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tística, dejaron tras de sí larga prole de obras que, según el testimonio universal, son bellas.

La unidad de acción y el coro, en la tragedia antigua, la idea de la fatalidad y el sensualismo en el amor, verbigracia, constituyen casi toda la belleza en el clacisismo greco-latino, aun sin pensar en las alturas en que culminaron con Esquilo, Sófocles y Eurípides ; aun sin recordar los festines báquicos de Anacreonte, los deliquios voluptuosos de Safo, el brillante materialismo de Lucrecio y el "accipe me lecto nocte silente tuo" de Ovidio.

De la misma manera el principio de la libertad en el arte, el ideal caballeresco y legendario de la Edad Media, la representación artística del mal, el contraste entre lo hermoso y lo deforme, entre el llanto y la risa, entre la luz y la sombra, entre la vida y la muerte, y el descreimiento y la duda y la desesperación, fueron procedimientos y métodos fecundos en la labor estética del romanticismo, aun sin pasar por las almas de Iago y Macbeth, de Manfredo y de Caín, de Triboulet y Cuasimodo, de Mefistófeles y Don Juan; aun sin palpitar en el tremendo grito "There is no God" de Shelley, ni en la ironía amarguísima de Heine, ni en el pesimismo profundo y desgarrador de Leopardi.

El documento humano, la contemplación del modelo viviente, el estudio anatómico de la fría y descarnada realidad, son también por sí mismos elementos de valor estético en el naturalismo, como lo son de verdad para la ciencia, aun sin haberse puesto al servicio del genio en la creación de Goriot, Madame Bovary ó Claudio Lantier.

Exactamente como en las escuelas de pintura florentina y veneciana no pueden menos de considerarse engen

dradores de belleza, lo poderoso y lo grande, por un lado, aun sin estremecerse en los Profetas de la Capilla Sixtina, y el colorido, por otro, aun sin sonreir en los milagrosos cuadros del Ticiano.

No sucede lo mismo con los ideales en que se inspira la obra de arte de la escuela decadentista. Por lo menos hasta ahora, del símbolo, tal y como por definición se entiende y se realiza entre sus pontífices, de la alteración caprichosamente pueril y enigmática del significado de las palabras, y, sobre todo, de la neurosis y la embriaguez de las cosas fúnebres, no ha surgido todavía un “Lago," una "Oración por todos," ni un "Souvenir," ni la "Visión de Fray Martín," ni "Los Buenos y los Sabios," pues, repito, lo único que hay de grande y de bello en Verlaine y Mallarmé es tan sólo Mallarmé y Verlaine, fuera de su escuela, á pesar de su escuela, y quizás también por una razón parecida á la que da Legouvé, al explicar cómo defectos notables personalísimos de ciertos lectores y declamadores de talento, gustan á sus oyentes como verdaderas bellezas, y cuando otro lector ó declamador cuidadoso de la corrección nimia y del arte trata de evitar aquellos defectos en la misma composición, la hace insoportable.

Se dirá que incurro aquí en palmario razonamiento ilegítimo, supuesto que el atributo principal de las grandes poesías á que acabo de referirme es la fuerza creadora de sus autores; mas haciendo abstracción hasta donde es posible de este elemento, no cabe duda que dichas obras, en lo que de escuela y procedimiento artístico entrañan, son altas representaciones típicas de bella literatura, y nada parecido podremos encontrar ni en los mismos autores geniales de la delicuescencia.

El decadentismo, en efecto, no se ha recomendado has

te ahora por ninguna de esas obras maestras que señalan las eras verdaderamente nuevas en el arte.

Ni siquiera creo que deba abonarse entre sus méritos, como se ha dicho por alguien, el que haya contribuido á la invención de algunos ritmos que habrán de prosperar quizás y abrir nuevos horizontes á la música del verso, pues, como dejo apuntado, muchas de esas novedades y la desagradable regresión del monorrimo parecen contradecir esta aseveración.

XIII

Uno de los cargos que más seriamente se formularon por la Crítica en contra del naturalismo en la época de su mayor exagerarión y demagogia fué que sus doctrinas extremas no podían ser aplicables á todas las artes, ni en la literatura á todos los géneros conocidos de obras literarias, supuesto que hay artes y géneros artísticos de suyo idealistas, ó de suyo realistas; que si la escultura, por ejemplo, la pintura, la poesía dramática y la novela pueden llamarse realistas por naturaleza, ya que sus asuntos se toman de la realidad, no sucede otro tanto con la arquitectura, la música y aun el baile y aun el baile que nada expresan ó ninguna realidad concreta aspiran á representar.

Pues bien, ¿no podría objetarse análogamente en contra del decadentismo, que sus cánones especialistas están muy lejos de elevarse á la categoría de una fórmula general de arte en que se incluyan todas las manifestaciones estéticas, ni siquiera las del género poético total?

Entiendo que sí, y la legitimidad de este reproche se patentiza inmediatamente con sólo pensar en lo absurdos, en lo imposibles que serían ciertos géneros literarios, la

oratoria, verbigracia, en el decadentismo, y con sólo recordar cuán inútiles han sido los esfuerzos hechos hasta ahora para clasificar en el grupo decadentista algunas obras salientes de la producción poética contemporánea en el teatro y la novela.

Dígase lo que se quiera, el decadentismo es una escuela exclusivamente de poesía lírica, y ni los dramas de Ibsen, ni las novelas de la granada, de la rosa, etc., etc., de Gabriel de'Annunzio, ni los libros de los Goncourt, ni los cuentos sicológicos de Bourget, ni los brillantes poemas narrativos de Máximo Gorki, ni aun las mismas creaciones excéntricas de Villiers de l' Isle Adams y de Barbey d' Aurevilly pueden encajar propiamente en los cuadros típicos del arte simbólico que me ocupa.

Y á la verdad que una poesía dramática ó novelesca netamente delicuescente, á semejanza de las obras líricas, sólo líricas, del "Chat Noir" sería por demás curiosa. Sería la completa negación del arte.

¡Figuraos por un momento asistiendo á una representación teatral decadentista en toda la amplitud de la palabra, á una mise en scene de algo así como las Neurosis, los Poetas malditos, las Fiestas Galantes, etc., etc.! La casa de locos que describe Poe en su bellísimo cuento “The system of Doctor Tarr and Frofessor Fether," podría apenas dar una idea de semejante extravagancia.

El decadentismo ha logrado penetrar en la lírica merced á la vaguedad propia del elemento personal, puramente subjetivo, característico de este género de poesía; pero de fijo, y para esta sencilla previsión no es menester don profético alguno, no pasará de aquí el poco tiempo que en lo porvenir esté reservado á su existencia.

XIV

Considerada así la escuela, descartado el elemento personal, el genio, y lo que en sus obras asciende á las cumbres del arte y es universal y eterno, ¿qué es lo que queda al análisis de las obras?

Tan sólo la vana sonoridad, la retórica superficial, artificiosa y hueca en la forma; y en el fondo....¡ay! en el fondo, nada más que la insanidad, el neurosismo y la vesania.

Y como indudablemente esta vesania ha provenido de las exageraciones desbordantes de lo que en genios como Hugo, Gautier y Baudelaire, fué plenitud y exceso de belleza, juzgo que en medio del riquísimo florecimiento de la poesía lírica en el siglo XIX, el decadentismo simboliza la escuela de la corrupción y del mal gusto que, como una ley de la historia, ha aparecido siempre á raíz de todas las épocas de esplendor ó Siglos de Oro de la literatura.

Así en la antigüedad clásica, después de Virgilio, Horacio y Tibulo, desfiló la legión de los poetas menores y de la decadencia. [Renato Doumic.-"Litteratures de Decadence."-Revue des Deux Mondes.-15 de Sep. de 1899.]

En Francia, cuando Malherbe había acabado de esculpir el modelo de un estilo puro, armonioso y noble, sopló de Italia y España una influencia malsana, y el preciosismo de los salones de la marquesa de Rambouillet lo inun dó todo en un diluvio de frases rebuscadas, conceptos sutiles, alusiones mitológicas, antítesis amaneradas, metáforas raras y tecnicismos eruditos bajo los cuales desaparecieron el arte y el buen gusto.

Ya había acontecido otro tanto en Inglaterra con el eufuismo, y en Italia con el marinismo. De la misma suerte

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