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TAYLOA

derío á la suerte de una batalla, que quede el uno del todo destruido. Dejad, yo os ruego, las armas que habeis tomado, no menos por mi deshonor que para vuestro peligro. Cada uno procura al otro la muerte y destruccion, sin mirar que ambos procurais en esto mi afrenta. ¿Qué respeto me teneis si no me quereis escuchar en esta ocasion? ¿Qué reputacion me dejais si no os puedo gobernar en este desatino? Y si no me vale el derecho de padre con el uno y la igualdad de hermano con el otro como padre os amenazo, y como hermano os aviso, que aquel me tendrá por enemigo y contrario que no quisiere oir ahora lo que aquí le amonesto. Por esto envio à vuestra excelencia esos mis embajadores, que tambien pasarán á mi hijo, el rey Alarico, y será razon que deis oidos y crédito al que veis que tan de veras se mueve con deseo de vuestro bien, y no á los malvados que de vuestra destruccion esperan su provecho y acrecentamiento.

Algunos historiadores de Francia refieren que Clodoveo respondió á Teodorico desta manera. Yo tengo para con el rey Alarico el mismo ánimo y aficion que vos me pedís. Mas como él tenga determinado hacer su casa seguro acogimiento para mis enemigos, no le muevo yo la guerra á él, sino él á mí: y habiéndomela él así denunciado, os suplico no me mandeis la rehuse, pues ni mi natural lo sufre ni mis súbditos lo consentirán. Lo que os parece ser cosa indigna, que tales dos reyes se hallen uno contra otro en la batalla, no veo que haya menos justicia para que yo pelee contra él, que él contra mí. Convidándome vos, señor, con la paz, y desafiándome él á la guerra; yo verdaderamente si tuviera dos manos derechas, la una meneara armada para defenderme dél, y la otra la extendiera de muy buena gana para aceptar lo que me proponeis. Mas por el órden natural y por el estado en que se hallan estos negocios, sonando ya el ruido de sus trompetas de Alarico, ¿cómo puedo oir las palabras de paz que se me dicen ?

Así quieren colorar los franceses esta guerra de su rey, mas la manifiesta verdad es, que él tuvo gana de ser señor de aquella parte de Francia, que tenia por propia y muy conveniente para su señorío.

El rey Alarico, como á yerno, escribió Teodorico con alguna mas familiaridad y blandura desta ma

nera.

Bien veo como las grandes victorias de vuestros antepasados dan confianza á vuestro esfuerzo, para que no dudeis entrar en cualquier terrible competencia. Mas no permitais que la ciega indignacion os quite el pensar enteramente todo lo que os conviene. « La mo« destia que se gobierna con providencia es la que coneserva los reinos, y la furia desenfrenada despeña muchas veces los altos señoríos. » No es provechoso recurrir á las armas, sino cuando no puede valer con el adversario la justicia Por esto os pido que os sufrais un poco, hasta que mis embajadores lleguen al rey de Francia para ver si es posible que por el juicio de los amigos se acabe vuestra contienda. No os enciende justa venganza por ver derramada la sangre de vuestros padres, no os duele el ver ocupado parte de vuestro señorío: hasta ahora no os provocan mas que harto livianas palabras. Fácilmente podreis concordaros si de nuevo no os agraviais con las armas. Y entre dos reyes mis deudos no querria sucediese cosa por donde el uno viniese á ser ménos. Por esto os pido no hagais cosa de nuevo, entretanto que por mis embajadores muevo al rey Gundibaldo y á otros para que

TOMO II.

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tambien procuren conmigo la paz, y estorben que los que mal os quieren á entrambos reyes, no se gocen con vuestros daños. Yo particularmente tengo de sentir y tener por propios los vuestros solos; pues tengo tambien de tener por mi adversario á quien os tuviere por enemigo.

Tambien están en Casiodoro las cartas que sobre esto escribió Teodorico al rey de Borgoña y á Mernerefrido, rey de los érulos, cuarnos y toringos, casado, como en Procopio parece, con Amalaverga su sobrina. Mas estaban en los ánimos de los reyes godo y francés ya tan encendidos en la furia de la guerra, que todos estos buenos medios no fueron de ningun efecto. Juntaron ambos todas sus fuerzas, y Teodorico, como escribe Procopio, venia en ayuda de su yerno con grande ejército, mas no pudo llegar á tiempo. Y solo Procopio es el que hace mencion desta venida de Teodorico. Alarico entendiendo que el enemigo estaba cerca de la ciudad de Carcasona, se fué á poner junto à él con su campo. Estuvieron algunos dias los unos y los otros quedos, hasta que ya la ferocidad natural de los godos ni pudo sufrir aquella tardanza, ni que el enemigo les destruyese la tierra sin resistencia. Afeaban la flojedad de Alarico y decíanle otras injurias como á quien mostraba temor en la guerra y él entretanto con prudencia y detenimiento esperaba sus socorros. Mas vencido con las querellas de los suyos, al fin se determinó pelear. La batalla fué muy reñida, y el francés hubo la victoria con muerte del rey Alarico y gran multitud de los suyos. Los historiadores franceses celebran el esfuerzo y constancia de Alarico en esta pelea, que como rey animoso, excelente capitan y buen soldado se hubo valerosamente hasta lo último en recoger los suyos, amonestarlos y darles ejemplo por su persona de cómo habian de pelear. Así cuenta Procopio el fin de esta guerra mas en particular. El arzobispo de Turs pasa brevemente por ella, aunque todavía cuenta que dos godos despues de muerto su rey, por vengarle arremetieron al de Francia, y le hirieron por ambos lados; mas su fuerte loriga le valió para que no le matasen, tambien dice que se escapó por la ligereza de su caballo. Pone este autor la batalla en el campo que él llama Vocladense, diez millas de la ciudad de Piteos. Mas esta ciudad está muy cerca de Carcasona, y así no es mucha diversidad poner esta batalla cerca de una ó de otra.

Cercó luego Clodoveo y tomó la ciudad de Carcaso→ na como Procopio refiere, y en ella hubo los grandes tesoros de Alarico, que desde el otro Alarico venian siempre de un rey en otro, acrecentados con los despojos de Roma, y toda Italia y Sicilia y otras provincias. En ellos estaban señaladamente, como el mismo autor cuenta joyas riquísimas del rey Salomon que los romanos habian traido á sus templos del de Jerusalen. El de Turs, en Tolosa, y no en Carcasona, dice, se hubieron estos tesoros. Los franceses tomaron en breve tiempo despues desta victoria mucho de la tierra que los godos por allí poseian, y Gregorio y Adon dicen lo mismo. Procopio va adelante, y cuenta, que llegó algunos dias despues Teodorico con el socorro que traia de Italia para su yerno, y lo que pudo hacer fué conservar algunas tierras que franceses no las tomasen, y cobrar otras: y al fin por concierto le dejó otras al rey de Francia. Volvióse luego Teodorico á Italia, pues veremos presto lo que el año siguiente desde allá proveyó, segun lo cuenta el gran Casiodoro, su secretario. Conforme à esto es cierto que no vino ni pudo venir desta vez en España.

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