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J. Peuser, 1887 - 301 páginas
 

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Pasajes populares

Página 151 - En vano trató Rodolfo de olvidarla. Siempre la imagen de esa mujer aparecía ante su vista con toda la tentadora belleza del original. Por fin resolvió tomar un partido desesperado, antes de olvidarse de las leyes que la amistad impone. Se alejaría de Carmen para siempre! ¿Tendría las fuerzas necesarias para ello? ¿Y cómo no tenerlas? ¡Era un...
Página 155 - Cuando estuvo á pocos pasos de la blanca viajera, lanzó un grito de sorpresa y alegría .... — ¡Ella! exclamó. El vapor seguía rápido, surcando ya las aguas del Océano inmenso. — Caballero! murmuró la joven. El primer paso estaba dado; el hielo quedó roto. Rodolfo no guardó más el silencio. Pintó con bellos y vivos colores su pasión intensa. Luego pasó...
Página 157 - Rodolfo corrió á su camarote, trayendo poco después una larg-a cuerda, fina y fuerte, que había visto en él esa misma tarde. — Ves? preguntó. —Sí! — Comprendes? —Oh! sí! El joven acababa de señalar el Océano negro, sin fin. — Ven. . . aquí. . . juntos los dos. Y el pobre loco empezó á atarse fuertemente á ella.
Página 69 - Y digo hoy á mis hijos (hijos también de una muger noble y de mi misma clase) que los mayores venenos del alma son el vino y el amor mal colocado, cuando el hombre no tiene bastante fuerza de voluntad para apretar su corazón entre sus manos y apagar en él el fuego que lo consume.
Página 156 - ¡El destino nos arroja uno en brazos de otro! ¡Nada habrá que nos separe! — Mi esposo está en el salón! — Oh! le mataré y beberé su sangre! . . Pero no! le he jurado amistad eterna. ¡No puedo ser un infame! . . . Ambos se tomaron de las manos. Brillaban en sus ojos los resplandores de la pasion, pero de la pasión sublime, celestial . . . — Te amo!
Página 154 - ¿No es sublime pasarla existencia atormentado por un amor sin esperanza, ofreciendo en holocausto, en el altar de la mujer querida, todos los sufrimientos, todas las aflicciones que nos aquejan? Rodolfo lo creía. Él, que abandonaba su tierra natal con el fuego de una pasión en el pecho, solo por no hacer desgraciada á una mujer y no engañar á un amigo.
Página 155 - De pronto vió una sombra blanca que paseaba también al otro extremo del vapor, bañada por los rayos de la luna y respirando melancolía. Con la cabeza inclinada sobre el pecho, el cabello suelto y las manos caídas y cruzadas, Rodolfo la comparó instantáneamente á la dulce Ofelia.
Página 159 - Luego un grito agudo rompió el silencio de la noche, las aguas recibieron su presa, y todo tornó á quedar mudo en el Océano inmenso La persona que me relataba este suceso continuó así: — El buque estaba silencioso. Era ya tarde. Sólo nosotros velábamos, con el pensamiento fijo en la muerte, que iba á unirnos para siempre.
Página 160 - Luego me lancé al agua arrastrando á mi hermosa compañera. "Sentí un frío contacto, mis oídos zumbaron, mi boca entreabierta bebió la onda amarga, mis brazos se agitaron convulsivamente, y solté mi presa, que no pudo separarse á causa de las ligaduras que la sujetaban á mi cuerpo.

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