Imágenes de página
PDF
ePub

XXXVIII

Por qué razón comienza por aquí el descubrimiento.

Comienzo a contar los descubrimientos de las Indias en el cabo del Labrador por seguir la orden que llevé en poner su sitio, pareciéndome que sería mejor así, y más claro de contar y aun de entender; ca fuera confusión de otra manera, aunque también llevara buena orden comenzándolos por el tiempo que se hicieron.

XXXIX

Los Bacallaos.

Es gran trecho de tierra y costa la que llaman Bacallaos, y su mayor altura es cuarenta y ocho grados y medio. Llaman los de allí bacallaos a unos grandes peces, de los cuales hay tantos, que embarazan las naos al navegar, y que los pescan y comen osos dentro la mar. Quien más noticia trajo desta tierra fué Sebastián Gaboto, veneciano; el cual armó dos navíos en Inglaterra, do trataba desde pequeño, a costa del rey Enrique VII, que deseaba contratar en la Especiería, como hacía el rey de Portugal. Otros dicen que a su costa, y que prometió al rey Enrique de ir por el norte al Catayo (1) y traer de allá especias en menos tiempo que portogueses por el sur; iba también por saber qué tierra eran las Indias para poblar. Llevó trecientos hombres, y caminó la vuelta de Islandia sobre cabo del Labrador y hasta se poner en cincuenta y ocho grados,

(1). O sea el Japón. (Nota D.)

aunque él dice mucho más; contando cómo había por el mes de julio tanto frío y pedazos de hielo que no osó pasar más adelante; y que los días eran grandísimos y cuasi sin noche, y las noches muy claras. Es cierto que a sesenta grados son los días de diez y ocho horas. Viendo, pues, Gaboto la frialdad y extrañeza de la tierra, dió la vuelta hacia poniente, y rehaciéndose en los Bacallaos, corrió la costa hasta treinta y ocho grados, y tornóse de allí a Inglaterra. Bretones y daneses han ido también a los Bacallaos, y Jaques Cartier, francés, fué dos veces con tres galeones, una el año de 34 y otra el de 35, y tanteó la tierra para poblar de cuarenta y cinco grados a cincuenta y uno. Dicen que pueblan allí o que poblarán, por ser tan buena tierra como Francia, pues a todos es común, y en especial de quien primero lo ocupa.

XL

Río de Sant Antón.

Año de 25 anduvo por esta tierra el piloto Esteban Gómez en una carabela que se armó en la Coruña a costa del emperador. Iba este piloto en demanda de un estrecho que se ofreció de hallar en tierra de Bacallaos, por donde pudiesen ir a la Especiería en más breve que por otra ninguna parte, y traer clavos y canela y las otras especias y medicinas que de allá se traen. Había navegado algunas veces a las Indias Esteban Gómez, ido con Magallanes al estrecho y estado en la junta de Badajoz, que hicieron, como después se dirá, castellanos y portogueses sobre las islas de los Malucos, donde se platicó cuán bueno sería un estrecho por esta parte. Y como Cristóbal Colón, Fernando Cortés, Gil González de Avila y otros no lo habían

hallado del golfo de Urabá hasta la Florida, acordo él subir más arriba; empero, tampoco lo halló, ca no lo hay. Anduvo buen pedazo de tierra que aún no estaba por otro vista; bien que dicen cómo Sebastián Gaboto la tenía primero tanteada. Tomó cuantos indios pudieron caber en la carabela y trajóselos, contra la ley y voluntad del rey. Y con tanto se volvió a la Coruña dentro de diez meses que partió. Cuando entró dijo que traía esclavos; un vecino de allí entendió clavos, que era una de las especias que prometió traer. Corrió la posta, y vino a pedir albricias al rey de que traía clavos Esteban Gómez. Desparcióse la nueva por la corte, con alegría de todos, que holgaban de tan buen viaje. Mas como dende a poco se supo la necedad del correo, que por esclavos entendió clavos, y el ruin despacho del marinero, que había prometido lo que no sabía ni había, rieron mucho las albricias y perdieron esperanza del estrecho que tanto deseaban, y aun algunos que favorescieron al Esteban Gómez para el viaje quedaron corridos.

y

XLI

Las islas Lucayos.

Las islas Lucayos o Yucayas caen al norte de Cuba de Haiti, y son cuatrocientas y más, según dicen. Todas son pequeñas, sino es el Lucayo, de quien tomó apellido, el cual está entre diez y siete y diez y ocho grados; Guanahaní, que fué la primera tierra por Cristóbal Colón vista, Manigua, Guanima, Zaguareo y otras algunas. La gente destas islas es más blanca y dispuesta que la de Cuba ni Haiti, especial las mujeres, por cuya hermosura muchos hombres de Tierra-Firme, como es la Florida, Chicora y Yucatán, se iban a vivir

a ellas; y así había más policía entre ellos que no en otras islas, y mucha diversidad de lenguas. Y de allí creo que manó el decir cómo por aquella parte había amazonas y una fuente que remozaba los viejos; ellos andan desnudos, sino es en tiempo de guerra, fiestas y bailes, y entonces pónense unas mantas de algodón y pluma muy labradas, y grandes penachos. Ellas, si son casadas o conoscidas de varón, cubren sus vergüenzas de la cinta a la rodilla con mantillas; si son virgines traen unas redecillas de algodón con hojas de yerbas metidas por la malla; esto es después que les viene su purgación, que antes en carnes vivas se andan; y cuando les viene, convidan los padres a los parientes y amigos, haciendo fiesta como en bodas. Tienen rey o señor, y él tiene cuidado del pescar, cazar y sembrar, mandando a cada uno lo que ha de hacer. Encierran el grano y raíces que cogen en graneros públicos o trojes del rey. De allí reparten a cada uno como tiene la familia; danse mucho al placer; su riqueza es nacarones y conchas bermejas, de que hacen arracadas, y unas pedrecillas como rubís, bermejuelas, que parescen llamas de fuego, las cuales sacan de los sesos de ciertos caracoles muy grandes que pescan en mar y que comen por muy preciado manjar. Usan traer sartales, collares y cosas que se atan al cuello, brazos y piernas, hechas de piedras negras, blancas, coloradas y de poco valor, y que se hallan en la arena. Y a las mujeres que van desnudas todo les paresce bien; en muchas destas islas chiquitas no tienen carne, ni la comen. Su pasto es pescado, pan de maíz y otras raíces y frutas; traídos los hombres a Cuba y Santo Domingo, se morían en comiendo carne, y por eso españoles no se la daban, o les daban muy poquita. En algunas dellas hay tantas palomas y otras aves así, que anidan en árboles, que vienen de Tierra-Firme y de Cuba e Haití a sacarlas, y vuelven con las canoas llenas de ellas. Los árboles donde crían son como granados, cuya cor

teza paresce algo canela en el sabor, jengibre en lo amargo y clavos en el olor; pero no es especia. Entre muchas frutas que tienen, hay una que paresce gusanos o lombrices, sabrosa y sana, y dicha jaruma. El árbol es como nogal, y las hojas como de higuera; los cogollos y hojas de esta jaruma, majados y puestos con su zumo en cualquiera llaga, aunque sea muy vieja, la sana. Dos españoles riñeron allí, y el uno cortó al otro un brazo con la canilla; vino una vieja lucaya, concertó el hueso y sanólo con solo zumo y hojas deste árbol. Un lucayo carpintero que cativo estaba en Santo Domingo excavó un tronco de jaruma, que de suya es hueco a manera de higuera, hinchólo de maíz y de calabazas llenas de agua, atapólo muy bien y atravesó la mar en él con otros dos parientes suyos, que remaban. Pero fué desdichado, porque a cincuenta leguas de navegación le tomaron ciertos españoles y le tornaron a Santo Domingo; destas islas, pues, de los lu cayos, yucayos como algunos llaman, cativaron españoles, en obra de veinte años o pocos menos, cuarenta mil personas. Engañaban de palabra los isleños diciéndoles cómo iban ellos a llevallos al paraíso, ca los indios de allí creían que muertos purgaban los pecados en tierras frías del norte; y después entraban en el paraíso, que estaba en tierra del mediodía: desta manera acabaron los lucayos, y los más trayéndolos en minas. Dicen que todos los cristianos que cativaron indios y los mataron trabajando han muerto malamente, o no lograron sus vidas, o lo que con ellos ganaron.

« AnteriorContinuar »