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la mar, y en víéndola arrodillóse en tierra y alabó al Señor, que le hacía tal merced. Llamó los compañeros, mostróles la mar, y díjoles: «Veis allí, amigos míos, lo que mucho deseábamos. Demos gracias a Dios, que tanto bien y honra nos ha guardado y dado. Pidámosle por merced nos ayude y guíe a conquistar esta tierra y nueva mar que descobrimos y que nunca jamás cristiano la vido, para predicar en ella el santo Evangelio y baptismo, y vosotros sed lo que soléis, y seguidme; que con favor de Cristo seréis los más ricos españoles que a Indias han pasado, haréis el mayor servicio a vuestro rey que nunca vasallo hizo a señor, y habréis la honra y prez de cuanto por aquí se descubriere, conquistare y convirtiere a nuestra fe católica. Todos los otros españoles que con él iban hicieron oración a Dios, dándole muchas gracias. Abrazaron a Balboa, prometiendo de no faltalle. No cabían de gozo por haber hallado aquel mar. Y a la verdad, ellos tenían razón de gozarse mucho, por ser los primeros que lo descubrían y que hacían tan señalado servicio a su príncipe, y por abrir camino para traer a España tanto oro y riquezas cuantas después acá se han traído del Perú. Quedaron maravillados los indios de aquella alegre novedad, y más cuando vieron los muchos montones de piedras que hacían con su ayuda, en señal de posesión y memoria. Vió Balboa la mar del Sur a los 25 de setiembre del año de 13, antes de mediodía. Bajó la sierra muy en ordenanza; llegó a un lugar de Chiape, cacique, rico y guerrero. Rogóle por los farautes que le dejase pasar adonde iba de paz y le proveyese de comida por sus dineros; y si quería su amistad, que le diría grandes secretos y haría muchas mercedes de parte del poderosísimo rey, su señor, de Castilla. Chiape respondió que ni quería darle pan ni paso ni su amistad. Burlaba oyendo decir que le harían mercedes los que las pedían; y como vió pocos españoles, amenazólos, braveando mucho, si no se volvían. Salió luego con un

GÓMARA: HIStoria de las INDIAS.—T. I.

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gran escuadrón bien armado y en concierto a pelear. Balboa soltó los alanos y escopetas, y arremetió a ellos animosamente, y a pocas vueltas los hizo huir. Siguió el alcance y prendió muchos, que, por ganar crédito de piadoso, no los mataba. Huían los indios de miedo de los perros, a lo que dijeron, y principalmente por el trueno, humo y olor de la pólvora, que les daba en las narices. Soltó Balboa casi todos los que prendió en esta escaramuza, y envió con ellos dos españoles y ciertos cuarecanos a llamar a Chiape, diciendo que si venía lo ternía por amigo y guardaría su persona, tierra y hacienda; y si no venía, que talaría los sembrados y frutales, quemaría los pueblos, mataría los hombres. Chiape, de miedo de aquello; y por lo que le dijeron los de Cuareca acerca de la valentía y humanidad de los españoles, vino y fué su amigo, y se dió al de Castilla por vasallo. Dió a Balboa cuatrocientos pesos de oro labrado, y rescibió algunas cosillas de rescate, que tuvo en mucho por serle cosa nueva. Estuvo allí Balboa hasta que llegaron los españoles que dejara enfermos en Cuareca; fué luego a la marina, que aun estaba lejos. Tomó posesión de aquel mar en presencia de Chiape, con testigos y escribano, en el golfo de San Miguel (1), que nombró así por ser su día.

rey

LXIII

Descubrimiento de perlas en el golfo de San Miguel.

Regocijaron nuestros españoles la fiesta de Sant Miguel y auto de posesión como mejor pudieron. Dejó no sé cuántos españoles allí Balboa por asegurar las espaldas. Pasó en nueve barcas, que le buscó Chiape,

(1) 29 de septiembre de 1513. (Nota D.)

y

un gran río, y fué con ochenta compañeros y con el mismo Chiape por guía, a un pueblo, cuyo señor se decía Coquera, el cual se puso en armas y defensa. Peleó y huyó; empero vino luego a ser amigo de los españoles por consejo y ruego de los chiapeses, que fueron a requerirle con la paz. Dió a Balboa seiscientos y cincuenta castellanos de oro en joyas. Con estas dos victorias cobraron muy gran fama por aquella costa los españoles, y con tener por amigos a Chiape y Coquera pensaban allanar y traer a su devoción toda la comarca. Así que armó Balboa las mesmas nueve barcas, hinchólas de vituallas y fué con ochenta españoles a costear aquel golfo, por ver qué cosa era la tierra, islas peñascos que tenía. Chiape le rogó que no entrase allá, por cuanto aquella luna y las dos siguientes solían correr tormentas y vientos recios de travesía, que anegaban todas las barcas. El dijo que no dejaría de entrar por eso, ca otras mayores y más peligrosas mares había navegado, y que Dios, cuya fe se tenía de predicar por allí, le ayudaría; y embarcóse. Chiape se metió con él, porque no le tuviesen por cobarde y mal amigo. Apenas se desviaron de tierra, cuando se hallaron dentro en tantas y tan terribles olas, que no podían regir las barcas ni ir atrás ni adelante. Pensaron perecer allí; mas quiso Dios que tomaron una isla, donde albergaron aquella noche. Creció tanto la marea, que casi la cubrió. Maravilláronse los nuestros dello, como en el otro golfo de Urabá o costa setentrional no cresce nada o muy poco. A la mañana quisieron irse con la jusente; mas no pudieron, por hallar las barcas llenas de arena y cascadas; y si miedo tuvieron de morir en agua el día antes, miedo tuvieron de morir entonces en tierra, ca no les quedó qué comer. Empero con aquel mesmo miedo limpiaron las barcas, remendaron lo quebrado con cortezas de árboles, calafetearon las hendeduras con hierba y fueron a tomar tierra a un abrigo. Acudió luego a ellos Tumaco, señor de aquella parte, con mu

cha gente armada, a saber qué hombres eran y qué querían. Balboa le envió a decir con unos criados de Chiape cómo eran españoles, que buscaban pan para comer y oro por su rescate. El, viendo pocos, replicó ferozmente, pensando que ya los tenía presos, y apercibiólos a la batalla. Balboa se la dió y la venció. Huyó Tumaco tan bravamente como habló. Fueron algunos españoles y chiapeses a rogarle que viniese a las barcas a ser amigo del capitán, dándole fe y seguro y aun rehenes. No quiso venir, empero envió un su hijo, al cual vistió Balboa y le dió muchos dijes, cuentas, tijeras, cascabeles, espejos, y haciéndole mucha cortesía, le rogó que llamase a su padre. El mancebo fué muy alegre y garrido, y trájole al tercero día. Fué Tumaco bien rescibido, y preguntado por oro y perlas, que las traían algunos de los suyos, él entonces envió por tanto oro, que pesó seiscientos y catorce pesos, y docientas y cuarenta perlas gruesas, y gran suma de menudas; cosa rica y que hizo saltar de placer a muchos españoles. Tumaco, viendo que tanto las loaban y que tan alegres estaban con ellas, mandó a unos criados suyos ir a pescarlas. Ellos fueron y pescaron doce marcos de perlas en pocos días, y también se las dieron. Estuvieron admirados los españoles de tanta perla y de que no la estimaban los dueños, ca no tan solamente se las daban a ellos, mas las traían engastadas en los remos, bien que las debían poner por gentileza o grandeza; y como después se supo, la principal renta y riqueza de aquellos señores es la pesquería de perlas. Balboa dijo a Tumaco que tenía muy rica tierra, si la supiese granjear, y que le daría grandes secretos della cuando volviese por allí. El entonces, y aun Chiape también, le dijo que su riqueza era nada en comparación del rey de Tararequi, isla abundantísima de perlas, que cerca estaba; el cual tenía perlas mayores que un ojo de hombre, sacadas de ostiones tamaños como sombreros. Los españoles quisieran pasar luego allá, mas temiendo otra tor

menta como la pasada, lo dejaron para la vuelta. Despidiéronse de Tumaco y reposaron en tierra de Chiape; el cual, a ruego de Balboa, hizo que fuesen treinta vasallos suyos a pescar, los cuales, en presencia de siete españoles, que fueron a mirar cómo las pescaban, tomaron seis cargas de conchas pequeñas, que, como no era tiempo de aquella pesquería, ni entraron muy dentro en mar, ni muy hondo, donde las grandes están. Y no solamente no pescan el mes de setiembre y los tres siguientes, mas aun tampoco navegan, por ser tempestuosos los aires que andan entonces en aquella mar, y los españoles se guardan de navegar por allí en tal tiempo, aunque usan mayores navíos. Las perlas que sacaron de aquellas conchas eran como arbejas, pero muy finas y blancas, que algunas de las de Tumaco eran negras, otras verdes, otras azules y amarillas, que debía ser por arte.

LXIV

Lo que Balboa hizo a la vuelta de la mar del Sur.

Vasco Núñez de Balboa se despidió de Chiape, que vertía muchas lágrimas porque se iba. Dejóle muy encargados ciertos españoles. Partióse muy alegre por lo que había hecho y hallado, y con propósito de tornar lue go en visitando sus compañeros de la Antigua del Darién, y en escribiendo al rey; pasó un río en barquillos, y fué a ver Teoca, señor de aquel río, el cual rescibió alegremente los españoles por sus proezas y fama. Dióles veinte marcos de oro labrado y docientas perlas bien grandes, aunque no muy blancas, a causa de asar primero las conchas que saquen las perlas, para comer la carne, que la precian mucho, y aun dicen ser tal o mejor que nuestras ostias. Dióles también mu

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