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| ganar él la victoria, y nó en que se la den; cuando há de jugar quítase un poco de la severidad, y amonesta que se juega por tomar placer y regocijo, y para gozar cada uno de su libertad y de su igualdad. Diré lo que entonces siento dél. Teme que allí le teman, mas al cabo se huelga con la mohina del perdidoso; y solamente le parece que se le rinde su contrario cuando mostrare pesarle de haber perdido; y es cosa que os maravillareis que aquel su regocijo causado por tan liviana oca

des negocios; entonces despacha con buena resolucion peticiones de mucho tiempo detenidas, y dificultadas; entónces tambien yo pierdo en el juego con ganancia si tengo de pedir algo, el dado me ha de hacer perder para ganarse mi negocio; ya caida la siesta le vuelve á atormentar la grave carga del reino; vuelven los que piden entrada, vuelven los que se la niegan, y por todo suena el bullicio del negociar, durando hasta la hora del cenar, que ya entonces se acaba, encargándose á las personas de la corte, á cuyo cargo en particular pertenece cada negociacion; algunas veces, aunque pocas, entre la cena hay regocijo de truhanes, mas de tal manera, que ninguno de los presentes sea lastimado con el donaire, mas ni se tañen instrumentos peregrinos, ni se cantan cosas exquisitas; porque el rey solo gusta de aquella música con que no menos la virtud recrea el ánimo, que el canto al oido; acabado esto se comienzan á poner en su lugar las centinelas que para guarda de la casa real se reparten ; asiste por toda parte en el palacio gente armada que hacen la prima en la vela. ¿Mas para qué prosigo esto? pues no propuse decir mucho del reino, sino poco del rey. Y tambien es ya razon dejar la pluma, no desando vos saber mas que de la persona del rey y sus ejercicios, y yo no propuse escribir historia, sino carta.

bollos altos, y los piés son pequeños con ser fundamentos de tan grandes miembros. Si quereis saber como gasta el día en público, aquí se os dirá. Va antes que amarezca á la iglesia de su secta con poca compañía, aunque con gran veneracion; y aunque allí reza quedo, puédese bien entender como conserva aquella reverencia al culto divino, mas por costumbre que por razon; todo lo demás de la mañana emplea en el cuidado del gobierno de su reino; cuando está sentado en su silla real para dar audiencia, está junto á él el❘sion, suele ser buena dicha para la expedicion de granconde que suele llevarle las armas: los de su guarda, cubiertos á su costumbre de sus forros y pieles, no están en aquella pieza porque no impidan, y están excluidos hasta el umbral defuera, porque no se sienta su ruído; así pueden hablar libremente, porque aunque están dentro de la reja, están muy fuera de la cortina; allí recibe las embajadas de muchos reyes y pueblos, respondiendo pocas palabras, aunque oye muchas; si alguna cosa requiere consejo, la remite para despues; todo esto es acabado á las ocho en invierno, y á las seis en verano; levántase luego deste su estrado, y vase á ver sus caballos ó sus joyas; el dia que le advierten ser de caza, sale con su arco puesto al lado, sin temer que esto perjudique á la magestad real; si por el camino 6 en el bosque le muestran ave ó salvagina en buen puesto, vuelve atrás la mano, y un page le pone el arco en ella desempulgado, porque como tiene por cosa de niño traerloen funda, así tiene por cosa de mujer que se le den empulgado; empúlgalo, pues, cuando lo toma, unas veces doblando las puntas de hacia dentro, otras veces poniendo la una en el pié y en el estribo, y subiendo por la otra con los dos dedos la lazada de la cuerda hasta que llegue á entrar en la empulguera; danle luego la saeta, y al ponerla en el arco pregunta á qué parte de la caza quieren que encare, yen señalándosela, tira, y mas veces acierta él á lo que se le señaló, que aciertan los que están cabe él á señalarle; cuando viene á la comida, no está de ordinario cargado el aparador de vasos ricos y grandes de plata, que haya desudar el repostero al menearlos, antes es toda una cosa moderada y muy semejante á lo comun; los tapetes son teñidos con púrpura algunas veces, y los manteles de lienzo bisino; en las pláticas de la mesa se guarda gran mesura y gravedad, ó no se habla nada, ó se tratan cosas de mucha severidad; no le agradan tanto los manjares preciosos, como los bien guisados, ni lo mucho, sino lo escogido; bebe poco, y lo que la sed pide, y no lo que desheche con fastidio la demasia. No hay para qué detenerme en esto. En su mesa deste rey se hallará el lustre de Grecia, el abundancia de Francia, la delicadeza de Italia, la pompa de la república, la tasa de un particular, y el advertencia y buen gobierno de la casa real. De la superfluidad de los grandes banquetes del rey en estas fiestas no tengo que decir aquí, pues nadie por lejos que esté, ó por poco que sea, deja de entenderlo. Vuelvo á lo comenzado. Muchas veces no duerme despues de comer, y otras muy poco, mas huelga entonces de jugar; cuando juega arrebata apriesa los dados ó choquezuelas, y míralos con atencion, bátelos con donaire, lánzalos bien juntos, póneles nombres regocijados á las suertes, y espéralas con paciencia, en la buena suerte calla, y en los malos azares se rie, con ninguna se enoja, y en todas halla como filosofar; dale pesadumbre el temer, y el esperar buena suerte; si hay ocasion de ganar, no le place con ella, y si se la ofrecen, pasa sin acogerla; todo pasa adelante sin enojarse él, y sin darle el contrario nada; parece que en el juego pelea como en la guerra; solo piensa en

TOMO II.

Y no se engañe nadie, como Vaseo; Juan Cochleo y otros, en pensar que no describe Sidonio Apolinar en esta carta á este rey Teodorico de nuestros visogodos, sino al otro Teodorico, rey de los ostrogodos en Italia, de quien despues hemos mucho de tratar. Deste nues tro habla, sin que pueda haber duda en ello. Porque éste reinaba por este tiempo de Sidonio en la Narbonesa, y en todo lo de por allí, y él podia haber visto y tratado mucho á Sidonio, que fué primer criado suyo, y tuvo la dignidad de conde, y despues era obispo allí cerca, y al otro Teodorico no le pudo ver, ni conocer. Esto es cosa clara. Porque Sidonio, como por todas sus obras parece, vivia, y era ya obispo, y escribia en tiempo de aquellos emperadores de Roma que sucedieron despues de Valentiniano: y aquel rey Teodorico de los ostrogodos no descendió en Italia hasta des-pues que se acabaron todos estos emperadores, ya entonces era muerto Sidonio, y si acaso era vivo, no pudo ver aquel Teodorico, ni tener esta noticia particular dél. Y no escandalice à nadie el jugar el obispo con el rey á los dados, porque Sidonio no era aun obispo cuando cuenta de sí esto, sino conde del palacio del rey, un cortesano principal.

Este mismo año en que fué muerto Valentiniano, y tras él Máximo, su matador, como todo andaba turbado, fué alzado en Francia por emperador de Roma y del occidente, como ya comenzamos á decir, Flavio Mecilio Avito, á los diez de julio. Favoreciólo para este su ensalzamiento el rey Teodorico, que conservaba siem pre el amistad de romanos, en que su padre y hermiano habian perseverado. Así lo escribe san Isidoro, aunque algunos de sus libros están tan mentirosos, que no

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se puede entender por aquí nada. Otros mas corregi- | lia ciudad; y le puso tal espanto y pavor, que dejó luedos tienen todo esto claro.

CAPÍTULO XXX.

El rey Teodorico venció y mató á Recciario, y se hizo señor de España.

El rey Recciario de los suevos por este mismo tiem po perseveraba hacerse enteramente señor de toda España. Para esto continuó la guerra con los romanos, ensoberbecido de ver lo que ya habia conquistado. El rey Teodorico, hombre modesto y de buena ley con sus amigos, pesóle de ver que su cuñado quisiese desposeer así acá á los romanos, á quien él tenia por tales: envióle á decir y aconsejar blandamente, que no acometiese de tomar las tierras agenas que no le pertenecian por derecho, si no queria incitar contra sí el público ódio y enemistad de muchos, conquistándolas con tan desordenada ambicion. El rey Recciario respondió á Teodorico con altivez y ferocidad: Decidle, que si le pesa de lo que por acá hago, me espere en Tolosa, donde reside, y allí me resista, si pudiere. Ofendido el rey con tanta soberbia, pidió el ayuda de los reyes de Francia y Borgoña, y entró poderoso por España buscando á Recciario. Él le salió tambien al encuentro cerca de Astorga. Dióse la batalla junto. al rio Orbego (1), llamado entonces Urbico, que pasa por aquella ciudad. Y siendo vencedor Teodorico con sus visogodos, los suevos fueron desbaratados, y quedaron muertos casi todos en el campo. Su rey escapó herido, y huyendo apriesa se metió en la mar, para pasarse en África, y valerse de los vándalos; mas vientos contrarios le echaron á la ciudad del Puerto en Portugal, y de allí fué traido al vencedor, que lo mandó matar. Autores son desto Jornandes y san Isidoro, el cual dice expresamente, que esta entrada de Teodorico en España fué con licencia y de consentimiento del emperador Avito, casi como en remuneracion del ayuda que le habia dado para el imperio: para que todo lo que acá ganas quedase por suyo, sin que los romanos pretendiesen ningun derecho de la posesion antigua en ello. Y esta es la primera entrada de los godos en España con nuevo derecho, dándoles el señorío della quien con razon podia; como tambien ántes Honorio, segun se dijo, le habia dado el mismo derecho al rey Alarico sobre España. Paulo Diácono tambien hace mencion desta entrada de Teodorico en España al fin del libro quintodécimo.

Teodorico perdonó despues á los suevos, aunque fue_ ron muertos por justicia algunos, y saqueada la ciudad de Braga, que parece debia ser entonces el asiento y silla principal de su reino dellos. Mas san Isidoro dice, que el saco fué templado y sin sangre. Añade Jornandes, que dejando Teodorico pacífico y puesto en sosiego todo aquel reino de Galicia, puso por gobernador en él un caballero de su casa, llamado Acliulfo, ageno de la noble sangre de los godos, y nacido de otro linaje extraño de los varnos. Y aquí se acabó por ahora el reino de los suevos, quedando sin cabeza ni título en sujecion de los godos.

El rey bajó á la Lusitania, y queriendo meter á saco la ciudad de Mérida, le apareció la santa virgen y mártir Eulalia, patrona singular, como se ha visto de aque

(1) El rio Orbego, llamado aquí Urbico, junto al cual se dió esta batalla, no pasa por la ciudad de Astorga, sino dos leguas á su oriente. B.

go libre la tierra sin hacerle ningun daño. Partió luego su ejército en dos partes: la una envió con Ceurila, capitan suyo, contra la Bética, porque no le quedase tierra ni reino de Recciario que no conquistase, y la otra dió a otros dos capitanes, Nepociano y Nerico, para que vueltos á Galicia, hiciesen allí la guerra, y castigasen á Acliulfo, que en saliendo Teodorico de la tierra, tomando título de rey, se habia levantado con ella: mostrando que el faltarle la nobleza de los godos, le hacia tambien falta de la lealtad, propia virtud dellos. El rey, quedando ya señor de España, se volvió en Francia, como seguro de lo de acá, en quedar encargado á sus buenos ministros. Esto cuentan Idacio, y Jornandes, y san Isidoro con esta particularidad: añadiendo Idacio, que Ceurila con su ejército llegó en el mes de julio al Andalucía. Mas ninguno hace mencion de lo que Ceurila allí hizo : y yo pienso que tomó toda la provincia y quedó desta vez por los godos. Porque la pujanza y victorias de Teodorico no tenian ya resistencia en los suevos. Y de hoy mas siempre hallamos ya al Andalucía sujeta á los godos, sin que se haga mas mencion de cómo ni cuando la ganaron: y sin esto lo afirma expresamente la corónica general.

Del ejército que Teodorico envió á Galicia cuentan estos mismos autores como en la primera batalla, cerca de la ciudad de Lugo fué vencido y preso, y despues degollado Acliulfo, que quiso mas experimentar la ira de su señor, que no gozar de su liberalidad. Los suevos, que vieron la miseria y confusion de la tierra con tantas muertes y destrucciones, enviaron sus obispos en Francia al rey Teodorico, suplicándole hubiese misericordia de aquella gente, sin acordarse cuánto le tenian ofendido, sino solo de lo que como rey piadoso debia querer, para estorbar tanta desventura. Recibió el rey con respecto cristiano y piadoso á estos prelados, y movido con misericordia y con acatamiento de su dignidad, no solamente perdonó á los suevos, sino que tambien les dió licencia que eligiesen rey entre sí, que siéndole vasallo los rigiese á ellos conforme a sus leyes y costumbres. Hasta aquí van conformes Jornandes, san Isidoro y la corónica vieja, aunque siempre en Jornandes hay alguna mas particularidad. De aquí adelante discrepan estos autores. Jornandes dice, que eligieron los suevos á Remismundo. Los otros dos autores escriben, que no conformándose entre sí, unos eligieron al rey Franta, y otros á otro, llamado Masdra, hijo de Masila. Éste no duró mas de dos años, habiendo sido muerto por los suyos; y quedó en su lugar su hijo Remismundo, que hizo luego la paz con Franta, y ambos entraron por la Lusitania destruyéndola: por donde tambien parece, que no habiéndola podido conquistar toda Teodorico, se habia quedado alguna parte della por los romanos, que la cobraron en tiempo de las guerras de Recciario con Teodorico, pues desde tiempo de Hermenerico la tuvieron ya los suevos. La brevedad con que tratan esto los autores me fuerza á hacer esta conjetura, sin la cual no se excusa sentirse contradiccion en lo que se prosigue. Y así viene tambien esto, aunque por este rodeo, á parar en lo de Jornandes, y tener por eso apariencia de mas verdad.

Desta entrada con grande ejército de Teodorico en España hace mencion Adon, el obispo de Viena, en sus anales, poniéndola al sexto año del emperador de Constantinopla Marciano, que fué el cuatrocientos y cincuenta y seis de nuestro Redentor. Y no hallo otro autor que señale así el tiempo. Por este mismo, como

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san Isidoro escribe, el rey Teodorico hubo en Francia la ciudad de Narbona. Entregósela el conde Agripino, ciudadano de allí, por hacer este pesar al conde Egídio, que á lo que parece la tenia por los romanos, y desde ahora la tienen los godos por todo el largo tiempo que despues reinaron en España.

Del tiempo no se puede dar ahora razon bien clara en estos hechos: solo se puede decir, que la muerte del rey Masdra sucedió al año cuatrocientos y sesenta de nuestro Redentor; y así la pone san Isidoro en su corónica de los suevos, aunque los números están errados en el proceso de su libro, mas es cosa manifiesta que se han de enmendar conforme á su principio.

El año siguiente cuatrocientos y sesenta y uno, á los once de abril, falleció san Leon el Magno, habiendo tenido la Silla apostólica veinte años y once meses. Fué luego elegido en su lugar á los diez y nueve del mismo mes san Hilario, natural de Cerdeña, habiendo estado vaco el pontificado siete dias.

CAPÍTULO XXXI.

Ricimero, godo muy poderoso en el imperio, y la venida del emperador Mayoriano á España.

Tenia ya el imperio de Roma Julio Valerio Mayoria- | no desde el primer dia de abril del año cuatrocientos y cincuenta y siete, sucediendo á Mecilio Avito. Esto se entiende así por unos breves anales destos tiempos, cuyo autor no se nombra, y andan impresos al fin de los fastos de fray Onufrio Panuinio, y él y Juan Cuspiniano en sus cónsules hacen mucha fiesta dellos, dándoles grande autoridad; y con razon, á mi juicio. Porque pareciéndose claro en ellos como son antiguos, con no ser una hoja de papel entera, continua los cincuenta y cuatro años, que siguen despues de la muerte de Valentiniano, y lo acaecido en ellos cerca de la sucesion del imperio, con tanta particularidad de dia, mes y año, y lugar, que se entiende no pudo hacerlo sino quien vivia entonces, y notaba y escribia los hechos el mismo dia que sucedian.

Por estos anales se sabe como poco despues de la muerte de Valentiniano tenia en Roma el cargo de general en la guerra, que entonces llamaban maestro della, Ricimero, godo de nacion: y luego tuvo tambien título y dignidad de patricio. Era nieto del rey Walia: pues lo dice así expresamente Sidonio Apolinar, que (como se ha visto) vivia por este tiempo. En particular da tambien á entender este autor, como este caballero era hijo de padre rey de los suevos, y de madre goda: y así es necesario que ella haya sido hija de Walia. Y el llamarle Paulo Diácono y otros godo de nacion, por esta parte le toca; y por la de su padre por fuerza fué medio español. Era Ricimero en Roma muy poderoso; y andando allí todo turbado, hacia y deshacia emperadores á su voluntad. Así parece en aquellos anales y en Paulo Diácono, y las cosas de adelante tambien lo mostrarán.

El emperador Mayoriano vino por este mismo tiempo en España, como san Isidoro en la historia de los vándalos y la corónica vieja lo escriben. La causa de su venida fué por hacer en Cartagena una gruesa armada, y pasar con ella en África contra los vándalos. Ellos, que lo entendieron, se concertaron por acá secretamente con alguno de los que podian en esto ayudarles: y por secreta traicion déstos, viniendo acá de improviso con su flota, robaron en el puerto gran parte de los na

víos del emperador, y otros quemaron. Desesperó con esto Mayoriano de la jornada, y volvióse en Italia, sin haber hecho algun efecto en su venida. Ésta es forzado fuese antes del año cuatrocientos y sesenta y uno, pues él fué muerto este año el segundo dia de agosto, como en aquellos anales parece: porque Ricimero con su gran potencia así lo quiso. Fué alzado por emperador Vivio Severo, por órden del mismo godo, tres meses y diez y seis dias despues.

De mas adelante en tiempo deste rey Teodorico es una piedra de sepultura, que ahora se ve en Lebrija, villa principal cerca de Sevilla, encima la puerta de la iglesia. Es cuadrada, de una vara en largo y dos tercias de ancho, bien labrada con algunos vivos y follajes; y dicen las letras que tiene:

ALEXANDRIA. CLARISSIMA FEMINA VIXIT ANNOS PLVS MINVS XXV, RECESSIT IN PACE DECIMO KAL. IANVARIAS. ERA. DIII PROBVS FILIVS VIXIT ANNOS DVOS MEN. I.

En castellano dice: Alejandria, mujer muy ilustre, que está aquí enterrada, vivió veinte y cinco años, poco mas ó ménos. Murió en paz á los veinte y tres de diciembre, en la era quinientos y tres. Probo, su hijo, vivió dos años y un mes.

El año de nuestro Redentor que se señala en esta piedra es el cuatrocientos y setenta y cinco, y viene á caer en los postreros deste rey. Esta señora era católica cristiana, como se entiende por tener esculpida la piedra en lo bajo un signo con que se diferenciaban los católicos de los arrianos en España, como luego se tratará (1). Y ésta es la mas antigua piedra de muchas que de aquí adelante en estos tiempos de los godos se han de poner.

CAPÍTULO XXXII.

Lo que se trató en Roma en un concilio sobre cosas que en dos iglesias de España habian sucedido.

El papa Hilario celebró en Roma concilio á los diez y siete de noviembre este mismo año de nuestro Redentor cuatrocientos y sesenta y cinco, como por los cónsules Basilisco y Hermenerico, que allí se nombran, parece. Lo primero que el papa en este concilio con mucho sentimiento propuso, fué un arduo negocio que de España se le habia consultado. Mandó ante todas cosas leer en el concilio las cartas que Ascanio, arzobispo de Tarragona, y los demás sufragáneos, le escribian. Proponen en la carta como murió Nundinaro, obispo de Barcelona, á quien allí llaman santo. Dejó por heredero de su pobre hacienda al obispo Ireneo, al cual él tenia antes consigo en su diócesi por consentimiento de su metropolitano, y á lo que se puede entender, para su ayuda en el ministerio, aunque el Ireneo era obispo de otra iglesia. En su testamento tambien dió muestra de querer al mismo Ireneo por su sucesor en la dignidad. Por el buen deseo del difunto, y por los buenos méritos deste obispo Ireneo, que la carta mucho celebra, y porque los principales de la ciudad de Barcelona y su tierra, con muchos otros de los súbditos, lo pedian, Ascanio y los demás se movieron á hacerlo. Así pedian al papa en aquella carta confirme lo que ellos acá han hecho. Mas aunque todo esto iba tan

(1) Eu el. cap. 41.

CAPÍTULO XXXIII.

El estado de las cosas de España hasta la muerte del rey
Teodorico.

bien guiado y calificado, el papa y el concilio lo reci- | Ciudad-Rodrigo, nombrados allí civitatenses, y otros bieron ásperamente, por solo el olor que tenia de suce- pueblos tambien llamados virgilienses. Y en la carta sion hereditaria, en haberlo deseado y mostrado su del papa se da á entender que tambien en algunas iglevoluntad desto Nundinario en su testamento. Así man- sias destos pueblos no habia obispos canónicamente eledan en el tercer decreto deste concilio deponer á Ire-gidos. La data desta carta es á los treinta de diciembre neo, y que Ascanio, como metropolitano, conforme á del mismo año. los santos cánones, provea en la iglesia de Barcelona otro obispo de los clérigos de allí. A Ireneo se le mandó se volviese á su Iglesia sin mas pretender la de Barcelona; y que no queriendo obedecer, sea depuesto de la dignidad y se tenga y trate como descomulgado. La data deste decreto y carta del papa para Ascanio, arzobispo de Tarragona y sus diocesanos, es á los treinta de diciembre del mismo año. Y es mucho de notar en la epístola de los obispos de España como recurrian por este tiempo á la Sede apostólica con sus causas y negocios, perseverando en la debida sujecion; y esto es mas notable, por lo que veremos adelante en toda la sucesion de la iglesia de España (1), que en tiempo de los godos no parece prestaba esta tal obediencia tan formada y debida á la Sede apostólica. Y en su lugar se dará adelante mas razon de todo esto.

Estos obispos de Tarragona, como su provincia era aun ahora de los romanos, tenian muy entera la fe católica y la obediencia del sumo pontifice, y así recurrieron á él con los negocios que requerian su consulta y determinacion. Y parece claramente en esta carta, como aun Tarragona y su provincia hasta ahora era de romanos: pues en el principio desta carta dicen Ascanio y los demás, como de Vincencio ( que era capitan general de aquella su provincia) entendieron el mucho cuidado que el papa Hilario tenia del gobierno de las iglesias. Así se ve como este Vincencio era romano, enviado de Roma á gobernar y defender la Tarragonesa: pues no pudiera dar relacion particular de las cosas del papa, sino habiéndolas allí visto y entendido. El papa en su carta da casi á entender, que los obispos que se hallaban con él, no se habian juntado en Roma á concilio, sino á celebrar la fiesta del dia del nacimiento del papa. Teníasele entónces tanta veneracion y respeto al sumo pontífice, que aun para solemnizar esta su fiesta, muy usada entre los romanos, se juntaban en Roma los obispos comarcanos. Hay tambien otra carta parti cular del papa Hilario, para el arzobispo Ascanio, donde le reprehende el poco rigor que usó con Ireneo, y la blandura con que parece pide su confirmacion.

El otro negocio que por consulta y carta del mismo Ascanio y sus obispos se relató en el concilio, fué de Silvano obispo de Calahorra, que abiertamente se eligió él mismo su sucesor, y lo puso en su lugar, sin voluntad precedente ni subsecuente de su pueblo, ni sin consulta ni respeto del metropolitano, que eran las dos cosas que para la eleccion de un obispo entonces se requerian. Ascanio le avisó, y resistió, y usó con él de todos los buenos términos cristianos, esperando por espacio de ocho años su enmienda. Tambien le ayudó à Ascanio en este piadoso remedio el obispo de Zaragoza, como en su carta celebra: mas todo no aprove chó con la mala obstinacion de Silvano. El papa responde tambien con carta particular en este negocio brevemente. Nombra allí pueblos de acá que le escribieron dando excusas de lo que hizo Silvano. Éstos fueron los de Tarazona, de Cascante (que es allí cerca cabe Tudela), de Calahorra, de Tricio, que ahora es lugar pequeño cabe Nájera, y retiene su nombre, de Leon, de

(1) En el tercer concilio de Toledo.

Yo quisiera dar aquí entera razon del estado de las cosas de toda España por estos dias, señalando lo que dejó conquistado y pacífico el rey Teodorico, y qué les quedó á los romanos y á los suevos en aquella sujecion de los godos: mas no podré decir de nuevo mas de lo que antes conjeturaba, que el Andalucía ó la mayor parte della quedó por los godos con todo lo de Galicia que tenian los suevos, que ya eran sus vasallos. La Tarragonesa, con lo de la provincia de Cartagena y la Carpentania, tengo por cierto (por lo que despues se verá) que era todavía de romanos. La Lusitania ya está dicho, y por aquí adelante se verá, como la tenian toda ó mucha parte della los romanos, habiéndola cobrado de los suevos en las guerras de los reyes Teodorico y Recciario. Y esto aun tiene mas apariencia de verdad en lo que prosiguen san Isidoro y la corónica vieja. Juntando lo que ambos escriben en particular, se entiende, que Franta murió dos años despues que comenzó á reinar, y los de su parcialidad eligieron en su lugar otro nuevo rey llamado Frumario. Con éste trujo luego la guerra Remismundo, que quisiera quedar solo con todo el reino de los suevos. Frumario destruyó la ciudad Iria Flavia y su comarca, que estaba donde ahora está la villa del Padron, cuatro leguas de Santiago de Galicia, y era del señorío de su adversario. Él tambien entró robando y destruyendo á Orense, que estos historiadores llaman Auria, y á Lugo, y toda aquella costa de por allí cerca, que tocaba al señorío de Frumario. Mas muriendo este rey, quedó Remismundo por entero señor de toda Galicia, con todo el reino de los suevos. Haciendo luego paz con ellos y con todos los gallegos, entró poderoso por la Lusitania, y tomando Coimbra por engaño, con color de paz y amistad, la robó y saqueó toda. Tomó tambien á Lisbona entregándosela Lusidio, ciudadano della, que la tenia á su cargo. No dicen mas san isidoro, y la corónica vieja que cuentan estos hechos, y por ellos se entiende mas de cierto como la Lusitania estaba ahora por los romanos. Y aunque ellos eran amigos de Teodorico, Remismundo no tenia mucha cuenta con esto. Cuanto mas que muerto el emperador Avito, á quién él era allegado, Teodorico no tenia por qué tenerles mas respeto a los romanos. Envió tras esto Remismundo sus embajadores en Francia á Teodorico, dándole cuenta destas victorias, como en reconocimiento de su vasallaje y sujecion, y pidiéndole le tuviese siempre en su gracia y amistad. Holgó mucho el godo con esta embajada, v para mostrarlo mas enteramente, dióle por mujer una su hija á Remismundo, y enviósela acompañada juntamente de un su embajador, llamado Salano, hombre principal en su corte y palacio, que trujo tambien armas y otros dones al yerno. Salano volvió á Francia con gran presente. Mas ya cuando llegó balló muerto al rey Teodorico, por conjuracion de Eurico su her

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1. Eurico. 2. Alarico. 3. Gesaleyo. 4. Amalarico. 5. Teudis. 6. Teudiselo.

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