diego de Almagro. Tanto era su odio o queja que con razón le parescía tener, y creyendo que todo era palabras de cumplimiento e imposible, y

como tenía en su poder la poca hacendilla que había quedado, hacía padescer mucha necesidad a los Pizarros, que traían grande costa y pocos dineros. Fernando Pizarro, que mayor de todos era, sentía mucho aquello, tomando por afrenta que Almagro los tratase así. Reprehendió al gobernador, su hermano, porque lo sufría; e indignó a los otros hermanos y a muchos contra él. De donde nació un perpetuo rencor entre Almagro y Fernando Pizarro, que sus hermanos más blandos y amorosos eran. Francisco Pizarro deseaba mucho tornar en gracia de Almagro, porque sin él no podía ir a su gobernación tan presto ni tan honrosa ni provechosamente, y buscó medios para la reconciliación. Entrevinieron en ella muchos, especial de los nuevamente venidos de España, que ya se habían comido las capas, y concertáronlos en fin con medios de Antonio de la Gama, juez de residencia. Almagro dió setecientos pesos y las armas y vituallas que tenía, y Pizarro se partió con los más hombres e caballos que pudo, en dos navíos. Tuvo contrario viento para llegar a Túmbez, y desembarcó en la tierra propiamente del Perú, de la cual tomaron nombre las grandes y ricas provincias que se descubrieron y conquistaron, buscando a ella sola. Quien primero tuvo nueva del río Perú fué Francisco Becerra, capitán de Pedrarias de Avila, que, partiendo de Comagre con ciento y cincuenta españoles, llegó a la punta de Piñas; mas volvióse de allí porque los del río Jumeto le dijeron que la tierra del Perú era áspera y la gente belicosa. Algunos dicen que Balboa tuvo relación de cómo aquella tierra del Perú tenía oro y esmeraldas. Sea así o no sea, es cierto que había en Panamá gran fama del Perú cuando Pizarro y Almagro armaron para ir allá. Era tan mala tierra donde Pizarro salió y llevaba ojo a la de Túmbez, que no paró allí. Siguió la costa por tierra, que, como es áspera, se despeaban en ella hombres e caballos. E como tiene muchos ríos, a la sazón crescidos, se ahogaron algunos

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