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venian á rescatar y á ser sus amigos; y como esto vieron y entendieron los indios, comenzaron á traer piezas de ropa y algunas joyas de oro, las cuales rescataron con el dicho capitan. Desde aqui despachó y envió el dicho capitan Grijalba á Diego Velazquez la una de las dichas caravelas con todo lo que hasta entonces habian rescatado; y partida la dicha caravela para la isla Fernandina, adonde estaba Diego Velazquez, se fué el dicho capitan Grijalba por la costa abajo con los navios que le quedaron, y anduvo por ella hasta cuarenta y cinco leguas sin saltar en tierra ni ver cosa alguna, excepto aquello que desde la mar se parecia, y desde alli se comenzó á volver para la isla Fernandina, y nunca mas vió cosa alguna de la tierra que de contar fuese. Por lo cual VV. RR. AA. pueden creer que todas las relaciones que desde esta tierra se le han hecho no han podido ser ciertas, pues no supieron los secretos de ella mas de lo que por sus voluntades han querido escribir.

Llegado á la isla Fernandina el dicho navio que el capitan Juan de Grijalba habia despachado de la bahia de San Juan, como Diego Velazquez vió el oro que llevaba, y supo por las cartas de Grijalba que le escribia las ropas y prescas que por ello habian dado en rescate, parecióle que se habia rescatado poco segun las nuevas que le daban los que en la dicha caravela habian ido, y el deseo que él tenia de haber oro, y publicaba que no habia ahorrado la costa que habia hecho en la dicha armada, y que le pesaba, y mostraba sentimiento por lo poco que el capitan Grijalba en esta tierra habia hecho en la verdad no tenia mucha razon de se quejar el dicho Diego Velazquez, porque los gastos que él hizo en la dicha armada se le ahorraron con ciertas botas y toneles de vino, y con ciertas cajas de camisas de presilla, y con cierto rescate de cuentas que envió en la dicha armada, por que acá se nos vendió el vino à cuatro pesos de oro, que son dos mil maravedis el arroba, y la camisa de presilla se nos vendió á dos pesos de oro, y el mazo de las cuentas verdes á dos pesos, por manera que ahorró con esto todo el gasto de su armada y aun ganó diueros; y hacemos desto tan particular relacion á V. M. porque sepan que las armadas que hasta aqui ha hecho el Diego Velazquez, han sido tanto de trato de mercaderias como de armador, y con nuestras personas y gastos de nuestras hacien

das, y aunque hemos padecido infinitos trabajos, hemos servido á VV. RR. AA. y serviremos hasta tanto que la vida nos dure.

Estando el dicho Diego Velazquez con este enojo del poco oro que le habian llevado, teniendo deseo de haber mas, acordó, sin lo decir ni hacer saber á los padres gobernadores gerónimos, de hacer una armada veloz, é de enviar á buscar al dicho capitan Juan de Grijalba, su pariente, y para la hacer á menos costa suya, habló con Fernando Cortés, vecino y alcalde de la ciudad de Santiago por V. M., y dijole que armasen ambos á dos hasta ocho ó diez navios, porque á la sazon el dicho Fernando Cortés tenia mejor aparejo que otra persona alguna de la dicha isla, y con él se creia que querria venir mucha mas gente que con otro cualquiera; y visto por el dicho Fernando Cortés lo que Diego Velazquez le decia, movido con celo de servir á VV. RR. AA., propuso de gastar todo cuanto tenia y hacer aquella armada, casi las dos partes della á su costa, asi en navios como en bastimentos de mar, allende de repartir sus dineros por las personas que habian de ir en la dicha armada, que tenian necesidad para se proveer de cosas necesarias para el viaje.

Hecha y ordenada la dicha armada, nombró en nombre de V. M. el dicho Diego Velazquez al dicho Fernando Cortés por capitan de ella, para que viniese á esta tierra á rescatar y hacer lo que Grijalba no habia hecho, y todo el concierto de la dicha armada se hizo á voluntad de dicho Diego Velazquez, aunque no puso ni gastó él mas de la tercia parte de ella, segun VV. RR. AA. podrán mandar ver por las instruciones y poder que el dicho Fernando Cortés recibió de Diego Velazquez en nombre de V. M., las cuales enviamos ahora con estos nuestros procuradores á VV. AA. Y sepan VV. MM. que la mayor parte de la dicha tercia parte que el dicho Diego Velazquez gastó en hacer la dicha armada fué emplear sus dineros en vinos y en ropas y en otras cosas de poco valor para nos lo vender acá en mucha mas cantidad de lo que á él le costó, por manera que podremos decir que entre nosotros los españoles vasallos de VV. RR. AA. ha hecho Diego Velazquez su rescate y grangeado sus dineros cobrándolos muy bien.

Acabado de hacer la dicha armada, se partió de la dicha isla

Como si dijera una « armada de barcos de poco porte y veleros.

Fernandina el dicho capitan de VV. RR. AA., Fernando Cortés, para seguir su viaje con diez caravelas y cuatrocientos hombres de guerra, entre los cuales vinieron muchos caballeros y fidalgos, y diez y seis de caballo, y prosiguiendo el viaje, á la primera tierra que llegaron fué la isla de Cozumel, que ahora se dice de Santa Cruz, como arriba hemos dicho, en el puerto de San Juan de Portalatina, y saltando en tierra, se halló el pueblo que alli hay despoblado sin gente, como si nunca hubiera sido habitado de persona alguna. Y deseando el dicho capitan Fernando Cortés saber cual era la causa de estar despoblado aquel lugar, hizo salir la gente de los navios y aposentaronse en aquel pueblo; y estando alli con su gente, supo de tres indios que se tomaron en en una canoa en la mar, que se pasaba á la isla de Yucatan, que los caciques de aquella isla, visto como los españoles habian aportado alli, habian dejado los pueblos y con todos sus indios se habian ido á los montes por temor de los españoles, por no saber con qué intencion y voluntad venian con aquellas naos; y el dicho Fernando Cortés hablandoles por medio de una lengua y faraute que llevaba, les dijo que no iban á hacerles mal ni daño alguno, sino para les amonestar y traer para que viniesen en conocimiento de nuestra santa fé católica, y para que fuesen vasallos de V: M. y le sirviesen y obedeciesen, como lo hacen todos los indios y gentes de estas partes que estan pobladas de españoles vasallos de VV. RR. AA.; y asegurándolos el dicho capitan por esta manera, perdieron mucha parte de temor que tenian, y dieron que ellos querian ir á llamar á los caciques, que estaban la tiera adrentro en los montes: y luego dicho capitan les dió una su carta para que los dichos caciques viniesen seguros, y ansi fueron con ella dándoles el capitan término de cinco dias para volver. Pues como el capitan estuviese aguardando la respuesta que los dichos indios le habian de traer y hubiesen ya pasado otros tres ó cuatro dias mas de los cinco que llevaron de licencia, y viese que no venian, determinó porque aquella isla no se despoblase de enviar por la costa de ella á otra parte, y envió dos capitanes con cada cien hombres, y mandóles que el uno fuese á la una punta de la dicha isla, y el otro á la otra, y que hablasen á los caciques que topasen, y les dijésen como él los estaba esperando en aquel pueblo y puerto de San Juan de Portalatina para les ha

blar de parte de V. M., y que les rogasen y trajesen como mejor pudiesen á que quisiesen venir al dicho puerto de San Juan, y que no les hiciesen mal alguno en sus personas, ni casas, ni haciendas, por que no se alterasen ni alejasen mas de lo que estaban. Y fueron los dichos dos capitanes como el capitan Fernando Cortés les mandó, y volviendo de alli á cuatro dias dijeron que todos los pueblos que habian topado estaban vacios, y trujeron consigo hasta diez ó doce personas que pudieron haber, entre los cuales venia un indio principal, al cual habló el dicho Fernando Cortés de parte de VV. AA. con la lengua y intérprete que traia, y le dijo que fuese á llamar á los caciques por que él no habia de partir en ninguna manera de la dicha isla sin los ver y hablar, y dijo que ansi lo haria, y asi se partió con su carta para los dichos caciques, y de alli á dos dias vino con él principal, y le dijo que era señor de la isla y que venia á ver lo que queria. El capitan le habló con el intérprete y le dijo que él no queria ni venia á les hacer mal alguno, sino á les decir que viniesen al conocimiento de nuestra santa fé, y que supiesen que teniamos por señores á los mayores principes del mundo, y que estos obedecian á un mayor principe de él, y que lo que el dicho capitan Fernando Cortés les dijo que queria de ellos, no era otra cosa sino que los caciques y indios de apuella isla obedesciesen tambien á VV. AA. y que 'haciéndolo as serian muy favorecidos, y que haciendo esto no habria quien los enojase. Y el dicho cacique respondió que era contento de lo hacer asi, y envió luego à llamar á todos los principales de la dicha isla, los cuales vinieron, y venidos holgaron mucho de todo lo que el dicho capitan Fernando Cortés habia hablado á aquel cacique señor de la isla, y ansi los mandó volver y volvieron muy contentos, y en tanta manera se aseguraron que de alli á pocos dias estaban los pueblos tan llenos de gente y tan poblados como antes, y andaban entre nosotros todos aquellos indios con tan poco temor, como si mucho tiempo hubieran tenido conversacion

con nosotros.

En este medio tiempo supo el capitan que unos españoles estaban siete años habia cautivos en el Yucatan, en poder de ciertos caciques, los cuales se habian perdido en una caravela que dió al través en los bajos de Jamaica, la cual venia de Tierra-Firme, y ellos escaparon en una barca de aquella caravela saliendo á aquella

tierra, y desde entomes los tenian alli cautivos y presos los indios; y tambien traia aviso de ello el dicho capitan Fernando Cortés, cuando partió de la dicha isla Fernandina para saber de sus españoles y como aqui supo nuevas de ellos y la tierra adonde estaban, le pareció que haria mucho servicio á Dios y á V. M. en trabajar que saliesen de la prision y cautiverio en que estaban, y luego quisiera ir con toda la flota con su persona á los redimir, sino fuera por que los pilotos le dijeron que en ninguna manera lo hiciese, porque seria causa que la flota y gente que en ella iba se perdiese, á causa de ser la costa muy brava, como lo es, y no haber en ella puerto ni parte donde pudiesen surgir con los dichos navios; y por esto lo dejó y proveyó luego el enviar con ciertos indios en una canoa, los cuales le habian dicho que sabian quien era el cacique con quien los dichos españoles estaban, y les escribió como si él dejaba de ir en persona con su armada para los librar, no era sino por ser mala y brava la costa para surgir, pero que les rogaba que trabajasen de se soltar y huir en algunas canoas, y que él los esperaria alli en la isla de Santacruz.

Tres dias despues que el dicho capitan despachó aquellos indios con sus cartas, no le pareciendo que estaba muy satisfecho, creyendo que aquellos indios no lo sabrian hacer tambien como él deseaba, acordó de enviar y envió dos bergantines y un batel' con cuarenta españoles de su armada á la dicha costa para que tomasen y recogiesen á los españoles cautivos si alli acudiesen, y envió con ellos otros tres indios para que saltasen en tierra y fuesen á buscar y llamar á los españoles presos con otra carta suya; y llegados estos dos bergantines y batel á la costa donde iban, echaron á tierra los tres indios, y enviaronlos á buscar á los españoles, como el capitan les habia mandado, y estuviéronlos esperando en la dicha costa seis dias con mucho trabajo, que casi se hubieran perdido y dado al través en la dicha costa por ser tan brava alli la mar, segun los pilotos habian dicho. Y visto que no venian los españoles cautivos ni los indios que á buscarlos habian ido, acordaron de se volver adonde el dicho capitan Fernando Cortés los estaba aguardando en la isla de Santacruz, y llegados á la isla, como el capitan supo el mal recabdo que traian, recibió mucha pena, y luego otro

Mandabalos Diego de Ordaz.

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