La Celestina: tragicomedia de Calisto y Melibea, Volumen 1

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E. Krapf, 1900
 

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Página 208 - Eua. Procure de ser cada vno bueno por sí e no vaya buscar en la nobleza de sus passados la virtud.
Página 115 - Quemada seas, alcahueta, falsa, hechicera, enemiga de honestidad, causadora de secretos yerros. ¡ Jesú, Jesú ! ¡ Quítamela, Lucrecia, de delante que me fino, que no me ha dejado gota de sangre en el cuerpo ! Bien se lo merece esto y más quien a estas tales da oídos.
Página 141 - ... a la entrada de su primer requerimiento, en viendo que de alguno eran amadas.
Página 201 - Quando ella tiene que hazer, no se acuerda de Dios ni cura de santidades. Quando ay que roer en casa, sanos están los santos; quando va a la yglesia con sus cuentas en la mano, no sobra el comer en casa.
Página 206 - ¿A quien gentil? ¡Mal me haga Dios si ella lo es, ni tiene parte dello, sino que ay ojos que de lagañas se agradan!
Página 116 - ¿Perder y destruir la casa, y la honra de mi padre por ganar la de una vieja maldita como tú? ¿Piensas que no tengo sentidas tus pisadas y entendido tu dañado mensaje? Pues yo te certifico que las albricias que de aquí saques no sean sino estorbarte de más ofender a Dios, dando fin a tus días.
Página 37 - Comienzo por los cabellos. ¿Vees tú las madejas del oro delgado que hilan en Arabia? Más lindos son, y no resplandecen menos. Su longura hasta el postrero asiento de sus pies; después, crinados y atados con la delgada cuerda, como ella se los pone, no ha más menester para convertir los hombres en piedras.
Página 121 - Por fe, tengo que no era tan hermoso aquel gentil Narciso que se enamoró de su propia figura cuando se vido en las aguas de la fuente.
Página 40 - Días ha grandes que conozco en fin de esta vecindad una vieja barbuda, que se dice Celestina, hechicera, astuta, sagaz en cuantas maldades hay; entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad.
Página 218 - Martin y de otros muchos lugares; y tantos que, avnque tengo la diferencia de los gustos y sabor en la boca, no tengo la diuersidad de sus tierras en la memoria. Que harto es que vna vieja como yo, en oliendo qualquiera vino, diga de donde es. Pues, otros curas sin renta..., no era offrecido el bodigo, quando, en besando el feligrés la estola, era del primer boleo en mi casa.

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