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nudos y hambrientos nueve años y más por las tierras y gentes aquí nombradas, y por otras muchas, donde sanaron calenturientos, tollidos, mal heridos, y resucitaron un muerto, según ellos dijeron. Este Panfilo de Narváez es a quien venció, prendió y sacó un ojo Fernando Cortés (1) en Zempoallán de la Nueva-España, como más largo se dirá en su crónica. Una morisca de Hornachos dijo que habría mal fin su flota, y que pocos escaparían de los que saliesen a la tierra donde él iba.

XLVII

Pánuco.

Por muerte de Juan Ponce de León, que descubrió y anduvo la Florida, armó Francisco de Garay tres carabelas en Jamaica el año de 1518, y fué a tentar la Florida, pensando ser isla, ca entonces más querían poblar en islas que en tierra firme. Salió a tierra, y desbaratáronle los floridos, hiriendo y matando muchos españoles; y así no paró hasta Pánuco, que hay quinientas leguas de costa. Vió aquella costa, mas no la anduvo tan por menudo como agora se sabe. Quiso rescatar en Pánuco, mas no le dejaron los de aquel río, que son valientes y carniceros, antes le maltrataron en Chila, comiéndose los españoles que mataron, y aun los desollaron y pusieron los cueros, después de bien curtidos, en los templos por memoria y ufanía. Parecióle bien aquella tierra, aunque le había ido mal en ella. Volvió a Jamaica, adobó los navíos, rehízose de gente y bastimento, y tornó allá luego el año siguiente de 19, y fuéle peor que la primera vez. Otros dicen

(1) Léase Cartas de relación de HERNÁN CORTÉS, en la colección de Viajes clásicos editada por Calpe.

que no íué más de una vez, sino que, como estuvo mucho allá, la cuentan por dos. Fuese una o dos veces, es cierto que vino lastimado de lo mucho que había gastado, y corrido de lo poco que había hecho, especialmente por lo que le avino con Fernando Cortés en la Veracruz, según en otra parte se cuenta (1). Mas por emendar las faltas y por ganar fama como Cortés, que tan nombrado era, y porque tenía por muy rica tierra la de Pánuco, negoció la gobernación della en la corte por Juan López de Torralva, su criado, diciendo lo mucho que había gastado en descubrirla; y como la tuvo con título de adelantado, armó y basteció once navíos el año de 23. Como estaba rico, y como pensaba competir con Fernando Cortés, metió en ellos más de setecientos españoles, ciento y cincuenta y cuatro caballos y muchos tiros, y fué a Pánuco, donde se perdió con todo ello; ca murió él en Méjico, y mataron los indios cuatrocientos españoles de aquéllos, muchos de los cuales fueron sacrificados y comidos, y sus cueros puestos por los templos, curtidos o embutidos; que tal es la cruel religión de aquéllos, o la religiosa crueldad. Son asimesmo grandísimos putos, y tienen mancebía de hombres públicamente, do se acogen las noches mil dellos, y más o menos, según es el pueblo. Arráncanse las barbas, agujéranse las narices como las orejas para traer algo allí; límanse los dientes, como sierras, por hermosura y sanidad; no se casan hasta los cuarenta años, aunque a los diez o doce son ellas dueñas. Nuño de Guzmán fué también a Pánuco por gobernador el año de 1527; llevó dos o tres navíos y o chenta hombres; el cual castigó aquellos indios de sus pecados, haciendo muchos esclavos.

(1) Véase la nota de la página anterior.

XLVIII

La isla Jamaica.

Esta isla, que agora llaman Santiago, entre diez y siete y diez y ocho grados a esta parte de la Equinocial y veinte y cinco leguas de Cuba por la parte del norte y otras tantas o poco más de la Española por hacia levante, tiene cincuenta leguas en largo y menos de veinte en ancho. Descubrióla Cristóbal Colón en el segundo viaje a Indias; conquistóla su hijo don Diego, gobernando en Santo Domingo por Juan de Esquivel, y otros capitanes. El más rico gobernador della fué Francisco Garay, y porque armó en ella tantas naos y hombres, para ir a Pánuco, lo pongo aquí. Es Jamaica como Haiti en todo, y así se acabaron los indios. Cría oro, algodón muy fino; después que la poseen españoles, hay mucho ganado de todas suertes, y los puercos son mejores que no en otros cabos. El principal pueblo se nombra Sevilla. El primer abad que tuvo fué Pedro Mártir de Anglería, milanés, el cual escribió muchas cosas de Indias en latín, como era cronista de los Reyes Católicos; algunos quisieran más que las escribiera en romance, o mejor y más claro. Todavía le debemos y loamos mucho, que fué el primero en las poner en estilo.

XLIX

La Nueva España.

Luego que Francisco Hernández de Córdoba llegó a Santiago con las nuevas de aquellas tan ricas tierras de Yucatán, como luego diremos, se acodició Diego

Velázquez, gobernador de Cuba, a enviar allá tantos españoles que, resistiendo a los indios, rescatasen de aquel oro, plata y ropa que tenían. Armó cuatro carabelas y diólas a Juan de Grijalva, sobrino suyo, el cual metió en ellas docientos españoles; y partióse de Cuba el primer día de mayo del año de 18 y fué a Acuzamil, guiando la flota el piloto Alaminos, que fuera con Francisco Hernández de Córdoba. De allí, que veían a Yucatán, echaron a mano izquierda para bojarla, pensando que fuese isla, pues ya la había andado Francisco Hernández por la derecha, ca lo deseaban por cuanto se podían sopear mejor los isleños que los de tierra firme; así que, costeando la tierra, entraron en un seno de mar que llamaron bahía de la Ascensión, por ser tal día. Entonces se descubrió aquel trecho de tierra que hay de empar de Acuzamil a la susodicha bahía. Mas viendo que seguía mucho la costa, se tornaron atrás y, arrimados a tierra, fueron a Champotón, donde fueron mal recebidos, como Francisco Hernández; ca sobre tomar agua, que les faltaba, pelearon con los naturales, y quedó muerto Juan de Guetaria y heridos cincuenta españoles, y Juan de Grijalva con un diente menos y otro medio, y dos flechazos. Por esto de Grijalva y por lo de Córdoba llaman aquella playa Mala-Pelea (1). Partió de allí, y buscando puerto seguro surgió en el que nombró el Deseado. De allí fué al río que de su nombre se dice Grijalva, en el cual rescató las cosas siguiente: tres máscaras de madera doradas y con pedrezuelas turquesas, que parecía obra mosaica; otra máscara llanamente dorada; una cabeza de perro cubierta de piedras falsas; un casquete de palo dorado, con cabellera y cuernos; cuatro patenas de tabla doradas, y otra que tenía algunas piedras engastadas alrededor de un ídolo; cinco armaduras de piernas hechas de corteza y doradas; dos escarcelones de palo

(1) Véase la nota de la pág. 105.

con hojuelas de oro; unas como tijeras de lo mesmo; siete navajas de pedernal; un espejo de dos lumbres con un cerco de oro; ciento y diez cuentas de tierra doradas; siete tirillas de oro delgadas; cuarenta arracadas de oro con cada tres pinjantes; dos ajorcas de oro, anchas y delgadas; un par de cercillos de oro; dos rodelas cubiertas de pluma y con sus chapas de oro en medio; dos penachos muy gentiles, y otro de cuero y oro; una jaqueta de pluma; un paño de algodón de colores, a manera de peinador, e algunas mantas. Dió por ello un jubón de terciopelo verde, una gorra de seda, dos bonetes de frisa, dos camisas, unos zaragüelles, un tocador, un peine, un espejo, unos alpargates, tres cuchillos y unas tijeras, muchas contezuelas de vidrio, un cinto con su esquero, y vino, que no lo quiso nadie beber; cosa que hasta allí ningún indio la desechó. De aquel río fué Grijalva a Sant Juan de Ulhúa, donde tomó posesión en nombre del rey, por Diego Velázquez, como de tierra nueva. Habló con los indios, que venían bien vestidos a su manera y que se mostraban afables y entendidos; trocó con ellos muchas cosas, que fueron cuatro granos de oro; una cabeza de perro de piedra como calcedonia; un ídolo de oro con cornezuelos y arracadas y moscador de lo mesmo y en el ombligo una piedra negra; una medalla de piedra guarnecida de oro, con su corona de lo mesmo, en que había dos pinjantes y una cresta; cuatro cercillos de turquesas con cada ocho pinjantes; dos arracadas de oro con muchos pinjantes; un collar rico; una trenza de oro; diez sartales de barro dorado; una gargantilla con una rana de oro; seis collaricos de oro; seis granos de oro; cuatro manillas de oro grandes; tres sartas de piedras finas y cañutillos de oro; cinco máscaras de piedras con oro, a la mosaica; muchos ventailes y plumajes; muchas mantas y camisetas de algodón. En recompensa de lo cual dió Grijalva dos camisas, dos sayos de azul y colorado, dos caperuzas ne

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