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ques de Villena, y al Conde de Trastamara, à los quales se agregaron los Arzobispos de Toledo, y de Santiago, y los Maestres de las Ordenes de Santiago, y de Calatrava. Levantaronse despues dos partidos contrarios, cuyas cabezas eran el Arzobispo de Toledo Don Pedro Tenorio, y el de Santiago Don Juan Garcia Manrique, ambos do tados de grande ingenio, sagacidad, y diligencia. En estas discordias, habiendo crecido mucho la parcialidad del Arzobispo de Toledo, trabajaba el de Santiago en aumentar la suya con alguna persona que tubiese tanto po der, y autoridad que pudiese hacer frente à los contrarios. Ninguna le pareció mas à proposito que la del Conde Don Alonso, hermano del Rey Don Juan, y tio de Don Enrique III. cuya representacion seria por su sangre Real, nada inferior à la del Arzobispo de Toledo, y sus aliados. El Conde Don Alonso estaba actualmente preso en el Castillo de MonReal, donde el Consejo habia mándado guardarle baxo el cuidado del Maestre de Santiago, à cuya Orden perte

necia aquel Castillo, situado junto à la Villa de Ocaña, complaciendo al Arzobispo de Toledo, que no quiso guardarle en su Castillo de Almonacid dexando este cuidado al Consejo, y no creyendo que podria el Conde sufragar en algun tiempo al partido contrario. Celebrandose, pues, Cortes en la Ciudad de Burgos, pretendió el Arzobispo de Santiago con sus aliados que se diese libertad al Conde Don Alonso, y que se le restituyesen los Estados de que habia sido privado.

Nuestros Escritores suponen como cosa cierta que el Rey Don Enrique, no solo dió libertad à su tio, sino que tambien mandó que se le entregasen las Villas, Castillos, y tierras que poseyó en Asturias antes de ser encarce, lado por el Rey Don Juan. Esto segundo no me parece creible en vista de que las promesas que el Rey Don Juan hizo al Conde Don Alonso en la Escritura de Concordia, celebrada en el real de Gijon en el año de 1383. fueron de darle heredades fuera de Asturias, quitandole de este modo toda

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ocasion de rebelarse. Lo mismo se comprueba con la institucion de la dignidad de Principe de Asturias, desde cuya fundacion fue perpetua voluntad del Rey Don Juan, y de su hijo Don Enrique, que ninguna de las Villas, ò Castillos de Asturias, ò parte de ellas se pudiese dar à persona alguna, por ser del Se ñorío del Principe, como se justificará con instrumentos que referiré en otra parte.

Restituido el Conde à su libertad, y à los Estados que tenia antes de ser puesto en el Castillo de Almonacid, resultaron de la gracia concedida varias quejas, y discordias tocantes al gobierno del Reyno, y tutoría del Rey Don Enrique, como se puede ver en nuestros Historiadores. Lo que hace à mi proposito es, que disgustado el Conde Don Alonso, y sus aliados del gobierno presente, él, y los demás de su partido juntaron sus tropas, lo qual puso en gran cuidado al Rey Don Enrique, obligandole à juntar su gente para traer à su obediencia à los rebeldes. El Conde se dirigió à Asturias, y como era voz pública que habia vuelto à la gracia del

Rey, y se le habia dado parte en el gobierno del Reyno, fue recibido facilmente en la Ciudad de Oviedo, creyendo sus habitantes que habia ido à negocios del servicio del Rey. Sabiendo esto el Principe Don Enrique, resolvió encaminarse, despues de sosegar los alborotos de Castilla, à la Ciudad de Oviedo para apoderarse de ella, y sujetar al Conde. Entretanto que el Rey hizo esta jornada dieron los Asturianos el mas fiel testimonio de su lealtad; porque habiendo entendido el artificio, y engaño del Conde Don Alonso, los vecinos de Oviedo se armaron contra él, y acudiendo de golpe à la Fortaleza, donde estaba el Conde, con ánimo de acabar con él, y con su gente, con siguieron que él, y los suyos huyesen por un postigo de la Fortaleza, quedando muertos algunos de sus aliados. Por esta razon, habiendo llegado el Rey à Oviedo, no tubo necesidad de manejar las armas; porque los vecinos, abriendole todas las puertas, le entregaron la Ciudad libre ya del tirano que se habia apoderado de ella. Presentaronle tambien tres cabezas de

los

los que habian matado quando echaron al Conde, y escusandose sobre el hecho de haber admitido al tirano, hicieron al Rey la siguiente representacion: »Muy noble, "è poderoso Señor, el Con»cejo de Oviedo envia à be»sar vuestras manos, è facer »saber à la vuestra merced, "en como se tubo por afren"tado, por haber acogido al "mal Conde Don Alonso; pero que fuera por engaño, "è cautela; è por ende en sa"biendo que andaba fuera de »vuestro servicio, le habian ≫echado de la Ciudad, è que છે » habian muerto los que pu"dieron coger de los suyos, »è vos presentan estas tres » cabezas en testimonio de su »lealtad: è si alguno dixere, que han incurrido en cri» men de traicion, presenta »ante Vos estos Caballeros »Fijos dalgo, Rui Diaz, fijo » de Fernan Diaz Vigil, è à »Illan de Villaroel, Fernan "Perez de la Vandera, è Ro"drigo Gonzalez de la Rua, "armados de todas armas para »lo defender cuerpo à cuer"po à qualesquiera que lo »contrallaren.”

Quedó el Rey satisfecho de la fidelidad de los vecinos

de Oviedo, y saliendo de esta Ciudad pasó à poner sitio à Gijon, à donde se habia acogido el Conde con su gente, ignorando los vecinos de esta Villa el intento, y rebeldia de aquel tirano à su legítimo Rey y Señor. Asentados los reales sobre aquella fuerte Plaza, se obligó el Conde à convenir con el Rey en ciertas paces, y condiciones, las quales fueron, que puestos en seqüestro sus Estados, se pusiese la causa en el juicio del Rey de Francia, en cuya presencia ofrecia purgarse de la alevosia que se le imputaba. Concertóse tambien que mientras esta causa se juzgaba, pusiese el Rey guarnicion en todas las tierras del Conde, exceptuando la Villa de Gijon, en que la Condesa su muger habia de residir hasta que el Rey de Francia diese su sentencia. Para mayor seguridad de estos artículos, entregó el Conde al Rey à su hijo Don Enrique como en rehenes, y con esto cesaron las causas de inquietud que tanto turbaron los primeros años del reynado de Don Enrique.

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No cumplió el Conde la oferta de comparecer en pre

sen

sencia del Rey de Francia, y se detubo en la Rochela; por lo qual se pasó à substanciarse el proceso de su causa,

la

qual se terminó dando el Rey de Francia su sentencia, que se redujo à condenar al Conde de traidor, y:à que se humillase à su Rey, si queria lograr el perdon de su levantamiento, y que se le diese algun Estado con que sustentar su vida. Sin embargo de esta sentencia, la Condesa, que conforme à los tratados de paz residia en Gijon, no quiso entregar la Villa, y se hizo fuerte con los de su parcialidad, los quales eran de tierras fuera de Asturias, no consintiendo en esta resistencia los nobles, y leales vecinos de Gijon, como se sabe por Escritura que, desde aquel tiempo se guarda en el Archivo de esta Villa, Este instrumento refiere la manera con que se acabó esta guerra; y porque nuestros Escritores cuentan esta Historia de diversos modos, y todes opuestos à la verdad, copiaré aqui el fragmento en que los vecinos de Gijon juntos en la plaza pública testificaron en el año de 1410. que es decir. 14. años

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despues de la jornada del Rey Don Enrique à Oviedo, asi su inocência, como la suerte de que fue asolada la Villa de Gijon, expresando los monumentos antiguos que fueron destruidos. Habiendo, pues, referido los nombres, y apellidos de los vecinos de Gijon, y de su Concejo que se hallaron presentes para otorgar la escritura, pone las clausulas siguientes. » Juntos todos en » uno decimos: Que los alzamientos, asonadas, trai»ciones è malos fechos » del mal aventurado Conde "Don Alonso Enrique, è de » su mala xembra que ficie»ron contra su Rey, y na»tural Señor, en que nos "nin los nuestros no tobi

mos parte, obligaron à su "Alteza à que ajuntase to» das sus fuerzas, è poderio, »è que mandase al Capitan » Pedro Menendez de Val"dés con todas ellas venir

sobre la Ciudad, que aqui » habia tan nombrada, è po

"

pulosa, è rica, è fuerte, è "que la cercase, è apretase » hasta la rendir, è allanar, è » prender, è matar à los traidores, è por temor de lo dicho, è que non los hu

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Iglesia primera que prime-. ro se fizo por el Señor San Torquato, è discipulos de » San Santiago, fincando con » la mar frontera à Somio, abajo de la qual estaban las, barcas en que se fue la Con» desa con los pocos que por » muerte, è fame, è plaga. », eran à su lado, è luego " vinieron las gentes del Rey, » è allanaronlo todo, è arra

"biesen por tales, muchos »ficieron fuga, è se salieron » de la plaza, è la Justicia,) " è gobernacion se fue à la » Puebla de Somio, è la perversa, è maldita Condesa » que dentro se habia fecho » fuerte, no se pudiendo sal» var, defender, ni resistir, » no teniendo alimento, nin cosa que comer, por no la dar al Rey como era des "bido, justo, è mandado,» saron la muralla, è los Cas

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», la fizo quemar, è fasta que
toda la vido arder, non
» tomó la fuga, è quemaron
" los Palacios de Don Pelayo
Rey primero de España, è
» de Gijon, è de Asturias des-
"pues de la avenida de los
Moros, los quales habia
» edificado el Duque Don
"Favila su padre, è la Igle-,
sia fecha en el Fano, Her,
» culiano à la Virgen Maria,
» è las casas de la Ciudad, è,
», la Iglesia de San Joan que
»antes fuera templo de Apo-
»lo, è el aposentamiento de
» las Cortes que era el Hos
»pital, è las casas del Ma
gistrado juridico, è la Igle-
» sia vieja del Salvador, è la
» Torre Augusta; todo fue
» quemado, è allanado

è » non se salvó ninguna casa »uin edificio, non siendo la

» tillos, è las paredes, è lle» naron de tierra, è piedra el » foso, è puerto, é non para"ron si non montones de pie» dra, todo lo qual vieron, » è presenciaron todos los de, » suso nombrados, &c...

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En vista de un testimonio, tan autorizado por tantas personas nobles, y dignas de crédito, y testigos oculares deben desecharse las circuns tancias con que hasta ahora se ha referido este suceso del cerco de Gijon, afirmandose que la Condesa, y los sitia dos se rindieron, y pusieron en manos del Rey; que se entregó à la Condesa su hija Don Enrique, mandandole el Rey que saliese de su Reyno, y fuese à buscar à su marido: que los Caballeros hijos-dalgo, que tenian casas en

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