Imágenes de página
PDF
ePub
[graphic]

Pelayo y los prelados y guerreros españoles rinden gracias al Eterno sobre el campo de batalla de Covadonga.

to, pasa adelante y dice que con esta resolucion fué elegido el rey don Pelayo. Esto no concierta bien, pues por la mejor, de que luego se dará razon, este nuestro rey fué elegido el año de nuestro Redentor setecientos y diez y ocho, y entonces era sumo pontífice al princi

do el edificio, y desto tiene temor quien mira de abajo ↑ en el pradito. Esta iglesia dicen los naturales de la tierra que la labró el rey don Alonso el Casto en la forma que ahora tiene, habiendo habido antes otra ménos bien ordenada. Y es muy verisímil que el Casto aderezase así aquella iglesia por estar allí sepultado su abue-pio del año, hasta mediado febrero, el papa Constanlo el rey don Alonso el Católico, como en su lugar se dirá. Añaden los naturales que así dura la iglesia desde entonces milagrosamente sin podrirse la madera. Dios mas que esto puede hacer, mas yo vide allí manifiestas señales de obra harto mas nueva, y no de aquellos tiempos. Es grande la devocion que en toda la tierra se tiene con aquella iglesia, y se debia con mucha razon tener en todo, ó en lo mas de toda España, reverenciando aquel santo lugar como celestial principio y fundamento de todo nuestro bien. El abad y canónigos han dejado de morar en el monasterio por lo mal sano de su humidísimo sitio, y viven en los dos lugares de Soto y Riera, yendo siempre á decir misa á la santa

cueva.

Ya estaba retirado á la cueva el infante, segun Sebastiano y los otros cuatro prelados, tomando dél, cuentan, cuando los suyos le eligieron por rey, y puédese creer que lo alzarian por tal con la ceremonia muy usada ántes entre los godos de ponerlo de piés sobre un escudo, y levantarlo así en alto. En Ammiano Marcelino y en Casiodoro y en el poeta Corippo y otros autores hay expresa mencion desta antigua costumbre, de donde se tomó la manera de decir alzar por rey, tan usada en la lengua castellana. Esto tengo yo por cierto que pasó entonces así, pues en el fuero de Sobrarve, el cual yo he visto en un original muy antiguo, habiendose puesto esta eleccion del rey don Pelayo, se pone luego la manera que se ha de tener y guardar en elegir y alzar rey, la cual pondré aquí fielmente trasladada en su lenguaje aragonés antiguo en que allí está escrita.

Háse de entender siempre que el rey don Pelayo ya era ahora casado, y aun lo debia ser algunos años ántes que se viniese huyendo á Asturias, pues cuando murió, como veremos, tenia nietos, y tenia yerno. Y la reina su mujer se llamaba Gaudiosa. El título dice.

Como han de levantar rey en España, y como él ha de jurar los fueros.

Ante todas cosas fué establecido por fuero en España de alzar rey perpetuamente. Porque ningun rey que por tiempo fuese, les pudiese ser malo, pues el concejo, esto es, el pueblo, le alzaban, y le daban lo que ellos habian ganado de los moros. Y mas abajo dice. Y que se alce rey en Roma 6 en ciudad metropolitana de arzobispo, ó catedral de obispo. La noche antes la vele toda en la iglesia y oiga su misa y ofrezca púrpura y algo de su moneda, y despues comulgue. Y cuando lo quieran levantar, suba sobre su escudo, teniéndolo los ricos hombres, y diciendo todos tres veces en voz alta: Real, Real, Real. Entonces mande derramar de su moneda sobre la gente hasta cien sueldos. Y para dar á entender que ningun otro hombre de la tierra tiene poder sobre él, cíñase él mismo la espada, que es á semejanza de cruz. E aquel dia no debe ser armado ninguno otro caballero.

En este fuero se dice que queriendo á esta sazon los nuestros tener alguna manera en su gobierno, enviaron por consejo al papa Adriano, que entonces era, y á los reyes de Francia y Lombardía; y ellos les aconsejaron que eligiesen rey para su defensa y buena gobernacion en paz y en guerra. Acabando de contar esTOMO II.

|

tino, y muerto él, lo fué desde fin de marzo por los catorce años siguientes, Gregorio Segundo. Pues en el nombre del rey no está el error, porque hablando allí de los navarros, y aragoneses de las montañas, ellos fueron los que así enviaron por este consejo, y con él eligieron su primer rey Garci Jimenez; y esto fué, ó en el mismo año ó en el siguiente despues de ser alzado por rey don Pelayo, y así no pudo suceder en tiempo de ninguno de los papas Adrianos, que fueron hartos años despues. Tambien en nuestras leyes de las partidas hay algunas veces mencion de levantar así sobre un escudo los que elegian para adalides y para otros cargos de la guerra.

Aquí notó muy consideradamente Estevan Garibay, como el rey don Pelayo fué el primer rey que tuvo el gran título de Don antes de su nombre, y discurrió bien en tratar todo lo que á esto podia pertenecer.

El haber sido elegido por rey don Pelayo en este año de setecientos y diez y ocho, tiene por autor al obispo don Sebastiano de Salamanca, que pudo cuasi alcanzar á los que en este tiempo vivian. Y aunque él no señala este año en la eleccion del rey, sácase por el en que pone su muerte, como alli verémos. Y conforme á aquello es forzoso que no haya sido elegido hasta este año. Al de Salamanca siguen Isidoro de Beja y Sampiro de Astorga; y por ser estos autores por tantos respetos muy fidedignos y de grande autoridad como he dicho, y haber yo tenido tan antiguos originales de sus historias, creo cierto están eu ellos los números con mas fidelidad. Y este año primero del rey don Pelayo se asegurará mas por una piedra que luego pondremos de su hijo el rey don Favila. Y estos tres años que hubo entre la destruccion de España y el principio del nuevo reino, bien se puede creer pasaron entre tanto que la tierra se acabó de ganar por los moros, y Munuza asentó su gobierno y señorío en Gijon, y sucedió todo lo que del infante Pelayo hemos contado, y no cuento mas de tres años, pues la rota del rey don Rodrigo fué entrado setiembre, que es ya como fin del año setecientos y catorce, y así no quedan mas de tres meses dél, y luego tres años hasta el principio del diez y ocho en que pudo ser elegido el rey, como en la creciente del rio Pionia tambien se entiende, pues muestra haber sido en el invierno la hui. da del rey. He querido hacer la averiguacion deste año con toda la probabilidad que se pudo juntar, porque siendo el principio de toda la historia siguiente, es necesario tenga alguna firmeza como fundamento. Y aunque no se la dan del todo entera con evidencia los testimonios que se han traido, hacen á lo ménos tanta verisimilitud cuanta moralmente en historia puede haber, fuera de clara testificacion; y aun desta tal certificacion le dará harto la piedra del rey Favila cuando se pusiere en su lugar. Así yo comenzaré la cuenta de los años desta historia de aquí adelante desde éste como punto fijo della, siguiéndola por la buena que llevan los tres autores mas antiguos, que son sin duda las verdaderas fuentes de la historia destos tiempos, donde se bebe el agua limpia y clara como en sus primeros manantiales. Tambien se irán poniendo siempre tales comprobaciones y tan ciertas en razon del tiem27

[ocr errors]

po, que se entienda harto claro cuán bien lo comien- | propósito su real en los contornos della, habiendo alzan y lo prosiguen estos autores.

CAPÍTULO III.

Las primeras peleas en que el rey don Pelayo y los suyos vencieron á los moros, y los milagros que en esto sucedieron.

La nueva del cierto levantamiento del rey don Pelayo que trujeron á Córdoba los que habian ido á prenderlo, turbó mucho á Tarif y á sus moros principales, como quien estaba sin ningun recelo de que pudiese pasar adelante la rebelion. Ahora ya pareció cosa digna de proveer poderosamente y con presteza el remedio. Así envió Tarif á Alcaman, uno de los cuatro principales capitanes que con él vinieron de África, como lo dicen expresamente los tres prelados mas antiguos á quien yo sigo, y como á persona de tanta cualidad, en jornada de tan grande importancia se le dió un grueso ejército. Sebastiano y Sampiro innumerable multitud de gente dicen que llevaba cuando entró en Asturias; y particularizando mas san Isidoro, dice que metió cerca de ciento y ochenta y siete mil hombres de pelea, y los otros dos prelados don Rodrigo y don Lucas tantos tambien cuentan como veremos en el desbarato. Llevaba tambien consigo al malvado arzobispo Oppas para tentar con él, si pudiese persuadir con palabras al rey, que dejase aquella su nueva pretension, á su juicio dellos tan desvariada. Fuése derecho Alcaman á la santa cueva donde el rey estaba, y metióse sin ninguna consideracion con su ejército por aquellas breñas y angosturas de que habemos dicho, sin haber podido verdaderamente representar aun todo lo que son.

¡Cuán poderoso es Dios para vencer sus enemigos, y qué aparejos hace sin sentirlo ellos, cuando los descuida, y les quita todo el recato! No era menester un capitan tan grande, ejercitado como Alcaman, para recelar la entrada de la montaña, que cualquiera soldado ordinario pudiera claramente entender como entraban todos á perderse: pues quinientos hombres solos bastaban á destruir toda aquella muchedumbre, que allí no podia presentarse ni revolverse, sino estorbarse, y una con otra confundirse. La gente toda que entonces el rey consigo tenia no podia cierto ser mucha. No la declaran mis tres autores: y el arzobispo don Rodrigo, y el de Tuy refieren, que tomando el rey mil dellos consigo, encomendando á Dios, en quien principalmente confiaba, los demás, les dió órden que se pusiesen por lo alto de aquella montaña que está sobre la cueva. Allí podian estar seguros, y ayudar tambien mucho contra los moros, cuando se pelease con ellos en lo bajo. La causa del retener consigo mil hombres, dicen estos dos autores, fué porque estos y no mas cabian en la cueva. En ella no caben sino estrechamente doscientos hombres, como ya dije; y cuando en lo hueco de abajo, donde mana el rio, pudieran estar otros ciento, es mucho. Por esto tengo yo por cierto lo que me decian los naturales, como ha venido en memoria de unos en otros desde aquel tiempo, que reteniendo el rey en la cueva los que cupieron de los suyos, mucha parte dellos mandó subir á lo alto de la sierra que la peña tiene encima. Esta era una buena providencia, y tan clara, que quien mira la cueva, y lo demás de peña y sierra que está encima, por tanto y mas provechosos tendrá para la defensa los que estuviesen en lo alto, como los que estaban dentro deila, teniendo la misma y aun mayor seguridad.

Llegado, pues, Alcaman á la peña, asentó muy de

guna poca mas anchura para esto por el lado en que está ahora el monasterio. Así dice el de Salamanca, y los otros dos obispos antiguos, que pusieron los moros innumerables tiendas, todo para espantar mas con su muchedumbre, que solo mirada podia hacer cierta la victoria con el miedo. Luego Oppas (como estos autores muy á la larga y con gran particularidad escriben), desde aquel Ilanito bajo del pié de la montaña, comenzó á llamar al rey, y hablarle desta manera: Bien sabes, hermano Pelayo, como poco ha estaba toda España sujeta á solo el señorío de un rey de los godos: y como habiendo él juntado todas las fuerzas de su reino en un ejército, no pudo resistir al poderío de los alárabes. ¿Pues cuánto ménos podrás tú defenderte dellos en ese agujero? Escucha mi consejo, y quita de tu pensamiento este desatino, que yo te seré buen intercesor con los alárabes para que con paz y amistad suya goces todo lo que tienes. El rey respondió: ni me juntaré jamás en amistad con los alárabes, ni seré su súbdito. Tú no sabes como la gloria de Dios es comparada en la Sagrada Escritura à la luna, que padeciendo á tiempos mengua y defecto, vuelve despues á su perfeccion entera: pues así yo confio en Dios, que deste pequeño | agujeruelo que tú ves, ha de salir la restauracion de España, y de la antigua gloria de los godos, cumpliéndose en nosotros aquel dicho del rey David: Visitaré con azote sus maldades, mas no quitaré mi misericordia dellos. Con esta divina confianza, tenemos en poco toda esta muchedumbre de paganos, sin tener ningun temor dellos. Oyendo esto el malvado arzobispo, vuelto á los moros, les dijo con furia: Aparejaos, y dad priesa al combate, que si no es por fuerza de armas, no podreis alcanzar dél nada. Comenzaron luego los moros á combatir la santa cueva, principalmente con hondas y ballestas, que era lo que mas allí podia valer. Comenzó tambien luego Dios á mostrar de sus acostumbradas maravillas en defensa de los suyos. Las saetas y piedras volvian á caer con tanto impetu sobre los que las tiraban, que así los herian y los mataban como si de arriba las tiraran con mucha fuerza. El caer sobre los moros las piedras y saetas cosa natural era, pues habian de resurtir dando en la peña, ó en cualquiera otro amparo que los cristianos tuviesen puesto á la boca de la cueva. Mas caer con tanta violencia, que hiriesen y matasen, era milagrosa fuerza del cielo. Así el obispo Sabastiano atribuye expresamente este milagro á la Sacratisima Virgen María nuestra Señora, cuya iglesia aquellos infieles con tanta violencia profanaban; y aun mas claramente lo dice el obispo de Beja, y el de Astorga sigue al de Salamanca. «Que cuando Dios es servido ampa>> rar los suyos, con las manos de sus enemigos pue» de, si le place, hacer como entonces, la defensa. »> Atónitos los moros con su estrago, que ellos mismos en sí hacian, desmayaron de manera, que dejando el combate, sin ningun concierto se comenzaron á poner en huida. El rey, animado con el milagro, y con el desbarato que obraba, y con esfuerzo que Dios en su corazon ponia, descendió de la santa cueva con los suyos, dando en sus enemigos por las espaldas. No debian haber ayudado poco hasta ahora los que estaban en lo alto de la montaña, pues con solo derribar grandes piedras, harian gran matanza en los enemigos, que al pié de la peña mas se osasen acercar. Luego se comenzó la pelea á la iguala por la estrechura del lugar: mas Dios era el que verdaderamente daba la gran ven

taja á los pocos, con la turbacion y miedo que habia puesto en aquella multitud. Los moros que huian, segun todos los autores mas antiguos, se partieron en dos partes; y habiendo sido muerto Alcaman su caudillo, el malvado arzobispo Oppas fué preso, y muertos ciento y veinte y cuatro mil de los alárabes, cuyo alcance el rey seguia. Los otros sesenta y tres mil, que huyeron por otra parte, se subieron á lo alto de la montaña de Auseva, y por lo mas fragoso del monte Ammosa llegaron á Lievana, que está en las cumbres de aquella parte de las montañas, con que las Asturias de Oviedo se parten de las de Santillana luego allí cerca de la villa de Onís y sus comarcas. Allí pensaban salvarse: «mas no hay lugar donde no alcance » la divina venganza, cuando quiere ejecutar su ira. » Yendo por la montaña que está sobre el rio Deba del pago de tierra, llamado Casagadia, con espantoso milagro la montaña se arrancó por sus raices, y acostándose hacia el rio, tomó debajo los mas de los moros. Espanta la multitud que el obispo Sebastiano señala, pues dice que fueron sesenta mil los hundidos desta manera. Y para que no haga el milagro tanta maraviIla que parezca increible, pide que traigan los lectores á la memoria los que Dios obró contra los egipcios en el mar Bermejo. Da tambien otro testimonio del milagro diciendo, que cuando el rio Deba crece en el invierno, y arranca alguna parte de aquella ribera, se descubren armas y buesos de los moros que allí perecieron. Al de Salamanca siguen los dos obispos de Beja y Astorga en contar todo esto con sus particularidades, poniendo, como suelen, sus mismas palabrasY cuasi lo mismo hacen los dos mas nuevos de Toledo, y de Tuy, y la general con ellos.

de Leon. Los asturianos se juntaron, animándose con las victorias del rey, y siguiendo al moro, le alcanzaron tres leguas mas abajo de Oviedo, en el valle que ahora llaman Olalles, y allí le vencieron, y mataron á él y los suyos, sin escapar ninguno, ni quedar ya moro de las montañas adentro en Asturias. Los de aquel valle afirman, que teniendo entonces, como ahora tienen, iglesia de Santa Eulalia, de donde la tierra toma el nombre, la tomaron aquel dia por su abogada, y con su apellido y su favor celestial vencieron. Por esto lo referí yo todo (1), cuando atrás en la historia escribia desta santa la de Mérida.

CAPÍTULO IV.

El triste fin del conde don Julian y los suyos, y lo demás hasta la muerte del rey don Pelayo.

Cuando Muza y Tarif supieron de la muerte y estrago de Alcaman, y de Munuza y sus ejércitos con la prosperidad del rey don Pelayo: como el pesar es siempre fácil para tomar malas sospechas, vencerse con ellas: creyendo que el conde Julian, y los hijos del rey Witiza habian sido causa de aquellas grandes pérdidas, por algun secreto concierto que con el rey don Pelayo tenian, no guardándoles ninguno de los que con ellos habian hecho, los mandaron degollar, y tomarles todo cuanto tenian. Así hizo Dios en ellos la venganza de la traicion por las manos de los que mas eran obligados a favorecerles, y darles el premio por ella. «Po>>dian, pues, los traidores cuando cometen semejantes >>maldades, si ellas mismas no los cegasen, considerar >>que tratan con otros tales como ellos, pues aceptan >>los malvados partidos. Así recelarian que les Iran de >>ser tales, cuales ellos son con los suyos.» Esto cuentan así el arzobispo don Rodrigo, y el de Tuy, que los otros prelados mas antiguos ninguna mencion desto hacen. Añade el arcipreste de Murcia en su Valerio (2), que los moros hicieron apedrear á su mujer del conde por manos de los cristianos de Ceuta, y despeñar á un hijo suyo de una torre de aquella ciudad. Mas no dice que mataron al conde, sino que le tomaron toda su tierra, y él murió miserablemente huido en Aragon. Los dos prelados son de mucha autoridad; y él creo sigue la fabulosa historia de la destruccion de España, á quien ya dijimos por testimonio de Fernan Perez de Guzman (3), cuán poco crédito se debe dar. Del arzobispo Oppas cuenta tambien allí el arcipreste, que mu

Los asturianos cuentan como cosa muy cierta entre ellos, que al rey don Pelayo se le apareció el dia de la batalla una cruz en el cielo; y así con el esfuerzo de tal empresa, tomando una cruz no pequeña de roble por estandarte, siguió la victoria que del cielo se le mostraba y de la misma cruz usó despues por bandera en toda la guerra con los moros. Esta cruz está ahora en la cámara santa de la iglesia de Oviedo, cubierta riquísimamente de oro y piedras preciosas. Y aunque la adornó así con tan gran riqueza el rey don Alonso Tercero, llamado el Magno, como se dirá mas cumplidamente en su lugar, la cruz se llama siempre del rey don Pelayo. Y los de Cangas me lamentaban á mí como les llevó el Magno de la igle-rió en la prision; añadiendo, que se le dieron en ella sia de Santa Cruz, que está cabe su pueblo, aquella cruz, que reverenciaban como gran reliquia. Y cierto se puede bien creer que el alcance de los moros duró hasta aquellas anchuras del valle de Cangas, y que allí fué la mayor matanza, y el cumplimiento de la vic-sias, y mejorar todo lo del culto divino; siendo ésta toria y triunfo de la cruz. Todo parecerá mas cierto, cuando luego con gran testimonio se viere, como el rey don Favila, hijo de don Pelayo, edificó aquella iglesia de Santa Cruz en memoria destas victorias que con el divino estandarte se alcanzaron. Y es bien creible que dió el rey por este milagro la advocacion á la iglesia, y que dejaria puesta dignamente en ella la misma cruz que su padre habia traido en la guerra.

Munuza, el gobernador de Gijon, que oyó la gran destruccion de Alcaman y los suyos, con la mas gente que pudo quiso salvarse huyendo. Así atravesando aquellas cuatro grandes leguas que hay desde Gijon hasta el sitio donde fué despues edificada, y está ahora la ciudad de Oviedo, pasó adelante para atravesar tambien las montañas por mas abajo, y meterse en el reino

muchos tormentos. Lo que prosigue Sebastiano, con los dos mas antiguos es, que el rey don Pelayo, despues destas victorias, comenzó á entender en dar muchas gracias a nuestro Señor por ellas, y en reparar las igle

una principal parte de verdadero agradecimiento. Comenzáronsele á juntar muchos godos, que de todas partes se venian a él, huyendo secretamente de los moros. Así se comenzó á poblar toda la tierra de Asturias de cristianos, y á tener el rey mayores fuerzas, con que fué mas temido de los moros.

Por esto que así cuentan estos autores, y los demás que despues los siguen, sin que al cabo del libro pasado se haya dicho, entendemos como se conservó la nobleza de los godos mas enteramente por este camino en España: pues no hay duda sino que los nobles principalmente serian los que mas de buena gana y con

(1) En el lib. 10, c. 10. (2) En el lib 9, c. 6 y lib. 8, tit. c. 4. (3) En el lib. 9, c. 64.

« AnteriorContinuar »