bertades públicas, siéndome imposible á mí, como defensor de ellas, entrar en el gobierno con hombres que pasaban por enemigos suyos. Estuve bastante perplejo en darle esta respuesta, porque en el fondo nada del momento tenia que oponer á los nuevos ministros, y solo podia atacarles en un porvenir que tenian derecho á negar; pues Mr. de Polignac me juraba que queria la Carta tanto como yo. La queria á su modo y demasiado cerca: desgraciadamente la ternura que se tiene á una hija que se ha deshonrado le sirve poco. La conversacion sobre el mismo testo se prolongó cerca de una hora, acabando Mr. de Polignac por decirme que si consentia en no dar mi dimision, el rey me veria con satisfaccion y escucharía lo que le quisiera decir contra su ministerio; pero que si persistia en querer darla, S. M. pensaba que le era inútil verme y que una conversacion entre los dos no podia dejar de serle desagradable. Yo respondí: «Entonces, príncipe, tened « mi dimision por hecha ; porque no soy hom«bre que me haya retractado jamás en la vida, « y puesto que al rey no conviene ver á su fiel « súbdito, no insisto mas. Despues de estas palabras me retiré, suplicando al príncipe que volviera la embajada de Roma á Mr. de Laval, si este todavía la deseaba, y le recomendé mi legacion: luego por el baluarte de los Invalidos volví, pobre herido, á tomar á pié el camino de mi enfermería. Cuando dejé á Mr. de Polignac, se me mostró con aquella confianza imperturbable, que ha cia de él un mudo eminentemente propio para dar garrote á un imperio. Hecha mi dimision de embajador de Roma, escribí al soberano Pontífice; « Santísimo Padre: « Siendo en 1823 ministro de negocios es«trangeros en Francia, tuve la dicha de ser «< intérprete de los sentimientos del difunto rey « Luis XVIII por el deseado ensalzamiento de « Vuestra Santidad á la silla de San Pedro, y « siendo embajador de S. M. Cárlos X cerca « la corte de Roma, la he tenido todavía ma➡ "yor viendo elevada á Vuestra Beatitud al « soberano Pontificado y oyéndola dirigirme << las palabras que serán la gloria de mi vida. « Al terminar la elevada mision que tenia el « honor de cumplir al lado de Vuestra Santi«dad, le manifiesto los vivos sentimientos de «que no dejaré de estar penetrado; faltando« me únicamente, Santísimo Padre, poner á vuestros sagrados piés mi sincero reconoci«miento por vuestras bondades y suplicaros « vuestra bendicion apostólica. «Con la mayor veneracion y el mas profundo respeto soy De Vuestra Santidad, «El mas humilde y obediente servidor, « CHATEAUBRIAND. » Por espacio de muchos dias acabé de partirme el corazon de pesar en mi Utica, escribiendo cartas para derribar el edificio que habia levantado con tanto amor; pues asi como en la muerte de un hombre enternecen los pequeños detalles y las acciones domésticas y familiares, en la muerte de un sueño las pequeñas realidades que lo destruyen son mas penetrantes. Conozco que para los lectores de estas Memorias, estas elucidaciones testamentarias no tendrán el intorés que tienen para mí, que como Dante, me habia arreglado para no volver á entrar en mi patria, siendo mi quimera un destierro eterno en las ruinas de Roma. El pájaro viejo al caer de la rama en que se refugia, deja la vida por la muerte, no haciendo mas que mudar de rio al arrastrarle la corriente. ADULACIONES DE LOS PERIÓDICOS. Asi como al aproximarse el momento de partida de las golondrinas, hay una que hecha á volar la primera para anunciar el paso próximo de las demas, era yo la primera que precedia al último vuelo de la legitimi dad. Me complacian los elogios con que me abrumaban los periódicos? Nada absolutamente. Algunos de mis amigos suponiéndome am. bicion, cuyo gérmen ni aun tenia, creian consolarme, asegurándome que estaba próximo á ser primer ministro, y que esa jugada tan limpia decidia mi porvenir. No entiendo como pueda haber un hombre que habiendo vivido tan solo ocho dias conmigo, no haya advertido que carezco absolutamente de esta pasion, por otra parte muy legítima, que hace que la carrera política se apure hasta el fin; porque siempre he acechado la ocasion de retirarme : si estaba tan apasionado por la embajada de Roma, era precisamente porque no conducia á nada y era un retiro en un callejon sin salida. Al fin sentia ya cierto temor por haber llevado tan lejos la oposicion; pues iba por fuerza á ser la cadena, el centro y punto de mira de ella, y me espantaba, aumentando este miedo el sentimiento del tranquilo abrigo que habia perdido. De todos modos, se quemaba mucho íncienso ante él ídolo de madera descendido de su altar. Mr. de Lamartine, nueva y brillante antorcha de Francia, con motivo de su candidatura en la Academia me escribia, acabando su carta del modo siguiente: Mr. de la Noue, que acaba de pasar al«gunos momentos en mi casa, me ha dicho «que os había dejado ocupando vuestros no«bles ratos de ocio en erigir un monumento á la Francia de esta manera cada una de «vuestras desgracias voluntarias y valerosas « traerá su tributo de estimacion à vuestro a nombre y de gloria á vuestro pais. » Esta noble carta del autor de las Meditaciones poéticas fué seguida de la de Mr. de Lacretelle, que á su vez me escribia : Qué momento elegian para ultrajaros á vos, hombre de los sacrificios, á quien las << hermosas acciones no cuestan mas que las « buenas obras! Vuestra dimision y la forma «cion del nuevo ministerio me habian parecido de antemano dos acontecimientos enla«zados; porque nos habiais familiarizado con « los actos de sacrificio, como Bonaparte nos « familiarizaba con la victoria; pero él tenia • muchos compañeros, y vos no contais con « muchos imitadores. » Dos hombres muy letrados y escritores de gran mérito, Mr. Abel Rémusat y Mr. Saint-Martin, eran entonces los únicos que tenian la debilidad de levantarse contra de mi; porque eran adictos al baron de Damas. Concibo que se esté un poco enojado contra esas personas que desprecian los destinos; porque son insolencias esas que no se deben tolerar. El mismo Mr. Guizot se dignó visitar mi habitacion, creyendo poder salvar la distancia inmensa que ha puesto la naturaleza entre nosotros; al presentarseme me dijo estas palabras llenas de todo lo que él se debia: «Caballero, hoy dia esto es muy diferente!» En ese año de 1829 tuvo Mr. Guizot necesidad de mí para su eleccion, y habiendo yo escrito á los electores de Lisieux, dióme por ello las gracias Mr. Broglie por medio de esta esquela. LOS PRIMEROS COLEGAS DE MR. DE POLIGNAC. Los primeros colegas de Mr. de Polignac fueron MM. de Bourmont, de la Bourdonnaie, de Chabrol, Courvoisier y Montbel. El 17 de junio de 1815, estando en Gante y bajando de casa del rey, encontré al pié de la escalera á un hombre con redingote y botas llenas de lodo, que subia á casa de S. M., y en su fisonomía espiritual, nariz astuta y hermosos ojos de culebra conocí al general Bourmont, que el 14 habia desertado del ejército de Bonaparte. El conde de Bourmontera un oficial de mérito y diestro en salir de los pasos arduos; pero era uno de aquellos hombres que puestos en primera línea ven los obstáculos y no pueden superarlos, de modo que servia para ser conducido y no para con ducir: dichoso en sus hijos, Argel le dejará un nombre. El conde de la Bourdonnaie, en otro tiempo, mi amigo, seguramente era la persona de peor compañía que jamás haya habido; pues soltaba coces asi que se le aproximaban, atacando á los oradores en la cámara lo mismo que á sus vécinos en el campo, y armando pleitos sobre una palabra, como formaba un proceso por una zanja. La mañana del mismo dia que se mé nombró ministro de Negocios estranjeros, vino á manifestarme que rompia conmigo, porque era ministro: yo me reí y dejé ir á mi furia masculina, quien riéndose tambien se parecia á un murciélago contrariado. Mr. de Montbel, primero ministro de Instruccion pública, reemplazó á Mr. de La Bourdonnaie en el Interior, cuando este se retiró, y Mr. Guernon-Banville suplió á aquel en la Instruccion pública. Ambos partidos se disponian para la guerra: el del ministerio hacia aparecer folletos irónicos contra el Representativo, y la oposicion se organizaba y hablaba de rehusar el impuesto en caso de violacion de la Carta. Para TOMO IX. resistir al poder, formóse una asociacion pública, llamada la Asociacion bretona: mis paisanos tomaron muchas veces la iniciativa en nuestras últimas revoluciones; pues en las cabezas bretonas hay algo de los vientos, que levantan borrascas en las costas de nuestra península. Un periódico, redactado con el declarado objeto de derribar la antigua dinastía, vino á exaltar los ánimos: Sautelet, jóven y hermoso librero, perseguido por la manía del suicidio y que muchas veces habia tenido el deseo de hacer su muerte útil á su partido por medio de algun golpe ruidoso, estaba encargado del material de la hoja republicana y MM. Thiers, Mignet y Carrel eran sus redactores. El príncipe de Talleyrand, protector del Nacional, no traia un cuarto á la caja; únicamente manchaba el espíritu del periódico vertiendo al fondo comun su contingente de traicion y corrupcion. En esta ocasion recibí de Mr. Thiers la siguiente esquela: << Muy señor mio: No sabiendo si estará hecho con exacti« tud el servicio de un periódico que empieza, << os mando el primer número del Nacional. «Todos mis colaboradores se unen ǎ mí para suplicaros que tengais á bien ser, no nues«tro suscritor, sino nuestro benevolo lector. « Si en este primer artículo, objeto de gran« de cuidado para mí, he sido feliz en espre«sar las opiniones que aprobabais, estaré con«fiado y cierto de encontrarme en buen ca « mino. «Recibid, señor mio, mis respetos. « A THIERS.» ESPEDICION DE ARGEL. Mientras que se disponian para el combate, se acababan los preparativos de la espedicion de Argel, haciéndose nombrar jefe de ella el general Bourmont, ministro de la Guerra: quiso librarse de la responsabilidad del golpe de Estado que sentia venir? Segun sus antecedentes y astucia, esto seria bastante probable, pero fué una desgracia para Cárlos X; porque si el general se hubiera encontrado en Paris cuando la catástrofe, la cartera vacante del ministerio de la Guerra no habria caido en poder de Mr. de Polignac, y antes de dar el golpe, caso que hubiese consentido en él, seguramente hubiera reunido en Paris toda la guardia real y preparado dinero y los víveres necesarios para que el soldado no careciera de nada. Nuestra marina resucitada en el combate de Navarino salió de esos puertos de Francia, tan abandonados poco antes; la rada estaba cubierta con los navíos que alejándose saludaban la tierra, los paquetes de vapor, nuevo descubrimiento del genio del hombre, iban y venian llevando órdenes de una á otra division, como sirenas ó ayudantes de campo del almirante; el Delfin se estaba en la playa, en donde habian bajado todos los vecinos de las ciudades y montañas; podia creerse tan cerca de su noche el que despues de haber arrancado á su pariente el rey de España de las manos de la revolucion, veia amanecer el dia que debia libertar á la cristiandad? era una grande alegría y dicha el saludar con el saludo de Bossuet los generosos buques prontos á romper la cadena de los esclavos con sus proas; victoria engrandecida por este grito del águila de Meaux, cuando anunciaba el éxito del porvenir al gran rey, como para consolarle un dia en su tumba de la dispersion de su estirpe. Argel, rico con los despojos de la cris«tiandad, cederás ó caerás en poder de ese «vencedor. En tu corazon avaro decias: Ten«go el mar bajo mis leyes y las naciones son «mi presa, porque confiabas en la ligereza de «tus buques; pero te verás atacado en tus «murallas como un ave de rapiña que se fue«ra á buscar entre sus rocas y en su nido, «en donde reparte el botin à sus cachorros. «Ya entregas tus esclavos; Luis ha roto los «hierros con que oprimias á sus súbditos, «que nacieron para ser libres bajo su imperio «glorioso; y los pilotos admirados anticipada«mente esclaman: quién como Tiro? y con «todo permaneció muda en medio del mar.» Magníficas palabras, ¿no podisteis retardar el hundimiento del trono? Las naciones marchan á sus destinos, siéndolas imposible detenerse, á ejemplo de ciertas sombras de Dante, aun en su próspera suerte. Aquellos buques que llevaban la libertad á los mares de la Numidia, se llevaban la legitimidad; aquella escuadra con bandera blanca, era la monarquía que aparejaba, alejándose de los puertos en que se embarcó S. Luis cuando la muerte le llamaba á Cartago. Esclavos libres de las mazmorras de Argel, los que os han vuelto á vuestro pais han perdido su patria, los que os arrancaron del destierro eterno están desterrados, y el dueño de aque No se estaba ya en aquellos tiempos en que Catalina de Médicis, solicitaba del Turco la investidura del principado de Argel para Enrique III, cuando todavía no era rey de Polla vasta escuadra ha atravesado el mar en una lonia! Argel iba á ser nuestra hija y nuestra conquista sin permiso de nadie y sin que la Inglaterra se atreviera á impedirnos tomar aquel castillo del Emperador, que recordaba á Cárlos Quinto y el cambio de su fortuna. Para los espectadores franceses reunidos barca como fugitivo, pudiendo la Francia decirle lo que Cornelia decia á Pompeyo: «Esto « es obra de mi fortuna y no de la tuya, que « te veo ahora reducido á una sola pobre bar«quilla allí en donde querias surcar con qui<< nientas velas. No tenia yo amigos entre aquella multitud que en la playa de Tolon seguia con la vista la escuadra que partia para Africa? Mr. de Plessis, hermano de mi cuñado, no recibia en su buque á una mujer encantadora, madame Lenormant, que esperaba el regreso del amigo de Champollion? Qué ha resultado de aquel vuelo que se efectuó al Africa de un tiron? Oigamos á Mr. de Penhoen, mi paisano: No se habian pasado dos meses desde que « habiamos visto ese mismo pabellon ondear « en frente de estas mismas playas por encima « de quinientos buques Sesenta mil hombres hallábanse entonces impacientes para ir á « desplegarlo en el campo de batalla de Africa. Hoy dia algunos enfermos y heridos que andaban con trabajo por el puente de nuestra « fragata eran su único cortejo....... En el momen« to que la guardia tomó las armas para saludar ▪ como de costumbre al pabellon al izarlo ó al ar◄riarlo, cesó toda conversacion sobre el puen«te: Yo me descubrí con tanto respeto como « hubiera podido hacerlo en presencia del « mismo rey anciano, y en lo íntimo de mi ⚫ corazon me arrodillé ante la majestad de los « grandes infortunios cuyo símbolo contempla⚫ba desconsoladamente. » (1) APERTURA DE LA LEGISLATURA DE 1830. CONTESTACION AL DISCURSO DE LA CORONA. LA CÁMARA ES DISUELTA. La legislatura de 1830 se abrió el 2 de marzo. En el discurso de la corona se hacia decir al rey: Si manejos culpables suscitan á mi gobierno obstáculos que no puedo, que no quiero prever, tendré la energía necesaria para superarlos. Cárlos X pronunciaba estas palabras con el tono de un hombre que, tímido y amable por carácter, se halla por azar colérico, y se anima al sonido de su voz; pero cuanto mas fuertes eran las (1) Memorias de un oficial de Estado mayor, por el baron Barchou de Penhoen, pág. 427. palabras, mas se traslucia la debilidad de las resoluciones. El discurso de contestacion fué redactado por MM. Etienne y Guizot. Uno de sus párrafos decia; «La carta consagra como un derecho, señor, la intervencion del pais en las medidas de interés público. Esta intervenvencion hace del concurso permanente de las miras de vuestro gobierno con los deseos del pueblo una condicion indispensable de la marcha regular de los negocios públicos Nuestra lealtad, nuestra adhesion, nos obligan á deciros, señor, que este concurso no existe. » El discurso fué votado por una mayoría de doscientos veinte y un votos contra ciento ochenta y uno. Por una enmienda de Mr. de Lorgerit se pretendió hacer desaparecer la frase sobre la negativa del concurso del gobierno; pero esta enmienda no fué apoyada mas que por veinte y ocho votos. Si los doscientos veinte y uno hubiesen podido prever el resultado de su voto, el mensaje habria sido desechado por inmensa mayoría. ¿Por qué la Providencia no levanta algunas veces unà punta del velo que cubre el porvenir? Es verdad que inspira un presentimiento á ciertos hombres; pero este presentimiento no les hace ver bastante claro para asegurarse bien del camino; temen equivocarse, ó si se aventuran á hacer predicciones que deben realizarse, no son creidos. Dios no desvanece la nube detras de la cual obra, y cuando permite grandes males, es porque tiene grandes designios; designios que forman parte de un plan general, que se desarrollan en un estenso horizonte fuera del alcance de nuestra vista y de la penetracion de nuestras rápidas generaciones. En respuesta al mensaje de la cámara, el rey declaró que su resolucion era inmutable; es decir, que no retiraria su confianza á Mr. de Polignac, y en su consecuencia acordó la disolucion de aquella. MM. de Peyronnet y de Chantelauze reemplazaron á MM. de Chabrol y de Courvoisier, que se retiraron; Mr. 1 |