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Comenzó unos viesos é unos sons tales,
Que trayen grant dulzor, é eran naturales.
Finchiense de homes apriesa los portales,
Non les cabie en las plazas, subiense á los poyales.
Cuando con su viola hubo bien solazado,
A sabor de los pueblos hubo asaz cantado,
Tornoles á rezar un romance bien rimado
De la su razon misma por ho habia pasado.
Fizo bien á los pueblos su razon entender,
Mas valie de cient marquos ese dia el loguer;
Fuesse el traydor pagando del mester, etc.

Mientras así pasaba la vida y conservaba su virtud la interesante Tarsiana, su infeliz padre, cumplido el plazo que se habia prefijado, vuelve á buscarla á Tarso con las señales del antiguo duelo y con la barba trenzada. Su dolor no tiene límites cuando le dicen que su hija querida ha muerto y le manifiestan su sepulcro. Agobiado con este nuevo contratiempo, resuelve volverse á Tiro á morir entre los suyos, y se embarca otra vez en sus naves; pero ya se acercaba por fin el momento de las dichas. Una tempestad le arroja á Mitelena: sus gentes saltan á la playa á recuperarse de la fatiga; pero él, sumido en su dolor, permanece en lo hondo de la embarcacion y prohibe severamente á los suyos que le interrumpan ó distraigan en sus tristes meditaciones. — Antinagoras entre tanto sale á solazarse fuera de Mitelena, y se halla con las gentes de Apolonio en la playa; le informan de la tristeza de su jefe, y movido á compasion, quiere consolarle y sacarle de la nave para que se alegre y conforte: ¡ vanos esfuerzos! el dolor estaba demasiado arraigado en aquel triste corazon. El bondadoso Antinágoras se acuerda entónces de la juglaresa Tarsiana, y la envia á llamar para que con sus canciones y sus romances distraiga y alegre al dolorido pasajero. Al llegar aquí no se podrá ménos de observar que la situacion que el poeta del siglo XII nos presenta en este pasaje del poema es sumamente bella é interesante. Un padre sin consuelo por la pérdida de su hija va á ser consolado por esta misma hija, que le refiere parte de sus propias desgracias para alentarle con su ejemplo; el padre se niega á estos consuelos, obedeciendo á su dolor; la hija, conducida sin duda por un secreto instinto, insiste, redobla sus cuidados, aumenta la dulzura de sus canciones, la ternura de sus fablas y romances, y llega á hacerse enfadosa á aquel mismo hombre que, si la conociera, veria en ella la mayor felicidad de su vida. Apolonio, para alejarla de sí, la ofrece oro; pero ella lo desdeña, y se aleja desconsolada. Bien luégo su instintiva ternura y los consejos de Antinágoras la hacen volver con una treta con que cree lograr su intento: tomará el oro del pasajero si éste se quiere prestar á descifrarle algunos enigmas; esto obligará al extranjero á entrar en larga conversacion, y entonces está segura de conseguir su intento. Contentísima con esta idea, corre otra vez á la embarcacion, y no parece sino que el poeta del siglo xin, al pintar la alegre confianza de la doncella, ha querido aspirar ya en sus rudos versos á las galas de la armonía imitativa :

Tornó al Rey Tarsiana faciendo sus trobetes,
Tocando su viola, cantando sus vesetes,
Ome bueno diz; esto que tu á mi permetes
Téntalo para ti si en razon non te metes, etc.

Apolonio, porque no se sospeche que se niega á descifrar los enigmas à fin de quedarse con el oro, ofrece responder, con gran satisfaccion de Tarsiana; pero le dura poco: el sabio Apolonio acertaba en un momento el oculto sentido del enigma. Por fin, ruega á Tarsiana que desista ya de su intento, porque su dolor es más profundo de lo que ella puede persuadirse. Interesa esto más á la juglaresa, y vuelve á insistir en consolarle, valiéndose, para prolongar el coloquio, de diferentes pretextos y excusas; y queriendo hacer el último esfuerzo, echa los brazos al cuello de Apolonio. Irritado éste, y dejándose llevar de su primer impulso, la rechaza de sí, dándole un fuerte bofeton..... La infeliz entónces, humillada, se queja con amargura, lamenta su desgraciada suerte siempre adversa, y recuerda y refiere entre sollozos parte de sus infelicidades y miserias. Apolonio, arrepentido y confesando que erró con fellonia, escucha atónito algunas de las quejas y relaciones de Tarsiana, pero no acaba aún de persuadirse de que pueda ser su hija: para aclarar

sus dudas le pregunta por el nombre de su aya, y al oir que se llamaba Licorides, su alegría se parece á un repentino frenesí. Véase con qué viveza la describe el poeta :

Sallió fuera del lecho fuego de la primera

Diciendo: ¡ Valme Dios que eres vertut vera!
i
Prisola en sus brazos con muy grant alegría
Diciendo: ¡Ay mi fija que yo por vos muria!
Agora he perdido la cuyta que habia,
Fija, no amanesció para mi tan buen dia.

Nunqua este dia no lo cuyde veyer,
Nunqua en los mios brazos yo vos cuide tener,
Ove por vos tristicia, agora he placer,
Siempre abré por ello á Dios que agradescer.
Comenzó á llamar; venit los mios vasallos,
Sano es Apolonio, ferit palmas é cantos,
Echat las coberteras, corret vuestros caballos,
Alzat tablados muchos, pensat de quebrantallos,
Pensat como fagades fiesta grant é complida,
Cobrada é la fija que habia perdida :
Buena fué la tempestá, de Dios fué permitida

Por onde nos oviemos afer esta venida, etc.

Si no me engaña el amor comun de los editores hácia las obras que publican, todo este pasaje del reconocimiento de Tarsiana es sumamente bello, y está escrito, en cuanto la rudeza de los versos y de la lengua lo permite, en hermosa y expresiva poesía.

Por fin, reconocida la hija y el amor que la tiene Antinagoras, los casa y marcha con ellos á Tiro; pero un espíritu se le aparece y le ordena que vaya á Efeso, al convento de Diana, donde completará su felicidad; va en efecto, y halla á su mujer Luciana. Desde allí parte para Tarso, donde, reunido el Concejo, hace castigar la maldad de Dionisia y Estrangilo. Llegado despues á Antioquía, deja allí por reyes á Antinágoras y á Tarsiana, y lleva á Luciana á Pentapolin, á ver á su anciano padre el rey Architrastes; le nace un hijo, que deja por rey á la muerte del abuelo; premia al pescador que le habia socorrido partiendo con él sus vestidos, y se vuelve, por fin, á Tiro, su patria; con lo que acaba el poema..`

Omito hacer observaciones sobre el carácter de este singular poema y sobre su bastante bien combinada estructura; los que le lean con cuidado tal vez hallarán en él sentimientos, afectos, intenciones poéticas, y otras dotes que le distingan ventajosamente de las composiciones de la misma clase y edad, y que nos valgan algun agradecimiento por haberle dado á luz. De todos modos, aunque no sea más que como monumento de la lengua y de la poesía en aquellos antiguos tiempos, es muy importante su publicacion, como lo ha sido la de las demas poesías castellanas anteriores al siglo xv, que á últimos del pasado dió á luz con tanto aplauso el erudito don Tomas Sanchez.

La Vida de santa María Egipciaca no es otra cosa más que su conocida historia ó leyenda, puesta en verso; por lo que no es necesario detenerse á analizarla. Castro ha copiado en su Biblioteca los primeros versos de este poema, reputándolos sin duda por largos, en esta forma:

Oyt varones huna razon, en que non ha si verdat non,
Escuchat de corazon, si ayades de Dios perdon,

Toda es fecha de verdat, non ay ren de falsedat, etc.

Pero bien se echa de ver que lo que Castro ha tenido por un solo verso largo, son dos cortos pareados, y que se deben leer y escribir de esta manera:

Oyt varones huna razon,
En que non ha si verdat non, etc.

En la misma clase de verso está escrito el poema de la Adoracion de los tres Reyes de Oriente, que es otra leyenda, tomada en parte de la Sagrada Escritura, y parte de las piadosas tradiciones que corrian entre los devotos de la edad media. Estos versos no tienen, por lo general, medida cierta y determinada, y ya son de siete sílabas, ya de ocho, nueve ó diez, y áun á veces de

once. Yo pienso que estas composiciones se hicieron para ser cantadas por los juglares en la misma especie de música ó canto llano en que se entonan los salmos y antífonas de la Iglesia, que están en prosa, y en que áun hoy mismo solemos oir cantar el Todo fiel cristiano del padre Astete en las escuelas, y las canciones de la Aurora y del Nacimiento por las calles. La especie de sonsonete ó música en que se cantan, apoyada en la rima de las últimas palabras de cada par de versos, suple en algun modo la falta de medida, y da orígen á cierto género de armonía imperfecta y monótona. Pero ya es tiempo de poner fin á estas advertencias y observaciones.

VIDA DE SAN ILDEFONSO.

La primera noticia de este pequeño poema castellano, anterior al siglo xv, la dió el señor Sanchez, en el tomo 1 de su Coleccion, diciendo que poseia de él una copia sacada de un códice antiguo, escrito como prosa, que le comunicó don Vicente García de la Huerta. Sólo publicó cuatro estrofas, y á ellas se han referido cuantos han procurado ilustrar despues nuestra historia literaria, á excepcion de nuestro querido amigo el señor don Jose Amador de los Rios, á quien comunicamos una copia completa del referido poema, con el fin de que en su Historia critica de la literatura española pudiese emitir el juicio conveniente. Así lo consigna el señor Amador de los Rios en el tomo IV de la referida obra (nota 2, página 60), pero suponiendo que nuestra copia, de carácter del último siglo, podia ser acaso la facilitada por Huerta al erudito don Tomas Antonio Sanchez. Lo que comunicó Huerta á Sanchez fué el códice, y no la copia. Poseo, dice, una copia de ella (la Vida de san Ildefonso), sacada de un códice antiguo escrito como prosa, que me comunicó don Vicente García de la Huerta, bien conocido por su ingenio. ». Este códice existia en la biblioteca de San Martin de Madrid; pero por más diligencias que hemos practicado para hallar el original, ya reconociendo diversas bibliotecas, ya acercándonos á alguno de los pocos individuos que pertenecieron á aquel antiguo convento y áun viven, nada hemos adelantado. Una rara casualidad nos facilitó la copia que poseemos.

Con acierto indica el señor don José Amador de los Rios, al ocuparse de este poema que le fué comunicado por nosotros, que entre otros críticos extranjeros, le han mencionado, mostrando deseos de conocerlo, los doctos Wolf (Estudios sobre la literatura nacional española, etc., página 66), Puymaigre (Antiguos autores castellanos, tomo п, página 167), y Ticknor (Historia de la literatura española, primera época, capítulo v, traduccion castellana); si bien el último comete notables errores. En primer lugar, lo supone escrito en el reinado de Alfonso XI; dice, en segundo, que contiene la Vida de san Isidoro, y afirma de un modo positivo que consta de 505 estancias, equivocando la noticia dada por Sanchez, quien dijo sólo que se componia de 505 versos.

Del tiempo en que se compuso este poema y de su autor, dice Sanchez, no tenemos más noticia que la oscura y escasa que se saca de la misma obra, y se contiene en estas coplas, al fin de ella :

Reynaba don Alonso quando el lo ficiera

Fijo de don Sancho é de doña María :
Astragaban los moros toda el Andalucía:
Pero si él quisiera consejo nos pornia.

Rogar á Jesucristo que nos quiera perdonar,

É nos traya aina á paraiso andar,

É los que sin el pugnan confonder,

Por ellos eche Dios el nuestro poder.

É el de la Magdalena ovo enante rimado

Al tiempo que de Ubeda era beneficiado :
Despues quando esto fizo vivia en otro estado.

Dice aqui el poeta que cuando hizo esta obra reinaba don Alonso, hijo de don Sancho y de

doña María. Ni por la historia, ni por las genealogías de nuestros reyes, se halla un rey llamado don Alonso que fuese hijo de don Sancho y doña María. Pues aunque don Sancho IV, llamado el Bravo, tuvo en su tia y mujer a don Alonso, que nació en Valladolid el año de 1287, éste murió el de 1291, le sobrevivió su padre, y por consiguiente no llegó á reinar. Verdad es que hay ejemplos antiguos de aplicar al sucesor el nombre de rey, y el verbo reinar ántes de entrar en posesion de la corona, y acaso en este sentido el marqués de Santillana, en su proemio, llamó rey, ántes de serlo, á Luis, hijo de Cárlos VII de Francia. Don Fernando IV el Emplazado fué hijo de estos mismos reyes, don Sancho y doña María; nació en Sevilla, año 1285, sucedió á su padre en la corona, y murió en Jaen, año 1512. Parece pues, segun esto, que en lugar de don Alonso se debe leer don Fernando, y en este caso el poeta escribió ó á fines del siglo xm ó muy á los principios del xiv. Dice tambien el poeta que, siendo beneficiado de Ubeda, hizo otro poema de la Magdalena, y que cuando hizo el de san Ildefonso vivia en otro estado; esto es, que ya no era beneficiado de Ubeda.

PROVERBIOS MORALES DEL RABBI DON SEM TOB.

No vacilamos en dar este título de Proverbios morales á la bellísima coleccion de máximas y sentencias del Rabbi don Sem Tob, designada hasta aquí, sin el menor fundamento, por nacionales y extranjeros, con el de Consejos y documentos al rey don Pedro. Autorízanos lo que, hablando de tan peregrina composicion, decia el célebre marqués de Santillana, en su Proemio al condestable de Portugal: Concurrió en estos tiempos un judío que se llamó Rabi Santo: escribió muy buenas cosas, e entre otras, Proverbios morales, en verdat de assaz commendables sentencias. ¿Por qué, pues, recibiendo ya en la antigüedad título adecuado al propósito que encierran las poesías del Rabbi, han tenido que designarse modernamente con el de Consejos y documentos? No otro motivo alguno puede haber concurrido más que el hallarse rotulado así, con letra modernísima, el códice del Escorial en que se conservan.

Fué el Rabbi don Sem Tob (de aquí Don Santo) natural ó vecino de Carrion, como él mismo dice en sus poesías, y mereció la proteccion del rey don Pedro I de Castilla. Dos son los códices que hemos tenido presentes al publicar sus Proverbios morales. El mejor, más completo, y conforme indudablemente con lo que escribió el poeta, se encuentra en el Escorial (b. IV. 21), y éste damos á conocer con toda fidelidad á nuestros lectores, pues el otro, á que nos referimos, existente en la biblioteca Nacional (Bb. 82.), más bien que copia de sus poesías originales, es una parafrasis ó pretendida explicacion de las mismas, pues no sólo rara vez están conformes con las del Escorial, sino que las precede un prólogo, en que el comentador, despues de decir que la ciencia no es un dolor doloroso, sino provechoso, explicando una sentencia de Salomon, añade lo siguiente, que no deja género alguno de duda: ...« pues así es plasyendo á Dios declararé algo en las trobas de Rabi Santob, el judío de Carrion, en algunas partes que paresçen escuras, avn que non son escuras, saluo por quanto son trobas, e todas escritura rymada paresçe entrerpatada e non lo es que por guardar los consonantes diese algunas veses lo que ha de desir despues dieselo antes, e esto quiero yo trabajar en declarar, con el ayuda de Dios, para algunos que pueden ser que leerán e non entenderán ssyn que otre gelas declare, commo algunas veses la he ya visto esto, por quanto syn dubda las dichas trobas son muy notable escritura que todo ome la deuiera decorar ca esta fué la entencion del sabio raby que las fiso, por que escritura rimada es mejor decorada, que non la que va por testo llano e dise asy el prologo de sus Rymas e veynte en tres coplas fasta do quiero desyr del mundo. »

De ambos códices habia hecho un escrupuloso cotejo, notando numerosas variantes, nuestro erudito amigo el señor don José Coll y Vehí, ilustrado catedrático de autores clásicos en el instituto de San Isidro, cotejo acertadamente publicado por los traductores de la Historia de la literatura española, de Ticknor, en las adiciones y notas, del cual sospecharon que el códice de la biblioteca Nacional era una redaccion posterior y mejorada de la misma obra. Lo primero es indudable, pero de ninguna manera lo segundo.

TRACTADO DE LA DOCTRINA.

Hállase este pequeño tratado de devocion en el mismo códice de la biblioteca del Escorial (b. IV. 21), con otras composiciones que publicamos en este volúmen (1). No estaban acordes los críticos acerca de quién fuese su autor, opinando el infatigable y profundo historiador de nuestra literatura, don José Amador de los Rios, que era debido á la pluma de Rabbi don Sem Tob, y esforzando, en probarlo, ingeniosas razones (Estudios históricos sobre los judíos, páginas 304, 335, y tomo iv, página 485, Historia crítica); mientras Ticknor, en su Historia de la literatura española, creia lo contrario. Proponíase el primero de estos literatos reproducir el Tratado de la doctrina en las ilustraciones al tomo iv de su Historia; pero sabiendo le incluiamos nosotros desde la página 373 á la 378 de este volúmen, que supone compilacion, segun dice en la ilustracion cuarta del referido tomo (página 620), dejó de hacerlo, confiado en nuestra diligencia, y llama la atencion de los doctos acerca de la última estrofa, en donde, sin género alguno de duda, se da á conocer el nombre del autor, que suena hoy por vez primera en la antigua república literaria. ¡Casualidad o fortuna, inteligencia ó esmero, es lo cierto que nuestro modesto trabajo (algo más que compilacion) parece llamado á fijar las versiones equivocadas de los códices, dar á conocer la conclusion de poesías y restaurar composiciones que antes que nosotros pudieron haber leido debidamente otros!

LA DANZA DE LA MUERTE Y REVELACION DE UN ERMITAÑO.

Este poema de la Danza general de la Muerte (dicen en el apéndice H los inteligentes traductores de Ticknor, don Pascual de Gayangos y don Enrique de Vedia) ha sido publicado el año pasado (1856), en París, por don Florencio Janer, aunque sin las notas é ilustraciones que el público tenía derecho de esperar de quien tiene dadas muestras de erudicion y aprovechamiento en estas materias. » No ignoramos que Ticknor habia publicado incompleta tan interesante produccion, pero nuestro objeto no fué otro, al publicar la Danza de la Muerte, que darla á conocer enteramente conforme con el códice del Escorial (IV. b. 21), dejando para más adelante el trabajo de ilustracion con que algun dia nos proponemos enriquecerla. Así lo dejamos consignado en la edicion mencionada, y así lo comprendió nuestro querido amigo Monsieur J. G. Magnabal, ilustrado traductor frances de la Historia de Ticknor (2).

(1) Hé aquí los tratados contenidos en el códice b. IV. 21 de la biblioteca del Escorial, que es un tomo en 8., papel grueso, del siglo XIV. Las primeras ochenta. y seis fojas útiles contienen los versos del Rabi don Santo, dirigidos al rey don Pedro. Sigue en veinte y una fojas útiles la llamada Doctrina cristiana, con letra enteramente igual á la de los versos anteriores. Continúa, en veinte y media fojas, tambien útiles, la Danza de la Muerte, de letra enteramente igual á la de las dos anteriores composiciones. En seis y media fojas útiles sigue la Revelacion á un ermitaño, en letra enteramente igual á la de las tres composiciones precedentes. Termina el códice con el Poema del Conde Fernan Gonzalez, en cincuenta y cinco fojas útiles, de letra enteramente distinta de la anterior, con abreviaturas, carácter de letra y rasgos que la hacen de di

fícil lectura. Entre unas y otras composiciones hay algunas hojas en blanco.

(2) «Nous devons avertir le lecteur que don Flo>>rencio Janer, d'après lequel nous inserons la Danse »générale de la Mort, n'a pas voulu faire le parallèle, »et que l'unique but qu'il s'est proposé dans sa pu>>blication, c'est de donner le poëme de la Danse géné»rale de la Mort tel qu'il est dans le manuscrit de l'Es>>corial; qu'il s'est réservé les notes et éclaircissements >>autres que ceux qu'il a fournis en tête de son livre >>pour un travail plus étendu, comme il le répète enco»re dans le chapitre de son Voyage litteraire en Fran»ce, imprimé dans la Gaceta de Madrid (voyez le »numéro du 17 Février 1858). Dans ce chapitre, il »prouve qu'il connaissait la publication de Ticknor, »puisqu'il relève, en passant, les changements d'or

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