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En otros términos: juzgo que el decadentismo es una forma nueva bajo la cual se reproduce en la edad contemporánea la escuela del mal gusto, si bien con atributos peculiares que en otros tiempos y con medio ambiente distinto no hubieran podido darse á luz; por lo que sin duda el novísimo procedimiento de arte que entrañan se ostenta original y propio de nuestro siglo en apariencia. Corresponde, pues, para motivar seriamente esta opinión, exponer ante todo qué es lo que entiendo por decadentismo, y claro está desde luego que, si mi concepto es equivocado, si por la exposición y análisis que voy á emprender de la referida escuela poética resulta que aludo á cosa diferente de lo que forma ahora el ídolo de nuestra juventud literaria, diré, parodiando á Valera, que no voy contra el decadentismo; empero si mi noción de éste no apareciere del todo infiel é inexacta, entonces resueltamente contra el decadentismo voy, formulando mi tesis sin vacilaciones ni rodeos de ningún linaje, en la siguiente proposición: lejos de que el decadentismo pueda resaltar entre las grandes y legítimas evoluciones literarias, es tan sólo estrago funesto de las letras, olvido del buen gusto y corrupción del arte.

I

La palabra decadentismo no es castiza; empero no debe negársele carta de naturaleza en el buen uso, ya que, como observa donosamente un escritor, si el vocablo no se encuentra en Garcilaso ni Cervantes, no consta tampoco que estos insignes maestros hubiesen dejado dicho en su testamento que no debía admitirse. Además, claramente se percibe la historia de su formación neológica

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cuya legitimidad no parece cuestionable. Se deriva de decadente, participio activo del verbo decaer, que significa caer, descender, llegar á menos, ó, como dice el Diccionario de la Academia de la Lengua, "perder una persona ó cosa la mayor parte de las condiciones ó propiedades que constituyen su bondad, importancia ó valor", la desinencia de origen griego ismo, que connota la idea de sistema, coordinación, conformidad en el modo de ser, pensar, hablar ú obrar, como prosaísmo, eufuismo, gongorismo, barbarismo, &, &. Por donde se viene en conocimiento de que decadentismo, aplicado á las disciplinas literarias, tanto quiere decir, como un defecto que consiste en la caída, debilitamiento, degeneración del arte y del buen gusto.

Verdad es que en esto, como en tantas otras materias, pudiera pensarse que el nombre no hace á la cosa, y más que no todos los corifeos del decadentismo están conformes con esta denominación, pues algunos, siguiendo á Floupette, prefieren la de delicuescencia; otros, la de simbolismo; no pocos, la de modernismo, etc., etc.; mas tan significativo mote ya es por sí solo indicación bastante de lo que substancialmente envuelve la novísima manera ó procedimiento poético de que trato.

Sin embargo, no habré de conformarme con esta definición etimológica; antes bien, analizando los caracteres culminantes que en Francia, donde, como veremos después, rodó la cuna del decadentismo y ha alcanzado todo su esplendor, le asignan sus más ilustres representantes, en el canon teórico lo mismo que en la ejecución práctica, procuraré determinar en fórmula concreta y precisa, en lo posible, el sentido íntegro, esencial de la flamante escuela.

Aunque la autoridad de Fernando Brunetiere pudiera considerarse como sospechosa en el asunto, ya que el gran crítico de la "Revue des Deux Mondes", en sus magistrales "Ensayos sobre la Literatura Contemporánea" y la "Evolución de la Poesía Lírica en Francia en el Siglo XIX" pone en su examen del simbolismo cierta cantidad de prejuicio clásico, debo, no obstante, recurrir á ella porque puntualmente por ser de un metafísico es de más peso, de más alta valía en el caso, supuesto que se trata de una teoría de origen metafísico; porque en general Brunetiere ha sido y es el crítico más completo é indiscutible en los dominios de la Estética aplicada, y porque, siendo sus estudios verdaderamente serenos é impersonales, son los que más breve, más sintéticamente abrazan y definen los problemas literarios contemporáneos. Dice así: "Incorporar la música á la poesía, hacer servir la primera para expresar lo que hay de más íntimo y más general á la vez en los sentimientos de que es siempre una limitación la segunda; esforzarse así por obtener que ni una ni otra se desenvuelva para sí misma ni se satisfaga de su propia virtuosidad, tal ha sido el principal objeto de Wagner, á creer al menos á los más autorizados de sus comentadores, y no absolutamente efectuar una revolución en la música, como música, sino poner los medios de la música al servicio de una concepción nueva del arte........ Percibid al mismo tiempo la relación del wagnerismo con lo que se ha llamado entre nosotros simbolismo. Nuestros simbolistas también son idealistas, y de todos los reproches que han dirigido á los Parnasianos, sus predecesores, no creo que exista uno sobre el cual hayan insistido más que el de haberse formado de su arte una idea demasiado naturalista ó mate

rialista; los mismos versos de Leconte de Lisle les han parecido demasiado definitivos. '-[Discours de Combat.]

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Tenemos, pues, dos elementos importantes para el análisis, el origen de la escuela arrancando de una teoría musical, la que Carlyle condensaba diciendo: "una especie de palabra inarticulada é insondable que nos lleva al borde del infinito y nos permite por un momento sumergir en él la mirada", y la filosofía más opuesta á la ciencia positiva de nuestra edad, la metafísica idealista.

y

Los decadentes son, en efecto, metafísicos idealistas, vienen en línea recta de un tema musical formulado en el arte del porvenir, de donde se escaparon para penetrar como ovejas descarriadas en el campo de la literatura.

Del mismo modo explican los orígenes del decadentismo Max Nordau, Paulhan, que le llama "el nuevo misticismo," y Pompeyo Gener que concreta más la idea en su libro "Literaturas Malsanas” al afirmar que "el fin de esta literatura poética no es el de expresar ideas, sino ciertos estados generales, vagos é indefinibles de la sensibilidad. Las imágenes, si se emplean, así como las metáforas, debe de ser únicamente para sugerir estados indeterminados del espíritu humano, no para explicar ideas definidas, concretas ó generales."

Ahora bien, este wagnerismo y esta vaguedad idealista de la emotividad se resumen en una sola palabra cuasi sacramental y litúrgica, el símbolo.

¿Qué es el símbolo?

II

A primera vista y, recordando la doctrina hegeliana

acerca de las antiguas literaturas orientales, pasan por mi mente los Vedas, el Mahabarata, el Ramayana y las eternas maravillas poéticas de la Biblia, con sus profundidades religiosas, sus teogonías panteistas y su significación moral antes que estética, y me dispongo á creer que este género de simbolismo es el que, por un fenómeno de regresión, como sostiene Gener, renace en las obras de los delicuescentes. Luego me pregunto si será acaso la alegoría mística de Fray Luis de León ó San Juan de la Cruz; quizás el discreto é inocente emblema bajo cuyo casto velo envolvió Goethe en sus lieder á la musa sensual de Teócrito; tal vez el trascendentalismo fulgurante de Carlyle ó de Emerson. Empero no es así. El nuevo símbolo es un misterio, un arcano indescifrable; es lo esotérico llevado á sus últimos límites; es el arte de dar á adivinar al lector los más obscuros enigmas, y ello, tanto en el ocultismo mágico de los pensamientos, como en la quinta esencia de las palabras y los giros del lenguaje.

"Los decadentistas, dice Sutter Lauman, preconizan el empleo de palabras raras, preciosas, que van á extraer con gran trabajo de los vocabularios."

Los mismos pontífices de esta iglesia, que carece de unidad, nos definen en idénticos términos sus dogmas. Desde un principio, tomando al pie de la letra unos versos de Baudelaire y el comentario ingenioso que sobre ellos bordó la soberana fantasía de Teófilo Gautier, anunciaron en sus periódicos, "El Decadente", "El Gato Negro" y el "Scapin", que, cismáticos francos de los parnasianos, traían la buena nueva, el verbo de un idioma in- . cógnito, enteramente original, con el que buscaban la revelación misteriosa de sensaciones sutiles hasta enton

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