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TRATADO LXXV.

DE LA SANTA IGLESIA EXENTA de Oviedo desde el medio del siglo xiv. hasta fines del xviii.

CAPITULO I.

SUCESOS CONCERNIENTES AL OBISPADO de Oviedo en los Reynados de Don Pedro, y de su hermano Don Enrique. Prudencia con que gobernaron los Obispos en tiempo de aquellas revoluciones.

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el poder de su hijo solicitó que este matrimonio se efectuase en secreto, dió motivo particular para que se encendiese mas la ira del Rey, y de la Reyna su madre, que tenia entonces encarcelada en su palacio à Doña Leonor de Guzmán. Y sabiendo pocos dias despues de su casamiento que el Rey queria prenderle, se vio forzado à salir de Sevilla, y huir à los estados que tenia en Asturias, acompañandole en su viage dos Caballeros suyos llamados Pero Carrillo, y Men Rodriguez de Sanabria, que llevaron cubiertos sus rostros con máscaras de cuero, como escribe Don Pedro Lopez Ayala, para no ser conocidos en el camino.

nor de Guzmán, amiga de su padre Don Alonso XI. y eran Don Enrique, Conde de Trastamara, Don Fadrique, Maestre de Santiago, Don Fernando, Señor de Ledesma, Don Tello, Señor de Aguilar, y otros. Contra estos Señores se dirigió el natural acre, y vengativo del Rey Don Pedro, à que contribuia en gran parte el consejo de la Reyna viuda, su madre, que aborrecia mortalmente Doña Leonor de Guzmán, y à sus hijos. Don Enrique, que era el prime ro, habia sido educado por el famoso Don Rodrigo Alvarez de Asturias, el qual le adopto por su hijo, y dexó heredero de sus Estados, dan dole entre otras cosas el Condado de Gijon, y de Noreña.. Entendiendo, pues, este Infante el ódio del Rey, y de la Reyna madre, huyo primero à Algecira, de donde tubo que escapar obligado de las fuerzas con que Gutier Fernandez de Toledo fue contra él de orden del Rey Don Pedro, y los de su Conquisiese tomar venganza de sejo. Casandose despues con él, y de la Condesa Doña Doña Juana Manuel per dis Juana su muger, y de los deposicion de su madre Doña más Caballeros que le acomLeonor, que para aumentar pañaban, cuyo número se

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Habiendo llegado Don Enrique á Asturias procuró fortificar las Villas de Gijony de Noreña, y otros Castillos, guarneciendolos de armas, y abasteciendolos de víveres, para defenderse de la tirania y crueldad del Rey su hermano, siempre que éste

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aumentaba por ser muchos los que huyendo del rigor del Rey, se acogian á las montañas. Los Asturianos se dividieron en dos partidos, favoreciendo unos à Don En rique como à hijo adoptivo de Don Rodrigo Alvarez, y otros al Rey Don Pedro; cuyos nombres, y apellidos se hallan expresados en el Memorial que un Abad llamado Don Diego escribió de los sucesos de estos tiempos en Asturias.

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Don Pedro asentó sus reales cerca de las murallas de Gijon; pero temiendo irritar à los naturales de aquel país no quiso batirlas; antes bien, conociendo la devocion que muchos Asturianos profesa. ban à Don Enrique, vino facilmente en aceptar la condicion que se le puso de perdonar à su hermano, y los à que seguian su partido. Don Enrique hizo tambien pleyto homenage, ofreciendo no hacer guerra al Rey, ni à sus vasallos; y agradeciendo las mercedes que el Rey le hizo, estando sobre Gijon, dió una Escritura de Concordia, firmada en 26. de Junio de la Era 1390. cuya primera clausula dice asi: "Sepan quan»tos esta Carta vieren, como

En el año de 1352. terceto del Reynado de Don Pedro, eran muchos los movimientos contra la autoridad de este Principe; pero creyendo que los mas peligrosos, y dignos de remedio, eran los que su hermano Don Enrique causaba en Asturias,» yo Don Enrique, fijo del determinó hacer una expedi- » muy noble Rey Don Alcion contra él antes que se "phon, Conde de Trastaesforzase mas su partido. Di- mara è de Lemos, è de rigióse, pues, con su exército » Sarria, è Señor de Noreña, à la Villa de Gijon; pero an- „è de Cabrera, è de Ribera; tes de su llegada salió de ella, porque Vos, el muy alto, Don Enrique, y se retiró del muy noble, è mucho una montaña muy fuerte lla- » honrado Señor Rey Don mada Monteyo à Montello, Pedro de Castiella por me dexando en Gijon à la Con- facer bien tovistes por bien desa su muger, y por Capi- » de me, otorgar las peticiotan que defendiese aquella » nes que vos envié pedir seFortaleza à Pero Carrillo. naladament que perdonas

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» tes à mí, è à todos los mios, » que conmigo fueron en fa»cer esta guerra, de todos » los maleficios que hayamos fecho fasta aqui." Vease este instrumento en el Infor me de la Casa de Sarmiento, escrito por Don Joseph Pe llicer.

En el año de 1356. Don Enrique, Conde de Gijon, y de Noreña, conociendo el peligro en que estaba, huyó de la Ciudad de Toro à Ga licia; y viendo que nada aprovecharia en continuar la guerra con su hermano el Rey, pidió cartas de seguridad para salir del Reyno de Castilla, y retirarse à Francia. Concedióselas el Rey Don Pedro, no por hacerle gracia, sino por quitarle la vida, mandando al Infante Don Juan, y à Diego Perez Sarmiento Adelantado mayor, y à otros Señores de las comarcas, por donde creia habia de pasar el Conde, le détubiesen, y matasen en el camino. No comunicó el Rey esta orden à los Caballeros de Asturias, ò porque sabia la devocion que tenian al Conde Don Enrique, à por que no pensaba que el Conde se encaminaria por Astu

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rias. Don Enrique, pues, que como sagáz, y cuerdo sospechaba lo que podia intentar el Rey su hermano, se dirigió desde Galicia à Asturias, siendo esta region en el presente año como en el de 1352 asilo de la vida de Don Enri que. Pero en este caso no tùbieron los Asturianos el peligro de experimentar los ri gores del Rey Don Pedro porque Don Enrique no se detubo en este pais, sino que pasó arrebatadamente por él ácia Vizcaya, donde estaba su hermano Don Tello, que valiendose de la aspereza de aquella tierra, conservaba alli la gente de su parcialidad.

En el año de 1369. el Conde Don Enrique, que ya gozaba título de Rey de Castilla desde el año de 1366. mató à su hermano Don Pedro en Montiel, y se apoderó del Reyno de Castilla. Las Asturias se dividian en partidos, siguiendo unos la voz de los hijos del Rey Don' Pedro, y otros la de Don Enrique. Para asegurar este Principe la posesion del país, envió à Pedro Suarez de Quiñones, Adelantado mayor de Leon, y Merino de Asturias, à quien se entregaron las Ha

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Asturias sobre la sucesion del
Reyno, persuadiendo que la
Ciudad de Oviedo, y sus
torres se pusiesen en poder
de Gonzalo Bernaldo de Qui-
rós, con la condicion de que
éste nó la entregase sino al
que por consentimiento del
Reyno fuese proclamado Rey
de Castilla, Don Alonso, su-
cesor de Don Sancho, pro-
curó defender los Estados de

ves de la Ciudad de Oviedo.
No contento Don Enrique
con estas muestras de obe-
diencia, dió el Condado de
Gijon, y de Noreña à Don
Alphonso Enriquez de Cas-
tilla, hijo suyo bastardo, à
quien tubo en su amiga Do-
ña Elvira Iñiguez de Vega,
hija del Señor de Villalobos
Suero Fernandez de Vega.
Este Conde causó tambien
algunos alborotos en Astu-su Iglesia de la fuerza del
rias por los grandes reparti-
mientos que hizo, no solo
por los vasallos del Rey, si-
no tambien por los de la Igle-
sia de Oviedo.

Los Obispos que presidieron en esta Iglesia en el tiempo que duraron los disturbios referidos, procedieron con tanta prudencia en los peligros que padeció su Diócesis, que tubieron siempre de su parte, asi al Rey Don Pedro, como al sucesor Don Enrique, como muestran los muchos privilegios que se conservan en el Archivo de esta Iglesia, concedidos por aquellos dos Monarcas. Don Sancho, que presidia al tiempo en que comenzó à reynar Don Enrique, pacificó los ánimos disCordes de los Caballeros de Trmo XXXIX.

Conde de Noreña, ponien-
dolos baxo la encomienda del
mismo Gonzalo de Quirós,
cuyo poder era suficiente pa-
ra defenderlos de qualquiera
que intentase algunos agra-
vios contra los vasallos de la
Iglesia, entretanto que se die-
se cuenta al Rey, y se pro-
veyese lo que debia guardar-
se en orden á las discordias
que reynaban en punto de
repartimientos. A Don Alon-
so succedió en el Obispado
Don Gutierre de Toledo, Pre-
lado digno de eterna memo-
ria, el qual no solo puso en
seguridad los bienes tempo-
rales de su Diócesis, sino que
aumentó la grandeza, y glo-
ria de su Iglesia, y Sede has-
ta el mas alto grado, como
veremos ahora en sus Me-
morias.

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