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llevar a cabo esta idea es la pérdida de azúcar que anualmente se verifica en las casas de caldera. Por pequeñas que sean estas pérdidas podemos asegurar sin temor de incurrir en exageracion, que con el producto reunido de un solo dia de estas pérdidas en los ingenios de esta isla habria suficiente fondo para erigir y sostener tan necesario establecimiento.

No debemos pues omitir medio alguno para perfeccionar la elaboracion; porque sin esto no hay buen fruto, ni se produce todo lo que debía producirse. En una palabra, para sostener la competencia que ya se presenta (y no nos halaguemos con ilusiones) es necesario poner todos los esfuerzos para que nuestra azúcar sea la mejor del mundo: que se obtenga con el ménos costo posible; y que un campo determinado produzca todo lo mas que se pueda. Si por este medio no se consigue el triunfo ¿qué habrá que esperar cuando sea de una calidad ínfima y despreciable, cuando no se establezca una meditada economía, y cuando se desprecie todo lo que contribuye á una buena produccion?

La baja del precio es ciertamente un mal para los propietarios en particular; pero es una condicion, y acaso una condicion precisa para poder triunfar en la rivalidad y competencia.

Muchas son las circunstancias que concurren á producir la baja de un renglon cualquiera en el gran mercado; dificil nos es por tanto asignar la causa del ínfimo precio que hoy obtiene el azúcar. Y sin embargo de faltarnos tantos datos nos parece que aun cuando no sea de un modo esclusivo y absoluto, ha influido en la baratez el aumento de produccion, la abundancia del fruto y la inseguridad de los fondos del Norte de América, de donde se han retirado sumas enormes en una crisis poco favorable. Agréguese á esto el alto precio que han tomado los fietes; la abundante cosecha de algodon que en los mismos Estados han logrado, ofreciéndolo á un precio mas que suficiente á halagar á los especuladores.

Pero dejando esta cuestion, en cuyos pormenores no nos es posible entrar sin un riesgo positivo de invadir el campo de las congeturas, nos parece que podemos asegurar que todos hemos pronosticado esta misma y mayor baja en el precio del azúcar à vista del asombroso aumento que ha tomado la produccion. Nadie ha dudado que este sería el término á que vendria á parar ese empeño en dedicarse esclusivamente al ramo de ingenios desde el mas pequeño hasta el mas grande capitalista. Este es un mal para los que han emprendido y con pocas fuerzas, lo es mucho más para los que tienen grandes compromisos que llenar; pero es una desgracia circunscrita á cierto número de individuos, un mal necesario y consiguiente, profetizado de antemano con prevision y juício, por los que no saben mas que decir la verdad en fuerza de

su patriotismo, aunque con riesgo de grangearse la odiosidad. Sin embargo, aun cuando hayamos emitido siempre nuestro voto, aspirando al laudable fin de inclinar al genio industrial á otros ramos que tal vez podrian ser tanto ó mas productivos, estamos muy distantes de creer que se han incurrido en el exceso de produccion con respecto al azúcar. Por el contrario, creemos que el aumento en los ingenios y el de los frutos como su consecuencia, reprenesta un papel secundario entre las causas de la actual decadencia en los precios.

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Pero sea de esto lo que fuere, en economía pública la baja del precio que no proviene de la paralizacion ó falta de demandas ó pedidos, sino del aumento de produccion es un bien para la generalidad; y estamos persuadidos de que no nos hallámos constituidos en el primero de estos casos. L-jos de esto, la esportacion del azúcar ha sido activa en el mes de marzo próximo pasado y continua con la misma ó mayor animacion.

Observemos asímismo que la baja en los precios si bien es perjudicial y aun ruinosa para algunos productores, anuncia á la vez una idea consoladora aunque mezclada de egoismo patrio, pues que envuelve el perjuício de otros paises. Nos esplicarémos mas. Si nuestra produccion se sostiene en lo futuro, lo que debemos prometernos, quedará demostrado plenamente que en esta competencia llevamos la ventaja de poder sostenernos á pesar de la baja en los precios: á la vez que calculando los costos de la India, por ejemplo, los fletes, trasportes etc., segun datos de personas fidedignas, no pueden sostenerse allí estos establecimientos si ofrecen sus azúcares al mercado al mismo precio que hoy obtienen los nuestros, contrabalanceando todas las circunstancias para que sea exacta la paridad. De aquí la paralizacion de aquellas fincas, tal vez su abandono, y siempre nuestra la victoria en la competencia mercantil.

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Ya hemos visto que el pueblo frances ha reclamado por la baja de derechos en el azúcar de lás colonias que se habia recargado por favorecer á la manufactura de la remolacha. Guardémosnos de creer que esta peticion se funda solo en principios de equidad, de justicia, ni en la sana doctrina de libertad de comercio; lejos de esto, los ha impulsado la necesidad; porque la remolacha ni abastecía todo el litoral, era muy alto su precio á los consumidores y los propietarios no podian darla mas barata. Así es como los hechos concurren siempre á demostrar las verdades mas controvertidas, cerrando la entrada á las sutiles argumentaciones. ¡Hasta cuando querrán ejemplos y pruebas convincentes estos ciegos prohibitistas!

Por otra parte la baratura de un fruto comercial produce un bien muy conocido de todo el mundo; á saber, el aumento de con

sumidores. Esta es el áncora de salvacion de todo pueblo que tiene necesidad de mandar en abundancia sus frutos al mercado, porque está demostrado plenamente que el consumo de un renglon en su propagacion ó aumento no guardi justa proporcion con la cantidad producida; quiere decir, que si la produccion se aumenta como diez, el consumo tiende á aumentarse como quince; y cuando se ha hecho una necesidad el consumo de dicho renglon por la facilidad que ha habido en adquirirlo, es una consecuencia forzosa así el sostenimiento de activas demandas, como su valor ó precio.

Tenemos un ejemplo de esto en el tabaco, mina olvidada de nuestra prosperidad. Hace pocos años que habia pocas demandas, pues que estaba prohibida la esportacion de esta selecta hoja de nuestros vírgenes campos de Occidente y su precio era tan ínfimo como su produccion. Se concedieron algunas franquicias, costó ménos cara su adquisicion y por consiguiente pudo ofrecerse al consumo mas barata, y este tomó tal incremento que se establecieron talleres de elaboracion en los Estados-Unidos, y la produccion, aunque no tan numerosa como quisieramos, se ha elevado, como se ha elevado su valor. ¿Pero que temores reales puede infundir á un pais, generalmente hablando la baratez de un fruto de fácil salida cuando ha sabido mejorar su cultivo, multiplicar los medios, simplificar sus operaciones y abreviarlas, economizar sus brazos, disminuir los costos de produccion y aumentar los productos á la vez, dando por sentadas las activas demandas y la animada esportacion? Ningunos ciertamente; y harémos esfuerzos para probar esta asercion, si es que los hechos mas palpables no están probados por sí mismos.

Comparémos los antiguos ingenios con los de nuestra época en algunas de sus faces y esta operacion nos dará tal vez el resultado que deseamos. Anteriormente se empleaba la caña criolla perecedera por su misma naturaleza, aun cuando se conceda á su jugo mayor cantidad de principio sacarino comparativamente. Mas débil la cepa, era tambien destruida con mas prontitud por las carretas en tiempo de los cortes. Sin embargo de haber introducido y generalizado las de Otaity, habia la costumbre de dar fuego á los cañaverales para limpiarlos de la paja, despues que habian rendido el tributo en el trapiche. Los cañaverales mismos por su figura tenian una disposicion que hacia necesario el crucero de las ruedas por repetidas veces dentro del mismo corte; inconveniente que ya hoy va desapareciendo pues se trazan largos y angostos. Apenas se conocía el abono para las resiembras. En una palabra, se ignoraba tanto sobre este cultivo, cuanto que no se creian apropiadas para la planta mas que las tierras bajas y hùmedas, comprendiendo en la misma categoría las quebradas por razon de dar grandes cañas en los declives. No asegurarémos que el sistema

actual es el mas conveniente y que ha llegado a su perfeccion; pe ro hoy se observan reglas que antiguamente eran desconocidas.

Los medios que entonces se empleaban para erigir un establecimiento de esta especie eran costosos y estraordinarios. Apénas se repartian terrenos á tributo, y de aquí la necesidad de em plear sumas considerables de que hoy están dispensados la mayor parte de los que han emprendido. Lejos de tener que amortizar un capital al que solo puede calcularse un 5 p. que es el censo á que están sujetas las tierras repartidas, hay al presente mil localidades mas o ménos próximas á las costas que desde los primeros meses de trabajo, dan grandes productos, no ya solo en leña para el consumo público sino en numerosísima cantidad de carbon; facilitando el fomento hasta tal punto que con pocos brazos y algunas caballerías de tierra hemos visto levantarse fincas de consideracion. (1)

A esto se agrega que los mismos progresos industriales, el mismo aumento de la riqueza pública, han cimentado cierta especie de capitales nominales, acaso con tantos iuconvenientes como el papel de los bancos que con tanto furor circula entre nuestros vecinos del Norte, capitales que solo consisten en esperanzas fomentadas por el trabajo industrial y sus resultados. Ya se conocerá que hablamos del crédito, caudal precioso, que naciendo de la honradez, de la buena fé y escudado en la abundancia de recursos y buen suceso en las empresas, ha sido frecuentemente la palanca mas poderosa para aumentar el número de los capitalista's, hasta el estremo con que hoy contemplamos á mil individuos enriquecidos de la nada, segun se dice vulgarmente y no con mucha razon, pues que ese mismo trabajo, esa misma honradez que proporciona el crédito individual es el mas hermoso de los caudales. Con todo; es preciso confesar que se ha abusado mucho de esta facilidad, contrayendo grandes empeños, que acaban por arruinar al propietario que sin discrecion ha excedido los límites de tan útiles recursos. ¿Qué institucion por sublime y provechosa que sea uo'es susceptible de degenerar en perjuicio de los mismos para quienes se ha formado? ¿Quién es capaz de contener el ímpetuoso torrente de la ambicion?.....

Pero volviendo á nuestro propósito parece en cierta mamera que estamos dispensados de probar cuanto ha ganado la elaboracion del azúcar por la simplificacion en todas las operaciones y

(1) Tenemos un dato muy curioso sobre este ramo de industria rural y sobre el que acaso ́no hay muchos que hayan fijado la consideracion; y es, que el gran comercio de cabotage que hoy se hace con el carbon debió su origen al laborioso, pero poco feliz Sr. Coronel D. Tomas O-Conelly, que fué el primero que lo emprendió por mayor. Antes de esta época, que no es muy remota, el carbon para el consumo solo entraba en la ciudad en harrias.

la brevedad en los procedimientos, aun cuando mucho nos reste todavía que hacer. Allí están estos mágicos trapiches, esos aparatos, esos trenes sencillos y fáciles de dirigir, compensando con su asombrosa economía de combustible todo el que se consume en las máquinas. Por donde quiera se ven mejoras de gran tamaño.

Sobre la economía ó ahorro de brazos, que ha necesitado de toda la prohibicion séria y efectiva del tráfico de la costa de Africa para intentarse, se han dado tambien pasos aventajados. Los esclavos de un ingenio han costado muy caro, pero tambien ha disminuido su necesidad de un modo considerable y esa misma simplificacion en las operaciones ha reducido el número en la dotacion de un ingenio. Anteriormente por ejemplo, cuatro de estas fincas producian en total 4,000 cajas de azúcar, y para esto habia en cada uno, cuando menos cien negros, ó lo que es lo mismo, cuatrocientos en los cuatro. Pero en la actualidad un solo ingenio produce el mismo número de 4,000 cajas y su dotacion es de 200 negros, poco mas. Esto es muy frecuente.

Por otra parte, la facilidad de encontrar quien desempeñe algunos trabajos por contratas, como desmontes, siembras, corte de cañas, leña, etc., que ha sido ocasionada ciertamente por las mismas dificultades, ha evitado á los propietarios el costo de algunos esclavos, dando de este modo á sus capitales una inversion mas ventajosa y ménos perecedera, y supliendo de todos modos á la falta de numerario.

No se nos acusará absolutamente de exagerados si aseguramos que en el mismo gobierno interior de las fincas, mejorado de algunos años á esta parte hay una visible economía en los brazos. El sistema de humanidad y cordura ha llegado al punto de que sea envidiada la suerte de nuestros esclavos por los jornaleros de Europa, y esto sin contar á las míseros irlandeses que viven bajo la influencia filantrópica, ni á los libres trabajadores en los establecimientos de la India, encorbados tambien á pesar de la filantropía.

En efecto, trabajan hoy los esclavos mas voluntariamente, con duplicados esfuerzos, con mejor disposicion. Vestidos convenientemente, bien alimentados, con una compañera que antes les era prohibida porque á penas se compraban hembras, adquieren sus pequeñas propiedades, toman apego al terreno que riegan con sus sudores, dando hijos bien constituidos que no tardan en ser útiles. De aquí han resultado muchos beneficios. La salud cumplida, la robustez y conservacion individual hace disminuir en número lo que cada uno gana en duracion y fuerzas el hombre bien constituido se reproduce por la generacion: perecen ménos esclavos y viven mas tiempo. Así es que hay fincas en que el número de los llamados criollos iguala, sino excede, al de los africa

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