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¿Qué auroras iluminan el hondo tenebrario?

¿Qué antorchas inflamaron los subterráneos limbos?
¿Quién en tu frente ¡oh Musa! dejó tan claros nimbos?
Acaso las heridas de un Eros sagitario

Las nieves de tu seno llenaron de corimbos?

Es Whitman el humano y el lírico poeta!

El que miró en sus claras videncias de Profeta
Un águila triunfando sobre una flor de lis.
Es él el demagogo que toca su retreta.
Honor á las legiones del buen poeta gris!

("En honor de los poetas norteamericanos.")

DE SALVADOR DIAZ MIRON.

Siempre aguijo el ingenio en la lírica, y él en vano al misterio

se asoma

A buscar á la flor del Deseo vaso digno de puro Ideal.
¡Quién hiciera una trova tan dulce, que al espíritu fuese un aroma.
Un ungüento de suaves caricias, con suspiros de luz musical!
("Lascas."—"Gris de Perla.")

Es un monstruo que me turba. Ojo glauco y enemigo,
Como el vidrio de una rada, con hondura que, por poca,
Amenaza los bajeles con las uñas de la roca,
La nariz resulta grácil y aseméjase á un gran higo
La guedeja blonda y cruda y sujeta, como el trigo
En el haz. Fresca y brillante y rojísima la boca,
En su trazo enorme y burdo y en su risa eterna y loca,
Una barba con hoyuelo, como un vientre con ombligo.
("Lascas."-"La Giganta.")

Sólo una tempestad brusca y altiva
Encumbra la pasión y la marea,
Y en empinados vórtices pasea
El abismo de abajo en el de arriba!

(“Lascas.”—“¡Audacia!”)

V

Quéjanse, no sin razón, los modernistas de que en general se les juzga sólo por lo meramente material, por lo que de procedimiento y de retórica yuxtapuestos matiza sus obras, no por el fondo y la esencia, por la substancia íntima, por la intususcepción y la vida en que han germinado y florecido sus enervantes rosas, sus paradisiacos jazmines del mal y de la locura.

Trataré, pues, de ver en ese fondo, á fin de completar el análisis y apercibir la crítica á que se encaminan estos breves y humildísimos apuntes.

Desde Teófilo Gautier, en su notabilísimo estudio acerca de Baudelaire, hasta J. Juan Tablada, en sus diferentes escarceos poético-filosóficos en defensa propia, cuantos escritores han profundizado con más o menos penetrante sicología en el decadentismo, han coincidido en señalarle como caracteres de fondo cierta amargura intensa, cierto desencanto y hastío de la vida, pero con modos de ser singularísimos que nada de común tiene con el profundo tedio del Eclesiastés, ni con el moderno pesimismo alemán, ni siquiera con ese malestar que define Ruskin “a tendency in the minds of many men, when they are heavily disappointed in their main pourposes of their life, to feel and perhaps in warning, perhaps in mockery, to declare, that life itself is a vanity:" no; un sinsabor y un desencanto que rayan en nirvana paradójico en que se quiere morir y vivir al mismo tiempo, y que, anunciando, por un lado, el agotamiento de la voluntad, el cansancio y la pesadilla, y, por otro, el más sutil de los refinamientos de la sensibilidad, la hiperestesia y la neurosis, hacen de la

literatura decadente un caso auténtico é irrefragable de Sicopatía.

El mismo Paul Bourget que trata, más que de interpretar y explicar, de justificar científicamente ante la Sicología y la Estética el decadentismo, nos lo describe en términos tales que hace resaltar hace resaltar por maravillosa manera la falta de ponderación mental que entrañan en sus obras los más conspicuos representantes ó portavoces de la escuela,

Decía Gautier: "El estilo de decadencia no es otra cosa que el arte llegado á ese punto de madurez extrema que determinan ante sus soles oblicuos las civilizaciones que envejecen: estilo ingenioso, complicado, sabio, lleno de matices y rebuscamientos, que hace retroceder siempre los límites de la lengua, despojando todos los vocabularios, tomando colores á todas las paletas, notas á todos los teclados; esforzándose por traducir el pensamiento en lo que tiene de más inefable, y la forma en sus contornos más vagos y más fugitivos, escuchando, para traducirlas, las confidencias sutiles de la neurosis, las confesiones de la pasión que envejece, que se deprava, y las alucinaciones de la idea fija girando en torno de la locura.”

Bourget, menos brillante, pero más profundo y más explícito, nos presenta dos puntos de vista distintos hasta ser contradictorios que él, sin embargo, considera igualmente legítimos: uno, en que por exceso de civilización una sociedad acaba por abolir la facultad de crear y, produciendo sólo individuos incapaces para los trabajos de la vida común, se desorganiza, se descompone y muere, como aconteció al Imperio Romano de Occidente, no sin que esos mismos individuos, con el alma convertida en

complicado mosaico de sensaciones, de excepticismos delicados, de extrañas videncias y placeres enervantes que denuncian otras tantas llagas sociales, exageren su personalidad é independencia con relación al conjunto total de cuyo organismo son meras células; y otro, en que la potente energía por la cual estas células dejan de estar subordinadas al funcionamiento del conjunto, las erige en vasos de selección, en individualidades más finas, más curiosas y distinguidas, en toda una aristocracia típica que representa un tesoro riquísimo de adquisiciones humanas.

"Si los ciudadanos de una decadencia-dice el autor de los "Ensayos de Sicología Contemporánea"-son inferiores como obreros de la grandeza del país, ¿no son muy superiores como artistas del interior de su alma? Si son ineptos para la acción privada ó pública, ¿no es á causa de su mayor habilidad para el pensamiento solitario? Si son malos reproductores de generaciones futuras, ¿no es que la abundancia de las sensaciones finas y la exquisitez de los sentimientos raros han hecho de ellos virtuosos, esterilizados, pero refinados, de las voluptuosidades y los dolores ?"

Y J. Juan Tablada, ejecutando deliciosas variaciones sobre este mismo tema, exclama: ...... "el decadentismo puramente literario consiste en el refinamiento de un espíritu que huye de los lugares comunes y erige Dios de sus altares á un ideal estético que la multitud no percibe; pero que él distingue con una videncia moral, con un poder para sentir lo suprasensible que no por ser raro deja de ser un hecho casi fisiológico en ciertas idiosincrasias nerviosas, en ciertos temperamentos hiperestesiados."

En suma, el arte pierde su universalidad y simpatía, su cosmopolitismo, su sociabilidad, y, buscando un estilo es

pecial y arreos extrahumanos y extraterrestres, se encierra, no en la famosa torre de marfil de Alfred de Vigny, sino en la estrecha celda de un superegoísmo malsano, lleno de irritante inmodestia por la cual el artista se cree de naturaleza superior á la de los demás, el superhombre por excelencia, y, poseedor único, por la comprensión sabia más que por el sentimiento, del ideal de la belleza, lo guarda para sí, como el avaro su oro, lejos, muy lejos de las miradas sacrílegas de los profanos.

Considerada así la poesía, se me figura verla personificada en la Nora de Ibsen que, cansada de haber vivido para los demás, se resuelve, según su gran frase, á vivir sólo de ella misma y para ella misma.

Deben añadirse otros elementos no menos importantes, á saber: el anhelo, rayano en manía, de la novedad, la fascinación del buen éxito, la fiebre de la moda y quizás, quizás también algo de lo que implacablemente flagela Nuñez de Arce en esta sentencia: "El inmoderado afán de lucro ha trastornado en Francia muchos cerebros y muchos corazones." [Discurso sobre la Poesía].

Verse nous ton poison forte

Nous voulons, tant ce feu nous brule le cerveau,

Plonger au fond du gouffre, Enfer ou Ciel, qu' importe?
Au fond de l' Inconnu pour trouver du nouveau.

(Baudelaire.)

Por último, de cuando en cuando dibújanse ¡ay! también en el fondo de este cuadro, con brillo pálido y fosforescente, los siniestros perfiles del ajenjismo y del morfinismo, cuyos principales pródromos se manifiestan casi siempre en la creación de artificiales vergeles odínicos donde priva sobre todo el afán inmoderado, enfermizo, la ver

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