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vian del Nuevo-Mundo, como parecen indicarlo los epígrafes 6 encabezamientos que el compilador puso á algunas de las relaciones de Cortés; á no ser que la coleccion la formase el mismo Juan de Samano, autor del extracto señalado con el no 4. El haber este ejercido por aquellos tiempos el cargo de secretario del Real Consejo de las Indias, y la circunstancia de ser traslado auténtico, y debidamente legalizado por escribano público, la copia de la relacion primera enviada por la Justicia y Regimiento de la Veracruz en 1519 esfuerzan algun tanto la conjetura.

Como quiera que esto sea, ya por los documentos que nuevamente ofrecemos á nuestros lectores, escrupulosamente cotejados con sus originales ó con copias coetáneas, ya por los que ahora se publican por la vez primera, la historia del descubrimiento y conquista de Méjico, y príncipalmente la biografia de Cortés serán en nuestra humilde opinion convenientemente ilustradas en muchos puntos que aún estaban oscuros.

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Nació Hernan Cortés en Medellin, villa de Extremadura, en 1485. Su padre, Martin Cortés de Monroy, habia sido teniente de una compañía de infanteria. Bartolomé de las Casas que le conoció y trató dice de él que «< era un escudero harto pobre y humilde, aunque cristiano viejo,di y cen que hidalgo ». Su madre se llamaba doña Catalina Pizarro Altamirano. A la edad de catorze años fué enviado á Salamanca á cursar leyes en su célebre universidad; pero su aficion al estudio debió ser escasa, pues á los dos años volvió al hogar doméstico con grave sentimiento de sus padres que pensaban hacer de él un letrado. Era Cortés bullicioso, altivo y amigo de armas, y así determinó seguir la carrera militar, más acomodada á su genio é inclí

Historia general de las Indias, M. S. lib. 3, cap. 27.

nacion. Dos caminos se le ofrecian á la sazon; ó alistarse bajo las banderas del Gran Capitan, que pasaba á Napoles con armada, ó embarcarse en la que Nicolas de Ovando, comendador de Lares, y gobernador de la isla Española, preparaba en Sevilla. Decidióse por este último, que ofrecia mas novedad y mayores peligros, y obtenida licencia de sus padres, se puso en camino para aquella ciudad, donde poco después de su llegada, obtuvo que Ovando, que conocía á su familia, le prometiese pasaje en una de las naves de que se componía la flota. Un incidente desagradable le impidió, sin embargo, formar parte de aquella expedicion maritima. Andando una noche en ciertos galantéos, y procurando subir por la pared de un trascorral, mal cimentada, esta se desmoronó, y Cortés cayó en tierra sin sentido. Al ruido que hizo la pared al caer, y al de las armas y broquel del joven galanteador, salió de la casa un hidalgo recien-casado, y viendo á Cortés caido cerca de su puerta, intentó matarle, sospechando de su mujer, y lo hubiera hecho á no haberselo estorbado una vieja, suegra suya, que tambien habia acudido al sitio atraida por la curiosidad. La caida fué de bastante consideracion para obligarle á guardar cama durante algunas semanas, y la flota de Ovando se hizo á la vela sin Cortés. Sano ya de sus contusiones, determinó pasar á Italia, y para ello tomó el camino de Valencia, aunque no llevó á cabo su proyecto, andando, segun dice su biógrafo Francisco Lopez de Gómara, «< á la flor del berro, con hartos trabajos y necesidades >> cerca de un año. Por último el de 1504, y cuando apenas contaba los diez y nueve de su edad, se embarcó en una nao de Alonso Quintero, vecino de Palos de Moguer, la cual se hizo á la vela del puerto de San Lucar de Barrameda con destino á las Indias Occidentales. Llegado á la Española después de una trabajosa y larga navega

cion, Cortés se dirigió á casa del gobernador Ovando, que á la sazon se hallaba ausente en lo interior de la isla; su secretario, Medina, le recibió con afabilidad, y preguntado acerca del estado de las cosas, y de lo que debia hacer, le aconsejó que se avecindase allí, prometiéndole en nombre del gobernador un solar para edificar casa, y ciertas tierras para labrar. « Yo no vine aquí para cultivar la tierra como un labriego, » le contestó Cortés, « sino para buscar oro. » Esto sin embargo, Cortés aceptó poco después del mismo Ovando un repartimiento de indios en Daiguao, y la escribanía de la recien-fundada villa de Azua, haciéndose muy pronto acreedor á mayores mercedes por sus servicios en la guerra que contra Anacaona, reina viuda de Haití dirigía à la sazon Diego Velazquez. Cuando en 1511 este caudillo emprendió la conquista de la vecina isla de Cuba, Cortés le acompañó en calidad de oficial de la Real Tesoreria á cargo de Miguel de Pasamonte. Conquistada la isla, obtuvo repartimiento de indios en Manicarao, y se estableció en Santiago de Barucôa, logrando poco después el favor de Diego Velazquez hasta alcanzar, segun Las Casas, plaza de secretario suyo. Naturalmente activo y emprendedor se dió á la cria de ganados, siendo el primero de los conquistadores que tuvo « hato y cabaña », con cuya grangería y el oro que sacó con sus indios, llegó en breve á ser rico.

Entre las familias que poblaron en la isla habia una granadina del apellido Xuarez, compuesta de una honrado viuda, un mancebo hijo suyo, y cuatro hermanas jóvenes y apuestas. La mayor de estas, llamada Catalina, pasaba por la mas hermosa muger de la isla, y era galanteada de muchos que solicitaban su mano. Era Cortés el preferido; mas habiendo dado á la dama promesa de matrimonio, hubo por razones que se ignoran de retardar su cumplimiento

hasta el punto de atraer sobre sí las justas reclamaciones del hermano y demás familia, así como la persecucion y enemistad del gobernador Velazquez, que festejaba, segun dicen, á otra de las hermanas. Reunianse por aquel tiempo en casa de Cortés muchos pobladores que descontentos con Velazquez porque ó no les daba repartimiento de indios, ó se le daba menor del que creian merecer, hablaban mal de él y su administracion. Llegaron los descontentos á proponer que Cortés pasase secretamente á la isla Española, donde residia la Audiencia, y se quejase ante los juezes de ella los de agravios que cada cual pretendía haber recibido del gobernador. No fué menester mós para que Velazquez, que, segun queda dicho, andaba disgustado con Cortés, le hiciese sentir el peso de su autoridad. Noticioso del caso, le mandó llamar, le maltrató de palabra delante de muchos que se hallaban presentes, y le metió en la cárcel, si bien Cortés quebrantando las esposas con que estaba aherrojado, apoderándose de la espada y rodela del alcaide, abrió una ventana, se descolgó por ella, y se recogió al sagrado de una iglesia que habia próxima. No se atrevió Velazquez á sacarle por fuerza de allí; mas habiendo apostado en las cercanias á un su alguacil, llamado Juan Escudero, este con ayuda de otros logró sorprenderle un dia que, descuidado se paseaba por delante de la iglesia, y llevarle á una nave que surta en el puerto, no aguardaba más que viento favorable para hacerse á la vela con rumbo á la Española. Segunda vez pudo Cortés burlar la vigilancia de sus guardas; aquella misma noche logró, aunque con grandísimo dolor, sacar los pies de los grillos, salir por la bomba sin ser sentido de nádie, meterse en el esquife que estaba al costado de la nave, y remar hácia tierra. Mas era tal la corriente del rio Macaguanigo, sobre el cual está asentada la ciudad de Santiago, que estuvo á punto de zozobrar

y perderse. Entónces con aquella resolucion impávida, de que tantas muestras dió después en los trances màs duros y peligrosos de su azarosa vida, desnudóse, atóse con un paño sobre la cabeza ciertas escrituras que, como oficial de la tesoreria, y escribano de ayuntamiento tenia, y podian perjudicar á Velazquez, y echándose al agua logró ganar la tierra, nadando. Fuése luego á su casa, habló con Juan Xuarez, el hermano de Catalina, á quien consiguió apaciguar y poner de su lado, y bien armado, se acogió segunda vez al sagrado de la iglesia. Sabedor del caso Velazquez disimuló su enojo, y le envió á decir que fuesen amigos y o pasado pasado, prometiendo restituirle á su favor y privanza, si queria salir con él en busca de ciertos indios que se le habian alzado. Receloso Cortés, ningun caso hizo por entónces de las ofertas del gobernador, antes bien siguió retraido en la iglesia, aunque poco después dió su mano á doña Catalina, reconciliándose así con los parientes de la dama, y con el mismo Velazquez.

Ocurrió por este tiempo la llegada á Cuba de Pedro de Alvarado con la inesperada nueva del descubrimiento de Yutacan por Juan Grijalba', y los cuantiosos y ricos rescates que en su costa habia conseguido. Impaciente el gobernador porque aquel capitan, sobrino suyo, no volvía á dar cuenta de su viaje, decidió mandar en busca suya á Cristóbal de Olid con una caravela, y con órden expresa de que volviese luego, dejando la tierra poblada; mas no pudo hallar á Grijalba, y se volvió á Cuba sin noticias suyas. Subió con esto de punto la impaciencia del gobernador quien decidió enviar á aquellas partes otra expedicion mayor que la pasada, para cuyo mando escogió á Cortés,

1 Antes de la expedicion de Grijalba hubo otra que fué desgraciada. Mandabala Pedro Fernandez de Córdova, el cual salio de la Habana á 8 de febrero de 1517.

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