MEMORIAS POSTUMAS DE M. DE CHATEAUBRIAND. TOMO IX. DESPACHO AL CONDE DE PORTALIS. « que deban saber, les diré lo que sepa, y si «< me transmitís para ellos las órdenes del rey, « se las participaré; pero si llegasen aqui en <«< sentido hostil á las miras del gobierno de Roma, 3 de marzo de 1829. «S. M., si se viera que no estuviesen de « Señor conde: « acuerdo con el embajador del rey, si tuvie<«< sen un lenguaje contrario al mio, si llega«sen hasta dar sus votos en el Cónclave á al« guna persona exagerada y si hasta estuviesen « discordes entre sí, no habria nada mas fu« nesto, y mas valdria para el gobierno del «rey que diese al instante mi dimision que « ofrecer este público espectáculo de nuestras « discordias. El Austria y España tienen con « respecto á su clero una conducta que no de« ja lugar á la intriga; pues ningun sacerdo«te, cardenal ú obispo austríaco ó español « Habiendo llegado á Lion el 14 del mes pasado á las nueve de la noche mi primer «correo, pudisteis saber la mañana del 15 « por el telegrafo la muerte del Papa; por lo «cual estraño que estando hoy á 3 de marzo « esté yo todavía sin instrucciones y sin con«testacion de oficio. Los periódicos han anun«ciado la salida de dos ó tres cardenales; á «Mr. de Latil le escribí á Paris poniendo á « su disposicion el palacio de la embajada, y acabo de escribirle de nuevo á diversos puntos de su viaje para renovarle mis ofreci« mientos. " puede tener en Roma por agente y corres«ponsal mas que al mismo embajador de su «< corte, tienendo este el derecho de separar « al instante de Roma á cualquiera eclesiástico « de su nacion que le sirviera de estorbo. Espero, señor conde, que no tendrá lugar ninguna desunion, que los cardenales. «< tendrán la órden formal de someterse á las <«< instrucciones que no tardaré en recibir de « vos, y que sabré quien de ellos será el encargado de ejercer la esclusion, en caso de 123 " « necesidad, y que personas deben escluirse. «Es muy necesario estar en guardia, por« que los últimos escrutinios anunciaron ha«berse dispertado un partido, que ha dado de << veinte à veinte y un votos á los cardenales << della Marmora y Pedicini, y forma lo que se « llama aqui la faccion de Cerdeña. Los demas «< cardenales asustados quieren dar todos sus « sufragios á Opizzoni, hombre firme y mo« derado á la vez, quien, aunque austría«co, es decir milanés, hizo cara al Aus<< tria en Bolonia. Esta seria una escelente « eleccion. Los votos de los cardenales fran« ceses fijándose en uno ó en otro candidato podrian decidirla; pero aqui se cree, con « razon 6 sin ella, que estos cardenales son enemigos del sistema actual del gobierno del «rey, y la faccion de Cerdeña cuenta con « ellos. << Les participé todo lo que sabia y les co«muniqué notas importantes sobre la minoría << y la mayoría del Conclave y sobre los senti«mientos que animan á los diferentes parti«dos. Convenimos que favorecerian á los can«didatos de quienes os hablé, á saber: Cap«pellari, Opizzoni, Benvenuti, Zurla, Cas« tiglioni, finalmente Pacca y de Gregorio; y <«< que rechazarian á los cardenales de la faccion sarda, á saber: Pedicini, Giustiniani, Galeffi y Cristaldi. ༥ fácil librarse de las tramas que se urden en « secreto. Los conclavistas que acompañan á nues«tros cardenales me han parecido hombres <«< razonables: solo el abate Coudrin de quien « me hablais, es uno de aquellos caractéres «< compactos y cortos que nada compren<< den. « Podria suceder que el Papa fuese elegido « al fin de esta semana; pero si los cardena« les franceses dejan escapar el primer efecto « de su presencia, será imposible señalar un <«< término al Conclave. Quizá nuevas combina«ciones conducirian á un nombramiento ines«perado, y para acabar, se echaria mano de <«<algun cardenal insignificante, tal como Dan« dini. «En otro tiempo, señor conde, me he en«contrado en circunstancias dificiles, ya como embajador en Londres, ya como ministro « durante la guerra de España, ya como miem«bro de la cámara de los pares, y tambien « como jefe de la oposicion; pero nada me ha « dado tanta inquietud y cuidado como mi ac«tual posicion en medio de todo género de intrigas y teniendo que obrar sobre un cuerpo invisible, encerrado en una prision cu«yas entradas están estrictamente guardadas. «No es para darme importancia, señor con« de, que os hablo de estas dificultades, sino « paraque me sirvan de disculpa en caso que «la eleccion produjera un Papa contrario á lo « que parece prometer y á la naturaleza de « nuestros votos. Cuando la muerte de Pio VII, las cuestiones religiosas todavía no ha. «bian agitado la opinion: hoy en dia estas « han venido á mezclarse con la política, y la «eleccion del jefe de la Iglesia no podia caer «en peor ocasion. ་ A MME. RECAMIER. « Roma, 17 de marzo de 1829. «El rey de Baviera me ha venido á ver de frac. Hemos hablado de vos. Este soberano « griego, al llevar una corona, parece saber « lo que tiene sobre la cabeza y comprender que no hay que limitarse á lo pasado. Come « en mi casa y no quiere nadie. « Por lo demás, vednos en medio de los «grandes acontecimientos: se tiene que nom«brar un Papa; qué tal será? Tendrá lugar « la emancipacion de los católicos? Una nueva « campaña en Oriente; quién reportará la vic«toria? Nos aprovecharémos de esta posicion? « Quién conducirá nuestros asuntos? hay al<< gun talento capaz de conocer todo lo que hay allí dentro para la Francia y de apro« vecharse de ello segun los acontecimientos? Estoy persuadido que en Paris ni tan solo «< se piensa en esto, y que entre los salones « y las cámaras, los placeres y las leyes, los «goces del mundo y las inquietudes minis«teriales, lo mismo se cuidan de la Europa ་ " cuando sea de ninguna utilidad quedo ente«ramente á vuestra disposicion. No habia te«nido ocasion de saber lo que era el marques « Capponi; pero os anuncio que es siempre « admirable y que se ha mantenido bueno á « pesar del tiempo. No he contestado á vues« tra primera carta enteramente llena de en«<tusiasmo por el sublime Mahmoud y por la « barbarie disciplinada, esto es, por esos es« clavos apaleados como soldados. Concibo que las mujeres se dejen llevar de la admiracion « por los hombres que se casan con ciento de « ellas á la vez, y que tomen esto por el pro«greso de las luces y de la civilizacion; pero « yo estoy por mis pobres griegos; quiero su << libertad como la de Francia y tambien fronteras que defiendan á París y aseguren « nuestra independencia; y esto no es posible con la triple alianza del palo de Constantinopla, de la schlague de Viena y de los pu«ñetazos de Londres que tendreis á la orilla ⚫ del Rhin. Muchas gracias por el ropon de « honor que nuestra gloria podria obtener del « invencible jefe de los creyentes, que toda« vía no ha salido de los arrabales de su serrallo; pues prefiero esta gloria enteramente « desnuda, porque es mujer y hermosa. Fi« dias se habria guardado bien de ponerla «una bata turca. » a A MME. RECAMIER. « Roma, 21 de marzo de 1829. «Pues, señora, tengo razon en lo que os << decia. Ayer fuí, entre dos escrutinios y << mientras esperaba un Papa, á San Onofre; << y realmente lo que hay en el claustro son dos naranjos y no una encina: estoy muy « envanecido de esta fidelidad de mi memoria. « Casi á ojos cerrados fuí corriendo á la pie«<drecita que cubre à vuestro amigo, y la « prefiero á la grande tumba que se le va á erigir. Qué encantandora soledad! qué ad«< mirable vista! Qué dicha de reposar alli en « tre las pinturas al fresco de Dominiquino y « las de Leonardo de Vinci! Nunca he estado « mas tentado de querer estar alli. Se os dejó « entrar en el interior del convento? Visteis, en «< un largo corredor, aquella maravillosa ca<«< beza, aunque medio borrada, de una ma« dona de Leonardo de Vinci? Visteis en la « biblioteca la máscara del Tasso, su corona de laurel marchita, un espejo del cual se « servia, su tintero, su pluma y la carta es«< crita de su puño, que está pegada en una « tablilla que cuelga del pié de su busto? En esta carta de letra pequeña borrada, pero « fácil de leer, habla de amistad y del viento « de la fortuna: este apenas habia soplado pa«ra él y la amistad le habia faltado muchas « veces. « Todavía no tenemos Papa, le esperamos « por instantes; pero si la eleccion se ha retardado y se han levantado obstáculos de todas partes, la culpa no es mia; pues debie<< ran haberme escuchado un poco mas y no « haber obrado cabalmente en sentido contra«rio al que parecia desearse. Por lo demás en «la actualidad, me parece que todos quieren « estar en paz conmigo: el mismo cardenal. «de Clermont-Tonerre acaba de escribirme « reclamando mis antiguas atenciones por él, y despues de todo esto acaba de apearse en « mi casa resuelto por el Papa mas moderado. « Habeis leido mi segundo discurso. Dad las « gracias á Mr. Kératry que ha hablado con « tanta galantería del primero; espero que es«tará todavía mas contento del otro. Ambos " procuraremos volver la libertad cristiana, y lo alcanzaremos. ¿Qué decís de la respues«ta que me ha dado el cardenal Castiglione? "¿Soy bastante celebrado en pleno Conclave? «No la hubierais dado mejor en el tiempo que « vos me mimabais tanto. >> « 24 de marzo de 1829. « Si creyese los rumores de Roma, maña« na tendríamos un Papa; pero estoy en oca«<sion de desaliento y no quiero creer en ta " felicidad ya entendeis que esta felicidad « no es la política, la alegría de un triunfo, sino la de estar libre y volveros á encon«trar. Cuando os hablo tanto de Cónclave, « soy como aquellos que tienen una idea fija « y que creen que el mundo no se ocupa sino de ella, y no obstante, en Paris, ¿quién piensa en el Conclave, quién se ocupa del Papa y de mis tribulaciones? La inconstan«cia francesa, los intereses del momento, las discusiones de las cámaras y las ambiciones « movidas, otra cosa tienen que hacer. Cuan«do el duque de Laval me escribia tambien «sus inquietudes sobre su Cónclave, preocupado como estaba con la guerra de España, al recibir sus despachos, decia: Ea! buen « Dios, bien se trata de esto! Mr. Portalis me « hace sufrir ahora la pena del talion: no obs« tante es preciso decir que las cosas de aque<«lla época no son las de hoy; pues las ideas religiosas no estaban mezcladas con las po«líticas como lo están en toda Europa, la <«< cuestion no era la misma, y el nombra. «miento del Papa no podia, como ahora, tur«bar ó calmar los Estados. « Desde la carta que me anunciaba la pró«roga de la licencia de Mr. de La Ferron-«nays y su salida para Roma, no he sabido « nada mas, por cuyo motivo creo cierta esta ་ noticia. « Mr. Thierry me ha escrito de Hyéres «una carta que me ha conmovido; dice que « se muere, y con todo quiere una plaza en «la Academia de las inscripciones y me pide « que escriba para él: voy á hacerlo. Mi escavacion continúa dándome sarcófagos; pues «la muerte no puede dar mas que lo que tie«ne. El monumento de Poussin adelanta; será noble y elegante. No podriais creer <«< cuanto conviene en la escultura el cuadro de «<los pastores de Arcadia que se habia hecho para un bajo relieve. » « 28 de marzo. «El cardenal de Clermont-Tonerre, que ་་ «se apeó en mi casa, entra hoy en el Cón«clave. Este es el siglo de las maravillas « tengo á mi lado al hijo del mariscal Lannes «y al nieto del canceller; los señores del Cons«titucional conien en mi mesa al lado de los « señores de la Cotidiana. Ved aqui la vena taja de ser sincere; dejo á cada uno pensar «como quiere, con tal que se me conceda la' «misma libertad, y únicamente procuro que mi opinion tenga mayoría, porque la en«cuentro, como es razon, mejor que las de<«mas. A esta sinceridad atribuyo la inclina"( nacion que tienen las opiniones mas diver«gentes á aproximárseme: con ellas ejerzo el « derecho del asilo; pues bajo mi techo no se «las puede prender. » AL SEÑOR DUQUE DE BLACAS. «Roma, 24 de marzo de 1829. «Señor duque, siento que haya podido <«< causaros algun cuidado una frase de mi car«ta; pues yo no tengo de ningun modo que quejarme de un hombre de sentido y de ta<«<lento (M. Fuscaldo), que no me ha dicho « mas que lugares comunes de diplomacia. De<«< cimos por ventura otra cosa nosotros emba«jadores? En cuanto al cardenal de quien me « haceis el honor de hablarme, el gobierno « francés particularmente no ha designado á « nadie; pues se ha atenido enteramente á lo « que le mandé decir. Siete ú ocho cardena« les moderados ó pacíficos, que parecen atraer « igualmente los votos de todas las córtes, son «los candidatos entre los cuales deseamos que « se fijen los sufragios; pero si no tenemos la « pretension de imponer una eleccion á la mayoría del Cónclave, rechazamos con todas « nuestras fuerzas y con todos los medios á tres «6 cuatro cardenales fanáticos, intrigantes 6 « incapaces, que sostiene la minoría. " |