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quiso hacer pues sin estas tierras es cierto que otras algunas quedaron en España sin ser ganadas de los moros en estos dos años de las conquistas. Ya decíamos como buena parte de las sierras del Alpujarra en el reino de Granada quedaron sin ser conquistadas, porque su aspereza las defendia. Y esta memoria han conservado hasta ahora los moros de aquel reino, y aun se han hallado algunos rastros en nuestros tiempos de ser esto verdad. Las montañas tambien de los Pireneos por la parte que juntan al reino de Navarra con el de Aragon, y como van discurriendo hasta cerca de Cataluña, nunca fueron tomadas por los moros, como por los principios de aquellos dos reinos parece en sus historias de mucha autoridad. Todos nuestros autores asimismo conforman en que Vizcaya y Guipuzcoa, y otras sus comarcas nunca dejaron de ser cristianos. Y por la misma razon que se dijo haber sido estas provincias lo postrero de España que romanos conquistaron por el mucho trabajo que habia de haber en ganarlas, y el poco fruto que se habia de seguir despues de ganadas: por esa misma los moros no se empacharon ahora en sujetarlas.

De todo el reino de Galicia, á lo ménos de la ciudad de Santiago y sus comarcas, tengo yo harta certidumbre que nunca fueron de moros. Porque entre otros

Puso su asiento Abdalaziz en Sevilla, y labró allí un rico alcazar para su morada. Entendiendo despues como la reina Egilona, mujer del rey don Rodrigo, estaba cautiva, hízola haber, como cosa que le pertenecia, y viniendo adelante dél, se enamoró luego della, viendola tan hermosa y con tanta mesura y autoridad; y | obrando ya tan poderosamente como suele la aficion, le preguntó blandamente como se hallaba. A la reina se le renovó su pesar con la memoria de su grandeza pasada, y con la representacion del reino que allí parecia. Así con gran desmayo y lágrimas le respondió, como en el moro Rasis se dice: ¿Qué quieres saber de mí siendo tan notoria mi gran desventura? Una gran parte della es ser tan sabida, y parecerles á todos tan miserable. Viéronme reina poderosa, ensalzada con el poderío de mas que España, para venir á ser abatida en la miseria deste cautiverio. Casi como olvidados los españoles de sus trabajos, solo lamentan mi mala fortuna, por mayor mal que los otros de su destruccion. Mas tú, señor, si cabe en tu gran corazon el compadecerte de reyes, goza tu alta suerte de poder hacerles beneficio. El que yo te pido es, mandes guardar mi persona y honestidad, con la reverencia y acatamiento que al estado real le debe, y cualquiera matrona por sola su virtud merece. En lo demás tuya soy, y en obedecerte y servirte, no tendré otro pensamiento, si-privilegios que aquella santa iglesia Compostelana tiene, no que soy tu cautiva. Oyó esto Abdalaziz con gran placer, viendo tan alto respeto de bondad, en quien él amaba por ella. Pasaron por entonces algunas mas razones que Rasis en particular prosigue, y al fin la toinó por mujer, habiendo ella alcanzado que la dejaria vivir libremente en su ley. Quísola siempre, y honróla mucho, y ella le hizo traer corona como rey, lo cual fué despues causa de su muerte. La corónica general del rey don Alonso hace tambien mencion deste matrimonio, y el arzobispo don Rodrigo en la historia de los alárabes. Esto y otras cosas deste casamiento refiere por extenso este coronista moro, sin hablar ya otra cosa de la conquista de España, y así no pertenece lo de adelante á esta parte de mi corónica. Egilona es el nombre desta reina, como lo hemos visto; Rasis le da otro, llamándola siempre Eilata. Egilona parece mas godo. Cerca de Antequera por la parte que la hoya de Málaga por cima de Alora, acaba en aquel hermoso valle de muchas huertas y frescuras, está una sierra llamada de Abdulaziz, y parece tomó el nombre deste gobernador, 6 rey de España. Tambien dicen algunos que el corral de Almaguer, lugar principal de la órden de Santiago en la provincia de Uclés, tomó nombre del capitan Magued. Alma quiere decir agua en arábigo, y agradándose este capitan cuando andaba en sus conquistas de una hermosa fuente que tiene aquel lugar, como moro bebia gustosamente della, y así la comenzaron á llamar á ella y al lugar fuente, ó el agua de Magued, y usándose mas el vocablo morisco decian Almaguel, de donde se mudó con sola una letra el nombre que ahora tenemos.

CAPÍTULO LXXVIII.

Las tierras que quedaron en España sin ser tomadas.

Rasis, ensalzando mucho las cosas de Abdalaziz, y su reino, afirma que no quedó villa ni castillo principal en España de que no fuese señor, fuera de las montañas de Asturias, adonde muchos de los godos se acogieron. Este es un grande encarecimiento que el moro

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es uno muy principal del rey don Ordoño, el segundo deste nombre, hijo de don Alonso el Magno, su data el año novecientos y quince, á los veinte y nueve de enero. Al principio deste privilegio dice el rey estas palabras fielmente trasladadas del latin. Creciendo los pecados de los hombres, España fué poseida de los alárabes, y muchos cristianos fueron muertos en la guerra. Los que pudieron escapar, acogiéndose á la costa de la mar, se escondieron en las cuevas para morar en ellas. Y como la iglesia y comarca de la ciudad de Iria, era la postrera de todos los obispados de España : por lo léjos y apartado de su asiento, casi no fué inquietada de los malditos. Por esto algunos obispos desamparando sus propias iglesias, y dejándolas como viudas llorosas en manos de los malvados, se vinieron á la ciudad de Iria y á su obispo. Él por honra y reverencia del glorioso apóstol Santiago los recogió con mucha humanidad, y señalóles tierras donde tuviesen décimas de que se sustentasen: hasta que nuestro Señor con ojos de piedad mirase la afliccion de España para aliviarla, y les volviese el asiento y hacienda que ellos y sus pasados habian tenido. Así habla el privilegio. Y el moro Rasis cuenta muy adelante en su historia, como el rey Aiberat, hijo de Laget, fué sobre Galicia y otras tierras, porque aun las tenian todavía los cristianos.

CAPÍTULO LXXIX.

El estado en que quedó España, despues de ser destruida: y como se conservó la nobleza della.

Quedaron muchos cristianos en España despues desta su destruccion, porque los moros no eran bastantes para poblarla, y el labrarse la tierra les era necesario para tener mantenimiento y tributos. Mas la manera de pasar los cristianos, fué diferente en diversas partes, y todo el estado de la tierra fue muy trocado de muchas maneras. Los que se habian acogido á las Asturias, con el infante Pelayo y el arzobispo Urbano, nunca perdieron su libertad, y ellos eligieron presto entre sí

al infante por rey que los gobernase, y en religion y en gobierno, y aprovechamiento de la tierra, y su labor y granjería, hacian á su voluntad como antes de la destruccion solian. Que aunque los moros tenian allí á Gijon, como hemos dicho, por ser tan gran fuerza, contentos con esto, no se curaron de conquistar la tierra. Lo mismo era en lo de Galicia que no tomaron los moros, y en las otras partes donde no fueron señores. En todo esto teniendo gran cuidado de la religion, y conservando en buena manera la forma que habia tenido la iglesia de España, tuvieron sus obispos de las ciudades perdidas que habian escapado, y acogídose á las tierras de cristianos: como por aquel privilegio del rey don Ordoño parece. Y cuando murieron aquellos obispos, que realmente lo habian sido, aquellos cristianos libres eligieron otros en su lugar con sus titulos de las iglesias principales. Esto parece muy elaro por toda nuestra historia que de aquí adelante se sigue, y el santo mártir Eulogio da principalmente en sus obras mucho testimonio dello. Tambien hay mencion desto en el obispo Aurelianense Jonas, autor grave, que escribió en tiempo del emperador Ludovico, hijo de Carlo Magno, aun no cien años despues desta destruccion de España. Dice que viniendo á Santiago de Galícia en peregrinacion, vió y conoció en las Asturias un sacerdote español que despues fué obispo. Mas claro se ve en algunos concilios que se celebraron en España por estos años siguientes, y por otras muchas cosas que en nuestros autores leemos, como se dará cuenta de todo, si esta corónica con ayuda de nuestro Señor pasare adelante.

Desta manera pasaban los cristianos libres en España. Los sujetos á los moros estaban mas ó ménos oprimidos, segun habian hecho sus partidos ó asientos con ellos, ó segun tenian buenos superiores que se los guardasen, ó malos que con quebrantárselos los afligiesen. Los seglares labraban la tierra, y pagaban su tributo, sirviendo tambien en lo que se les mandaba, como gente tan sujeta y medio esclava. Gente principal no debió quedar mucha porque destos se recelarian mas los moros que de otros para los levantamientos. «Pues >> estos suelen ser en tales estados, como el que vamos >> contando, los que con sus grandes ánimos pueden » ménos sufrir la sujecion y servidumbre, y á quien » se allegan los demás de buena gana, y los toman por >> caudillos para cualquier rebelion que quieran inten>> tar.» Todavía no es posible que no quedasen algunos destos en quien tambien se conservó la nobleza de España, como en los demás que nunca fueron sujetos. Y no hay duda sino que quedaron muchos. Porque siempre en lo de atrás hemos mostrado, como España estaba poblada de hombres naturales de la tierra de muy antiguo de romanos que hicieron acá su asiento, y de godos que se enseñorearon de todos los demás. Y pues en las leyes de los postreros reyes godos que están en el Fuero Juzgo se hace mencion de todas estas tres maneras de moradores de España, y por otros testimonios se puede bien probar: no se debe poner duda, sino que así en los cristianos libres como en los sujetos quedaron ahora hartos nobles y hombres de gran casta, que fueron el origen y como nuevo principio de mucha de la nobleza que ahora tiene España. Y así en nuestras historias de adelante se hallan señaladas algunas destas diferencias de hombres ilustres en España. Con esto se entiende como no aciertan los que piensan que para autorizar un linaje en España es gran cosa traer su principio de Francia

6 de Alemania. Como en algunos no se puede negar ser esto verdad: así en otros son de mayor antigüedad y autoridad estos principios naturales de España cuando se pueden continuar, con tan buena probabilidad como la que aquí se trata desde muchos centenares de años atrás de los tiempos de la destruccion de España. Y despues destos tiempos de la destruccion de España, mas de ciento y cincuenta años, hallamos en la vida de san Eulogio, el mártir de Córdoba, que dice all Alvaro su grande amigo, y que mucho bien lo sabia, que era de noble linaje romano, y de casta de senadores que no se habia acabado aun entonces acá. Tambien los epígramas de Cipriano, el arcipreste de Córdoba, de quien ya otra vez he dicho, se escribieron doscientos años despues desta destruccion, y en ellos bay mencion del conde Adulfo y su mujer Guisinda, y de un su hijo Fernando. Éstos está claro, y en los nombres se parecen como eran de la nobleza de los godos. Y todavía retenian el título de su dignidad, y vivian en el grado della. Y el hacer este conde librería en la iglesia de san Acisclo, cosa era de hombre principal, y que tenia con que tratarse así. Y esto era conservarse todavía entre los cristianos, la manera de gobierno que habian tenido en tiempo de los godos. Las ciudades principales se habian gobernado entonces por condes: y lo mismo se hacia ahora. Así vimos tambien cuando en los discursos se trataban las cosas de Córdoba, como habia allí por este tiempo de su cautividad conde particular, cuya dignidad servia para lo que antes de la destruccion.

A todos estos cristianos sujetos se les permitia vivir en su ley libremente, y juntarse en sus iglesias á los oficios divinos, y á recibir los santos sacramentos, y ser regidos en la fé y religion cristiana por sus obispos, sacerdotes y otros ministros de las iglesias. Hartas de las principales ciudades de España tienen hasta ahora buenos testimonios de iglesias, que perseveraron siempre en ser de cristianos. En Toledo les quedaron seis iglesias por sus parroquias, San Lucas, Santa Eulalia, San Torcuato, Santa Justa, San Marcos, San Sebastian, y Santa María de Alfizen, que ahora es el monasterio del Carmen, y desta postrera el autor de la corónica de Toledo trujo el testimonio de un privilegio del rey don Alonso, que ganó aquella ciudad, donde se afirma como nunca aquella iglesia fué de moros. Y consideró bien aquel autor que los cristianos escogieron estas iglesias tan apartadas unas de otras, y tan derramadas como están por toda la ciudad, porque por toda ella moraba gran número de cristianos. Y el nombre de mozárabes que se comenzó á usar entonces, y durar en parte hasta ahora, es buen testimonio de los muchos cristianos que en aquella ciudad quedaron, y de las iglesias que tuvieron. Del origen de este vocablo ha habido diversas opiniones. La verdad es lo que escribe el arzobispo don Rodrigo, y de allí lo han tomado otros. Dice: que como quedaron tantos cristianos mezclados entre los alárabes, se comenzaron á llamar con vocablo latino mixtárabes, que quiere decir mezclados con alárabes, y de allí se corrompió el vocablo de mozárabes, el cual dice aquel autor que ya se usaba en su tiempo. Y hase de entender que en escrituras en latin, y entre sacerdotes y otros que entendian la lengua, se usó al principio aquel nombre mixtárabes, y todos despues tomaron de allí el corrompido. Introducido, pues, así el nombre de mozárabes para las personas, pasóse tambien al oficio eclesiástico que tenian, y al breviario y misal de san Isidoro que usaban.

Éste se ha conservado en Toledo en aquellas seis parroquias antiguas, adonde nunca se dejó de retener, aunque ellas no parece tomaron el nombre de mozárabes que ahora tienen del oficio y rezado, sino de las personas que á ellas concurrian. Tambien se canta el oficio de san Isidoro en la capilla que se llama por esto de los mozárabes en la santa iglesia mayor de Toledo.

Y háse de entender tambien que habia monasterios de monges y de monjas, y que los moros los permitian, y dejaban vivir en su estrechura de religion. Mas de todo esto se tratará mas cumplidamente despues, si Dios fuere servido, en lo que ya tengo escrito de la restauracion de España.

En Córdoba, que fué la cabeza del imperio de los moros, y donde ellos pusieron el asiento de su reino y corte, poco despues que ahora ganaron á España: hubo tambien muchos cristianos, y hartas iglesias y monasterios, y entera conservacion de nuestra santa fé católica y culto divino, Y aunque el cruelísimo rey Abderramen martirizó muchos cristianos en aquella ciudad, con todo eso había ánimo en los que quedaban para ponerles piedras con lindos epitafios en sus sepulturas, como en lo de aquí adelante se verá en la historia. Y en la vida del mártir y doctor san Eulogio,

y en sus obras que ya andan impresas, se hace mencion de muchos monasterios, y de monges y monjas que en aquella ciudad habia, y de otras hartas cosas que testifican en general la cristiandad de aquellos tiempos, y el buen gobierno y concierto que la iglesia de España, aunque cautiva y afligida siempre retenia. Que como fué cosa de grandísima miseria y desventura, caer así España de la cumbre de su grandeza y señorío á lo profundo de tan hondo abatimiento: mas por otra parte fué misericordia grande de nuestro Señor, con que apiadaba á sus fieles el dejarles así esta luz y consuelo de iglesias y ministros dellas, y todo lo demás de la religion que así quedó conservada. Él quiso por rigurosa ejecucion de su divina justicia, y por otros altos secretos de su providencia, pasar así á esta insigne provincia por el fuego de tan cruel tribulacion: para que purgandola con él de la escoria de sus vicios, saliese de nuevo como de buena fragua, otra España limpia y resplandeciente: toda religiosa, toda santa, y puesta toda en alto celo de cristiandad y verdadera virtud, cual por muchos de los siglos siguientes sabemos que perseveró: «siendo como es cosa de su>>ma grandeza y soberana maravilla en la omnipoten»cia de Dios, sacar grandes bienes de algunos males.

FIN DEL LIBRO DUODÉCIMO, Y DE TODA LA HISTORIA DE ESPAÑA, HASTA QUE FUE Destruida por lOS MOROS.

PRÓLOGO

DE AMBROSIO DE MORALES AL LIBRO XIII.

§. I.

Será bien dar luego aquí al principio razon muy cumplida de todo lo que á esta tercera parte de mi corónica pertenece, porque se lea con mas gusto y provecho, llevando entendido lo que en ella se podrá hallar. Quitarse ha tambien con esto la admiracion que á todos podria causar la novedad de ver escrito tanto de tiempos de que hasta ahora estaba escrito tan poco. Como es cierto el maravillarse, y aun espantarse todos los que algo entienden desto: así es necesario quitarles aquí temprano su espanto y maravilla.

Estaba hasta ahora esta parte de nuestra historia de Castilla (que contiene los trescientos años y poco mas desde el rey don Pelayo hasta don Bermudo el tercero) escrita por los cuatro obispos Sebastiano de Salamanca, Isidoro de Beja, Sampiro de Astorga, y Pelayo de Oviedo, y estaba escrita con mucha fidelidad, por verse en ellos ser hombres religiosos y graves, y que sin pasion dicen lo bueno y lo malo, y sin otro respeto sino de decir verdad. Pudiéronla tambien saber, y tener entera noticia della, pues escribian las cosas de sus tiempos ó de poquito ántes, prosiguiendo el uno desde donde el otro habia dejado. Así escriben lo que veian, ó lo que oian de quien lo habia visto. Y como el reino entonces, y mas en los principios, era muy angosto, todos se comunicaban, y de todos se podia tomar buena relacion, y podia beberse (como algunas veces se ha dicho) limpia y clara la verdad en su fuente, antes que con correr mucho adelante, el antigüedad la enturbiase. Y son estas ayudas muy principales para la verdad de la historia, ver y oir lo que se vido, y tal fundamento dan para la certidumbre, que no se puede desear mayor firmeza. Así todos los que con doctrina y prudencia pueden juzgar en esto, tienen por cierto y por verdadero, sin poner duda en ello, todo lo que los cuatro prelados escriben: teniéndolos por las mas limpias y claras fuentes de la historia de la restauracion de España. Mas con ser todo esto así verdad con la comun aprobacion de todos, son tan breves aquellas sus corónicas de los cuatro prelados, que no pasan de tener veinte hojas juntas, y en tan corta escritura comprenden mas de trescientos y veinte años de historia, habiendo sucedido en este tiempo el ganárseles á los moros todas las Asturias y Galicia con parte de Portugal, y todo el reino de Leon y Castilla la Vieja hasta Navarra. Así no puede haber duda sino que se dejaron de contar muchas hazañas memorables y dignísimas de la historia, y en esos hechos que cuentan faltan tambien todas las particularidades que mucho se desean, refiriéndose las mas veces en sola una palabra cosas que requerian detenimiento y harta prosecucion. Daño es este y falta grandísima en esta parte de nuestra historia, y de que muchas veces me habré de quejar, y siempre será justa la querella.

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Tras estos cuatro prelados quisieron escribir la historia de España otros dos cuasi en un mismo tiempo el arzobispo de Toledo don Rodrigo y don Lucas obispo de Tuy. Y aunque fueron hombres de hartas letras y mucho cuidado: mas en lo que toca á estos trescientos años primeros de la restauracion de España, ninguna cosa acrecentaron de nuevo, trasladando ordinariamente de los cuatro pasados, y aun quedando algunas veces mas cortos que ellos, con quedarse por esto sus corónicas aun de ménos hojas que las pasadas. La corónica general de España que poco despues se escribió por mandado del rey don Alonso, llamado comunmente el Sabio, acrecentó algo mas en la prosecuciondestos trescientos años, con largos cuentos de Bernardo del Carpio, y el conde Fernan Gonzalez de cuya verdad y certidumbre muchos dudan, y aquí será necesario tratar della en su lugar. Mas aun con todo eso se quedó aquella corónica en esta parte con poca ménos brevedad que hasta allí tenia.

Despues acá todos los que han querido escribir nuestra historia de España, han quedadose en lo de estos trescientos años, ó con aquella brevedad de hasta allí, ó con tan poco acrecentamiento, que nadie añade cuando mucho mas de otras tantas hojas, como las veinte que primero habia. Pues yo (á Dios sea la gloria de todo) he extendido bien à la larga esta parte de nuestra historia que aquí escribo en los trescientos y veinte años que contiene desde don Pelayo á Bermudo el tercero, y acrecentando mucho en ella: pues donde nadie ha escrito cincuenta hojas, yo la prosigo por cuasi cuatrocientas. El mucho trabajo y las exquisitas diligencias con que se ha comprado esto, y el sacar á luz con buen fundamento de verdad muchas cosas de estos tiempos de que antes no se tenia ninguna noticia: harto claro se parecerá por toda la corónica, y cada uno las podrá considerar en ella.

Fué parte muy principal deste acrecentamiento, y de darse nueva noticia de muchas cosas notables destos tiempos que antes no se sabian, el haberse puesto en esta parte de la corónica muchos martirios de santos, de los que los moros en Córdoba principalmente, y en otras partes mataron, por confesar la fé de Jesucristo. Estaban estos santos y sus martirios ya publicados en latin en las obras de san Eulogio, que aun antes que esta mi corónica se imprimieron: mas aquí estarán todos en castellano, para que nuestros españoles generalmente puedan gozarlos. Vinoles su tiempo propio en la prosecucion desta corónica, y siendo así parte muy substancial della, con darle grande acrecentamiento nuevo y nunca oido en nuestras historias de España, la hicieron en aquella parte santa y celestial, y de grandísima alabanza de Dios. Por tal es digna de en mucho estimarse, como particularmente se tratará mas á la larga en su lugar.

Ofrecióse tambien ordinariamente en esta parte de su historia la necesidad de dar la razon del tiempo, y hacer muchas averiguaciones sobre él. La gran fatiga que en esto se toma, y el mucho trabajo que cuesta, hace que pocos quieran hacerlas. Yo como quien sabe, cuán de veras es ánima de la historia la certidumbre del tiempo. no perdoné á ningun trabajo ni diligencia, para dar siempre en esto todo lo que mas pude averiguar.

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donde como es sumo bien tenerla bien aparejada, así el descuido y negligencia en esto es un mal sempiterno. Y aunque el amor de aprovechar en público á mi nacion ha alentado siempre en mí el desco, y disminuido el sentimiento del trabajo; y parece que cosa tan amada y bien engendrada y nacida como es esta mi corónica, no se podrá dejar sin dolor en el apartamiento y en el dejarla, sin mas adelante proseguirla; no es asi, haberla yo ya llegado á tal punto, que con barta facilidad la podrán otros bien continuar. Hasta aquí ella me habia á mí menester como tierna hija para que la criase y sustentase, por lo mucho que yo habia visto y tenia recogido para su buena sustentacion, mas desde aquí muchos hay que puedan ver mucho para lo de adelante, no siendo ya menester andar por todos los rincones de Galicia, Asturias, reino de Leon y Cas| tilla la Vieja; pues do quiera hay ya papeles y antigüedades, por haberse tanto extendido los reinos de aquí adelante hasta Toledo y Extremadura, y todos los confines de la Andalucía. Y en todas estas provincias hay muchos papeles para lo que se ha de proseguir. §. II.

DISCURSO SOBRE LOS PRIVILEGIOS,

dellos quien escriba nuestra historia.

Antigüedades he descubierto muchas destos trescientos años, y sacádolas del grande olvido en que estaban enterradas. Hay tantas en Asturias y en el reino de Leon y en Galicia, que podria alguno maravillarse de su muchedumbre. Muchas de las sepulturas de los primeros reyes tienen sus epitafios, y tambien en sus fundaciones dejaron piedras escritas con razon dellas. ¿Quién no se maravillará desto, cuando viere aquí piedra, que el rey don Favila, hijo del rey don Pelayo, dejó puesta con gran letrero en una iglesia que edificó? Y piedras escritas se pondrán del rey don Alonso el Casto y de don Alonso el Magno, su tercer sucesor. Y no solo dejaban entonces nuestros reyes así escritas sus memorias en piedras por las paredes, sino que tambien las mandaban poner en los ricos dones de oro y de plata que daban á las iglesias. Harto desto hicieron los y lo que en ellos se debe considerar para aprovecharse bien hombres particulares fundadores de iglesias y monasterios, de que habrá á cada paso tantos ejemplos en esta parte de la corónica, que seria superfluo el ponerlos ahora. Y podríanse maravillar mucho mas algunos de la multitud de antigüedades que así se hallan destos primeros tiempos de la restauracion de España, poniéndose a considerar la grande ocupacion que todos traian entonces en la guerra con los moros, siéndoles necesario á los reyes y á sus súbditos andar siempre del todo embebecidos en las armas, sin que pudiese haber lugar en ellos para tales cuidados mas propios del tiempo de la paz. Tambien podria acrecentar la admiracion, el ver cuán poco se usó esto por estos tiempos en las otras naciones. Desde el emperador Carlo Magno por todos sus sucesores apenas se hallan cuatro ó cinco epitafios, y esos muy breves, y de esotras maneras de antiguallas cuasi ninguna. Pues muchas y muy grandes iglesias y monasterios fundaban, chas y muy ricas joyas les daban, y hombres de muchas letras habia que podian celebrarlo todo con buenas inscripciones; y con todo eso no hallamos cosa destas que tantas por acá vemos. Y aunque se podrian dar algunas causas deste cuidado con que así se nos deja-tros reyes y de otras escrituras que se hau guardado ron tantas destas antigüedades escritas: todavía me parece la principal la gran religion y amor del culto divino que entonces por acá habia en nuestros príncipes y en los demás. Las mas destas tales inscripciones son por obras pias y á Dios ofrecidas, y en ellas se ofrecen á Dios con gran hervor y ternura los que las ponen, como ordinariamente se verá en ellas.

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Acabada la corónica escribí aparte la genealogía del gloriosísimo padre santo Domingo por mi devocion, y por las causas que allí al principio dije, deseando quedase esto aquí bien de raiz averiguado, por ser cosa que yo parece la podia hacer, por el mucho cuidado que he puesto en juntar los aparejos necesarios para hacerlo.

Con esto yo dejo del todo ya esta corónica, y el cuidado de mas continuarla, pues mi mucha vejez ya no puede intentar nada de nuevo, y teniendo tan vecina la muerte, es razon poner todo pensamiento y cuidado en aparejar la partida de aquella última jornada,

En aquel largo discurso que puse al principio de la segunda parte desta mi corónica de la diversidad de contar los años, y la órden que yo en esto para lo de allí adelante tendria, señalé al cabo cuatro maneras de puntos fijos, y como nortes de una cosa cierta y averiguada en el tiempo, porque désta se pueden muchas veces averiguar otras inciertas. Las tres maneras de tales puntos fijos decíamos eran, la cuenta astronómica por el ciclo solar, cosas que los buenos autores certifican de vista, ó las entendieron con clara certificacion, y las piedras escritas, y de todas tres dijimos alli extendidamente todo lo que convenia. La cuarta manera de punto fijo se contó la de los privilegios y otras escrituras públicas, y désta no se dijo allí nada en particular, por las causas que allí se dieron, reservándola para este lugar propio suyo, del comenzarse la historia de la restauracion de España, donde aunque tambien sirven los tres primeros puntos fijos, mas este postrero de privilegios y escrituras públicas es mas ordinario para valernos dél en la razon del tiempo, y en otras cosas por la gran muchedumbre de privilegios de nues

destos tiempos, de lo que de aquí adelante se ha de escribir. Así se tratará aquí desto como en propio lugar suyo tan cumplidamente, como lo que requiere la grande importancia que en ello hay para la historia de España; y particularmente para esta parte de ella, que yo en estos cinco libros tengo de proseguir. Y serán tres cosas principales las que de esto aquí se habrán de tratar. El autoridad que tienen los privilegios, y el mucho crédito que se les debe dar. Como son muy provechosos de muchas maneras en nuestra historia, y lo que se puede y debe notar en ellos, y como se notará bien.

Ante todas cosas se ha de entender generalmente, que en todas las cosas de historia de España, ó de cualquier otra, y particularmente en averiguacion de dia, mes y año se ha de dar mas crédito à los privilegios que á las corónicas, y no se ha de reglar ni enmendar el privilegio por la corónica, sino la corónica por el privilegio. Así no se puede decir, este privilegio está errado en la data, porque la corónica no concuer

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