<ra por parte del gobierno español está « en el número de las posibilidades que el « gobierno francés ha debido prever. En << todos casos, pronto estaremos obligados «á acabar con el cordon sanitario, por«que tina vez pasado el mes de setiem «bre y no volviendo á parecer la peste en «Barcelona, seria una verdadera irrision « hablar aun de cordon sanitario; será <«pues preciso entonces confesar muy <<< francamente un ejército y decir la razon <«< que nos obligaria á conservarle allí. ¿No equivaldria esto á una declaracion de << guerra á las Córtes? Por otra parte, re«tiraremos nosotros el cordon sanitario? « Este acto de debilidad comprometeria « la seguridad de la Francia, deshonraria <«< al ministerio y entre nosotros animaria << las esperanzas de la faccion revolucio<«naria. «Tengo el honor de ser, etc., etc. CONFERENCIA SOBRE EL CONGRESO DE VERONA.-CARTA Á MR. DE MONTMORENCY; SU RESPUESTA QUE ME DEJA DESCUBRIR UNA DENEGACION-CARTA DE MR. VILLELE MAS FAVORABLE.ESCRIBO Á MME. DE DURAS.-ESQUELA DE MR. DE : VILLELE Á MME. DE DURAS. Desde el congreso de Viena y de Aixla-Chapelle, les bullian por la cabeza los congresos á los príncipes de Europa, por que en ellos se divertian y se partian algunos pueblos. Apenas se habia termina dovel congreso empezado en Laybach y continuado en Troppau, que se pensó en convocar otro en Viena, Ferrara ó Vero"ha; los asuntos de España ofrecian la ocásion de apresurar el momento, y cada corte tenia ya designado su embajador. En Londres veia que todo el mundo se preparaba para partir á Verona como tenia lena la cabeza de los asuntos de Es << Ya que estoy con humor de confiden. «cias, noble vizconde, quiero deciros lo «que no quisiera insertar en un despacho << oficial, pero sí lo que me han inspirado « algunas observaciones personales y tam«bien el parecer de algunas personas que <«< conocen bien el terreno sobre el que es<<< tais colocado. ¿No fuisteis el primero en « pensar que frente á frente del ministe«rio inglés es preciso tener cuidado de <«< ciertos efectos de envidia y de incomo «didad, que él está siempre dispuesto á <«< concebir por las pruebas directas de favor al lado del rey, y del crédito en la a sociedad? Me direis si no os ha llegado « el caso de observar algunas señales de « ellas ? » ¿Por quién habian llegado al vizconde de Montmorency las quejas de mi crédito al lado del rey y en la sociedad ? (es decir, supongo, al lado de la marquesa de Conyngham). Lo ignoro. Previendo, por este despacho particular, que mi partida estaba perdida por parte del ministro de negocios estrangeros, me dirigí á Mr. de Villèle, que era entonces amigo mio y que no tenia mucha inclinación á su cólega, y en su carta del 6 de mayo de 1822 me contestó desde luego una palabra favorable. « Paris, 5 de mayo de 1822, «Os doy gracias, me dijo, por todo lo que haceis en Londres, por nosotros; la « determinación de esta corte relativa á «las colonias españolas no puede influir «en la nuestra, porque la posición es « muy diferente; nosotros debemos sobre « todo evitar de estar impedidos, por una << guerra con España, de obrar en otra « parte como debemos, si los asuntos de <<Oriente obligasen á nuevas combinacio « nes políticas en Europa » «Nosotros no dejaremos deshonrar al « gobierno francés por la falta de partici«pacion en los sucesos que pueden resul<<< tar de la actual situacion del mundo; << otros podrán intervenir en ellos con mas « ventajas, pero ninguno con mas valor y lealtad. « Se equivocan mucho, créo, no solo sobre los verdaderos medios de nuestro «pais, sino tambien sobre el poder que <puede aun ejercer el gobierno del rey «en las formas que se ha prescrito; ellas << ofrecen mas recursos de lo que parece, «y espero que sabremos manifestarlo cuan<«do llegue la ocasion.fosf «Vos nos secundareis, querido amigo, «en estas grandes circunstancias, si se << presentan ; lo sabemos y contamos con cello. El honor será para todos, y no se << trata de partirlo en este momento, sino «que se hará despues segun los servicios << prestados; rivalizemos pues todos á quien «los prestará mayores.. << Verdaderamente no sé si esto vendrá «áˆparar en un congreso; pero en todo «caso no olvidaré lo que me habeis dicho. Jo H. DE VILELLE. » Londres, 13 de agosto de 1822. Señor vizconde, 50 g U-F «Si el tiempo no ha puesto obstáculo á mi despacho telegráfico, y si no ha « ocurrido novedad á mi correo estra estraor «dinario, espedido ayer á las cuatro de la <«tarde, espero que habrels recibidos el << primero del continente la noticia de la « muerte repentina de lord' Londonderry. «queza: el dia señalado es mucho mas fa<«<vorable á vuestro deseo, pues que seria «un grande inconveniente no solo para vos «sino tambien para nosotros, que dejaseis «á Londres dentro de algunas semanas y << antes de la decision ministerial, que no « deja de ocupar á todos los gabinetes. De << tal modo llama esto la atencion de todo << el mundo, que algunos amigos me de« cian el otro dia: «Si Mr. de Chateau& briand hubiera venido al instante á Paris, ale hubiera contrariado bastante el estar obligado á volver a partir para Londres. «Nosotros, pues, esperamos este nombra«miento importante al regreso de Edim«burgo. El caballero Stuart decia ayer « que seguramente iria al Congreso el du«que de Wellington; nos interesa saber «esto lo más pronto posible. Mr. Hyde de «Neuville llegó ayer bueno, y me alegré « mucho de verle. Os renuevo, noble viz«conde, todos mis inviolables sentimien«tos. '97 € 01 «MONTMORENCY. » V "Esta nueva carta de Mr. de Montmo rency, que tenía algunas frases irónicas, me confirmó plenamente que él no me queria en el congreso. « Noble vizconde : aun cuando no haya << despachos muy importantes que confiar «<á vuestro fiel Jacinto, quiero no obstan « te hacerle partir otra vez segun vuestro « deseo y el que me ha manifestado vues« tra esposa de verle regresar á vuestro « lado. Me aprovecharé de ello para diri« giros algunas palabras mas confidencia«<les sobre la profunda impresion que nos << ha causado, lo mismo que en Londres, << la terrible muerte del marqués de Lon «donderry, y tambien, por la misma oca «sion, sobre un asunto al que parece te« neis un interés muy exagerado y esclusip 7 «vo. El consejo del rey se ha aprovechado « de él y ha señalado para uno de estos «dias, inmediatamente despues de la con <<clusion de las sesiones, que ha tenido lu«gar esta misma mañana, la discusion de << la principal conducta que hay que acor<< dar, ,de las instrucciones que dar, y de <«< las personas que se han de elegir: la pri<«<mera cuestion es saber si serán una ó << muchas. Paréceme que habeis manifes<< tado alguna sorpresa de que se pudiera << pensar en.... pero de ninguna manera « fue por que se le preferiera á vos, pues << sabeis muy bien que para nosotros no << puede estar en la misma línea. Si <«<< despues del mas juicioso exámen, no << creyéramos posible aprovecharnos del « buen deseo que con mucha franqueza « nos habeis manifestado sobre este parti<«<cular, habria sin duda graves motivos « que os comunicaria con la misma fran El dia de San Luis di una comida en honor de Luis XVIII, y fui á ver á Hartwell en memoria del destierro de este rey, lo que hice mas bien para cumplir un deber que para gozar de un placer. Los infortunios reales son ahora tan comunes que pocos lugares interesan que no hayan habitado el genio ó la virtud. En el triste y reducido parque de Hartwell, no vi mas que la hija de Luis XVI. Por fin recibí de repente de Mr. de Vilèle esta inesperada esquela que hacia mentir mis previsiones y ponia término á mis incertidumbres: «27 agosto de 1822. : Mi apreciado Chateaubriand acaba « de resolverse que tan pronto como os « lo permitan los asuntos relativos al re« greso del rey á Lóndres, estais autoriza«do para volver á Paris, y desde aqui « continuar la marcha hasta Viena ó Ve<< rona, como uno de los tres plenipoten«< ciarios encargados de representar la « Francia en el Congreso. Los otros dos cserán MM. de Caraman y de La Ferron « nays; lo que no obsta para que el viz«conde de Montmorency parta pasado << mañana para Viena, á fin de asistir á << las conferencias que podrán tener lugar << en aquella ciudad antes del Congreso, y « deberá regresar á Paris cuando los sobe« ranos salgan para Verona. <«< Esto que sea para vos solo. Yo me he << alegrado que este asunto haya tomado ael giro que deseabais: soy vuestro de Este rayo que cae incesantemente á mis pies, me seguia en todas partes: la antigua Inglaterra, que hasta entonces se habia resistido en medio de las innovaciones que iban en aumento, espiró con lord Londonderry. Al sucederle Mr. Canning, el amor propio le arrastró á hablar en la tribuna el lenguaje del propagandista, y despues de él apareció el duque de Wellington, conservador que iba á derribar: cuando se ha pronunciado el fallo de las sociedades, la mano que debia edificar no sabe mas que destruir. Lord Gray, O'Connell, todos estos obreros de ruinas, TOMO VII. trabajaron sucesivamente en la caida de las antiguas instituciones. La Reforma parlamentaria y la emancipacion de Irlanda, cosas todas en si tan escelentes, se hicieron, por la insalubridad de los tiempos, causas de destruccion. El miedo acrecentó los males, pues si las amenazas no les hubieran asustado, hubieran podido resistir con cierto éxito. ¿Qué necesidad tenia Inglaterra de consentir en nuestros últimos disturbios? Encerrada en su isla y en sus enemistades nacionales estaba guarecida. ¿Qué necesidad tenia el gabinete de Saint James de temer la separacion de Irlanda? Esta no es mas que la lancha de Inglaterra; cortad la cuerda, y la lancha separada del grande navío, irá á perderse en medio de las olas. Lord Liverpool tenia tristes presentimientos: comí un dia en su casa, y despues de la comida estuvimos hablando en una ventana que daba sobre el Támesis; hácia abajo del rio se descubria una parte de la ciudad cuya masa ensanchaban la niebla y el humo; yo hacia á mi huésped el elogio de la solidez de aquella monarquía inglesa equilibrada por la libertad y el poder: el venerable lord levantando y estendiendo el brazo, me indicó con la mano la ciudad y me dijo: « qué hay de « sólido con estas enormes poblaciones? una insurreccion séria en Londres y todo « está perdido. » Me parece que acabo en Inglaterra un viaje, como el que hice á las ruinas de Athenas, de Jerusalen, de Menfis y de Cartago; y al llamar ante m los siglos de Albion, al pasar de fama en fama y al verles abismarse uno tras otro, siento una especie de doloroso vértigo. ¿Qué se hicieron aquellos dias ruidosos y tumultuosos en que vivieron Shakspeare y Milton, Enrique VIII é Isabel, Cromwell y Guilermo, Pitt y Burk? Todo esto no existe ya, y las superioridades y medianías, los odios y amores, las felicidades y miserias 109 los opresores y oprimidos, los verdugos y las víctimas, los reyes y los pueblos, todo duerme en el mismo silencio y en el mismo polvo. Que nada somos pues, si sucede lo mismo con la parte que queda como una sombra de los antiguos tiempos en las generaciones presentes, pero que no vive ya por sí misma y que ignora si alguna vez ha existido! Cuántas veces ha sido destruida Ingla terra en el espacio de algunos siglos! A través de cuántas revoluciones no ha pasado para llegar al borde de una mas grande, mas profunda, y que envolverá la posteridad! Hé visto en todo su poder los famosos parlamentos británicos: qué será de ellos? Hé visto Inglaterra con sus antiguas costumbres y en su antigua prosperidad en todas partes la pequeña igle sia solitaria con su torre, el cementerio de campo de Gray, en todas partes caminos estrechos y cubiertos de arena, valles llenos de vacas, matorrales jaspeados de carneros, parques, castillos, poblaciones, pocos bosques grandes, pocos pájaros y el viento del mar. No eran aquellos campos de Andalucía donde encontré los cristianos viejos y los recientes amores entre las voluptuosas ruinas del palacio de los moros, en medio de los aloes y palmeras. con sus ganades y profesando el culto de sus grandes hombres, era encantadora y formidable. Hoy el humo de las fraguas y de las herrerías ha oscurecido aquellos valles, y sus caminos se han cambiado en carriles de hierro, y sobre ellos, en vez de Milton y Shakspeare, se mueven calderas errantes. Ya Oxford y Cambridge, seminarios de la ciencia, van quedando desiertos; sus colegios y capillas góticas, medio abandonadas, entristecen al que las mira; y en sus claustros reposan olvidados los anales de mármol de los antiguos pueblos de la Grecia al lado de las losas sepulcrales de la edad media: ruinas que guardan las ruinas. En esos monumentos, alrededor de los cuales empezaba á formarse el vacío, pasaba parte de la primavera que habia vuelto á encontrar, y por segunda vez me separaba de mi juventud en la misma orilla en donde la habia abandonado en otro tiempo: Carlota había vuelto á parecer de repente como ese astro, alegría de las sombras, que retardado por el curso de los meses saldria en medio de la noche. Si no estais muy cansados, buscad en estas Memorias el efecto que me causó en 1822 la súbita vision de esta muger. Cuando en otro tiempo ella me habia distinguido, no conocia esos otros ingleses, cuya multitud acababa de rodearme á la hora de mifama y de mi poder, y cuyos homenajes han «Oh España! qué voz humana es digna tenido la instabilidad de mi fortuna. Hoy, de recordar tus riberas?» Quid dignum memorare tuis, Hispania, terris No era aquella campiña romana cuyo irresistible encanto me la recuerda sin cesar; aquellas olas y aquel sol no eran las que bañan y el que alumbra el promontorio sobre el cual Platon enseñaba á sus discípulos ni aquel Sunium en donde of cantar el grillo pidiendo en vano á Minerva el hogar de los sacerdotes de su templo; pero en fin, tal como era aquella Inglaterra, rodeada por sus navíos, cubierta despues de haber pasado otros diez y seis años desde mi embajada de Londres, y despues de tantas nuevas destrucciones, se fijan mis miradas en la hija del pais de Desdémona y Julieta ella no cuenta en mi memoria sino desde el dia en que su inesperada presencia volvió á encender la antorcha de mis recuerdos. Nuevo Epiménides, dispertado despues de un largo sueño, fijo mis miradas sobre un faro tanto mas radioso cuanto los demas se han apa |