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desmontar en perentorio plazo las tierras baldías que se le concedian. Con lo primero, que se consideraba de justicia; pero cuya conveniencia para la colonizacion es muy discutible, se apartaba un tanto al europeo de la agricultura, con lo cual viendo este ancho campo en el comercio, no es extraño se dedicára á él de preferencia, no pensando en adquirir propiedades. Así han obrado cuantos lleváran su actividad á nuestras colonias. He oido asegurar á españoles muy avezados á empresas de esta índole en remotas tierras, que antes crearian una hacienda en Nueva-Gáles que en Filipinas; tan amarga afirmacion es verdaderainente desconsoladora. Con lo segundo se somete al adquiridor de realengos á una fiscalizacion por parte del Estado, que le ha vendido las tierras, poco agradable. Esto tiene muchos y graves inconvenientes. Queda apuntado que no debe esperar amigos y cooperadores á su empresa entre los vecinos del pueblo inmediato á su naciente hacienda, y que, al contrario, tiene que prepararse á sostener una lucha tenáz, en que su actividad europea está expuesta á estrellarse ante la impasible calma é increible paciencia del indígena, que es ya antiguo el refran indio, que dice ser el Castila fuego y el indio agua y que ésta apaga aquél. Sabiendo que tiene un plazo fijo para poner en cultivo las tierras, los despechados, cuyas reclamaciones no fueron oidas, y á los cuales no pocas veces tiene que acudir para el cultivo, ¡cuántos obstáculos no le oponen! Algun cultivador extranjero conozco que, venciendo toda oposicion, ha logrado á costa de indecibles afanes ver madurar el primer fruto de su cosecha, pintarse de rojo sus cafetos cuajados de bayas, sintiendo el

pesar de dejarlas perder en los arbustos, por negarse el indio á ir á arrancarlas.

la

Un colono de Mindanao, inteligente hijo del país, de padre peninsular, muy conocedor de la agricultura filipina y nada ignorante de todos los adelantos europeos, me repetia que lo que más le asustaba era adquirir terrenos del Estado. «Prefiero mil veces, decia, comprar á un particular tierras á alto precio; no quiero que mi suerte y de mis hijos esté á merced de un informe del Jefe de provincia, que me desposea de los terrenos si por cualquier contratiempo no he podido cultivarlos dentro del plazo fijado, ó si á él le parece que no las he puesto en buen cultivo.» No debe olvidarse que las distancias son muy grandes en el Archipiélago, las vias de comunicacion malas y escasas, los medios de viajar costosos é incómodos, y por tanto las visitas de inspeccion difíciles, y grande el poder de las autoridades locales, cuyos actos en provincias, sobre todo lejanas de Manila, no son apénas conocidos ni fiscalizados.

Dada la mezquindad de sentimientos, que en general acompaña al aislamiento en que aquéllos viven, no es de extrañar que surjan disgustos y cuestiones en las cuales casi siempre lleva la peor parte el nuevo colono; para salir con bien de su empresa necesitaria todo el apoyo allí precisamente donde halla sólo la más tenáz oposicion. Oposicion en los indios, oposicion en los párrocos, y no pocas veces oposicion y odios en el Jefe de la provincia, que le niega toda consideracion y le cree obligado á convertirse en su cortesano. Vienen enseguida los pica-pleitos, patrocinados con una frecuencia harto sensible por éste,

á quien proporcionan asuntos judiciales productivos, y si la nube cae encima del nuevo cultivador amenazándole con varios litigios, lo mejor que puede hacer es levantar el campo ántes que todo su dinero pase á las manos de aquellos explotadores de las humanas debilidades. ¡Cuántas empresas, que hubieran podido enriquecer al país, han fracasado así en los últimos veinte años! ¡Cuántos capitales se han retraido de este empleo en vista de tan lastimosos ejemplos!

En opinion de muchos el medio más eficaz para levantar de su decaimiento la agricultura filipina es enseñar al indio á cultivar, estableciendo al efecto granjas modelos en las que bajo la direccion de personas peritas adquiera aquél una educacion práctica, más bien que científica, análoga á la que se dá en casi todos los países de Europa. No soy completamente de esta opinion. Que pueden obtener buenos resultados de las granjas, no lo dudo, porque creo que los dá cuanto tiende á difundir la enseñanza, á la cual no es el indio refractario, porque está siempre dispuesto á aprender lo que cree puede serle de utilidad práctica; pero no sé si los resultados compensarian suficientemente los sacrificios que exigiese su planteamiento. De todos modos deberia hacerse un ensayo cerca de las capitales más importantes, eligiendo, por ejemplo, Manila para la enseñanza de la agricultura del centro de Luzon; Albay para la del Sur, donde podria estudiarse el importante cultivo é industria abacalera, Vigan para el Norte, é Ilo-ilo, Cebú ó un punto bien elegido de Negros, para la de Visayas. De estas granjas-escuelas se sacaria personal apto y conocedor de los cultivos del país para dirigir

y trabajar en las nacientes colonias de la Paragua, Mindanao, Balabac y para Mindoro, corazon del Archipiélago, seco hoy, y al que es preciso llevar la vida. Pero, á pesar de todo, repito que no creo bastante la enseñanza agrícola para asegurar la prosperidad de la agricultura. Conviene que haya grandes propietarios para que se conviertan ellos ó sus hijos en ilustrados agrónomos ó estén en el caso de confiar la direccion de sus haciendas á personas peritas. El cultivo de la mayor parte de plantas industriales, que hacen la riqueza del país, debe ser para llegar á su perfeccion un cultivo en grande, que sostenga ingenios como en Cuba y en los Estados del Sur de la República Unida. La enseñanza, repito, es muy útil, pero no suficiente para alcanzar esta transformacion, y no sólo la enseñanza en escuelas lo es, sino que tambien la publicacion de obras de agricultura sencillas, al alcance del indio, como la Cartilla escrita por mi distinguido amigo el celoso Director del Jardin botánico de Manila D. Zoilo Espejo. El indio es aficionado á la lectura, y si se sustituyen los romances de ciego, que hoy ván á parar á sus manos, con obritas útiles y de poco coste, se coadyuvará poderosamente á su instruccion. Prestarian un verdadero servicio al país los que escribiesen trataditos de determinados cultivos, como el de la caña de azúcar, de tabaco, del abacá, del arroz, del café, del añil, del cacao, etc., que precedidos de algunas ideas generales y sucintas sobre la clasificacion de las tierras ó pedología, la climatología, las labores y máquinas agrícolas, la construccion rural, los drenajes y agotamientos, los abonos y mejoras, la cría de ganados y aves de corral, etc., formasen una pequeña

biblioteca del agricultor filipino. Los mestizos é indios estudiosos los adquiririan todos, y los ménos curiosos, ó de menores recursos, aquellos que tratasen especialmente de los cultivos que tuviesen establecidos. Haciendo una gran tirada, y tomando con empeño los curas párrocos su útil propaganda, podrian venderse á uno ó dos reales fuertes cada ejemplar, permitiendo así su adquisicion hasta á las más modestas fortunas. A la par de estos medios de enseñanza podrian organizarse con regularidad exposiciones agrícolas provinciales, combinadas con otras bienales en Manila, de los productos de todas las islas ó de determinadas regiones. Los ensayos hechos en algunas provincias, debidos al celo de los jefes de ellas, han dado resultados muy satisfactorios. El indio se afana por conseguir premios y honores, que halagan en extremo su amor propio, del cual se puede sacar buen partido para incitarle al progreso.

Pero vuelvo á insistir en la idea de que todo esto no basta: creacion de cátedras de agricultura teórica, enseñanza práctica en las granjas-modelos, publicacion de obras, organizacion de exposiciones, todos son medios poderosos conducentes al objeto; pero son como los pisos de un edificio que de nada sirve sean sólida y bellamente hechos si á la construccion le faltan buenos cimientos, porque entonces toda la obra caerá por su base, y en el caso de que tratamos la base de esta obra es la constitucion de la propiedad. Si los capitales de las naciones de Europa y América encuentran colocacion ventajosa en la explotacion agrícola de las Filipinas, si se facilita su empleo en la adquisicion de terrenos, si se dá una

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