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VIII

Apliquemos ahora las doctrinas brevemente resumidas hasta aquí á las producciones del decadentismo.

Fácil es, ante todo, notar que los orígenes de la escuela radican en una deplorable confusión. Se pretende que la poesía, arte esencialmente expresivo y representativo de realidades concretas, arte de imágenes y signos, la palabra, por cuyo medio aventaja á todas las demás artes, se convierta en puramente formal, de modo que el placer se produzca sólo por virtud de libres y caprichosas combinaciones de sonidos que, á semejanza de la música, sugieran vagamente los estados emotivos más que las ideas sólo por asociaciones y analogías indeterminadas lleguen á una expresión ó significación concreta, á un verdadero lenguaje.

y

Se tiene por verdad plenamente demostrada que la música no es ni puede ser en sí misma un arte expresivo ni imitativo directo, y que en vano se aspira por los partidarios del wagnerismo, de la música llamada filosófica ó científica, á dar á su arte un carácter descriptivo ajeno á su naturaleza esencial, eminentemente subjetiva, recurriendo á combinaciones sabias y artificiosas, á la supresión calculada del elemento melódico y al predominio de la armonía.

Puntualmente de la carencia de todo valor expresivo concreto del sonido musical, que no es imagen ni es signo, depende el placer singular, el encanto, la especialísima emoción estética, vaga y general, que despierta en nuestro espíritu la música, por virtud del acertado empleo del ritmo, la melodía y la armonía; mas la representación de sentimientos determinados, de objetos visibles é ideas

bien definidas está absolutamente fuera de la índole propia de este arte, y sólo en casos excepcionales, unido á la poesía, ó reproduciendo sonidos naturales, puede adquirir cierta expresión puramente convencional; pero siempre vaga y por modo extraordinario subjetiva.

Oigamos al incomparable esteta, Don Manuel de la Revilla: "Una ilusión subjetiva nacida de una asociación de ideas é impresiones y reforzada por ciertas analogías de suyo muy vagas, es la causa verdadera de que veamos en la música una pintura y un lenguaje. Cuando decimos que una serie de notas describe una escena natural ó expresa un afecto del ánimo, ó declaramos que existe una vaga relación entre la impresión que en nosotros causan esa escena y ese afecto y la que producen aquellos sonidos, ó hallamos una semejanza real y objetiva entre los sonidos de la música y otros de la naturaleza análogos á aquellos [como en las piezas en que se describe una tempestad, el ruido del agua, el canto de las aves, etc.,) ó simplemente somos víctimas de un engaño que proviene de saber por la letra que á la música acompaña lo que el canto significa, ó de cierta relación muy vaga y en alto grado subjetiva entre el tono general del canto y el afecto que en él se pretende expresar. Fuera de estos casos, y señaladamente en la música instrumental, es vano empeño sostener que la música expresa y representa algo concreto y real. Lo que entonces sucede es que, por razón de la misma variedad de la música y de su carácter en cierto modo material, cada cual interpreta los sonidos á su gusto y según el estado de su conciencia, y toma por lenguaje exterior el reflejo de su propio sentimiento, hallando, admirablemente expresado por el músico lo que sólo existe dentro de su ser." (Obras.-El Naturalismo en el Arte.)

Pues bien, los decadentistas, adheridos á esa teoría trascendental ó docente que da á la música un carácter expresivo que no tiene, aspiran á hacer de la poesía, cuya naturaleza expresiva es riquísima y sin rival en todas las artes, una especie de música wagneriana que, reducida á sólo la armonía, y cierta armonía sui géneris de las palabras, se limite á sugerir, á evocar estados de conciencia emotivos, vagos y generales, prescindiendo de la expresión directa y determinada de las ideas, así como de toda realidad concreta y particular.

Por donde acontece que se desvirtúa en grado superlativo la naturaleza de las dos artes: de la música, porque se la atribuye un poder de expresión de que carece en lo absoluto su material artístico; y de la poesía, porque se reduce por modo considerable su valor expresivo, convirtiéndose el lenguaje en mera combinación de sonidos y armonías subjetivamente evocadores, y se la confunde así con el arte musical, ya de suyo desnaturalizado en la metamorfosis extraña del idealismo wagneriano.

Evidentemente esto es un lamentable error, y basta enunciarle para comprender que es imposible que se acomode á ninguna teoría estética.

IX

Han sido completamente inútiles los esfuerzos hechos para aplicar á las sensaciones la teoría de la transformación de las fuerzas, pues, como' advierte Letourneau (“La Biologie."-Pag. 453) "no hay en los fenómenos de conciencia transformación de movimiento molecular, en el sentido habitual de la expresión. Cuando una ondulación luminosa conmueve las nervios de la retina, la sensación

central que de aquí resulta no es en manera alguna un cambio directo de la vibración etérea."

Sin embargo, con cierta apariencia de rigor científico, se ha querido ver en una teoría reciente de la sensación todo un mentís á la clásica doctrina de la división del trabajo fisiológico y de la especialización de las sensaciones, fundada en hechos tan evidentes como la diferencia de los órganos que las producen, la diversidad de los objetos exteriores y sus propiedades y la esencial distinción de los estados de conciencia relativos á cada sentido.

Feré, en efecto, después de no pocas experiencias dinamométricas, observó que las sensaciones parecen no ser más que el resultado de una vibración especial del cuerpo entero, y examinando detenidamente el fenómeno llamado en Sico-Fisiología, la audición coloreada, asentó que "la vibración parece ser la unidad de excitación, no sólo para la vista y para el oído, sino también para los demás sentidos y, en general, para la sensibilidad común á todo ser viviente." ["Sensation et Mouvement."]

Se ha concluido de aquí que todo radica en la vibración y que, por lo tanto, la identidad de naturaleza de las excitaciones conduce forzosamente á la identidad de naturaleza de las sensaciones. Por donde muy bien pueden tro

carse unas en otras.

No sería propio de este lugar discutir los conceptos del sabio eminente, ni para ello tendría yo competencia alguna; mas en los extremos á que se pretende llevar esta teoría no puede menos de verse un error, una exageración como todas las que encontramos en el origen de la seudofilosofía en que pretende apoyarse el decadentismo.

En el grado superior de la evolución orgánica las sensaciones se han diferenciado y especializado, de modo

que, ante el análisis científico más sutil, aparecen siempre como fenómenos completamente irreductibles. Esto es inconcuso.

Alejandro Bain cuya autoridad es decisiva en estas materias dice: "Los objetos de la vista difieren de los objetos del olfato, ó más bien debemos decir que las propiedades y agentes que causan la visión son diferentes de las propiedades que causan el olfato, el gusto ó el oído. La diferència que separa los sentimientos ó estados de conciencia relativos á cada sentido, está fuertemente señalada; es una diferencia característica, genérica, que supera á todas las que pueden presentar las sensaciones de un mismo sentido. No confundimos nunca una sensación de la vista con una sensación del oído, ó una del tacto con una del olfato. Esta distinción es segura, perfecta, aunque tratemos á veces de encontrar semejanzas entre estas sensaciones." ["Los sentidos y la Inteligencia."]

El mismo pensamiento expresa Taine en "L' Intelligence" (Tomo I pag. 147): "Cada uno de los sentidos forma un dominio aparte; ni el olor, ni el sabor, ni el color, ni el sonido, ni la sensación del contacto pueden reducirse entre sí, y en cada sentido hay varios dominios no menos separados unos de otros; el sabor salado, el amargo y el azucarado, como el color azul, el rojo y el amarillo, como las sensaciones de calor, de presión, de cosquilleo, parecen igualmente irreductibles entre sí.”

De suerte que aun cuando se aceptase la decantada unidad y correlación de las sensaciones, éstas permanecerían siempre separadas y distintas, como en la misma unidad de las fuerzas físicas los fenómenos exteriores del cosmos son radicalmente diversos, por más que los unos se ex

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