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nes, incierto en el término de su aventura. Cualquiera otro navegante habria quedado satisfecho de tan afortunado suceso, y hubiera examinado la costa Occidental del Sur de América, esperando el premio, y gozando las ventajas de su descubrimiento; pero la noble ambicion del Almirante español no se contentaba con dar la vuelta de América porque los nombres de otros navegantes estaban asociados con el de esta parte del mundo, y él aspiraba á una hazaña ú otro descubrimiento que fuese todo suyo. Magallanes, por tanto, tomó el rumbo del Oeste, y navegando sin saber á donde por mas de cuatro mil leguas, llegó al fin á la isla de Luzon y otras en el Oriente, conocidas despues por el nombre de Filipinas. Este descubrimiento con respecto á ventajas pecuniarias era indiferente, pero con respecto á importancia científica era de grande precio, pues le procuró la gloria de ser el primer hombre que enseñó á los demas la figura del globo que habitaban, y las partes de que se componia. Magallanes pereció desgraciadamente en una de las islas que habia descubierto con el sentimiento de no volver al misno punto de España, desde donde habia partido, para completar eu persona la primera vuelta dada al mundo. Esta circunstancia, sin embargo, se verificó en la persona de su teniente, volviendo á Sevilla en el mismo barco nombrado la Victoria.

Abierta ahora la carrera de la navegacion por Magallanes, y poseidas las costas occidentales de la América por los conquistadores de Méjico, Perú y Chile, principiaron los españoles á surcar la inmensa superficie del Pacífico por todas direcciones. Saavadra, Mendaña, Quiróz y otros muchos marinos atrevidos descubrieron los archipiélagos del Espíritu Santo, de los Amigos, de las Marquesas, de Salomon, Otahiti, la Nueva Guinea, y casi todas las islas en aquel inmenso mar conocidas ahora con otros nombres modernos. La justicia exige que se dè á cada uno el mérito que le corresponde, y que en esta distribucion se atienda á las circunstancias. Aquellos primeros navegantes, españoles, hombres verdaderamente intrépidos, hicieron casi todos los descubrimientos que se hallan en la geografia actual, en unos barcos endebles de 50 á 80 toneladas, con instrumentos imperfectos, y sin cartas marítimas por donde guiarse. ¿Quién culpará aquellos comandantes porque no dieron al público un informe circunstanciado de cada isla, cuando todas sus miras se dirigian solo al descubrimiento de un nuevo mundo? ¿Que hubieran hecho los ingleses, franceses, holandeses mas que los españoles y portugueses, cuatro. cientos años antes de ahora á favor de la geografia del globo? Le Maire, Dampier, Wallis, Cook y otros grandes navegantes han hecho el servicio de individualizar y medir aquellas islas ya descubiertas, con una exactitud y proligidad que no era posible al tiempo de su descubrimiento. La memoria de los viages y

descubrimientos de Quiroz fué publicada en Sevilla en 1610, traducida en latin y publicada en Amsterdam en 1613; traducido al frances é impresa en Paris 1617; y traducida al ingles por Purchas é impresa en Londres 1625. En este mismo libro se hallan las islas que los navegantes modernos han puesto en sus cartas con los nombres de New-Hebrides, New-Britain, New-Ireland y otras en las mismas latitudes y con corta variacion de longitud, efecto de la mayor o menor perfeccion de los instrumentos náaticos. ¿Seria posible suponer que los activos marinos Cook, Dampier, Bougainville &c. estaban ignorantes del libro de Quiróz traducido en las lenguas de Europa mas conocidas en los anales náu ticos? El capitan Torres dió noticia que navegando de Méjico á Filipinas en 1606, costeó 800 leguas de una isla muy grande a Sur de Nueva Guinea pasando entre ellas á su destino: pues aquella grande isla es la Nueva-Holanda y el Estrecho por donde pasó es conocido todavia por el estrecho de Torres, aunque en las cartas inglesas se llama de Endeavour. Pero dejando ya las islas del Océano Pacífico, sus nombres y la historia de su descubrimiento, subamos á las altas latitudes del mar Artico.

Luego que Hernan Cortés completó la conquista de Méjico, equipó un barco para hacer descubrimientos hácia el Norte del Pacífico y encontró la gran península de Californias; este grande hombre hubiera hecho sin duda mas descubrimientos hacia el po'o, si hubiese continuado en el gobierno de aquel imperio. En 1555 el capitan portugues Chaque al servicio de España partió de la costa de Méjico y adelantó hasta el estrecho conocido ahora por el nombre de Behring, y no estando preparado para internarse mas en aquella region inclemente se volvió á Méjico y de allí á España, persuadido de la existencia de un paso al Atlántico por el Norte de América. Aunque el consejo de Indias quedó persuadido de poderse hallar el tal paso, consideraba que léjos de ser beneficial á España, seria abrir un camino á las otras naciones de Europa para ir á molestar sus colonias en el Pacífico, por lo que se determinó que no se intentase. En 1576 el capitan ingles, Forbisher, hizo tres espediciones, y descubrió la estensa bahia de Hudson. En 1585, el capitan Davis hizo otra espedicion por el fondo de aquella bahia, descubriendo muchos canales y brazos de mar á tan altas latitudes, que avivaron las esperanzas de hallar el paso tan deseado. En 161ỏ descubriò el capitan ingles Baffin la bahia que co serva su nombre, cuya costa interior se interna tanto al Norte que no se creia la latitud que se le habia dado, hasta que el capitan Ross ha confirmado la relacion de su descubridor. Poco tiempo despues el capitan Fuca, italiano, descubrió en la costa del Pacífico una bahia muy estensa en la latitud 489 N. y los españoles creyeron podria hallarse un pasaje á la bahia de Hudson por algun

canal interior. Esta idea fué revivida á fines del siglo pasado, y en 1792 fueron equipados dos barcos por órden del virey de Méjico, y confiados á dos oficiales de actividad y esperiencia, para tentar descubrir el deseado paso; pero despues de tres ó cuatro meses de navegacion interior, volvieron á salir al Pacífico por la latitud de 55 grados convencidos de que no habia comunicacion alguna con las aguas de Hudson.

El capitan Kotzebue partió de Rusia en 1814 con el doble objeto de dar vuelta al globo y tentar el descubrimiento del paso por el mar Artico; pero este oficial tenia la desventaja de navegar en un barco pequeño y pobremente equipado, siendo una empresa privada de dos patriotas rusos, movidos por el loable deseo de hacer figurar su patria en los anales naúticos; sin embargo, Kotzebue llegó al estrecho de Behring en 1815 y se internó en la region glasial. Despues de algunos dias halló el mar abierto en lat. 660 35' y long. 1620 19', y todas las apariencias de una navegacion favorable justificaban sus esperanzas de un suceso feliz y la gloria de volver á Rusia por el Norte de América; mas pocos dias despues halló por esperiencia, que la naturaleza ha puesto alli una barrera muy superior á todos los esfuerzos humanos; su curso se estendió hasta la lat. 670 45" donde está el cabo Mulgrave, demarcado ya por navegadores anteriores; y no siéndole ya posible abrirse camino por entre las montañas de nieve que flotaban por todos lados, volvió á pasar el estrecho para ir á descansar entre sus paisanos los habitantes de Kamtchatka. La descripcion que Kotzebue ha publicado de los indios de las islas de aquellos mares es muy interesante.

El malogro de tantas espediciones para averiguar la gran cuestion geográfica, sobre si hay ó no un paso por el mar Artico, podia atribuirse á omision en tomar todas las precauciones necesarias en una empresa de tanta dificultad; y á fin de resolver el problema determinó el gobierno ingles formar una espedision con barcos construidos á propósito, y equipados del mejor modo posible, para asegurar la salud y contribuir á la conveniencia de las tripulaciones. El mando de los buques se dió al capitan Parry y al capitan Ross, dos oficiales de grande esperiencia y acreditada resolucion; y al mismo tiempo fué combinada otra espedicion por tierra, desde la factoría inglesa en la costa de la bahia de Hudson, dirigida por el capitan Franklin. Esta bien trazada espedicion se hizo en 1819, de cuyos resultados hablaremos en otro artículo.

ESPEDICIONES

de los capitanes Ross, Buchan y Parry.

Luego que se restableció la naz general en Europa por la

subversion del imperio ambicioso de los franceses bajo Bonaparte, la atencion del Almirantazgo ingles se fijó sobre la agitada cuestion del mar Artico. La posibilidad de efectuar el paso Noroeste por la América se alentó con la noticia del desaparecimiento de una gran cantidad de hielo, que formaba la supuesta barrera con que la naturaleza habia cerrado el paso en aquellas latitudes, por lo que el gobierno ingles resolvió mandar dos espediciones distintas; una derechamente al estrecho de Davis, para que navegando cuanto fuese posible hacia el N. tomase luego el rumbo N. O. buscando el estrecho de Behring, y la otra derechamente al Norte cuanto fuese practicable, por entre el continente de América y la isla de Spitzbergen, y pasando el mar glacial se dirigiese tambien al estrecho de Behring.

Cuatro barcos mercantes se fletaron por el gobierno, y destinaron á la empresa: la Isabela de 385 toneladas, mandada por el capitan Juan Ross, y el Alejandro de 252 toneladas, mandada por el teniente Eduardo Parry, preparados para la mar interior; y la Dorotea de 382 toneladas, al mando de su capitan Buchan y el Trento de 249 toneladas, mandado por el teniente Franklin, para el viage esterior de Groenlandia.

Reparados y fortalecidos estos barcos, cuanto el arte de cons. truccion pudo sugerir, y abastecidos con todo lo necesario para dos años se hicieron á la vela en 18 de abril de 1818, partiendo de Londres para sus respectivos destinos con la mayor confianza de suceso de parte de las tripulaciones, y la esperanza de ganar el premio que la munificencia del Parlamento habia prometido en caso de lograrse el objeto deseado. Sin embargo, en el mes de octubre siguiente, regresó el capitan Buchan sin haber podido conseguir su intento. Los barcos bajo su mando se remontaron hasta la latitud 80o 30' cuando una tempestad tremenda los llevó contra los bancos de hielo, desarbolando la Dorotea y maltratándola de tal modo, que fué necesario volviese á Inglaterra acompañada del Trento por temor de que naufragara en su vuelta.

El resultado de la espedicion del capitan Ross fué ménos desastroso. Entrando por la mitad del canal del estrecho de Dávis, hallaron que el hielo iba aumentando á tal punto que hacia casi imposible la navegacion, hallándose rodeados los barcos de enormes bancos de nieve. Sin embargo, la perseverancia é intrepidez de aquellos marinos vencieron los obstáculos que se les oponian, hasta llegar á la isla de Waygat, á donde desembarcaron para hacer observaciones astronómicas. De allí continuaron costeando hacia el Norte, hasta la latitud 769 quedando sorprendidos al ver una partida de indios que venian acercándose á los barcos por el hielo, y luego fueron á recibirlos en paz. Tal era la ignorancia de estos salvages, que hasta entonces como con

f saron, se habian creido los únicos habitantes de la ti rra. „No hay raza de indios,,dice el capitan Ross, mas fees que estos, poquísimos en estremo, cubiertas las caras, manos y cuerpos con aceite y polvo, y parecen no haberse lavado ni una sola vez desde que nacieron."

Prosiguiendo los navegantes en su empresa quedaron admirados a ver montones de nieve coloroda, la que derretida parecia vino de Oporto, y traida una porcion á Inglaterra, se halló por exámen de químicos y naturalistas que el color procedia de la vejetacion de un lichen, estremamente menudo, criado sobre la nieve. Despues de haber reconocido varias ensenadas, llegaron á la sonda de Smith, el rumbo hasta entonces habia sido al Oeste, pero despues fué dirigido al Sur. La navegacion se halló ahora franca, habiendo poco hielo en el mar y mucho fondo de agua; luego entraron por la sonda de Lancaster; y hallaron un canal el dia 30 de agosto de cerca de cincuenta millas de ancho, cuyo aspecto llenó de alegria el semblante de cada individuo de la espedicion, no dudando hallar por alli el paso á la gloria y á la fortuna que todos aspiraban; pero ¡cuan vanas son las esperanzas del hombre cuando solo están fundadas en su deseo.! Despues de haber navegado diez leguas, descubrieron una cadena de montes que formaba el fondo de aquel canal, de donde volvieron tan desanimados como habian entrado contentos. Llegado ahora el mes de octubre, resolvieron volver á Inglaterra despues de una ausencia de seis meses.

Hemos mencionado la confianza anticipada del buen suceso, que se esperaba de la mas completa espedicion que jamas se habia hecho con el objeto de descubrimientos; su malogro por consiguiente, causó gran disgusto en el público. La empresa, decian los criticos fué abandonada al momento mismo que presentaba el mejor prospecto. El capitan Ross fué culpado de omision en no haber examinado hasta el pié la aparente cadena de colinas que á gran distancia parecia cerrar aquel canal; y aun el gobierno censuró de negligencia el no haber examinado la costa occidental de la bahia de Baffin, para corregir ó mejorar la geografia defectiva de aquella costa en las cartas marítimas.

Primer viage del capitan Parry.

Resuelta por el gobierno otra espedicion, fuéron equipados dos barcos, el Hecla de 375 toneladas y el Griper de 180, y abastecidos para dos años fueron puestos al mando del capitan Parry, como comandante y compañero del capitan Ross en el primer viage precedente, y el teniente Liddon fué nombrado para el Griper. Estos dos barcos partieron de Inglaterra en 11 de mayo 1819; y á principios de agosto llegaron á la sonda de Lancaster, á la que

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