Por el amor de Dios

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Libería Lehmann (Sauter & Company), 1928 - 94 páginas
 

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Pasajes populares

Página 17 - Sordo a (toda pasión, ciego a todo deseo, mudo a toda esperanza. Ni los granujas de la ciudad lo molestan. No pueden molestarlo, no hay cómo, no da ocasión. No habla, no mira, no se enoja, no corre para perseguirlos. Es una sombra y pasa sin ser notada. Nadie le dice nada ya nadie dice nada. Pasa . . . Pasa . . . Se encoge de hombros, mete más la cabeza entre ellos, hunde las manos en los bolsillos del apretado saco y sigue por esas calles ... Y por ese ir...
Página 20 - ... Mentira! Son cuentos de los cristianos. — Y por qué perdiste el sentido? El me lo cuenta. Trabajó como ayudante de los pintores en la Iglesia de la Parroquia. Estaba de cura el Padre Badilla. Iban a 'pintarla por dentro. Un día se vino sin tomar café, se mareó y cayó del andamio. * Lo alzaron sin habla. Duró un mes sin darse cuenta de nada. Después supo que se había roto la cabeza. El Padre lo curó y le ayudó mucho ¡era un buen padre! pero, a pesar de todo quedó así. — Cómo...
Página 16 - ... especialmente en las calidades estilísticas. Las tres primeras obras, como muchas otras escritas en Costa Rica — tanto en el campo de la fantasía como en el del ensayo breve — están construidas en frases o períodos separados: "Hablo con él, pero no quiere alzar a verme. Parece que tuviese miedo a los hombres. No mira a nadie. Estira la mano cuando oye pasos, se acerca y espera . . . Si cae en ella una limosna, baja los ojos para dar las gracias; si no cae, ensaya el mismo gesto para...
Página 25 - ... este cariño, que suelta ahora la lengua dormida para que cuente cosas llenas de sencillez y de belleza. El monosílabo terrible ha huido, y al hablar de su madre, tiene esta cabeza entumecida un chorro de palabras. Parece que un sol de verano fundiese otra vez una cascada que congeló el invierno Vendieron la casilla para enterrarla. Yo la conocí, se llamaba Rafaela. Ya está enterrada ¡y ahora sí pasa trabajos este pobre Joaquín Moreira que no tenía sobre la tierra más consuelo que ella!...
Página 20 - ... arruinó también Vital y el dinero se fué. La mujer cayó en cama, cama larga, penosa y entre la botica y el médico se quedó todo. * » . — Y has estado enfermo de la cabeza? -Sí. , — Te duele algunas veces? — Casi siempre y pierdo el sentío. — Pierdes el sentido? —Sí. — Se cuenta de ti una historia . . . Moreira, dicen que llevaste amores con una mala mujer . . . — Mentira, don Luis! — Y que te echó basurilla en un cigarro . . . — Mentira! Son cuentos de los cristianos....
Página 26 - Entonces sus ojos, inexpresivos y vagos, se pierden en dirección al montículo donde duerme Rafaela. Le he visto algunas tardes. Aprieta, con sus manos huesosas, los barrotes de hierro y, al sentir qué dura y qué fría es la reja que lo separa de su madre, cierra los ojos y muerde estas palabras: —Mama, mama, pa qué se jué a morir, espí como estoy de fregao ... si usté estuviera viva! Se suelta de la reja, vuelve a hundir la cabeza entre los hombros y echa a andar. Entonces la voz le sale...
Página 82 - Esta blanca cabeza de ojos gatuzcos, estas grandes cejas matosas, esta barba poblada, estos zapatos que suenan a hueco sobre la acera, este bordón que tienta las paredes, estos pobres ojos, roto uno, enfermo el otro, que se quieren salir de las órbitas para buscar tras los anteojos su rayito de luz, son de ese pobre Alejandro Chaverri que el Municipio rechaza.
Página 18 - ... tristeza indecible. Por no mirarme, pierde sus ojos en los detalles de mi cuarto, en los detalles gordos. — Tanto libro... don Luis! — Muchos, Moreira, te gustan? —Sí. — Tú sabes leer? —Sí. — Y has tenido libros? —Sí. El monosílabo del que no dice nada, del que va defendiéndose en la vida con el escudo triste del silencio. Le he puesto la mano sobre el hombro y se ha estremecido. ¿Piensa que puedo hacerle daño? ¿ Recuerda que así se la ha puesto también la policía para...
Página 21 - ... te gusta, Moreira? —Sí me gusta. — Pero ya no quieres mirarla. — Como es su novia... —Pero yo no soy celoso. Tú has tenido novia? —No. — Ni antes, cuando estabas bueno? — Nunca! —No te gustan las mujeres? No has querido a ninguna? — Sol'una. —De veras! — Sí, mi mama. Ya conocía yo esta pasión del hombre por su madre. Fué su único amparo. — Después de Dios la mama de uno y nada más, don Luis. Nunca quiso a otra mujer. Allí está ese corazón dentro del pecho sin...

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